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Categoría: Confesiones

Bajo la lluvia

Por fin en casa, y apenas abrir la puerta ya te veo sentado en el patio, descansando, supongo que recién terminas de hacer ejercicio porque todavía no se secan tus brazos y pecho, e igual conseguiste servirte un vaso de cerveza fría antes, casi igual de transpirado que vos. Cierro con cuidado la puerta, no quiero hacer ruido porque me gusta mirarte cuando estás relajado; cabeza para atrás, ojos cerrados, piernas extendidas, se te ve en paz. Recién después de dejar las cosas y pararme suficientemente cerca como para hacer sombra en tu baño de sol es que abrís un ojo y saludas con una sonrisa, me inclinó para devolverte el saludo con un beso y te digo que voy a ir empezando la cena, ya que falta poco para que empiece a caer la noche, pero me agarras el antebrazo y me atraes hacía vos mientras el otro brazo rodea mí cintura y me guía para que me siente sobre tus piernas, pidiendo que me tomé 5 minutos de descanso antes y, porque no, un trago, que recién llego, que te cuente como me fue...y sin mayor resistencia acepto la oferta. Ya sentada me dejo caer, recostándome y cerrando los ojos, noto en mis hombros y brazos el calor húmedo de la piel de los tuyos y tu pecho, y ese aroma fuerte, mezcla del desodorante, el sudor y vos, y me preguntó como otras veces que tan normal será que me guste tanto olerte, como si tratara de saturar mí olfato y mente con el… Tan rico, tan tentador…

Otras veces me pregunto si leerás mentes, ya que mientras estaba perdida en mis ideas levantas el vaso del suelo y me lo das, al agarrarlo, liberando tu mano, empiezas a acariciarme el brazo, lento, de abajo hacia arriba o en círculos, cada vez más cerrados…que chistoso que una tontería semejante ya me erice la piel. Las caricias comienzan a ganar terreno en el costado de mí torso y por debajo de mis clavículas, hasta encontrar su camino debajo del escote del vestido, y me encanta esa forma desentendida en la que me calientas, en parte como si fuera lo más esperable del mundo y en parte confiado de que mi cuerpo se va a encargar de orientarte en qué hacer.

Tu otra mano inicia su escala por el muslo, repitiendo la estrategia desplegada en el brazo, achicando la amplitud de los movimientos y luego corriéndose bajo el vestido, apenas unos momentos más y ya franqueo el obstáculo de la ropa interior; ahora las caricias se inician por el lado externo de los labios, muy suavemente, ganan intensidad a medida que se acercan a la parte interna de ellos y el clítoris… Es imposible que no se me escape algún quejido de placer mientras me acomodo más, apretándome contra vos, y ya para ese entonces la presión de tus dedos fue suficiente para que estés acariciándome por dentro, lento y firme, sin apurarte ni perder la calma, exquisito...y perdida en el disfrute de sentirte como estoy es que me sobresalta el escuchar un fuerte trueno; te reís de mi reacción, pero me besas el cuello con dulzura para que vuelva a distenderme y, con una voz muy baja, me decís cuanto quieres hacerme el amor bajo la lluvia, viendo las gotas chocar y resbalar por mí cuerpo, mojándome por fuera tanto como lo estoy por dentro ya…¡La puta madre! Como negarse a semejante pedido.

Me paro en el lugar, dándote la espalda, y abro los botones del vestido, convirtiéndolo en una especie de camisa larga, me doy vuelta hacia vos, que seguís recostado e inmutable en la silla, pero ahora mirándome. Me inclinó para desabrochar tu pantalón y bajarlo suficiente para dejarte expuesto y libre y, sin dejar de mirarte me subo a horcajadas, introduciéndote en mí profundamente, haciéndote tan mío como tuya soy, y que bien se siente… Me besas con decisión mientras comienzo a moverme sobre vos. Me tomas de la cintura con ambas manos para darme seguridad y libertad de movimiento. El agua empieza a caer en gotas gruesas, luego aumentan en cantidad. Apoyo mis manos y me aferró a tus muslos, arqueando mí espalda hacia atrás, y duelen por momentos las gotas al caer pesadas, especialmente en los pezones, pero es mucho mayor el gusto, suficiente para que aun sabiendo que me estas mirando (y me de vergüenza) esté tan ida en el goce como para acordarme de cubrirme un poco más. Tus manos acarician y sostienen mí espalda curvada mientras aumentamos el ritmo pero no es hasta que abro mis ojos y te veo frente a mí, con el agua corriendo por tu pelo y cara, tus hombros, tu pecho y abdomen, juntándose en forma de un pequeño charco ahí donde nuestros cuerpos se unen, que realmente siento que no puedo mucho más entonces, juntando la poca compostura que me queda, te pido que me hagas acabar con vos; quiero sentir como latís en mí al mismo tiempo que yo lo hago alrededor tuyo. Me ceñís con tus brazos contra vos y besas mis pechos, apretando y recorriendo los pezones con tu lengua, y ya no me lleva más que unos segundos sentir como me atraviesa el relámpago y la descarga de mí propio orgasmo, el escucharte tener el tuyo prolonga el placer un poco más de lo habitual, es que me gusta terriblemente ver y oír como disfrutas, sentir que en parte es mí responsabilidad la creación de tu placer.

Me besas largo y tierno mientras nos ponemos de pie para levantar los vasos del suelo y dejarlos dentro, después de lo cual tengo todas las intenciones de proponerte una ducha caliente antes de secarnos para comer, y porque no, pedirte un poco más de eso tan lindo que me das...
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