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Después de comer, ya eran las 4 de la tarde, me fui a dar un garbeo por la plaza para ver a mi viejo y oír el resultado de su búsqueda. Lo vi de lejos y había más gente y algún viejo. No quise llamar la atención y me senté en un banco a la otra parte de la plaza, no sin antes pasar cerca de donde estaba mi viejo, pero pasé como si no lo conociera, para que nadie sospechara nada. Me senté en un banco justo a la otra parte, pero como ya había visto mi camiseta sin mangas y el color rojo brillante, solo esperé hasta que se levantara.
Al rato se levantó y se vino hacia donde estaba, yo me levanté y me fui despacio hacia donde tenía el coche. El viejo me siguió cuando llegó yo ya tenía la puerta abierta para que entrara en cuanto antes, luego entré yo. No había nadie en ese lugar y lo besé y me besó, de inmediato se le fue poniendo una especie de carpa en su pantalón, pero ya no me lo ocultaba.
— ¿Quieres venir a follar a mi habitación del motel?
— Sí, lo prefiero, es más escondido... tú ya sabes...
— Ayer hablamos de muchas cosas y ni nos presentamos por el nombre, tenías mucho nervio; soy Santi...
— Soy Basilio, de joven me llamaban, el Orejas, esos ya han muerto, para ti soy Basilio.
— Pues no tienes tan grandes las orejas, ¿eso por qué?
— Porque aquí en mi infancia había un maestro que nos castigaba poniéndonos orejas de burro y el día que me castigó a mí se burlaba y todo el día me estuvo llamando “Orejas”, porque me las puso para todo el día.
— Y ¿por qué ese castigo tan ridículo y humillante?
— Porque cuando él castigaba nos sacaba a los niños castigados de clase uno a uno para hacernos propuestas de dormir con él y aprovechaba para abusar de nosotros; a un niño no le entraba su polla y le rompió el culo desgarrando con las manos y una cuchilla, yo lo vi, después de follarlo, se lo curó y le dijo que no cagara en dos días por lo menos; entonces yo no me dejé follar nunca por él y cuando me castigaba sin motivos siempre era así de un día entero.
— ¿Y vuestros padres no hicieron nada?
— Por ese entonces los padres confiaban totalmente con el maestro, Por eso ayer lo disfruté mucho contigo, eres delicado y fino... y muy guapo y muy bueno...
— Ya, ya, deja eso, si mi compañero no lo pasa bien cuando follamos, yo no lo paso bien; para mí cuando dos follan son una misma vida en dos cuerpos y tienen que hacer que se respeten, incluso que se amen; los dolores propios del sexo no se pueden evitar, pero esos cambian en placer, pero hacer daño no va conmigo, no me gusta... Pero, bueno, has venido porque tienes algo que decirme.
— Sí, claro, son dos cosas.
— ¿Dos?, ¿a qué te refieres?
—Vengo para decirte lo de mi amigo Horacio, pero antes tengo una petición para ti.
— Ahora he venido hasta aquí y quisiera que me follaras como solo tú sabes hacerlo; ayer me sentí querido, amado por ti, hoy quieres irte con otro, pero al menos hazme una despedida.
— Basilio, lo que pides está concedido, arreglamos el plan con tu amigo Horacio... ¿Horacio, has dicho?...
— Sí, sí, Horacio, ¿por qué?
— Es que tenéis unos nombrecitos en este pueblo que qué te digo yo..., son la reostia, joder... Ah, y en cuanto a despedirte nada, monada, porque tú vienes con tu amigo o ¿es que no te gusta mirar como otros follan?
— Muuuchooo, pero no si a él...
— A él le voy a decir que te va a mirar cuando yo te folle tu culo... ¿entendido?
— Si, pero, si no quiere...
— Va a querer y le va a gustar el trío, ¿o no?
— Eso sí, porque Horacio es bien caliente.
— Vamos a tomar un whisky y me cuentas el plan.
El viejo Basilio se sacó dos vasos de cristal de su bolsillo y me los dio para que mesurara el whisky en ellos. Me gustó el detalle y puse whisky hasta la mitad de los vasos, y eso que eran bien grandes, pero valía la pena. Mientras tomamos las copas de whisky, me fue contando cómo lo tomó su amigo Horacio, que estaba dispuesto a venir, le dijo que cenaría conmigo y yo le añadí “y contigo”, porque mi plan era llevármelos a los dos. Así que se me presentaba una noche caliente, porque había quedado con él en la plaza a las 7 de la tarde, iría luego al lugar donde estaba antes el coche, debía estar allí preparado para no llamar la atención. Todo estaba correcto.
Comencé a desnudar a Basilio, mientras le hacía unas mariconadas con mi cuerpo todavía vestido. Me lo dejé totalmente desnudo. Me miró exigiendo que yo me desnudara y le dije que ese oficio lo dejaba para él. Se levantó, me quitó la camiseta y el short y ¡zás! quedé desnudo, su cara se iluminó al no encontrar tanga ni jockstraps ni slip, se sentó en la silla, me arrimó hacia sí y ahí quedo todo: desnudez frente a desnudez, con su boca cubrió mi polla y se la comía a chupetones con todas las de la ley. Cuando vio que la tenía muy humedecida, me dijo que le lubricara su culo y la metiera sin compasión. Se inclinó dándome el culo y apoyándose en el sofá. Le lubriqué el culo a conciencia con tres dedos al final, le metí mi polla al culo en cuatro tiempos y muy despacio y entró y descansé. Desde detrás le volví el rostro y lo besé, me beso y hasta cruzamos las lenguas. Había lavados sus dientes con clorofila, estaba sabrosa su boca.
Como tardaba en los movimientos, el propio Basilio comenzó a hacer círculos en su cadera para que su polla creciera más y se acomodara mejor. Consiguió calentarme y comencé un suave mete y saca y al rato fui más rápido hasta que llegué al final todo sudado, Basilio también, pero di un fuerte empujón de polla hacia dentro, gimió fuerte y comencé a soltar mi lefa, ahora en cantidad y me tumbé sobre su espalda con la polla en su culo recostados boca abajo en el sofá. Me incorporé, con fuerza le di media vuelta y nos pusimos de frente. ¡Qué rica está la boca de Basilio!
— Basilio, ¿qué has hecho con tu boca?
— Me la he lavado hoy dos veces con menta y clorofila para ti.
— ¿Para mí?
— Sí, eres elegante, tu boca sabe y huele bien, todo tu cuerpo está perfumado, da gusto estar contigo, pensé que a tanta elegancia y distinción yo no iba a ser menos...
— Eres mayor, pero ¿sabes, Basilio?, me pareces muy guapo y muy sexy.
Se puso colorado y me contó que había hablado con Horacio para que se vistiera bien, se lavara antes todo y se lavara la boca porque “tú eres todo un señor” y no debe dar mala impresión. Quedamos que yo lo dejaba en el pueblo en el lugar de costumbre y regresaría a las 8 de la tarde a ese mismo lugar para recogerlos a los dos. Así lo hicimos.
En el coche les pregunté cómo lo hacían ellos a escondidas y donde iban y me lo contaron todo. Me dijeron donde era y les dije que me gustaría ir allí primero. Les pareció bien y me indicaron. Era una especie de bosque no lejos del pueblo y aparqué en un claro junto al ancho camino. Me llevaron unos metros dentro del bosque y había otro claro más escondido.
—Aquí nos veíamos Horacio y yo.
— ¿Cuánto tiempo hace de eso?
— ¿Cuarenta años?, dijo mirando a Horacio.
— La última vez teníamos 18 años, porque somos de la misma quinta, esa vez nos buscó mi padre, pero como llamaba: ¡Ho-ra-ciooo...!, ¡Ho-ra-ciooo...!, escapamos a correr y cuando llegó a mi casa ya estaba yo allí. Eso hace 50 años; hacía 6 años que él y yo nos estábamos viendo, dijo Horacio.
— Luego ya nos veíamos de uvas a peras por miedo y cuando teníamos 28 años nos vimos por última vez para hacer algo serio, luego ya hemos hablado, nos hemos mirado y alguna vez nos hemos tocado, pero por encima del pantalón..., completó Basilio.
— Ahora estamos los tres solos, quiero ver lo que hacíais hace 50 años.
— ¿Que lo hagamos nosotros?
— Sí, es un favor que os pido, luego vamos a cenar y a mi hotel.
Se miraron, se pusieron de acuerdo y se separaron tras dejarme las chaquetas. Iban con pantalones con tirantes, una camisa dentro del pantalón y unas zapas negras. Me hicieron una auténtica escena de todo lo que hacían, se iban acercando, miraban a todas partes, al estar juntos se miraban, se cogían de la mano, comenzaron a desnudarse, sacando los tirantes de sus hombros, se sacaron la camisa, descorrieron sus cremalleras, lo hacían todo conjuntamente, sacaron sus pantalones y los pusieron junto a un árbol al lado que tenía hierba, a donde ya habían dejado la camisa, se quitaron el calzoncillo y tenían las pollas rectas en horizontal a sus cuerpos.
Se acercaron entre sí, se tocaron desde la cara bajando por los hombros, se entretuvieron en los pezones y luego bajaron a manosearse las pollas y los huevos. Basilio se puso en cuclillas como quien va a cagar y se comía la polla enorme de Horacio. Luego este le hizo una caricia a su cara y Basilio se puso en perrito para que Horacio lo penetrara, lo hizo y comenzó a follarlo con un mete y saca hasta que se vino y se abrazó del todo por la espalda de Basilio. Sacó su polla y se agachó para recoger con su boca lo que salía del culo de Basilio. Hecho todo esto se vistieron con parsimonia y me miraron.
Me quedé de piedra. Había visto una perfecta relación en el campo de cómo lo hacían. No tardó mucho tiempo, todo eso fue más rápido que contarlo. En quince minutos todo hecho y era lo más que podían hacer. Estaba admirado y no salía de mí. Cuando me di cuenta de la realidad, me levanté de donde estaba sentado y me acerqué a ellos, los llené de besos y me los llevé al auto. Dimos la vuelta al caro y nos fuimos a cenar al pueblo vecino a un lugar distinto del día anterior.
Mientras cenaban los vi felices y diciendo que habían conseguido hacer lo que no se les permitió durante tantos años. Me entraban ganas de llorar por la guerra que ha dado la sociedad a esta buena gente. Después de la cena nos fuimos a mi habitación del motel donde ya tenía mi whisky preparado con tres vasos de cristal que pedí al conserje del motel. Mesuré generosamente los vasos y brindamos los tres. Antes de acabar el whisky, nos desnudamos, como éramos tres, mejor desnudarnos cada uno y dejamos la ropa encima de la mesa, para poder sentarnos en los sillones.
Luego comenzó la orgía entre los tres. Los dos querían que yo les follara, pero les dije que primero las previas. Se quedaron mirándome y les dije:
— Primero las previas significa que nos hemos de enamorar cada uno de los otros dos, besos, tocamientos, roces, miradas, juegos de palabras, caricias y todo lo que se nos ocurra hasta estar a punto de follar, de modo que follar sea amar, no un polvo simple, nos ha de gustar agradar y no hacernos daño ni en el cuerpo ni en el ánimo.
Entendieron, estaban de acuerdo y nos dimos un beso los tres, comenzamos a morrearnos alternativamente los tres mientras nuestras manos tocaban las nalgas, la espalda, los pezones. Me puse a lamer los pezones de Horacio y Basilio los míos. Horacio nos seguía, pero pronto aprendió y se puso a comerme el culo, lo chupaba divinamente, yo me comía la polla de Basilio en un 69 con él que me comía la mía. Invité a Basilio a follarme, se extrañó, pero lo hizo y Horacio se pasó a mi boca para que le comiera su polla. Mientras me follaban los dos que lo hacían muy delicadamente, se besaban por encima de mí. Luego se cambiaron y noté dolor cuando entró la polla de Horacio, pero pronto sentí un gran placer y unos movimientos en uno y el otro que ya eran espasmos para acabar, y acabaron, uno en mi boca y me tragué la lefa conocida ya de Basilio y conocí como eran las folladas solemnes y repletas de semen de Horacio. Nos quedamos tumbados en el suelo. Los tres estábamos cansados, pero ellos dos más.
Les invité a pasar a la cama y allí nos masturbamos para levantar sus pollas, pues yo no había reventado aún, pero nos masturbamos, yo a los dos y ellos dos a mi porque estaban a ambos lados. Ahí me fui enseguida y les dejé sus manos llenas de semen y mi ombligo y sus alrededores también. Basilio me dio a probar mi semen de su mano y Horacio lo imitó haciendo lo mismo, luego se metieron su mano en su boca y acabaron de limpiarlas, pero yo seguía masturbando sus pollas y se incorporó Horacio que tenía deseos de acabar y le indiqué que acabara encima de mí. A continuación y sin demora hizo lo mismo Basilio. Al acabar se tumbaron y con mis manos extendí y mezclé los dos tipos de semen y los probé y les di a probar. Les gustó y me besaron quedando abrazados a mí.
Tras un considerable descanso, nos levantamos y me lavé las manos, hicieron lo mismo y tomamos una copa de whisky más para seguir en forma. Al acabar de nuevo a la cama. Les indiqué que Horacio me iba a follar y Basilio al mismo tiempo follaría a Horacio.
— ¿Y las previas? preguntó Horacio.
— Comienzan ya, respondí riéndome de cómo habían aprendido.
Jugamos con besos y toqueteos y cuando ya estaban las pollas listas nos alineamos tal como indiqué y Basilio follaba a Horacio, que Horacio me estaba follando. Descargamos los tres, primero Horacio y no tardó Basilio, yo me di la vuelta para que mi semen cayera sobre los dos. Las risas concluyeron el juego y nos pasamos como una hora descansando.
Fue entonces cuando Basilio dijo que era hora de irnos a follar a su casa, en efecto, era ya la una de la mañana. Sin lavarnos, nos dimos prisa a subir al coche y nos fuimos al pueblo. No había nadie, entramos en la casa de Basilio. De allí salía yo a las 8 de la mañana, lavado y peinado. A las 7 de la mañana que desperté ya no estaba Horacio.
Dediqué el día a buscar unos regalos para despedirme de mis amigos.
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