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Buenas Vecinas

Carlos y Eugenia llevaban ya dos años de casados.

Se conocieron en la escuela secundaria, en el último año. Carlos era estrella del equipo local y Eugenia una de las mejores alumnas. Como Carlos tenía problemas para las matemáticas, Eugenia se ofreció solícita a ayudarlo con sus lecciones. Al poco tiempo, ambos se habían enamorado y fueron novios por tres años, hasta que contrajeron matrimonio.

El hombre era tímido y callado, a pesar de su cuerpo corpulento y macizo. Eugenia, por su parte era menuda y esbelta y su carácter agradable y extrovertido contrastaba con la leve apatía de su marido.

Eran felices juntos, y gozaban ambos de una buena vida sentimental y sexual, por lo que su vida parecía ser algo idílico que no depararía grandes cambios.

Sin embargo, esto era sólo una ficción, un engaño dado por las circunstancias. Carlos tomó conciencia de este hecho abruptamente, un día en que llegó temprano del trabajo sin previo aviso.

Entró en la casa y se sorprendió por no encontrar a nadie en ella, ya que se suponía que Eugenia iba a estar allí. A medida que iba avanzando, percibió ruidos provenientes del cuarto de baño de servicio, ubicado en la otra punta de la casa. Se dirigió hacia la fuente del ruido y al llegar observó que la luz estaba prendida y que los ruidos eran risas y jadeos femeninos, que provenían de su interior.

-Muéstramela, puta, métete un dedo y muéstrame - oyó decir a una mujer.

La puerta estaba abierta. Obviamente las ocupantes no esperaban ningún visitante indiscreto.

Carlos quedó helado al ver a su esposa sentada en el toilette, con las piernas abiertas y las bragas caídas en el piso. Arrodillada frente a ella se encontraba una joven desnuda, que estaba introduciendo su cabeza entre las piernas de la mujer. No tardó en alcanzar el cuerpo y empezar a lamer sus genitales. El hombre pudo reconocer que la joven era Marta, su vecina de 20 años.

-Vamos, apúrate, hazme acabar rápido- oyó decir a su esposa.

-Te amo- respondió la otra chica.

Lo siguiente fue mas o menos previsible. Carlos se hizo notar y las chicas interrumpieron abruptamente su diversión. Los esposos tuvieron una pelea esa noche y el hombre pasó la noche solo en un motel. De hecho, se quedó una semana lejos del hogar, pero finalmente regresó al mismo porque amaba a su mujer y quería recomponer las cosas con ella.

Tuvieron muchas discusiones a partir de ese día, algunas a los gritos y otras mas civilizadas. Carlos solo pudo sacar en claro que su esposa era bisexual, y que no solo tenía necesidades sexuales de estar con un hombre, sino que también necesitaba compartir aventuras con una mujer.

De hecho, Eugenia se esmeraba en tratar de ser la esposa perfecta, como para demostrar a su marido que seguía amándolo, y que su afición femenina no tenía nada que ver con su relación marital.

No se volvió a hablar específicamente del tema, pero Carlos tenía la fundamentada sospecha de que su esposa seguía viendo a la vecina en su ausencia, aunque él nada podía probar.

Como la vida conyugal seguía igual (o mejor) que nunca, Carlos fue aligerando las posiciones, y al final la vida empezó a ser similar al principio. La segunda crisis estalló la siguiente vez que encontró infraganti a su esposa. Luego de las discusiones de rigor, el hombre, cansado terminó diciendo a su mujer:

-Has lo que quieras-.

El lo dijo en un tono en que pretendía generar culpa a la mujer, pero ella se tomó las palabras al pié de la letra, y a partir de allí, cada vez hacía menos esfuerzo por ocultar sus aventuras con Marta.

Carlos se sentía impotente ante la situación y prefirió la estrategia de fingir ignorar la situación. Por otro lado, Eugenia estaba siempre de buen humor, alegre y simpática, por lo que la relación se fue normalizando con el consentimiento implícito del marido de la relación lesbiana de la esposa.

Un día, en que Carlos llegó inesperadamente a la casa, encontró a las amantes haciendo el amor en el sillón del living-room, practicándose mutuamente sexo oral. A esta altura de los acontecimientos, las mujeres no hicieron ademán de detener su tarea al verse observadas, por lo que le dieron un espectáculo gratuito de sexo en vivo.

Carlos no tardó en excitarse, pero su orgullo le impedía demostrar ante su mujer lo mucho que lo había calentado verla con su amante, por lo que fue a la habitación y comenzó a masturbarse en la intimidad.

Cuando estaba casi por llegar al éxtasis, la puerta se abrió y su mujer penetró al cuarto seguida por Marta.

No les fue dificultoso observar lo que el hombre estaba haciendo.

-Pobrecito- dijo ella- Te hemos excitado y ahora te has venido a satisfacer tu solo. Verás, Marta y yo hemos estado hablando mucho, y sucede que ella tiene el mismo problema que yo: le gustan tanto los hombres como las mujeres. Ella me ha confiado que tu le gustas y que desearía hacer el amor contigo, pero es muy tímida y nunca te lo pediría directamente, por lo que te lo pido yo.-

-Te refieres a que tu quieres que ella y yo...- dijo el hombre.

La esposa asintió con la cabeza.

Seguidamente, las mujeres indicaron al hombre que se recostara sobre la cama boca arriba.

Marta se sentó sobre sus muslos y tomó el miembro con una mano. Lo insertó en su vagina, y quedó en posición de cabalgata. Eugenia, por su parte, se sentó sobre el pecho de su marido y fue acercando sus genitales a su boca, insitándole de ese modo a que le practicara sexo oral.

Las mujeres se hicieron una seña, y ambas empezaron a actuar en consecuencia. Marta comenzó a cabalgar sobre Carlos y Eugenia recibió los beneficios de la lengua de su marido. Los jadeos de ambas mujeres no tardaron en matizar el silencio del cuarto...

Luego de los respectivos orgasmos, los tres yacieron inmóviles sobre la cama.

-Me siento raro al haberle sido infiel a mi esposa, mientras le hacía el amor...- dijo él

-Lo mismo digo- le respondió la mujer.

-Yo por mi parte nunca había hecho el amor con un matrimonio, al mismo tiempo- expresó Marta

Ella se levantó y volvió al rato con copas de champaña para todos.

-Por nuestra infidelidad- alzó la copa Eugenia

-Por nuestra infidelidad- brindó su marido

-Por las relaciones entre el hombre y la mujer- dijo Marta

-Y no te olvides las relaciones entre la mujer y la mujer- bromeó Eugenia.

Todos rieron y brindaron, mientras se disponían a realizar nuevamente el amor en grupo.

-Me parece que de ahora en mas vendré temprano todos los días- dijo Carlos

-Pues nos encontrarás a nosotras enroscadas- dijo María

-Y serás bienvenido a unirte- replicó la esposa socarrona...
Datos del Relato
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