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Mi hija y yo teníamos discusiones diarias. Por la limpieza de su cuarto, por la vida que yo llevaba, por mis preferencias sexuales, por todo.
Lo cierto, es que yo provocaba una pelea con ella para poder ver lo mal que me contestaba y luego encerrarme en mi cuarto a masturbarme mientras imaginaba como la convertía en mi esclava sexual, como la rompía, como la hacía mía de todas las maneras posibles. Carlota ha tenido mal carácter desde muy pequeña. Tiene de quién heredarlo, porque yo soy exactamente igual. Somos dos leonas en la casa y solo tendría que haber una, yo. Jamás he hecho nada para dejarle ver mis verdaderas intenciones a mi hija, pero imaginarme dominando a Carlota, y hacerla mi esclava sexual es mi mayor deseo, pero no creo que alguna vez lo pueda cumplir.
La tuve muy joven, con 14 años. Fue producto de un aquí te pillo aquí te mato con un desconocido. Nunca fui maternal, ni siquiera era heterosexual, solamente era muy curiosa y me apeteció acostarme con un imbécil muy guapo pero que no conocía de nada. Así que nunca la sentí como hija, ni como nada, sólo como un estorbo. El día que cumplió 18 años, yo tenía 32 y parecíamos hermanas en lugar de madre e hija. Todos sus compañeros y alguna compañera de instituto soñaban con verme desnuda. Lo que pasa es que éramos y somos hermosas. Ambas pelo negro, largo hasta el culo. Piel aceitunada y ojos entre almendra y felinos. Ella sacó el color de ojos de su padre, o de mi familia materna, un verde claro como una playa caribeña. Yo, tenía los ojos cafés claro. Yo alta, ella bajita. Ambas con talla 36DD y culo caribeño, en pompa y firme.
Siempre fui muy liberal y después que ella nació, seguí siéndolo. Ella veía entrar y salir mujeres diferentes de mi casa todas las semanas y a veces todos los días. En más de una ocasión discutimos porque no la había dejado dormir con los gemidos que soltaba la compañera de turno. Se declaró totalmente heterosexual y homófoba. Además de convertirse en evangélica, tipo falda a los tobillos, cero maquillaje y pudor nivel extremo. Ahora para discutir conmigo sí que no tenía problemas. Nos decíamos de todo menos bonita y eso le parecía bien. Tenía una boca, además de mamadora, muy sucia. Sé que era uno de sus talones de Aquiles, porque después de una discusión, casi siempre la escuchaba llorando y pidiendo perdón a su dios por el lenguaje horroroso que había usado, según sus mismas palabras. Carlota se había convertido en todo lo contrario a mí, una viciosa comecoños que era fanática de las relaciones D/S, relaciones incestuosas, sadismo, humillación y todo lo que se refiriera al sexo sucio con mujeres. Ella era religiosa, estudiosa, no fumaba, no bebía y yo dudaba mucho que hubiese tenido novio y muchísimo menos novia. Que fuera tan mojigata, me ponía mucho más burra todavía porque sabía que sería mucho más doloroso para ella convertirse en algo parecido a mí.
Una mañana unos dos meses después de su cumpleaños, comenzamos a discutir porque era la quinta mujer diferente que veía salir en puntillas de mi cuarto en la semana. Ella me gritó lo puta viciosa que era, que no era más que una prostituta barata y que merecía arder en el infierno. De repente, entró como en un trance y comenzó a hablarme en un lenguaje ilegible y se puso de rodillas con los brazos extendidos hacia mí y con los ojos llenos de lágrimas. Verla llorar me puso tanto que sentía como mis jugos corrían por mis piernas como sus lágrimas por su cara. Estaba tan cachonda, como nunca lo había estado. Mis pezones oscuros y grandes querían reventar. Mi coño entero estaba duro y chorreante, yo sudaba, mi cuerpo entero temblaba y fue cuando decidí que ya era el momento.
Me puse de pie a sus espaldas y le agarré los brazos extendidos y se los até a la espalda con el tiro del albornoz que llevaba puesto. Una vez la tenía atada, me quité el albornoz, quedándome completamente desnuda. A todo esto, ella gritaba, así que le quité el tiro de su albornoz y la amordacé. Le rompí el albornoz y para mi sorpresa, estaba desnuda también.
-Ahora me vas a escuchar maldita perra. Ya está bien de sentirte superior a mí. Aquí la que manda soy yo y de ahora en adelante solo se hará lo que yo ordene. Se acabaron las mojigaterías y serás tan puta como yo, es más, serás mi puta. Ya te graduaste del instituto, así que se acabó el estudio, la secta esa a la que vas, la ropa de monja, y tu mal genio. Como que me llamo Isabel que te haré desear que te folle como a una perra. Haré que aprendas a chupar coños con maestría y serás la puta de mis sueños y mis fantasías. Nunca más saldrás de aquí, sólo te vas a dedicar a darme placer y a hacer muchas guarradas.
A ella se le quedaron los ojos pegados, el miedo se reflejaba en su rostro y eso me tenía a mil por segundo. La llevé a mi habitación a rastras y la subí a la cama. Ya en la cama, le até las dos piernas abiertas y mostrándome ese coño rico y peludo que exhibía con miedo, pudor y odio hacia mí. No podía gritar pero emitía sonidos que indicaban todo lo que sentía en esos momentos. Eran gemidos angustiados, enojados, tristes, aterrados y yo me ponía más viciosa cuanto más los escuchaba. Luego le tocó el turno a los brazos, que desaté y volví a atar, abiertos como las piernas en una cómoda cruz de san Andrés. Agitaba la cabeza de un lado al otro en una negación casi salvaje de lo que le iba a pasar.
Para que todo fuera aún más dramático para ella, con un proyector, puse la imagen de un Baphomet en la pared. Puse en el ordenador un video con lecturas de versos de la biblia satánica, encendí velas negras y me maquillé los ojos y la boca como una verdadera puta. Le dije al oído. -De ahora en adelante me pertenecerás a mí y a mi Señor Satanás. No dudes ni por un instante, que su presencia está aquí y que yo soy uno de sus demonios. Sus ojos no dejaban de llorar y su cuerpo de agitarse descontrolado. Busqué todos lo que necesitaba y comenzó la función. Le puse pinzas en los pezones y en los labios del coño. Le puse un collar de perra, ancho, que le mantenía la barbilla en alto. Me puse un arnés doble, que tenía pegados los jugos de la chica que había salido de casa esa mañana y busqué un plug anal para desvirgarla por todos los agujeros. Al ver el plug, se puso más nerviosa aún y me rogaba que no lo hiciera. Había prometido no gritar más, así que le había quitado la mordaza.
Le metí el plug de golpe y bien lubricado. Aun así, soltó un grito desgarrador; menos mal que era verano y estaban todos de vacaciones y los que no, por las horas que eran, estarían en la terraza, siendo domingo. Esperé un rato para seguir, no fuera ser que tocara algún vecino rezagado que se hubiese preocupado por los gritos. Nadie vino y al darme la vuelta a mirar a Carlota, casi me corro del gusto. Sus ojos estaban anegados en lágrimas y su mirada era perdida. Si seguía así, muy pronto estaría completamente rota y moldeable para mí. Tenía las pinzas puestas, y realmente no me importaba si le hacían daño. Hacerla sentir dolor, me hacía perder el control, mi mente sádica era incontrolable. Apretándole los pezones, le metí la lengua hasta la campanilla y comencé a besarla de una manera lasciva, sexual, salvaje, cerda. Ella no me devolvía aún los besos, pero sus lágrimas no paraban de salir, eso era mucho mejor. Bajé de su boca a sus pechos, le quité una de las pinzas y enseguida me metí ese pezón en la boca, lo chupé duro y un gritito ahogado salió de su boca tapada con una mordaza en forma de pene que le había puesto. Ya tenía dos agujeros llenos, sólo me faltaba el principal, el que yo más quería. Fui bajando de sus pechos a su cintura, dándole mordiscos que dejaban marcas moradas en su piel. Cuando llegué al coño y me di cuenta de que estaba empapado, un orgasmo enorme me poseyó y puse los ojos en blanco, estiré las piernas y me metí la mano hasta donde pude y recogí mis jugos y se los pasé por la cara y le lavé la boca a Carlota con ellos. La estaba marcando, dejándole saber que era mi territorio, mi propiedad. Su cara en ese momento, además de miedo, era de vergüenza. Vergüenza de ser parte de eso que ella odiaba, y ponerse cachonda. Le abrí el coño con las manos y pude ver su himen intacto. Me abalancé sobre su clítoris para chupárselo con delicadeza y constancia, con lametones largos y lentos. Veía como la excitación continuaba e iba in crescendo. De golpe le metí tres dedos y sentí como su inocencia se rompía en mis manos
Extendí los brazos hacia los lados y clamé:
“Oh tú, el ángel más hermoso y por ello el más sabio.
Dios ajeno a la suerte y ayuno a tus alabanzas,
¡Oh Satán ten piedad de mi larga miseria!
Y recibe mi ofrenda lasciva, incestuosa, lesbiana
Recibe a esta puta en tu seno y conviértela
En tu más repugnante cerda.”
Chupé mis manos manchadas con su virginidad y con su saliva y mi sangre, se las metí en la boca a ella. Acto seguido le empujé la polla que llevaba puesta y con rabia la follé en contra de su voluntad, salvajemente y sin piedad. Al fin y al cabo, ya era mía. Me corrí muchas veces mientras le metía la polla hasta el fondo. Luego le saqué el plug del culo y le metí la polla para terminarle de romper el culo de zorra que tenía. Por último, me senté en su cara y me corrí en su boca muchas veces más. Luego me dediqué a hacerla correrse. Con la boca y las manos la hice estremecer, hay cosas que no podemos controlar. Pero la vida me tenía más retos. Carlota se mojaba, pero no se corría.
Apenas comenzaba la diversión…
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Como ya les dije anteriormente, Carlota se mojaba, pero no se corría. Hice todo lo que sabía y no lo logré. La comí el coño con hambre, con deseo, también suavemente, luego salvajemente, con dolor. La mordí, la besé, la chupé toda. Le follé todos los agujeros con mi polla sujeta al arnés. La follé hasta desfallecer, pero no lo logré. Dominé su cuerpo, más no su mente. Tenía que lograr romperla, para que así fuera mía del todo.
Me levanté de la cama a ducharme y a comer algo y la dejé ahí atada. Era la primera vez que duraba tanto tiempo follando y con tanta intensidad, estaba hambrienta. Me imaginé que ella también lo estaría, pero se me ocurrió que eso podría servirme para doblegarla. Después de ducharme, fui a la cocina y preparé unos huevos rotos con jamón y patatas fritas. Me fui a la habitación y me senté justo delante de ella a comer y a beberme una cerveza bien fría. La veía como tragaba saliva, pero no me decía dame de comer. En más de una ocasión le dije que si quería comer sólo tenía que pedírmelo. Lo único que tenía que hacer era comerme el coño. Con odio y lágrimas en los ojos, se negaba a darme lo que quería, tenía espíritu de mártir. Ya veríamos cuanto le duraría el numerito, pensé. Lavé su cuerpo, para que siguiera apetecible y la volví a tocar el coño, le metí varios dedos hasta meterle el puño y se tensaba y se mojaba, pero no se corría. Cuando le saqué la mano de adentro, me la chupé toda y luego le chupé el coño mojado de zorra. Por un momento pensé que estaba a punto de correrse, pero tenía un control mental la muy puta, que volvía a cero de cien, en un milisegundo.
Pasaron un par de días, en los que seguí follándola y no dándole de comer, sólo de beber. Le enganché una correa al collar que le había puesto y así, en cuatro patas la llevaba al baño para que hiciera sus necesidades con la puerta abierta. El agua se la puse en un cuenco de perro que tenía de un perrito que se nos había muerto hacía un tiempo. Me ponía loca verla como una perrita bebiendo agua del cuenco. Tengo que admitir, que nunca había estado tan salida, me sentía en un estado orgásmico permanente. Era la mejor idea que había tenido.
También pensé que sería mucho tenerla en el piso tanto tiempo, que alguna mojigata de sus amigas aparecería o incluso el pastor de la iglesia. Así que decidí llamar a un amigo para que me ayudara a llevarla a una casa que tenía en las afueras de una aldea perdida a la que nadie se acercaba. Allí llevaba a mis conquistas sumisas, o que decían serlo. Era una jaula con todas las comodidades. La diseñé yo misma y era el sueño de cualquier Amo. Tenía una sola habitación, salón, comedor y cocina americana. Había un baño dentro de la habitación que era para mí uso personal y había otro fuera de la habitación, para uso de las perras, en el invierno. Además, tenía un sótano tan grande como la casa arriba, cubierto de material aislante, para que no se escuchara nada desde el exterior. Decorado con imágenes satánicas, mucho rojo y negro y de una pared colgaba una cruz cristiana boca abajo con un cristo con la pinga parada. Las ventanas todas tenían hierros con llave, y las puertas también. Por supuesto que yo siempre tenía las llaves encima. Mi amigo llegó a casa, le inyectó un tranquilizante y la vestimos y sentamos en una silla de ruedas en la cual la sacamos de casa. Todo este meneo se hizo por la noche, para evitar toparnos con un vecino cotilla. Todo nos salió como esperábamos, y el traslado se hizo con éxito. En cuanto llegamos a la casa y la llevamos al sótano, le inyectamos algo para despertarla y que su verdadera pesadilla comenzara.
Cuando despertó estaba completamente desnuda y mi amigo la miraba con ojos de deseo. Con miedo vio como Tomás se había quitado toda la ropa y vestía una bata con capucha negra con un Baphomet en la espalda. Su cuerpo también tatuado con imágenes Satánicas era digo de verse. -Bueno, ya sabes cómo te pago cuando hacemos estos negocios. Así que te dejo, que la disfrutes. Yo me senté en un sillón reclinable, me llevé un vibrador y una botella de agua. Tomás miraba a Carlota con lujuria, y se dirigió a una de las paredes de la estancia en la que yo tenía colgado todo tipo de elementos de tortura. Ella quiso escapar y el la agarró fuertemente del pelo y le bajó la cara al suelo, al nivel de sus zapatos. Le pegó la cara a estos y le ordenó que los lamiera, a lo que ella ni se inmutó. El me miró, y me dijo, -es dura, pero la vamos a romper. El la levantó del suelo y la ató a una cruz de san Andrés que tenía en una de las paredes y sacó uno de los látigos más fuertes que tenía. La azotó hasta el punto que ya comenzaba a salirle sangre. Con cada golpe, Tomás se le ponía la polla más dura y cuando vio la primera gota de sangre, fue su señal para ponerla a cuatro patas y meterle toda su carne en el culo. Vi cómo se le salieron los ojos de las órbitas cuando Tomás le metió sus 17 centímetros gruesos. La ensartaba por el culo, luego por el coño y vuelta al culo otra vez. Ahí volví a ver sus lágrimas y esa fue mi señal para darme duro con el vibrador y correrme muchas veces. A Tomás le encantaba ver a perra comiendo coño, pues la puso delante de mí y la ensartó de nuevo por el culo. Yo la agarré del pelo, porque esta se negaba a sacar la lengua y a hacer nada. La agarré por el pelo y le follé la cara con fuerza. Me corrí muchas veces y le llené la cara de mis jugos. Luego la hice follarme con un gag tipo falo. Su cabeza iba de delante hacia atrás y viceversa y yo me corría una y otra y otra vez. Tomás también seguía follándola y ella seguía sin correrse. Terminamos con ella y la dejamos dormir en un colchón en el suelo dentro de una jaula. Abrí una lata de comida para perros y se la puse en un cuenco y en otro, agua.
Antes de que te duermas, quiero que veas algo muy interesante y placentero. Encendí una televisión que había frente a su jaula, y conecté un pen drive con unos videos míos, follándome a la mujer y las hijas del pastor de la iglesia, algunos por separado, otros las tres juntas y mucho más. -Como habrás visto, la pastora y sus hijas son mis putas. Para que veas que ese dios que tienes es un cachondo mental y permite que sus siervas también sirvan a Satán a través de su sacerdotisa, o sea, yo. Deléitate cariño viendo a las putas come chocho de tus amigas y su madre, le dije al oído; Ave Satanás….
De ahora en adelante vivirás aquí y comenzará tu entrenamiento de bestia. No sabes lo bien que nos lo vamos a pasar putita.
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Al principio del video, se veía como Clara, la madre y María y Estela, las hijas, llegaban a esa misma cabaña y se desnudaban y arrodillaban ante mi coño chorreante. Una por una, se acercaba al sillón donde estaba sentada y me chupaba el coño con hambre y pudor, si es que eso puede ser posible. Me ponía a mil el hecho de saber que fuera de allí eran unas mojigatas decentes y puras y allí delante de mi eran unas putas comecoños. También se veía en el video como mi amigo Tomás las iniciaba a todas en el arte de adoración a Satanás, haciéndolas leer letanías de invocación a Satanás.
In nomine dei nostri Satanás de Luciferi excelsi. Potemtum tuo mondi de inferno, et non potest Lucifer Imperor Rex Maximus, Dudponticius glorificamus et in modos copulum adoramus te Satan Ominipotens in nostri mondi.
Domini agimas Iesus nasareno rex ienoudorum. In nostri terra Satan imperum in vita Lucifer ominus fortibus Obsenum corporis dei nostri Satana prontem.
Reinus Glorius en in Terra eregius Luciferi Imperator omnipotens Salve Satanás, Salve Satanás, Salve Satanás.
A mí me encantaba verle al Tomás dándoles polla a las perras que llevábamos allí, sobre todo a las lesbianas, porque sabía que les daba asco tener una polla dentro, como a mí, que odiaba las pollas. Lo descubrí cuando follé con el padre de Carlota, nunca me gustarían los tíos ni las pollas, pero verlas corriéndose con una polla real que no querían, era orgásmico. Las tres estas no eran lesbianas, bueno, la madre sé que no lo era, pero igual me ponía. Luego de la iniciación, se veía como les poníamos los collares y los plugs anales con cola de perro, después que Tomás les había abierto el culo con su polla. Les habíamos pedido que se dieran enemas una hora antes de llegar para que todo estuviese limpito, si algo me bajaba la libido, era la mierda. Con sus colas de perra y sus collares, las pusimos a que se comieran las unas a las otras a cuatro patas y desde atrás, parecía un círculo de placer. Cuando estaban a punto de correrse, saqué la fusta y les azoté una por una dándoles permiso para que se corrieran. Fue brutal, todas se corrieron soltando unos chorros descomunales. Y así seguía Carlota viendo el video con lágrimas en sus ojos. Lo cierto es que desde que comencé con ella en la casa, no había parado de llorar, cosa que como ya he dicho antes, me pone muy muy cachonda.
La dejé toda la noche viendo el video y al día siguiente la desperté y la saqué al patio para con un chorro de agua fría, limpiarla y volver a comenzar. Tomás se había ido, dejándome sola con ella. Se había comido toda la comida y en ese momento yo le daría el desayuno. Una vez seca, con la correa la atraje hacia mí y le restregué la cara contra mi coño. Me masturbé con su nariz y su boca y me corrí muchas veces de esa manera. Me dijo que tenía deseos de hacer de vientre, -Acuclíllate y caga como una bestia, le dije. Sus lágrimas volvieron a aflorar y tal como le dije, lo hizo. Luego le pegué el chorro con la manguera de nuevo y le di un enema para que se la pusiera y terminara de limpiarse. Dos enemas más tarde, con el agujero anal como los chorros del oro, la llevé a su mazmorra y la hice que se acostara sobre un potro. Me senté detrás de ella y le comí el culo y le metí varios dedos en el culo mientras un vibrador hacía lo suyo en el coño. Era imposible que no estuviese cachonda Carlota, pero lo cierto era que, aunque estaba empapada, no había ni señas de que estuviese a punto de correrse. Eso me tenía muy descolocada, pero con tal de correrme yo, no me importaba. Seguí follándola de diferentes maneras todo el día y cuando se fue acercando la tarde, sentí un coche que se acercaba.
Me extrañó, puesto que no le había dicho a Tomás que volviera, pero esperé para ver quien se bajaba del coche. Era Tomás, que venía con otro hombre. No me lo podía creer, ¡cómo se atrevía a desobedecer mis órdenes y traer un extraño a mi refugio! Tocaron a la puerta y al abrirles, el hombre que venía con Tomás, me resultaba conocido, pero no sé de qué.
-Hola Isabel, sé que no quieres extraños aquí, pero esto es importante.
-Ah sí, como cuánto de importante, porque yo te he dicho muy claramente que aquí no quiero extraños.
-Pero resulta, puta lesbiana viciosa. Que yo aquí soy el Amo. Tomás es mi sumiso y tu hija Carlota también. ¿No te ha resultado increíble, que con todo lo que le has hecho a Carlota no se ha corrido? Pues no se ha corrido porque yo se lo he ordenado y además la he entrenado para que llore como te gusta, y para que no se corra. ¿No me recuerdas? Soy aquel guapo imbécil que se acostó contigo una noche de borrachera y lujuria y que del encuentro nació Carlota. Además, soy el pastor de la iglesia a la que asiste Carlota y mi mujer y mis otras hijas también son mis esclavas sumisas. Mi iglesia, es un templo satánico disfrazado de iglesia cristiana y El Rey de Reyes me ha enviado a darte lo que te mereces porque has mal interpretado todo lo que significa su adoración. Aparte de que me ha dado luz verde para que te convierta en lo que siempre has querido ser; una perra puta al servicio de mi polla.
-Jajajajajaja, te has vuelto loco gilipollas. Yo jamás te serviré.
-Eso lo veremos, Tomás, átala.
-No te atrevas a ponerme un dedo encima traidor desgraciado, vociferé
-Ah, y ponle una mordaza. Esas de polla que tanto le gustan. No quiero oírla por ahora.
Tomás me ató no sin esfuerzo, porque di la guerra. A empujones me bajaron a la mazmorra y no pude creer lo que veían mis ojos, cuando vi como Carlota se arrodillaba y besaba los pies del imbécil de su padre. Este se acuclilló y la beso lujuriosamente en la boca, le quitó las pinzas que yo le había puesto, para ponérmelas a mí y le ordenó. ¡Tócate para mí y córrete perra! Carlota puso sus ojos en blanco y como si hubiese entrado en trance, se corrió como lo que era una y otra vez mientras se metía casi toda la mano derecha en el coño y la izquierda en el culo. -Dale de comer Tomás, y acto seguido Tomás se bajó los pantalones y le metió la polla en la boca a Carlota que la chupaba como una posesa. No me podía creer lo que estaba viendo, qué giro habían dado las cosas. Carlota chupaba la polla de Tomás y se masturbaba al mismo tiempo con un deseo y un gusto que no le había visto en la cara nunca. Era una experta chupapollas y una viciosa. Al final se había convertido en lo mismo que yo. Me intrigaba saber cómo había pasado. Luego se puso a cuatro patas y su padre se bajó el pantalón y le metió la polla en el culo hasta el fondo. Mientras tanto, Tomás seguía follándole la boca y ella lo cogía todo sin problemas. Esteban le dio permiso a Tomás a correrse y este lo hizo en la boca de Carlota y ésta se tragó toda su leche de macho asqueroso. En cuanto terminó Tomás, Esteban comenzó a correrse y mientras lo hacía gritaba: ¡Cómo he echado de menos a mí putilla y su culo hambriento! Le echó toda su leche en el culo y ordenó a Tomás que se lo limpiara, a lo que el felizmente se dedicó. Cuando le dejó el culo limpio, Le pusieron un vibrador en el coño y otro en el culo a Carlota y la dejaron allí en posición de espera.
Esteban, se sacó un collar del bolsillo y me lo puso al cuello. -De ahora en adelante serás mi perra al servicio personal mío y de Tomás. ¿Has visto como hemos follado a Carlota? Pues esa será tu misión y mucho más. No sólo conmigo y con Tomás, sino con quien a mí me dé la gana. Siempre hombres, no volverás a comer coño en la vida, a menos que a mí me apetezca verte o que una de mis perras se apiade de ti y te deje. Pero para eso tendrás que rogar mucho y esperar a que pase el período de prueba.
Se preguntarán como lo hago yo, cómo hemos llegado hasta aquí. Se los cuento en la siguiente entrega… Gracias por leerme.
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