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Categoría: Infidelidad

Casado Con Raquel (1 de 9)

Llevo casado con Raquel casi veinte años, así que no somos precisamente unos niños. Durante este tiempo, he sido cornudo en el sentido más estricto del término. Aparentemente Raquel es conservadora.



Cuando nos conocimos Raquel tenía mucha más experiencia sexualmente hablando que yo, pero como ella dice fui un alumno aventajado. Si alguien piensa que soy cornudo por alguna incompetencia sexual está totalmente equivocado. Nuestra vida sexual ha sido siempre buena, pero nunca fue suficiente para Raquel. De la misma manera que muchos hombres están felizmente casados pero son infieles, tambíen hay mujeres que siguen el mismo patrón. Lo sé porque me casé con una.



Decir que me quedé sorprendido sería quedarse muy corto, pero todo se destapó cuando contraje una enfermedad de transmisión sexual que su amante había pasado a Raquel y ella a mí. Durante más de un año nuestro matrimonio no fue un camino de rosas conforme iba sabiendo más sobre sus infidelidades.



Por supuesto, estuve tentado a dar nuestra relación por terminada o a tener yo también una aventura, pero no lo hice. Raquel me ama y se siente mal por ser débil, pero es una adicción que no podía cortar.



Finalmente llegamos a un acuerdo y fuimos a un club de parejas. Estuvimos con otra pareja y, aunque el sexo que yo disfruté con la otra mujer fue muy bueno, el punto de inflexión lo marcó lo que ocurrió posteriormente.



Habíamos estado en habitaciones separadas. Aunque habíamos estado desnudos todos sólo momentos antes, nos sentamos vestidos con una toalla; y no como matrimonios sino como compañeros de sexo. Su mujer y yo estabamos acurrucados mmientras Raquel y el otro marido se abrazaban.



Hablabamos de lo que había sucedido y si lo encontrabamos excitante. Les confesé que así me lo parecía a mí, pero en el fondo no les pude decir que era lo que quería hacer como norma de vida. Él comentó que su mujer resplandecía y ella se ruborizó al confesar que había disfrutado mucho.



Su comentario alentó mi ego porque, independientemente de lo que te diga tu infiel mujer, siempre te preguntas si ha sido tu forma de proceder como amante lo que la ha conducido a los brazos de otro hombre.



Continuamos charlando y acurrucados mientras nos tomabamos una ronda de cervezas. Miré a Raquel y me dí cuenta que irradiaba satisfacción, era la expresión que se tiene después de haber disfrutado de un sexo increiblemente bueno.



Se había cubierto con una toalla de baño pero, mientras fui a por las cervezas, él la había aflojado y dejaba ver sus tetas. Mientras nos hablaba le acariciaba despreocupadamente su teta derecha.



No recuerdo que me sintiera celoso, sólo tenía fijación de ver cómo jugaba con la teta derecha de mi mujer. Me fijé en su pezón y sentí una erección venir cuando lo acarició entre sus dedos.



Cuando terminó la cerveza nos dijo que estaba preparado para el segundo asalto. Pensé que se refería a tomarse otra cerveza.



- Yo también... -Añadió Raquel.



Empezaron a besarse enfrente de nosotros. Sentí cómo me golpeaba una onda nauseabunda, pero pasó. Me sentí incómodo mirandola y preguntandome si ella y yo debíamos emularlos.



Fui a besarla pero era obvio que estaba más interesada en contemplar la acción que se desarrollaba delante de nosotros.



- Espera, ésta es mi parte favorita... Mirar... Abrázame... -Me susurró.



Así que allí estabamos sentados, mi espalda contra la pared, ella descansando en mí, entre mis piernas, mientras la sostenía en mis brazos y juntos mirabamos a su marido follar a mi mujer.



Mientras la sostengo ella pone mis manos en sus tetas. Sus pezones estaban duros como rocas. Entonces cogió mi mano izquierda y la llevó entre sus piernas.



- Acariciame, por favor... -Me susurró.



La hice alcanzar varios orgasmos antes que su marido y mi mujer terminaran. Fue increible ver a mi mujer disfrutar del sexo, aunque difícil de aceptar su entusiasmo por su polla.



Lo había hecho con condón con su mujer, pero él lo hizo a pelo y cuando se corrió no la sacó; la llenó entera con su semen.



El primer pensamiento que cruzó mi mente fue preguntarme si acababan de concebir. El segundo qué pasaría si él tuviera alguna enfermedad. En cuanto la sacó Raquel quedó con las piernas abiertas frente a mí y mi compañera sugirió:



- Vamos... Ve y cómela...



Era lo que estaba más lejos de mi mente, pero ahora era lo principal. Había estado enamorado del sexo de Raquel desde la primera vez que lo lamí. Él la estaba besando y las piernas de Raquel permanecían abiertas a modo de invitación para cualquiera de los dos. Su mujer continuaba engatusandome.



- A todas las mujeres les gusta que las coman después de un polvo... Tu lengua la sentirá tan suave. ¿No quieres hacerla sentir bien?



No me resistí mucho y pronto la estaba lamiendo, pero evitando introducir mi lengua en ella. Mientras comía a Raquel la otra mujer se puso debajo mía y me la chupó. También me animó a introducir mi lengua profundamente y sacar así todo el semen de su marido. Y lo hice. No puedo decir que el sabor del semen me gustara, pero sí los ánimos de mi mujer.



Raquel se corrió literalmente a chorros unos minutos después mientras, entre gemidos, me decía lo bien que se sentía y que quería que la limpiara de todo el semen que tenía.



No lo había intentado, pero me había sido imposible correrme hasta que Raquel lo hizo. Una vez que empezó su placer también lo hizo el mío y llené la boca de la mujer con mi semen. En cuanto me dejó seco salió de debajo y plantó su cara en la de Raquel. Ahora veía a mi mujer hacerselo con otra.



No mucho tiempo después, la mujer se dió la vuelta y plantó su culo en la cara de Raquel. Mi mujer paladeó su primer coño aquella noche y le gustó. Mientras Raquel la comía, ella y yo nos besabamos. Me pidió mirarla mientras se corría.



Decir que fue caliente se queda corto para describir la escena. Raquel no necesitó mucho tiempo para hacerla correr y a los pocos instantes después eramos cuatro adultos radiantes de felicidad post orgásmica.



Y no pasó mucho tiempo hasta que primero la mujer, después Raquel y finalmente él me engatusaron para explorar mi propia bisexualidad. Me moría al verme enfrentado a ello. Su mujer no me convenció, pero no pude ignorar a mi propia mujer.



- Hazlo por mi, por favor... Me has visto comerla a ella... Me excitaría tanto... He fantaseado con ello desde siempre...



Él me enseñó en mi primera mamada. Como Raquel había dicho, soy un alumno aventajado. Fue mucho más trabajoso que comerse un coño, pero según iba chupando su polla y acariciando su escroto me vi disfrutando del sabor y la textura de su carne.



Me gustó especialmente cuando él comenzo a sacarla y meterla en mi boca. La introducía por completo hasta que mis labios llegaban a presionar la base de su polla y mi cara se hundia en su vello púbico. Mis glándulas de saliva trabajaban a pleno rendimiento, manteniendo mi boca humeda como si fuera la vagina de una mujer. Él sostenía mi cabeza con sus manos y podía sentir como su polla crecía.



Cuando gimió y dejó de moverse llenó mi boca con su caliente semen. Lo tragué sin vacilación y continué chupandosela hasta que la tuvo completamente flácida.



Cuando terminó me dió las gracias. Le dije que el placer había sido mío. Raquel me atrajo hacia ella y entre calientes besos me dijo lo húmeda que estaba tras haberme visto chupandosela. También comentó lo dura que la tenía.



Enseguida estabamos follando mientras ellos nos miraban. Ella era una auténtica voyeur, su marido la acarició y acabamos por corrernos los tres juntos. En cuanto me corrí Raquel me urgió a que la comiera nuevamente.



- Realmente le gusta el semen, ¿verdad? -Oí comentar a la mujer.



- Siempre supe que le gustaría, sólo necesitaba un empujón... -Raquel le respondío.



Un par de minutos después Raquel empezó a hablarme mientras la comía.



- "Dime que te gusta el sabor del semen... Píllalo todo... Limpiame entera... ¿Te gusta lo rico que está?... Te gusta chupar una polla, ¿verdad?"



Mis respuestas fueron todas afirmativas y Raquel me recompensó con una nueva catarata de sus juegos cuando se corrió.



Aquella velada supuso un punto de inflexión en nuestro matrimonio. Siempre que hacíamos el amor Raquel sacaba el tema de cómo había chupado una polla y cuánto se había excitado viendome. Entre medias de los besos, y con su lengua en mi boca, me llevaba a admitir que lo había disfrutado.



Estaba claro que verme con una polla en mi boca o limpiando su vagina de semen era la mecha que encendía su pasión, pero esos actos no eran suficientes. Raquel necesitaba además mi expresa confesión de que me gustaba chupar una polla y el sabor del semen.



- "Lo echas de menos... Apuesto a que siempre piensas en el tema... Te gustan las pollas, ¿verdad?"



Si vacilaba en contestar afirmativamente podía sentir como su pasión empezaba a enfriarse. En una ocasión incluso retiró mi cabeza de entre sus piernas.



- ¿Qué ocurre? -Le pregunté.



Raquel me confesó que necesitaba oirmelo decir pero...



- Que suene como que de verdad lo sientes...



- Sí, y me gusta... ¿No es eso lo suficientemente bueno?



- ¿Lo dices en serio?



- Sí Raquel, te lo juro... Me gusta.



- ¿Qué te gusta?



- Ya lo sabes, Raquel... Chupar una polla, el sabor del semen.



- ¿De verdad?



- Sí, en serio...



- Estoy tan mojada... Cómeme...



Y, por supuesto, lo hice.



Varios meses después Raquel insistió en que volvieramos al club de parejas. Su razón era que volvieramos a encontrarnos con la pareja de la primera ocasión. En realidad, sólo era una estratagema.



Una vez que llegamos estuvo claro que el ambiente era muy diferente al de la primera vez. El ratio era de una mujer por cada diez hombres.



Raquel ligó con un chico y se dirigieron a una habitación mientras yo me senté en la barra y tomé una cerveza. Cuando terminó fui a la habitación y me encontré a Raquel acostada en la cama.



- Cariño, traeme una cerveza... Y otro hombre.



Aquella noche siete hombres se acostaron con ella y la velada terminó conmigo entre sus piernas comiendola. Su sabor era muy fuerte y saturado de semen.



No podía negar que me excitaba, la imagen de Raquel siendo follada por uno tras otro, aunque nada comparado con la dolorosa erección que experimenté mientras la comía. Duré menos de un minuto en sus paredes de seda y, para mi sorpresa, Raquel no quedó decepcionada por ello.



Otro cambio había tenido lugar: Con anterioridad a aquella noche nunca había tenido problemas para controlar mi eyaculación. Raquel se corría siempre conmigo, pero ahora parecía obsesionada con que me corriera en el instante que la penetraba para que así pudiera empezar a comerla. No necesitó mucho tiempo para entrenarme en lo que deseaba.



Por la noche Raquel me preguntaba si quería follar. Mi interpretación era la de hacer el amor pero me dijo:



- No, sólo quiero sentirte dentro de mí... No te preocupes por mí, sólo quiero que te corras.



Con anterioridad el hecho de saber que Raquel estaba disfrutando me permitía aguantar más, ahora en cambio resultó que cada vez me corría más y más rápido. Al final acababa rendido sobre ella, Raquel me abrazaba y comentaba:



- Eso te ha dado gusto, ¿verdad?



Le respondía que sí, pero al mismo tiempo me sentia culpable por no haberla hecho llegar al orgasmo.



- No te preocupes por mí, no me siento con ganas de tener un orgasmo... ¿No sienta bien ser egoista, no preocuparte por mí?... Sólo conseguir lo que te interesa.



Admití que así era.


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