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Carta a mi hermano Yves du Saint-Simon

Civitas Orbi, Invierno Anno Domini MMIV A mi querido hermano Yves du Saint-Simon: En respuesta a tu angustiada correspondencia en donde me pides consejo acerca de las satisfacciones sexuales que un hombre debe saber dar a la mujer en sus entrepiernas utilizando como instrumento amatorio la lengua, debo decirte que fue de lo mas acertado que te dirigieses a mi solicitando ampliar tus pocos conocimientos al respecto, ya que los míos son muy extensos y sé que de ahora en adelante, después que leas la presente, toda cuca que adhieras con tu boca será dichosa y muy feliz. Cuando una mujer encuentra a un hombre que le haga un buen cunnilingulis, sabe que tiene ahora una fortuna que se le convertirá en caudalosos placeres y no lo va a dejar escapar fácilmente. Éste es un espécimen exótico y ella lo sabe. Así que empieza por recordar una cosa: la inmensa mayoría de los hombres pueden fornicar y generalmente lo hacen de una manera satisfactoria, pero aquel que sabe usar la lengua y la boca tan bien como su falo, tendrá mujeres completamente incondicionales para cualquier hecho o situación, ganadas para cualquier acto lujurioso, descarriado o depravado que desees tener con ellas. Casi todas las mujeres están inconformes con sus cuerpos. Incluso, si tienes a la mujer más estupenda y despampanante del mundo en la cama, ella se estará preocupando por como la aprecias y sí te gusta su cuerpo. Mientras le acaricias delicadamente todo su cuerpo con todo tu cuerpo, dile que es bella pero que no suene meloso ni cursi ya que debe salir del aplomo de tu personalidad y de la exaltación de tus fibras. Dile, con sinceridad y pasión, de sus partes las que te gustan más. También dile cualquier cosa que suene lascivo y juguetón a la vez (a todas las mujeres les gustan los piropos), y se producirá entonces en ella un estímulo erótico, físico y psíquico que permite que confíe en ti lo suficiente como para cederte el poder bajar a sus entrepiernas: Mientras vas descendiendo, la tensión sexual va en aumento desde los niveles básales y primitivos hasta su ensimismamiento pasional. Es así como los labios mayores se van aplanando, dirigiéndose hacia arriba y afuera, dejando al descubierto el introito. Los labios menores duplican o triplican su tamaño haciendo las veces de prolongación de la vagina en un centímetro aproximadamente. El clítoris aumenta de tamaño y se puede hasta duplicar. La vagina empieza a lubricar y el tercio interno se longa, se distiende y modifica su coloración tomando un color rojo púrpura oscuro como consecuencia de la vaso dilatación; El útero se eleva parcialmente y se produce la erección del pezón, la tumefacción de la areola y aumento de la congestión venosa mamaria. En la piel se produce un rash maculopapular (el tan incomprendido enrojecimiento sexual), iniciándose en el abdomen y extendiéndose rápidamente a los senos. Hay tensión muscular voluntaria y también involuntaria de los músculos abdominales e intercostales. La frecuencia cardiaca y la tensión arterial aumentan en forma relacionada al aumento de la ansia sexual que le estás provocando. Ahora detente y admira lo que estás viendo y oliendo. ¿Es bonito y agradable, verdad? No hay nada en el mundo que haga más única e irrepetible a una mujer que su cuca. Aunque eso ya lo sabemos porque hemos visto muchas. Las hay de diferentes tallas, olores, formas y presentaciones. Algunas están metidas para adentro como si aún fuese una púber y otras tienen los labios gruesos y seductores que salen para darte la bienvenida. Las mujeres negras con una gran bemba tienen las carnosas intimidades tan grandes como su boca. Unas son cepillos enredados de pelo, otras están cubiertas solo con una pelusa transparente y las hay que tienen rapado el Monte de Venus bien sea en triángulos con o sin artísticos tatuajes o bien totalmente depiladas. Las hay que son súper-aseadas y huelen a enjuague bucal, las que nos recuerdan un exquisito queso de oveja y las que tienen el característico olor a urea amoniacal. Debes apreciar las cualidades únicas de la mujer que tienes contigo y declararle lo que la hace inconfundible, eso la hará sentirse segura de que es exclusiva para ti, porque de cierto que así lo es, pero ella necesita escucharlo. Las mujeres dan mucho más con las palabras que los hombres, especialmente cuando hacen el amor. También responden más a la intimidad y el galanteo de voz, lo que significa que cuanto más le hables, más fácil te será hacerla alcanzar un gran orgasmo. Así que todo el tiempo que pases acariciando y manoseando su preciosa cuca, háblale de ella (la cuca) a ella (la mujer), y obtendrás gratificantes respuestas. Ahora, mírala de nuevo, gradualmente aparta los labios y contempla los labios internos. Incluso chúpalos si quieres. Separa las partes superiores de la cuca hasta que encuentres el clítoris. Las mujeres tienen clítoris de todas las tallas, igual que los hombres tenemos penes de diferentes tamaños, pero esto no tiene nada que ver con su capacidad de orgasmo. Simplemente significa que la mayor parte de él está escondido bajo sus excrecencias. Y, atención, cada vez que toques el clítoris de una mujer asegúrate de que el dedo esté húmedo. Debes mojarlo con los jugos internos de la vagina, y hay que asegurarse, sin ningún tipo de arrebato ni precipitación, el humedecerlo antes de tocárselo, pues si no el dedo se quedará pegado a él si está seco, y eso les duele. Pero tu no debes tocarle el clítoris de cualquier manera, tienes que ir avanzando sobre su cuerpo exacerbando sus sensaciones hasta los limites desconocidos para ella. Antes de que ella se excite más, su clítoris es demasiado delicado para ser manejado golosamente. Aproxímate a su cuca despacio. A las mujeres, incluso más que a los hombres, les encanta ser incitadas, provocadas, soliviantadas. La parte interna de sus muslos es su punto más erógeno para nuestro cometido. Lámelo, relámelo, bésalo, has exploraciones con la punta de la lengua, sóplale, acércate aventureramente a su cuca. Sorbe la aquella rugosidad donde las piernas se juntan con sus pliegues vaginales. Acaríciate la cara con su maleza de pelos y mordisquéale el pubis, frota tus labios sobre su raja sin presionar, sólo estimulándola. En los labios mayores de la nulípara hay ahora una importante ingurgitación venosa y, si este periodo se prolonga, en la multípara se le agregan edemas de acuerdo al grado de flebopatía que presente. En los labios menores se produce un fenómeno que se denomina “piel sexual” (cambio de coloración de un rojo vivo a un precioso rojo vinoso) que indica que ya está en la ruta del orgasmo. Las glándulas de Barthoñino secretan varias gotitas de una gustosa sustancia mucoide que es la ambrosía femenina, lamentablemente es poca la cantidad, así que hay que paladearlo como a los mejores vinos de nuestras bodegas producidos por nuestros ancestros. El clítoris eleva su cuerpo hacia la parte anterior del pubis y en la vagina se desarrolla la “plataforma orgásmica” en su tercio externo y que puede reducir la luz vaginal en dos tercios cuando el resto de la gruta se sigue distendiendo y agrandándose. El útero se eleva totalmente hacia la pelvis mayor y aumenta su exaltación. Las mamas aumentan más su tamaño, sigue aumentando la ingurgitación venosa y se produce una mayor turgencia del pezón. En la piel, el enrojecimiento sexual se encuentra bien desarrollado, pudiéndose extender a todo el cuerpo. La tensión muscular sigue en aumento, tanto la voluntaria como la involuntaria, en los músculos faciales, intercostales y abdominales y puede haber contracciones voluntarias del esfínter anal. La frecuencia cardiaca puede estar entre 100 y 170 latidos por minuto y la tensión arterial aumenta entre 20-60 mm de Hg la sistólica. Y entre 10-20 mm de Hg la diastólica. La frecuencia respiratoria aumenta significativamente en esta fase, donde ya no podrá vocalizar ni una sola palabra y todo lo que escucharás serán gemidos, resoplidos, jadeos, balbuceos, quejidos, risitas y toda clase de exclamaciones onomatopéyicas. Después de haber hecho esto hasta un punto en el que la fémina esta retorciéndose y tratando de azuzarte para que te acerques más a ella, con sus dedos convertidos en garras que se te clavan en la cabeza, entonces ponle tus labios en la superficie de su entrada. Bésala suavemente y después más fuerte. Ahora usa la lengua para separar los labios del mejillón y cuando se abran haz recorrer la lengua de arriba a abajo entre las capas de carnes amorosamente sensibilizadas. Suavemente separa más sus piernas con las manos. Todo lo que hagas con una mujer y lo que estés a punto de comerle tiene que ser hecho sutilmente. Penétrala con la lengua, eso también las excita sin vuelta atrás, porque por ahora ella quiere que te concentres solo en su clítoris. Comprueba y verifica si el clítoris se ha vuelto lo suficientemente duro como para sobresalir de su cubierta. Si es así, aspíralo, succiónalo, empápalo pero sin canibalismos. Si no puedes verlo, es que está esperándote debajo. Lleva la lengua hasta la parte superior de su hendidura y siente su cuerpecillo endureciéndose. Apenas si podrás experimentar su presencia, pero sí incluso no puedes sentir la diminuta perla, puedes hacerla levantarse lamiendo la piel que la cubre. Chupa fuerte y presiona dentro de su piel. Afectuosamente separa los inflamados labios y mete la lengua contra el clítoris, cubierto o no. Hazlo rápida y repetidamente pero con hábil ternura, como si estuvieses tomando el rocío del pétalo de una hermosa y delicada flor. Esto provocará que sus piernas se estremezcan, su espalda se arqueé, su esfínter anal se contraiga y los sentidos de la vista y el oído se hipersencibilicen distorsionando, casi que anulando sus percepciones, o sea, enloqueciéndola. Y hay otra cosa que debes hacer para intensificar el placer de la privilegiada mujer que tienes en tanto goce: introdúcele los dedos mientras ella disfruta con la talentosa demostración de chupa clítoris que le estás propinando. Antes, durante y después, a ella si que le gustará. Además de las zonas erógenas que rodean a su clítoris, la mujer tiene otras áreas extremadamente sensibles y una de ellas está en el lado superior de su vagina. Ésta es la zona contra la que frotamos nuestra virilidad cuando nos las estamos cogiendo. Bien, como la méntula está un poco lejos de la boca, los dedos tendrán que "echar un buen polvo". Con dos dedos. Uno es muy delgado y tres son demasiado anchos y por lo tanto no pueden profundizar en su caverna. Asegúrate de que esos dedos estén húmedos para no irritarle la piel. Deslízalos hacia adentro, al principio despacio y después más rápidamente. Restriégaselos rítmicamente. Acelera solo cuando ella lo hace. Escucha su respiración, eso te permitirá saber lo que debes hacer. Si le estás succionando su apéndice sexual y desempeñándote con los dedos al mismo tiempo, la estás estimulando bastante más de lo que lo harías solo con tu bayoneta, por lo tanto puedes confiar con que lo está gozando en excelso, en los colmos del delirio, el arrebato y la exaltación. Una mujer puede estar excitada gozando de los rascabucheos una hora entera antes de tener un orgasmo. A mi Ama de Llaves, con un par de horas de jugueteos de sexo sin penetración, le contabilicé 62 orgasmos en una de nuestras placenteras y despreocupadas refriegas sicalípticas. ¿Sabes el efecto físico y mental que le causarás a una mujer a la que le provoques 62 orgasmos?. Sería tuya siempre que la quieras. Cuando sientas que está alcanzando el orgasmo dispón los labios en forma de “O” y toma el clítoris con toda la boca. Si tienes alguna duda comprueba bien todas sus manifestaciones. Cada mujer es única. Puedes tener una cuyos pezones se endurecen cuando se excita o solo cuando le viene el orgasmo. Se puede poner colorada o empezar a temblar. Reconoce sus expresiones y serás su amante más sensible. Cuando ella empiece a tener un orgasmo, por Dios, ¡no dejes escapar ese clítoris!. Empieza a engullir suavemente y siente su reacción. Si ella puede soportarlo, comienza a mamar más fuerte y si le gusta sórbela con más ímpetu aún. Acompásate con ella. Si levanta la pelvis en el aire con la tensión del orgasmo viniendo, muévete con ella, ¡no pelees!. Espera y mantén la tórrida boca en su clítoris. Repito: ¡No la dejes escapar! Esto es lo que te estará más o menos diciendo: “¡Así, así, así, así!”, Ó rogando: “¡Más, más, más, más!”, Ó exclamando: “¡Ay Dios mío, ay Dios mío!”, Ó delirando: “¡Me muero, me muero!”, U ordenando: “¡No pares!, ¡No pares nunca!!!” Y hay una razón para ello: aunque en los labios mayores, labios menores, clítoris y mamas no se evidencian modificaciones, en la vagina se producen contracciones de la plataforma orgásmica con una frecuencia de 0.8 segundos y entre un número de 5 a 12, la frecuencia e intensidad van en aumento a medida que progresa el orgasmo y en el útero se producen fuertes palpitaciones que se inician en el fondo de su vientre, más atrás de las Trompas de Falopio, y cuya intensidad es acorde a la intensidad del éxtasis. El enrojecimiento sexual está en relación directa a la intensidad de ese orgasmo, y la tensión muscular pierde el control voluntario: hay meneos y sacudidas incontroladas y espasmos de grupos musculares que hasta pueden llegar a los estremecimientos convulsos. También se producen constricciones involuntarias del esfínter anal en forma simultanea a las de la plataforma orgásmica. ¡La frecuencia respiratoria puede llegar a 40 por minuto y la frecuencia cardiaca a 160-200 por minuto! La tensión arterial aumenta entre 30-80 mm de Hg la sistólica y 20-40 la diastólica. Persevera para la consolidación de un prolongado período orgásmico. Cuando empiece a decaer del primer orgasmo, presiona la lengua contra el lado inferior del clítoris dejando que tus labios cubran la parte superior. Mueve la lengua hacia adentro y hacia afuera en sus meollos. Si tienes los dedos adentro, revuélvelos también un poco, aunque lentamente, pues todo es extremadamente sensible especialmente ahora. Si desplazas tus tentáculos correctamente conseguirás elevarla a múltiples orgasmos de esta manera. El último consejo que te doy es: después de haberla llevado a la cúspide del hedonismo con la boca, la lengua y dos dedos, hazla tu esclava pegándole la mayor cogida que haya tenido nunca. Pero no en la posición tradicional. No. Voltéala, que te dé la espalda, bésale y luego alábale las nalgas dándole unas firmes palmadas después de haberla recorrido con la reciedumbre de tus manos desde sus pies, las pantorrillas y los muslos, lámele la espalda, acaríciala en el cuello y detrás de las orejas con tu pene. Revuélquense. Mímala. Agasájala. Entonces, ambos tendidos de costado. Ella se colocará de espaldas a ti, con los cuerpos amoldados, la mujer que pase su pierna externa flexionada sobre tu cadera y, abriendo la puerta al placer, la penetras desde atrás haciendo palanca con la pierna de ella. Los secretos y las cosas ricas que le vas a decir, van propiciarle a tu compañera, por la cercanía de su oreja, el acto libidinoso perfecto para elevarla de nuevo el máximo de placer. La penetración llega hasta la mitad del camino, por lo que el goce viene de la mano de ella misma masturbándose a su antojo y desesperación con del deseo de que se haga más profunda la ensartada y estalle en el orgasmo más excitante. Y luego no la dejes sola precisamente después que eyacules. Un hombre puede marcharse e irse a dormir sin sentir remordimiento, sin ningún sentido de perdida. Pero una mujer, por su propia naturaleza tan especial, requiere de la ternura y dedicación de su amante en los primeros momentos después del sexo. Exteriorízale tus sensaciones y disípale cualquier duda acerca de su feminidad, de ser sexualmente incompleta o incapaz. Acaríciale sus pechos y todo su cuerpo con delicadeza y continúa haciéndole el amor suavemente, llenándola de diminutos besitos por doquier, hasta que se haya calmado. Que no crea que no ha sido querida, ratifícale que todo ha de continuar más y más, y que todo se repetirá interminablemente. Y es allí cuando los labios mayores empiezan a retornar a su espesor y posición habituales, desapareciendo la vaso dilatación. Los labios menores vuelven a su color (rosa pálido) y tamaño normales. El clítoris regresa a su posición habitual y más lentamente desaparece la tumescencia. En la vagina se disipa la plataforma orgásmica, reaparece su color usual y se produce la relajación de sus paredes. El útero desciende a su posición en la pelvis, el cuello se sumerge en el lago seminal que le dejaste y el orificio cervical externo se dilata durante unos 20-30 minutos. En las tetas concluye la erección del pezón y la prominencia areolar, pero el tamaño mamario y la vaso congestión venosa se van más lentamente. El enrojecimiento sexual se desvanece en sentido inverso a su aparición. La tensión muscular, la frecuencia cardiaca, la tensión arterial y la frecuencia respiratoria vuelven a la normalidad. Quedando ambos mojados con una extensa capa de sudor (perspiración) en relación directa con el grado de actividad física y del placer alcanzado. El sexo oral puede ser la más excitante experiencia sexual que puedas tener. Pero más es lo que tu hagas. Tómate tu tiempo, practica muy a menudo, presta atención a las señales de tu amante y sobre todo, diviértete. Espero que te sean útiles mis consejos y explicaciones. Te recuerdo aquel proverbio oriental que dice: ”Nacimos chupando y chupando moriremos”. Un afectuoso abrazo, tu hermano, César du Saint-Simon.

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
  • Media: 6.4
  • Votos: 73
  • Envios: 2
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