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SEGUNDA PARTE
El sexo que tuvimos a continuación en su solitario piso fue de los mejores en tiempo, y ella consiguió varios orgasmos en poco tiempo, cosa que no le ocurría muy a menudo. Al terminar me pidió que no me quedara a dormir, porque seguramente vendría el casero al día siguiente y no podía verme allí.
Mientras me vestía, encendió el ordenador, y en ropa interior (muy sexy, por cierto), sentada a lo indio, comenzó a navegar por Internet.
—Javi, acércate, un momento, antes de que te vayas te quiero comentar una cosa... - dijo cerrando la tapa del portátil.
—Dime...
—Verás, he estado pensando en comprarme un vibrador... ¿tú qué opinas?
La verdad es que me quedé de piedra.
—Me excita la idea, pero pensaba que esas cosas estaban pensadas para personas que no tenían pareja.
—Para nada, je, je, je, no seas antiguo, sólo que... a veces me cuesta un poco llegar, y no hay ningún problema en que yo pueda disfrutar sola, ¿verdad?
—Sí, claro.
—Pues mira he elegido este... - dijo enseñándome el ordenador, ya abierto.
Aquí tengo que hacer una aclaración sobre el tema regalos. Como yo ya me había independizado y después de un año trabajando tenía un sueldo acomodado (aunque sin pasarse) y apenas tenía gastos, habíamos decidido que iba a ser yo quien pagara nuestros gastos de pareja, como regalitos, entradas de cine, etc., no por machismo ni nada, sino porque Ella, al fin y al cabo, seguía estudiando. Además fue ella la que propuso la idea...
—Buff 75 euros, espero que al menos sea bueno...
—Muy bueno, de verdad, cariño. Si no me hiciera falta no te lo pediría... -ayyy eso me dolió, y más con esa voz de niña caprichosa que puso.
—Está bien, págalo con mi tarjeta y no te preocupes, nena. - dije yo en plan machote dándole un pico. Ella sonrió con alegría.
Me levanté, y ya había tomado el picaporte de la puerta cuando me tomó por la cadera y me abrazó poniendo su cabeza contra mi espalda.
—Otra cosa, Javi, antes de que te vayas, quería saber... ¿tú te masturbas, verdad? - Otra vez me quedé helado...
—Sí, lo sabes, te lo he dicho muchas veces... -dije yo con un poco de vergüenza
—Mmm, ¿a diario?
—Uffff... sí... bueno no... depende –vaya marrón me había caído encima.
Me cogió de la mano, y me sentó en la cama, mirándome a los ojos. La verdad es que estaba buenísima en esa ropa interior negra con encajes blancos, sus pechos parecían querer liberarse y botaban a cada pequeño movimiento...
—Verás, cariño... he pensado en ello, y creo que no es bueno que te masturbes tanto. No es bueno ni para ti, ni para mí...
—¿Qué quieres decir?
—Hoy ha estado bien, pero... ¿tenemos que hablar de todas esas veces que... perdóname... no has dado “la talla”?
De nuevo, blanco. Me sentí totalmente humillado, no creía que mi dulce chica inocente me estuviera diciendo aquello... pero lo más extraño es que mi pene comenzó a crecer, sin proponérmelo. Recé para que Ella no se diera cuenta.
—Me dejas sin palabras.
—Mira, lo único que te pido es que dejes de masturbarte. ¿Tenemos sexo semanalmente, no? Algunas veces hasta dos a la semana... ¿realmente ves normal que estés todo el día tocándote y viendo películas guarras?
—¿Cómo sabes que...?
—Cariño, el historial del navegador... -Ufff me ponía entre la espada y la pared. Me miró lascivamente.
Reflexioné un poco, y pensé que al fin y al cabo, tenía razón. Ella no le concedía tanta importancia al sexo y parecía lo más lógico. La verdad es que sí que estaba un poco salido, había llegado hasta a coquetear con otras mujeres, pero nunca le había llegado a poner los cuernos. Pronto caí en lo que había ocurrido justo antes...
—¿Y tu juguete, entonces?
—Eso es otra cosa, como te digo, me cuesta mucho tener un orgasmo normalmente. Creo que es justo que si tú te vas a correr una o dos veces a la semana gracias a mí, yo tenga mis momentos de relax más a menudo. Date cuenta que estudio mucho y tengo que relajarme de vez en cuando, y tú no puedes venir a todas horas. Pero tienes que prometérmelo, no te tocarás más.
—Yo te lo prometo, pero...
—Nada de peros. -dijo Ella poniéndose mandona– Venga, nene, a casita que se hace tarde, dijo ya de pie y dándome un leve cachete en el trasero.
Imaginadme como me quedé, al cerrarse la puerta del piso a mis espaldas y quedarme mirando el hueco de la escalera. ¿Qué había pasado? Ya lo había prometido y no iba a dar marcha atrás. Si quería comprobar mi autocontrol, me lo tomaría como algo personal.
TERCERA PARTE
Después de nuestro último encuentro, aquella semana, pude verla cada vez menos, entre las clases, los trabajos, prácticas y estudiar, apenas teníamos tiempo para quedar un día para pasarlo juntos. Yo no me cansaba de decirle que aquello de no poder masturbarme se me estaba haciendo cuesta arriba, pero Ella parecía no escucharme y seguía dándome largas.
—Lo has prometido, ahora no te puedes echar atrás. Si te pillo algún día me voy a enfadar eeeh, ¿por qué no te deshaces de todo ese porno que tienes en el ordenador?
Y dicho y hecho, le eché valor al tema y me mantuve casto como pude. La cosa es que todo aquello me excitaba de sobre manera, sabiendo que Ella, por la noche, o durante los fines de semana cuando no estábamos juntos, se tocaba con aquel consolador vibrador de 20 cm. Yo lo había visto sólo una vez, pero no se me iba a olvidar en la vida...
—Ven, nene, ¿no te apetece ver mi juguetito? Al fin y al cabo, lo he pagado de tu bolsillo...
Me acerqué en calzoncillos, desconfiado. Ella abrió el cajón de su cómoda y me lo enseñó... me pareció descomunal, no sé, aunque muchas chicas iban diciendo por ahí que el tamaño ideal eran 20 cm. no creía que fuera tan grande. Era de color rosa, con brillos, suave y esponjoso. Tenía un sistema de vibración de varias velocidades incorporado y una especie de punta en el otro extremo que sobresalía, con forma de conejito, para acariciarse el clítoris, según me contó Claudia. Estaba encantada con él. Por un momento, se quedó mirando mis bóxer negros, notando el aumento del bulto de mi entrepierna ante aquella conversación:
—A ver... ven aquí...
A continuación, curiosa, bajó mis calzoncillos y me dejó desnudo. Aquella situación me descolocó un poco, Ella iba totalmente vestida, con un vestidito inocente hasta las rodillas, y yo, desnudo después de ducharme. Con una de las manos tomó mi miembro erecto, mientras que con la otra sostenía a la misma altura, su querido consolador.
—¡Ja, ja, ja, qué cosita! No puedo creerlo... que pequeñita se ve la tuya a su lado.
¿Habéis sentido alguna vez la sensación, aun estando en tierra firme, en la que caéis por un abismo o zozobráis como en una barca? Así me sentí yo, qué gran humillación... mientras Ella no paraba de reír y juntar mi miembro con su grandioso compañero.
—Ufff, que barbaridad, no me extraña que... uys, y si... quédate así, que quiero hacer una cosa. -como una estatua de sal me quedé...
—Vamos a ver...
Acababa de girarse y tomando una regla la apoyó en la base de mi pene, midiéndolo en toda su extensión, estando completamente erecto.
—¿Eeeeeh? 11 cm. No puede ser... ¿de verdad? -dijo Ella poniendo caras de sorpresa
No sabía dónde meterme, ¿cómo podía hacerme todo aquello? Pero lo peor de todo es que seguía erecto y con una ganas tremendas de eyacular después de una semana de inacción...
—Perdón, cariño... ¿te pasa algo? Te noto raro, ¿no te habré ofendido, verdad? -dijo mirándome desde su silla hacia arriba.
—No, no pasa nada jeje... -dije con una risa nerviosa.
—No te preocupes, cariño. Tú sabes que el tamaño no lo es todo, pero, hablando en serio, ¿ahora comprendes el problemilla que teníamos en la cama, verdad?
—Sí, ejem, supongo. -dije dubitativo. Casi no reconocía a Claudia en aquella situación surrealista, tan segura de sí misma.
—Te vuelvo a decir que no te preocupes, ¿lo importante es que lo pasemos bien los dos? ¿Te pongo, verdad? Estarás con muchas ganas de sexo...después de una semana... ¿No te habrás tocado?
—Para nada, ni una vez. -dije firmemente.
—Así me gusta... pero claro, volviendo al tema de siempre, vamos a tener que cambiar algunas cosillas para poder disfrutar los dos. Entiéndeme, después de probar esto... -dijo cogiendo el consolador –Quizás sólo sea abrir un poco la mente, no lo hemos hecho nunca, pero... ¿sabes hacer un cunnilingus? - dijo levantándose el vestido poco a poco.
CUARTA PARTE
Siempre me ha encantado probar cosas nuevas en la cama, de verdad. Pero si yo era cerrado de mente para algunas cosas, Ella aún lo era más. Por eso me extrañaba tanto que ahora me animara a lamerla, habiéndolo tenido prohibido durante tanto tiempo.
—Sé que me he negado muchas veces, pero no sé, quizás no me relajaba o no me he tomado el trabajo para guiarte. Creo que ha llegado la hora de que vayas aprendiendo y que yo te enseñe. Así disfrutaremos los dos. Si te portas bien, te daré un premio al final...
¿Un premio? ¿Cómo habían cambiado tanto las cosas como para que no pudiera ponerla en la postura del misionero y penetrarla, eyaculando dentro como siempre? Pero estaba demasiado desesperado como para poner trabas, y al verla bajándose las bragas y empujando mi cabeza bajo su vestido ancho, me dejé hacer. Ella fue indicándome, arriba, abajo, un poco más allá, ahora chúpame las tetas, ahora vuelve abajo. Tomó el control totalmente, sintiéndolo especialmente cuando juntaba sus muslos fuertemente o me tiraba del pelo, dando pequeños gemidos de placer. Nunca la había visto en ese estado de excitación. Sudaba, resoplaba y apretaba la almohada. No me cabe duda que todo aquello fue una mejora para Ella.
Cuando acabé y salí de allí, desnudo y empalmado, me dirigí corriendo al cuarto de baño a lavarme la cara. Estaba totalmente sudado, incluso extenuado, sin saber cuánto tiempo había estado allí. Apenas me estaba secando, cuando noté como Claudia, juguetona, tomaba mi miembro desde atrás y lo comenzaba a bombear. Apreté los dientes.
—¿No vamos a follar?
—Shhh... -decía mientras tiraba de mi pene, sacándome del baño, hasta que llegamos a su cuarto.- Ponte a cuatro patas en la cama, anda...
—¿A cuatro patas?
—Me ha encantado antes cuando te he visto, me pone a cien, ¿lo harás por mi verdad?
Me sentía un poco humillado de nuevo, viéndola a Ella totalmente vestida, y estando yo desnudo, con un calentón y a cuatro patas.
—Mira, Javi –dijo acariciándome la cabeza estando Ella de pie– A mí ya no me apetece seguir, pero voy a ser buena y voy a hacerte un favor, dejando que te corras, ya sabes que no lo tienes que hacer muy a menudo...
—¿Un favor? Venga ya...
—Si quieres lo dejamos para la semana que viene.
—No, noooo, por favor, lo haremos a tu manera.
—Eso está mejor, espera que traiga algo para que no se manche la colcha.
En un instante volvió con una especie de bol de perro que estaba dando vueltas por el piso.
—Por lo visto, se lo dejaron unos antiguos inquilinos y como no hay mascota lo usaremos para esto. Eso sí, luego lo friegas, ¿vale?
—Claro, Claudia.
—Muy bien. Quédate tal y como estás, no te muevas. Hoy vamos a probar cositas nuevas, ya hacía tiempo que no te hacía una paja, pero sabes que odio pringarme...
A través del espejo que tenía en la cabecera de la cama podía ver como comenzaba a colocarse unos guantes de látex de esos desechables que utilizaban en el laboratorio, se untaba una crema con lubricante y se acercaba a mi. Noté como me indicaba que abriera las piernas, estando yo a cuatro patas, y desde atrás, tomó mi pene y comenzó a bombearlo hacia el cuenco.
—Así lo tendremos que hacer a partir de ahora, no quiero ensuciar nada, ¿has entendido?
—Si, Claudia.
—Uy, uy, uy qué bien te ha ido la castidad, no te veo nada respondón. -decía mientras iba bombeando- ¿Sabes que no quiero que te toques más tú solo, verdad? ¿A qué sientes mucho más después de este periodo de castidad? ¿Me juras que jamás lo volverás a hacer?
—Síiii, lo juro...
—Bien, nene. Otra cosa, quiero decirte mientras estamos con las manos en la masa... - siguió bombeando pero bajando el ritmo al ver que me iba a correr rápido. - Sería mejor que durante la semana que viene no nos viéramos. Verás, Lucía lo ha dejado con su pareja y está algo “depre”, le he prometido que íbamos a dar una vuelta por ahí para animarla, ¿no te importa, verdad?
—Noooo... -dije mientras la voz se me iba
—Así me gusta, cariño.
De pronto estallé. La mente se me puso en blanco y sentí como 3 orgasmos a la vez. Ufff qué intenso, comenzaron a temblarme las piernas. Para terminar, me dio un pico que me dejó más atontado aún.
Tras limpiar el plato y ordenar su cuarto (cómo me había pedido que hiciera cada vez que viniera al piso), me fui escaleras abajo. Una vez en el coche, pensé en todo lo que había ocurrido. No tenía lógica, no lo entendía, pero me había excitado de sobremanera, ¿cuál era la causa? ¿Habría sido por la semana en castidad? ¿Quizás por la humillación y el inesperado carácter dominante de Claudia? Por aquel entonces no había aceptado aún mi lado sumiso y me creía un mero pervertido. Pero el futuro me depararía nuevas sorpresas.
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