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~~CARLA
Era verano. El seis de Agosto. El cumpleaños de mi hija Carla. Estábamos veraneando en el chalet, que tenemos en la montaña. Habían venido todas sus amigas y todos sus amigos a felicitarla, y pasar el día con ella. La vi feliz durante toda aquella jornada. Se habían bañado en la piscina. Les había preparado una paella. Habían bajado al pueblo. Fue un día hermoso. Después de cenar, yo me retiré a mi habitación. La casa había quedado sola y silenciosa.
Por las noches, yo leía un rato antes de ir a dormir. Y Carla, en su habitación, delante del ordenador, escuchaba música, chateaba con sus amigas, o buscaba información sobre los temas que le interesaban. Aquel día había cumplido dieciocho años. Ya era mayor de edad. Toda una mujer. Me sentía orgulloso de ella. Miré, sobre la mesita de noche, la foto de Laura, mi esposa. Un accidente se la llevó, cuando Carla apenas tenía siete años. Carla siempre ha querido ser la mujer de la casa. Eso la hizo madurar muy rápido. Siempre se ha preocupado por mí, no quería que me sintiera solo, aunque yo siempre le dije que era yo quien tenía que preocuparme por ella.
Ahora pronto encontraría a alguien del que enamoraría, y tendría su vida, su hogar y su mundo.
Estaba, delante del libro, sin leer, absorto en estas reflexiones, cuando la puerta de mi habitación se abrió. Entró Carla. Llevaba su camisón rosa, que la cubría hasta las rodillas. Quedé sorprendido. Le sonreí.
-¿Necesitas algo?
Ella, ante mi asombro, se sacó el camisón por la cabeza, y quedó desnuda, en medio de la habitación, delante de mí.
-Me lo prometiste- me respondió.
Me quedé sin habla. Sin reaccionar. Quedé bloqueado.
Carla, al cumplir los quince años, quiso entrar en mi cama, ser la mujer de la casa, y cuidar de mí, según ella, en todo lo que una mujer es para un hombre. Yo le expliqué que eso no podía ser. Ella era mi hija, no mi esposa. Yo tenía que ser su padre, y cuidar de ella. Ella insistió en que yo era el hombre que quería cuidar y amar. Intenté explicarle, que ella, antes o después, conocería un chico del que se enamoraría, se casaría y formarían una familia. Ella me replicó que nunca habría otro hombre en su vida. Nunca saldría de casa. Siempre estaría conmigo. Quería dormir en mi cama, abrazadita a mí. Cuando se me acabaron los argumentos, le expliqué que eso era un delito, que se llama “corrupción de menores”, y que podía ir a la cárcel. Su respuesta fue: ”Entonces, esperaré a ser mayor de edad”. Le dije que estaba de acuerdo, pensando que, con el tiempo, encontraría un chico del que se enamoraría, y todo se olvidaría.
Y ahora, estaba desnuda, delante de mí.
-Quiero dormir a tu lado, abrazadita a ti.
Fue como una súplica.
-Carla. Esto es un error del que nos arrepentiremos.
-Yo nunca me arrepentiré de quererte.
Se dirigió a la cama, y se metió debajo de las sábanas.
-¿Es preciso que estés desnuda en la cama?- Le pregunté.
-Quiero sentir tu cuerpo junto al mío. Quiero acariciarte y sentir tus caricias. Quiero besarte y que me beses. Quiero darte mucho amor, que te sientas amado, y sentirme amada.
-¿Tú sabes lo que pasará?
-Sí.
-Y, ¿deseas que pase?
-Con toda mi alma. Lo deseo, y lo necesito. ¡Por favor!
Aquello era una auténtica locura.
-Ven, por favor- me dijo, desde la cama.
Estaba convencido de que iba a cometer el gran error de mi vida. Pero no se lo podía negar. Antes o después, encontraría a alguien del que se enamoraría, aquello acabaría.
Me levanté del sillón, en el que estaba sentado, y me dirigí a la cama. Cuando estuve cerca, ella se incorporó, se acercó a mí, me sacó por la cabeza, la camiseta del pijama. Contempló mi pecho. Lo acarició. Lo recorrió con sus labios. Me miró a los ojos. Su mirada era una súplica ardiente. Nos fundimos en un beso salvaje y apasionado. Noté como la polla se me ponía erecta y dura. Ella metió la mano bajo del pantalón de mi pijama, y la agarró. Sentí un estremecimiento. Me bajó los pantalones y acercó sus labios a mi pene. Ya no había vuelta a atrás, aquello iba a pasar. Cuando introdujo mi pene en su boca, sentí que iba a estallar. No podía contenerme. Había estado mucho tiempo sin una mujer. Empecé a moverme rítmicamente, con delirio. Literalmente, le follé la boca, y me corrí dentro de ella.
Ella sonrío, como si fuera la vencedora de una batalla. Recorrí, con una pasión desbocada, todo su cuerpo con mis besos y caricias. Excité toda su piel. Metí mis dedos en su coño, rocé su clítoris, y ella lanzó un gemido de placer. Busqué, en el cajón de la mesita de noche, un preservativo, me lo puse, y la follé con una pasión desenfrenada.
Permanecimos toda la noche abrazados. Ella se durmió. En su rostro había una expresión de paz y de felicidad, que me conmovía. Yo no pude dormir en toda la noche. Seguía pensando que acababa de cometer el gran error de mi vida.
invitado-Weed 09-10-2015 04:57:12
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Muy corto, tenes que agregar mas detalles.