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~~Fue
una tarde cotidiana cuando Adriana abrió uno de los sobres
de la correspondencia que le llegaba a su jefa Carolina y se encontró
con una pieza de publicidad que sería la pieza clave para una
aventura inesperada. Se
trataba de Sweet Angels, un nuevo bar con espectáculo de topless
que recientemente habían abierto en el área donde se
ubicaba la donde ella trabajaba como secretaria. El sobre no tenía
en el destinatario el nombre de ninguna persona, sino el de la empresa,
por lo que supuso que los propietarios del bar habían recopilado
datos de las empresas de la zona y habían hecho un envío
masivo de correo, con el fin de atraer clientes. Al ser una compañía
de cosméticos de venta multinivel, Adriana movió la
cabeza negativamente y pensó: "Estas personas no saben
ni a quién le mandan correspondencia", y colocó
el sobre en un extremo de su escritorio, con el fin de apartarlo de
los sobres que entregaría a su jefa. Sin
embargo, tres segundos después vino a su mente una imagen provocada
por la música que estaba escuchando y volteó a ver nuevamente
hacia el sobre. Su mente comenzó a divagar y a dejarse llevar
por el ritmo y a ver más clara esa imagen en su pensamiento,
donde entre el vapor del hielo seco y las luces de colores ella entraba
a una de las pistas, bailando cadenciosamente, ataviada con una de
esas tangas que apenas cubrían sus partes íntimas con
una cinta, sobre eso una chaqueta de un material negro y brillante,
además de una boina de color negro y las zapatillas de cristal
de tacón altísimo que siempre le llamaban la atención.
Comenzó a soñar despierta que en lugar de estar revisando
la correspondencia que había llegado estaba en aquel bar, bailando
frente a un numeroso grupo de hombres que la comían con la
mirada y hacían comentarios sucios entre ellos. Podía
escuchar frases que hablaban bien de su físico. Ella sabía
lo que tenía: Una estatura de 1.65, que la hacía alta
para la medida standar de las mujeres de la región. Por otro
lado, a sus 26 años sus constantes dietas y ejercicio mantenían
su figura esbelta y firme, que se reflejaba notoriamente en su trasero
redondeado, abdomen plano y porte estilizado. Sus senos siempre habían
sido de un tamaño considerable, recordaba que en desde su adolescencia
cubría con suéteres, chaquetas y chalecos su cuerpo
para disimular lo pronunciado de su busto, resultándole ineficiente
ya que lo único que lograba era llamar más la atención,
cosa que le provocaba ser aún más introvertida de lo
que normalmente era. En
su imaginación, durante la rutina que se repetía frecuentemente
por las noches se quitaba la boina para dejar libre su cabello castaño
claro, para continuar quitándose lentamente la chaqueta brillante,
comenzando con los hombros, y bajándola hacia su cintura. Adriana
sentía húmedos los labios de su vagina, y llevó
los dedos de su mano izquierda hacia aquella región que se
había mantenido intocable desde hacía año y medio,
fecha de su divorcio. Adriana cerró los ojos para imaginar
su cuerpo haciendo movimientos provocativos al momento de quitarse
la chaqueta y luego, tomándose del tubo de la pista, hacer
una de las rutinas que había hecho alguna vez en el cuarto
de lavado, donde nadie la veía. Las caderas de Adriana se estaban
moviendo circularmente para mostrar en su fantasía el trasero
a los asistentes, que con las lenguas de fuera la intentaban alcanzar
sujetándose de sus tobillos para alcanzarla y darle un beso
en el culo. Justo cuando sus caderas se movían como el cuerpo
de una serpiente escuchó unos pasos que le indicaron que alguien
venía, por lo que instantáneamente se detuvo como si
un choque eléctrico le llegara de repente y su columna se volvió
nuevamente a poner completamente derecha y rígida. Después
tres segundos más, llegó Fernando, uno de los pocos
varones que trabajaban en la empresa que tenía más de
ochocientas cincuenta mujeres empleadas. Adriana tenía rojas
las mejillas, a pesar de que no había quién se hubiera
dado cuenta de nada. Pero ella sí. Ella sabía lo que
estaba pensando y tuvo miedo de que Fernando se hubiera percatado
de ello. Odiaba sonrojarse, pues sentía que siempre delataba
su timidez, pero no había forma en que pudiera evitarlo. Fernando
únicamente tomó una carpeta del librero y se retiró
del área, después de hacer una sonrisa a Adriana, que
contestó de igual manera, y continuó revisando los sobres,
que más tarde llevó a la oficina de su jefa, que se
encontraba ausente. Después de arreglar las carpetas de contabilidad,
Adriana se dió cuenta de que ya eran casi las dos de la tarde,
por lo que comenzó a recoger su escritorio y empezó
a retocar su maquillaje. Salió
de las instalaciones de la compañía con el apresuramiento
de siempre, pues estaba consciente de que Brenda, su pequeña
hija de seis años salía de la primaria a las dos y veinte
y odiaba llegar tarde porque se imaginaba la angustia que invadiría
a su niña si ella no llegaba a tiempo, aunque también
sabía que esto era solamente un recuerdo de su pasado infantil,
cuando más de una hora después de la salida la recogía
su abuela, una vez que terminaba de asear la casa la muchacha del
servicio. Después
de despedirse rápidamente de sus compañeras en la caseta
de salida, Adriana caminó con paso veloz hacia la parada del
autobús, y justo al llegar ahí recordó que esa
tarde Claudia iba a quedarse más tiempo en la escuela para
ensayar el baile de primavera, por lo que debía pasar dos horas
después. En ese momento sintió un gran alivio pero a
la vez una sensación de estar fuera de lugar. No podía
irse hasta la casa porque ocuparía una hora de ida y otra de
regreso lo cual haría de eso un viaje inútil. Tampoco
tenía caso ya regresar a la empresa, porque no tenía
trabajo que hacer y además los vigilantes cerraban, por lo
que desidió caminar de frente con el fin de visitar el centro
comercial que estaba calles adelante. Tres
cuadras había pasado cuando se percató de que estaba
pasando frente al Sweet Angels, y al comenzar a caminar sobre el piso
adoquinado disminuyó su paso para admirar la fachada construida
en estilo neoclásico, con sus columnas y dos musas con exuberantes
cuerpos a los lados de la puerta de entrada. Pensó en lo que
se imaginarían los visitantes a ese lugar al momento de cruzar
aquellas columnas y pasar entre esos dos cuerpos esculpidos con un
material que se asemejaba al mármol. Adriana
se había detenido justo al centro del estacionamiento del lugar,
y estaba contemplando la construcción, cuando escuchó
el ruido de la puerta que se abría. Nerviosa, Adriana se dio
la vuelta y con su torpe movimiento sintió que falseaba uno
de sus tobillos, pero dió otros tres pasos, y su rostro adoptó
una ligera mueca de dolor. Una
voz masculina la invadió de bochorno y sobresalto al mismo
tiempo:
Le puedo ayudar en algo señorita?
N no gracias se apresuró a decir Adriana y comenzó
a caminar, a pesar del dolor intenso que comenzó a sentir en
su tobillo izquiedo. Pero de repente, una frase hizo que se detuviera:
Hay vacantes, eh?.
Adriana
se volteó con cara de molestia, para dirigirse al hombre de
unos 50 años que le había hablado, y contestó
con la intención de dar una negativa total:
Nada más estaba viendo la fachada, gracias.
Ah, está bien respondió el señor, que por su
facha parecía ser el propietario o por lo menos uno de los
socios Pero veo que se lastimó el tobillo, déjeme
verlo, siéntese en esta silla.
El
gesto del señor le dio confianza, por lo que Adriana accedió
a pasar y sentarse en el asiento que estaba cruzando la puerta, y
que tal vez podría servir para alguien que espera para entrar
o para el personal de seguridad que trabajaban por las noches, cuando
estaba en funcionamiento el negocio. El
hombre quitó suavemente la zapatilla de tacón de Adriana,
y sujetó con una mano el tobillo, mientras que con la otra
comenzó a hacer girar el lastimado pie de Adriana. Todo esto,
sin cruzar palabra.
Le duele?
Solamente un poco respondió ella.
Creo que no es grave. Déjeme ponerle una pomada, con eso se
le quitará el dolor. Este piso siempre hace que las mujeres
se lastimen. Soy Alberto dijo el hombre de cabello canoso, mientras
extendía la mano y ofrecía una sonrisa.
Mucho gusto, Adriana para servirle.
Alberto
se levantó para después desaparecer hacia el fondo del
interior del local.
Mientras
él regresaba, Adriana contempló las butacas, las mesas
pequeñas y circulares donde muchos hombres habrían tenido
ya ratos de excitación extrema al admirar los cuerpos de las
chicas que se desnudaban al compás de la música. Pudo
ver las pistas, y unas jaulas donde se imaginaba que estarían
las modelos con cuerpos más exuberantes.
Alberto
regresó desde la penumbra, con un pequeño frasco con
etiqueta naranja en una mano.
Esto la aliviará dijo, mientras abría el frasco y
depositaba en la concavidad de su palma una pequeña cantidad
de líquido oscuro y que olía a petróleo,
Oh. pero olvidé que trae medias. . dijo él, aunque
Adriana se dio cuenta de que debería haber sido obvio que ella
debía quitárselas.
Se las puede quitar en este cuarto, pase indicó Alberto,
mientras abría una puerta y se quedaba a un lado del marco,
prometiendo con su actitud que cerraría la puerta una vez que
ella entrara. Adriana entró al cuarto, que reconoció
como un camerino. Escuchó que se cerraba la puerta tras de
sí, y entonces se sintió de una manera extraña.
El cuarto estaba en completo silencio. Al sentarse frente a uno de
los espejos con múltiples focos alrededor se miró al
espejo, y era como si estuviera viviendo un sueño. Miró
hacia los roperos, que tenían diferentes atuendos, algunos
con plumas, otros brillantes, como el de sus pensamientos nocturnos.
Alcanzó una tanga de color verde fluorescente que estaba sobre
el peinador, para admirarla un momento. Se llevó la mano izquierda
a la zona púbica, sus dedos se abrieron paso entre la falda
y sus pantaletas para encontrar el camino hacia su vulva. Los labios
vaginales ya estaban muy húmedos después del encuentro
con ese submundo al que siempre había querido acercarse y su
principios morales nunca se lo habían permitido. Poco a poco
sus dedos se iban introduciendo hacia aquellos rincones que le provocaban
estremecerse.
Sin
embargo, la voz del hombre afuera que le preguntaba si todo estaba
bien la interrumpió.
Adriana se quitó las medias y caminó con lentitud y
cojeando un poco para abrir la puerta.
Ya
Alberto
pasó al camerino, se puso en cuclillas y repitió abrir
el frasco para colocar el líquido en el tobillo lastimado.
Las
manos de Alberto le dieron alivio y calor a la parte torcida.
Esto la va a mejorar. dijo Alberto Trabaja por aquí?
S Sí. respondió tímidamente Adriana.
Pues ya sabe que aquí tiene su casa dijo Alberto, al tiempo
que giraba la tapa del frasco, aún con el pie de Adriana sobre
su muslo.
Tiene bonitos pies agregó y luego subió un poco la
mirada que se encontró con la blusa de Adriana, que dejaba
ver parte del encaje de su brassiere Si sabe de alguien que quisiera
ganar unos centavos extras mándemela para acá. bailar
por la noche puede darle beneficios ella de inmediato cerró
su blusa, y bajó el pie, para colocarse el zapato.
Muchas gracias dijo, sin verlo a los ojos y nerviosa.
Para servirle, señorita. Que se mejore.
Gracias, dijo Adriana, mientras se levantaba y ya sin el intenso
dolor reanudaba su caminata.
En
el camino iba pensando mil cosas, principalmente imágenes de
ella bailando ataviada únicamente con la tanga verde que había
visto, sujetándose del tubo y haciendo movimientos provocativos.
Las miradas sobre ella, las luces, todo hacía que respirara
agitadamente y mientras caminaba continuaba su excitación.
Entonces,
dio la vuelta. A dónde iba?. sabía que tenía
tiempo de hacer lo que desde hacía mucho estaba deseando. Reanudó
el camino hacia el bar Sweet Angels, y encontró en la puerta
a Alberto, que estaba por cerrar la puerta con llave.
Señor Alberto. !
Sí Adriana. .olvidaste tus medias en el camerino.
Hágame una prueba.
Una
prueba? respondió el hombre, con asombro de ver a Adriana
con tanta decisión.
Sí. quiero
que me de la oportunidad de bailar aquí, creo que me pueden
quedar los vestuarios que tiene en el camerino.
No
necesitas ninguna prueba, Adriana respondió Alberto, calmadamente
puedes venir el viernes por la noche?
S sí respondió Adriana.
Esa
misma tarde, Adriana arregló con su cuñada que cuidaran
de Brenda el viernes, indicando que iba a haber un evento en su empresa.
Así, llegado el día Adriana se vistió de cocktail,
y por la tarde tomó un taxi que la dejaría en la esquina
de la calle donde se encontraba Sweet Angels. Al llegar se sorprendió
de ver entrar a varias chicas altas y con cuerpos esculturales. Antes
de cruzar la entrada estuvo a punto de dar la vuelta y regresar, de
no ser porque escuchó la voz de Alberto desde adentro.
Adriana..!, pásale por acá, qué gusto que vinieras.
Adriana entró al lugar, algo nerviosa, y Alberto la condujo
inmediatamente al camerino. Con sorpresa, se dio cuenta de que las
chicas la recibían con agrado cuando Alberto la presentó
como "una nueva integrante del equipo".
Vas a ver qué bien la vas a pasar aquí le indicó
Lorena, una pelirroja de cabello rizado y largo, que con sus zapatillas
de cristal mediría 1.85 m. Alberto indicó a Lorena que
le proporcionara ropa y unas zapatillas iguales a las de ella. Por
fin, sentiría aquellas sensaciones que había anhelado.
En cuanto calzó la primera zapatilla y se dio cuenta de cómo
cambiaba la forma de su pierna se sintió emocionada. Se puso
un bikini que apenas si le cubría las partes importantes. La
cinta se metió entre sus glúteos, ésto fue causa
de que Adriana se viera morbosamente en el espejo y sonriera al ver
sus nalgas expuestas. Lorena le colocó una especie de chaqueta
larga que le llegaba hasta las piernas. Mientras esperaba su turno
para salir a la pista, algunas chicas le preguntaron por qué
estaba ahí, pues su apariencia no era la de una bailarina de
table dance, sin embargo, ella contestó que por necesidad,
lo cual fue bien recibido por unas mientras que otras se quedaron
escépticas, pero no tuvieron oportunidad de hacer más
preguntas porque precisamente a ellas les tocó salir a bailar.
La
adrenalina corría por las venas de Adriana mientras se miraba
una y otra vez al espejo, estaba nerviosa, se quería ver bien,
y a pesar de que Lorena la había ayudado a retocar su maquillaje
y su peinado ella sentía la necesidad de seguir verificando
su apariencia.
Finalmente,
la voz de Alberto indicándole que era su turno le hizo dar
un pequeño brinco.
Andale niña. le dijo Lorena, y la tomó del brazo,
para llevarla al exterior del camerino.
Las
dos chicas caminaron por un pasillo estrecho hasta llegar a una escalinata
que subía al foro, donde una bailarina ya bajaba, completamente
desnuda a excepción de sus zapatillas cristal y las luces de
colores bañaban su cuerpo para hacer un interesante efecto.
Ahora vas tú sola dijo Lorena a Adriana, y con un movimiento
de cabeza le quiso dar ánimo.
Adriana
subió lentamente los escalones e inmediatamente se dejaron
escuchar algunos silbidos de la concurrencia, ya que podía
verse su silueta al ascender. Al momento en que Adriana terminó
de subir, comenzó una música electrónica de la
que llaman "punchis punchis" a un elevado nivel auditivo
que producía una vibración en el piso de madera del
foro, que subía por sus piernas hasta su cuerpo. Las luces
no le permitían ver mucho de la gente que estaba ahí
sentada, por lo que llevó una de sus manos a la altura de su
frente para tratar de ver algo, pero los gritos de los hombres le
ordenaban que bailara. Adriana reaccionó rápidamente
y comenzó a moverse como muchas veces lo había hecho
en su recámara a solas. Al fin y al cabo, no alcanzaba a distinguir
a las personas que estaban, solamente habia alcanzado a distinguir
algunas siluetas.
Sus
manos comenzaron a moverse de manera sensual apenas encontraron el
tubo de la pista, y comenzó a mover las caderas como anteriormente
lo había ensayado ya, girándolas como si estuviera siendo
penetrada, arqueando la cadera al compás de la música.
Adriana estaba haciendo realidad un sueño.
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