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Abandonamos el hotel temprano en la mañana.
Zanahoria flotaba como si estuviese en un sueño.
Entramos en mi coche y se sentó a mi lado.
-Quítate la minifalda, mi esclava-le ordené.
Ella obedeció sin rechistar y me dio su minifalda; yo la lancé al asiento trasero. Ella no llevaba bragas o medias con lo que estaba completamente desnuda de cintura para abajo, con su entrepierna rasurada, su tobillo tatuado y sus largas piernas.
Arranqué el coche y cuando el motor empezó a zumbar miré a Zanahoria a los ojos.
-Esclava, masturbate. Quiero oir tus gemidos y jadeos así que no seas tímida. Quiero correrme con tu concierto. No pares hasta que te lo ordene.
Ella estaba anonadada y empezó a jugar consigo misma. Se acariciaba los labios de su conejito y gemía artificialmente.
En unos pocos segundos sus caricias se aceleraron y los jugos de su chochito empezaron a fluir.
Yo conducía realmente despacio, prestando mucha atención a su masturbación, jadeos y gemidos.
Había pasado un cuarto de hora y todavía no se había metido ni un dedo en su coño mojado, ella no sabía como autoexcitarse satisfactoriamente.
Cuando un semaforo se puso rojo le cogí la mano y se la puse en la mano.
-¡Chúpate el dedo, yo te enseñaré como masturbarte!
Le metí un par de dedos en su muy mojado coño (el asiento también estaba muy mojado, tendremos que limpiarlo más tarde).
-No intentes fingir, esclava. Quiero que tus gemidos de placer sean genuinos, quiero que te corras y seguro que no te correrás tocandote de esa manera.
El semaforo se puso en verde, arranqué el coche y lamí mis propios dedos empapados en sus jugos.
Ella paró de acariciarse los labios vaginales y se metió un dedo en el coño mientras que con la otra mano se separaba los labios.
Nunca en mi vida había escuchado gemidos y jadeos tan fuertes y mi polla revivió. Se corrió en pocos segundos y volvió a correrse otra vez un par de minutos más tarde.
Se convirtió en una serie de orgasmos tan ruidosos que hasta los otros conductores miraban su cara extasiada. Casi causamos un accidente múltiple con su excitación.
El trayecto fue mucho más largo que nunca antes. Perdí la cuenta de cuantos orgasmos ella había alcanzado cuando entramos en mis posesiones.
Todavía quedaba más de un cuarto de hora (mis posesiones son inmensas, gracias papa) para llegar a la mansión.
Para delante de la casa del granjero (hay un granjero viviendo y trabajando en mis tierras desde los tiempos de mi padre). Toqué el claxón y una sombra apareció de inmediato.
Era Venus, la hija del granjero (23 años). Tenía el pelo teñido de amarillo, verde y azul.
Papa la introdujo a ella en s&m y había participado como sumisa un montón de veces y también como ama. Ella es una de las mayores expertas en bondage que yo conozco (mi padre le enseñó todo lo que sabía cuando me fui a la universidad;
las malas lenguas, y yo también lo creo, dicen que Venus es hija natural de mi padre, es muy posible puesto que su madre también ha tomado parte como esclava en innumerables sesiones) y me ayuda con mucha frecuencia en mis sesiones.
Zanahoria no se dio cuenta de la presencia de Venus y continuo metiéndose cada vez más dedos, alcanzando orgasmo tras orgasmo; su coño goteando como una fuente.
-¿Qué te parece mi nueva esclava? -Es maravillosa. ¿Tiene alguna experiencia? -Ninguna. La enseñaré. Espero que me ayudes. -Lo haré con mucho placer.
Cogí la mano masturbadora de Zanahoria, roja del roce y absolutamente empapada y la conduje a la boca de Venus, quien lamió impaciente.
-¿Quién te ha dicho que pares, jodida esclava? Tienes dos manos.
Zanahoria uso su mano libre para continuar masturbándose.
Venus empezó a sopesar los pechos de Zanahoria a traves de su blusa, pellizcando sus pezones. Venus acarició el pelo de Zanahoria, sus labios...
-Maestro, es una joya.¿Qué quieres hacer con ella? -Todavía no lo sé. Más tarde lo discutiremos. Ciao, Venus.
Cuando al final divisamos mi mansión victoriana paré el coche.
-Para de masturbarte, esclava-ordené-Estoy contento con tu actuación.
Ella no me había hecho correrme pero yo sabía que no iba a correrme a no ser que yo quisiera.
Mis cuatro esclavos estaban en la puerta principal, preparados para una inspección.
El descomunal pene negro de Alf estaba completamente erecto, sus manos en la espalda y sus ojos fijos en el suelo.
Sheena (asiática), Marfil (rusa rubia) y Yegua (negra) lucían sus dos piezas especiales (pechos y entrepiernas al aire) de varios colores; con sus coños afeitados y sus seductores pechos al descubierto.
Zanahoria no podía apartar su mirada del pene de Alf; soy consciente de que la primera impresión es realmente abrumadora.
-¡De rodillas, Zanahoria!
Ella obedeció sin perder de vista el pedazo de carne negra.
Le desabroché su blusa blanca (no llevaba sujetador) y la arrojé al suelo.
-Esclava, quiero que beses la polla y los conejos de mis esclavos; un beso suave con las manos en la espalda.
Ella a duras penas podía moverse con las rodillas en el suelo cuando sus labios tocaron la rosada punta de la verga de Alf. En sus ojos se reflejaba el deseo de abrir la boca y chupar aquella polla descomunal. No se lo permití.
Tenía la certeza de que los labios vaginales de mis esclavas iban a ser su primer contacto con los genitales femeninos y ella no parecía disfrutar demasiado.
Le dije que se incorporara y ordené a mis esclavos que le devolvieran los besos.
Ellos eran conscientes de que bajo ningún concepto podían excitarla con sus besos pero los labios vaginales de Zanahoria estaban tan hinchados tras su interminable masturbación que prácticamente se corrió.
-Zanahoria, quiero que tomes un baño, quiero que purifiques tu cuerpo. Sheena, Yegua acompañad a Zanahoria y ayudadla en todo lo que necesite.
Subieron por las escaleras y Zanahoria casi no podía mantenerse en pie.
-Alf, llama al ginecólogo. Marfil, ven conmigo.
Entramos descalzos en la "habitación de los juegos", una mesa en el centro, una rueda de polea en el techo y un montón de estanterias llenas de artilugios sexuales.
Marfil era la más joven de mis esclavas con sus veinticinco años. Cuando era más joven fue gimnasta sometida a un entrenamiento realmente severo, con lo que papa tuvo un trabajo fácil entrenándola.
Cogí un consolador increíblemente largo y lo deje erecto sobre el suelo. Con esparadrapo aseguré la base al suelo para que no se moviera y entonces le dije a Marfil.
-Ya sabes que tienes que hacer con esto. Quince flexiones, cuentalas en voz alta; despues de cada una de ellas quiero que me ruegues que de folle el culo.
No sé como los gimnastas pueden hacer lo que hacen.
Ella tenía que elevar todo su peso sobre sus brazos (flexiones de brazos) mientras centímetro a centímetro, flexión a flexión, el consolador se le metía en el coño.
Sus gemidos mientras contaba y me pedía que le diera por culo realmente me excitaban.
A partir de la décima flexión ella muy a duras penas conseguía mantener el cuerpo elevado con sus brazos y el consolador enterito se le metía en la vagina.
-Catorce. Oh, ah... Por favor, maestro, folla el culo de esta puta rusa, tu auténtica esclava.
Supongo que eso fue lo que dijo porque su acento ruso y sus gemidos no me permitieron entenderlo del todo.
Con sus últimas energías consiguió elevar el cuerpo un par de centímetros pero cuando se relajó sus gluteos besaron el suelo mientras su coño hospedaba todo el consolador.
-Ven aquí, esclava.
Acaricié su mojado conejito.
-Bajate las medias. Mueve tu culo de puta rusa, esclava. Qué precioso ano. ¿Quieres que te de por culo? -Por favor, maestro, da por culo a esta puta rusa.
Separó sus gluteos, cogí un "tapón anal" y se lo metí de un golpe en su ano.
-Vistete otra vez.
Con el tapón en el culo se puso otra vez sus pantalones.
-Sientate en el suelo. Quiero que el tapón se te meta más y más en el esfínter.
También alcance un juego de bolas chinas que introduje, sin demasiado cuidado, en su vagina.
El timbre sonó y Alf (más mayordomo que esclavo, tampoco me hacen ninguna gracia los hombres, aunque para alguna visita, para jugar con mis esclavas o como esclavo de Venus cumple con su papel) abrió la puerta. Era Jeff, un viejo amigo de papa y nuestro ginecólogo. Como amigo nuestro disfrutaba, en sus palabras, nuestro haren.
-Hola Francis, ¿qué pasa? -Tengo una nueva esclava. Quiero que la explores. -¿Profesionalmente? -Por supuesto. -Ella es tu primera propia esclava, ¿no? -Si, y va a dejarte de piedra cuando la veas.
Entramos en la habitación donde Marfil continuaba sentada en el suelo con el tapón en el culo.
-¿Qué hace? -Tiene un tapón anal bastante grande en el culo y bolas chinas en el coño. -Qué vista tan maravillosa.
Su cara reflejaba una mezcla entre placer y dolor.
Entonces aparecieron en la habitación Sheena, Mare y Zanahoria, esta última desnuda y con un albornoz rosado.
-Zanahoria, este es Jeff, nuestro ginecólogo. Va a explorarte. Tendremos mucho cuidado con tu salud, así que echate sobre la mesa.
Obedeció sin rechistar.
Jeff se ajustó sus guantes de latex y empezó con la exploración.
No me gustan ese tipo de exploraciones.
Después de unos minutos pregunté:
-¿Va todo bien? -Si, Francis. Parece que ha disfrutado de una fiesta impresionante a juzgar por sus labios vaginales. -Ha estado masturbandose durante más de dos horas. -Te aconsejaría que no utilizases su coño durante un rato. -Sabes perfectamente que no lo haré. -Olvidaba los metodos del viejo cirujano.
Mientras se quitaba los guantes continuaba mirando a Marfil.
-Es toda tuya, doc. Vamonos, Sheena, Alf, Yegua y Zanahoria.
Dejamos a Jeff con Marfil en la habitación, era el pago por su trabajo.
No sé qué hizo con ella pero cuando terminó se le veía que había disfrutado realmente a la esclava rusa.
Cuando ellos abandonaron la habitación (permití que Marfil tomara un baño) ordené a Zanahoria que volviese a entrar y Alf trajo un dos piezas en cuero, un collar igualmente de cuero, zapatos de tacones altos, pañales y polvos de talco.
Zanahoria se acostó en la mesa y empecé a echarle polvos de talco en la vagina afeitada y en el pompis.
Más tarde le puse un pañal, ella no podía creer qué estaba ocurriendo.
-Puedes levantarte, Zanahoria. No puedes hablar delante de tu maestro a no ser que especificamente te lo ordene. Ponte este traje.
Empezó a vestirse, que bien le quedaban esas ropas a su cuerpo de diosa. Abandonamos la habitación y una vez fuera le di los zapatos con tacones altos.
Se los puso y la forma en que caminaba era tan extraña (entre el pañal y los tacones) que casi cayó al suelo.
También le di un chupete empapado en un liquido especial (mezcla de laxante, diurético, afrodisíaco y glucosa, receta de papa); tan pronto como se le secara debía volver a mojarlo. Quería que ella no pudiera mantener el control sobre su cuerpo. Quería que su cuerpo la avergonzase. Como hacía papa.
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