Conozco a Amanda desde hace 10 años. Es una mujer madura, de unos 43 años. Atractiva a pesar de no ser bonita de rostro. Siempre la detallé: sé que tiene un vientre precioso, excelentes piernas y pies sensuales. Nuestro intercambio como amigos siempre fue especial: siempre le gustó que la besara en el cuello y meter la mano entre mi camisa para acariciarme el pecho. En general le gustaba estar conmigo y llegamos a concertar citas breves para conversar o tomar algún café. Pero mi gran fantasía era besar sus pies. Un día llegó a la oficina con un pie vendado y me llamó para que yo le ajustara la venda; esto para mí fue la gloria. Ella vivía pendiente de mí. Yo no veía el momento de tener un encuentro íntimo con ella para besar sus pies. En las vacaciones de 2008 yo estaba muy aburrido y fui al ciber a navegar un rato. Al llegar al lugar me entretuve saludando a un amigo y para mi sorpresa vi que ella también estaba allí, pues acababa de llegar de sus vacaciones. Fui a su cabina y me senté a su lado. Para mi placer ella andaba en sandalias abiertas y yo inmedia
tamente le pedí que colocara uno de sus pies sobre mis piernas y aceptó. Estuve largo rato acariciando aquella linda extremidad a mis anchas. Fue algo muy excitante. Luego tuvimos un fogoso intercambio de mensajes por teléfono sobre el incidente. Ella parecía no comprender lo sucedido, me pedía explicaciones y se mofaba. Dos días después volvimos a coincidir allí, ella me llamó desde su cabina y acudí. Estuvimos un rato viendo páginas y algunos correos morbosos que le llegaron. No recuerdo por qué comenzó a hablarme de un problema en sus pies y luego quiso mostrármelos: se quitó un zapato y descorrió levemente la media para que yo observara; pero en fracciones de segundo ya yo tenía su pie totalmente desnudo en mi boca y lo estaba besando. Fue delicioso recorrer esa preciosa superficie con mis labios. Ella se mostró sobresaltada y yo paré. Me dijo que le había gustado mucho pero estaba sorprendida. Pensé que iba a tener interés en volver a hacerlo, pero a pesar de mi insistencia nunca más aceptó.