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Casting porno (1)

Casting porno (1)

 

Respondió al anuncio del diario en el que pedían chicos para fotografías y videos eróticos. La entrevista resultó positiva y agradable junto a la mujer madura a la que demostrar sus habilidades de macho…

 

 

Ma jeunesse fout le camp tout au long des poèmes

et d’une rime à l’autre elle va bras balants

ma jeunesse fout le camp a la morte fontaine

et les coupeurs d’osier moissonent mes vingt ans.

 

Nous n’irons plus au bois, la chanson du poète

le refrain de deux sous, les vers de mirliton

qu’on chantait en rêvant au garçon de la fête

j’en oublie jusqu’au nom, j’en oublie jusqu’au nom.

 

Nous n’irons plus au bois, chercher la violette

la pluie tombe aujourd’hui qui efface nos pas

les enfants ont pourtant des chansons plein la tête

mais je ne les sais pas, mais je ne les sais pas.

 

Ma jeunesse fout le camp sur un air de guitare

elle sort de moi-même en silence à pas lent

ma jeunesse fout le camp elle a rompu l’amarre

elle a dans ses cheveux les fleurs de mes vingt ans…

 

Ma jeunesse fout le camp, FRANÇOISE HARDY

 

 

Aquel martes mañana me encontraba en una espaciosa habitación de iluminación eléctrica, esperando la entrevista para la que me habían convocado la semana anterior. Sin posibilidad que ofreciese luz de la calle, y sentado en una de las típicas sillas que encontramos en cualquiera de las oficinas que todos hemos podido pisar en alguna ocasión, había llegado a la cita con unos diez minutos de antelación. De las paredes de un celeste luminoso, colgaban varios cuadros con láminas de lo más anodino e insulsas como si en ellas no se pudiese encontrar el más mínimo mensaje o al menos ciertamente no se lo descubría. Me encontraba tranquilo aunque necesitaba el trabajo. Un mes antes, la empresa en la que llevaba un tiempo largo trabajando, cerró las puertas por falta de actividad. Así pues, con veintisiete años y el alquiler de dos meses por pagar, me eché a la calle en busca de algo rápido al menos hasta que saliera una cosa mejor. Un anuncio en uno de los periódicos de tirada nacional, solicitaba hombres para fotografías y videos de contenido erótico.

La bella joven de la recepción, me indicó amablemente que me sentase antes de ser recibido. De unos veintipocos años, rubita de nariz chata y grandes ojos azules, parecía la habitual muchacha falta de experiencia y de la que el jefe podía fácilmente haberse encaprichado. Desde donde me encontraba, podía verla sonreírme cada vez que levantaba la mirada de la revista a la que en realidad poco caso estaba haciendo. Me había fijado y seguí fijándome en ella como no podía ser menos. Pese a su evidente torpeza, tenía uno o dos polvos sin duda alguna. Rubita de un rubio platino que molestaba a la vista, rostro ovalado en el que destacaban aquel par de grandes ojos repletos de rímel, la vi levantarse en busca de un café que pronto sacó de la máquina que reposaba en la pared de la derecha, justo frente a donde me encontraba. Ahora sí podía contemplarla por entero. Enfundada en un mono negro ceñido que remarcaba su bonita figura, estaba como digo para darle un buen revolcón. Ensimismado como estaba en el cuerpo de la joven, no tardé en notar a mi inseparable amigo responder bajo el tejano. El rápido taconeo me sacó pronto de mis libidinosos pensamientos, viéndola volver a su butaca. Apenas un minuto más tarde, pude escucharla hablar a través de la centralita telefónica, colgando a continuación e indicándome con una encantadora sonrisa la puerta donde me entrevistarían. Devolviéndole la sonrisa al ponerme en pie, tomé la mochila que llevaba para dirigirme a la puerta en la que golpeé con los nudillos. Tras la misma, escuché una voz femenina invitarme a pasar.

-          Hola… Hola, soy Berta.

 

-          Soy Salva, encantado –acepté la mano que me ofrecía.

 

-          Igualmente… Perfecto, siéntate.

 

-          Gracias.

 

-          ¿Salva?

Buscando la comodidad del asiento y echándome adelante, respondí su pregunta con un tímido asentimiento de cabeza. Quedando rápidamente enfrentado a la mujer, al momento retomó la palabra continuando con las primeras fórmulas de encuentro.

-          Muy bien Salva. Primero de todo, las preguntas irán dirigidas a conocernos un poco. Quiero que te sientas cómodo en todo momento y que si no es así me lo indiques para el buen funcionamiento de la entrevista… preferiría que nos tuteásemos, espero que no haya ningún problema.

 

-          No no, ningún problema.

 

-          Ok, empezamos entonces. Dime… ¿qué edad tienes?

 

-          Veintisiete.

 

-          ¿Veintisiete? ¿En serio?

 

-          Sí, ¿por qué? ¿Parezco mayor?

 

-          No, no quise decir eso. Al contrario, pareces más joven.

 

-          Oh gracias, es todo un cumplido.

 

-          Ok, está bien.

La amplia sonrisa de la mujer pareció querer romper la tensión de los primeros momentos. Tirada hacia atrás y con las piernas cruzadas, apuntaba cada una de mis respuestas en la libreta que mantenía apoyada en el muslo. Un ordenador a su lado sobre la mesa blanca de formica y en la que dejaba reposar el brazo mientras tomaba nota. De ese modo y siguiendo sus instrucciones, poco a poco fuimos entrando en materia.

-          Y ahora dime… ¿qué hobbies tienes?

 

-          ¿Hobbies? ¿Quieres decir a qué me dedico, mi trabajo o…?

 

-          Sí, quizá eso esté mejor. ¿A qué te dedicas?

 

-          Bien ahora mismo… la verdad que acabo de dejar de trabajar.

 

-          ¿Por qué motivo?

 

-          Bien, la empresa cerró totalmente por falta de actividad… así que pensé que sería una buena idea probar algo nuevo. Y esto era algo que siempre he tenido en mente…

 

-          ¿Algo nuevo? ¿A qué te refieres con algo nuevo? ¿Qué andas buscando? ¿Cuál es el motivo principal de que estés aquí?

 

-          ¿Qué por qué estoy? Pienso que sabes la razón por la que estoy aquí.

 

-          Ummmm… Sólo pretendía que tú me lo dijeras. No importa, cambiemos de tema. ¿de dónde eres?

 

-          Vengo de Madrid.

 

-          Ah, ok.

 

-          He pasado estos dos últimos años en Madrid y vengo a Barcelona por una temporada. Ya sabes, nuevos retos y un cambio de aires para conocer gente nueva.

 

-          Ah bien, eso está muy bien… cambiar de aires de vez en cuando.

 

-          Eso es…

 

-          ¿Dónde exactamente de Madrid? ¿En el centro, a las afueras?

 

-          Bueno, no exactamente en Madrid. Los alquileres están carísimos. Compartía piso en Collado Villalba con unos amigos, al norte de Madrid.

 

-          Oh sí, Collado Villalba… conozco un poco esa zona. No está mal.

 

-          Es un bonito pueblo y bien comunicado con Madrid.

Segundo a segundo, minuto a minuto me iba sintiendo más cómodo y a gusto junto a ella. La mujer que tenía frente a mí resultaba agradable y hermosa. La verdad es que todas me parecen hermosas pero, en concreto, Berta era de aquellas mujeres en las que uno repara nada más verla. Una mujer de bandera, morena con el pelo recogido en una larga coleta que le caía por encima del cuello, de rostro anguloso y alargado se humedecía de forma constante los labios que cada vez me apetecía más besar. Los ojos castaños y rasgados, quedaban ocultos tras los pequeños y diminutos lentes de elegante montura roja. La mirada limpia y tremendamente atractiva, pese a alguna que otra mínima pata de gallo así como ciertas arrugas que trataba de disimular con algo de maquillaje. A bote pronto le eché unos treinta y cinco años, quizá alguno más.

Blusa color caqui con los dos botones de arriba sueltos dejando el cuello al aire, junto a unos vaqueros blancos y unos botines grises era el conjunto que vestía. En el respaldo de una silla cercana reposaba la americana de inmaculado tono blanco. Sin parar de preguntar y anotar mis respuestas, Berta cruzaba y descruzaba las piernas de forma descuidada aunque a mí me pareció de lo más femenina y seductora. Toda mi atención se centraba en ella y en su figura con algún que otro kilo de más aunque no en exceso. Los brazos rollizos y la tripita abultada. Los muslos también rollizos quedaban marcados por el tejano ceñido. Pocas lorzas en las caderas y la nalga parada, redonda y dura que el cruce de piernas dejaba entrever. Tras responder la última de sus preguntas, mi mirada se perdió de forma inevitable sobre el par de pechos que parecían querer romper la fina tela de la blusa. Pechos redondos y todavía firmes para su edad. Ahora fui yo quien tuvo que humedecerse los labios frente a semejante hembra.

-          Muy bien Salva. Una vez nos hemos conocido un poco mejor creo que es hora de entrar en materia respecto al por qué estás aquí… dime, ¿te gusta el sexo?

 

-          Sí claro, es por lo que estoy aquí.

 

-          ¿Mucho?

 

-          Sí, por supuesto.

 

-          ¿Y lo has hecho antes? ¿Tienes experiencia sobre ello?

 

-          Ummmmm, frente a la cámara la verdad que no mucho. Pero por teléfono he estado con chicas, pero nada especial. Sí he visto mucho porno.

 

-          ¿En serio? ¿Qué tipo de porno? ¿Porno duro o más bien suave… supongo que ya sabes a qué me refiero? ¿Cuál es tu favorito?

 

-          Bien, cuando veo porno me gusta fijarme en la chica. Lo mismo en internet, entro si la chica es hermosa y no tanto si la historia es dura o suave… no es algo importante para mí. Me gusta ver a la chica follando. Si la chica me gusta, me apetece verla follando. Si es una escena dura o suave, mientras lo haga bien consigue excitarme.

 

-          Muy bien, resulta interesante. ¿Sólo chicas o también hombres? ¿podría tal vez interesarte hacer fotografías con chicos o incluso algún video gay?

 

-          No no, solo chicas… hice un trío con una pareja madura pero solo estuve con ella. Los hombres no me van…

La conversación comenzaba a excitarme sin remedio. El pene dormido bajo el pantalón empezaba a responder, encabritándose tímidamente como antes lo había hecho con la joven muchacha de la recepción. Ciertamente, no estaba nada mal el material femenino que por allí corría. También yo me sentía escudriñado de arriba abajo por la mujer que no paraba de observarme con mirada inquisitiva, seguramente seleccionando el candidato a elegir.

-          Sigamos con la entrevista. ¿podrías quitarte la ropa?

 

-          Sí claro. ¿Todo?

 

-          Sí sí, por favor. Ponte en pie. Bueno no sé si porque…

 

-          ¿Por qué?

 

-          Bueno… no está mal. Es grande…

 

-          ¿Algún problema por ello?

 

-          No, pero es algo grande para nuestras películas.

 

-          Perdón pero… ¿qué significa grande?

 

-          Tu polla.

Me fui quitando la ropa poco a poco y sin vergüenza alguna, la verdad es que nunca tuve problemas con mi desnudez frente a otras personas. La camisa fuera, luego las deportivas y finalmente los tejanos y el slip siguieron el mismo camino hasta quedar completamente desnudo ante ella. Con la mano apoyada bajo la barbilla, Berta contemplaba la escena con aparente tranquilidad. Imaginé que no era el primer hombre al que veía desnudo a tan corta distancia. Una sonrisa cubrió su rostro sin dejar de observar mi sexo con detenimiento, el bolígrafo entre los dientes mientras hablaba conmigo. El miembro ya con un tamaño más que aceptable se veía caído, apuntando hacia abajo y con la piel cubriéndolo en su totalidad. Con un buen tratamiento estaba seguro que pronto mostraría la dureza habitual en el mismo. Imaginaba un montón de posibilidades junto a tan bella hembra, en ese momento no me hubiera importado para nada tener algo con ella. Más bien era algo que deseaba con todas mis ganas. Con tan cálidos pensamientos y su presencia tan próxima noté el pene endurecerse, estirándose sin remedio entre las piernas.

-          ¿Mi polla es grande?

 

-          Aja, eso creo sí.

 

-          Bueno, no creo que sea grande… quiero decir que he visto mucho porno y suelen ser grandes. No creo que la mía sea un problema para poder actuar.

 

-          ¿Estás seguro?

 

-          Sí claro.

 

-          ¿Puedo tocarla aunque solo sea un poco?

 

-          Por supuesto, ningún problema.

Alargando la mano me la tocó con suavidad provocando en mí una alerta instantánea. Esa suavidad de dedos, acariciándome de forma lenta y deliciosa al rozarme a lo largo del tronco, haciéndose poco a poco al cada vez mayor grosor. Empezó a masturbarme sin mirarme siquiera, concentrada por entero en lo que hacía. Lenta, muy lentamente movía los dedos por encima del miembro atrapado, deslizando la piel adelante y atrás hasta descubrir la rosada cabeza del glande. Gemí disfrutando la caricia y entonces sí la vi mirarme, elevando la cara al sonreírme con gesto cómplice. Continuó su tarea habituándose al nuevo amigo que entre los dedos encerraba.

-          Es realmente grande.

 

-          ¿Eso crees?

 

-          No sé…

 

-          Bueno, quizá te asuste pero estoy seguro que las chicas que hacen porno están acostumbradas a algo así. ¿Estoy equivocado?

 

-          Sí sí, seguramente tienes razón.

 

-          ¿No has hecho ninguna escena alguna vez? ¿nunca has actuado?

 

-          No nunca. Sólo me dedico a las entrevistas y a buscar los mejores candidatos.

 

-          ¿Tal vez? No sé… ¿te gustaría probarlo ahora?

 

-          ¿Hablas en serio?

 

-          Sí claro, ¿por qué no?

 

-          Debes estar loco al plantearme algo así. Tengo pareja con la que soy feliz y esto es solo un trabajo…

Me notaba cada vez más excitado con lo que me hacía y solo pensaba en aprovechar la oportunidad que fácilmente podía darse. Aquella mujer me ponía mucho, deseándola desde apenas las primeras palabras que habíamos cruzado momentos antes. Ese mundo era propicio para esas cosas y por qué no con ella. Pese a sus palabras, seguía sentada frente a mí moviendo los dedos arriba y abajo haciendo el roce cada vez más intenso. Evidentemente parecía gustarle aquello pues para nada hacía ademán de abandonar su presa. Lancé un gemido estentóreo animándola con ello a continuar. La hermosa mujer reía llena de malicia y nerviosa con mis palabras, mostrándose al menos tan nerviosa como yo lo estaba. Quedó quieta y callada unos segundos, la mano corriéndole sobre el muslo y la rodilla. Sin aguantar por más tiempo el deseo que me quemaba por dentro, le alargué la mano incitándola a acompañarme. Un grito exaltado emitió aceptando Berta el ofrecimiento, permaneciendo en pie a mi lado hasta quedar ambos unidos.

-          ¡Ey, para muchacho! No no, por favor… eres malo conmigo.

 

-          ¿Malo por qué?

 

-          Déjame, déjame. No debería hacer esto… ya te lo dije.

 

-          Déjate llevar mujer, tú sólo déjate llevar.

 

-          No, por favor… déjame, dé… jame…

 

-          Calla mujer, calla.

 

-          ¡No, por favor… ahhhh… esto es una locura para!

Tomándola del cabello, la atraje para hacerla callar con el primero de mis besos. Saboreé por primera vez aquellos labios húmedos y jugosos, sintiéndolos arder junto a los míos. Removiéndose inquieta, se quejaba tratando de desasirse, musitando palabras apagadas por el deseo. Poco a poco fue abandonándose a su suerte, presentando menor resistencia hasta quedar entregada entre mis brazos. La madura treintañera se pegaba ahora como una lapa, la mano en mi pecho mientras la tenía enganchada por la espalda. Bajando la mano a la cintura, llevé la otra a la nalga encontrándola dura y prieta al estrujarla entre los dedos. Berta se elevó buscando mis labios de forma desesperada. Nos besamos dándonos las lenguas al hacer el abrazo mucho más decidido. Sacando la lengua, la obligué a abrir los labios pudiendo así enlazarla junto a la suya. Un beso de tornillo era una buena forma de conocer lo muy rendida que se encontraba. Seguí explorando el interior de la boca, pasando la lengua sobre la suya, notando los dientes rasparme, las cálidas salivas mezcladas una con otra. La escuché gemir con fuerza al volver mis manos sobre su culo, tratando de elevarla del suelo. Los dedos entre sus cabellos, me sorprendió al ser ella la que sacaba la lengua para volver a besarnos de nuevo.

-          Déjame, déjame por favor… No debo, no debo…

 

-          ¡Calla, calla!

 

-          No no, eres malo conmigo bandido.

 

-          ¿Acaso no te gusta?

 

-          Claro que me gusta, es solo que…

 

-          ¿Qué?

 

-          Nada, nada… vuelve a besarme, bésame Salva.

La lucidez volvía a ella por momentos, pareciendo echar por tierra tan agradable encuentro. Entre hipidos se resistía de forma leve, abrazada a mí sin muchos esfuerzos por separarse. Por mi parte, la tenía bien sujeta con la firme idea de no dejarla escapar. Aquel cuerpo tan bien formado me estaba haciendo perder los estribos, acariciándola con descaro por encima de las ropas sin parar de mover las manos arriba y abajo. Buen cuerpo, buenas tetas, era imposible mantener la compostura ante semejante monumento de mujer. Con todo en su sitio y carne donde coger como a mí me gustaba, uno debía estar loco para dejar pasar una ocasión como aquella. Del cabello bajaba por la espalda hasta alcanzar la cintura que enlacé con el brazo. La besé con ternura, sintiendo los labios temblarle como le temblaba el resto del cuerpo. Cogiéndome la cabeza, volvió a abrir la boca para caer en un beso apasionado y sensual, las lenguas luchando entre ellas en un contacto feroz. Más baja que yo, los ojos cerrados y con el gesto entregado, se agarró a mis brazos al elevarse sobre los pies demandando que la amase. Lo hice, aquella mujer valía mucho la pena y debía aprovecharlo. Un latigazo me corrió entre las piernas al ver la fuerza con que me apretaba los brazos.

-          Bésame, bésame cariño.

 

-          Eres preciosa.

 

-          Oh sí, dime cosas bonitas anda.

 

-          Me gustas Berta. Me gusta tu cuerpo de formas redondas y curvilíneas.

 

-          Así sí, continúa diciéndome esas cosas.

 

-          Me gusta tu cuello largo y delicado, me encantaría comértelo hasta hacerte rabiar.

 

-          Sí chúpamelo… eso me pone un montón.

 

-          Te deseo nena, te deseo. Me muero de ganas de hacerte el amor.

 

-          Ummmmm qué directo… sí, ámame chico malo…

Atrapé su cuello, empezando a chuparlo y lamerlo con fruición. Haciéndola suspirar y removerse con cada nuevo roce sobre su sensible piel. Temblaba toda ella dejándose hacer, riendo y agradeciendo las constantes caricias que le prodigaba. Era cierto que aquello le ponía un montón, no me había engañado y la prueba clara es que parecía perder el sentido con los chupetones y besos que le daba. Subía y bajaba para volver a subir, pasando y repasando la lengua de manera procaz. Mientras lo hacía llegándole a la barbilla y luego al labio inferior que mordí provocándole un gemido lastimero, con las manos le corría la espalda resbalando por los costados hasta hacerme con el redondo y prieto trasero que manoseé haciéndome al tamaño notable del mismo. Traté de soltarle el botón del pantalón pero ella no me dejó diciéndome con voz mimosa que esperase y que ahora quería otra cosa.

-          Espera nene, espera. No seas impaciente, ¿quieres?

 

-          Lo que tú mandes preciosa.

 

-          Ummmmm, me chifla que me digas eso…

 

-          ¿Qué quieres hacer?

 

-          Me gustaría excitarte con mis manos y mi boca.

 

-          ¿Eso quieres? ¿Quieres chupármela?

 

-          Oh sí, me gustaría. Aunque es realmente grande.

 

-          No te preocupes por eso. Seguro que sabrás hacerlo bien.

Obligado a echarme hacia atrás, quedé sentado con las piernas abiertas en las que se hundió tomando mi sexo entre los dedos. Arrodillada y riendo divertida con los ojos brillantes de deseo, pronto se apoderó de mis bolas lamiéndolas dulcemente para con extrema lentitud subir por el tallo endurecido y ya más que hinchado. Todo ello sin dejar de clavar la mirada en la mía, quedando un segundo con la boca abierta antes de atraparla entre los labios produciéndome un placer infinito. Aquello era más de lo que podía haber esperado. Cuando llegué unos minutos antes nunca hubiera podido imaginar algo así. Pero me encantaba, una mujer como Berta a mis pies y empezando a darme el placer que tanto necesitaba. Con la boca llena y ayudándose de la mano, produjo un gemido hambriento comenzando con ello a mover la cabeza arriba y abajo. Comía de forma experta, chupando sin dejarla escapar un solo momento para, de pronto, echarse con la mano a un lado el cabello que le molestaba, masturbándola dentro de la boca que acariciaba suavemente con los labios envolviendo el grueso champiñón. Gemí sin remedio ante la experiencia que la hembra madura atesoraba.

-          ¡Oh dios, sigue sigue nena!

 

-          Ummmmmmmmmmm.

 

-          ¿Ves como lo haces perfecto?

 

-          ¿Te gusta cariño?

 

-          Me encanta… la chupas de maravilla.

 

-          Eres un zalamero, al fin y al cabo eso decís todos.

 

-          Lo digo en serio mujer, no te miento puedes creerme.

 

-          Está bien… dejémonos de tanta charla. Esto me gusta, tienes buena polla muchacho.

Entre los dedos empezó a masturbarme con dedicación y suavidad, moviendo la mano arriba y abajo de forma lenta, sin prisa alguna al disfrutar la respuesta que mi sexo daba. La piel descapullando y cubriendo el glande de forma alternativa según la mano me trabajaba. Y mientras lo hacía, mantenía la mirada entreabierta y sensual, sacando la lengua de vez en cuando para pasarla por los labios de forma perversa. Los humedeció en claro gesto de apetito, estimulando el tronco con el incesante ir y venir de sus dedos de largas uñas negras. La mano en su bonito pelo lacio, jadeé largamente al cerrar los ojos. Berta chupaba ahora a mayor velocidad, sacando y metiendo más de la mitad del tronco hasta verse obligada a dejarlo para poder respirar. Con la mano se ayudaba, haciéndome el placer mucho más profundo. Le pedí que me mirara y entonces pude gozar su mirada pasional y depravada, masturbándome sin descanso entre mis débiles gemidos. Sacó la lengua para lamer ligeramente el glande. Sin decir palabra, la hermosa madura continuaba su tarea, el miembro bien agarrado entre sus dedos de lentos movimientos. Abriendo la boca volvió a tragársela, esta vez mucho más al fondo, notando la lengua por encima de mi sexo lamiéndolo con deleite. Se notaba que lo disfrutaba, metiéndola y sacándola, envolviéndola con aquellos labios que me hacían vibrar de emoción. Apareciendo brillante de sus babas, lamió el hinchado capuchón en pequeños círculos, sonriendo su malicia para de nuevo metérsela centímetro a centímetro.

-          Mírame nena, mírame.

 

-          ¿Te gusta lo que te hago?

 

-          Continúa, continúa… me encanta la boquita que tienes.

 

-          Se te ve nervioso, eh. Eso está bien.

 

-          Chúpala muñeca, chúpala… me tienes loco.

 

-          ¡Qué polla tan fantástica, muchacho… me llena toda!

Tras dejar de masturbarme volvió a tragarla hasta llenar el carrillo. Dejándole el largo cabello suelto, se lo tuve que apartar hacia atrás para poder ver lo que me hacía. Y la imagen que la madura ofrecía era de lo más sensual y llena de vicio. Me miraba provocándome con el brillo de sus ojos, relucientes y sacando la lengua para enseguida continuar jugando con el tronco largo y duro, dándole besitos y luego recorriéndolo sin dejar trozo por lamer. Arriba y abajo, escupiendo sobre el mismo y esparciendo las babas con la mano mientras murmuraba en voz baja sin llegar a entender lo que decía. Con los dedos acompañaba el lento movimiento de su boca, bien sujeta de la cabeza y sin parar de gemir y jadear mi placer. ¡Hija de puta, qué gusto me estaba dando! Pero aún podía aguantar sin correrme. Bien enganchada y sin dejar de contemplarla, me masturbaba ahora a buen ritmo y sin decir palabra. Solo mis gemidos placenteros se escuchaban en la cálida habitación en la que nos encontrábamos. Rodeando el miembro con la lengüecilla y subiendo al glande, abrió los ojos dirigiéndome una dulce proposición que me supo a música celestial.

-          ¿Quieres lamerme el coño?

 

-          Claro nena… me encantaría.

 

-          ¿Seguro?

 

-          Sí.

 

-          Bien, lo tengo muy mojado…

Sus palabras apenas un susurro, los ojos vidriosos por la emoción que la embargaba, la lengua pasándome por encima para acabar con un suave roce de la punta, subió una vez más a lo largo de mi sexo curvado. Temblé con esta última caricia, enloquecía con cada nuevo roce de aquella ávida lengua. El silencio se podía cortar con un cuchillo, solo mis débiles suspiros como respuesta a mi anhelo por sentir mucho más. La hice levantar, soltándole el botón del pantalón para conseguir bajárselo mínimamente. De pie y pegada a mí, me apoderé del trasero clavándole los dedos en el mismo. Berta gritó de puro gusto, riendo mi descaro. Me encantaba aquel culo, desnudo bajo mis manos, duro, redondo y apetecible al tacto. Apoyada en mis hombros, la hermosa mujer se dejaba hacer lanzando el cálido aliento sobre mi rostro. La rodeé por la cintura, atrayéndola para caer sobre la redondez de uno de sus pechos. Gimió al notar mis manos manosearla, apretándole el culo mientras la llenaba de besos por encima de la blusa. La respiración entrecortada, se la veía muy caliente y receptiva a mis caricias. Nos besamos con delicadeza y al separarnos me pidió que le quitara el pantalón.

-          ¿Me lo quitas?

 

-          Claro cariño, será un placer.

Una vez fuera los botines y el pantalón a lo que ayudó con suaves movimientos de pies, me hizo acompañarla al enorme sofá de tres plazas que presidía la pared del fondo. De un blanco luminoso resultaba perfecto para lo que queríamos. Quedando tumbada boca arriba y despojándola del diminuto tanga de un suave color granate que le cubría el sexo, descubrí finalmente el tesoro que tanto apetecía hacer sufrir. De abundante y bien cuidado vello ensortijado, el triangulillo que le formaba resultaba deseable a la vista. Me humedecí los labios imaginando el festín que me esperaba. Berta, con la mirada desencajada y abandonada a su suerte, dobló las piernas mostrándose de ese modo por entero. Con los dedos se abrió los labios apareciendo ante mí la flor rosada que era su sexo. Gimió desfallecida, indicándome con voz ronca que la acompañara.

-          Estoy muy cachonda… cómemelo todo…

 

-          ¿Eso quieres?

 

-          Oh cariño, hazlo. No me hagas sufrir más.

 

-          Menuda guarra estás hecha.

 

-          ¡Sí soy tu guarra. Vamos cómemelo!

Sin apartar la mirada de la mía, la vi masturbarse con las piernas completamente abiertas. Me encantó verla así. Moviendo los dedos muy despacio por encima del clítoris, se abrió después los labios para meter uno de los dedos y luego otro más entre las paredes de la vagina. Los metía y sacaba, alternando caricias en el sensible botón con una follada lenta y agradable buscándose los rincones más apartados de su sexo. Mientras lo hacía, la veía sacar la lengua provocándome con ello al pasarla por los labios de manera grosera. Sin poder poner freno a mi excitación, tuve que tocarme el pene palpitante y lleno de impaciencia. En posición de descanso gracias a la tregua que me daba, Berta se incorporó un instante hasta alcanzarme y coger mi pene entre sus dedos. Empezando el amable movimiento de la paja, pronto respondí pasando de la suave flacidez a una presencia desafiante y firme que la hizo admirar. Llevándome a ella nos morreamos, comiéndonos las bocas al correr las manos descontroladas, la suya sobre mi sexo mientras las mías se complacían con la dureza de sus muslos. Continuamos besándonos, acallando con ello su respiración alterada por la pasión. Entre gemidos placenteros se removía, estirando las piernas, echándose atrás para una mejor posición, abriéndose el coñito para volver a meter los dedos en el mismo. Así se masturbó, ganando en velocidad camino de su propio placer. Se follaba metiéndose los dedos hasta el final, dos dedos en su vagina para pasar luego al culo que penetró con uno de ellos. El estrecho esfínter se acostumbró con facilidad al intruso que lo transgredía. Aquella novedad me pareció de lo más interesante y de la que seguramente me aprovecharía a no mucho tardar. Con los dedos en la boca, los chupó para llevarlos una vez más a su sexo continuando con la feliz follada que se daba. La habitación olía a hembra cachonda, los gemidos fueron aumentando de volumen con el movimiento cada vez más rápido por encima de la vulva, acariciándose el clítoris con fruición hasta acabar derrotada por un orgasmo, que se hizo un segundo casi simultáneo con la virtud de hacerla llorar de emoción.

-          Bésame amor, bé… same.

La besé entrando en su boca hasta el final, prorrumpiendo contra el paladar sin pedir permiso, llevado por el deseo que me embargaba. La madura jadeaba, ronroneaba como una gata en celo, gritando al agarrarse con fuerza al almohadón sobre el que reposaba la cabeza. Los cabellos sudorosos cayéndole sobre el rostro, mostraba un morbo ante el que ningún hombre se hubiera negado. La besé una vez más, pasándome ella las manos por la espalda. Grité de dolor al notar las uñas clavarse en mí, lacerándome la piel al bajar los dedos hacia abajo. Ya en el culo, me hundió los dedos en él con desesperación, gruñendo el horrible deseo que la atenazaba. Entonces le comí el cuello volviéndola loca con ello.

-          ¡Ufffff, cómo me tienes. Cómeme el coño… cómemelo despacio, no puedo más!

Abalanzándome sobre la mujer, hundí la cara en su coño devorándoselo con gula. Chupándole la vulva hecha un charco, pasándole la lengua por encima del clítoris, empapándome con la abundancia de jugos que su raja producía. Lamiéndola una y otra vez, Berta se retorcía con mis primeras caricias. Si era así nada más empezar, me moría de ganas por seguir y ver como respondía. Con la mano me apretaba entre sus piernas, sollozando entrecortada, estallando en todo un arsenal de sonidos descontrolados. Enganchando la humedad de sus labios con mi boca, tiré de ellos para conseguir meter la lengua atacando las paredes de la vagina. Una vez me apoderé de ella, la follé metiendo y sacando la punta entre los continuos gemidos que emitía. Gemía, sollozaba, reclamaba que continuara, se agarraba tan pronto a mi cabeza como allí donde podía.

-          Perdona, estoy muy excitado.

 

-          Tranquilo es normal.

Bebía el calor femenino, ahogándome en ella sin dejar un momento de succionar y lamer la abierta raja. Con los dedos la acaricié, haciendo crecer el pequeño botón que era su clítoris. Creció húmedo de mis babas que lo cubrían por entero. Me encanta eso, ver cómo aumenta el órgano más sensible del elemento femenino. Es todo un placer chuparlo y verlo sufrir, respondiendo a la caricia. Era el de Berta, un chocho bien abierto que más tarde supe había dado tres hijos. Entre sus piernas volví a comérselo, pasando del coño al agujero estrecho de su ano que lengüeteé unos momentos haciéndola sollozar, ahogándome después en el manantial que era su sexo hasta que, exhalando grititos desolados, la escuché correrse una vez más, cayendo derrotada entre espasmos de puro placer. La pobre bufaba tratando de recuperar el aliento, suspirando de gusto como si se estuviera muriendo. Y realmente así era. Mirando la flor herida y rosada, me deleité cerrando los ojos al inspirar el intenso olor a hembra.

-          ¡Estás riquísima Berta… quiero ver tus pechos!

 

-          Oh sí chúpamelos, hazlo mi amor.

 

-          ¡Realmente encantadora!

 

-          Ummmmmm, continúa dándome placer…

Soltándose ella misma los botones restantes, disfruté del bonito sujetador que escondía el par de buenas razones que la mujer tenía. Abriendo la blusa a los lados, tomé el sostén causándole un grito de sorpresa al bajarle las cazoletas con un seco golpe de mis dedos. Echándose atrás me miró con ojos fulgurantes, produciendo un ronco gemido al verse acompañada. Subiendo sobre ella, quedamos pegados y con las manos en el cuerpo del otro. Me hice con sus pechos, notándolos duros y tentadores. Puntiagudos y de oscuros pezones, inicié unos suaves lametones con el fin de humedecerlos. En pequeños círculos, le lamí primero uno y luego el otro, rodeando la aureola para acabar en el sensible pezón que atrapé entre los dientes. Tiré del pezón, mordiéndolo débilmente lo que provocó en ella un suspiro ahogado. Le gustaba, era evidente así que continué lamiendo y succionando buscando la excitación femenina. Bajo mis labios, las tetas aparecían tersas y paradas. Volviendo a jadear me pidió que siguiera, vibrando con el ir y venir de mi lengua por encima de su piel. Masajeándolas entre los dedos, las manoseé suavemente haciéndome al tamaño de aquellas preciosidades. Acercando la boca al pezón, soplé sobre el mismo viéndolo erizarse. Lo mismo hice con el otro, la madura estirada junto a mí con los ojos entrecerrados en actitud de total abandono.

-          ¡Me tienes loco nena!

 

-          Cómo me encanta. Me haces sentir como una puta viciosa.

 

-          Eres preciosa, cualquier hombre moriría por ti.

 

-          Continúa diciéndome esas cosas.

 

-          Te deseo, te deseo…

 

-          Oh sí, hazme tuya mi amor.

 

-          ¿Quieres que te folle?

 

-          Sí lo quiero. Empuja hasta el final… dámela toda, no me hagas esperar más.

Entré en ella hasta las bolas. Estaba tan mojada y abierta que fue fácil la penetración, quedando quieto en su interior gozando el coño tan deseado. Un lamento satisfecho emitimos ambos, la mujer con una mueca de cansancio pero ansiosa por continuar. Insaciable y hermosa, las piernas abiertas que yo sujetaba con las manos. Con los ojos cerrados y la boca abierta, gimió débilmente al sentirse llena. Salí de ella para volver a entrar con una fuerte estocada, quieto de nuevo escuchándola quejarse. Gimió nuevamente al ver cómo me movía, ahora de forma lenta mientras le tenía cogida la pierna. Entre los labios le chupé los dedillos de los pies, ocasionándole con ello una risa nerviosa al verse amada de aquel modo. Centrándome por entero en su sexo, la follé a buen ritmo, entrando y saliendo hasta hacerle la respiración difícil. Gemía y jadeaba entrecortada, gritando con cada nuevo golpe que le endiñaba. Aquel coño tan empapado en jugos resultaba de lo más tragón y perverso, expulsando y recogiendo mi pene de manera amable y cómoda. Yo la follaba gozando el rostro desencajado y sudoroso de Berta, sonriente y luego dolorido al notarse llena de mí. Se apretaba los labios para no gritar, aguantando el aliento mientras recibía el movimiento continuo de la copula. Por mi parte, soportaba bien las ganas por correrme que realmente eran muchas pero también lo era el deseo por retrasar mi placer. Eso fue algo de lo que la mujer se benefició sin duda alguna, disfrutando la follada tan pronto lenta como al instante más rápida.

-          ¡Es grande!

 

-          ¿Te gusta?

 

-          Me gusta sí… fóllame cariño, fó… llame…

 

-          ¡Qué cara de viciosilla tienes!

 

-          Es por tu culpa, me has puesto bien cachonda bribón.

Nos fuimos acoplando el uno al otro, el pubis de la mujer recogiendo el ataque de mi dura herramienta que le entraba, una, dos, tres veces, sacudiéndola sin descanso entre los lamentos mitad doloridos, mitad placenteros que la hermosa hembra producía. Enganchada del muslo y la rodilla, aumenté la follada amándola del mejor modo que supe. Me tenía loco, aquella mujer me tenía loco y hubiera estado con ella horas y horas si mi naturaleza me lo hubiese permitido. Por desgracia no iba a ser así muy a mi pesar, de modo que pensé en disfrutarlo todo el tiempo que pudiese. Los gritos y sollozos de Berta se hacían más notorios, removiéndose con mi mano que le acariciaba el pecho sopesándolo con devoción. Todo el miembro al fondo, acomodado entre las paredes de la vagina que parecía querer absorberme hasta quedar fundidos en uno solo.

-          ¿Demasiado grande para ti?

 

-          No tranquilo, está bien sigue. Sí sigueeeeeeee.

El movimiento ganó en intensidad, el pie apoyado en mi hombro y yo percutiendo sobre ella una y mil veces. Entreabría los ojos para cerrarlos con fuerza seguidamente, desfallecida por el montón de sensaciones que debía sufrir. Como las sufría yo al disfrutar de su delicado sexo. Parando para darnos un mínimo respiro, retomé el mete y saca escuchándola aullar como una perra. El cabello cubriéndole la cara, la cabeza reposando en el amplio almohadón al tiempo que clavaba las uñas en la tela del blanco sofá. Alargando la mano al incorporarse, se agarró a mi muslo apretándolo con desesperación. De ahí hizo fuerza en mis riñones, espoleándome para que la traspasara. Cayó de nuevo atrás, levantando la vista para ver mi sexo golpearle. Una vez más chupé y lamí su pequeño pie, pasando y repasando luego por la planta lo que produjo cosquillas en ella haciéndola reír. Me encantaba su sonrisa franca y fresca reposando en mis ojos que en esos momentos imaginé brillantes de deseo. Deseo por aquella bella hembra que me tenía sorbido el seso por completo. Besándole la pierna, continué adorando el pie que tanto me excitaba. Mientras el polvo se hacía duradero para ambos, moviéndonos al ritmo que nuestros sexos imponían. Le di con decisión, los ojos de la mujer en blanco perdido el control de sí misma. Gruñía, los sonidos inconexos no producían palabras comprensibles para el oído humano. Llevando la mano a su sexo, Berta se masturbó furiosamente mientras le martilleaba haciéndola chillar. Masturbándose el clítoris entre gritos desconsolados, los dedos acariciándola camino de un nuevo orgasmo. De ese modo encontró el éxtasis quedando rendida y agarrada a mis brazos, pataleando como alienada, la mirada abandonada en un punto perdido de la habitación.

-          Buffffff muchacho, eres incansable.

 

-          ¿Qué tal te encuentras?

 

-          Agotada pero feliz.

 

-          ¿Con ganas de seguir?

 

-          Pues claro, siempre estoy dispuesta para eso.

 

-          Perfecto pues, sigamos si te apetece… pero mejor vuélvete, ¿quieres?

Buscándome para atraerme hacia ella, me hizo besarla al cruzar las piernas tras de mí. Los labios en los míos, noté la pasión irrefrenable que la envolvía. Fue aquel un beso lascivo y depravado con el que agradecerme el placer que le había hecho sentir. Escapando de la madura mujer oyéndola protestar, acallé sus quejas con un beso de lengua que pronto se mezcló con la suya. La mano en mi rostro y los dos doblados el uno sobre el otro, el morreo se alargó unos segundos como muestra de evidente entendimiento. Haciéndola volver, quedó en pompa ante mí, la redondez del trasero como muestra tentadora a la que hincarle el diente. Lo removió maliciosa, la mirada atrás sonriéndome para continuar. ¿Quién se hubiese podido negar ante semejante ofrecimiento hecho pecado? Arrodillado en el suelo, le tomé las piernas para que las abriera y entonces empecé a echarle el aliento en la hambrienta rajilla. Eso le gustaba poniéndola más nerviosa de lo que ya lo estaba. La linda Berta se encontraba caliente a morir, acercando mis labios a los suyos hasta tocarlos suavemente. Me froté en ellos, rozándola con mi barba creciente por encima de la delicada piel. Sacando la lengua, lamí la vulva de abajo arriba. Chorreante de efluvios, me empapé en ellos haciéndola retorcerse y reclamar más. Poco a poco mis roces se fueron haciendo más perversos, succionando la totalidad del coño al pasar la lengua por encima del clítoris para luego meterla en la húmeda vagina. La conminé para que se relajara, la larga melena sobre la almohada y cayéndole a un lado. Enterré la cara en su coño, chupándolo hasta el final, follándola entre los gimoteos que emitía. Abriéndoselo con los dedos, movía la cabeza en forma circular clavándole la lengua entre sus paredes, adentro y afuera para acabar escupiendo sobre él y relamerme de gusto al saborearlo.

-          ¡Chúpamelo maldito, chúpamelo vamos!

 

-          ¿Te gusta zorrita?

 

-          Aggggggggggggggg, me tienes cardíaca cabrón…

 

-          Estás empapada, qué coñito más rico y sabroso.

 

-          Aggggggggggggggg, sigue sigue.

Le metí dos dedos penetrándola, mientras gozaba el eléctrico botón comiéndolo con saña. Un dedo más le entré viendo que su coño lo soportaba. La masturbé con celeridad, metiendo y sacando los dedos, follándola hasta encontrar lo más hondo de ella. Parecía mearse de gusto y entonces fue cuando arremetí contra el culo. La lengua corriéndole por encima del sexo, tenía las nalgas tan dispuestas que el pasar a ellas resultó de todo punto inevitable. Entre las manos se las mordisqueé, hundiéndoles los dedos para enseguida indagar en busca del estrecho agujero. Se lo lamí durante largo rato, tratando de introducir la lengua. Berta, las sensuales piernas echadas atrás, bramó encogida hecha un animal herido. A partir de ahí creí no reconocerla, tan obscena, loba y sucia se puso que no parecía la serena entrevistadora que me había recibido minutos antes. Una guarrilla que se mordía el labio inferior, soportando la feliz transgresión del oculto esfínter. Voceaba alterada pero no se retiraba, animándome con ello a continuar. Chupándole el jugoso coñito, cambiaba al ojete traspasando el anillo al humedecerlo para de nuevo volver a su sexo succionándolo con deleite. Le introduje un dedo en el oscuro canal y entonces se fue una vez más, estoy seguro que había perdido ya la cuenta de las veces que se había corrido.

-          Me vas a matar maldito… eres realmente bueno. Creo que el puesto es tuyo con seguridad.

 

-          ¿Te atreves a más?

 

-          Aún no te has corrido, falta la traca final.

 

-          ¡Qué guarra eres!

 

-          Sí, soy tu guarra chico malo.

Sin dejarla descansar y a cuatro patas como estaba, le llené el coño hasta las bolas para enseguida salir escuchándose un ruido como cuando se descorcha una botella. Gritó dolorida, rugiendo de emoción al tiempo. Escalofríos le corrían el cuerpo y a mí de verla así de perra. Con voz ronca reclamó un dedo en su culo, cubriéndolo de babas para facilitar la entrada. Tras el primero, ataqué con un segundo y un tercero que le entraron sin problemas relajándose el anillo al darles paso. Mientras, la hermosa madura se removía inquieta por lo que sabía le esperaba. Deseaba follarle el culo, estaba bien seguro que los dos lo deseábamos. Tal vez incluso ella más que yo, al menos eso me hacía pensar su rostro desvergonzado por la lujuria. Escupiendo sobre los dedos, la follé con suavidad sodomizándola favorecido por la humedad de la saliva. Berta se removía pidiendo más, la mirada turbia y nuevamente derrotada. El momento tan codiciado al fin había llegado.

-          ¡Jódeme anda… fóllame el culo con fuerza!

 

-          ¿Estás lista?

 

-          Eso creo sí… métela despacio al principio.

 

-          Está bien, abre las piernas querida…

 

-          Mmmmmmmmmmmmm, la quiero toda.

Quedé mirando con apetito voraz su redondo y cautivador trasero. Un trasero firme removiéndose al ritmo de las caderas, invitando en silencio a ser penetrado. Se le remarcaba, elevado y en pompa y yo no pensaba en otra cosa que no fuera hacerlo mío. Berta gimió de forma ahogada, abriéndose los cachetes a los lados para mostrarse aún más. Creí marearme ante tanta belleza, tomé aliento y con la polla entre los dedos me dispuse ahora sí a sodomizarla. Entré de forma lenta y centímetro a centímetro escuchándola emitir un tímido hilillo de sorpresa. Un breve instante quieto disfrutando lo apretado que sus paredes me tenían, y pronto inicié el movimiento penetrándola con ritmo pausado. Cogido a sus caderas, fui resbalando empezando a empujar con mayor comodidad. Tirando de ella la hacía caer hacia delante, apoyada en la pared y soportando los primeros golpes que le propinaba. Fijé la mirada en la hermosura de su cuerpo, tan exquisito y entregado a mí como estaba. Todo mi pene dentro, la sodomicé con golpes secos parando dentro de ella para volver a salir y empujar nuevamente de forma brusca. Esto la hacía palidecer de gusto, gimoteando herida en lo más hondo de su ser. Yo lo gozaba como el mejor de los tesoros, aquel culo de carnes prietas me tenía hechizado por completo. Las nalgas se pegaban a mí cada vez que nos fundíamos, los huevos sacudiéndola con buena cadencia, adelante y atrás y adentro y afuera. La pobre Berta vibraba de placer, la boca abierta en busca de aire y el ceño fruncido por el dolor que sentía.

-          ¡Vamos muchacho, fóllame!

 

-          Muévete nena, mueve ese culillo que tienes. ¡Me encanta!

 

-          Qué malo eres. ¿Te gusta follarme el culo, eh?

 

-          Me encanta. Lo tienes estrecho, me haces sentir apretado.

 

-          Trátalo con cuidado y cariño. Verás que poco a poco se irá dilatando.

 

-          Lo sé. Vamos, echa el culo atrás.

 

-          Sí sí, continúa así mi amor.

Poniendo remedio a mi deseo, aticé su redonda nalga con un fuerte manotazo que la hizo gritar fascinada. Dos más y quedaron ambas rosáceas bajo mis dedos, que fueron ahora a sus muslos atrayéndola hacia mí. Se incorporó echada atrás, el cuello ofrecido que chupé con suavidad y delicadeza. Suspiró largamente, los dos parados mientras mis manos se apoderaban de los tersos senos. Aspiré el aroma de su fragancia, viéndola contraerse entre mis brazos. La oreja junto a mí respiré sobre ella, provocándole un cálido estremecimiento. Estremecimiento que se acentuó al apoderarme de ella, comiéndosela con fruición, pasándole la lengua por encima hasta llenarla de babas. Tumbándola y poniéndola de lado le hice levantar la pierna, enterrándome de forma brusca en su interior. Protestó notándome tras ella, empezando los dos a movernos con calma infinita. De ese modo la fui sodomizando, con la facilidad que su agujero dilatado permitía. Escapando a mi control, nos separamos respirando uno y otro alterados. La excitación podía con nosotros, así que la busqué encontrándola entre mis brazos. La sostuve a mi lado, el grueso aparato intentando penetrarla una vez más. Girando la cara me besó hundiendo la lengua en mi boca, un beso con el que perder el aliento entre continuas caricias.

-          ¡Me voy a correr… me voy a correr otra vez!

 

-          ¿Vas a correrte?

 

-          Sí sí, córrete conmigo cariño. Dámelo todo.

 

-          Me encantas perra…

Volvimos a besarnos, hundiéndole la lengua ahora en su boca como respuesta a la avidez de su beso. Berta gemía, vociferaba, rugía entre los espasmos que su hermosa figura producía. La penetré probando su coño deseoso del invasor que lo calmara, follándola de manera apasionada sin respiro alguno. Ella se dejaba llevar, enlazada por la cintura viendo como el pene la atravesaba, las piernas separadas y el sexo escocido de tanto mete y saca. Estuvimos un rato que me pareció interminable, jodiéndola dentro y fuera para cambiar de agujero metiéndosela sin pedir permiso. Aulló desencajada, el agujero cubierto por entero continuando con el ritmo de la copula. La sodomicé acometiéndola al clavarme en ella cada vez más. La encantadora madura se agarró a mi brazo susurrándome que se la metiera hasta los huevos. Era ella quien tiraba el culo atrás pretendiendo sentirse llena. Me introduje gruñendo de satisfacción. A punto de eyacular, la perversa Berta me hizo desistir al apretarme las bolas entre sus dedos provocándome un grito desgarrado. Quedé parado y encogido en mí mismo, soportando el dolor y con el miembro flácido por tan inesperado trastorno.

-          ¡Dios, qué dolor cabrona!

 

-          Era necesario cariño, no quería que te fueras todavía.

 

-          ¿Y por eso lo hiciste?

 

-          -Para gozar hay que sufrir o acaso no lo sabes querido.

 

-          Eres una perra.

 

-          Pero te encanto. Ya verás como no tardarás en estar en forma de nuevo.

De nuevo provocándome de aquel modo que tanto me ponía. Me costaba respirar pero al tiempo el deseo me devoraba por dentro. Desnuda frente a mí, el sujetador caído y los pechos de pezones puntiagudos y oscuros, me miraba como mujer fatal tumbada en el sofá con las piernas dobladas. Los cabellos cayéndole a los lados, mi pene por su lado palpitaba con vida propia pese al dolor que sentía. Poco a poco fue remitiendo, imponiéndose la pasión carnal con lo que noté el miembro endurecerse siguiendo su dictado. Ella sonrió viéndome una vez más excitado, invitándome a continuar con lo nuestro.

-          ¿Ves cómo va tomando cuerpo poco a poco?

 

-          Tú eres el mejor estímulo.

 

-          Gracias, me gusta que me digas eso.

 

-          Es verdad. Me pones mucho te lo aseguro.

 

-          Lo sé… y tú a mí solo que tengo pareja.

 

-          Podemos arreglar eso, ¿no crees?

 

-          Ya veremos…

De pie ante ella, lo tomó entre los dedos llevándolo con urgencia a su boca. Empezó con los huevos, lamiéndolos y cubriéndolos de suaves caricias con las que arreglar el estropicio de antes. Gemí tensionado, un pie elevado para soportar tan tierno roce. Me los acarició con los dedos, pasándolos por encima de forma delicada al sopesar todo lo que pronto le daría. Estaban duros, tanto tiempo esperando descargar no era para menos… Con la lengüecilla fuera y tirando la piel atrás, jugó con el glande que lentamente iniciaba el tan deseado aumento. Lo lamió una y otra vez, bajando hacia abajo para volver a subir muy lentamente, mirándome con sus bellos ojos hechos fuego. Era hermosa, hubiese estado con ella toda la vida, una mujerona de primera y experta a la que poseer. Berta continuó con lo suyo, emocionada como se la veía. Cogido con la mano me masturbaba levemente, deslizando los dedos a lo largo del tronco. La lengua arriba y abajo hasta aparecer el miembro brillante e hinchado. Los gemidos escapaban de mi boca, débiles y satisfechos ante la suavidad femenina. Al fin y cerrando ella los ojos, la vi zamparse el trozo de carne saboreándolo de forma golosa. Con la mano en su pelo lo tiré a un lado para disfrutar la imagen imborrable que me ofrecía. Empezó a chupar teniéndome bien enganchado, los dedos arriba y abajo al ritmo que la cabeza imponía.

-          Ummmmmm, me encanta tu polla muchacho.

 

-          Y a mí cómo lo haces.

 

-          ¡Me encanta, me encanta!

 

-          Cómetela nena, vamos cómetela.

 

-          Sí dámela, dámela… la quiero toda.

Me sentí en la gloria, la mamada haciéndose más profunda a cada momento. La madura se la tragó hasta el fondo, golpeándole el paladar al quedar quieto en su interior. La sacó de la boca con una fuerte bocanada con la que ganar aire, pero enseguida volvió a metérsela continuando con la agradable sensación. Adentro y afuera, a ritmo tan pronto lento como mucho más rápido, notaba los dientes rozarme lo que me producía un placer creciente. Sacándola y pelándomela sin descanso, ladeó la cara antes de dirigirse a los huevos que chupó metiéndoselos en la boca. Los envolvía con los labios chupándolos y dejándolos ir en una caricia de lo más turbadora. Haciéndose nuevamente con el grueso tallo, las venas marcándose escandalosamente, sentí un suave cosquilleo correrme el cuerpo espalda arriba. Atrapé su cabeza con las manos ante el empuje furioso de la boca que se llenó de mi sexo, succionando una y mil veces como si no fuera a haber un mañana. Deprisa, cada vez más deprisa ayudándose de la mano para hacerme insufrible el instante. Rodeándola con la lengua de forma morbosa, subiendo luego al glande que vibraba conmovido de gusto.

-          Vamos nena, vamos… sigue así vamos.

 

-          Ummmm, qué polla más rica. Me llena toda.

 

-          Qué cara guarrona gastas.

 

-          Oh, por favor. No me digas esas cosas.

 

-          Sigue puta, sigue. Me tienes loco.

El orgasmo me llegaba ahora sí irrefrenable e intenso, las piernas fallándome bajo el empuje de su mano que no paraba de moverse en busca de mi explosión final. La obligué a soltarla siendo yo quien me pajeaba desatado, adelante y atrás de forma frenética. Una, dos, tres veces hasta quedar parado de puntillas, una agradable sensación precipitándose de la cabeza a las pelotas. Tanto era el rato que llevaba aguantando mi placer, que un abundante lefazo saltó por los aires como necesario final. Bramando como un toro herido, un espasmo tras otro escapando la leche sobre ella. El líquido viscoso y blanquecino golpeó furioso en el bello rostro de la mujer, acertándole la nariz y los jugosos labios que quedaron impregnados de semen. Dos últimos estertores fueron a parar sobre sus tetas, resbalando parte al frío suelo de terrazo ajedrezado. Entre mis piernas pude ver a Berta gimoteando triunfante con la espesura cubriéndole toda. Grité emocionado con la imagen de la madura, llena de vicio recogiendo el semen de la nariz para llevarlo a la boca degustándolo complacida. Elevando la mirada turbia por la pasión, un mínimo resto en la frente la hacía parecer lastimosa. Los fluidos aún en su boca, se derramaban cayéndole por la comisura del labio. Sacó la lengua lasciva, mostrándolos para con un golpe de garganta engullir mi placer esófago abajo. Quedé pasmado al comprobar como lo tragaba voraz.

-          ¿Ya?

 

-          ¿Es que no tuviste bastante?

 

-          Bueno, la verdad es que no estuvo mal. Te comportaste bien soldado.

 

-          ¿Valgo pues para esto?

 

-          Desde luego que sí, las chicas quedarán contentas contigo.

 

-          Me agrada escuchar eso.

 

-          -Salva, tómate esto en serio. Es un trabajo duro pero que compensa.

 

-          Queda tranquila, no te fallaré.

 

-          Eso espero… vamos, ayúdame a levantar.

Cogidos de la mano, nos unimos el uno al otro, dándonos un beso lleno de ternura que poco a poco se hizo más sensual abriendo las bocas y mezclando las lenguas con desenfreno. La apreté por la espalda haciéndola gemir entregada a su placer. Berta, por su parte, bajó la cabeza para apoderarse de mi pecho velludo que besó con dedicación suprema. Lamió los pezones, lo que agradecí con un nuevo beso rozándole apenas la comisura del labio tras tomarla por la barbilla. Separándonos, me fui vistiendo tras recoger mis cosas. Una vez arreglado, me despedí prometiéndome la hermosa mujer recibir pronto noticias suyas. Salí de la habitación para toparme con la muchacha de la recepción. Con cara de pánfila me sonrió abiertamente. La saludé con un guiño perverso, algún día me tiraría a aquella rubita a poco que se diese la oportunidad.

Datos del Relato
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