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Categoría: Confesiones

CÓMO DESCUBRÍ QUE SOY UN POCO PUTA

"vivo en Londres y tengo una confesión que realizaros, hace dos años descubrí en una fiesta que soy una perra y desde entonces no he podido parar, si me prestas unos minutos, te cuento como ocurrió todo."

 

Recuerdo como si fuera ayer todo. Hace ya de esto dos años, pero sigue en mi mente, clavado, creo que tengo que contároslo y de este modo podré dejarlo ir de una vez.

Primero, creo que debería presentarme, para que os situéis. Me llamo Elena, tengo 27 años, y actualmente vivo en Londres, vine aquí, como muchos otros estudiantes españoles, con una beca erasmus, pero en vez de volver al hogar al final me quedé por las oportunidades laborales que me ofrecía la gran ciudad inglesa. He construido una vida fuerte aquí, asentada en mis amigas, mi entorno y mi trabajo.

Lo primero de todo, nunca he tenido una relación estable, no será por qué no lo haya intentado, pero creo que mi situación personal lo ha complicado enormemente, soy una mujer ocupada, que está construyendo su futuro laboral y apenas tengo mucho más tiempo que el que pueda dedicar a mis amigas y al gimnasio (me apasionan las clases de Zumba y BodyPump) pero no está nada mal, solo a veces, que se siente un poco solitario…

Como os comentaba antes, esto comenzó hace dos años, un sábado por la tarde a principios de septiembre, cuando mis amigas empezaron a hablar por nuestro grupo de WhatsApp, al parecer, una de ellas, María (sí, la mayoría de mis amigas eran españolas), había salido de fiesta la semana pasada con un grupo de amigos cercano a nosotras y se había acabado acostando con uno de ellos, Chris, un guaperas británico de ojos azules y mirada inquisitiva, y no solo eso, si no que al parecer llevaban hablando muy intensamente durante toda la semana. María estaba completamente ilusionada con él, lo cual, en parte me molesto un poco, hacía ya tiempo me había interesado aquel chico y creía que ella no se lo merecía, pero era mi amiga y ahí estábamos para apoyarnos.

Bueno, pues aquel grupo, iba a salir aquella noche otra vez, al parecer, los compañeros de piso de uno de ellos, Raúl, iban a montar una fiesta y estaban todos invitados, y por extensión, por supuesto, nosotras.

La fiesta prometía, pues iban unos cuatro grupos diferentes, de todas las nacionalidades y bastantes solteros. Nosotras ya teníamos nuestro salseo asegurado con la situación que se daría entre Chris y María. Pero claro, no era todo, Raúl, el chico de la casa que nos había invitado, llevaba detrás de mi un tiempo, quizá aquella noche podríamos charlar un rato y conocernos mejor, al menos, esa era mi idea. Por otra parte, otra de mis amigas, Susana, llevaba un tiempo sin encontrar trabajo y estaba un poco descorazonada, e igual un poco de fiesta le animaba. Sí, teníamos que ir a aquella celebración.

Tras acordar que nos veríamos en el Pub que quedaba justo debajo de la casa de Raúl, me dirigí al ropero para vestirme, sí, aquella noche iba a darlo todo. Estuve probando algunos vestidos y finalmente me decante por un vestido corto de color azul estilo bandage, con un escote de pico, además, tapaba también mis hombros con un kimono corto de color blanco y azul claro, rematando mi outfit con unos zapatos de tacón del mismo color y un colgante de plata que me caía y se perdía entre mis pechos; me encantaba como me quedaba aquel conjunto, pero lo mejor de todo era que el vestido era lo suficientemente corto y el doblez inferior estaba un poco subido por la parte delantera, por lo que mostraba de manera generosa mis largas piernas pero sin pasarme, tan solo tenía que ir con algo de cuidado cuando me sentaba para no ir enseñándolo todo. Ir de fiesta con aquel vestido era una declaración de intenciones en toda regla y un juego constante con las miradas de los chicos, me hacía sentir deseada y juguetona.

Al vernos todas, nos abrazamos como locas y nos dimos varios besos, estábamos todas despampanantes; la mayoría de nosotras, salvo Carmen, estábamos solteras y esa noche había guerra, se notaba.

Nuestro grupo de amigas se componía de 6 chicas, todas españolas salvo una, precisamente Carmen, que era nacida en Inglaterra, en Wessex, pero hija de padre español y madre argentina, por lo que era como el resto de la troupe. El resto del grupo lo componíamos Isabel, una profesora de pilates que trabajaba en una gran cadena de centros deportivos del país, María, la que estaba coqueteando con el guaperas de ojos azules Chris, que era profesora de Secundaria de español en un instituto de la City, Raquel, una muchacha hija de padres bien que no trabajaba y se dedicaba por completo a la vida contemplativa, la muy puta había escrito un libro de poemas e iba de cultureta por la vida, mientras que las demás teníamos que currárnoslo duro, Susana, que había llegado apenas hacía un año a Londres buscando trabajo como publicista, pero se había quedado como cajera en una cadena de ropa muy famosa española y yo misma, como María, era también profesora de Secundaria en un instituto privado de Londres, en mi caso, impartía clases de español y de economía.

Allí estábamos todas, en el Pub, tomándonos unas pintas de cerveza y contándonos como había ido la semana, los cotilleos de Chris, lo capullo que habían sido los jefes de Susana al despedirla o la movida que había tenido yo en el instituto cuando un chaval me había tirado una goma en el escote. Risas, en general, aquel grupo no era perfecto, pero eran mis amigas y había que quererlas.

Cuando llevábamos un rato, apareció Raúl con Chris y un par de amigos más, iban vestidos de un modo un tanto casual en comparación con nosotras, pero se notaba que se habían arreglado de un modo un tanto desenfadado.

Desde el principio, Raúl estuvo super atento a mí, fui la primera persona a la que saludo y sus ojos me disfrutaron de manera golosa, sí, Raúl me deseaba fuertemente, podía notarlo por como me hablaba, por como me miraba, sus comentarios, por el contrario, siempre eran correctos y no se pasaban en ningún momento de la raya, se cuidaba bastante en salud y aquello me ponía un tanto nerviosa, pero bueno, la noche era larga, iríamos viendo que tal.

Tras un rato de estar charlando y después de tomar un par de pintas esperando a que llegase el resto subieron a casa de Raúl, donde los compañeros de piso habían apartado todos los muebles y habían dejado en el salón un amplío espacio donde charlar y escuchar música. En seguida, activaron los altavoces y pusieron la última canción que sonaba en el Top 10 del país.

Pude ver como María se iba a la cocina con Susana a servirse unas copas y me acerqué a Chris para empezar a charlar. Rápidamente le capte, era bastante evidente que él era un imbécil un tanto arrogante que iba de flipado, no le conocía mucho y me había acercado a él solamente para darle conversación mientras María estaba en la cocina, por no dejarle apartado, pero estaba flipando bastante con él.

Me hizo un par de comentarios inapropiados acerca de mi vestido y claro, en seguida me mosquee, no sé qué demonios pretendía si estaba medio enrollado con María y aquello me frustraba. María era mi amiga, pero a pesar de ello, era bastante evidente que Chris era un gilipollas, me había equivocado, María no es que no se mereciese a Chris, el caso era que Chris no se merecía a María, ni a nadie, vaya flipado de mierda, no te jode.

Empezamos a discutir acerca de Ed Sheeran, un artista que Chris consideraba un blandito y un vendido a la música comercial para mujeres y que lo hacía todo para forrarse a nuestra costa. Claro, aquello me irritó, Ed Sheeran era mi artista favorito, él lo notó y con una media sonrisa se aparto el flequillo y empezó a meterse más con Ed y mis gustos musicales. La situación me tenía un tanto irritada, hasta el punto de que decidí pasar. «Mira Chris, paso, realmente me da igual, disfruta de la noche…».

Él sonrió, se acercó a mí y se sobrepasó mil pueblos cuando me tomo por la cintura, me acercó y puso su boca sobre mi oreja para responderme «Claro, claro que voy a disfrutar. Esta misma noche pienso arrancarte ese vestido que aprieta tus tetas, follarte y dejarte hecha un cuadro».

Flipé. No supe que decir y me quedé callada, solo podía mirarlo con odio.

Él sonrió de nuevo y soltó «Hablamos más tarde».

Se apartó de mi y se fue con sus colegas. Yo me quedé allí, en una vorágine de ira y mal rollo. En fin, no daba crédito lo gilipollas que acaba de ser Chris, lo tenía claro, pensaba contarles todo mañana a las chicas por el grupo y dejarle de salido de mierda, ese no iba a follarse a una amiga mía en la vida.

Al mirar hacía la cocina pude observar como María me miraba como exigiendo respuestas por haber estado hablando con Chris y que me cogiera de la cintura. Le quité importancia con un gesto de la mano y me fui hacía ellas, necesitaba un gin-tonic cuanto antes. Pero no pude evitar girarme para mirar a Chris antes, él estaba ahí, como si nada, mirándome con su media sonrisa y me guiño un ojo.

En la cocina, tomé una copa de balón, eché los hielos, una buena cantidad de ginebra y una tónica, le di un sorbo, sabía tal y como a mi me gustaba, refrescante y con un amargor que dejaba un regusto potente en el paladar.

Susana se me acercó, y empezó a hablar de no se que cosa de la cual no me acuerdo y desconecté rápidamente, le di una buena cantidad de tragos a la copa y antes de darme cuenta, ya tenía otra en la mano.

En ese momento, Raúl, mi salvador, apareció con un amigo suyo que enseguida se quedo con Susana y me liberó, le sonreí y pícaramente puse mi mirada más de puta que pude, esa noche pensaba follármelo, dejarlo para el arrastre, vamos si lo tenía claro, la copa de ginebra había empezado a hacer efecto y ya notaba un ligero palpitar entre mis piernas, la llamada de la jungla, cariño.

Estuve flirteando con Raúl, charlamos acerca de nuestras vidas y de lo bien que estaba aquella fiesta, dejé caer descaradamente uno de los tirantes del vestido, mostrando más de mi cuerpo de lo que era decoroso y respetable, joder Raúl, quería que me follases en la puta encimera de la cocina si hacía falta, pero él se puso rojo, y tímido me puso de nuevo el tirante. En ese momento aproveche, y me acerqué a él, le toque el brazo y le acaricie hasta su mano, la cual tome y le guíe para apartarnos un poco, que no se nos viese tanto.

Pero justo, justo en la puñetera terraza a la que iba a llevar a Raúl, allí estaba Chris, fumándose un cigarro y me miró lascivamente, prácticamente me desnudo con su mirada el muy cabrón, y eso me puso cachonda, que es lo peor de todo.

Chris sonrió y dijo en voz alta mientras apagaba el cigarro «Menudo culito, no la dejes perder eh, Raulito, que esta es un cañón», después, se fue, y pude notar la confusión de Raúl.

En el balcón, me líe con Raúl y le toque el paquete, estaba bien duro, sabía perfectamente que aquella noche quería caña y no se había visto con una así en su vida. Pero entonces, paró, igual era demasiado pronto para él y estar magreándonos en el balcón, le pareció demasiado, me preguntó si no me importaba que fuésemos al salón y bailásemos un rato juntos. Aquello, me bajo todo el rollo que tenía, de verdad, chicos, no, si la tía te está dando bola, sigue, continúa, deja las cortesías para tu abuela, yo quiero caña, quiero que seas un puto cerdo y me folles joder.

Al entrar, estaba sonando una canción bastante movidita y dentro de lo que cabe me lo pase bien, estuvimos bailando y muy pegados, muy carnal todo, pero sin pasarnos de la raya, muy en la línea de Raúl, imagino que estaba esperando a que pasará más tiempo, pero bueno.

No pude entonces quitarme de la mente a Chris, pude ver cómo le cogía del culo a María y como le tocaba delante de todo el mundo sin importarle, aunque siempre tenía una miradita para mí y claro, una no es de piedra, todos esos pequeños momentos y el recordar lo furiosa que me había sentido antes me puso más cachonda de lo que estaba, podía notar como mi ropa interior empezaba a estar mojada y solté un pequeño suspiro cuando en un dance del baile Raúl me toco el culo de perfil. Me estaba empezando a odiar a mí misma. Chris era una gilipollas y Raúl un tío galán que me estaba cuidando y respetando. Pero aún así, me estaba poniendo cachondísima pensando en Chris, todo estaba mal, tenía que parar.

Le dije a Raúl que me diese un respiro, que iba al baño a echarme un poco de agua y él, claramente lo entendió. Le di un último trago a mi copa y la apuré.

En el baño, me eche un poco de agua por debajo de las axilas y por debajo del cuello para refrescarme sin perder el maquillaje, me miré y pude observarme, realmente estaba echa una guerrera de la noche, saque el pintalabios y me di una pasada.

Al salir, ya lo tenía claro, le iba a comer la boca a Raúl delante de todos, y ya directamente, me lo llevaría a su cuarto. Pero al acercarme al salón, pase por una habitación que estaba abierta, Chris estaba dentro, en penumbra, y sin perder su sonrisa, me hizo un gesto con el dedo para que entrase.

No sé qué demonios me rondó la cabeza, igual, las copas me habían dado confianza y estaba dispuesta a mandarle a la mierda, echarle en cara lo que le estaba haciendo a su colega Raúl o a mi amiga, María, lo muy gilipollas que era, o sabe Dios que. Lo que pasó, es que le hice caso, entré en el cuarto siguiendo sus indicaciones.

Cuando entré en la habitación, sin mediar palabra, cerré la puerta y perdí el control, le comí la boca con frenesí y pude notar como sus brazos bajaban hasta que sus manos se aferraron a mi culo, no lo pude evitar, gemí, gemí como la perra que era en ese momento.

A partir de ahí el tomó la iniciativa y me tiró contra la cama, al voltearme, pude darme cuenta de que nos encontrábamos en la habitación de Raúl por una foto que había encima de la mesita de noche, tremenda ironía.

Chris me quitó el kimono azul que hacía media hora me sobraba y me fue bajando la cremallera, hasta que al final, el propio vestido cedió por su propio peso.

Aquella noche, a sabiendas de que se avecinaban curvas, me había puesto un conjunto que combinaba con el vestido, lencería de color negro con detalles en azul marino; el sujetador era de encaje y realzaba mis pechos de una manera que parecían rebosar y cualquier leve movimiento, hacía que balanceasen como un flan, en la parte inferior, por otra parte, llevaba un tanga de color negro con un pequeño lacito azul. Era irresistible.

Chris no pudo evitarlo y me manoseó por completo, tomo mis pechos y me agarro fuertemente, todo esto mientras me besaba con furia y pasión. Me sentí completamente vendida a él, menudo cabrón.

Así estuvimos, hasta que se levantó de mi lado y quitó los pantalones y la ropa interior, se sentó sobre la cama y con su puñetera sonrisa, soltó «Putita, de rodillas, vamos a ver como la chupas». Yo estaba en tanga solamente en este momento, mirando su polla dura erguida ante mí. Me sentí vejada, insultada, recordé lo imbécil que era y como me había hecho sentir, lo hijo de la grandísima que era, y después, tal y como me había indicado, me puse de rodillas frente a él y comencé a comérsela.

Recuerdo que me sentí realmente avergonzada, pero también enfadada conmigo misma, estaba comiéndole la polla a Chris en el cuarto de Raúl, pero también realmente quería hacerlo, estaba disfrutándolo, esta sensación que tenía en el cuerpo de adrenalina, el sentirme sucia, el sabor de su polla recorriéndome el paladar, la sensación de chuparle los huevos, y el olor a sexo… Era algo que necesitaba, estaba jodidamente cachonda.

Mientras le estaba chupando la polla, soltó un comentario degradante, me comentó que estaba siendo una «buena perrita» y sacó su teléfono móvil para grabarme mientras movía de arriba abajo mi cabeza y le lamía con dedicación su pene. Me sentí denigrada, utilizada, sabía que ese vídeo lo acabarían viendo sus amigos, que se jactaría que aquella victoria siempre, pero no pude evitar disfrutar de aquello de algún modo… ser cosificada de esa manera tan burda, era pura fantasía que me ponía muy cerda, quería sentirme más y más usada, así que levante la cabeza y sonreí a la cámara, «¿quién es tu amo, perrita?» pregunto Chris en ese momento, la adrenalina subió por mi cabeza, no importaban las consecuencias, me daban igual, era suya y de pronto, me sorprendí diciendo «tú y solo tú eres mi amo», «buena perrita, ahora sigue» pudo decir Chris en medio de un semigemido, se lo estaba gozando.

Me puse más cachonda si podía y me propuse vaciarle los huevos, me separé levemente para hacerme una coleta rápida y bajé rauda a seguir jugando con su glande sobre mis papilas gustativas.

De pronto, la puerta se abrió y Chris gritó «¡¿Raúl tío, no ves que está ocupado?! «. Pude notar un titubeo y sentí desde donde estaba, de espaldas a la puerta, como el corazón de Raúl se rompía en mil pedazos, y me dio vértigo, un vértigo como nunca había sentido, y no paré, seguí, seguí comiéndole la polla a Chris delante de su amigo, del amigo que había estado tratando como una zorra mientras él había estado tratándome tan bien, me quería para aquella noche y quien sabe si para algo más. Posiblemente una oportunidad de tener algo estable con alguien por primera vez en mucho tiempo, y allí me quede, decidiendo ser una guarra, decidiendo denigrarme y entregarme al tío que quería hacer de mi un objeto. La puerta se cerró otra vez, esta vez más despacio de lo que la que había cerrado yo en un ataque de libido e ira sexual… Estaba allí de espaldas a la puerta, y la vergüenza no me permitió girarme, la vergüenza me empujó hacia adelante.

Le miré con una cara entre desafiante y excitada. Chris, me sonrío y me guiño un ojo. Subí hacía él y me recosté de rodillas sobre sus piernas. Él me apartó el tanga y me penetro con su vigoroso pene, recostada de aquella manera, comencé a moverme en un vaivén, le quería más dentro, quería sentirle más profundo, que me doblegase.

Y vaya si lo hizo, tras un rato en aquella posición, me empujó a un lado, y me arranco el tanga de un tirón, «Perrita, prepárate para recibir duro».

En ese momento paso todo muy rápido, primero me azotó con fuerza, tanto que supe que al día siguiente aquello dejaría marca, para acto seguido, comenzar a follarme con fuerza, podía sentir como estaba siendo embestida, y la sensación de placer de aquel momento estaba siendo inmensa, empotrada y humillada, me dio igual, porque yo era una guarra, era su guarra, mientras me embestía, yo movía el trasero siguiendo su ritmo y empujando con fuerza hacía atrás para que me penetrase con más fuerza, si, aquello me hacía sentir viva.

Bajé mi mano hasta mi clítoris, y siguiendo con la follada que me estaba pegando Chris, empecé a masturbarme con fuerza, gimoteé furiosa y no tarde en caer rendida, desvalida y sin fuerza mientras Chris seguía empujando y penetrándome mientras tenía un intenso orgasmo que me hizo empezar a convulsionar, la sensación me recorrió toda la espalda, desde el trasero hasta la cabeza y en oleadas, empezó a distribuirse por todo mi cuerpo, tan fuerte y tan intenso que me agarrote y mis extremidades convulsionaron. Me asuste, nunca había sentido algo así, con tanta intensidad, con tanta potencia. Y Chris no paró, aquello hizo que el orgasmo se prolongase más, pero al final tuve que retirarme.

«Sabes ladrar eh, menuda fiesta les estamos dando», soltó de pronto Chris, que se tumbó cuan largo era sobre la cama, «seguro que mañana eres la comidilla de todo el mundo, anda, termina lo que has empezado» y me señalo su polla, que seguía bien dura y rebosante.

El gilipollas de Chris había conseguido que me corriese antes que él y de una manera brutal, no recordaba que nunca nadie me hubiese hecho aquello y me sentí… agradecida, sí, me sentí agradecida dentro de aquella espiral de locura y cosificación.

Poco después de eso, su polla volvía a recorrer mi garganta y pude notar como comenzaba a tener espasmos, él gruñó y de pronto, su corrida impregno mi boca. En vez de reaccionar como había hecho otras veces, me volqué hacía adelante y me tragué todo, mi boca se envolvió en torno a su polla y seguí recorriéndola de arriba abajo hasta que noté que concluyó, en ese momento succioné con fuerza y se la lamí para dejársela bien limpia.

Entonces lo comprendí, aquella vez había sido el momento que más llena de vida había sentido en mi existencia. Siempre actuando en busca de un futuro mejor, una vida mejor, cuidar de mis chicas, de mi trabajo y descubrí que realmente lo que deseaba en mi fuero interno era dejarme llevar, fuese como fuese. Y le sonreí.

Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
  • Media: 8
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