Capítulo 22 - Y otra vez Berlín. Compromiso de bodas.
En el verano de 1972 estuve en mi Venezuela luego de más de 4 años de ausencia. Me reuní con algunos de mis ex compañeros de colegio y celebré con ellos ese encuentro maravillosamente. Al regresar en la residencia se hablaba mucho sobre el próximo compromiso de bodas entre Rabi y su cegatona Uschi. Sin lentes era una ciega total, y además eran oscuros por lo que no tenía un aspecto muy seductor, mas ello no le importaba nada al Rabi porque él se lo pasaba todo el día en peda, nunca iba a las clases del tecnológico porque debía recuperarse en las mañanas del trajín nocturno. Se levantaba, acicalaba, iba al comedor del instituto, comía algo allí y se largaba a la ciudad para proseguir con su juerga. En las tardes le llegaba su Uschi, y allí se encerraba a coger a la cándida cegatona que sólo mugía ante el empuje del rabino coloniense. Ello causaba mucha diversión a todos los otros habitantes del piso, pues cuando ellos retornaban de sus clases, entonces se hallaban con ese espectáculo a ciegas porque no se veía nada, pero se oía y escuchaba el chirrear de los resortes, así como los gemidos de Uschi y los bufidos del Rabi, y hasta una cadena de muy sonoros pedos del coloniense que no se dominaba debido a la cantidad de etil en su cuerpo. Muy divertido era escuchar tras su puerta.
Todo ello -la pedorrea y la caña-, sin embargo, no fue problema para que Uschi se dejase seducir y anunciase a los cuatro vientos que se comprometería con su Rabi; muy feliz se veía aquella tarde en el sótano nuestro proclamando ese gran hecho muy próximo, pues querían aprovechar los últimos suspiros del verano para organizar la fiesta en el patio de la residencia. Ella se encargó, junto con sus padres, de organizar los detalles del gran festejo por venir. Y se corrió la voz por toda nuestra morada: <
>. Qué alegría para todos nosotros porque contratarían un camión tanque con cerveza, así como mucha comida por parte suya y de los invitados que aportarían algo de su propia culinaria, entre ellos nos encontrábamos el tico Rafael, los griegos y mi persona por pedido personal de la pareja, en especial del rabino, ya que él conocía muy bien nuestra culinaria por degustaciones anteriores en nuestra cocina, y le había gustado mucho.
Se llegó ese día anunciado por la pareja, y lo recibimos con bastante alegría porque podríamos celebrar a tambor y timbal. Un acordeón lanzó su música para iniciar un vals alegre, las parejas y no parejas se levantaron de sus asientos para moverse al compás de la música vienesa; los padres de ambos se sentaban aristocráticamente en sus mesas mientras observaban a los invitados que danzaban muy acompasadamente, según los orientaban las notas del acordeonista. Así se iniciaba aquella fiesta de compromiso matrimonial en ese verano ya feneciente. El carro tanque con cerveza en el patio abastecía a los invitados de forma explícita y amplia. La pareja se sentaba en el otro extremo cuchicheando entretenidamente porque Uschi no se cansaba de manosear por debajo de la mesa a su Rabi; él no tenía rollo con el manoseo de ella, pues él se dedicaba a hacer desfallecer cualquier cantidad de botellas contenedoras de zumo lupúlico. Bromeaban y reían sobre el futuro que les esperaba mientras Uschi tocaba intensamente a su Rabi; él se dejaba hacer sin protestar ni piar, sólo se dedicaba a vaciar botellas de cerveza y a comer como un peregrino recién llegado de los desiertos árabes luego de haber visitado todas las reliquias egipcias dejadas como recuerdo por los faraones y las faraonas. -"Uschi, Uschi, tesorito mío, dame otra cervecita porque me muero de sed; ugh, glups. No importa, otra más, por ti y por nosotros, salud"-. Y luego un estruendoso pedo del novio Rabi. Ja, ja, ja.
En una esquina habían colocado una mesa grande con diferentes comidas y platos para los diferentes gustos como ensalada de papas, salchichas cocidas y asadas, milanesas, papas fritas y salteadas, albóndigas alemanas, ensaladas de verduras, es decir, un sin fin de viandas sencillas pero muy apetitosas. Nosotros aprovechábamos de la lujuriosa cantidad allí disponible para hartarnos de comida y pasarla con cerveza o alguno de los vinos engarrafados en sendas botellas de 5 litros; una verdadera bacanal. La mamá de Rabi se encargaba de que éste comiese debidamente porque él se dedicaba únicamente a bajarse los vasos con cerveza y hasta los mezclaba con vino para darle más efectividad a la etílica bomba de tiempo. Aquella tarde yo había invitado a la maestra Berbel porque la Muñequita se había ido a su pueblo como lo hacía todos los fines de semana y yo precisaba de compañía femenina para olvidarme de los estudios. La maestra bailaba con todos los que la invitaban, en especial los griegos quienes se alternaban para danzar con ella, de vez en cuando se me acercaba para que la acompañase, entonces la complacía para placer de ambos, pues aquel día estaba muy coqueta y lanzada; observadora como lo era, me comentaba entre dientes y al oído sobre el comportamiento de Rabi que no paraba de meterse cualquier cantidad de caña: -"ji, ji, ji, sabes, Rabi no va a ver el atardecer de hoy, la Uschi sólo va a disfrutar con sus ronquidos y sus pedos, no la cogerá, ji, ji, ji; míralo, ¿cuántas cervezas se ha bebido ya?, increíble su sed"-. La verdad era que Rabi no le paraba bolas a la chica suya dedicándose solamente a beber y engullir lo que su mamá le traía y servía, parecía frustrado, incluso hastiado; pero hambriento y sobre todo sediento.
La tarde comenzaba a desaparecer bajo un crepúsculo rojizo como dándole un adiós al verano ya feneciente y dejándose arrobar por una temperatura agradable que nos acariciaba a través del viento lento que batía las copas de los árboles circundantes al patio de nuestra residencia. Rafael tortoleaba con su Gisela, Jürgen y Daniella discutían, Detlef con su Brigitte degustaban los platos; y Rabi se enchufaba los vasos de cerveza sin perdón. El camión con el tanque de cerveza no daba abasto ante tanta demanda por parte de los participantes. Sí, sí. Los padres de la pareja habían contratado un camión repartidor de cerveza que portaba un tanque con una cantidad abismal de ese líquido; o sea que podías beber gratis hasta caerte de la pea, tal como sucedió con algunos.
Nuevamente empezaron los valses alemanes para beneplácito de ellos; Uschi se levanta y hala a Rabi para que baile con ella por lo menos un rato, pues hasta el momento se había limitado únicamente a beber caña. Ella lo logra convencer con sus arrumacos y salen a la burda pista del patio con piso de ladrillo, Rabi se bambolea debido a la carga de alcohol que ya lleva en su cuerpo, Uschi lo sostiene para que no se resbale. De repente se oye un alarido: -"no, no Rafael, ¿qué haces?"-. El tico se había acurrucado debajo de la manguera del tanque de cerveza al tiempo que había abierto la llave para ducharse. Su Gisela trataba de halarlo pero él era muy fortachón y no se dejaba sacar de su placer que era bañarse en caña; el tico reía feliz y la espuma etílica lo convertía en una blanca pompita mientras soltaba una sonora carcajada que se esparcía por doquier.
Todos observábamos divertidos la presentación del tico Rafael y la desesperación de su Gisela que no hallaba la forma para sacarlo de esa ducha etílicamente espumosa haciéndolo parecer a un gorila albino que danza acurrucado cuando le traen su alimento. Lo único que faltaba era que hubiese comenzado a caminar gorilescamente bajo el chorro que le bañaba su frente, el resto le era igual. Ella, Gisela, no se atrevía a intervenir para no convertirse en una víctima más del baño. Rafael reía como un autómata. Una vez que se sintió hartó, por fuera y dentro, decidió salir de allí. Se irguió carcajeándose al tiempo que sus zapatos lanzaban espuma al caminar: <>, se oía a cada paso suyo. Gisela se quejaba: -"Osito, ¿qué haces?"-. Él no se dejaba influir y continuaba luciendo su espumoso disfraz. Todos reíamos a carcajada batiente su osadía. De repente se oye un alarido. -"Uuuhy, qué horrible; ¿cómo es posible?. Uuuhy, qué cochinada"-. Gisela, la amiga de Rafael, cambiaba la vista para que nos fijásemos en lo que sucedía en el otro lado del patio. Qué escena tan tétrica se nos brindaba allí.
Rabi se aferraba con su mano izquierda a un árbol para no caerse y con la otra sostenía su masculinidad para deshacerse del líquido que le torturaba su próstata; de sus intestinos se escapaban sonoros sonidos nauseabundos que se semejaban a la tronera de un preámbulo de aguacero acompañados de cortas regurguitaciones indicadoras de que su estómago también estaba pronto a devolver toda la cantidad de comida que su señora madre le había embutido. Él meaba, pedorreaba y regurgitaba. Ja, ja. Uschi empezó a protestar por la presentación de Rabi, sus protestas se iban convirtiendo en quejas lacrimosas: -"Helmut, ¿por qué haces eso?, pórtate bien. Buahh, snif, snif, buahh"-.
Rabi no le paraba bolas y seguía con su espectáculo de pedos, meados y regurgitaciones. Nos olvidamos de Rafael con su baño espumoso para concentrarnos a ver el drama de Uschi con su <> Rabi. Ja, ja, ja, ja. Su mamá trataba de acercársele pero era imposible, pues él giraba hacia un lado y otro lanzando su chorro creando a su alrededor un muro líquido; su rostro perdía color destacando así su barba. La dirección de su meada se extraviaba a cada lerdo movimiento suyo, de pronto echó a caminar simiescamente sosteniendo su masculinidad convertida en manguera apaga incendios, murmuró nervioso: -"te, te, tengo hambre, quiero albóndigas"-. Su chorro se dirigió exactamente hacia la bandeja portadora de las albóndigas y un alarido de sorpresa mezclado con asco se oyó por todo el patio de la residencia: -"bah, qué cerdo"-. Él no se percataba del desastre, Uschi lloriqueaba quejumbrosa, su mamá trataba por todos los medios a su alcance de dominar la situación, pero le era imposible debido al avanzado estado de beodez de Rabi.
Berbel se escondía detrás mío refregándome sus senos contra mi espalda mientras que con una mano recorría mi pecho dejándola bajar hasta mi vientre bajo para comprobar si estaba excitado con su presencia, al tiempo se burlaba silenciosamente de la pobre Uschi quien ya se había resignado sin saber que faltaba aún una parte de la escena. Rabi pudo por fin guardar su instrumento masculino y se lanzó a la mesa para tratar de comer; una mano suya cayó directa sobre la bandeja con la ensalada de papas, la cerró y la alzó para atarugarse, pero en ese preciso instante sucedió que su estómago se negó a aceptar más alimento y devolvió la carga ya almacenada allí; de su boca se escurrió una masa blancuzca con ribetes amarillentos y pedazos oscuros, era la ensalada con albóndigas que su mamá le había embutido rato atrás. Un calambre estomacal le hizo doblar su torso cayendo de cabeza sobre la mesa enterrando su luenga barba en las bandejas con las ensaladas, resopló como hipopótamo sumergido en el Nilo levantando espesas burbujas de la mayonesa. En su afán por aferrarse a algo, tomó con sus manos el mantel halándolo, así cayeron algunos de los platos al piso junto con él ocasionando un ruido descomunal; su camisa y pantalón eran un mosaico de colores, sabores y pegostones de los alimentos que se habían adherido a su cuerpo; de su bragueta abierta trataba de extraer su miembro para seguir meando, su mano extraviada no atinaba a hallar su objetivo y entonces se vio como su pantalón se humedeció abundantemente mientras con la otra mano recogía los restos alimenticios pegados a sus ropas para introducírselos en su boca. Uschi se levantó de su mesa gritando: -"me divorcio ya, me divorcio ya; buah, snif, snif, snif, buah; Helmut, eres un cerdo, buah, buah, buah; me voy de aquí"-. Rabi, sin saber qué sucedía, reprochaba amargo a los presentes: -"¿nunca han visto a un hombre meando y vomitando?. Rafael, Rafael ven a bailar"-.
Y ambos con su indumentaria especial bailaron una rumba famosa por esos años de Peret -La rumba del tracatra-; el tico espumeaba y Rabi repartía comida pestilente a cada vuelta suya.
Franz, Detlef y Jürgen tuvieron una idea genial. Conectaron la manguera en la llave del patio y apuntaron hacia los dos para bañarlos. Un aplauso y ovación se esparció entre los presentes; Jürgen tomó la manguera apuntando directamente hacia Rabi para deshacerlo de toda la comida y vomito que adornaban sus vestimentas, incluso cesó de bailar para que el gordo lo bañase, le caía bien la ducha fría, entonces pidió cerveza y más música para bailar con Uschi, pero ella ya se había largado, y para siempre, pues nunca más volvió a la residencia ni se dejó ver por los sitios que nosotros visitábamos. Rafael se unió a la ducha común porque le ardían los ojos debido a la cantidad de alcohol que se los azotaban; ambos reían perdidos en su jolgorio.
El conserje se hizo presente para saber quién recogería toda la cochinada allí extendida en el piso; los padres de Rabi tomaron la batuta de las acciones, ya que los padres de Uschi se habían largado con ella en señal de solidaridad paternal; Rabi y Rafael danzaban la rumba de Peret bajo la ducha que Jürgen les proporcionaba. Berbel observaba todo un poco alejada del sitio, yo no la perdía de vista y ella a mí tampoco, le hice señas para que se acercase, lo hizo contoneándose al compás de la melodía al tiempo que sostenía un vaso con limonada, me inquirió: -"¿qué quieres?"-, sonrió picarona. Le susurré a su oído que deseaba pasar la noche con ella, me haló hacia un lado respondiendo en el mismo tono: -"sí, pero vamos a mi apartamento, pues esta jarana no parará hoy y el ruido será grandioso; ahora vamos al sótano y bailamos un rato para entonarnos, ¿sí?, para que me acaricies mis nalgas y estreches mis tetas contra tu pecho, ji, ji; y sentir tu erección buscándome sin conseguirme, ji, ji, ji"-. Sí fue mi respuesta aprovechando para manosearla y aruñarla en su orondo trasero, ella protestó: -"atrevido; en público no, ji, ji, ji; espera que apaguen las luces y cierren las cortinas; deja ya de meterme tanta mano por todos lados; ven, vamos a bailar y luego nos largamos para que me disfrutes y yo gozar de tu rabote tan sabrosote que tienes para que me hagas ver estrellitas, ji, ji, ji, ji, será bien en mi casa, ji, ji"-.
Al bajar las escaleras para entrar al sótano nos alcanzó Rafael carcajeándose brutalmente y pidiendo paso: -"déjenme pasar, ja, ja; me tengo que duchar, ja, ja, ja, déjenme pasar"-. Se perdió. Vimos a una chica sola en la entrada, su desorientación era clara, buscaba a alguien que no estaba allí presente. Jürgen se le acercó para indagar qué quería saber, ella respondió medrosa: -"busco a Klaus, pero no sé el número de su habitación; ¿me lo podría decir?"-. Jürgen enarcó sus ojos mientras miraba de reojo a su Daniella, luego le aclaró a la chica: -"Klaus no está, se fue a Münster a visitar su familia y vuelve dentro de una semana; pero no importa, nosotros la invitamos a la fiesta; de todas formas si quiere cerciorarse de mis palabras puede subir al último piso a la derecha, número uno-cinco, o sea la primera del quinto piso. Pero él no está"-. La chica asintió silenciosa y se fue escaleras arriba buscando la habitación del Klaus. Berbel y yo nos perdimos en las nubes de humo reinantes en el sótano para bailar e irnos entonando para luego largarnos a su apartamento.
De repente se oyeron unos alaridos femeninos bastante lejanos: -"socorro, socorro, ayuda"-. Jürgen, Daniella salieron para ver de dónde venía la voz desesperada; yo corrí arrastrando de la mano a Berbel porque me olía que tendría que prestar ayuda otra vez, era una leve corazonada. Ellos subieron las escaleras porque creían que la voz venía del piso más alto, momentos luego se oyó la ronca voz, ella fumaba mucho, de Daniella llamándome: -"Arturo, ven pronto antes de que tu hermano cometa una barbaridad muy grande, apúrate"-. Mi corazón no me había traicionado, mi hermano costarricense estaba en líos. A grandes trancos escalé las gradas con la maestra siguiéndome con su risilla nerviosa; Jürgen y Daniella estaban parados a la entrada al piso gritando: -"Rafael, Rafael, pórtate bien, no como un vulgar y bruto cerdo"-. Berbel dejó escapar un aullido al ver la escena que se nos presentaba: -"ay, no es posible; y tan caballero que es cuando está en sano juicio"-. Yo no sabía si reír o regañarlo. La chica estaba contra la pared protegiéndose con su bolso; Rafael enfrente suyo trataba de acorralarla con la mano izquierda mientras que su mano derecha sostenía su erguida masculinidad apuntando hacia la chica al tiempo que le lanzaba frases tratando de convencerla de sus intenciones: -"mira, esto tan sabroso sólo para ti, únicamente para ti, lo tengo bien grueso y bastante cabezón, y echo mucha leche cuando me vengo, je, je, je; aprovecha que no está Klaus, pero estoy yo y con muchas ganas de rubia alemana con ojos azules y un culo bien paradito, je, je, je. Uhmm, déjame y te lo lambo con mi lengua para llenártelo con saliva y así te entre bien suavecito; uhy, que culito tan lindo el tuyo, para morirse en él; te quiero rubiecita, ven para que me lo chupes y después te lo siembro bien hondo; míralo bien. Uhm, I love you; je t´aime"-. La chica oteaba hacia el techo. Gisela se había ido a su casa debido a la borrachera del tico, pues se imaginaba que caería rendido debido al embate de la caña en su cuerpo.
Rafael se percató de la presencia nuestra y empezó a dudar de su cometido con la pobre chica, ojeaba hacia atrás para ver quiénes eran sus espectadores. Berbel era una mujer muy tranquila y antiparabólica, presta a las bromas y hasta dispuesta a compartir en fiestas en donde la distracción sexual era el objetivo principal, pero esa escena la enfureció un poco: -"Arturo, haz algo por la pobre chica; no vas a dejar que Rafael la viole aquí a plena luz; haz algo y pronto, bien pronto"-. Rafael no se percataba de nada, la chica sollozaba ante tal amenaza; afuera se había armado un barullo tremendo: -"¿ya la violaron?, ¿ya la cogieron?, ¿aún no?, ¿quién es?, ¿quién es?"-. Risas y más risas. No tuve necesidad de intervenir, pues Berbel se interpuso entre ambos mirando desafiante al tico, Jürgen lo sacó a empellones del piso llevándoselo a su cuarto mientras él se guardaba su arma masculina entre la bragueta de sus pantalones riéndose vulgar, mas quizás sin saber o estar consciente de lo sucedido; la chica salió en carrera loca probablemente embargada de vergüenza, furia y arrechera. El grupo de los curiosos se disolvió una vez que el espectáculo hubo finalizado, los retrasados se quejaban por habérselo perdido todo.
La Berbel me sacó de allí para que nos fuésemos a su apartamento para terminar la tarde allá: -"ven, vamos a mi casa, acá hay mucho desorden; fíjate, un borracho se vomita, mea, pedorrea y se masturba, su novia lo abandona in pso facto; otro se ducha con cerveza y luego quiere violar a esa chica linda de ojos azules y culo sabroso; y tú, tú me manoseas las nalgas y las tetas mientras bailamos y me estrechas tanto que ya me quieres envarar con ropa y todo. Y para que te calmes, pues entonces nos vamos ya a mi casa, ven"-. Me haló para que saliéramos de la residencia y así irnos a su covacha, la cual era muy agradable e incluso cómoda. En el camino quisimos entrar a la tasca de Zvonko, mas no fue posible porque estaba repleta y llena de humo, me consoló: -"no importa, en mi casa tengo vino, cerveza y té; sigamos"-. Y la seguí porque me haló nuevamente debido a su necesidad irrefrenable de querer ser poseída y penetrada en aquella tarde casi otoñal. Y la perseguí hasta que arribamos a su pequeño edificio: -"ya llegamos, y nadie nos podrá interrumpir porque estoy sola, la niña está con su abuela; apúrate, entra pronto, ji, ji, ji, ven torbellino caribeño, ven ya, no esperes más"-.
Su impaciencia se reflejaba en sus palabras y reacciones, quería estar a solas conmigo bastante pronto, así como mucho largo rato, o sea toda esa noche en que nos hallaríamos solitos los dos en su confortable alojamiento, me gustaba mucho su cómodo apartamento porque estaba cerca de mi casa y era muy agradable, hasta con bañera para dos personas, ideal para fornicar en el agua tibia durante la época otoñal e invernal. Su cantarina voz me sacó de mi ensimismamiento: -"ahora sí, ahora sí me puedes coger; y ahora sí puedes disfrutar de todo mi cuerpo, todo; ven torbellino caribeño, ven y fornícame; empieza por mi culo que tanto te place"-. La miré muy directa a sus ojos y comprendió mi inquietud, o se imaginó que deseaba algo especial, indagó nerviosa: -"¿qué quieres?, ¿no te gusta mi idea?, dime qué deseas en especial. Yo no soy como tus otras chicas que te leen los deseos de tus ojos, no soy vidente, pero si se puede te complazco porque sé que tienes mucha fantasía; dime tu deseo"-. Me le acerqué para susurrarle mi inquietud. Reaccionó irónica y comprensiva: -"¡ah!, ¿me quieres coger nadando?, ji, ji, ji; pues está bien, nos vamos a la bañera y cogemos allí, le ponemos bastante jabón y perfume para que no te quejes de que no estoy aseadita, ji, ji, ji, y así resbala mejor tu rabote entre mi carne; ven ya que estamos solos y podemos comportarnos libremente. Ven, desnúdate y ayúdame para que no nos perdamos un único minuto de la noche; apúrate"-.
Muy lentamente la fui deshaciendo de su indumentaria otoñal, ella, al igual que la Hermosura, llevaba casi siempre falda, ello me causaba muchos calorcitos porque su entrecruce de piernas era muy sensual, sabía muy bien que mis ojos se enterraban en sus piernas cuando se sentaba cruzándolas para mostrar sus blancuzcos muslos. Le solté el cierre y la alcé hacia arriba su falda en lugar de dejarla caer, luego la llevé a la silla cercana, ahora me concentré en su suéter de manga larga, también cayó en la silla, luego su sostén, entonces sus senos se bambolearon orondos al quedar libres de sus prisiones, un suave calor se alzó de allí, no me pude contener y me agaché para aprisionar uno por uno sus oscuros pezones entre mis labios, ello provocó candor en su persona: -"¡oh!, ¿qué me haces?, ¿tanto te gustan mis tetas?; sí, así, chúpamelas con ardor. Ah, qué lindo me haces, sigue, sigue, sigue"-. Y proseguí con mi tarea al tiempo que ella se encargaba de buscar con marcadas ansias mi cuerpo para hallar lo que más deseaba, se quejó: -"me tienes ya casi desnuda, y yo tengo que buscar todo entre tus ropas; mira tu bragueta ya toda llena de manchitas y hasta parece una casita de campaña, ji, ji, ji. ¡Ah, por fin!"-. Y el pantalón resbaló caderas abajo, nerviosa me arrancó el calzoncillo, y apareció mi masculinidad repleta y erecta para placer suyo, casi fiera gruñó: -"gr, qué ganas tengo hoy de ti y de este rabo tuyo tan sabroso, lo quiero sentir atrás, adelante y que me llene mi boca para chupártelo hasta hacerte eyacular y sorberme esa leche bien caliente; ven a la bañera ya, no esperemos más, ven, gr, ven"-.
Y abrió el grifo para que la bañera se llenase; al agacharse se me ofreció la perspectiva de su trasero repleto, no pude frenarme y mi mano derecha se posó en sus nalgas aprisionándole uno de sus cachetes, mis dedos se deslizaron y uno de ellos bajó por su ranura para entrar en su esfínter, ello la hizo reaccionar bruscamente: -"ay, no descarado, así no; me duele, bruto"-. Giró sobre sus talones mirándome directa y gruñó amenazante: -"¿quieres que te amarre los huevos con mi mano hasta hacerte chillar?, ¿sí?. Si no lo quieres, entonces domínate y no me metas el dedo allá atrás; insolente, descarado, atrevido, bruto. Ji, ji, ji, muah, mi culo te fascina, ¿verdad?"-. Tenía razón, siempre que la veía así desnuda se me desataba una furia tremenda porque me acordaba de las nalgas de la Hermosura. Con mi dedo aún incrustado en su esfínter se volvió a mí para insinuarme: -"vamos a la cama y te complazco, sácame el dedo de ahí y no hurgues más, ji, ji, ji. Ven, y después nos bañamos en la bañera; ahora quiero que me cojas y bien"-.
Una mano suya retiró la mía de su culo y la tomó para llevarme a su lecho, se tendió boca abajo sin soltarme, gruñó feroz: -"ahora sí, es todo tuyo, dámelo todo ya, grr"-. Su mano llevó mi miembro hasta colocarlo en su huequito ya húmedo por mi toqueteo anterior; yo me posicionaba a horcajadas sobre su cuerpo para dominarla, dejé que llevase y colocase mi pene a la entrada de su destino; se oyó un único sonido, era el chapoteo del glande entrando ya en su esfínter, me animó a su manera: -"sí, más, más, gr. Húndelo todo, todo; agh, torbellino caribeño, todo, métemelo todo"-. Así transcurrió aquella noche otoñal con esta maestrica ansiosa de ser fornicada ferozmente. Una noche inolvidable allá en Dortmund.
Último viaje a Berlín
Ya había cruzado la mitad del estudio en lo que a semestres se refiere, ahora estaba solamente a dos períodos para terminar ese estudio que yo tanto odiaba, pues no correspondía en absoluto a mi vocación, mas estaba allí embarcado en esa galera y no podía retroceder. A esa ya avanzada etapa del estudio se organizaban excursiones a diferentes empresas en Alemania Occidental para ir sondeando el mercado y las posibilidades de empleo. Mi grupo se decidió por la Siemens en Berlín Occidental y allí nos fuimos. Por aquellos días yo trabajaba como celador de una obra los fines de semana, de allí llamé a la Hermosura para saber si podía pernoctar en su agradable apartamento. Y otra vez se alegró mucho de saber que iría al centro de la Guerra Fría, su sonora voz fue clara: -"claro Agturro, puedes venir cuando quieras, sólo tienes que avisarme con tiempo. ¡Ah!, y me alegro mucho de que me llames"-. Mi corazón latía como un torbellino al pensar que me podría negar su hospitalidad, mas me había equivocado con ella una vez más, recalcó serena: -"me dices con tiempo cuándo vendrás para estar preparada y recibirte bien; está muy bien que vengas a tu Berlín, verás que ha cambiado algo a pesar del muro; te espero"-. Esas últimas palabras llenaron mi corazón de pleno regocijo, pues <>; uf, que alegría tan profunda me embargó. Empecé a preparar el viaje que sería por tren y por tanto atravesaríamos la RDA por rieles; una nueva experiencia en mi joven vida en Alemania.
El viaje fue bastante aburrido debido a los constantes controles en cada estación de la RDA. Por fin llegamos a la estación del Zoo de Berlín Occidental, allí me separé de mis compañeros porque ellos se irían a una pensión, y yo al apartamento de la Hermosura. Tomé un taxi para que me llevase a su morada. Mi corazón palpitaba a no sé cuántas r.p.m. de sólo pensar que la vería nuevamente después del susto tenido en la primavera anterior con su posible embarazo. Uf, menos mal que no había pasado nada. El taxi llegó a la dirección buscada, miré hacia la ventana y vi luz en el interior, crucé la calle arrastrando mi maleta y llegué hasta la puerta del pequeño edificio, oprimí el botón del timbre varias veces, se oyó su clara voz: -"¿quién es?"-. Le contesté entre alegre y nervioso por escuchar su voz, se oyó otra vez su segura y clara voz: -"¡ah, Agturro!, muy bien entra y sube, te esperamos"-. Esa frase en plural me llamó la atención e intrigó un poco, pues no me imaginaba quiénes estarían compartiendo con ella en su cuartico lindo.
Rin, riin, riinn. Oprimí el timbre de su puerta y. Apareció ella esplendorosa, ataviada con una blusa negra de manga corta, una falda del mismo color y zapatos ídem; uf, qué embrujamiento aparentaba; simplemente deslumbradora y deslumbrante. Su vestimenta contrastaba acompasadamente con el trigueño color de su tersa piel. La miré nervioso, ella me tendió su mano muy cálida, la encerré entre la mía y la miré directo a sus encendidas esmeraldas; ella me sonreía dulcemente mientras sostenía firmemente mi mano. Su segura voz se oyó para darme seguridad: -"entra Agturro, estás en tu casa. Guesina, ven y te presento a Agturro, ya llegó"-. De adentro llegó una chica alta y muy elegante, en traje sastre con blusa de mangas cortas y falda hasta sus rodillas, extendió su mano derecha para saludarme de forma efusiva: -"¡por fin te conozco!, pasa, entra ya, te estamos esperando desde hace rato"-. Entre sosteniendo mi equipaje de viaje, ya allí adentro solté mi carga y las miré directamente; ella envuelta en su indumentaria de luto alegre y adornada con ese largo cabello azabache; la otra encantadoramente seductora con su blusita y faldita, sonriente y alegre; ambas rebozaban satisfacción. No, no, en ese momento no me imaginaba que organizaríamos una orgía; en ese momento me alegraba de verla a ella elegante y bella acompañada de una chica muy atractiva, mas no pensaba en encamarme con ellas al mismo tiempo, pues el motivo de mi viaje era conocer la Siemens en Berlín y nada más.
Desde el fondo se oía una música linda, eran los Beatles con muchos de sus éxitos. Ella me invitó a entrar a esa posada suya tan conocida para mí, al entrar casi me derrumbo por la increríble sorpresa; allí estaba Amigo sentado en una silla aparte y fumando cigarrillo, cosa que no le conocía, ella se apresuró a aclarar: -"Agturro, él está de visita hoy, pues ahora vive con su amiguita en otro barrió berlinés, y además ya se quería ir, ¿verdad Yorgue*?"-. *Jorge. Él me saludó extendiendo su mano derecha parcamente con voz baja e incluso un poco trémula: -"hola, ¿cómo estás?"-. Le respondí secamente con voz segura, tal y como él me había visto y conocido, se levantó para despedirse y largarse del sitio, salió sin decir palabra alguna y sin mirar hacia atrás, ella aclaró: -"su amiguita trabaja en una farmacia y tiene que buscarla, o de lo contrario le arma lío, pues sabe que está acá y ello no le gusta a ella. Agturro, siéntate y cuéntanos cómo estuvo el viaje en tren a través de la RDA"-. Ambas se sentaron en el sofá cama, cruzaron sus piernas ofreciéndome un verdadero festival de piernas hermosas e incitantes, ella volvió a cruzar las suyas para acomodarse mejor dejándome ver hasta lo más íntimo de sus muslos, Guesina la imitó mas no se excedió tanto, pues posó sus manos sobre sus rodillas para impedirme que le viese su más profunda intimidad; Astrid me sacó de mi distracción: -"anda Agturro, cuéntanos algo sobre ti; apúrate porque pronto me tengo que ir al apartamento de mi novio, así que tendrás todo mi cuarto a tu disposición; disculpa, no te lo escribí; sí, tengo novio y quizás me vaya a vivir con él pronto, todavía no lo tenemos claro; ¡ah!, pero Guesina te puede acompañar si quieres ir a algún sitio antes de irte a dormir y acostarte, por ejemplo ir al cine o a una discoteca"-.
Bien, ya no habría más relación íntima con ella, ello quedaba claro, muy concreto; y menos una orgía con ambas. De todas formas no me pude contener, me fui hasta ella para saludarla como se debía, a pesar de su novio y noviazgo. Coloqué mis manos sobre sus hombros y me incliné buscando sus labios, alzó su boca ofreciéndomela, mas en el último instante eludió mi ataque dejando sólo su mejilla a mi disposición, esa mejilla cálida que tantas veces había podido acariciar. Posé mis labios secos sobre esa piel fresca y tersa, mis manos bajaron para tomar las suyas, qué calidez emanaba de allí, respeté su posición y no me atreví a invadir esa sensual boca suya que tantas veces había sido mía; sólo un leve roce y nada más. Luego me ocupé cortamente de su amiga Guesina refregando mi nariz con la suya lo cual le pareció muy simpático, se oyó como cruzaba sus piernas, pues llevaba una media pantalón casi imperceptible. Astrid quiso ya casi despedirse: -"bueno, creo que me voy, pues me esperan. Agturro, la llave cuelga de la puerta, hasta mañana, muahh. Guesina, hay una buena película en el cine, podrías ir con él, es con Julie Christie, Alan Bates y Terence Stamp; allí está ella maravillosa, y ellos igual; no me hagan desorden, sobre todo tú Guesina"-. Salió esparciendo tras de sí el embriagante aroma de su perfume.
Guesina y yo nos miramos cautelosamente, pues no nos conocíamos, sólo menciones informativas por parte de la Hermosura. Ella se fue hasta el tocadiscos para ponerle ruido al silencio que reinaba en nuestro circunloquio; se oyeron los instrumentos de Bert Kaempfert y su inolvidable versión de Extraños en la noche. Me senté en el sofá cama tendiéndome con mi saco aún y mis zapatos; ella vino hasta mí para tomar asiento a mi lado, me observó de arriba a abajo; la observé de abajo hacia arriba, una mano mía, no sé cuál se sintió atraída por sus largas piernas y se fue arrastrando por la sábana hasta llegar a sus rodillas, toqué esa piel blancuzca y cálida, una muy suave vellosidad se palpó lo cual me excitó bastante. Ella me miraba entre alegre e intrigada. Yo me imaginaba su largo cuerpo al desnudo, sin mucha teta como tampoco carne en sus caderas, mas unas extremidades largas que me podrían envolver y abrazar entre ellas hasta casi ahogarme; qué bien sería sentirse ahogado entre toda esa humanidad delgada, elegante. Mi mano no se pudo contener, se introdujo entre sus piernas, allí ella reaccionó sorprendida: -"caribeño, sé que con ella se tenían mucha confianza y te permite que la manosees por todas las partes de su envidiable cuerpo, pero tú y yo no nos conocemos todavía y ya estás explorándome como si fuésemos una parejita, así que, por favor, saca esa mano de ahí porque me haces daño"-. Reaccioné de otra manera mirándola fija y directamente a sus amielados ojos, mi mano izquierda se alzó hasta su nuca para atraerla, la posé sobre su espalda presionándola suavemente hasta acercarla a mi rostro; sus ojos brillaban intensamente; mi otra mano le aprisionaba su pierna sin avanzar para evitar así un rechazó suyo violento al sentirse invadida en su intimidad. La atraje más para que nuestras respiraciones se conjugasen; su cuerpo se resistía levemente.
Y entonces. Rin, rin, riin. El teléfono odioso se inmiscuyó en mi quehacer con esta chica alta y elegante. Saltó ágil hasta el aparato para contestar: -"sí, sí, dígame. ¡Ah, Astrid, eres tú!. Sí, sí está bien, yo también, estábamos pensando en quedarnos un rato escuchando música y después quizás ir al cine a la función de medianoche, no sabemos todavía. Gracias por llamar; sí, le daré tus saludos, hasta luego, que la pases bien con tu nuevo amor; sí, hablamos pronto, buenas noches"-. Y colgó el auricular volviendo hasta el sofa para preguntar simulando ingenuidad -"¿en qué habíamos quedado?"-. Se sentó sosteniéndose sobre sus largos brazos mientras me oteaba de arriba hacia abajo; una mano mía se dirigió hacia su talle para acercarla hacia mí; en esta ocasión no le invadí sus piernas para no amedrentarla evitando así que huyese de la covacha de la Hermosura. Nos observábamos como esperando a ver quién lanzaría el primer ataque, pues ambos nos oteábamos mas sin iniciar un contacto directo; ella sonreía silenciosa como esperando mi enjundia. Mi mano halló el cinturón suyo, lo asió firme mas sin hacerle daño ni obligarla; ella me miraba sonriendo ligera sin saber qué hacer o cómo reaccionar ante mi directa insinuación, balbuceó algunas frases descoordinadas: -"tu barba es muy tupida y muy oscura. ¿Qué deseas? dímelo ya, pues no sé con exactitud qué quieres"-. Mi voz no se oía, mas mi vista sí se expresaba elocuente; además, mi cuerpo se exaltaba, ya que sentía que mi virilidad presionaba queriendo escaparse de su prisión; ella no se perdía esos detalles y sonreía pícara. Una mano mía se encargó de halarla a mí hasta que nuestras respiraciones se conjugaron ardientes, los labios temblorosos de ambos ya estaban muy cerca mas no se atrevían aún a unirse, la halé tiernamente para que esos milímetros ya no fueran más distancia entre nosotros. Por fin, por fin.
Se quejó exagerando: -"¡uhy, que barba tan tupida la tuya!, me haces muchas cosquillas en la boca. Sabes, me gustaría sentir esa sensación en todo mi cuerpo; rózame ya con esa lengua y barba por todo mi cuerpo; ven"-. Se fue abriendo su blusa chaleco para dejarla a un lado mientras me observaba, yo yacía tendido escudriñándola y dejándola hacer; al ver su torso desnudo entonces reaccioné impulsado por una especie de resorte masculino, me lancé a babearle sus mínimos senos rosados; ella me envolvió y aprisionó entre sus largos brazos suspirando entonada: -"¡uhm, qué ardiente eres!, sí, muérdeme con pasión mis pezones y aráñame el pecho con tu barba. Y todo lo demás que tengo"-. Seguí su insinuación al tiempo que tomaba una de sus manos para llevarla hasta el cierre de mi pantalón para que lo bajase, mas no reaccionaba a mis deseos; mi boca y barba la satisfacían allá en esa amplia zona suya mientras que trataba de que asiese mi miembro ya muy erecto, mas aún incógnito para ella porque se escondía tras la vestimenta otoñal que envolvía mi bajo cuerpo, tocaba sin avanzar, como si tuviese miedo. Proseguía lamiéndole su torso y cosquilleándoselo con mi boca, lengua y barba casi azul. Por fin llegué hasta su ombligo arrastrando mi lengua por su cálida piel. Una frontera se interponía allí a mi avance lingual, su falda imposibilitaba mi avanzada hacia su bajo cuerpo. ¿Qué hacer? Me erguí para observarla directamente a sus ojillos alegres y encendidos.
Me deshice de mi indumentaria superior, entonces ella se lanzó sobre mí aprisionándome contra el lecho para acribillarme con un decidido ataque de sus manos dirigido a mis áxilas tratando de despertar mis cosquillas; y lo logró, pues me desaté en una cascada indetenible de risas nerviosas mientras ella no cesaba de acribillarme con sus largos dedos; yo no sabía cómo defenderme y dejaba que mis risotadas sinceras inundasen el recinto de la Hermosura ausente. Ella continuaba torturándome con sus caricias originando un calambre de carcajadas en mi cuerpo, tan brutal que mis manos perdieron el control y una de ellas se introdujo entre sus piernas provocando un grito de estupor, mas no de dolor: -"¡ah!, ¿qué haces allí con esa mano tuya tan loca?, ja, ja, ja, ja,; sácala de allí y ya; ja, ja, ja, ja"-. Y esa mano mía no se cansaba de hurgar entre sus piernas, sin atacar su zona débil o femenina, sólo disfrutaba de esa carne blanca y fresca. Mis dedos hurgaban pasivamente entre sus piernas mirándola serio a sus ojillos nerviosos; mi otra mano se posó sobre su nuca para acercar su rostro y así tener acceso a sus labios; entonces le susurré suavemente una frase incitadora, ella reaccionó semi candida: -"¿deseas amarme?, ¿sí?, ¿y por qué?, tan linda no soy, ella sí es una belleza. Dime por qué deseas hacerme el amor"-. Nuevamente la halé hacia mí para susurrarle a su oído, mientras se lo mordisqueaba y ensalivaba, unas frases convincentes; reaccionó picarona: -"¿te gustan mis piernas largas y mi silueta delgada?. Y, y, y eres flexible en lo que a belleza se refiere. Ja, ja, ja, ja, engreído mentiroso; anda y dilo, es sólo porque con ella no puedes hoy, ¿verdad?, ¿cierto?, y entonces necesitas desahogarte y bastante"-. No cesaba en su diatriba, mas sus manos tampoco cesaban de recorrer mi pecho desnudo; para que se convenciese de mi sinceridad le volví a murmullear unas cortas frases en su oído más cercano mientras le ensalivaba esa zona; reaccionó perpleja: -"¿sí?, me acariciarías así?, ¿todita?. Pero antes desnúdate tú para admirarte, pues Astrid me ha contado mucho sobre ti y tus cualidades para hacer el amor; anda, hazlo ya y pronto, ya, ya"-.
Me senté en el borde de la cama para obedecer a su petición, desnudarme para complacerla. Lancé mis zapatos, me senté en el borde de ese lecho que yo tanto conocía y con ambas manos empujé el pantalón hacia abajo hasta que sólo el estrecho calzoncillo cubría toda mi intimidad; ella se tendía perezosa en el lecho de la Hermosura suplantando así su presencia. La miré directa a sus ojos y ella sonrió muy casquivana al tiempo que murmuraba: -"aún te falta algo, aún no estás completamente desnudo, quítate ese triángulo innecesario de tela, hazlo ya"-.
Metí ambas manos en la prenda y la halé hacia abajo muy lentamente, pues me causaba cierto rubor desnudarme ante ella por primera vez. La prenda cayó al piso y mi desnudez apareció ante ella quien esbozó una leve sonrisilla descarada; proseguí sentado en el borde de la cama tratando de esconder mi intimidad masculina; ella seguía recostada en el lecho con su torso ya desnudo, pero cubriendo su bajo cuerpo con su falda al tiempo que entrecruzaba sus piernas como en señal de defensa. Una mano mía se fue a su falda para halársela y así desnudarla totalmente; alzó su cuerpo apoyándose en sus talones, la falda dio paso a sus largas piernas desnudas, ya sólo su pantaleta le cubría esa intimidad tan deseada por nosotros los hombres. Y otra vez mi mano se fue hasta su bajo cuerpo, se engarzó en su braguita, se la halé suavemente con ayuda suya; y ahora estaba allí desnudita e incitante, mucho, mucho.
Entonces reaccionó feroz y sincera: -"ya, ahora sí, ahora sí estamos juntos y listos. Déjame ver tu masculinidad"-. Y con sus manos abrió mis muslos para que apareciese ella, exclamó divertida: -"ja, ja, ja; ¡qué hombría la tuya!; tus huevos casi negros y los vellos azules, y ese pene rosado de cabeza roja; uhm, que sabroso; con razón Astrid me contaba cosas lindas de tu masculinidad. Sabes, mi Karl es muy rubio y pálido, y muy inactivo debido a su trabajo; ahora está de gira por Alemania Occidental con su empresa; quizás llame dentro de poco, pues le dije que estaría acá con Astrid; tú no entrabas en la cuenta, ja, ja, ja, ja"-. Y se tornó hacia mí para tomar mi masculinidad y disfrutar de ella; susurró fiera: -"¡ah, que carne tan caliente la tuya!, y que huevos tan carnosos; y que pelos tan largos tienes; y cabezón lo tienes, lindo ha de ser sentir cuando toda esta carne tuya entra en una cueva femenina; lindo, lindo, sí"-.
Rin, rin, rin, rin. El teléfono repicó incesante y molesto. Ella saltó hasta él para tomarlo y contestar: -"sí, sí, ¿quién es?. ¡ah Karl! Sí aquí estoy con Astrid en su apartamento, ella se irá dentro de un rato a casa de su novio, y yo, y yo dormiré aquí solita. Sí, me haces falta y espero que vuelvas pronto. ¿Sólo hasta el domingo? Bueno te espero, muah"-. Y colgó. Me miró de reojo coquetona, murmuró ya casi repleta de lujuria: -"¿ves?, tendríamos tiempo hasta el fin de semana, pero te vas el viernes en la mañana a Alemania Occidental; por ello tenemos que aprovechar esta noche y mañana; Astrid me dijo que mañana tienes libre y no necesitas ir con tu grupo a todos los sitios que ellos desean visitar; entonces podríamos hacer una excursión por este Berlín tan bello que tú ya conoces; podríamos ir al Palacio de Charlottenburg y luego visitar a Nefertiti en el Museo Egipcio; y así muchas cosas más de esta bella ciudad. Y ahora mira esta cosa bella que se te ofrece, ven y acaríciala desde arriba hasta abajo y por delante y detrás; ven y lámbeme todita con tu barba"-.
Me atrajo hasta ella para murmullearme implorante: -"ven ya y compláceme; Karl sólo piensa en su trabajo y no se ocupa de mí, sólo una penetración rápida con una eyaculación violenta; y se acabó, un besito de buenas noches y al día siguiente ya no está; los fines de semana está en algún seminario de mejoramiento profesional; y yo, yo en casita sola con la televisión y el teléfono. Sabes, hablaré con Astrid para quedarme acá hasta el sábado y así acompañarte; je, je, je, bueno, para que tú no estés tan solo, pues ella tiene ahora un nuevo novio y parece que la cosa va en serio. Y ahora sí ven a acariciarme con toda esa negrura de tu barba; y esa lengua loca quiero sentirla en toda mi intimidad; ven ya a mí. Agturro, ja, ja, ja, ja"-. E imitó burlona la pronunciación de la Hermosura, pues Guesine sabía muy bien de los problemas de Astrid para pronunciar mi nombre, y por ello se burlaba coquetona.
La miré directa a sus muy pequeños ojillos; los cerró susurrando: -"ven ya y penétrame"-. Sus piernas se abrieron para darme paso y acceso a su tesoro; su mano se alargó hasta hallar mi masculinidad para enrumbarla hacia su carnosa puerta; y entonces ya no me pude contener; mi miembro entró raudo en su jugosa caverna, murmulleó rabiosa: -"sí, sí, sí; todo, todo, todo, gr"-. Una frondosa eyaculación la inundó, pues no me pude ya contener debido a que mi mente me decía que era la Hermosura quien allí yacía bajo mi cuerpo. Protestó murmulleante: -"no, no no puede ser; ya, ya, ya"-. Me miró comprensiva y se dejó llevar por su deseo: -"se puede arreglar, y yo sé cómo; ella también te lo hizo. Dámelo para chupártelo, se te enderezca y así me puedas amar como se debe, ven. Uhm, divino, uhm, divino, uhmm, sabroso, uhmm"-.
Y en realidad se atarugó con mi carne semi blanda y erecta para tratar de hacerla resucitar; me admiró mucho esa avaricia suya, pues nunca habíamos estado en contacto íntimo anteriormente; se notaba que su Karl no era muy activo sexualmente con ella debido a su trabajo; ella quería y deseaba recuperar en aquella noche ese tiempo pérdido. Soltó mi pene para lanzarse sobre mi cuerpo y bramar deseosa: -"ahora sí, ven otra vez; y ahora sí largo rato; largo rato quiero sentirte en mí, pero entonces no me cabalgues, yo te monto y así te sentiré en mi muy largo tiempo"-. Se adueñó de mi bajo cuerpo sentándose sobre él para que así el miembro entrase en ella hasta lo más profundo, como ella deseaba, y así también se alargase el coito.
Apoyó sus pies en mis áxilas para balancearse; mis manos se estiraron hasta hallar las suyas y entralazarse con ellas; sentí sus nalgas resbalar sobre mi pubis un tiempo largo, tanto que la humedad allí provocó que el pene se saliese de su paraíso y casi se enterrase en su ano, lo cual provocó una protesta suya: -"no, ahí no; adelante, no atrás. Ya va, déjame y me acomodo bien otra vez, pero allí aún no, primero en la realidad, y luego en la fantasía de la retaguardia"-. Y se fue hacia adelante para que mi masculinidad volviese a la realidad en lugar de juguetear con la fantasía de su trasero; atinó completa.
Clic, clac. La puerta del apartamentico se abre, mis ojos se entreabren muy somnolientos mientras que mis brazos sostienen un cuerpo femenino, respira profundo y largo. Ese cuerpo caliente se enlaza estrechamente a mí, una mano suya se aferra sosteniendo mi pene erecto y babeante, ella duerme hundida en profundidad onírica; ambos estamos desnudos arropados sólo por el calor de nuestros cuerpos luego de esa noche; una mano mía se hunde entre sus piernas buscando sus huequitos y sus vellosidades; las respiraciones son ardientes y calientes. Yo miro para ver quién entra; es ella: La Hermosura estaba allí sosteniendo las llaves en una de sus manos, nos observó e hizo una señal de silencio con uno de sus dedos índice; ya no sé cuál.
Guesina dormía profunda entre mis brazos lo cual causó cierta sorpresa en mi Hermanita alemana. Ella no sabía que Karl, el amigo y novio, vendría sólo hasta el fin de semana; así como tampoco que ella, Guesine, había decidido permanecer allí todas esas siguientes noches en las cuales yo estaría de visita en Berlín. Se acercó y sentó en el borde de su lecho, su vista cargada de esmeralda matutina observaba el espectáculo que se le ofrecía en su lecho, silenció sonriendo.
-"¿Qué pasa?, ¿quién está ahí?; uhm, ¿dónde estoy?, ¿qué es esto entre mis manos?, y, y, y, ¿qué hace esa mano tuya allá abajo en mi intimidad?. ¡Ah! ¿Astrid?, ¿eres tú acá?; perdona, no te quise molestar, pero, pero, pero me decidí a pernoctar acá en tu lindo y bello apartamento con él; sabes, él no tiene que salir hoy con su grupo y pensé que podría pasearlo por Berlín; ¡oh perdona tanta desnudez!, pero sabes, tuvimos unas horas muy ardientes"-. Y tomó la sábana para encubrir nuestros cuerpos desnudos ya repletos de lujuria trasnochada; Astrid se fue a la cocina para preparar un café; Guesine estaba como gallina alborotada deseosa de ser pisada a pesar de la presencia humana de la propietaria del apartamento, mas ello no fue impedimento para expresarme su deseo muy lujurioso: -"ven y penétrame ya; pero no me montes para que ella no lo note; espera y me pongo de medio lado para que te puedas adueñar de mí. Ji, ji, ji, pero en la cuevita exacta, no en la falsa"-. Y se dio vuelta levantando su traserito caliente; mi miembro duro y erguido buscó ese nicho adornado ya de mucha humedad suya y mía; se hundió en él abrazándola ardorosa y fuertemente; ella sólo gemía silenciosa al tiempo que presionaba con sus nalgas hacia mi pubis hasta que suspiró satisfecha: -"sí, sí, ahora ya te tengo bien en mí; no te muevas, yo lo haré"-. Empezó a empujar sus nalgas contra mi pubis para que mi masculinidad conquistase bien su reino.
-"Les preparé café; ya les llego"-. La voz de la Hermosura se escuchó desde la cocinilla anunciándonos que entraría pronto para que nos preparásemos a recibirla; Guesine no se inmutó: -"déjala que venga, sigue ahí en mí; la sábana nos cubre"-. Mas ella nos sorprendió con su táctica: -"iré a la ducha primero y luego llego con el café; tómense mucha calma"-. Guesine me aupó: -"entonces ahora sí tenemos tiempo, ella sabe que estamos fornicando y no nos quiere molestar; entonces compláceme. Sí, sí, así, más y más"-. Y más la satisfacía para que no se quejase, según sus propias palabras. Su mano derecha se aferraba a mi muslo ídem mientras que mi mano ídem le arrullaba su vagina aprovechando para hundir uno de mis dedos en su rajita llena con carne mía y así acariciarle su blanquito clítoris; una delicia. Sus nalgas presionaban ardorosas para que la masculinidad se hundiese en su cuevita gracias a la humedad que de ella y allí borboteaba. Qué mañana tan linda en aquel Berlín de mis amores y recuerdos; Guesine se dejaba poseer ampliamente, y la Hermosura adornaba la covacha con su presencia exuberante, aun cuando ahora inalcanzable para mí debido a su compromiso con su nuevo adorado.
Guesine ya no oía ni escuchaba nada, sólo se dedicaba a golpear mi pubis con sus nalgas para que se acelerase la generosa eyaculación que pronto emitiría mi miembro totalmente enterrado en su humanidad; por fin mi masculinidad respondió a sus deseos, y allí se sintió como su cuerpo cascabeleó al sentir la presión de mis brazos. Y el eterno naufragio masculino que se hunde en el mar de los pláceres de la fémina fue tomando su rumbo; ella presionaba su trasero contra mi pubis; de mi emergieron fervorosos líquidos lechozos. Uhm, dijo suspirante mientras presionaba rabiosa su cuerpo contra el mío. Su mano derecha se aferraba a mis nalgas para presionarme hacia ella con enjundia; al fondo se oía la lluvia de la ducha y la voz de la Hermosura runruneando una canción famosa: <> Había pasado una noche feliz, pensaba yo, mientras no me cansaba de acariciarle la feminidad a la elegante Guesina, ella me lo agradecía con susurros inenteligibles; yo le respondía con embates de mi pubis hacia su sabrosa cosa.
Ella se acercó hasta el lecho para saludarnos y despedirse. -"Hola, ya me voy, vine sólo a refrescarme y a cambiarme de ropa porque allá no tengo nada. Pórtense bien y no me hagan desorden. Guesine, ¿dónde está Karl?, ¿cuándo viene o regresa?, él siempre está muy ocupado con su trabajo y te deja sola"-. La flaca elegante le respondió casi taciturna: -"ah, sabes, él regresa sólo hasta el fin de semana y luego se va a su oficina a trabajar; y mis compañeras de estudios están con sus amigos, entonces decidí aprovechar algo el tiempo libre con este amiguito tuyo; gracias por recomendármelo, pues tenías razón, muy activo y mucho lo cariñoso; sabes, esta tarde voy a mi apartamento y me traigo algunas cosas para quedarme hasta el viernes acá; espero que no sea problema para ti; ¿estás de acuerdo?"-. La dueña asintió silenciosa mientras nos observaba a sabiendas de que ella y yo éramos en ese momento sólo uno: -"sí, pero te me portas bien y me limpias la habitación cuando te vayas"-.
La flaca asintió y ella salió dejándonos en nuestro fornique matutino. Entonces me aupó: -"ahora sí, ven y móntame para que terminemos de frente y mirándonos"-. Nuestras humanidades se alborotaron y se volvieron a reunir, pero ahora ella debajo mío; mi masculinidad se hundió bien en su cuerpo para satisfacción suya, la irrigó generosa y largamente. Sólo suspiros suyos se escuchaban de su garganta. -"¡Ah, qué bien, lindo!"-.
Me abrazó ferozmente para sentir los últimos espasmos de mi cuerpo encaracolado sobre el suyo; uno, dos, tres y hasta cuatro embates míos para entregarle toda mi lujuriosa savia a su cremosa carnosidad vaginal ansiosa y escondida en el nicho de sus largas piernas que ahora se abrían para darle abrigo a mi enhiesta masculinidad. Nuestras humanidades se abrazan largamente trasmitiéndose calores y caricias silenciosas; sus manos son garras aferrándose a mis espaldas, sus piernas son fierros encerrándome contra y sobre su cuerpo; mis manos la aprisionan mientras mis pies se hunden en la colcha para ejercer mayor presión sobre su cuerpo y así penetrarla mejor para mucha satisfacción suya. Ella se alegraba de mi actitud, pues resoplaba contenta bajo mi cuerpo: -"¡ah, qué bien, ah, uhm, muy lindo!, más"-. Largos instantes me quedé sobre ella para disfrute mutuo de esos momentos; sus largas extremidades me ahogaban entre ellas sin dejarme casi respirar, estuvimos largo rato intercambiando caricias manuales hasta quedar satisfechos mutuamente, ella lo reconoció y agradeció: -"uhm, me llenaste bien y bastante con tu carne dura; ella tenía razón, eres muy joven, pero ya muy diestro y complaciente, ah, qué divino como me le hiciste a mis labiecitos con esa lengua traviesa tuya, ven y dámela para chupártela. Uhm, uhm, uhm, quisiera que me la metieras atrás, así como le hiciste a ella muchas veces; sí, deja me volteo y me ensalivas mi ojito, y después hasta te dejo que me lo siembres todo en mi culito, también lo tengo duro y altivo como el de ella, ven para que me lo mojes bien.
Sí, así, con la punta de la lengua, ahh, qué divino, más, más, más, no pares, muérdeme los cachetes, ah, sí, hálame los pelitos y méteme la punta de la lengua en todo el centro del ojito. Uhm, maravilloso, no pares"-.
Mi lengua le humedecía ampliamente toda esa zona suya, la cual no era tan pletórica, orgullosa y firme como la de Astrid, pero sí digna de ser acariciada e incluso penetrada. Ella suspiraba y gemía suavemente al sentirse complacida y deseosa de más carnalidad, susurró leve mas decidida: -"ya, ya, ahora sí ven a mí allí; déjame abrir bien las piernas para que entres en mí allí. Ahora sí, móntate y me posees, lo quiero todo en mí allí. Sí, sí, así, despació para sentir más placer; uff, uff, qué duro lo tienes, sigue, sigue entrando todo, todo, todo, lo quiero todo"-. Mientras la penetraba, le embadurnaba su cuello y espalda con mi lengua, le mordía sus lóbulos, le lamía su mejilla y lengüeteaba sobre la comisura de su boca para que la abriese y ella me mordisquease con sus blancos dientes; mi pubis se apoya sobre sus glúteos y mis testículos se apoyan en ese vértice suyo, ella ordena: -"ahora hazme mete y saca lentamente para disfrutar mucho rato de esa carne tuya dura y caliente allí atrás. Sí, sí, así, sácalo bien lento; sí, eso, así, y ahora empújalo igual; ¡ah, qué placer!, sigue así más y más; méteme la mano en mi alcancía y me frotas la perlita para sentir doble placer. Uy, sí, así, acelera en la perlita para que me hagas flotar de dicha. ¡Ah, me voy, me voy!, más y más rápido para que llegues conmigo, ven, ven, ven, sí, más, más, más"-.
Su cuerpo yace tremulante debajo del mío, le mordeloneo cariñosamente su mejilla y lóbulo cercanos, ella suspira incongruencias y se deja acariciar totalmente. Nuestras respiraciones se van calmando, permanezco sobre ella con mi miembro incrustado totalmente en su ano, ella está feliz, cierra sus piernas y las cruza para presionar y así palpar mejor la penetración, murmullea muy queda: .-"no te bajes, quédate allí hasta que se devuelva solo; quiero disfrutar al máximo contigo, pues seguro no nos volveremos a ver en mucho tiempo o quizás nunca más; abrázame y apriétame bien fuerte entre tus brazos y piernas, muérdeme el cuello, lambeteáme la mejilla y chupa de mi lóbulo, méteme la lengua en el oído; dame todas esas caricias, cierra los ojos e imagínate que soy ella, tu hermanita; anda y sigue con todas esas caricias, tenemos toda la mañana para nosotros. Sí, así quiero que me acaricies, sigue así con esos cariños"-. Continué con los arrullos como ella deseaba acompañado por sus suspiros y quejidos preñados de placer.
Poco a poco se fue calmando, entonces trató de girar su cuello para susurrar: -"anda lávatelo, me lo quiero meter en mi boca y chupártelo para premiarte, estuviste muy bien y además, además, quero llenarme mi boca con toda esa carne tuya todavía dura y rígida, anda, apúrate"-. Fui a la ducha para cumplir su deseo y regresé pronto al lecho, me empujó para que cayese boca arriba y ella se apoderó de él con ambas manos mientras sus labios envolvían el glande succionando fiera al tiempo que su lengua frotaba fiera la cabeza del miembro. Largos minutos estuvo chupando y lamiendo hasta casi ocasionarme un temblorcillo total. Minutos después estábamos ambos tendidos de frente mirándonos en silencio, ella lo rompió: -"uhmmuah, uhmmuah, uhmmuah, tres besos porque me complaciste al máximo en todos los aspectos, nunca olvidaré esta noche contigo; le contaré a ella, tu hermanita, que me hiciste tan feliz como a ella. Ahora durmamos y después salimos a caminar, ven"-. Luego esa tarde salí con ella a pasear un poco por el Berlín de mis amores y dolores; fuimos a sitios ya conocidos por ambos, pero que se deben visitar porque siempre se encuentra allí algo nuevo que ha pasado desapercibido en la última visita a aquel lugar.
Entre escarceos visuales y manuales paseamos por la ciudad. Al regresar al apartamento halló una nota de su Karl indicándole que ya estaba de vuelta. Ella salió en estampida hacia el apartamento de ellos, se despidió de mí con un fugaz besito y desapareció para siempre de mi vida después de mi retorno a Dortmund.
Esos días en Berlín transcurrieron muy interesantes, pues en las mañanas me encontraba con mi grupo para salir a conocer la cuidad y en las tardes retornaba a la vivienda de la Hermosura en donde siempre estaban ambas contándose cuitas íntimas. A veces estaba allí el antiguo novio -Amigo- quien desaparecía al verme llegar. Y así se llegó la última noche. Ni ella ni Guesine se aparecieron, pues la flaca estaba con su Karl y ya no tuvo más tiempo para mí; y la Hermosura estaba muy empatada con su nuevo amor. Dejé una nota en su mesita de noche agradeciéndole por su hospitalidad y me fui a la estación, pues el tren salía a medianoche.
Allí me encontré con mi grupo y me olvidé de todo. Ya nunca más volvería a Berlín ni a verla a ella, así como tampoco a tener contacto con mis amigos allí, mucho menos con ella. El tren salió lento, lerdo como elefante paseando por la sabana. Algunos días más tarde me llegó una divertida carta de Guesine en donde me agradecía por haberla comprendido, así como por haberle regalado horas de inspiración, dicha y ternura, la guardé en mi estuche privado y me dediqué a prepararme para mis clases en el tecnológico. Nunca más volví a Berlín Occidental. Lástima.
Continuará. Cap. 23. Adiós Alemania.