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Categoría: Maduras

Buenos días, señora Sofía...

... eran las seis de la mañana de un caluroso martes de verano, los termómetros anunciaban los 20 grados centígrados pero el sudor en mi camiseta me decían no confiar de ellos. El despertador inició su escándalo y de un rápido movimiento lo silencie, ya tenía algunos minutos despierto, de hecho aquella noche no había podido dormir bien.



Me levanté y fui directo a darme una ducha, miré en el espejo ubicado en el baño y un joven de 17 años, más bien alto y de abdomen indeciso me devolvía la mirada. Pasé mis manos por mi cabello negro, ya tenía que ir a que lo cortaran un poco. Tiré en una de las esquinas la ropa que llevaba puesta, y quedé desnudo, no era nada espectacular, de hecho no comprendía como es que había llegado a esas instancias. El agua caliente no consiguió sacarme de mis pensamientos, la señora Sofía me estaría ya esperando, la imagine desnuda con esos enormes senos culpables directos de la situación y mi miembro despertó, no muy grande, puedo presumir que nunca había dejado a nadie decepcionado.



La cita estaba programada a las 6:45 de la mañana, en su casa situada a 40 metros de la mía. La hora nos aseguraba ninguna o pocas personas y que la vecina chismosa que siempre miraba estuviera aún dormida. A esa hora ella se quedaba sola, a esa hora ella estaba segura de tener al menos 3 horas que normalmente eran para dormir un poco mas, su esposo salía a las 6:30 y se llevaba consigo a Beatriz para dejarla camino a su trabajo en su secundaria, Paulina y Héctor salían pocos minutos después de ellos el hacía la universidad y ella a mi misma escuela preparatoria, la muchacha que le ayudaba en el aseo llegaba hasta pasadas las 10.



Ataviado con unos jeans color azul oscuro, zapatos-tenis color negro y una camisa color blanco observé como salían los hermanos, abordaban el automóvil y se perdían de vista al dar vuelta en la esquina, miré el reloj, las 6:40, esperé indeciso un par de minutos más, caminé despacio, haciéndome, o tratando de parecer, el despistado, entré por el barandal color arena y fui directo a la puerta de madera de la entrada. Miraba en todas direcciones temiendo que alguien me viera, pero sentí alivio cuando la señora Sofía abrió la puerta solo lo suficiente para mirar quien estaba fuera, me vio, sonrió, y alejándose de la puerta me indicó que entrara.



Cierra la puerta... – escuche cuando apenas terminaba de entrar, obedecí.



Sentada el un sofá del recibidor, la señora Sofía me miraba con una expresión divertida. A pesar de sus cuarenta y tantos años, aún mantenía los pechos firmes ahora ocultos detrás de una bata de baño color rosa pálido. Su cuerpo no le pedía nada al de una joven, de piernas largas y bien conservadas debido al ejercicio que había hecho durante su juventud y aún hacía periódicamente, un trasero que presumía llevando trajes un poco ajustados que hacían enfadar a su marido y un rostro que la edad parecía no haber lastimado casi nada.



Ven... dijo al fin.



La seguí por un largo pasillo que conectaba las dos construcciones que ocupaba su casa, estaba descalza y caminaba a paso decidido sin mirar atrás. Entramos a su alcoba, encendió el televisor y mostrando un gran conocimiento tecnológico las imágenes que me tenían amarrado se mostraron e alta definición. Ahí estaba yo, con Paulina, haciendo todo lo que se nos había ocurrido en aquella ocasión, ella con su lengua fuera de su boca que esbozaba una sonrisa lamiendo mi miembro, después yo hincado frente a ella comiéndome su sexo. Paulina era por mucho muy diferente a su mamá, sus senos no eran grandes, pensé mientras una fotografía nos delataba follando ella apoyada en cuatro puntos. De tez clara, su cuerpo era bello, pero nadie podría decir que era hija de quién miraba las imágenes conmigo, sus piernas eran largas y terminaban en un trasero normal, sus ojos tal vez eran lo único especial con su color azul.



¿Y bien? – me dijo al tiempo que una imagen confesaba la afición de su hija por juntar sus senos con sus manos y acariciar con ellos el sexo masculino.



Permanecí en silencio mientras la última fotografía aparecía en la televisión, escurría por los senos de Paulina mi semen sin que ella dejara de chupar mi miembro.



¿Tu la desvirgaste? – me preguntó al verme callado.



Si...



¿Hace cuánto?



Un año, un año y medio quizás...



¿En dónde?



Aquí...



¿Aquí? ¿Cómo? ¿Cuándo?



Un día en que usted se fue temprano a sus cursos de costura, ambos faltamos a propósito a la escuela.



¿Te das cuenta de lo que estás fotos pueden provocar? – me dijo en tono grave.



Si...



¿Y qué tal si mi esposo hubiera tomado primero la cámara?



No... no lo se...



Deberán de tener más cuidado la próxima vez...



Sus últimas palabras me sorprendieron, no eran mentira pues me miraba con expresión de complicidad, dio play de nuevo a las imágenes y sonriendo miraba a su hija siendo penetrada, chupando y con los ojos cerrados y un ligero rubor en sus mejillas.



Y, cuéntame... ¿es buena? – dijo sin dejar de mirar la televisión.



¿Perdón...?



Olvídalo... ¿ya te bañaste?



Si...



No te caería mal otra ducha ¿o sí?



Entró al cuarto de baño al tiempo que las imágenes seguían repitiéndose, entrecerró la puerta y solo la abrió un poco más para arrojar su bata a su cama.



¿Vas a entrar...? ¿O acaso prefieres que le diga a mi esposo lo que le haces a su hijita?



Obedecí de inmediato, en cuanto entré me quede sorprendido, cu cabello finamente teñido de rubio caía sobre sus hombros desnudos, sus ojos en franca mirada coqueta, y ese maravilloso par de senos que colgaban frente a mis ojos exhibían una areola algo grande coronada con un par de pezones pequeños erectos y apuntándome directamente. Su abdomen era plano, firme y toda su vestimenta se limitaba a una bragas color negro cuyos bordes estaban entre los dedos de la señora Sofía. Paso una de sus manos entre la tela y su piel, la detuvo cuando estaba a la par de sus bellos púbicos, miró mi rostro excitado y preguntó.



¿Te gusto Eduardo? – hablaba mientras me mostraba sus glúteos que solo ocultaban la línea divisoria entre una diminuta cantidad de tela.



Si... – respiraba aceleradamente, mi pantalón lastimaba mi miembro que ya se había comenzado a elevar. Dudaba que pudiera estar de pie un minuto mas.



¿Harás lo que yo te pida?¿Sin preguntas, sin hablar a menos que yo te lo indique?



Hablaba sin mirarme, se había inclinado un poco más para abrir la regadera que a los pocos instantes arrojaba un agua que dejaba escapar algo de vapor, muy pronto la visión en el cuarto de vio enrarecida.



Si...



Bien... – dijo acercándose – no quiero que hables, bájame las bragas y desnúdate.



Con movimientos ansiosos baje aquella prenda, me había dicho además que mi vista debería ir hacia donde sus bragas fueran, así que cuando ella sacó sus piernas mis ojos no veían más que sus pies. Me tomó del cabello, me hizo mirar hacia arriba, a su rostro, su sexo olía diferente, agradable, y sus vellos púbicos estaban cortados delicadamente formando un triángulo en donde su punta más pronunciada apuntaba directamente hacía su clítoris.



Me desnude rápidamente, arroje mi ropa a donde había terminado su bata y mostré mi enorme excitación. Ella, despacio, tomó mi miembro entre sus dedos, lo masajeo un par de ocasiones. Sentí que me corría pero ella se detuvo juntos a tiempo.



Tu me vas a bañar... – dijo viéndome a los ojos – pero, -añadió – no puedes hacer nada que yo no te diga, si lo llegarás a hacer, llamó de inmediato a mi esposo y a tus padres.



De acuerdo... – acepté aunque dudaba mucho que pudiera reprimir mis impulsos.



Me ordeno abrir la cortina, entrar y ayudarla. De inmediato el agua que escurría por su cuerpo me hizo sentir que me de por si ya fuerte erección quisiera sobrepasar sus propios límites. La observé un par de minutos mientras toda su figura quedaba empapada, me había dicho que estuviera listo con la esponja y con el jabón, me miraba de reojo, se detenía en mi miembro y después me daba la espalda y se inclinaba para recorrer con sus manos, sus piernas.



Cierra las llaves, y enjabóname... – ordeno de pronto sacándome de mis pensamientos mientras veía la entrada de su sexo a la misma altura del mío.



Obedecí, el agua dejo de correr y el vapor era el único testigo de mis movimientos. Me acercó sus brazos y despacio los recorrí con la esponja, me detuve un poco más en sus hombros pues yo estaba a sus espaldas y solo separaban un par de centímetros la punta de mi miembro de su cuerpo. Levantó los brazos indicándome la siguiente zona a limpiar, envidiaba la esponja en todo momento, en especial cuando mientras la recorría llego a un punto donde rozaba el borde de sus senos. Se giró quedándome de frente, aunque yo era un poco más alto que ella me sentía intimidado.



Y los quiero bien limpios... ¿entendiste?



Comencé a masajear sus senos con la esponja, sus pezones erectos fueron delicadamente enjabonados y pronto tenían más jabón del que ocupaban en realidad, la señora Sofía no decía nada, de hecho parecía entretenida viendo mis enormes esfuerzos por no abalanzarme sobre ella para lamer, chupar... para comerme esa parte de su cuerpo. Apretaba todo lo que podía la esponja para disminuir esa distancia entre su piel y la mía. Sentía el contorno de sus pezones y cuando ella me lo dijo bajé aunque no limpié con tanto esmero su abdomen.



Sus nalgas fueron mi siguiente instrucción, las recorrí todo cuanto pude, primero con movimientos suaves, circulares, sentía mi miembro a reventar cada vez que hundía un poco la esponja entre sus glúteos, rodeándola por la espalda pase la esponja enjabonada por sus vellos púbicos, la punta de mi miembro tocaba al fin el final de su espalda, ella no decía nada, solo se apoyaba en la pared y separaba un poco las piernas para dejarme el espacio necesario para mi tarea.



Híncate... – ordeno.



Obedecí, acerque mi rostro hacia sus nalgas y cuando ella giró, mi nariz se metió un poco entre sus glúteos, pareció divertirla porque regreso a su posición y volvió a hacerlo. Se apoyo en la pared, me dijo que volviera a enjabonar la esponja y colocó su pierna derecha cobre mi hombro izquierdo, la visión de su sexo era exquisita, ella lo sabía pues separaba un poco las caderas dejándome ver completamente su vulva. Enjabone sin prestar mucha atención, recorrí sus muslos y rocé su región genital todo cuanto pude. Continúe con su pierna izquierda, el olor de su sexo inundaba mis sentidos y la visión de su entrada al placer me obligo a más de una vez reprimir mis deseos de cargarla sobres mis hombros mientras lamía su clítoris.



Bien... – dijo mirándome tomar mi miembro para evitar un orgasmo – hasta ahora lo has hecho bien, estoy quedando muy limpia y tu has cumplido tu palabra. Ahora, viene la última parte... si lo logras habrás demostrado muchas cosas... además de fuerza de voluntad. Quiero que te acuestes, pongas la esponja en tu boca, pero enjabona tus dedos, de la mano que prefieras...



Aunque las instrucciones no eran claras, me recosté con la esponja apretada entre mis dientes, mis dedos de la mano derecha enjabonados y mi miembro apuntando directamente hacia el techo. Ella, se hincó a mi lado, cruzó su pierna izquierda al otro lado y acercó su sexo a la esponja.



Bueno, ahora mientras yo me enjabono mi vagina, quiero que tu termines de limpiar mi trasero. Te falta el ano, ¿o quieres que ande limpia nada más por fuera? – contéstame, agrego al no escuchar respuesta.



No, claro que no... – dije mientras un poco de espuma entraba a mi boca.



Pegó su sexo a la esponja que de inmediato dejo caer más espuma en mi boca, se recostó sobre mi y movía su pelvis en círculos enjabonándose todo.



¡Eduardo!



Grito para hacerme reaccionar pues me había quedado viendo su cuerpo moverse al compás de ligeros gemidos que su boca dejaba escapar. De inmediato llevé mis dedos a su ano y despacio comencé acariciarlo, primero por fuera, cubriéndolo con mi dedo que poco a poco y de manera casi involuntaria comenzó a introducirse. Lo metía y lo sacaba provocando que sus sonidos fueran cada vez menos controlables.



Ahora se porque le gustas a mi hija... – dijo entre lo que ya eran jadeos – sigue así... sigue así



Ya eran dos los dedos que entraban y salían con facilidad de su ano, que comenzaba a dilatarse, pronto olvide las reglas y con la otra mano sujete con fuerza su nalga y después mientras ella tenía ya recostada su cabeza a un lado de mi miembro moví la cabeza hasta que la esponja cayo a un lado, lamí su vulva con desesperación, metía mi lengua en su vagina sin que el sabor de sus fluidos combinado con el del jabón me importara. Pase mis labios por su clítoris y platique en este idioma un par de minutos, ella había comenzado ya a masturbar mi miembro, pero el mantenerme ocupado hacía que mi erección durara y el orgasmo no llegara. Pronto, sentí como contrajo su cintura al tiempo que con fuerza aprisionaba mi falo. Sus líquidos bañaron mi rostro y su gemido pareció haber escapado después de mucho tiempo de espera.



Se levantó sin previo aviso y accionó el agua que pronto enjuago el jabón, yo permanecía acostado mirándola tratar de terminar de bañarse lo más rápido que le era posible.



Salimos y sin acercarnos siquiera y ella tomándome la mano me llevó a la cama, las toallas nos observaron salir de baño escurriendo pero ella totalmente húmeda y yo totalmente preparado. Me recostó sobre la cama y como si lo hubiera estado esperando todo el día tomó mi miembro entre sus labios. No se si se haya debido a la edad, pero aquel oral ha sido por mucho el mejor que he recibido. Su boca prendía mi falo con la fuerza necesaria, dentro, su lengua jugueteaba con el glande y al ver mis expresiones soltaba justo cuando era requerido.



Lo siento querido niño... – dijo separando cada palabra con una lamida – pero no quiero que te corras todavía.



Las fotos de Paulina seguían repitiéndose en la televisión. Su rostro de placer era algo que la hacía parecer a su madre que ahora acompañaba su entretenimiento con sus dedos hundiéndose frenéticamente entre sus piernas. Me era casi imposible reconocer a aquella señora que había llegado a la colonia apenas 3 años atrás, aquella que vestía siempre elegantemente aunque escogiera la talla para presumir sus encantos. No era fácil relacionar aquella dama que hablaba cada domingo en misa con su cabello recogido en una impecable coleta y que ahora mismo lo único que decía eran consonantes y vocales sueltas mientras su excitación iba en aumento, y cuyo cabello caía rebeldemente sobre su rostro y se pegaba a su piel debido al sudor. Era increíble la transformación de aquella dama de finos modales a esta que mientras chupaba mi miembro no podía dejar de masturbarse y maldecir.



Me levanté un poco hasta quedar apoyado en mi mano izquierda detrás de mí, con la derecha tomé su cabeza y probando mi suerte la hice descender más de lo que estaba haciendo. Sentí su garganta con la punta de mi miembro y pude ver como sus ojos se abrían de repente. Lentamente se levantó y poco a poco fue saliendo de su boca mi falo que me asombraba las dimensiones que había alcanzado.



Casi al mismo tiempo miramos el televisor, aparecía su hija apoyada con sus manos en la cama mientras parado detrás de ella la penetraba.



¿Cómo le hicieron para tomarse esas fotos? – preguntó mientras se acercaba a la cámara



Activamos a que tomara una cada 20 segundos



¿Entonces? ¿Tan poco tiempo paso...?



No... eran bastantes pero su hija fue quién decidió que fotos se quedaban y que fotos no



¿Puedes hacerlo de nuevo?



Acepté de inmediato, tomé la cámara mientras ella arrojaba mi ropa y su bata que ahora estaban empapadas al piso. La coloqué a un lado de la cama y después gateando llegue hasta ella quien levantó sus piernas dejándome la vía libre a su placer y al mío. El obturador se escuchó por primera vez, apunté y al poco tiempo mi falo de deslizó con extrema facilidad dentro de ella, ella me abrazo clavándome las uñas en la espalda y cerrando sus piernas tras de mi. Yo, chupaba sus senos y después la besaba mientras la cintura de ambos de movía rítmicamente. Mis manos se apoyaban en la cama a cada lado de su cintura. Bajo sus manos y ahora su presa eran mis nalgas, apretaba y a cada sensación de leve dolor introducía mi miembro más fuertemente, ella comprendió rápido el mensaje y pronto estábamos follando como un par de desperados.



Saqué mi miembro, lo que provoco un ligero disgusto en ella que me miraba inquisitiva.



Señora, recuéstese boca abajo, y ponga esta almohada debajo.



Obedeció de inmediato, su par de nalgas me apuntaban como habían hecho en la ducha, solo que esta vez si podía tocarlos y usarlos a mi antojo. El obturador se escuchó, quedando una foto donde mi miembro apenas se esta clavando entre sus piernas, su expresión es de total excitación. Lecciones de adentro y afuera se repitieron constantemente, sus gemidos eran demasiado y tuve que sacar mi falo para no correrme y después volver a entrar.



Espera... – dijo mientras sacaba la almohada de debajo de ella y se colocó en cuatro puntos - ¿lo has hecho por el ano?



No... – dije comenzando a penetrarla nuevamente.



Pues... he aquí tu oportunidad...



¿Esta segura?



Mis palabras fueron silenciadas cuando ella misma se recostó sobre su pecho y con sus manos separó un poco sus glúteos. Dudé un poco, pero al final, y tras algunos minutos para que fuera entrando sin lastimarla de mas, mi falo entraba y salía provocándole unos gemidos intensos que la hacían casi convulsionarse. Un hilo de sangre recorría su pierna, no supe porque pero me excito más y aceleré el ritmo hasta que sin poderlo evitar y tras haber escuchado lo que pareció ser su segundo orgasmo, me corrí dentro de ella.



¿Puedes otro poco? – dijo después de unos instantes en que los dos quedamos recostados.



Si... – ya apuntaba a su vagina nuevamente cuando volvió a hablar.



La foto que nos falta imitar no es esa... pienso que de estas ya están bastantes.



Señalo la cámara que nos capto cuando sujetaba mi miembro para atraerme hacia ella. Se acostó totalmente en la cama, y apretando sus enormes senos me invito a masturbarme con ellos. Sin perder tiempo lo metí entre aquellos pechos, me sonreía complacida y cada vez que la punta asomaba trataba de lamerla.



Voy a... – no terminé la oración, en un rápido movimiento había levantado el rostro y había tomado mi miembro entre sus labios.



Mi semen fue expulsado y caí rendido a su lado, ella se levantó, deposito el semen en su mano y se lo espació sobre los pechos. Sonrió a la cámara y después se recostó sobre mi brazo izquierdo.



Quedamos acostados un tiempo más. Me contó sobre Paulina que ya había confesado su secreto, que ella estaba de acuerdo en que saliéramos juntos, a que solo follaramos si ambos íbamos a responsabilizarnos si algo ocurría. Me hablo sobre la falta de vida sexual que estaba teniendo a causa de disputas con su marido y de cuánto agradecería que de vez en cuando faltara a mis primeras clases de la escuela para ir a visitarla. Yo escuchaba y respondía poco pues dedicaba mi atención a recorrerla con mi mano libre, a sentir con calma aquellos senos, a acariciar un poco más su clítoris que estaba siendo olvidado.



Cuando eran las 10 menos 15 comencé a vestirme, parecía mal de familia pero su madre, al igual que su hija, había decido quedarse con mi ropa interior y me había casi obligado a que me llevará la de ella. Así que, cuando eran las 10:05 salí de su habitación con sus bragas negras en la bolsa del pantalón y a ella vestida con mis boxers. Llegue a la cocina mientras pensaba quién podría estar en mi casa cuando se abrió la puerta y la muchacha que le ayuda a hacer el aseo entro. Nos miramos un par de segundos.



Vine a... – inicié pero alguien en un cuarto lejano completó.



El llevó a Paulina a la escuela, vino a dejarme el coche...



Caminé pero noté la mirada de la muchacha, baje la vista y mi cremallera estaba abierta... la miré y ella en silencio me regalo una mirada de complicidad... hizo la seña de cerrar su boca con una cremallera haciendo un poco de burla a la vez.



Y, hasta el día de hoy... solamente la señora sabe que Paulina y yo tenemos relaciones sexuales... y, hasta el día de hoy, solamente la muchacha sabe que la señora y yo también.



(Público este relato cambiando nombres, fechas y locaciones para proteger la privacidad de una familia tan respetable de la sociedad.)


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
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