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Betty, mi primera chamba.

Betty se despertó con la alarma de su despertador, una melodía estridente que interrumpió el silencio de la noche. Memo, su marido, dormía a su lado, ladeando la cara en la almohada, sin inmutarse. Ella se estiró, sus caderas carnosas rebotando contra las sábanas y sus pechos callendo ligeramente por los costados. Con un suspiro, se levantó y se vistió para el duro viaje que la aguardaba en la ruta que la separaba de su nuevo trabajo.

Manejando su viejo auto, Betty se internó en las calles aun adormecidas por la madrugada, con la radio encendida bajita, escuchando la nota de la hora. Su mente divagaba por la rutina que la aguardaba en la escuela secundaria del vecino municipio. Llegó al instituto a las siete de la mañana, justo a la hora en que el sol empezaba a asomar por el horizonte, dibujando un espejismo de calor en el frío asfalto. La secretaria recién contratada, caminó esquivando la marea de alumnos que a esa hora ingresaban a la escuela, cruzo la puerta y saludo a sus compañeros de trabajo, entre ellos a Artemio, su colega de oficina, con un apretón de manos y una sonrisa acosadora la desnudo con la mirada.

Todas las mañanas, después del viaje de su casa al trabajo, Artemio la miraba con ojos hambrientos, fijando su atención en las curvas que se adivinan debajo de su vestido. A Betty le desagradaba la sensual sonrisa que se le escapaba a su colega cada que cruzaba por su despacho, sin embargo, el bulto que se notaba en la entrepierna del hombre la hacía divagar en su imaginación, su deseo por la polla de Artemio era cada dia mas grande, su imaginacion la atormentaba, pues sospechaba que la verga de Artemio era grande, gruesa, y suponía que podía llenarla de una manera que Memo, su marido, no podía. La ansiedad la consumía, y la idea de sentirla adentro la hacía temblar de excitación.

Una mañana, Artemio no pudo resistir mas, y aprovechando que no habia nadie en la oficina, se acercó a Betty por detras de su silla y le susurró al oído
-Anda, dejate follar nena se que lo quieres-.
Betty se sobresaltó ante la peticion, su corazón empezó a latir a mil por hora, sin siquiera darse cuanta, se giro en la silla y le sonrió.
-¿Y dónde piensas que podríamos...?- pregunto ella retando.
Artemio le guió con la mirada a la puerta de la bodega.
-Allá -dijo con un tono de urgencia en su voz.
Sin dudarlo, Betty se levantó y caminó lentamente delante de el, sus caderas moviéndose de una forma que solo una gordita podía lograr y sus enormes nalgas se tambaleaban a cada paso, semejante espectáculo solo creció la lujuria que corría por la sangre de Artemio.

Abriendo la puerta de la bodega, Betty se adentra en un cuarto lleno de cajas apiladas, el olor a madera y a polvo invadió sus sentidos, y por un instante se detuvo, aterrada por lo que podía pasar. Sin embargo, la sensual sonrisa de Artemio, que la miraba con ojos que parecían querer devorarla, la empujo a continuar. Ella se acercó a una pila de cajas en la que pudo sentarse, y Artemio, con una velocidad asombrosa, se acercó y le levantó la falda, mostrando su ropa interior rosa, que combinaba con la piel blanca de sus piernas.
-¿Ves lo que tienes que ofrecer?-le dijo, y Betty asintió, con la boca seca y las manos temblando.

Con un movimiento brusco, Artemio le bajó las bragas, revelando su coño peludo y húmedo, listo para ser penetrado. Betty jadeó, su pecho subiendo y bajando en un ritmo acelerado, sus tetas presionando contra la blusa, ansiando que la tocase. Artemio no se lo pensó dos veces, metió su dedo en la boca para mojarlo y lo introdujo en la vagina de Betty, que se estremeció de placer al sentir la textura áspera del dedo de Artemio.
-¿Te gusta?- le susurro, y ella respondió con un gemido suave.
Artemio, impulsado por la respuesta, empezó a acariciar su clítoris con el dedo húmedo, haciendola gemir cada vez mas, su cara se poniéndola de un color carmesí.

Betty, ya sin control, se levantó, jadeando, y se acercó a Artemio, que ya se habia desabotonado la camisa, mostrando su torso velludo y sudoroso. Ella se agarró de su cintura y lo besó apasionadamente, su lengua explorando su boca, y sus manos bajando a la cremallera de su pantalón. Al sentir la dureza de su verga, Betty no pudo contener un jadeo de emoción, lo sacó de su prision de tela y se dejo caer a la rodilla, ante el asombro y el deseo de Artemio. Con la boca abierta y la saliva resbalando por sus labios, empezó a lamer el enorme glande de su colega, y a mover la boca, lentamente, bajando cada centímetro de la enorme verga que le cabía. Artemio, que ya no podía aguantar, la cogió de la nuca y empezó a empujarla, haciendola tragar cada pulgada de su miembro, que era mas grande de lo que ella hubiera imaginado.

Con cada embestida, Betty sentía su garganta expandiendose y su coño gotear cada vez mas. Su marido Memo, jamás la hacía sentir de aquella manera, y ahora que lo probaba, no podía creer que hubiera resistido por tanto. Su boca se llenaba del sabor salado de Artemio, y cada que se detenía para tomar aire, el la miraba con ojos que brillaban de lujuria.
-Sigue, nena, sigue, que te voy a llenar la boca de leche- le dijo, y Betty, embriagada por la excitación, lo mamó mas y mas rapido, sus ojos llenos de lagrimas y la boca llena de verga.

Cuando Artemio no pudo mas, se corrió en la boca de Betty, y ella, sin rechistar, tragó la leche caliente que le ofrecía, saboreandola, y lamiendose los labios para no dejar rastro. Él sonreía, satisfecho, y la ayudo a ponerse de pie.
-¿Y ahora qué?- le dijo Betty, con la respiración agitada y el corazón a mil por hora.
-Ahora es tu turno, mi reina- le respondió Artemio, y girandola la empujo suavemente contra una pila de cajas, dejandola empinada, levanto su falda y aparto sus piernas, la imagen de las enormes y gelatinosas nalgas blancas de la casada secretaria volvía loco a Artemio.

Su coño ya lo recibía, abierto y húmedo, listo para la penetración que venia. Artemio se despojo de sus pantalones, ella de reojo por fin pudo ver la colosal verga en el en todo su esplendor, grande y dura, palpitando como con vida propia. Betty no podía creer lo que veía, la polla de Memo parecía un juguete al compararla con la de Artemio. Sin perder un instante, el la penetró desde atrás con un empujon que la hizo soltar un chillido mezclado de dolor y placer. El la tomo por la cintura y empezó a follarla con un ritmo lento y profundo, haciendola sentir cada centímetro que entraba y salía.

Betty, que ya no podía contener el gusto, se aferro a las cajas, sus uñas se clavadas en la madera, y su boca abierta en un grito silencioso. Artemio miraba fijamente las nalgas de ella, que se sacudían con cada embestida. Ella, sumergida en la sensación, le decía entre jadeos.
-Follame mas duro, Artemio -y el, sin dudarlo, aceleró el ritmo, clavando su verga cada vez mas hondo en su coño.
Los sonidos de su follada se escucharon en la bodega, el crujir de la madera, los jadeos, los gemidos, y el choque de sus caderas se confundian con el ruido de las cajas que se movian.

El ruido y los gritos de los adolescentes que jugaban afuera en el recreo disfrazaban los jadeos de Betty y el crujir de las cajas.

La cercanía de los alumnos a la sucia ventana no detuvo a Artemio, el la follo duro y sin piedad, sus tetas rebotando en cada movimiento, y Betty, que ya no podía mas, se dejo ir, gritando de placer. Sus orgasmos se sucedieron, cada uno mas intenso que el anterior, y Artemio, que ya no podia aguantar, se vino adentro de ella, llenando su coño de su semen caliente.

Despues de eso, la vida en la oficina cambio. Betty sentia un nudo en la garganta cada vez que veia a Artemio. Sin embargo, la aventura no terminó ahí. Cada dia, a la hora del almuerzo, se escapaban a la bodega, a repetir la rutina. Betty se sentia viva, se sentia deseada, aunque la culpa de serle infiel a Memo, su marido, la carcomía por dentro, pero eso no la detenía. Y Artemio, que ya no podia pensar en nada mas que en las jugosas carnes de Betty, se aseguraba de que cada dia, su escondite en la bodega, fuese mas intenso y apasionado que el anterior. Así, la vida de Betty, la secretaria gordita con un marido preocupado y un amante en la oficina, continuó, llena de secretos y placeres carnales
Datos del Relato
  • Autor: El Macho
  • Código: 69014
  • Fecha: 30-03-2025
  • Categoría: Varios
  • Media: 0
  • Votos: 0
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  • Lecturas: 30
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