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Carta de una madre a su hijo
Ya he terminado mis estudios de posgrado no se que hacer si quedarne vivir en los EUA o retornar a casa cuando recibo de mi madre un carta en que expresaba cuanto siente por mi he hizo que decida retornar a casa ya que pese a que he conocido buenas hembras con quienes he tenido buenas experiencias eróticas a mi madre me ligaba no únicamente el sexo sino “AMOR”
Ella es una madre joven, guapa tiene unos cuarenta años con cuerpo algo regordete pero bien formado y proporcionado para su porte – mide como un metro setenta y cinco - unos pechos cónicos, un trasero voluptuoso, unas caderas apetitosas con piernas atrayentes pero lo más excitante de ella es u pubis que lo tiene muy abombado tanto que cuando se pone licras no hay ojos que no se fijen en su pubis. Su piel tersa es blanca como la nieve. Su cabello ébano, liso y largo que le llega hasta su cintura y unos ojos azules, grandes que hacen gran contraste con su cabello y con un hijo de veinticuatro años. Yo. Su rey. En resumen mi madre es una buena hembra apetecida por muchos hombres.
He aquí lo que me decía en una carta que me envió cuando yo le contaba que he tenido propuestas de trabajo y seguramente me quede:
… no sabes como te extraño. Han sido los años más duros de mi vida espero que luego de leer esta carta decidas que hacer de tu vida, en todo caso te espero ardorosa y deseosa de volver a estar contigo e intimar. Tú mijito eres el único ser que ha logrado que deje de pensar en tu padre y no haya caído en una gran depresión que no se hubiera sido de mí. Se perfectamente que no habrás olvidado a tu padre pese a que tenías unos siete u ocho años. Su cruel enfermedad nos quitó de nuestro lado muy prontamente. Él fue un buen padre y muy buen esposo. No te imaginas la falta que me hizo por eso desde el día que él partió. Me dedique completamente a educarte y cuidarte se que lo hice a cabalidad; trate de ser para ti padre y madre. Esa la única reacción posible. Dar toda mi vida a ti. Tú felizmente reaccionarte como un hombrecito. Fuiste creciendo sin mayores problemas. Pero hubo un acontecimiento que no lo esperamos que nos ligó más aún. No se lo recuerdas yo si como si ayer lo hubies vivido, mo se si retornaras a Quito o vivarás junto a mi cuando regreses espero que lo hagas. Se que algún día partirás de mi lado es la ley de la vida. Cuando estaba sola en más de una vez pensé que ya te había perdido para siempre por eso repasaba y repasaba lo lindo que vivíamos, claro está mijito mío al recordar esos momentos mis entrañas se llenaban de excitación. Mi conchita se ponía, mojada muy mojada, dejaba salir ríos y olores de erotismo. No tenía más que auto complacerme, luego de eso lloraba de gusto y de pena por no tenerte aquí conmigo.
Hijo mío tuve algunos pretendientes pero ninguno como tú. Todavía los tengo pero no hay manera que deje de pensar en ti mi amor eterno. Hay momentos que siento tú miembro penetrarme. Mijito eres irremplazable. Como tú no hay otro, repaso a diario lo que nos juntó y lo bien que nos llevábamos, muy inquieta me puse cuando recibí tu carta contándome que nom sabes que hacer si quedarte allá o venir dentro de un mes vendrías a radicarte aquí para ejercer tu profesión de arquitecto y que vienes pensabas vivir en tu casa, junto a tu madre, amiga y amante. Viviré por y para ti cariñito.
Recuerdas esa tarde cuando llegaste a casa desecho muy adolorido por que recibiste muchos golpes en un partido de fútbol muy importante para ti.
-Mamá estoy hecho trizas. Me duele todo el cuerpo. Nunca me ha pasado eso. Necesito un buen masaje. Voy a llamar a una amiga que sabe hacerlo.
-Cariño ¿qué dices?: ¿Qué llamarás a una amiga para que te de masajes? No sabes que soy experta en eso, puedo aliviar tus dolencias.
No podía dejar que una extraña te recorra y alivie tus dolores. No dejaría que nadie te toque. Eres únicamente mío de nadie más. Te he cuidado desde niño. Me dije a mí mismo con mucha rabiam nunca yo había sido celosa pero ahora sím debí controlarme para no perder el juicio.
-¿En verdad lo dices?
Ya más tranquila le acaricie tu rostro, te di un beso en tu mejilla y respondí:
-Sí amorcito en eso soy una experta. Deja que yo lo haga. No llames a nadie. Anda toma una ducha con agua tibia y verás cómo te dejó.
Fuiste a tomar tu ducha luego de algún tiempo. Exclamaste:
-Mamá la toalla por favor me olvide de tomar una. ¿Me la pasas? Siii.
-Seguro mijito.
-Gracias mamita. Te quiero mucho. Que buena que eres, nadie como tu.
Entré al baño. Me acerque a la ducha y en lugar de dejarla en el sitio adecuado para que tú mismo la tomes, te seques y luego salir, dije:
-Sal mijito. Aquí la tienes.
-Ya salgo.
Saliste, que buen físico tenías muy parecido a tu padre. Músculos bien repartidos en tu cuerpo blanco. Cabello corto negro corto. Penetrantes ojos igual negros. Me gustó mucho contemplarle así desnudo, lindo, admirable, apetecible, deseable. Me quede estupefacta al verte todo perturbador. Fije mis ojos en tu masculinidad. Estaba erecta. Sí bien yo te amaba como hijo y desde hace muchos años que no te veía desnudo algo hizo que me acerque a ti cubra tu cuerpo con la toalla y te vaya secando como cuando eras un niño y que me excite mucho con eso.
-Deja mamá yo mismo lo hago.
-No mijito deja que yo lo haga como cuando eras un nene.
-Bueno, bueno mamita linda.
Lo hice recorriendo todo tu cuerpo. Comencé por tu espalda, baje a tus nalguitas ricas de buen macho continué con tus piernas musculosas; luego me incorporé y seque tu pecho baje a tu vientre, seque el frondoso bosque de tú monte de Venus, toquetee ligeramente tu miembro. No dijiste nada así que lo tome completamente lo restregué, hice lo mismo con tus pelotas para que se sequen completamente. Tu cosa respondió parándose completamente. La tenías igual a la de tu padre. No tan grande pero mucho más gordita. Cuando te la toque recordé cuando tu padre me la metía toda. Me calenté, sentía un cosquilleo interno muy rico.
¿Será que mis caricias te gustaron por eso se te la paró? No sé. Únicamente me dijiste:
-Mamá. ¿Qué haces?
-Perdón cariñito. Lo siento. Eso lo hacía cuando eras un nene. Te dejé. Salí del cuarto de baño sin mirarte muy abochornada. Diciendo:
-Cúbrete con una salida de baño. Ya preparo todo para el masaje.
-Ya mamita.
Luego de algún rato saliste directamente a tu alcoba ya estabas listo para mi tarea, mientras estaba preparando todas las cosas para ello, y pese a que ya había pasado algún tiempo de lo ocurrido en la sala de baño yo estaba todavía muy excitada al recordar como tenías de rica tu cosa de macho joven. Debes saber que desde cuando tu padre falleció no había tenido más hombres en mi vida. Mi cosita esta intacta nadie había estado conmigo. Nadie. Así es que me desnude toda. Me puse una camiseta muy flojita algo transparente que dejaba entrever mis pechos y unos pantalones muy cortos que dejaban salir un poco de mis nalgas, y sobre todo resaltaban muy protuberante pubis, hace muy tiempo que no me ponía esas ropas. Frecuentemente las usaba cuando íbamos a la piscina. A tu padre le gustaba mucho.
Allí te encontré recostado en tu camastro. Listo para mi tarea. La malicia ya se había hecho presa de mí ya estaba muy excitada, ya no podía, ni quería detenerme. Sabía que te utilizaría para a través de ti volver a erotizar con tu padre. Quería que seas mío. Todo mío y yo entregarte todo mi cuerpo.
En ese entonces yo tendría unos treinta y cinco o treinta y seis años con buen cuerpo ya que siempre me gusto mucho el deporte. Estaba hermosa para entregarme a ti. Quería ser tuya. Nada lo impediría. Nada, nada. Haría todo lo que mis artes de mujer puedan para seducirte.
-Mamá. Que linda estas pareces una quinceañera.
-Gracias mijito. ¿Te gusto? Dije tornándome completamente para que me contemples toda.
-Seguro mamá. Estás hermosa, muy hermosa. Nunca te he visto así de linda. ¿Por qué no te has vestido así antes?
-No, no lo sé amorcito pero ahora necesito estar cómodam esto me ponía cuando daba masajes a tu padre. En realidad ¿Te gusto? dije dando otra vuelta. Recorriendo con mis manos mi cuerpo, meneándolo cadenciosamente y parando mis nalguitas con malicia.
Sonriente te dije:
-Ve a la alfombra. Déjame que aliste todo.
Me torne. Me incliné mostrándote mis nalguitas para que me las contemples y las gustes. Alisté todo las cosas que habían estado por mucho tiempo guardadas desde el fallecimiento de mi esposo, tu padre. A él le gustaba mucho que le dé masajes ese era mi arte para tenerlo junto a mi; luego de eso terminábamos en lindo encuentro amatorio.
-Ven cariñito tu mamá te va a poner nuevito. Ya verás. Ven. Descubre tu cuerpo. Tiéndete boca abajo.
-Sí mamá.
Te tendiste en la alfombra, desnudo como Dios te trajo al mundo. Como cuando te parí. La música estaba ya resonando en la habitación. El olor del sándalo se estaba expandiendo por doquier. Las velas nos daban la luz tenue propicia para que tú seas mió.
Me senté sobre tus piernas. Y empecé a masajearte todo. Comencé por tus hombros que estaban rígidos como la roca, los relaje, continué con tu espalda que dejaba ver moretones. La relajé igualmente; pasé a tus nalguitas. Las masaje con pasión y las distendí. Me senté sobre la alfombra Abrí tus piernas y las levante tomé una de ellas comencé por tus pies y fui subiendo poco a poco pude ver a tu miembro que me calentó. Hice lo propio con tu otra pierna ya llegando a tus ingles toque suavemente tu pichita. No me lo impediste ya que sabía que te gustaba como no te iba a gustar si sabía perfectamente que hacer para calentarte como lo hice con tu padre en más de una ocasión. Él nunca se pudo resistir a mis ímpetus y estaba completamente convencida que tu tampoco lo harías.
Él me decía: Chiquita eres campeona en eso nadie te supera. Yo respondía dándole miles de besos y continuando mis masajes.
-¿Te gusta mijo?
-Sí mamita mucho lo haces muy rico. Ya me siento mejor, continua mamá.
-Date la vuelta. Ahora viene lo mejor.
Te tornaste muy solicito, me senté nuevamente sobre tus muslos. Me contemplaste y sonreíste. Tu pecho fue mió al igual tu vientre. Deslicé mi mano a tu pubis.
Tenías los ojos cerrados. Te placías por mi acción. Te estaba renovando. Me senté sobre la alfombra. Nuevamente abrí tus piernas. Contemplé que tu miembro estaba erecto muy parado. Había logrado lo que quería. Excitarte. En eso fui experta, siempre supe donde dar un buen masaje para sacar las tensiones y convertirlas en bienestares, tu padre no fue el primero hubo varios hombres antes que él a todos los complací y los utilice para mis fines de tener sexo.
Mi conchita se humedeció y calentó al ver tu miembro todo erecto. No sabía si era el tuyo o el de tu padre pero me gusto mucho, mucho.
Lo tomé con ambas manos. Tú abriste los ojos.
-Mamá. ¿Qué haces? No eso no. No está correcto. Eres mi ma…
Por el grado de excitación que tenías no pudiste terminar de hablar por lo que te tranquilice diciéndote:
-Tranquilo mijito vuelve a cerrar los ojos hay que masajear todo. Tu madre sabe bien lo que hace. Déjame terminar mi tarea.
-Bueno mamita. Hazlo. Sí hazlo. Me gusta mucho lo que haces.
Me apoderé de tu falo. Lo masaje todo con ambas manos. Masajes de pasión, de abajo hacia arriba cadenciosamente cubrieron tu miembro. A cada masaje él se ponía más poderoso. Ya estaba inhiesto, jugoso y oloroso. Ya eras mío ya nada impediría que me apoderé de ti. No pude evitar acercar mi boca a él. Lo bese delicadamente. Desde su base hasta su cima. Lo tenías muy rico. Mi conchita estaba que ardía de excitación. Estaba ya muy mojada. Mi clítoris latía. Tu falo estaba erecto, muy erecto. Abrí mi boca y me engullí tu cosita. Te mame y mame sin parar. Dejaste hacer lo que quería. Había abierto tu Eros.
-Me gusta como me masajeas. Sí me gusta. Más continua así. Que rico. Mamas rico muy rico si, no pares. Mi amiga sabrá hacer lo mismo.
-No mijito eso únicamente lo hago yo. Es mi arte de madre, es por que te amo cariño.
A cada mamada tu picha se ponía más gorda y grande igualita a la de tu papá. Comenzaste a moverte rápidamente y me la metías cada vez más adentro tal modo que pensé que terminarías en mi boca sin sentir dentro de mí tu cosa machista. Es así que deje de mamártela para que no termines. Me recosté junto a ti para calmar tu excitación. Te acaricie y bese muy tiernamente tu rostro, tus labios. Te estaba dando una mezcla de amor de hembra y de madre. Tú respondías también besando, acariciándome. Así pasamos algún momento. Te tranquilicé. Ya no explotarías. Es así que me monte sobre ti. Tome tus manos y me las puse sobre mis nalgas.
-Acaríciamelas. Anda, acaríciamelas rico cariñito. Sé que te gustarán las tengo ricas. Tu padre siempre me lo decía.
Lo hiciste. Las acariciabas. Me hubiese gustado que llegues al fondo y lo recorras y te introduzcas en él. No lo hiciste pero igual me gustaba y excitaba que lo hagas. Te bese y te ofrecí mis tetas. Mámame como cuando eras bebito.
-Mamá que estamos haciendo. No está bien.
-Calla no digas eso. Tú eres mí macho-hijo, yo tu hembra-madre. Mámame las tetas. ¿Te gustan?
-Sí mamá. Me gustan. Están ricas, muy ricas.
Mamaste buscando sacar de mí la leche que alguna vez te di. Te gustó tanto que me las mordiste. Me dolió mucho pero no te lo impedí. Cerré mis ojos para soportar el dolor. Hacerlo haría que no continúes que reacciones y no pueda seguir mi camino de poseerte. Hiciste que mis pezones se endurecieran. Ya no podía más eran muchos años que no tenía un macho que me haga lo que me hacías. Así que me incorporé tome tu picha con una de mis manos y me senté con furia para que la introduzcas toda. De una sola llegó al final.
-Mijito lindo empuja más métemela más traspásame. Sube. Así sube. Empuja, empuja másss. Cojéeme toda. Mis tetas, nalgas tómame toda mijito. No seas malito hazlo. Te suplico. Te lo dije mientras me retorcía de lo excitada que estaba. Tenía toda tu picha metida en mi conchita. Toda, toda tu gorda picha.
-¡Mamá! ¿Qué estamos haciendo? ¿Cómo hago lo que me dices?
-Mijito nos estamos amando. Nada más. Empuja y empuja. Nada más. Métemela toda. ¿Qué nunca lo haz hecho?
-No mamita nunca.
-¡Ay! mijito eres virgen dame entonces tu virginidad. Empuja y empuja. Eso es todo.
-Ya mamita. ¿Así?
-Si mijito así esta bien. Me gusta mijito. ¡Ayyy! Mijito mete más. Mete hasta el final de mi pozo. Bien así. Sí buen chico. Penétrame toda…
-Mamita lindaaa. Si la tienes rica. ¿Así son todas? Me dijiste mientras estaba yo sentado en tu picha.
-Tontuelo únicamente la mía, ¿en verdad eres virgen?
-Si mamita nunca lo he hecho. Eres mi primera mujer. ¡Ayyy! Mamita nunca pensé que haga mi amor con mi mamá. ¡Mamita lindaaa!
Mientras tú me la metías yo movía mis caderas para adelante y para atrás. Lo hacía en círculos. Te bese la boca. Acaricie tu rostro, tus hombros, tu pecho. Tú estabas aferrado a mis nalgas. Sentí que te gustaban mucho.
-Me gusta tu cosita. Está estrecha y mojadita. Huele rico pero no me aprietes así. No te la puedo meter como dijiste que haga. ¡Mamáaaa! No me la aprietes de ese modo. No puedo introducírtela como me pides.
-Es toda para ti cariño. Empuja mijito, empuja con fuerza aunque yo la apreté y te lo impida. Hazlo con fuerza, con la fuerza de tu juventud. Hazlo. No te detengas.
-Así, Así. ¿Te gusta como lo hago?
-Si, si así. Hace tanto tiempo que no sentía una picha. No pares. Si mijito así. Dame más. Quiero mássss. ¡Hay qué rico! Más mucho más hijito de mi alma. Siii.
-No puedo más ya no puedo más mamá. ¡Ayyy! No puedo más, Voy a…
Dejé de moverme. Quería más necesitaba terminar antes que ti es así que me desmonté. Me recosté a tu lado.
-Ven cariño vamos a tranquilizarnos un poquito. Nos quedamos muy abrasados para que tu excitación merme un poco y no vayas a terminar antes de darte mis orgasmos reprimidos por tanto tiempo de no conocer un hombre en la intimidad. Nuevamente te acaricie el rostro. Besé delicadamente tu boca. Empecé a recalentarte. Dije lo que sentía por ti. Lo rica que tienes la picha.
Tú me decías:
-¡Ayyy! Mamita. Si me gusta lo que hacemos. No me importa que seas mi mamá. Sí me gusta. Hazme lo que me estabas haciendo. No pares.
Te dije:
-Está bien hijito. No me detendré pero ahora quiero que tú me hagas tuya. Tú también debes actuar. Manoséame la concha. Pásame tu mano.
-¿Qué te la manosee, qué?
-Mi conchita. Tome tu mano y la puse sobre mi monte de Venus. Acaríciame.
- ¿Así?
-Si papito así esta bien. Baja tu mano a mi entrepierna.
Luego abrí mis piernas completamente hice que lleves tu mano a mi cobre. Tócame. Abre mis valvas de mi conchita. ¿Te gusta?
-Si mucho pero no puedo. Está mojada pero cerrada. No puedo ¡Uf! huele rico.
Con mis propias manos abrí las puertas de mi cobre. Tome nuevamente tu mano que no sabías como hacerlo.
Te dije:
-Ya me las abrí ahora están libres para que me metas un dedito. No uno, quiero más deditos. Todos los que puedas.
Me gustaba mucho que tú hagas todo lo que te pedía. Moviste tus dedos con gran maestría por lo que grite:
-Así, así mi rey. ¡Ayyy! Si, si. No te detengas. Hazlo así, sí…
-Ahora mamame por favor, eso me guasta mucho amorcito, como buen hijo de tu padre pese a que nunca habías hecho me diste una mamada de mi conchita que yo movía mis caderas del gusto que me dabas, ya no necesitaba guiarte. Tu instinto de macho hizo el resto. Continué con el movimiento mis caderas con locura y desenfreno. Los orgasmos que hace muchos años no los tenían vieron a mí. Uno a uno. Miles de ellos saque de mis adentros por lo que mi reacción fue cerrar mis piernas, aprisioné tu cabeza. Me quede quieta muy quieta ya no pude decir nada. Ni instruir nada. Me quede muy quieta, muy calladita; luego de un rato. Abrí mis piernas, te dejé libre para que continúes con tu acción de buen hijo mió. Eres mejor que tu padre.
-¿En verdad lo dices?
-Si mijito para ser la primera vez.
Más excitación, más ardor, más lujuria. Sentí llegar a la cima del gozo carnal. Solté chorros de fluidos vaginales que bañaron tu rostro. Termine y termine más sin parar. Más orgasmos y orgasmos solté a la vida. Termine riquísimo como pocas veces lo había hecho. Ni tu padre me hizo sentir lo que tú lo hiciste.
-Ven cariño. Monta a tu hembra - madre. Abrásame cariño. Quiero que me dejes tu leche. Ven métemela toda. Móntame y méteme tu picha de una sola.
Abrí mis piernas completamente y me montaste. Tome tu picha. La acaricie. Me la traje a mi conchita, puse la cabecita en las puertas de mi cofre que ya estaban completamente abiertas para que me penetres y lo hiciste de una sola, tanto empujaste que toda la engullí. Entrelace mis piernas en tu cintura. Me gustaba mucho verte todo un macho empujando y empujando. Era como ver a tu padre. Era como sentir su picha cuando hacíamos el amor. Lo hacíamos muy rico y muchas veces.
Arrecha muy arrecha estaba. Mi excitación no tenía límite. Tenía ganas locas que me traspases toda. Me la metías y sacabas sin parar. Empujaste y empujaste.
-Así está bien dame más me gusta la tienes rica muy rica. Más no pares muévete. Así sin parar saca y mete.
-Me gusta, mamita. Si me gusta. ¡Ayyy! Que rico.
-¿Te gusta mi conchita?
No respondiste. No podías responder con palabras. Tú acción me decía todo.
La vía de la pasión estaba expedita para nuestra satisfacción. Tú me la metías y sacabas. Yo respondía a tú acto moviendo mis caderas. Tú marcabas el compás de nuestro acto. Me gusto mucho como lo hacías.
Te deje hacer lo que tú estabas haciendo. Trate de no moverme para tratar de prolongar la acción hasta cuando ya no pude más y mis caderas respondieron a tu acción y me moví muy rápidamente sin parar. Tu picha se engroso y engroso y ¡Zas! Sentí un gran chorro de fluidos calientes recorrerme. Llore de gusto. Llore de orgasmo te abrace. Te bese.
-Buen niño.
-Mamá. ¿Qué hemos hecho?
-Nada malo mi amor. Nos hemos amado. Te bese. Me besaste.
Tu miembro se puso flácido no sabías que hacer es así que tome tu mano y nos fuimos a la cama. Teníamos toda una noche para nosotros. Nos amamos. Como buen toro joven no necesitabas mucho tiempo para reponerte. Yo estaba con furia recobrando los años que no había tenido sexo por lo que pronto estaba con deseos de que me hagaas tuya. Nos amamos miles de ocasiones. Tantas que no se cuantas fueron.
Recuerdo que estábamos durmiendo. Yo delante tú detrás de mí cuando sentía tu pichota nuevamente erecta incrustarse en mis nalgas. Yo sacaba punta tu respondiste instintivamente empujando y empujando como buscando introducírmela toda. Unas veces me tornaba. Te abrasaba y volvíamos a hacer el amor en otras, ahí pagado mi espalda a tu pecho me penetrabas millones de veces acariciando mis tetas, hacíamos el amor riquísimo. Tú como buen hijo mío rápidamente aprendiste a amarme, claro está tenía que controlarte ya que sino terminabas pronto y me dejabas con ganas. Aunque recordaras que si eso pasaba te hacía que mames o metas tus dedos en mi conchita toquetees mi clítoris hasta poder terminar.
Buen alumno. Mijito.
No te lo he contado pero luego de haber hecho el amor no se cuantas veces mí cosita me dolía pero como estabas caliente y querías más no te impedí ya que a más del dolor de mis partes poco usadas me gustaba lo que hicimos.
Desde hace muchos años que no hacía el amor de ese modo desde cuando tu padre nos dejó. Me gustó hacer el amor contigo. Me gustó tener tu picha en mis adentros. Más de una vez me dijiste que soy sublime, perfecta. Lo mejor de lo mejor; aunque también me dijiste que tienes pena de que lo nuestro deba ser secreto ya que una relación como la nuestra debe ser desconocida. Total nos acomodamos a vivir así secretamente.
Mijito mío ese fue el inicio de una linda relación que se rompió cuando te fuiste al extranjero para estudiar. Sabes que siempre fui buena madre - hembra nunca te celé ni vigilé peor aun te acosé. Siempre te di libertad para que te desenvuelvas como buen joven. Si tú no salías a divertirte era por tu voluntad. No te ataba a mi lado. Siempre me decías que me querías y que te gustaba estar conmigo; es más era yo la que tenía que mandarte para que te diviertas, hagas deporte con tus amigos.
Nuestros encuentros eróticos siempre fueron espontáneos te desee con la misma pasión que tu lo hiciste. Cuando tú no querías hacerlo por razones varias y yo estaba deseosa, caliente, ardorosa de intimar contigo. Me iba a mi cama y me masturbaba pensando los ricos momentos que vivimos especialmente cuando fuiste mió por primera vez. Hijito mió. Te amo y deseo mucho.
Te espero para hacerlo nuevamente muy rico.
Tu madre
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