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Beatriz, esa mujer tan innoble.
Era una rara mujer: fatal con mezcla de cara angelical.
Algunos los menos la consideraban una mujer inofesensiba, en realidad una pobre mujer, otras y mas en especial las mujeres, la celaban y la despreciaban por su forma de vivir.
Ejercía solapadamente la prostitucion en una época que en Buenos Aires era ello indigno e imperdonable.
Pero ella, por necesidad más que placer, seguía con sus cosas, su trabajo y una vida solitaria.
En realidad toda su existencia desde pequeña fue vacía en afectos genuinos.
Se llamaba Beatriz, de no más de treinta y dos años de cabello renegrido y unos ojos celestes que resaltaban en su cara redonda y aun con cejo de adolescente, con pecas.
Era lo gordita para aun hacer de su figura, más inocente.
Típico producto de una mezcla de alemanes y criollos muy propio de Misiones desde donde vino corrida por la soledad de sus días y la posibilidas de alcanzar pronto, el dinero en buenos aires que se le negaba en su provincia natal.
Además aquí nadie la conocía.
Se decía que en un principio vino con un hombre (su pareja) pero al tiempo cuando se acabó el dinero y el amor, él desapareció.
Tenía yo, para esa época catorce años, muy inocente y virgen en el amor, y de una madre muy severa de mi conducta en el barrio.
Concurría a un industrial que estaba a diez cuadras de mi casa y tres veces por semana estudiaba ingles.
Algunas veces llegando a casa, veía a Beatriz con su cuerpo cubierto apenas de una bata roja algo devenida a menos y muy púdica, recibir a sus ocasionales clientes.
La hacia siempre del mismo modo con una amplia y redonda sonrisa fingida, pero no se porque actitud, al verme a mí, llegar de alguna parte y de espalda a sus clientes siempre me miraba, muy reveladamente. De inmediato y cambiando esa sonrisa por una de afecto, me dedicaba con sus ojos azules una limpia y amplia sonrisa que recorría mi cuerpo.
Ello a mi me turbaba y hacia que su ocasional visitante me mirase, mas por intriga y curiosidad que por verme en mi a otro cliente.
En otras oportunidad ella al salir de la casa y coincidir nuestro furtivos encuentros me dedicaba una amplia mímica, y como queriéndome saludar se reprimía, y tan solo movía la cabeza en señal de saludo
Yo en ambas oportunidades me sonrojaba lo que al final ella coronaba mi vergüenza con una sincera gesto de cariño limitando solamente a levantar su mano diciéndome adiós.
Pero mis amigos y yo estábamos de sobra avisado que jamás entrásemos a esa casa bajo ningún pretexto, pero en mi caso particular mi madre y mi padre me lo recalcó de sobra ya que esa casa estaba a solo dos casas subsiguientes de donde yo vivía.
Coglanh ese era el barrio en que se desarrolla esta historia de ello hace un tiempo bastante pero la ocurrencia de la historia es tan de esta actualidad: que parecería de ahora, hoy o ya.
Fue sin duda, una mano que dio el destino, más bien fue una necesidad que alguien supremo sabio que tenia envuelta en mis entrañas, pero ocurrió.
Una tarde de junio, muy fría y lluviosa regresaba desde mi clase privada de ingles de Clarita; una vieja insulsa dama de hierro a solo cuatro cuadras de mi casa en la calle Sugerí y Congreso.
Cuando quise buscar mi llave recordé que jugando, la había olvidado en la profesora, y ahora no podía entrar ya que mi madre estaría buen tiempo ausente en la visita a una hermana algo lejos de mi casa.
Mi padre trabajando ya no me quedaba mas que esperar al reparo de un alero, tan solo ubicado enfrente de la casa de Beatriz.
Fue que de pronto apareció ella en la puerta y al verme empapado me hace señas que corra hacia su casa. Al principio me negué recordando las advertencias de mis padres, pero ella insistiendo y casi gritando me dijo:
Sonzo, serás Gustavo ¿no vez que te estas empapando con la lluvia?, negarte a entrar.
Indeciso pero llevado por la curiosidad de conocer esa casa pecaminosa, miré a los costados
La calle estaba solitaria, aproveché y en una corrida entré imprudentemente de un salto a esa casa.
Ella riéndose, cerró la puerta.
Gustavo, evidentemente conocía mi nombre,
¿Qué te ha pasado?
Y esperando mi respuesta, luego me corrió con su largo y gordos dedo un mechón de cabello de mi frente mojada.
Al final de la explicación ella, me dijo muy suelta de cuerpo,
¿Cámbiate?
Te dejo un pantalón corto de mi hermanito (mintiendo) y una camisa y yo…
Te seco la ropa, si Gus.
Fue hasta desde donde salía una olor característico (era una vieja estufa a kerosén), y acomodó las ropa Luego se dirigió a la cocina, para prepararme un te con leche bien caliente.
Al principio, sentía la necesidad de salir corriendo de allí, las palabras de mis padres me recorrían mis oídos pero, al fin
¿Quien me había visto?
Y era ella una persona normal, muy atenta y no una mujer que se comía a las personas, como me la habían pintado mis padres.
Cambié mis cosas tan rápido como para evitar la vergüenza de que ella me viese desnudo, y para cuando ella vino yo tenia puesta una camisa y el pantalón.
Acercándome la leche con vainillas, se dedicó a poner bien ordenado en una silla mi ropa casi seca, enfrentando la estufa a la que avivó en su funcionamiento, con más presión
Luego se sentó en la mesa y se quedó largo tiempo mirándome como yo me deboraba rápidamente esas sabrosas vainillas con te y leche.
Prontamente, empezó un cuestionario sobre mis cosas, desde el trabajo de mis padres hasta mi actividad estudiantil, y así pasaron mis aventuras a la que ella sonría con mis ocurrencias.
Siempre he coronados mis cosas con sabrosos comentarios muy propios de mí que llamaban la atención de los que los escuchaban.
Al tiempo no se cuanto ambos nos encontrábamos riendo y disfrutando la tarde, que para ese entonces se había cubierto de un negro fuerte coronado por innumerables relámpagos y truenos.
Fue allí, que le pude apreciar al sacar ella un cigarrillo, sus pechos por primera vez.
Estaba sin corpiño, y los llevaba sueltos como marcando el compás de sus movimiéntos, coronados por un pezón blando y rojiza sobre una aureola de dimensiones gigantes para mi.
Con el tiempo y al hacerme hombre y recordar esos momentos, solo me acuerdo un tanto igual a las de mis otras amantes o mujeres que tuve, pero en ese día en ella se magnificaba todo.
Ella se dio cuenta y como dejando pasar ese dato, llevó la conversación hasta preguntarme al fin de un amplio y cuidadoso cuestionario si había hecho el amor a otra mujer, pero al hacerme que no le entendía fue más directa:
Cojiste alguna vez, Gustavo
Sonrojado me dediqué a decirle después de amplias e inútiles palabras que no sabia lo que era una mujer desnuda, y que nunca había visto a ninguna y menos penetrarla
Entonces ella comprendió:
Jamás lo hiciste, tan solo te mastur…
¡Si! Le respondí, con una revista de mujeres desnudas que al tiempo de hoy seria una de comics.
Lo cual era verdad nos la había vendido un diariero que tenia la parada en la calle Melian cerca de
La calle Congreso y que nos la prestábamos, entre dos amigos por una semana cada uno.
Sonriendo, me tomó la cara, como para disminuir mi vergüenza y con el tiempo yo creo que en ella era su actitud alejada de lo que sucedió a continuación y que yo torpemente confundí
En ese momento en que ella tomara mi cara, con gesto de cariño aproveché yo llevado por una calentura extrema que a simple vista se notaba en mi pantalón, le toqué con cariño y tanta suavidad un seno, por debajo de su ropa de noche.
Ella, sorpendida por mi actitud, al principio trató de alejar la mano a lo que con la otra y sin mediar ninguna palabra se la contuve:
Mas sorprendida aún, y sin que nadie me enseñase a ello me acerqué y apoyé, mis labios en ella, por lo que arqueó el cuerpo en señal de rechazo diciéndome:
¿Gustavo, no soy yo esa mujer que mereces?, esa forma de aprender el amor si lo haces junto a mí, no es lo que tu debesria realizar,
¡Se como estas!, y lo que quieres pero…
Beatriz, te deseo le dije con mi voz entrecortada, no me rechases, romperias la ilusión de mi primera vez
Se hizo un largo, largísimo rato de silencio,
Yo arqueado tontamente teniendo su seno y descubriendo que se endurecía con el tiempo su pezon,
Ella no dijo nada:
Se levantó mirándome profundamente a los ojos, tomó su bata la descruzó y apareció ante mi la forma de mujer mas maravillosa de mi vida.
Unos senos levemente en punta, con ese color particular de estar llenos de sangre, coronados simetricos perfectos, un vientre llano, con innumerables pecas, un ombligo justo simetrico en torno a su cuerpo, y eso que sobresalía entre sus piernas de color negrísimo y con abundante vello:
Un monte de pelos enrulados y abundantes, que dibujaba unos labios vaginales amplios rojisimos, que invitaban a enloquecer.
Todo ello en dos piernas ante mi se parecian perfectas, hermosas.
Gustavo, me dijo:
"Te prometo hacerte hombre", pero no te enamores de mi,
¡No soy una buena mujer tan solo una mujer!
¡Te mereces algo mejor que mi, mas puro mas genuino!, pero en realidad y no se porque me gustas, me llamas la atención tal como sos, por tu inocencia por tus momentos vividos con sencillez y sin rencor que profesas tu vida.
¡Prométeme que solo hoy, solo hoy que haremos el amor y nunca mas me veras de buscarme!
Te echaré y si insistes y le diré a tus padres que has venido.
Bueno se lo prometí, mintiéndome a mi mismo, que seria la primera de otras tantas.
Ella me llevó a su pieza aun vestido dándome esa cola que era blanca y con granitos diseminado a lo largo de toda ella, y prendiendo la luz de una mesa de noche me dijo:
Desnúdate y ven a mí.
Y se dejó caer en la cama.
Me desnudé lo mas rápido posible ansiaba tocar ese cuerpo y poniéndome a su lado, ella me tomó con sus brazos dándome el primer beso.
Ese beso que entrega, una mujer caliente.
Me abrió mis débiles labios con su lengua, a lo que sencillamente me estremecí y aun no saliendo de mi asombro recibió mi cuerpo, mientras me besaba:
La frente, los labios y el cuello con un desenfreno inusitado.
Ella era ahora la que me mostraba en futuro y lo que debía hacer, para satisfacer a una mujer mas adelante.
Luego se posó en mi sexo, fue gentil en ello al principio omitió la forma en que yo sentí esa descarga eléctrica, al tocar mi pija con su mano.
Al tiempo y para cuando mi pija se hubiese acostumbrado a su mano, la empezó a mover con delicadeza temerosa de lo que pudiese ocurrir.
Fue ahí que me cruzó con su pierna mi cadera, y dirigió mis manos hacia sus senos.
Gustavo chúpame, los pechos al principio recórrelos con los labios luego mete tu boca en mis senos
Y así lo hice, recorrí con pasión loca sus senos, le pase la lengua por sus pezones duros llenos de sangre luego recorrí con la lengua las cuestas de sus senos, al final y cuando ella empezaba a quejarse de pasión le chupe literariamente sus pezones como creí que a ella le gustaba.
¿Acerté o no?
En ese juego, pero
Ella apretaba a medida que hacia fuerza absorbiendo sus senos, mi pija que empezaba a salir ese flujo que precede, a la descarga total.
Ella lo sabía.
Yo no, pero me estaba corriendo y así con la mano apretada a mi pija me corrí, mojándole la cara y cama viendo como mi propia lecha saltaba en todos los costados...
Gus dijo cuando se estiraba a lo largo de la cama, limpiándose con los dedos mis huellas de semen por su cara:
Veni, ya lo harás algo mas tarde.
Y como respondiendo a un impulso natural tomé con las manos esos dos pechos, blancos desde donde un pezón duro y alargado sobresalía.
Como jugando me fui moviendo mientras ella dormitaba hasta su vagina, y aspirando un nuevo sabor en mi vida quise posar inocentemente mi lengua a la entrada de su vagina.
Lo hice y en ella actuó como un detonante, y recuerdo que entrecortada por el deseo me dijo:
Seguí mi amor, eso me enloquece.
Ávido de más, yo metí aun más la lengua dentro de su vagina, jugaba con ella en círculos con mi lengua recordando algo que la naturaleza me tenía reservado, enloqueciendo a ella que ya no se cuidaba de que sus gritos de placer me asustaran.
Así, ahora, mas adentro pasa la lengua por la cola,
Gus dale más así y unas tantas observaciones que con el tiempo ya no me acuerdo, pero no son más que las que ustedes escuchan o les han contado.
Y con los brazos estirándolos a través de su vientre les tocaba las puntas de sus senos.
¡Gus, el otro que también desea que le toques.
Y así en forma consecutiva tocaba ambas tetas.
En un momento clave para mi pija estaba pronta a reventar Beatriz se incorporó.
Lo hizo con medio cuerpo hacia delante y levantándome la cabeza de entre sus piernas me besa tiernamente.
Orgasnaba.
Ella acababa con movimientos convulsivos en su vientre y besándome a la vez.
Se movía casi eléctricamente, pronunciando palabras como:
Papito, mi amor, me enloqueces, mi macho y unas tantas mas por el estilo.
¡Que polvo! exclamo al final:
Y se dejó caer en la cama.
Es, me dijo pasado un rato, es que acabe mi amor.
¿No sabes cuanto me piden que acabe con ellos y les miento?
Pero Gustavo me hiciste acabar, mi amor acabe para ti, algún día comprenderás lo que ello significa para una mujer eso:
Que el hombre su macho, la satisfaga completamente.
¡Mirá como me dejaste la concha de mojada y colorada!
Llevándome así con su mano la mía hacia su sexo, noté como algo gelatinoso pero a la vez mojado, se entremezclaba en mis manos.
¡Hay papá, que bien me hace esto! y tomándome la pija se la llevó a la boca.
¡Por primera vez, sentí los labios de una mujer allí!
Ella se contorsionaba al hacerme sentir el paso de sus labios sobre mi miembro.
Al tiempo no se cuanto se puso en cuatro en la cama.
Moviéndose y ofreciéndome a la vista un culo hermoso redondo y sintiendo como en su boca mi pija nuevamente crecía, me dijo:
¡Bájate de la cama! Rápido.
Me sorprendió pero le obedecí y poniéndose Beatriz en forma perpendicular a la cama me dijo:
Ahora si Gustavo penétrame.
Estaba excitadísimo y obraba torpemente de esa manera errando por inexperiencia y calentura la forma, fue entonces que ella tomo la pija con la mano y lentamente se la introdujo en la entrada
Ahora Gus, debes penetrarme, métela dentro de la concha lo mas rápido posible que no aguanto más.
Y así lo hice y al tiempo me empecé a mover dentro de ella, y cuanto mas lo hacia ella mas decía palabras que no comprendía porque era mitad castellano, mitad guaraní.
Cierto es que un grito cerró la noche, fue cuando ella se retorcía y yo sentía los espasmos de su vientre en mi pija y ya no aguanté mas.
Beatriz, dije simplemente
Te acabo.
Paso así un tiempo quizás, una hora o menos, lo repetimos una vez más pero ahora más delicado, más rítmico más sentido
Al terminar de amarnos ella me habló de sus cosas, lloró por su suerte esquiva y me confesó que desde hacia mucho que quería tener algo con mi persona, fue allí que se rió con ganas y me dijo:
Te portabas como un idiota, esquivándome.
La lluvia terminó, nos cambiamos y ella en silencio me dijo:
Se hombre, pórtate bien con tus mujeres y que las vas a tener.
Tan solo recuérdame, como tu primera mujer:
¡La que nunca en la vida jamás has de olvidar!
"En recuerdo a ella, se que lo sabe muy bien quien es,
Si a vos…
A la primera mujer que me enseñó a amar, y al tiempo sufrir cuando dejó para siempre el barrio…
Gustavo Gabriel Camisasca
Contemporáneo.
Almagro.
Argentina.
Abril del 2005.
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