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CACHITO EN LA COMISARIA

~~Antes del relato me gustaría proponer un tema de reflexión: Hoy por hoy está prohibido en muchos lugares hablar de temas sexuales en los que se involucre a un chico y el tema me parece que no es prohibir contar la propia historia a cada persona que ha vivido el sexo de esta manera porque es como esconder la cabeza bajo tierra dejando la cola al aire para que sea usada. Los hechos ocurren independientemente de nuestra voluntad y tiene mucho que ver el que se oculte y no se hable del tema. Si conociéramos un poco más, esos hechos no ocurrirían. Antes se negaba la redondez de la tierra y se afirmaba la existencia del purgatorio ¿Dónde quedaron esos temas? Pronto se decretará la inexistencia del infierno tal como está concebido y desaparecerá el cielo como lugar de residencia futura.
 Está prohibido el incesto pero si cuando se creó al hombre y la mujer, Adán y Eva, como una sola pareja, cuando nacieron los hijos y las hijas ¿Cómo se reprodujeron? ¿Los hijos con la madre y las hermanas y las hijas con papá y los hermanitos? Sería bueno no decirnos mentiras, porque aunque prohibidos los hechos se producen igual
 Aquí va el relato

 Cachito en la comisaría

 Cuando inauguraron el puesto policial del barrio para el que habían destinado la casa de la esquina, distante unos cincuenta metros de la mía, frente a lo que sería la plaza, yo ya había tenido dos experiencias sexuales con dos adultos diferentes.
 Durante el día había dos agentes y un oficial como dotación y por las noches se agregaba uno. A veces por alguna razón solo quedaban dos y hasta uno solo. Por las noches generalmente dormían porque en el barrio nunca pasaba nada significativo.
 Al primero que conocí fue al oficial Barrera que por entonces tendría unos 24 años, estatura media, era un oficial jovencito de ojos color miel, recientemente promocionado.
 Un sábado noche mis padres y hermanos se fueron a un casamientos. Mi viejo no quiso que yo fuera porque le había roto un vidrio a un vecino y me dio como en la guerra. Me dejaron encerrado en casa pero se olvidaron de cerrar la puerta del fondo y por ella me escapé y me junté con los chicos de la barra de la esquina. Jugamos a la pelota durante un rato hasta que comenzaron a llamarlos a sus casas. Poco a poco se fueron yendo los más chicos y el único que quedó con los más grandes, fui yo. Tanto es así que fui quien se quedó con “el bruja” Molina cuando se marcharon todos. El bruja era un tipo de más de treinta años, alto, delgado, de grandes ojos saltones. El vago del barrio al que desean todas las mujeres.
 Estábamos en la placita del barrio que tenía el pasto muy crecido y la mayoría de las farolas rotas. Uno de los costados de la placita daba a una calle y tras pasar la calle un campo de viñedos. El bruja me propuso entrar al campo vecino a cazar pajaritos.
-¿A esta hora? Es muy noche
-Es la mejor hora porque están en sus nidos.
 Al ver que yo vacilaba insistió
-Dale, vení, vamos ahora que no nos ve nadie. De paso me hecho una meada. Ya me meo…
Y echó a andar hacia la finca medio agazapado. Lo seguí al ver que se abría la bragueta y nos metimos al viñedo. Caminamos unos metros y se tiró entre unos pastos, llamándome y pidiendo silencio. Me tendí junto a él. Me dijo no se qué cosa del dueño, que nos quedáramos callados. El bruja Molina estaba muy pegado a mi y de pronto sentí que me tocaba la cola con disimulo. Mi silencio lo alentó a profundizar la caricia.
-Que linda colita tenés. Bajate el pantalón así te toco mejor.
-Bueno pero bájatelo vos también.
-Si es para tocarme la chota, sí.
-Bueno ¿Me dejas que toque?
 -Claro.
 Al momento estábamos los dos con los pantalones bajos, en verdad yo me los quité, entre los pastos del campo. El bruja me tocaba le cola y yo le tocaba una verga grandota y gruesa, muy gruesa. Un ratito de manoseo y me pidió la cola. Yo accedí pensando que era igual que con los otros. Se puso y me puso saliva y me montó. Pinceló un poco la rayita y me apoyó la cabezota en el potito y empujó. Mi grito debe haberse oído hasta en el casamiento donde estaban mis viejos. Sentía que me partía el cuerpo en dos
-No, tonto, no. ¡¡Ay!! ¡Me duele mucho, brujita! ¡Sacamela, por favor!
-Pará, aguantá un poquito.
 Empujaba con fuerza hundiendo una porción mayor del grueso falo en mí recto. No podía soportar tamaña intrusión. El dolor me superó y me desmayé cuando él me tapó la boca.
 No sé cuánto tiempo pasó hasta que desperté y me encontré solo. Salí del campo con el pantaloncito en la mano y camine en dirección a mi casa. Me dolía todo y del potito me salía sangre. Al pasar frente al puesto policial me vio el oficial, me preguntó algo y volví a desmayarme. La cosa es que terminé en el hospital internado varios días ya que el bruja había producido un desgarro importante provocando el sangrado. Qué máquina tenía el animal
 Hubo una investigación policial pero yo no dije nada del bruja Molina. Creía que si decía algo me iban a preguntar de todos los demás, pero el grueso pene borró las huellas anteriores y todo quedó como que esa fue la primera vez, según certificó el médico.
 Me llevaron a un psicólogo forense que al final de varias sesiones me mostró sus genitales “para saber qué sentía yo al verlos”…. Decepción. Era pequeñita. El pobre tipo tenía menos que el Tordo. Después de don Mario y don Hugo que calzaban grande el del psicólogo era un maní. Estaba obsesionado por saber como la tenía el hombre, si me dolió mucho, si me la metió toda o si me gustó. Nunca pude describirlo al Brujita. Además el loco se fue a Buenos Aires y nunca más lo vi ni supe de él, hasta que tuve 20 años y lo encontré en un hotel de Buenos Aires.
 De vez en cuando el oficialito me llamaba para charlar y como quien no quiere la cosa trataba de que le contara como fue.
-Pero vos ¿Qué hiciste? – Me preguntaba
 -Nada
-¿Te hizo tocar el pito?
 -Si
-¿Cómo era?
 -Grandote y con muchos pelos
-No. Te pregunto cómo era el hombre
-No sé. Estaba oscuro en la plaza.
-¿Te pidió que se lo besaras?
 -No. Que se lo chupara
-¿Se lo chupaste?
-Sí
 Poco a poco me hice amigo de todos y pasaba mucho tiempo con ellos.
 No sé si en todos lados será igual pero el policía acostumbra a usar el pantalón un poquito ajustado en la entrepierna haciendo que se destaque la artillería que porta, algo que les queda muy bien. Sobre todo al que carga buen armamento. Barrera era uno de ellos. Se le notaba mucho cuando me hacía preguntas sobre lo sucedido. Al ponerse de pie, se le notaba un bulto más grande. Lo mismo le pasaba a los otros policías que me hacían preguntas a solas.
 Sobre todo había un oficial morocho, alto y corpulento al que directamente se le ponía reduro y por lo ajustado del pantalón no tenía forma de disimularlo. El hombre se tapaba con un libro grandote en el que anotaban cosas que pasaban en el día
 Sucedió que una tarde en que yo estaba con ellos en el puesto, el agente que lo acompañaba debió ir a la jefatura y me quedé solo con el oficial Agüero. Tan pronto se fue el agente comenzó a preguntarme sobre lo sucedido y yo, que había aprendido a conocerlos y sabía hacia donde querían ir, les inventaba cosas.
 Esa tarde el oficial estaba parado, apoyándose en la ventana, lugar desde donde dominaba la visión de todo el barrio. Como era la siesta y hacía calor, en la calle no había ni aire
-Cachito, la otra vez me dijiste que el muchacho aquel que te hizo cosas en la colita te hizo chuparle el pito ¿Te acordás?...
-Sí, dije yo. Tenía un pito grandote pero suavecito…
-¿Te lo metió de prepo en la boquita?
 -No, despacito
 Con disimulo el hombre se acomodó el paquetón que comenzaba a agrandarse al escucharme contar…
-En la cabeza tenía una boquita grande… como un ojito
-¿Te gustaba chuparle el pito?
-¿Si le cuento no se lo va a decir a nadie?
 -Te prometo que a nadie
 En el pantalón la carpa era notable
-Sí…Él me dijo que si le chupaba le iba a salir leche que yo podía tomar… ¿Usted también tiene leche en el pito?
-¿No vas a contar a nadie?
-Le juro que no…
-Sí. Me sale muchísima…
-Oh… ¿Por qué no me da un poquito?... Le chupo ¿Quiere?
-No…
-Por qué?... Se ha enojado, don?
-No… No te doy porque si vos contás que te di leche a mi me rajan de acá…
-No, don. Es un secreto de los dos ¿Quiere?
 Me acerqué y puse mi mano sobre la prominencia del pantalón. No se resistió y se dejó acariciar. Sin abandonar su posición de la ventana, se desprendió el cinturón y abrió el pantalón bajándolo un poco junto con el calzoncillo liberando un hermoso ejemplar de pene oscurito rodeado de pelos negros y con dos robustos, peludos y suaves huevos en su base. Acerqué mi boca y comencé a saborearlo. Me dejó hacerlo por largo rato. Por momentos me orientaba.
-Pasale la lengüita a los huevos…Uffff…aaasssíiiiiii. ¡Qué bien lo hacés!...
 En los genitales el hombre tenía un suave olor a buen jabón, o quizá perfume. La piel en la zona tenía una tersura especial. Hasta sus pelos eran suaves a pesar de la abundancia.
-Cachito, ya casi voy a acabar – Me dijo - ¿Querés la lechita en la boca?...
 -No
-¿Dónde?
 -En el potito
 Dudó un momento pero después decidió
-Traé aquella silla, Cachito
 Traje la silla que él puso de tal manera junto a la ventana y que no lo obligaba a modificar su posición en la misma. Me hizo poner de rodillas en ella, agachado, quedando mi cola paradita. Se ensalivó el miembro y lo ubicó en la roseta del upite y con una suave presión fue metiendo el largo pene en mi recto hasta sellar la entrada del culito con sus pelos. Comenzó a menearse y en su metisaca podía sentir el balanceo de sus bolas entre mis piernas. Cuando eyaculó en mi interior sentí un poco de dolor porque empujo fuerte y a fondo.
 Me la sacó y yo corrí al baño a lavarme. Él me siguió sosteniendo su pantalón y calzoncillo a media pierna.
 Después de lavarme, me acomodé la ropa y salí del baño. Alcancé a sentarme en la silla cerca de la ventana cuando escuché que el agente volvía. Agüero se quedó un rato en el baño y después salió.
 Cuando me fui a casa, al caminar sentía en mi cola lo que había hecho.
 Desde ese día, en cada guardia que quedaba solo, Agüero me llamaba para tener sexo con él. Le gustaba mucho el sexo anal. Tanto que alguna vez yo faltaba al colegio y me iba a su casa para pasar la mañana allí. Le gustaba quedarse desnudo sobre la cama y dejarme que yo explorara ese mundo especial que es el adulto para un niño. De verdad que yo lo disfrutaba. Cada rinconcito de ese cuerpo, por oculto que estuviera, fue besado por mi boca. Le gustaba que le diera el besito negro
 Pero la vida seguía su curso
 Sucedió que un día estaba el oficial Barrera preparando todo para tomar una taza de mate cocido en la cocina. No había más policías que él en el puesto. Yo entré llevándole unas tortitas recién horneadas que había amasado la señora que trabajaba en casa. Tropecé con una escoba tirada en el piso y él para evitar mi caída se levantó de golpe y se volcó encima la taza con la infusión caliente. Yo no caí y el hombre muy rápido se aflojó el pantalón y lo bajó junto al calzoncillo para no quemarse. No lo evitó del todo ya que parte del líquido caliente llegó a la piel de la pierna. Trataba de darse aire abanicando la mano. La piel de la pierna se puso roja donde cayó el agua caliente. Con el pantalón bajo y la camisa levantada se metió al baño.
 Tuve una visión plena de sus genitales y de sus glúteos peludos. Estaba bien provisto en su armamento personal. Tenía un pene blanquito y gordo, bastante largo y unos huevos grandotes. Cuando salió del baño me dijo que se había quemado un poco. Que le ardía. Salió con la ropa bien arreglada pero húmeda. Se preparo otro mate cocido.
 Me pasé hasta la guardia siguiente soñando con la belleza que había visto. Se me representaba la pancita chata, peluda y los genitales colgantes que se balanceaban pidiendo aire o una caricia que aliviase el ardor. Su piel en la zona era blanca y sus pelitos rubios.
 Era un viernes de noche y cuando lo vi llegar al puesto me puse contento. Esperé un rato hasta que pasaron los que terminaban su turno en la guardia y salí de casa. Al pasar frente al puesto me llamó y pidió hielo. Como bala fui a casa y traje un poco de hielo. Entré al puesto y estaba solo.
-Huy, que bueno. Gracias Cachito. Vení, pasa a la cocina que lo pongo en una conservadora.
 Puso los cubitos en una conservadora de telgopor.
-¿Cómo andas, Cachito?
-Yo bien ¿Y usted?
-Bien, nomás
 Yo pensaba que el hielo lo pidió para ponérselo ahí en la quemadura y se me ocurrió preguntarle
-¿El hielo es para ponerlo ahí? – Uniendo la acción a la pregunta puse mi mano sobre el paquete de mis sueños- ¿Le duele mucho? – Acaricie todo el paquete.
-No. No me duele ya.- Y agregó- Eso no se les toca a los hombres. Es feo – lo dijo tranquilo
-No es feo – Dije con firmeza- El suyo me gusta mucho. Yo se lo vi el otro día. Es bonito…
Me miró en silencio. Como llegaba un agente dijo
-Después hablamos, Cachito.
 La oportunidad se dio en la guardia siguiente cuando yo volvía del colegio y pasaba frente al puesto. Era la hora del almuerzo para algunos o la siesta para otros y por eso en las calles no se veían ni las lagartijas.
 En la ventana que daba a la placita estaba apoyado el oficial Barrera. Lo saludé con la mano en alto y él me llamó. Entré al puesto. Estaba solo.
-¿Cómo te va Cachito? – Me saludó.
-Bien ¿Y a usted?
-Bien…- Silencio prolongado – ¿Querés hablar de lo que dijiste el otro día?
 -Bueno
-¿De verdad te gusta esto? – Dijo tocándose el bulto en el pantalón.
-Si… Es bonito el suyo…Me gustaría tocarlo.
-Si me lo tocas se pone duro y después ¿Qué hacemos?
-Se lo puedo chupar…
-Ah. Te gusta de verdad
 -En serio
-¿Querés darle una chupadita ahora?
 -Bueno
-Vení.
 Entramos al baño y allí se abrió el pantalón ofreciéndome su sexo ya duro. Un suave olor a limpio y perfume de jabón de baño y a ropa limpia me invitó a acariciar esos genitales suaves, tibios que se pusieron en acción. No vacilé y comencé a felarlo de la mejor manera. No demoró mucho y eyaculo en mi boca. Antes me había avisado que eyaculaba y yo seguí chupando sin soltar el órgano. Del grueso pene salía a borbotones una gran cantidad de semen que yo bebía glotonamente. Mantuvo su pene en mi boca hasta que se puso blando y se redujo bastante. Se acomodó la ropa después de lavarse en el lavabo y volvimos al lugar donde estaba antes.
-¿Te gustó, Cachito?
-Sí. Un montón.
 -Gracias. Lo necesitaba.
 -Bueno, voy a mi casa.
-Después nos vemos.
 Así comenzó esta otra parte de la historia. En simultáneo tenía una relación de sexo con los dos hombres y nos satisfacíamos plenamente. Ninguno sabía del otro y sólo yo comparaba. Cuando tenía al morocho desnudo en la cama recibiendo mis caricias o siendo penetrado por él, lo comparaba con el blanquito. Cuando me lo hacía el blanquito lo comparaba con el morocho. Me gustaban los dos.
 Ese año, puedo asegurarlo, se definió mi condición sexual para siempre.
 A los pocos días probé a otro policía al que yo no busqué. La propuesta fue suya. Creo ahora saber por qué. Después de muchos años se me ocurre pensar en los motivos de esa liberalidad con que actuaron varios de aquellos hombres.
 Para prevenirse de cualquier acusación y cubrirse, se me ocurre, el oficial Barrera debe haber sembrado en sus compañeros la idea de que, después de la “violación”, podría gustarme el sexo con hombres. Dicho de otra manera más concreta y clara que yo podría ser putito, etcétera… La idea sembrada creció y cada uno quiso comprobarlo.
 El hombre en cuestión era casado, padre de seis o siete niños que vivía en un barrio cercano. Tenía una hermosa mujer, joven como él que tendría más o menos 30 años. La mujer un par menos.
 A mi papá le gustaba el futbol y presidía un club importante en el que varios policías eran jugadores. Entre ellos estaba don Roberto.
 El club participaba en el campeonato regional y estaba bien ubicado en los primeros lugares de la tabla de posiciones y aspiraba a ganar el título.
 Un sábado mi papá nos llevó al entrenamiento de los jugadores y allí lo ví en pantalones cortos. Para ubicarnos mejor diré que esto sucede en la época en que los jugadores usaban esos pantaloncitos cortos que los mostraban más hombres. No eran tan calzonudos como ahora y provocaban a la imaginación de todo el mundo. ¿Se acuerdan del mundial del 78? Esa época.
 La primera imagen que tengo de él vistiendo esos pantaloncitos: Alto, piernas gruesas y muy peludas, pantaloncito negro, cola pequeña, cintura estrecha y espalda ancha. Más parecido a un jugador de rugby que a un futbolista. Sonrisa amplia.
 Cuando me vio me saludo y me atrajo hacia él tomándome de la cabeza por lo que mis manos rodearon una de sus piernas peludas y transpiradas. Más bien le había abrazado una de sus piernas. Apenas le llegaba a la cintura
 En mis manos quedó su transpiración y su olor. Un olor muy particular, entre ácido y dulzón con mezcla de perfume masculino. El contacto de sus pelos mojados en mis manos me provocaba una sensación extraña, excitante para mí
 Antes las inferiores, en nuestro club, eran dirigidas por los mismos jugadores. Como mi papá vio que yo tenía buena relación con don Roberto, le pidió que me incorporara a su grupo que era de 12 años. A mí me faltaban dos todavía.
 Un día, al final de una práctica, mientras esperábamos para entrar a las duchas escuché que don Roberto le decía al asistente que se bañaría al final. De inmediato busqué una excusa y me salí para ir al baño. Allí me demore todo el tiempo necesario. Poco a poco fue quedando todo en silencio. Después salí cuando lo escuché a don Roberto que despedía al asistente y se metía en las duchas. Cuando escuché el ruido del agua entré a las duchas.
-¡Cachito! ¿Qué haces por acá todavía?- Exclamó sorprendido
-Nada. Es que me demoré con el utilero –Dije mientras me desnudaba para entrar a la ducha.
-`Qué loco! ¿Ya se fue el utilero?
-Si… Me dijo que usted se estaba duchando y que le recordara que cierre todo. Él cerró la puerta de entrada con llave…
-Bueno… ¿Te vas a bañar?
-Sí ¿Puedo?
-Claro, metete, dale… Después, si querés, después te llevo hasta tu casa…-Propuso.
 -Bueno. Muchas gracias.
 Me desnudé rápidamente de espaldas a él. Cuando me volví para entrar a la ducha, lo vi de frente, todo enjabonado.
 Entre a la ducha que estaba junto a él y pude mirarlo de cerca. Ya lo he descripto por lo que solo hablare de sus genitales. Era muy parecido al Bruja Molina aunque no tan grande. Tenía toda la cabeza liberada por la falta del frenillo. En la zona de la boquita formaba como una puntita que bruscamente se ensanchaba hacia atrás, como si la cabeza del miembro se convirtiera en un sombrero ancho. Cuando se percató que lo miraba comenzó a acariciarse los genitales provocando en mí el deseo enorme de tocarlos. Tenía dudas claro, por el trabajo que él hacía con mi papá.
 Terminó de bañarse y salió. Yo también lo hice rápido y salí. Lo encontré en el sector de vestidores secándose lentamente. Después de secarse extendió la toalla sobre un banco y se sentó a fumar un cigarrillo. Al parecer se vestiría luego de fumar.
 Yo miraba a cada momento su desnudez. Me provocaba un fuerte cosquilleo en la barriga mirarlo. El hombre reunía tres cualidades: Era amable, lindo y bien armado. Cuando terminé de secarme y me comenzaba a vestir me dijo…
-¿Cachito puedo hacerte una pregunta?
-Sí, claro.
-Es sobre lo que te pasó ¿Te molestaría?
-No, don Roberto, pregunte nomás – Recordé que a mí me parecía que a él también se le agrandaba el bulto cuando me preguntaba de lo que me pasó y ahora lo comprobaría.
-Me dijiste la otra vez que el hombre te hizo tocarle el pito, ¿Verdad?
-Sí
-¿Cómo era?
 -Muy alto y gordo
-No. Te pregunto cómo tenía el pito
-Grandote y peludo… Muy gordo…
-¿Así como el mío?
-Un poco más grande
 Al mirarle los genitales vi que se le había estirado un poco y engordado
-¿Qué más te pidió?
 Al ver que el hombre se excitaba y que su pichula se estiraba inventé
-Que se lo chupe – El aparato le crecía más
-¿Vos se lo chupaste?
-Sí
-Pero ¿Cómo hiciste?
-Así… como… no sé cómo decirle –Ya lo tenía notoriamente morcillón
- Está bien, no te preocupes, Cachito. ¿Te lo metiste en la boca? ¿Cómo hiciste? – Yo hice como que dudaba – No tengas miedo de contar que no voy a decir nada a nadie.
-Es que… Mire ¿Le puedo mostrar con el suyo?
-Si querés, dale
 Me acerqué a él que separando las piernas me ofreció sus genitales. Primero lo acaricié suavemente al grueso y largo mástil; después exploré las pesadas y deslizantes bolas peludas. Lamí un poco la suave cabeza y la introduje con dificultad en mi boca. Lo hice durante un largo rato. Deseaba que me penetrara y le dije
-Después me dijo que se lo chupara con mi potito
 -Vos le dijiste que si?
-Sí
-Bueno pero yo no…
-Venga acá del otro lado donde están las colchonetas y le muestro como hizo, venga –Me siguió balanceando al caminar su duro pene. Nos tendimos sobre unas colchonetas y yo volví a chuparle todo. Después me tendí boca abajo y me puse saliva en la cola. El hombre me montó y suavemente me penetró con la totalidad de su miembro para iniciar luego un suave meneo que yo acompañé hasta que eyaculó en mi interior, empujando con fuerza su pelvis.
-Te metí todo ¿Te dolió?
-Sí, pero me gustó mucho.
 Desde ese día yo no falte nunca a los entrenamientos y él tampoco. Claro que siempre me quedaba para bañarme al final, después que salían casi todos
 Para no hacerla muy larga y por el peligro de ser reiterativo resumiré lo ocurrido durante ese tiempo y hasta mis 11 años con los amigos del puesto. La única diferencia era una cuestión de tamaños, colores y olores porque todos me hicieron probar de lo suyo. Pasaron por el lugar más o menos 30 hombres; de ellos al menos 25 tuvieron algo que ver sexualmente conmigo. Los cinco que no lo hicieron, fue porque eran viejos y gordos que se dormían siempre.
 Una tercera parte solo quiso sexo oral, más o menos unos ocho hombres. Mientras que las otras dos terceras partes, unos 17 hombres, lo hicieron completo. Con todos repetí varias veces. Sobre todo con Barrerita a quien la novia demoró en entregarle el premio y se aliviaba conmigo. Yo feliz. Hasta que se casó, tres años después, con mi hermana mayor. Era muy especial.
 Un agente raso fue el caso curioso y lo recuerdo de manera muy especial. Vivía en el mismo barrio, junto con la madre. Estaba separado de su mujer con la que tuvo en ocho años de matrimonio, ocho hijos. No sé si lo que voy a contar tiene que ver con su prolífica capacidad reproductora pero era así. Tenía un pene destacado en largura y grosor y dos huevos que parecían dos naranjas contenidos en un escroto bastante grande. La cabeza del pito llamaba la atención por su tamaño y el de su orificio uretral. Lo grafico mejor. Su pene parado medía 22 centímetros de largo y siete eran ocupados por la cabeza. Una cabeza cuadrada, perfecta. El caño de la chota propiamente dicha se lo podía rodear con una piola de 15 centímetros que al unir la dos puntas dan una idea de su grosor. La cabecita era un poquito más gruesa. Lo llamativo era la cantidad de leche que le salía a ese cristiano, por favor. El polvo no terminaba nunca. Salía y salía leche de esa pija de manera increíble. Para colmo era de largo aliento, no acababa enseguida sino que necesitaba serruchar un buen rato. La primera vez que me la puso fue en su casa. Cogía como un dios. Suave y delicado hasta llegar al fondo. Ahí entraba a moverse como un loco que busca la perfección. Sin violencia pero haciendo sentir hasta el último pelito. Bien delgadito, alto y muy peludo, cogía con todo su cuerpo. Cuando empezaba a acabar parecía que abría una canilla en la pija y dejaba salir baldes de leche espesa.
 ¡Qué buenos recuerdos tengo de aquellos hombres! No olvido a ni uno solo. Sobre todo cuando veo a los que hoy en las calles destacan y tientan con sus tesoros al vestir sus uniformes ajustaditos al cuerpo.
 ¡AY! Quién pudiera

Datos del Relato
  • Categoría: Varios
  • Media: 6
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