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Vicente ni siquiera ahora sabía con precisión qué hacer. En comparación con sus usuales especulaciones amatorias, este era un compromiso importante y serio. Ignoraba cuanto había de por medio y hasta dónde tendría que llegar para obtener lo que hubiese de obtener… se creía con posibilidades. Estos pensamientos, al contener su júbilo, impartían a su tono una sobriedad muy acorde con las circunstancias.
—¿Adónde quieres ir Verónica? –inquirió con voz suave.
—¡No me lo preguntes! He venido a pasar aquí el fin de semana, eres tú el que debes decidir que enséñame de tu pueblo.
Vicente dedujo que estaba muy excitada pero muy contenta de volverlo a ver. Se había quedado silenciosa a su lado por un momento y luego, de repente, hizo algo que él jamás hubiera esperado: deslizó la mano bajo su brazo.
—El temario ha sido duro, pero ya estamos en el último trabajo de final de carrera, por fin se ha terminado —dijo Verónica.
—Sí, son sensaciones inherentes a la satisfacción de una labor formacional para desempeñar en una labor, Verónica.
—Tu siempre con ese lenguaje tan elegante, y eso que te quejabas de que eras de pueblo, por cierto dime Vero.
—Para mí era muy importante tener unos estudios, la gente que los tiene se diferencia al resto, todos mis amigos trabajan, ya bien en la obra, en supermercados o gasolineras; yo quería otros parámetros culturales, Vero.
—¡Eres un valiente, no cabe duda!
—El éxito se basa en eso, a los que arriesgan con una formación sólida —dijo en tono decidido y algo altivo.
Por miedo a aventurar su inteligencia por caminos en los que su natural no alcanzase para guiarlo, Vicente desplazo su mente con resolución, todas sus suposiciones, conjeturas y teorías. Tenía allí a Vero, entregada por completo a él, la había impresionado y esa era la consideración principal.
En las paredes no había nada más que el ladrillo visto, una superficie rojo sangre, manchada con chorreaduras de cemento cola. En dicha pared se alzaba un andamio estaba Marcos, alias el cara cortada sosteniendo entre sus manos una radial Makita. Vestido con pantalones de trabajo de diversos bolsillos y camiseta sin mangas, sumergía sus brazos en el boquete abierto en la pared, era un trabajo que requería una media hora, por eso él lo había terminado en veinte minutos.
—¡Dile al hijo puta de la hormigonera que se dé prisa, es un puto vago! Marcos.
—¡Estoy cansado que me exploten como a un puto negro, no me toquéis los cojones —grito el de la hormigonera.
—¡Me cago en la puta madre que te pario, a rapar como todos, puto imbécil si no te gusta vas al encargado de la obra! —dijo a grito pelado el otro.
—¡Cuidado, al loro cara cortada, ahí viene la biga, cógela, ponla como si fuera una polla y el agujero un coño ¡jajajaja!
Cara cortada debía su apodo a varios años atrás, en una obra ejecutada con cemento armado y varilla forjada de mallazo, utilizando en vertical y a contramano una amoladora angular BOSCH GWS 22-180, esa misma radial con una potencia absorbida de 2.200 watios y una velocidad de giro de 8.500 r,p.m su disco de 180 mm fue partido y alcanzada la mejilla de Marcos, en un corte limpio y largo. Por lo cual siempre lucía barba de una semana, lo que le daba ese aspecto rudo. Robusto de complexión y de altura considerable, junto a sus ojos negros, le daban ese aspecto insondable y caustico. Operario dedicado a la maquinaria manual debido a su carencia de manejar el sistema métrico a través del metro reglamentario y lo complicado de sumar más de tres cifras. Dividía su vida en tres estadios: la obra, su coche y las mujeres.
—¡Joder! Mira, cara cortada, lo que veo, el bobazo del Vicente haciendo de guía con una pava de la ostia, cago en la puta, el cagón ese…
—¡Conque lleva una piba el señorito remilgado! —exclamo otro.
—¡¡Tía buena!! ¡¡Maciza!! ¡¡Te hacía un favor, rubia!! ¡¡Vente al pub del rubio esta noche!! ¡¡¿Tienes quién te consuele?!! ¡¡No vayas con mentecatos gilipollas!! —gritaban a pleno pulmón.
—¡Qué vergüenza! —dijo Vicente mirando a Vero— que tengas que oír estos maleducados, voy a ponerles las cosas claras.
—No te preocupes, suele pasar —contesto ella en un ademán coqueto y estirado.
Con paso decidido Vicente entró en la obra encontrando a cara cortada en un rincón echando una generosa meada, el cual al verlo y subiéndose la cremallera de la bragueta le dijo:
—No sé… no sé… cómo no os da vergüenza, mostrar esa vulgaridad delante de… de…
—¿Qué pasa señor listillo, aún te crees que estamos en el instituto para hablarnos con tanto remilgo como un puto señorito de mierda? —dijo al mismo tiempo que abría una lata de cerveza con el cigarrillo entre los labios.
—Os comportáis... no sabéis…
—¡Oye! Puto maricón de mierda, si vienes con la rubia delante de la obra, ¿qué quieres? Tráela está noche al pub del rubio y te aseguro que me la tiro: le meto los veinte, por mi madre —dijo tocándose la bragueta y escupiendo delante de los pies de Vicente, por sus comisuras resbalaban restos de cerveza.
Con todo el enfado del mundo Vicente volvió hacía Vero.
—No hace falta que te discutas por mi…
—Es la degeneración de esta sociedad implícita en sector servicios lo que me…
—No divagues más, siempre con esa filosofía —dijo Vero y siempre mirando hacía el cara cortada que estaba de pie con mirada retadora. Incluso al empezar a andar le obsequio con un giro de caderas con pendulación de nalgas, el cual, dicha actitud no le pasó inadvertida.
—Por la vida de mi puta madre que si esta noche viene me la follo —dijo cara cortada al mismo tiempo que miraba sus compañeros.
—¡Cómo la del otro finde! ¿Me equivoco? —Dijo el compañero— anda que pronto nos dejaste al entrar la rockera esa. No tardasteis en dar un paseillo hasta el baño.
—¡Claro que me la tiré! ¿qué te crees? Me cepillé la tronca en el puto baño del pub. ¡Ostia puta consagrada, por quién me tomas!
Vicente y Vero iban caminando, era informada del periodo de que databa el pueblo, sus monumentos, en tono instructivo Vicente iba explicando los pormenores de la localidad.
—Esta noche hay un acontecimiento cultural en la pequeña biblioteca, te invito —dijo Vicente.
—Lo siento he quedado con Fabiola para esta noche, vamos a tomar algo, ella lleva una semana por aquí en casa de su tía, y no puedo negarme ya que me han invitado y me dan alojamiento este fin de semana.
—Ella ya lleva una semana, tu aún no has visto... es más, ella puede venir, no le vendrá mal para su cátedra de música renacentista.
—No te creas, quiere desconectar, incluso el sábado pasado fue a un concierto de rock local.
—Si eso era de interés nulo, son simples aficionados vagos y porreros los de este grupo. Además, ¿no querían ir a vivir juntos con su novio, ahora que ya es abogado?
—Pues ya ves, no todo tienen que ser virtuosos de la música clásica y no sé, que tiene que ver el novio en todo eso, por qué no puede ir a un concierto sin él —dijo casi en tono de reproche.
—Bueno, perdona… no quería…aunque aquí para tomar algo solo está el pub ese hortera… no te gustara… y no quiero ser…
—No te preocupes por eso, hay que verlo todo desde el prisma y en el contexto que le corresponde —dijo Vero convencida.
Era uno de esos días en los que la belleza temerosa del pueblo parece desvelarse, uno de esos días en que la ligera brisa barre las calles crepitando como una vela tensa y entonces ese pueblo adquiere una extrema nitidez, con unos perfiles muy marcados, como una fotografía muy contrastada.
Vicente al dejar a Vero se quedó unos segundos pensativo, con un gesto casi desesperado. No había para menos, en pocos minutos se le había hundido su ilusión. Y en ese momento le volvió a la mente las palabras tajantes de cara marcada “le meto los veinte“.
Ya habían pasado bastante horas desde que había dejado esa tarde a Vero, había dado vueltas por el pueblo, la biblioteca, el pequeño cine, algún que otro bar decente, solo le cabía en la cabeza que pudieran haberse ido junto con su amiga al andrajoso local del rubio, encontró de pronto su destino final en dicho lugar, mal que le pesara. Miro el destartalado cartel de neón, avanzo unos pasos y comenzó a adentrarse en el local. Al entrar se habían accionado en su mecanismo reflexiones que en modo alguno se habría formulado de haber Vero aceptado su invitación para esa noche. Se detuvo frente a la barra. Más que recordar sus visitas al pub, lo que mejor recordó fue el comentario de esa misma tarde “le meto los veinte“ ya que cara cortada era un habitual.
—Vaya, quién tenemos aquí —dijo en voz alta el estrambótico camarero— desde luego hacía tiempo que no te veía.
—Bueno, es que con los estudios en la ciudad, se hace un poco complicado…
—Ya serás al menos ministro, eras un empollón de cojones —dijo riendo sarcásticamente y mirando a los otros dos que estaban en la barra.
—Ya nos han contado la bienvenida que os dieron la peña en la obra —dijo uno de ellos.
—Vaya jaca, y esa amiga de la pequeñaja tetona que vino por aquí —dijo otro.
—No sabía que… la conocierais a la Fabiola —dijo sorprendido Vicente.
—Estás demasiado concentrado en los libracos, algunos tuvieron el gusto de conocerla, eh peña ¡jajajaja! —contesto el camarero.
—Eso díselo al cara cortada ¡jajajaja! —dijo otro.
En aquel momento, mientras Vicente recordaba el incidente de la obra y a medida que pasaban los segundos y aguantaba la risa histriónica del grupillo le volvía venir a la mente “le meto los veinte“. Se daba cuenta de que ante el desconocimiento de dicha circunstancia solo le venía a la mente la Fabiola de la Universidad, con su violonchelo a cuestas siempre y que lo demás pertenecía al reino confuso de la nebulosa en la que se mueve mucho la imaginación.
—El hijo puta se la entroncó en los lavabos, los berridos se oían desde aquí, qué grande y cabronazo el cara cortada. Después le dijo a Gazapo Silvero si la quería acompañar a casa de su tía, que él, en su buga tuneado apenas llevaba gasofa —dijo uno de ellos mirando a Vicente.
—Yo… ya… no… ni sé quién ese… no os entiendo… —dijo confuso Vicente al mismo tiempo que pensaba “le meto los veinte“.
—Tú eres idiota o qué… se la folló, encima tiene ese nuevo amigo suyo, el Gazapo, que va de oportunista, ya que le suministra la carburación necesaria para que su coche metralle como un cohete y le deja las pavas usadas —dijo enfáticamente otro.
—Sí, le dicen el abreculos, le gusta encular la hostia, dice que prefiere una buena enculada a tres vaginales —dijo el estrambótico camarero.
—Ese lo que tiene es palique, no te lo creas —contesto uno de ellos.
— Se de buena tinta que a la Merche, la de correos; Magda la pechugona; Cris, de la mercería; Fina la chula; Rosa, la petarda; Toñi, la de la cafetería y la amiguita de la ciudad de nuestro Vicente las remato en enculada —dijo en tono convencido el estrambótico camarero.
—Y todo eso... cara cortada… — dijo dubitativo Vicente mientras pensaba las palabras “le meto los veinte”.
—Si en lo que va de año la Merche, la de correos; Magda la pechugona; Cris, de la mercería; Fina la chula; Rosa, la petarda; Toñi, la de la cafetería; Susana del lavadero; La madre soltera Patri; María la cocinera; Micaela del pueblo vecino; Olga del pueblo vecino; Nerea que viene a temporadas; Adela; Bárbara la jamona; Carlota del centro cultural y, la amiga de tu amiga de la ciudad —dijo en tono triunfante el estrambótico camarero.
Vicente, miraba y escuchaba queriendo creer que todo aquello era tan irreal como una pesadilla, al mismo tiempo que pensaba las palabras “le meto los veinte“.
Cara cortada era sinónimo de poderío varonil, dotado de un potencial de veinte centímetros de órgano viril, alardeaba de ello y cada vez que se percataba de alguna chica guapa y de buen cuerpo le sobrevenía ese sentimiento de pertenencia. No dudaba, iba a por todas. Y en efecto, con Fabiola conecto rápido, esa misma noche entro sola y alegre, muy suelta, muslona y bajita, pero compacta, de pechos generosos, un trasero de media envergadura, con su pelo largo rizado; llevaba falda por encima de las rodillas, con una camiseta de los AC/DC. Se dedicó a beber chupitos junto a cara cortada y poco después era llevada al lavabo de hombres. Cara cortado habiendo hecho una catalogación de calidad del uno al cinco de Fabiola y habiéndola catalogada en un 2’ 23 opto por una jodienda rápida, sin complicaciones de preliminares, la dificultad del espacio que presentaba el lugar daba tres opciones: taza del inodoro y ella encima; apoyada ella en la taza del inodoro y el de espaldas en cuatro o en volandas, el de pie y ella encima. Decidió esta última y en una bajada de pantalones con el empalme ya confirmado la cogió y la levanto 8’35 cm. encima de su glande para después dejarla caer desde esa altura sobre pene, el cual se incrustó en la vagina sin siquiera retirar el tanga de hilo. Fabiola emitió un quejido de gozo, había coronado la cima, el cara cortada la impulsaba arriba y abajo, las pequeñas piernas de ella se entrelazaban sobre la espalda de él, el pene se sumergía una y otra vez en el coño de abajo arriba; ella le arañaba, daba golpes de galope al vuelo. Al intentar subir la cima ella sola, no acababa de encontrar el ritmo adecuado cuando ella iniciaba los movimientos pélvicos. A cara cortada le indigno esa falta de ritmo y estoicamente remacho con sus manos el culo de ella y lo hizo subir y bajar de forma frenética. No tardo el cara cortada en notar derrame de líquidos en toda la parte de su tronco. Fue así como tuvo lugar la apoteosis del orgasmo: bufidos, gemidos, unos me vengo… me vengo… me vengo… por parte de ella y un ronco gemido gutural profundo señal de descarga de cara cortada. Quedando ella todavía encima, los restos de lefa goteaban en suelo. Los veinte habían sido metidos.
Vicente pensó que siempre se aprende algo de estas experiencias, pero no esperaba que esto sucediera, una derrota que al principio ni él era capaz de vislumbrar. Y le volvió una vez más el pensamiento a “le meto los veinte“.
En estas divagaciones estaba cuando aparecieron por la puerta de la entrada un pequeño grupito entre los cuales se encontraba Fabiola, que en un deje entre lo ausente y lo decidida ni siquiera le saludo.
—Hostia puta, el derrape del buga de cara cortada ha sido impresionante, le ha ganado al rebufo —dijo uno.
—Sí, el gazapo le prepara la máquina de la puta hostia, en arrancada y con el ensamblaje de la carburación tira como un puto avión —contesto otro.
—¿Qué pasa peña, tan animados? —pregunto el histriónico camarero.
— Hemos estado en la carretera vieja, cara cortada con los de la peña del Bernal competían entre ellos, el puto cara cortada es la reputa hostia, se los ha llevado de calle, hijo de la gran puta —contesto el otro.
—Será para impresionar a las chicas de ciudad, sobre todo esa rubia de piernas largas y pechos de maniquí —dijo el camarero mientras miraba sarcástico a Vicente.
—No veas, han estado bebiendo allá con nosotros, cara cortada le tenía ganas a la rubiaca, no la dejaba de vista, nada más terminar con las carreras la ha montado en el buga y han hecho un “ atajo cubero” —contesto el otro.
—¿Qué es… eso… atajo cubero? —dijo Vicente con voz temblorosa y siempre teniendo en mente las palabras “te meto los veinte”.
—Atajo cubero —dijo uno en tono didáctico— es llevarse una tía al momento y soplársela donde se pueda, el cara cortada es un especialista en esta modalidad, es un poco un polvo a escape.
—Se la ha jalado al lado del río, al venir con la moto hemos podido ver como le aplicaba una soberana monta.
Ya no era una evidencia era una realidad: LOS VEINTE HABÍAN SIDO METIDOS. Nada más terminar la carrera montó en su buga 18 válvulas a Vero, acelero de forma brutal y decidida, Marlboro rojo en la boca y con su mirada de soslayo a través de sus rayban y su bragueta abultada, no tardando en contravolantar en un pequeño camino al lado del río. Una vez allí, con su mirada liquida penetrante morreo a Vero, al mismo tiempo que le bajaba los jeans y tiraba de su camiseta; el cuerpo de ella parecía de cera, blancura nuclear; no tardo en bajarse los pantalones ponerla de rodillas e incrustarle todo el rabazo en la boca sensual de ella. A duras penas podía tragarla, por su parte él se regodeaba en su triunfo:
—¿En la ciudad tenéis estas pollas? Traga, traga, flípala ¿cómo, ya quieres que te la meta? Espera, espera niña… lame el tronco de arriba abajo so putanga… así, así, así, así… oh, oh, oh… Túmbate ya y destangate, con ese coño que parece de niña…
Una vez tendida en el suelo le aplico un cunnilingus baboso de arriba abajo, ella por su parte gozaba. Cara cortada se incorporó y cipote en mano se lo incrusto hasta medio tranca.
—¿Quieres más puta? La quieres flipar toda ehhh. Todas parecéis remilgadas, pero en el fondo eres una guarra.
—¡Siiiii! Dámela ya, métemela toda, por Diosss, la quiero ya toda.
Bombeos sonoros empezaron a oírse, el mete saca había empezado: ritmo, velocidad, potencia hicieron el resto. Vero tenía el coño encharcado se había venido de forma abundante. Cara cortada saco su polla y empezó a deslefar de forma generosa salpicando los pechos y parte de la cara…
Vicente nunca había visto a Vero tan desaliñada —despeinada, ojos ausentes, jeans mal colocados, camiseta con evidentes manchas—. Habían terminado de entrar, nada más llegar cara cortada se acercó al grupito.
—Hostia puta, cara cortada, la rubiaca está algo decaída por lo que veo, ya se le ha pasado el subidón de la cerveza —dijo uno riendo jocosamente.
—¿Qué quieres ? Está recién follada, hace veinte minutos que me la he calzado —dijo al mismo tiempo que miraba a Vicente, el cual el ver el sufrimiento mental a que era sometido le producía un enorme placer interior a cara cortada.
Vero en estado de ausencia, ante Vicente tomó algunas cervezas con otro grupito, y en un momento dado cuchicheaba con cara cortada. Al acecho estaba Gazapo Silvero, el cual tuvo algunas palabras con cara cortada.
—Ese carburador en V ha trallado la hostia puta, enhorabuena, eres único preparando motores —dijo cara cortada—. Sabes, no llevo apenas gasofa, la piba de la ciudad quiere irse, si me hacías el favor de llevarla —dijo guiñando al mismo tiempo un ojo.
—Encantado, será un placer, ¿tengo posibilidades? Mi intención es hacer un atajo cubero en el camino.
—Está en trance, aún no se ha repuesto; a por ella, lo vale —dijo cara cortada.
Gazapo Silvero conducía con Vero al lado somnolienta, erróneamente se le atribuía a Fabiola en sus logros, nada más lejos, la semana pasada, Fabiola, quedo dormida truncando el plan.
Gazapo Silvero era bajo, también lo separaban 4 cm. de polla en comparación a cara cortada. Preparador de carburadores en V había hecho amistad con cara cortada. Su condición de ex gay pasivo le daba el sobrenombre del abreculos. Su dotada habilidad para encular era asombrosa, adoptando un estilo directo y contundente. Como buen ex gay pasivo adoraba los culos, los apreciaba más que los coños. Siempre tenía a punto la vaselina. En el asiento de al lado, tenía a una buena hembra, por eso antes de llegar al lugar que debía dejarla se paró con la excusa de fumar un porro de calidad superior, a lo cual Vero acepto compartiendo canuto…
Todo paso rápido, solo mantener la imagen en pause y recopilar a partir del momento en que Vero se encontraba sin pantalones en posición de perrito enfrente del auto con las luces encendidas ya que Gazapo no quería perderse detalle y necesitaba la luminosidad de esos potentes faros alógenos, era la postura favorita de Gazapo, por su control sobre tal culo. Empezó con un sondeo visual al conducto anal —Vero se encontraba en esa fase en que la marihuana produce esa laxitud y ausencia de la realidad, con esa sensación que estuviera flotando, los ruidos y el mundo le parecían lejanos—. Con sus manos entreabrió las nalgas y a juzgar por lo que veía se encontraba en apariencia ante un ojete sin estrenar. Rápido y ágil con los pulgares extendió las nalgas al límite quedando a la vista el ano pulido en todo su esplendor. Empezó a relamerlo y chupetearlo por los lados terminando por sumergir la lengua en el orificio, lo hacía a fondo, hasta donde le llegaba el vértice de la lengua. Por su parte Vero en estado hipnótico expulsaba escuetos susurros. Gazapo con su verga enrabada cogió su lubricante (durex gel intense orgasmic de 10 ml) y aplico sobre la zona anal una generosa cantidad. Al primer contacto ella sintió esa sensación fría seguida de una ligera molestia que no era otra cosa que la introducción del dedo índice. Sintiéndose algo incomoda emitió leves quejas; Gazapo, viendo esta indecisión de ella decidió ejecutar lo antes posible la maniobra de avance de inserción. Embadurno su tronco de lubricante e inició el avance, encontrándose con la dificultad de la alineación de su polla para con el culo — Al ser ella de estatura más alta la polla quedaba en unos cinco centímetros más baja, siempre con la posición de Gazapo arrodillado — por esa razón y por su experiencia siempre utilizaba la opción de colocarse detrás a horcajadas adoptando la posición de la rana saltarina. Y así, en ese orden de ideas, ya colocado a media horcajada y quedando su polla diez centímetros más arriba, bajándosela con una mano con el estilo que le caracterizaba introdujo en primera instancia el glande.
—¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! ¿Qué coño haces? Para… ¡para ya! ¡No! ¡Por ahí no!
—Relájate coño, déjate llevar… lo tienes cerrado —dijo Gazapo
Dio otro empuje hasta medio tronco y la dejo un rato, era experimentado y le gustaba ver la reacción de esa primera tirada inicial de arranque.
—¡gr…! ¡gr…! ¡ufff! ¡no! ¡no!
Gazapo al ver la incertidumbre de Vero opto por la vía rápida, su experiencia le había enseñado que ante la vacilación la mejor opción era la conclusión definitiva. Con ese argumento aprendido, pisó fuerte el suelo y afianció su postura, y con su tranca metida a medio tronco se dejó caer con su pelvis en caída libre hasta el fondo. Una vez empotrada toda su polla y con esa autoridad que le daba la ocasión:
—¡Empieza el baile nena! Haberlo pensado antes.
La sacó y volvió a meterla un total de tres veces de forma lenta pero contundente, era la vuelta de reconocimiento, para después pasar a mete sacas contundentes ¡cataplam! ¡cataplan! ¡plof! ¡chof! ¡chof! Su delirio rozaba la locura, sus golpes pélvicos impulsaban su miembro hasta el fondo, el conducto era ensanchado a base de polla. Quejidos y gritos por parte de ella.
—¡Toma! ¡toma! Por puta, ya podrás decir que fuiste enculada por primera vez en este pueblo por Gazapo.
Sus movimientos se hicieron más compulsivos, el ritmo era acompasado, técnico, directo, perpendicular con bombeos decisivos; la corrida no tardó en llegar, fue interna, incluso con la lefa dentro continuó metiendo y sacando, su tronco salía empapado de lefa, el ano se contraía y agrandaba, se apartó y quedo tendido, por su parte ella se dejó caer a su lado. En un alarde de intromisión masculina le dijo: “ya tienes el culo operativo”.
El lunes siguiente Vicente era despedido por sus padres, iba a buscar ese título universitario tan añorado, antes recibió un sabio consejo de su padre: “Toma muestra de la gente de la ciudad”. A no mucha distancia de allí, justo al lado de la farmacia, cara cortada ya conectaba su radial a la corriente eléctrica para acometer la jornada laboral. Por otra parte Gazapo tomaba su café matutino en el pub del rubio con el rocambolesco camarero.
—Entonces este finde ha habido dos atajos cuberos, sois la rehostia consagrada, ¿triunfaste con la morra del cara cortada?
—Sí, cayó, fue gozada al lado del río, como siempre —contesto Gazapo.
—Doy por descontado que fue…
—Sí, enculada.
—¿Y…?
—Debuto, era un culo sin estrenar, lo ataque con decisión como es obvio —dijo Gazapo.
—¿Dio la talla? ¿le costó?
—Bueno, es diferente que con los tíos, los cuales, los pasivos, solo tienen ese conducto de gozo y siempre son culos más acostumbrados, deben atacarse desde otra perspectiva, desde mi condición de ex gay activo la experiencia me ha enseñado que se debe obrar con rapidez y solvencia, cosa que se hizo, y como le deje claro ya tiene “el conducto operativo” siempre y cuando sepa usarlo. Pero destaco las sensaciones que produce reventar un culazo de hembra por primera vez —dijo Gazapo en tono didáctico y erudito.
Vero, sentada junto a Fabiola tras la ventanilla del autobús vio como dejaban atrás el letrero de BIENVENIDOS A CUBERO y al mismo tiempo no dejaba de pensar una y otra vez en las palabras de Gazapo Silvero YA TIENES EL CULO OPERATIVO.
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