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Calentona mujer da a ganar apuesta juvenil
SINOPSIS: Una apuesta de jóvenes se transforma en una sesión sexual con madura mujer, quien decide aceptar la propuesta, pero a la vez le concede al atrevido muchacho su virginidad anal… Pese al dolor inferido en trasero, por ser su primera vez, ambos lo disfrutan a toda plenitud…
ECSagardez
A los catorce años de edad, los chamacos del barrio sólo una idea nos impulsaba a andar en el cotorreo, jugar futbol e ir a "huesear", así se le llamaba buscar las fiestas los fines de semana para comer gratis y bailar con las chicas invitadas…
Todo era tranquilidad, nada hacía sombra en nuestra vida juvenil… Pocos de los muchachos habíamos despertado al sexo tan temprano… Algunos se divertían con ir todos los días a bañarse a la playa. Mientras otros disfrutábamos espiando a las vecinas, ya que por el intenso calor nocturno las ventanas de las recámaras siempre estaban abiertas y a disposición de los vigilantes de la noche que éramos mis amigos "Monga", "Fifí", "Chon", "Chiro" y yo a quien decían "El Brujo"…
Nuestra diversión comenzaba cerca de las 9 de la noche y culminaba pasada la medianoche, luego de hacernos todos unas tremendas pajuelas por los desnudos que aparecían ante nuestros ojos, desde el punto de vigilancia, y en otras ocasiones, cuando las maduronas hacían sexo con sus maridos…
Era una delicia lo prohibido, porque si en alguna ocasión se hubieran dado cuenta de lo que hacíamos, las quejas con nuestros padres nos hubieran provocado unas buenas tundas… En mi caso personal, la abuela Faustina era la más estricta y lo que menos le gustaba es que hiciera uno cosas indebidas en la calle…
II
El tiempo como siempre pasó inexorable. Nada enturbiaba nuestra forma de diversión, los cuerpos se iban embarneciendo, a algunos se nos marcaban los músculos, teníamos piernas fuertes y con excepción de "Monga", quien tenía un pene muy pequeño… Los demás, cuando nos empalmábamos hacíamos apuestas para masturbarnos y quien lanzara el disparo más largo ganaba los refrescos de los demás amigos…
Así eran nuestros juegos, debo decir, sin petulancia, que muchas de las veces gané las apuestas, porque mis disparos alcanzaban hasta 2 metros de longitud… Lo cual causaba la admiración de mis amigos, amén de mis 18 centímetros de largo y 6 de grueso que me hacía sentir el rey del barrio…
Con el respeto de mis cuates, la vida siguió su curso… Pero allá por el año 1967 llegó a vivir un matrimonio, ella se llamaba Elpidia y él Sergio. La señora aparentaba tener 45 años de edad y el señor como 50… Sin embargo, tenían una actividad sexual muy intensa…
Casi todos los días, don Sergio estaba ganoso y era doña Elpidia, quien comenzaba a masajearle la verga por arriba de la truza y cuando el miembro se erectaba lo sacaba y comenzaba a besar la punta y lamerlo, para después introducirlo en su boca y darle grandes chupadas…
Don Sergio no perdía el tiempo y mientras la señora le mamaba con insistencia, él le metía la mano por debajo del calzón y masajeaba sus enormes nalgas. Era un cabrón libidinoso, porque le metía la mano en su vulva, le pellizcaba las tetas, le jalaba los pezones, le metía un dedo en el ano y ella se retorcía por el placer que el señor le proporcionaba…
La primera corrida siempre iba a parar a la boca de doña Elpidia… Cuando él tenía sus descargas, los movimientos de la boca de la señora era como la de un becerrito que succiona la teta de su madre, la vaca…
Para nosotros era un deliquio de placer observar esa forma de hacer sexo, que ni pensábamos que existían las películas pornográficas… Para nosotros todo era original y a todo color. Nuestras excitaciones terminaban con las clasicas pajuelas, cuyas descargas de esperma iban a parar a las azotehuelas del edificio…
Sin duda, un espectáculo diferente y hermoso, ver coger a don Sergio y doña Elpidia…
IV
Sin embargo, el más aventurado de esos muchachos era siempre yo y tras irnos a dormir a nuestras respectivas casas. Llegué a mi cama y antes de dormirme me puse a pensar en la posibilidad de conseguir los favores de doña Elpidia, se me había convertido en una maldita obsesión y de sólo pensar en la forma en que cogía, la verga se me paró como un mástil y volví a la carga con la mano derecha, para tener otra gran venida…
Al otro dia, antes de subir a nuestro punto de vigilancia, le propuse a mis amigos un plan que al "Monga" le pareció descabellado… El proyecto era buscar a doña Elpidia y proponerle que hiciera el amor con alguno de nosotros, pero que para ello le tomaríamos fotos, porque había que justificar el acto sexual para ganar la apuesta…
Luego de un volado, el primero en ir con ella fue "El Chiro", quien por cierto era muy tímido… Luego de pensarlo y pensarlo, se retractó y no quiso cumplir el trato… Como siempre, los muchachos le llamaron "choto" –En Veracruz, apelativo de homosexual-… El sólo sonrió, porque prefirió pagar la apuesta antes que quedar en ridículo…
El segundo en tener la encomienda de proponerle el acto sexual a doña Elpidia, fue el amigo "Fifí", quien hizo el intento por ir a tocar la puerta del departamento de doña Elpidia. Pero a la mera hora se rajó y también, sin ninguna objeción, perdió la apuesta…
El tercero fue su hermano "Chon", pero éste también se rehusó y se disculpó porque don Sergio, era su maestro en la escuela preparatoria y no quería tener problemas que le afectaran sus calificaciones… Antes de proseguir debo señalar que mi amigo Chon se recibió de médico y es uno de los mejores urólogos del puerto veracruzano… Me jacto de seguir siendo su amigo, pese a la distancia…
El siguiente en la apuesta y de acuerdo al volado de suerte, fui yo y al ver como mis amigos desistían del intento de entablar una relación con doña Elpidia, además de ser el que había ideado el plan… No tuve más remedio que encaminar mis pasos hacia la puerta del departamento de la señora que en esos momentos se encontraba sola, debido a que el profesor Sergio había viajado a la ciudad de México, para realizar algunos trámites ante la SEP… Y esos viajes demoraban varios días… Motivo más que suficiente para buscar el ansiado encuentro…
V
Cuando iba a tocar la puerta del departamento, doña Elpidia abrió abruptamente, parecía que iba a salir a la calle. Así que me armé de valor y le pedí que me dejara pasar, porque deseaba comunicarle algo… Ella se me quedó mirando y me cedió el paso…
Me senté en un sofá y empecé una perorata que ella me respondía y le causaba gracia lo que le decía, ya que se carcajeaba y sólo me alcanzaba a decir:
— Ah que muchacho… Eres bien ocurrente…
La confianza que me brindó doña Elpidia, me permitió hacerle la siguiente propuesta:
— Doña Elpidia, tengo algo que decirle… Pero no quiero que esto sea motivo de una queja con mis papás…
Ella me respondió:
— No te preocupes… Espero que no sea nada malo… Pero acepto escucharte…
Ya en confianza, le expresé el motivo de mi visita:
— Señora, desde que usted llegó al barrio, me he convertido en su admirador secreto y he sentido la necesidad de masturbarme a su salud… La verdad que usted está deliciosa y desearía, aunque sea por única vez, verla desnuda…
Doña Elpidia se me quedó mirando y sus ojos color miel se vieron más brillantes… Sus labios se volvieron temblorosos y alcanzó a decirme:
— Chamaco, es normal que a tu edad te fijes en las mujeres maduras… Sólo te voy a preguntar una cosa: ¿Te gusta mi cuerpo? ¿Estás seguro que me deseas y que te empalmas a mi salud?
La confianza renació en mi y le respondí:
— Sí… Señora, no sólo me gusta su cuerpo, sino usted es muy bella y tiene unas caderas que invitan a realizar muchas cosas… Aunque debo reconocer que usted me tendría que enseñar mucho…
Ella siguió hablando, como si me interrogara… Pero yo entendía que sólo estaba haciendo tiempo para hacerme desistir de mi intento… Hasta que sonriendo me dijo:
— Ven… Acompáñame…
Y me tomó de la mano para conducirme a su recámara, al lugar donde la mayoría de las noches ella se desinhibía para echarse los mejores polvos de su vida con don Sergio…
Se sentó en la cama y enseguida empezó a masajear mi verga por arriba del pantalón… La forma en que me tocaba me estaba llevando hacia una dimensión desconocida, porque era lo prohibido lo que más enervaba mis sentidos…
Su diestra mano siguió su curso, el toqueteo me producía un cosquilleo en todo el cuerpo… Hasta que me bajo el cierre del pantalón y como si buscara un conejo o una paloma en una chistera, metió la mano y liberó de su prisión el tremendo miembro que ya daba muestras de querer vomitar sus líquidos…
VI
Los ojos de doña Elpidia se salieron de su órbita, cuando vio la longitud y el grueso de mi verga… Estaba sorprendida y sólo me dijo:
— Pero qué tenemos aquí… Que hermosa y chulo pajarito tienes… Se me hace que la tienes más grande y gruesa que Sergio… Así que vamos a hacerle la ronda…
De las palabras llegó a los hechos, sacó su lengua y de manera sensual y parsimoniosa recorrió mi glande y eso me desarmó totalmente… Era una caricia muy diferente a las pajuelas que me hacía a su salud…
Tras varios minutos de estar lamiendo y metiéndose mis huevos en su boca, donde succionaba con ansiedad… Se introdujo definitivamente mi verga en su boca y se la metía y sacaba con hondo frenesí, hasta que le anuncié que estaba a punto de descargarme…
Fue entonces cuando intensificó sus chupadas y parecía que intentaba sacarme toda la leche, porque jalaba con brusquedad, ansiosa porque saliera más y más esperma… Quiero decir lo siguiente: ¡Qué mamada!
VII
Al terminar, doña Elpidia se paró y me dijo desnúdate y espérame en un momento vengo… Por lo que se dirigió al baño y alcancé a escuchar la regadera que tiraba y tiraba agua. Pero era ella, quien se estaba lavando la vagina, para ofrecerla a su joven e incipiente amante…
Cuando regresó venía envuelta en una toalla que dejaba al descubierto sus torneadas piernas y sus delicados pies… Pero lo más extraordinario fue cuando la dejó caer al suelo con un movimiento muy sensual…
Ya desnuda no pude más que sorprenderme de verle su monte de Venus, que sin exageración se le marcaba muy bien, como si estuviera peluda, pero sólo era una ilusión óptica…
Ella me acostó y volvió a ensalivar mi verga, mientras se la metía en la boca… De inmediato el miembro viril se repuso y apuntó hacia el techo… Eso provocó que con su lengua se mojara los labios como si saboreara lo que la iba a penetrar…
Solita, sin prisas, doña Elpidia se fue sentando en mi verga y de un golpe se la introdujo toda, para que sus movimientos de sube y baja, tuvieran esas intención, meterla y sacarla toda…
Así siguió por espacio de diez minutos, hasta que sus movimientos se volvieron convulsivos y mientras yo le cogía las tetas y le pellizcaba los pezones… Ella con lentitud fue cerrando sus ojos para que su imaginación erótica volara hacia otras latitudes de este mundo…
La madurona de doña Elpidia estaba gozando a plenitud esta cogida y lo demostró cuando se volteó y quedó bocarriba, pero sin sacársela se la metí hasta el fondo y alcancé a tener mis clásicas seis o siete descargas de sémen. Mientras ella sentía como una descarga de electricidad recorría todo su sistema nervioso, desde el cerebro hasta la punta de su clítoris…
Fue excepcional como ella abrazó mi cuerpo con sus piernas, lo cual provocó que me inmovilizara, mientras tenía su orgasmo y yo le llenaba su vagina de caliente leche…
Así nos quedamos por un instante, hasta que mi verga se fue poniendo flácida y sola se salió de ese agujero caliente… Pero doña Elpidia no quería desaprovechar ningún momento de descanso y me pidió que me pusiera de hinojos sobre ella a la altura de sus tetas, para chupármela y limpiarla de los fluidos que en su cavernosa vagina se habían confundido recientemente…
VIII
La mamada de doña Elpidia, provocó una reacción en mi pene, porque se volvió a erectar a toda intensidad… Ella me jaló el prepucio y pasó su lengua por el cuello de mi verga… Lo cual me hizo sentir algo muy especial… Fue entonces, cuando me dijo:
— Chamaco, mi chamaco, dame por el ano…
Una invitación que no esperaba, porque desde nuestro punto de observación, jamás la habíamos visto hacerlo por el trasero con don Sergio… Así que sin remilgos, puse manos a la obra…
Ella se puso boca abajo sobre una gruesa almohada, lo cual propiciaba que levantara bien sus nalgas y éstas quedaran a mi disposición…
Para hacer el momento más sensual, le empecé a mamar su vagina y con mi lengua recorría toda su rajada hasta llegar a su ano… Mis caricias hacían que su esfínter se moviera continuamente, como si aflojara el cuerpo, pero a la vez se tensara…
Yo seguí mi recorrido con mi lengua y con los residuos de sus fluidos y los míos, comencé a mojar su ano, hasta que mi lengua se fue abriendo paso y logró penetrarla… Ella sólo exclamó:
— Así chamaco… Que bien lo estás haciendo… Sigue así no te detengas… Me está agradando…
La invitación no se podía declinar y empecé a trabajar con uno de mis dedos, para dilatarle el ano, luego le puse otro y ella empezó a relajarse y hacer movimientos que me hacían sentir que me extirparía los dedos… Fue en ese momento cuando entendí que ya era necesario dejarle caer el dedo sin uña, como se le llama también a la verga…
Mientras tanto ella clamaba:
— Chamaco, hazme tuya, te voy a entregar la virginidad de mi ano… Métemela ya, la deseo y no me aguanto…
No fue necesario seguirla escuchando ni tampoco dije nada… Le puse la punta de mi verga en el mero centro y aunque opuso algo de resistencia se la fui introduciendo poco a poco hasta que llegó a tener como 12 centímetros adentro…
Ella gritaba y decía sentir que la estaba desgarrando por dentro, me seguía pidiendo que no parara y la bombeara… No hubo necesidad de más explicaciones, se la introduje de golpe y ella lanzó un alarido de dolor…
Por lo que no detuve mis embestidas y se la sacaba hasta ver mi cabeza y el agujerote de su ano que me provocaba más excitación y una morbosidad indescriptible…
Como ya me había venido en dos ocasiones… Era normal que este polvo en el ano de doña Elpidia fuera más demorado y yo seguía bombeando, metiéndola y sacándola, hacía movimientos circulares, hasta que en cierto momento ella se agarró su vulva… Lo cual era señal de que estaba teniendo un orgasmo de grandes proporciones…
Poco a poco recobró la calma, pero con mi verga adentro de su culo, porque yo seguía con el mete y saca, hasta que ella más relajada y sin hacerle caso al dolor que quizá sentía, comenzó a hacer movimientos circulares y a mover su esfínter rectal que hizo que mi pene se quedara como atorado, pero era ella la que estaba haciendo los movimientos más hermosos que provocaron que le echara cuatro tremendos chisguetazos de leche caliente, en tanto ella lanzó un alarido y se convulsionó para que su cuerpo se estirara y tuviera un orgasmo más…
Fue uno de los mejores polvos anales que me he aventado a lo largo de mi vida…
IX
Ella se tiró en la cama, quitándose la almohada de abajo y yo sin despegarme, esperé que fuera su ano, quien despidiera mi pito, el cual duró como cinco minutos erecto dentro de ella, por lo que sólo se escuchó como si destapáramos una sidra, cuando salió con gran cantidad de espumoso líquido blanquecino, producto de la descarga de sémen que le había arrojado…
Ella se mostró agradecida por haberla tomado en cuenta para hacer realidad mis fantasías y prometió que lo volveríamos a hacer, cuando don Sergio viajara a la ciudad de México, porque ahí supe que también era dirigente magisterial…
Y doña Elpidia cumplió su promesa, seguimos cogiendo y yo derramándole esperma en su boca, en su vagina, en su rostro, en sus tetas. Pero lo mejor era cuando teníamos sexo anal… Eso si ambos lo disfrutábamos y me dio la impresión, porque la seguía espiando, de que fui el único elegido para romperle el culo a esa calentona mujer…
Por cierto y ya para concluir… Gané la apuesta a mis amigos y seguí siendo respetado como el rey del barrio…
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