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Carta al amante imposible

YENDO A LA ESCUELA SECUNDARIA…

Lo conocí una mañana yendo a la escuela secundaria en la estación ferroviaria el día que el tren llego muy atrasado por un accidente.
Me miro con unos ojos que me cautivaron inmediatamente y sonrió con afecto, como quien ve a una chiquilla perdida en la enorme estación. Se parecía a mi padre, quizás un poco más viejo, entre 45 y 50 años. Viajábamos apretados y los apretujones de la gente mas el calor me estaban sofocando, entonces vino hacia mi y me dijo –quédate tranquila querida que te cuido- coloco sus brazos a mis costados amarrándose a la barra de contención y quedo detrás mío. Sentía por momentos su aliento agradable y el perfume de sus ropas. En cada estación subía mas y mas gente y el seguía protegiéndome, no había posibilidad de que entrara alguien mas.
Entre el traqueteo del tren y el calor que me sofocaba me fui quedando adormecida sin darme cuenta que apoyaba la cabeza en los brazos de aquel hombre que me estrechaba entre los suyos. A veces me parecía sentir un bulto enorme que se apoyaba sobre mi colita que fue sintiendo una sensación diría de placer que jamás había tenido. Disimuladamente lleve mi mano hacia atrás para saber que era y para mi sorpresa sentí el calor del bulto que toque y que produjo un suspiro en mi protector. Jamás imagine que podría existir una pija más grande por el tremendo bulto que sobresalía sobre el pantalón.
Sobresaltada escuche que me decía ¿Te gusta? ¡Si, conteste!…me dan ganas de tocarla. Pues entonces hazlo despacio, baja el cierre del pantalón y mete la manito dentro de el. Así lo hice, fui bajando lentamente el cierre y despaciosamente metí mi mano entre sus piernas hasta encontrarme con aquel tronco que estaba caliente y que chorreaba un liquido pegajoso que me impregno las manos.
En esos momentos el bajo su mano hacia mi pollera y levantándola la introdujo bajo mi ingle acariciando suavemente mi conchita que estaba muy mojada porque sentía correr entre mis piernas mis flujos vaginales. Sus dedos jugueteaban con mis labios y los fue metiendo poco a poco hasta acariciar mi clítoris que solamente yo hasta ese instante lo había hecho. Sigue, sigue así, me gusta le decía
¡Si, mucho! Ya no puedo aguantar más. El iba cada vez más y más rápido, masturbándome como nunca me la había hecho hasta entonces, sigue más rápido. Me di vuelta y mirándolo a los ojos le dije... ¡Ya no soy una niña! quiero probar tu leche, quiero saber el gusto que tiene y quiero que juegues con mi conchita así te doy todos mis jugos. ¡Si mi Amor, voy a darte mi leche y luego te voy hacer gozar como no te imaginas! Ahora por favor quédate quieta porque estoy por acabar y me voy a mojar todo. Cuando lleguemos al centro de la ciudad caminaremos hasta mi departamento que esta cerca y te haré al amor como no te imaginas que se pueda hacer. ¡Te animas! ¡¡Si, por supuesto!! Me muero de ganas y además me encanta hacerme la rata del colegio.
Al llegar a la estación caminamos como padre e hija: el me contaba sus aventuras cuando niño y yo reía alegremente de sus ocurrencias. Los chicos que pasaban cerca de nosotros me seguían con la mirada aun después de pasarnos. EL me dijo: ¡Todas las chicas de ese colegio llevan las faldas tan cortas y tienen un cuerpo como el tuyo! Todas, pero tenemos que usar Panty, aunque yo no suelo ponérmela hasta llegar al colegio. Ahí soy muy cuidadosa porque las monjas son terribles y muy antiguas.
¡Esta parte de la ciudad me encanta! ¡Vives cerca! –Si, en aquel edificio que esta enfrente. ¿Estas segura de querer seguir adelante?
Me acerque a el y murmure al oído “hazme tuya”. Quiero oír tus murmullos y sentir tu sexo entre mis manos para abrir la compuerta secreta de mis deseos.
Entramos al enorme y hermoso edificio, donde nadie pregunta ni se asombra por nada. Nada mas entrar y nos devoramos a besos. Era mi sueño hecho realidad. Sentir su lengua explorando en mi boca, sentir su aliento de macho excitado susurrar a mi oído, con qué pasión le devolvía cada beso, cada mordisqueo, cada caricia atrevida. Recuerdo que fue el quien primero comenzó a quitarme la ropa. A decir verdad, le dije, nunca he estado con
nadie desnuda, y mucho menos practicando sexo. Solo algunos manoseos con
tontos cortejantes calientes, que no han pasado de algún besito robado o una caricia por sobre
la ropa. Pero tú eres el primer hombre que me ve desnuda y me besa como siempre lo soñé.
En ese momento comprendí que con cada prenda que soltaba, caía una barrera más entre mis propios deseos y mis temores. La brecha entre mis sensaciones y prejuicios desaparecía. No hubo temor, no hubo vergüenza. Libres, mis deseos y mis manos. Era yo su amante, y el era mio. “Eres preciosa”, susurraste a mi oído, mientras con tus labios lamías de mis pechos con fruición como el mejor de los néctares. Sentía la punta de su lengua golpetear la punta erecta de mis pezones que combinaba con sus enloquecedoras succiones, como si con cada chupada quisiera comerme los senos. No sentía el tiempo pasar, sólo estaba atenta a sus besos, a sus caricias y a sus jadeos. Recuerdo perfectamente que en cierto momento crucé mis brazos alrededor de su cuello y le di un beso en la boca con toda la pasión y deseo que pude. No hubo recodo que no explorara de su boca, nuestras lenguas se entrecruzaban y se lamían mutuamente, le mordisqueaba los labios, el los míos. Fue un beso largo y profundo, apasionado, un beso de entrega. Imaginando que su lengua era ese enorme bulto que deseaba comérmela y lamerla ahí mismo. Estaba estrechamente abrazada a el, presionando mis senos contra su pecho; el devolviéndome cada beso mientras con sus manos acariciaba mis nalgas, con una caricia atrevida y retadora, ¿cómo olvidar que mientras nos besábamos con sus dedos me adelantaba el placer en pleno sexo? No resistía el tacto dentro de mi sexo, desbordante de húmeda y cálida pasión. Abrí aún más mis piernas sólo para el y nos recostamos en la cama. ¡Qué dulces caricias, que embrujadores besos! Allí recostada, abiertas mis piernas de par en par. Me dijo: Tus senos, redondos, grandes y hermosos no hacen sino excitarme más. Tus caderas, perfectas y bien contorneadas, tu sexo apenas sombreado por un plumón de vello suave humedecido de deseo por mí, y tus piernas, poderosas y tersas son perfectas. Eres el encanto hecho mujer.
Suavecita, mojadita, excitada, entreabrí mas las piernas para facilitar que su dedo medio se deslizara sin obstáculos, lentamente y con deseo desatado. Luego fue su palma completa, atrapando toda mi vulva. Quise gritar de placer, sólo pude restregar mi pubis mojado contra sus muslos y seguir disfrutando de sus locos besos. Mis pezones han quedado incendiados, y todo mi cuerpo erizado.
¿Cómo se te ocurrio preguntarme si quería continuar? Claro que si, es más, lo deseo con desesperación grite. ¡No te detengas!
Sin decir nada más se arrodilló ante el borde de la cama donde me había llevado en sus brazos
Y volvió a besarme tiernamente, besó mis párpados, mi frente y volvió a mordisquear mis labios.
Lamió mis orejas provocándome un escalofrío de placer. Bajó con su boca por
mi cuello, y volvió a lamerme y esta vez mordisqueaba mis duros pezones, que
estaban dentro de su boca caliente, ardiente. Con sus manos recorría mi
cuerpo una y otra vez. Me separó las piernas y acarició mis labios
vaginales, provocándome el primer orgasmo de mi vida, ya que yo a veces me
masturbaba y sentía placer, pero nunca había llegado acabar. Este primer orgasmo me asustó de verdad.
Pensé que se me iba la vida. Tenía sacudones en todo mi cuerpo como convulsiones,
Y sudaba a mares, me faltaba el aire, estaba mareada, creo que grité, y una ola de calor
recorrió mi interior, de repente mi cuerpo se arqueó y me inundó una
sensación de abandono placentero. Como si flotara en el aire. Cuando me
recobré, vi. Que me miraba con una dulce y tierna sonrisa. Me besó en
la frente y volvió a acariciarme.
Separó con sus dedos empapados por mis flujos, mis labios vaginales y
masajeó mi clítoris, que además de mojado y caliente estaba
durísimo, ese masaje me encantó y volví a sentir que me erizaba toda.
Introdujo nuevamente y muy suavemente su dedo en mi conchita virgen y este apenas entraba, yo
sentía como mis paredes lo apretaban, y muchísimo flujo bajaba
desde mi vulva hacia mis nalgas. . Entonces quitó el dedo dejándome una
sensación de vacío. Cuando agachó su cabeza hasta allí, no sabía lo que
estaba por hacer, hasta que sentí el calor húmedo de su lengua recorrer mi
interior y detenerse sobre mi clítoris, frotándolo con fruición. Arqueé mi
cuerpo pegando mi pelvis a su cara, y tuve otro glorioso orgasmo, pero a
diferencia de aquél, en este no podía parar de acabar mientras sentía las
delicias de su lengua entrando y saliendo de mi cueva mientras sus manos
apretaban mis muslos y las mías apretaban su cabeza contra mí, como para que
no dejara de hacerlo. Era maravilloso, además esta vez lo estaba esperando y
lo disfruté aún más, ya que fui conciente en todo momento de sus actos y mis
reacciones y sensaciones. Cuando separó sus labios de mi concha, me desplomé
en la cama con mis muslos abiertos ofrendando mi virginidad a este dulce y maravilloso hombre
Culpable de darme tanto placer.
Pero su intención todavía no era esa. Obviamente quería prolongar mi placer
y al mismo tiempo se deleitaba postergando el suyo, en la seguridad de que
sería apoteósico. Luego me diría que hacía mucho tiempo que no tenía el
inmenso placer de yacer con una muchacha virgen. Se incorporó y entonces
aprecié el bulto enorme que mostraba su slip. Él notó mi asombro y
el motivo del mismo siguiendo la dirección de mi mirada. Sonrió y me
preguntó: ¿nunca has visto algo así, no? ¡Claro que no! si nunca he visto
un pene al natural, ¿No te duele tenerlo así? ¡Es una sensación de dolor
placentera! ¿Quieres verlo libre? Me gustaría. Entonces endereza tu cuerpo, estira tus manos y bájame el slip.
Pero yo primero llevé mi mano hasta su bulto que era enorme, y me asustó su tamaño y dureza.
Al fin me animé y tomando el elástico del slip, lo fui bajando suavemente, descubriendo
en todo su esplendor ese hermoso atributo masculino, que tenía el inmenso
placer de conocer. Acerqué mi cara para verlo en detalle. Estaba erguido
apuntando al techo. Muy rojo y con su punta morada y húmeda, en donde se
veía el agujerito entreabierto con una gotita de líquido blanquecino y
brillante, que luego supe era su líquido lubricante. El tronco debía medir
como 20 cm. y mis manos, al agarrarlo no llegaba a abarcar todo su perímetro. Lo
surcaban dos grandes venas azules y palpitantes. Al tacto era muy suave, y
muy, muy caliente. Instintivamente lo
acaricié subiendo y bajando mi mano a lo largo de su tronco, y él me tomo la otra mano
y la llevó hasta su base, haciéndome acariciar sus huevos, que
también eran grandes, colgantes, muy calientes y cubiertos de pelitos muy
suaves, me encantó la sensación de su tacto y su peso (después me explicó que
eso era porque estaban muy cargados de semen).
Lo miré asustada y le pregunté si era posible que semejante pedazo de
carne entrara en mi estrechita vagina virgen, a lo que me respondió que la
vagina se amoldaría sin problemas. Sí, pero dolerá un montón dije con
lágrimas en los ojos. Tranquila bebita me dijo, ya verás que con una buena
preparación de mi lengua y mis dedos no te dolerá tanto, solo al romper tu
virginidad sentirás algo de dolor, pero muy pasajero y enseguida será
reemplazado por un placer inmenso. Pero de cualquier manera eso no será hoy.
¡¡¡Como que no y porque no hoy!!!
Querida niña creo que hay que ir de a poco. Quiero
que sientas mucho placer y conozcas todo sobre el sexo, pero paso a paso.
Vive cada momento y disfrútalo al máximo, que de placer también uno puede
hartarse.
Dicho esto me tomó de los hombros y me sentó en la cama, estrechándome
contra su pecho haciéndome sentir contra mi abdomen toda la magnificencia de su erección.
Era delicioso sentir contra mi piel esa caliente dureza, mientras me acariciaba las nalgas apretándolas
para frotar más su pija contra mí. Fue hasta la cocina y trajo un taburete alto
y ubicándome entre sus piernas me pidió que le siguiera acariciando su pija.
No me hice rogar ya que me enloquecía esa sensación en mis manos. Me arrodillé ante él y sin dejar de mirarle a los
ojos sobé una y otra vez esa fabulosa herramienta del amor, llenándome de sensaciones, su
tersura, su suavidad, su dureza, su calor, se transmitían a mi mano y dedos
y llegaban a mi cerebro como una mezcla de placer increíble. Siempre con mis
ojos clavados en los suyos, que cerraba por momentos como queriendo
disfrutar más de mis caricias. En determinado momento le di
un besito en la punta morada. Lo hice con miedo, pero me encantó el tacto de
mis labios contra su glande. Y seguí besándole todo su tronco para finalmente sus huevos,
Cuyos pelitos me hicieron cosquillas en la nariz.
Me sentía embriagada de placer, increíble de explicar. Abrí mis labios y
deje entrar la punta en mi boca. Era delicioso el sabor de su piel, tan caliente,
saladita, y además olía muy bien. Entonces él empujó un poco y su glande
penetró más. Lo chupe y luego hice que penetrara más adentro, sin
llegar a mi garganta para no hacer una arcada. Mientras la tenía adentro
jugaba con mi lengua frotando su tronco y la puntita de su glande. Esto le
provocaba mucho placer por los suspiros que
emitía. Mi sensación era de un placer indescriptible. El calor de su pija
quemaba mi boca, recorría mis carrillos, masajeaba con el mi paladar. Sentía
como me llenaba toda la cavidad, transmitiéndome el calor de cada Mm. de
superficie a mis mucosas. Me la sacaba y volvía a meterla.
Pidió que apretara mis labios cuando la estuviera sacando. Eso hice, como si
lo masturbara con mi boca, y mis sensaciones se multiplicaron y al parecer
también las de él, ya que empezó a jadear, a suspirar, tomando mi cabeza con
las dos manos empezó un movimiento de vaivén de atrás hacia adelante como
si estuviera cogiendo en mi boca. Que maravilla estaba haciendo este
hombre conmigo, estaba como enloquecida, obsesionada chupando y chupando.
¡Por favor mi tesoro! que maravilla, no puedo creer que
esta sea tu primera vez, sigue, por favor sigue chupandome así mi amor.
Dijo “mi amor”, y entusiasmada con eso seguí chupando con ahínco, dándole a mi primer hombre
Todo el placer posible, dentro de mi inexperiencia, mientras me extasiaba con su maravillosa pija.
Entonces, sin darme lugar a que retirara la boca, ya que no me enteré de lo
que estaba por suceder ( no sabía lo que significaba el brusco hinchamiento
de su glande ni los espasmos que notaba en mi boca acompañados de sus cada
vez más fuertes gemidos y empellones) explotó en un increíble orgasmo
llenando mi boquita por primera vez con chorros y más chorros de un líquido
espeso y caliente, entre salado y ácido, su semen, el jugo de su placer
extremo, sin saber que hacer, tragué todo lo que pude, lo saboreé hasta el
cansancio y mientras, seguí succionando la punta del pene con fervor, con
placer y fruición, deje que una buena parte termine sobre mi cara y mis pechos.
El olor a hembra en celo me enloquecía. Finalmente me acosté y abrí mis piernas para que depositara sobre mi concha un poco de su semen. El camino hacia mi gruta estaba libre y con mi lengua hambrienta, lamí el néctar que se derramaba caliente y denso, de su pija como servido en copa de oro sólo para mí, y el, mi dulce amante, presionando mis pechos con desesperación, me suplicaba que lo hiciera más y más
Qué espectáculo ver su pija contraerse y relajarse de placer, ver el crecimiento máximo de su botón de pasión, rojo y resbaloso de embriagantes fluidos. Me incliné para seguir bebiendo de esa fuente de placer, hasta la última gota, hasta el último espasmo. El me devolvió el mismo gozo con gemidos de placer parecidos al llanto.
Aquella experiencia me llenó de placer y además me mostró como en un segundo se puede pasar a controlar la voluntad de un hombre, porque dependía pura y exclusivamente de
mis labios y lengua, fuera de toda razón. Mi placer fue tal con su acabada
que tuve otro orgasmo múltiple mientras saboreaba el semen que resbalaba por
su tronco hacia sus huevos, que también lamí hasta dejar totalmente limpios
y su tronco brillante con mi saliva. Cuando más o menos se recuperó me dio
un delicioso beso en la boca y me recostó sobre la cama, cubriéndome con una sabana,
Alojando su inmensa pija todavía endurecida como una lanza entre
mis nalgas, y comenzó a frotarme con ella brindándome un mayor placer, hasta que
volvió acabar descargando esta vez todo su semen sobre mi espalda. Se
arrodilló entre mis piernas y con sus manos me masajeaba desparramando su semen por todos lados, incluso por mis pechos, y bajando hasta mi culito, que lleno con ese excelente lubricante
y así introdujo poco a poco un dedo en mi estrechísimo y virgen ano. Me
asusté y pegué un salto, pero enseguida me tranquilizo con dulces palabras y
siguió penetrándome con su dedo, haciéndome sentir un placer
inimaginable hasta ese momento por mi mente, haciéndome desear que no se
acabara nunca. No me di cuenta en que momento me encontré moviendo las caderas en círculo
para aumentar aún más ese placer; entonces quitó su dedo y al igual que
antes en mi concha, comenzó a introducir su lengua en mi ardiente volcán
trasero. Creo que solo tardé una milésima de segundo en terminar como una
posesa, gritando y gimiendo de placer: ¡¡ Por favor no pares, sigue, sigue mi amor!!
Mi papito querido, dame más, mucho más… ¡por favor!!
Entonces me giró sobre él quedando en un 69 maravilloso y mientras seguía dándome lengua entre el culo y la vagina yo volví a chupar su pija, que me pareció más gruesa y caliente que antes.
Ahora tenía su lengua jugando con mi clítoris, su dedo en mi culo y su pija en mi boca. Era
increíble poder sentir tantas sensaciones placenteras juntas. Pensé si tengo
que morir ¡Que sea ahora, en medio de este inmenso placer! Y acabamos los dos al mismo tiempo
Yo apretándole el dedo con mi esfínter y bañando su cara de flujo mientras el me llenaba nuevamente la boca de semen. Luego me llevo al baño, me enjabono y permitió que le diera el último chupón a su tronco que estaba nuevamente erguido. Me seco y me ayudo a vestirme.
Un tierno beso y un “hasta luego” fue todo. Aún se me estremece la entrepierna al detallar ese único encuentro.
Nunca lo volví a ver., solo recibo en las navidades una postal deseándome muchas felicidades y que volvió a casarse. Sin señas, sin anestesia, con cortesía y con tristeza. No tenía nada, no tengo nada. No hubo promesas, no hubo nada. Pasó y se guardó en algún rincón olvidado de nuestras vidas. Pero ese recuerdo nunca se borrará porque me da vida. Por siempre será mi dulce amante secreto, y yo quizás la suya. Hoy me acorde de ti y por eso rememoro aquel día, y se que alguna vez te preguntaras que será de mi. Lo sé, porque te sentí esa vez. Adiós, dulce amante, dulce secreto de mi vida.
Aquel día que fue el más maravilloso de mi vida.
Por siempre te recordare mi querido Marcos…05/07/1997
Datos del Relato
  • Categoría: Primera Vez
  • Media: 5.25
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Comentarios


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3 comentarios. Página 1 de 1
Marta
invitado-Marta 18-06-2004 00:00:00

osea la carta la escribe una mujer y el autor es un hombre, una perspectiva interesante, hay que admitirlo, pues tal vez quisiste hacer una historia diferente en lugar de que el hombre la escribiera a esa chica, pero a la vez, la chica lo recuerda cuanto tiempo despues?, muchos años o que, por que la forma en que lo describe una chica virgen (en ese momento) no me parece tan creible y luego si no se volvieron a ver como es que le manda postales a su casa para navidad y que se volvio a casar; no se sabia antes que fuese viudo o divorciado y como supo la direccion de la chica... en fin que hay potencial aqui pero falta arreglar detallitos, opino yo. en fin que siguele por que vas por buen rumbo :) un saludo

Elizabeth Jimenez.
invitado-Elizabeth Jimenez. 17-06-2004 00:00:00

Cada vez que leo un nuevo relato de Mateo no puedo mas que enamorarme mas de él, imagino como será hacerlo con el... ¡¡¡¡¡hermosisimo, la gloria debe de ser!!!!!; sigue con tus relatos que son bellisimos y muy muy ardientes sin caer en vulgaridad.

ANFETO
invitado-ANFETO 17-06-2004 00:00:00

Mateo Colon, mi buen amigo, Se regodea con gusto y placer, Con la historia, del tiempo ya ido, De niña que gozó y ya es mujer. (“Carta al amante imposible”)

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