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Categoría: Dominación

Castigada por desobediente

Hola, corazón, te escribo luego de pasar unos días en la casa de mi tío Pablo. Fueron tres días de delicioso sexo con él y Karen, su novia; por fin tuvimos nuestro primer trío, y me encantó compartir el miembro de mi tío con su guapísima novia. Había fantaseado mucho con ese momento y me siento mojada de solo recordar cómo fue.



A mi, nunca me ha inhibido que me observen mientras tengo sexo con otra persona. He disfrutado de coger frente a alguien desde la primera vez que me vi forzada a hacerlo en casa de mi profesor de química, el mismo hombre que me sometió y tomó la virginidad de mi ano y me obligó a ser su esclava sexual durante los fines de semana en que él organizó un curso sabatino de regularización en su materia, para sus alumnos más atrasados. Al terminar la primera sesión del curso, mi profesor, quien en apariencia es un hombre serio y formal, me puso una trampa para conseguir que me quedara en su casa aún después de que mis otros compañeros se habían ido, y una vez a solas conmigo, dejó salir al pervertido que es en realidad y con amenazas y golpes, me obligó a tener sexo anal con él, además de forzarme a usar el nombre de "amo" o "señor" cada vez que le dirigiera la palabra. Y bueno, al final, a mi me encantó la idea de que un tipo tan duro me hiciera obedecerlo y me castigara cuando no lo hacía.



Cuando terminó la brutal cogida que el profesor me dio esa mañana, me dijo que el sábado siguiente yo tenía que asistir a su casa llevando puesto un vestido como el que llevé el primer día, pero sin ponerme bragas, o de lo contrario, tendría que afrontar las consecuencias. Me había pasado toda la semana dándole vueltas al asunto de permitirle o no tratarme como su esclava, por que por una parte, me asustaba terminar hundida en ese estado de sumisión y crear una relación de dependencia mía hacia mi verdugo. Y por otra parte, cada vez que pensaba en las cosas que me haría ese hombre si me portaba mal, me ponía muy cachonda y terminaba masturbándome mientras fantaseaba con ser su puta. Al final, decidí que sí quería descubrir esa cara del sexo, por que todo mi cuerpo quería sentir de nuevo esas deliciosas explosiones de dolor placentero que me proveían los golpes que me dio el profesor.



En el transcurso de esa semana, yo estaba tan deseosa de verga, que convencí a mi novio de faltar dos días seguidos a la escuela e irnos a un hotel; en una de esas veces, mientras me estaba ensartando a sentones en el miembro de Ricardo, le pedí que me pegara, invitándolo a darme más que unas nalgaditas; pero su inexperiencia y su natural miedo a lastimarme limitaron mucho la fuerza con la que él me pegaba; así que luego de eso, me quedé todavía más insatisfecha y ansiosa por que un hombre me sometiera y me golpeara para su placer. Al día siguiente, cando ya por fin me presenté a la escuela, por la tarde en que regresaba a casa, estaba tan absorta en mis fantasías con el profesor, que cuando el vagón del metro se llenó de gente, no me pude aguantar y restregué mis nalgas muy paraditas en la verga del hombre que estaba detrás de mi, recargado en un extremo del vagón provocándole una fuerte erección que después disfruté metiéndole la mano en el pantalón; por supuesto que él no dejó pasar la oportunidad para gozar de mi cuerpo, y con una mano me atrapó una teta  bajo la blusa y con la otra mano, buscaba el camino menos visible para la gente y colarse bajo mi falda y acariciar mi vulva; como yo estaba perdidamente cachonda, no me importó que tal vez nos vieran y lo dejé manosearme a gusto dejando salir unos gemiditos de aprobación a lo que me hacía. En las noches de esa semana, me masturbaba hasta tener uno o dos orgasmos, pero aún así, cuando me quedaba dormida, tenía unos sueños húmedos que incluían una cogida grupal en donde mi papá, mi hermano y mi profesor me cogían cada uno penetrando una de mis cavidades; y otra noche tuve un sueño donde mi mamá, sentada a mi lado en una butaca de la iglesia, me dedeaba hasta hacerme venir delante de todos los feligreses. Había podido sobrellevar mi calentura por unos días, pero el jueves en la noche, masturbarme ya no fue suficiente, así que me metí a hurtadillas al cuarto de mi hermano Érick para que me cogiera y mi mamá casi nos cacha. No la escuchamos salir de su cuarto cuando iba al baño, pero ella sí escuchó mis gemidos en la recámara de mi hermano en el momento en que él me estaba cogiendo por el culo. Pero como siempre que mi hermano y yo teníamos sexo estando mis papás en la casa, tomamos la precaución de asegurar la puerta y por nada del mundo nos quitábamos la ropa de dormir; así que esa noche, con mi mamá tocando a la puerta, tuvimos los reflejos suficientes para tomar todo con calma y cuando le fui a abrir a mi mamá, mi hermano se quedó en la cama y yo fingí estar llorando por que me había peleado por teléfono con mi novio y había ido a platicar del triste evento con mi hermano, afortunadamente mi mamá me creyó. Luego de esa noche, mi hermano me pidió limitar nuestros encuentros sexuales en casa a las ocasiones en que no estuvieran mis papás y así fue por unos meses, hasta que superamos el miedo a que nos cacharan.



Pero por fin llegó el sábado y mi curso en casa del profesor. Me puse un vestido negro, cortito y aunque no era escotado, la tela elástica de la parte superior de la prenda se pegaba a mi cuerpo haciendo lucir mis tetas; también me maquillé usando mi labial rojo favorito y delineé mis ojos más intensamente que de costumbre. Llegué a la casa de mi profesor deliberadamente tarde, para darle de nuevo el pretexto necesario para castigar mi impuntualidad, reteniéndome para contestar un cuestionario extra. En el comedor de la casa del profe, el único lugar disponible que quedaba en la mesa era el que estaba al lado del profesor, de quien todos preferían tomar la mayor distancia posible, así que ahí me senté. La clase avanzó sin mayor novedad, salvo que Arturo, un tímido compañero de mi clase, un tipo rellenito, algo bajito y feo, que estaba sentado frente a mi, no me quitaba los ojos de encima y hacía ridículos intentos por tocar mis pies con los suyos bajo la mesa, sin darse cuenta que también debajo de la mesa, yo me abría de piernas para que el profesor me tocara. Cuando la mano del profesor se adentró bajo mi falda, notó que había desobedecido su orden de asistir ese día sin llevar bragas, entonces sentí su mano encresparse de ira sobre mi vulva cubierta por la tela de mi prenda; voltee a verlo, mordiendo mi labio inferior, temerosa de su reacción, pero ésta se limitó a decirme enérgicamente que en su cara no iba yo a encontrar la respuesta al ejercicio que estábamos resolviendo y volví la mirada al cuaderno frente a mi.



Puntualmente, al medio día, el profesor Carlos anunciaba que eso era todo por ahora -Excepto para usted, señorita Dulce, que insiste en faltarnos al respeto con su impuntualidad... Y para usted, jovencito, -dijo refiriéndose a Arturo- que al parecer prefiere contemplar la bonita cara de su compañera que poner atención al delicado asunto de mejorar su calificación final en mi materia. Los demás retírense y asegúrense de cerrar la puerta cuando el último haya salido-. Algunos no pudieron evitar una sonrisa de burla cuando el profesor evidenció al pobre Arturo, que estaba colorado de vergüenza.



Luego de escribir un par de preguntas en una hoja, el profesor se la extendió al petrificado Arturo -Dos preguntas, joven. Si se quiere retirar a su casa, resuélvalas y podrá irse. Usted, señorita, acompáñeme un momento-. Mi cuerpo temblaba de ansiedad y emoción, de nuevo se mezclaban un montón de sentimientos en mi interior; y mi vagina, que desde  hacía rato estaba húmeda por las caricias que me hacía mi porfesor, terminó por convertirse en un charco de fluído. Acompañé al profesor a un cuarto que estaba oculto dentro de otro cuarto contiguo a la sala y que se mantenía cerrado bajo llave. Luego de que entramos los dos, el profesor cerró la puerta y encendió la luz y me miró por unos segundos de arriba a abajo, e inesperadamente, me dio una bofetada con el dorso de su mano, haciéndome perder la vertical. No había logrado reponerme de la impresión que me produjo el golpe, cuando el profesor me sujetó del cabello y me zarandeó con fuerza para después tirarme violentamente al piso. Me fue imposible contener las lágrimas, ahora solo estaba asustada. Entonces, el profesor me ordenó que me levantara y un instante después yo me ponía de pie, con la mano tapando mi adolorida mejilla y con los ojos llenos de lágrimas que empezaban a bajar por mis mejillas escurriendo mi delineador negro.



-Así aprenderás a no desobedecerme, ramera. Quítate las bragas y dámelas-. Hice lo que me pidió mientras mi cuerpo se estremecía entre sollozos. -Ahora, puta inmunda, busca detrás de ese librero y encontrarás una vara de metal con una correa en cada extremo. Tráela-. Encontré el objeto que me pidió y temblé de miedo al pensar en que el profesor pudiera usarlo para pegarme. Un momento después, casi le agradecí que no fuera así, pues cuando puse el alargado instrumento en sus manos, mi verdugo procedió a colocarlo sobre mis hombros y atar mis muñecas, una a cada extremo del delgado tubo cromado, haciéndome lucir como si estuviera crucificada. -Ahora salgamos- Agregó el profesor guardándose mi tanga en un bolsillo de su pantalón.



No puedo expresar con palabras la cara de estupefacción que puso Arturo cuando nos vió salir del cuarto. Yo precedía al profesor llevando los brazos bien extendidos y atados por las muñecas al tubo que descansaba sobre mis hombros y con la cara marcada por las líneas negras de maquillaje que mis lágrimas habían dejado a su paso. Me sentí invadida por un sentimiento de humillación al presentarme así frente a mi compañero de clases y bajé la mirada. El profesor, salió detrás de mi y me obligó a avanzar empujándome por la cintura. Arturo no podía mover si quiera un músculo, estaba sentado a la mesa, con la hoja de su cuestionario entre las manos, mirándome con los ojos y la boca muy abiertos. Cuando el profesor y yo llegamos a la mesa, él se sentó, me dejó de pie a su lado y metió su mano bajo la falda de mi vestido para darme unos fuertes pelliscos en la vulva, luego le pidió a Arturo leer las dos preguntas de la hoja en voz alta. Mi compañero, con voz temblorosa comenzó a leer -Mencione usted ¿cuántas veces se ha masturbado pensando en su compañera Dulce? y pregunta dos: Si tuviera la posibilidad de elegir ¿En qué parte del cuerpo de la señorita Dulce preferiría usted eyacular?- Cuando Arturo terminó de leer, estaba tan colorado que parecía que comenzaría a salirle humo por las orejas en cualquier momento, pero en su rostro de semi idiota se dibujó una tímida sonrisa y volteó a verme a la cara, pero yo no pude sostenerle la mirada, ni tampoco podía dejar de tener el presentimiento de lo que pasaría luego de escuchar esas lascivas preguntas. Entonces la voz del profesor rompió el silencio -Dos cuestiones sumamente fáciles de responder para usted, joven Arturo. Ilumínenos con sus respuestas-. Dijo el profesor mientras se sacaba mis bragas del bolsillo para comenzar a juguetear con ellas y olfatearlas alternativamente. Arturo se armó de valor y respondió -No llevo la cuenta, profesor, pero supongo que me he masturbado pensando en Dulce más de diez veces, jeje... Y bueno... de la otra pregunta, pues... Ejem... no se, supongo que le dejaría elegir a ella-. El profesor profirió una sonora carcajada al escuchar las respuestas estúpidas de mi estúpido compañero y luego agregó -Oh, no señor, ella no es digna de elegir nada, ella va a hacer todo lo que yo le diga- Y me dió una fuerte nalgada que me hizo dar dos pasitos para recuperar el equilibrio. -Puedo decirle que la señorita aquí presente es dueña de un culito irremediablemente mordelón, seguro que a usted lo ordeñaría en menos de un minuto. Dígame, joven ¿Le gustaría eyacular  dentro del culo de Dulce?- Y al ver que Arturo solo sonreía tontamente como extraviado, el profesor perdió la paciencia y se puso de pie con tal fuerza, que la silla que ocupaba se volcó detrás de él y golpeando la mesa con los puños agregó -¡Es usted tremendamente idiota, joven Arturo! Si yo se lo ordeno, usted va a eyacular en la boca de esta puta y ella se lo va a tragar ¡¿sabe por qué?! ¡Por que le encanta que se vengan en su boca! ¿no es así zorra?- Me preguntó, tomándome del pelo y jalando mi cabeza hacia atrás. -Sí, señor, me encanta tragarme el semen- Le respondí apretando los dientes para mitigar el dolor que sentía en el cuello. Entonces el profesor me soltó y acariciándome el pelo con algo parecido a la ternura, me dijo -Buena chica, aprendes rápido. Ahora ofrécete como la puta que eres. Tu amante de hoy te está esperando-



Tuve que aguantarme la repulsión que Arturo despertaba en mi, y mientas pensaba en lo injusto del castigo que mi profesor me imponía por haber llevado puestas mis bragas ese día, me iba arrodillando frente a mi nuevo amante hasta que mi busto quedó a la altura de sus piernas en la silla y comencé a frotarle mis tetas, sin dejar de sentir asco hacia él. Entonces el profesor le ordenó a Arturo que acomodara su silla y él la colocó de espaldas a la mesa, y yo fui subiendo, repegando mis senos contra el cuerpo de Arturo, hasta que los puse en su cara. Sentí que las manos de mi compañero estaban acariciándome las piernas, subiendo torpemente hasta mis nalgas y su iniciativa fue aplaudida por mi profesor, que permanecía sentado, olisqueando mis bragas.



La incómoda posición de mis brazos extendidos había comenzado a ser muy dolorosa y entonces con mirada suplicante le pedí a mi profesor que me liberara. -Me duele, amo, por favor, me voy a portar bien- y me acerqué a mi profesor para lamer su mejilla intentando convencerlo. Él pareció no escucharme y dirigiéndose a Arturo le ordenó que me liberara cuando me lo mereciera y me empujó de nuevo hacia el lugar que ocupaba Arturo. Entonces acerqué mi cara a la regordeta cara del muchacho y lo besé muy cachondamente en la boca, dejando que me metiera su lengua. Supongo que los besos siempre han sido mi punto débil, y esa vez, a mi cuerpo no pareció importarle de quién los estaba recibiendo, por que inmediatamente comencé a sentirme muy excitada y me monté sobre las piernas de Arturo de frente a él, mientras lo seguía besando y él me acariciaba las nalgas bajo mi falda. Con las piernas abiertas sobre las suyas, sentía directamente en mi vagina cómo el miembro de Arturo estaba duro dentro de su pantalón y sentí la imperiosa necesidad de frotar mi vulva contra su paquete y así lo hice, hasta que sorpresivamente el profesor dejó su asiento y me levantó de encima de Arturo tomándome del pelo y acercando su boca a mi oído me dijo -Ahora se lo vas a chupar, puta. Muévete- y me arrojó hacia adelante, donde Arturo sonreía incrédulo ante su buena fortuna y desenfundaba su verga. Me acomodé de rodillas entre las piernas de mi repulsivo amante y metí su miembro en mi boca, hasta el fondo. La mamada profunda que le estaba dando me hizo llorar más los ojos y se terminó de arruinar mi maquillaje cuando mi labial quedó embarrado en el fierro de Arturo y esparcido al rededor de mis labios.



El profesor tomó asiento de nuevo y le preguntó a Arturo -¿Qué pasa, joven? ¿ya sabe en qué parte del cuerpo de esta perra va a descargar usted su semen? No me diga que no se va a aguantar más y se va a venir en la boca de esta puta ya mismo.



-Nnn... no, no, profesor... Aunque, oh, ooohh, Dulce, si lo sigues chupando así, vas a hacer que me venga-. Para que todo terminara de una vez, comencé a frotar su pene con mi lengua dentro de mi boca y a gemir ruidosmente como una perra en celo, Arturo no pudo soportar y comenzó a eyacular, cuando quise sacar su verga de mi boca, por el asco que me daba sentir el semen de Arturo comenzando a fluir, no pude hacerlo, pues el profesor se había puesto detrás de mi y empujó mi cabeza hacia el cuerpo de mi compañero, obligándome  a tragar el semen y luego, cuando cesaron los bramidos de Arturo, el profesor me permitió separarme y me ordenó que lamiera la leche que se había escapado por la comisura de mis labios y lo poquito que seguía saliendo por el orificio en la punta del glande, cuando terminé de tragarme el asqeroso semen de ese idiota, le pedí que me desatara y él accedió, liberando mis adoloridos brazos. Pero mi alivio duró muy poco, por que inmediatamente el profesor me dobló por la cintura sobre la mesa y me ató las manos tras la espalda con una cuerda que sacó de su bolsillo y prosiguió a quitarse el cinturón para empezar una despiadada serie de azotes en mis nalgas luego de levantarme la falda y entre azote y azote me iba diciendo -Eres una zorra golosa ¡No tenías que hacer que este pendejo terminara tan rápido! Pero te encanta la verga, no puedes pasar ni un momento sin estar provocando a los hombres, ahora ponte a chupar su miembro otra vez hasta que se lo pongas duro. ¡Anda, puta, hazlo!- Me tomó por las manos atadas y me derribó al piso, amenazando con el puño en el aire a Arturo cuando este trató de levantarme -¡Ni un movimiento, hijo de tu puta madre, o aquí mismo te cojo a ti también!-



Succioné el flácido pene de mi compañero cuando me pude poner de rodillas frente a él. Tardó un tiempo en reponerse de la descarga pasada y en superar el miedo que sin duda la amenazante presencia del profesor le imponía, pero cuando lo logró, su miembro entraba y salía de mi boca ya endurecido y no había podido evitar acariciarme el pelo y hacerlo a un lado para disfrutar viendo cómo mis labios hacían su trabajo.



-Vamos a preparar ese culito mordelón que tienes para que recibas a tu hombre. Sigue mamando si no quieres que te castigue, putita-. Dijo el profesor mientras se retiraba del comedor. Yo aproveché su ausencia para pedirle a Arturo que pasara lo que pasara, no se viniera dentro de mi -Por favor, si me coges, sácalo antes de que te vengas, te lo suplico-. Y me puse a chupar su verga cuando escuché que volvía el profesor y de reojo pude ver que había sacado de aquél cuarto oculto una cuerda que tenía atadas unas esferas de un material negro birllante, acomodadas por tamaño en toda la longitud de la cuerda.



El profesor me puso empinada sobre la mesa, aún con mis manos atadas detrás y le dió el artefacto de las esferas a Arturo -Ha llegado el momento de probar lo estrechito que es el culo de esta puta, supongo que ya sabe qué hacer, joven... Haga los honores, comience por la más pequeña-. Luego patenado mis tobillos, me hizo abrir las piernas para que el tarado de Arturo comenzara a insertar las esferas en mi ano; Pero Arturo no solo hizo eso, si no que aprovechó para lamerme cada vez que me hundía una esferita en el culo. Cuando llegó el momento de recibir en mis intestinos las esferas más grandes, traté de evitar que siguiera el castigo, pero con la ayuda del profesor, Arturo continuó su labor hasta que solo dejó fuera de mi ano las dos esferas más grandes, que colgaban de mi esfínter por el trozo de cuerda que las unía a las que ya tenía metidas en el culo. Cuando la penúltima pieza comenzó a deslizare hacia mi interior, sentí que me desgarraba y comencé a gritar y a forcejear más, pero nada hizo que la esfera acabara acompañando a las otras que ya tenía anidadas en el intestino. Fue entonces que el profesor acalló mis gritos a golpes hasta que ya solo sollozaba muy bajito y les pedía que pararan. El profesor castigaba cada movimiento que yo hacía azotando mis nalgas con su cinturón y dándome fuertes cachetadas. Cuando yo solo deseaba que todo acabara, Arturo colocó la esfera más grande en la entrada de mi cavidad anal y en vez de empujarla la mano, lo hizo con su miembro. La esfera le iba abriendo paso a su polla ensanchando las paredes de mi recto, que luego se iban cerrando apretando la verga de Arturo, hasta que me la metió toda y empezó a cogerme riendo estúpidamente por su hazaña.



Sentí que mi culo iba a reventar en cualquier momento, lo tenía lleno con las esferas que se empujaban más al fondo cada vez que Arturo me embestía. No puedo dar una explicación a lo que me empezó a suceder, pero supongo que las esferas más grandes estimulaban de algún modo la pared posterior de mi vagina y con las metidas de verga que me estaba dando mi compañero de clase, comencé a sentir mucho placer y a tener muchas ganas de frotar mi clítoris mientras mi ano era acribillado. Pero con las manos atadas, nada podía hacer, y no quería pedirle a alguno de los dos que me masturbara; solo me quedaba gemir expresando el gozo que me estaba proporcionando el castigo que me infringían. Entonces con un tono de triunfo en la voz, el profesor dijo -¿Ya lo ve, mi joven amigo? A esta ramera le encanta la verga, mire cómo lo goza- Y luego me tomó del pelo, y me jaló hacia atrás, arqueando mi espalda y haciendo que mis nalgas quedaran bien paraditas para que el otro cabrón me diera por el culo aún más fuerte, y yo llevada por el placer comencé a aventar mi cadera hacia atrás haciendo chocar mis nalgas contra el cuerpo de Arturo, haciéndome sentir tan rico que ya no me importó darle la razón a mi profesor en que soy una puta y me encanta la verga. Así que le pedí a Arturo -Cógeme por el otro lado, quiero venirme-.



-Nada de eso, zorra atascada- Contesó el profesor -Eso está reservado para mí- Y luego dirigiéndose a Arturo le dijo que me obligara a chupar su verga y que si no obedecía, me pegara. Mi vagina estaba ansiosa por ser penetrada por la verga del profesor, quien ya estaba detrás de mi, jugueteando con su miembro en mi mojadísima entradita. Giré un poco el cuerpo sobre la mesa para poder mamarle la verga a Arturo mientras mi profesor ya estaba dejándome ir su delicioso miembro hasta el fondo.



Chupaba la verga de Arturo al mismo ritmo que mi profesor me estaba cogiendo, me sentía muy cachonda y más puta que nunca, y es que había esperado toda la semana para ser sometida con verdadera fuerza, como me gusta y aunque al principio, ser obligada a seducir a Arturo y dejar que me cogiera me dio asco, ahora que estaba tan caliente con la verga del profesor taladrando mi vagina, en verdad deseaba que mi compañero de clase me llenara la boca con su leche.



La violencia con la que el profesor me penetraba el coño mientras me daba nalgadas, me acercó a tener un orgasmo y justo cuando pensé que estaba por venirme, sentí que el profesor tiraba lentamente de la cuerdita que salía de mi ano, haciendo que las esferas se deslizaran por mi recto hacia el exterior; el volumen de las esferas más grandes hizo que mi canal vaginal se estrechara deliciosamente, apretando la verga de mi profesor dentro de mi y volviéndome loca de gusto, y te agradeceré si tú mi amor, luego de leer esto, puedes explicarme por qué en ese momento, mi vagina expulsó un chorro de flujo, o de orina, no se; pero cuando sucedió, tuve uno de los orgasmos más fuertes que he experimentado y que sólo me ha sucedido unas pocas veces después.



Una por una fueron saliendo las esferas por mi ano, prolongando mi éxtasis y haciéndome gemir con la boca llena de la verga de Arturo. Cuando estaba por terminar mi orgasmo, fue como si mi cuerpo se apagara, perdí por completo las fuerzas y cuando el profesor se retiró de su posición detrás de mi, luego de rellenar mi vagina con su semen, mis piernas no pudieron sostenerme más y me caí al piso. Y ahí tirada con las manos atadas en mi espalda, seguí estremeciéndome sin control disfrutando de los últimos ramalazos de tan intensa corrida y a penas pude escuchar cuando el profesor le dijo a Arturo que ahora sí, se viniera donde mejor le pareciera. No pude hacer nada por evitar que el muchacho gordo y feo de mi clase me pusiera acostada boca arriba y luego me penetrara acostándose sobre mi me besara, como si fuera su novia.



-No te vengas dentro de mi- Le alcancé a suplicar y con las pocas fuerzas que me quedaban, traté de quitármelo de encima. -No, Arturo, por favor, no te vengas dentro-. Entonces, me hizo callar metiéndome su lengua en la boca; y unas metidas de verga después, su semen llenaba mi cavidad.



Después de que me cogieran los dos, me fui al baño para asearme, porque más tarde vería a mi novio, y cuando regresé a la sala, Arturo ya se había ido y solo estaba mi profesor, sentado, en uno de los sillones de su sala, con un vaso de whisky en una mano y sostenido en la otra mano tenía un collar grueso, color negro, parecido al que usan los perros. -Ven, siéntate en mis piernas- me dijo, y así lo hice. -El gordito ese no te va a molestar nunca, te lo prometo. Eres mejor de lo que pensé- me iba diciendo mientras me ponía el collar en el cuello -Úsalo la próxima semana y espero que esta vez, me obedezcas y vengas a mi casa sin bragas, quiero dedearte delante de todos sin que lo noten. Ahora vete-. Le di un profundo beso con mucha lengua y me fui a mi casa; y aunque estaba muy adolorida, mi vagina por fin estaba satisfecha.



He indagado mucho acerca de la eyaculación femenina desde lo queme sucedió ese día encasa del profe, incluso he usado de pretexto el tema para seducir a algún doctor guapo de la clínica donde actualmente trabajo, pero lo que he encontrado y lo que me han explicado no termina por esclarecer el asunto. He buscado incluso en algún sitio de pornografía, pero los videos que tienen, la mayoría de las veces solo muestran a una actriz orinando copiosamente mientras se la están cogiendo y eso no es precisamente lo que me pasó... En fin, me gustó tanto la experiencia que lo he seguido intentando, sin lograr buenos resultados con la frecuencia que me gustaría.



Y bueno, aunque no quisiera, tengo que ir a trabajar. Así que te dejo unos besos ricos de mi boquita para que te los pongas donde más se te antoje, mi amor. Soy tu puta, siempre.



Dulce F.


Datos del Relato
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