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Categoría: Incestos

Ayudé a mamá a que recuperar su sexualidad

Me llamo Ana, tengo treinta años, casada felizmente con un hombre maravilloso que me llena en todas las facetas que una mujer desea de su matrimonio; con dos preciosos hijos (niño y niña) de seis y tres años respectivamente.



Soy excesivamente fogosa sin llegar a la ninfomanía, pero si no hago el amor todos los días, mi cuerpo nota que le falta algo. Gracias a Dios, mi marido responde sin problemas a pesar de sus cuarenta y cinco años.



Pero no les voy a hablar de mí, voy a hablar de mi madre, una hermosa mujer que me dio a luz a sus dieciocho años, por lo tanto, ahora tiene 48. Y lo que más me ilusiona: que para los extraños no somos madre e hija, somos hermanas. Lo que vacilamos con esta situación cuando salíamos juntas por ahí de marcha.



Mi padre, desgraciadamente ha fallecido hace menos de un año; tenía 56 años, un cáncer precoz se lo ha llevado en la flor de la vida. Mi madre no lo supera, ha caído en una profunda depresión que la está marchitando, y como no lo supere “se va” con él en poco tiempo.



Me tiene tan preocupada que estoy haciendo todo lo que está en mi mano, y el amor que le tengo para que se recupere. Pero inútil, se ha encerrado en su desgracia y dice que no tiene deseos de vivir, ya que la vida le ha quitado lo que más quería.



-Pero mamá. Le digo con ademán de enfado. ¿Es que yo y tus nietos no llenan el vacío que te ha dejado papá?



-Sí, hija, ¡Cómo no me van a llenar! Pero el vacío que ha dejado tu padre en mi alma y corazón no hay nadie quien lo llene.



-Pero mamá, la vida sigue, eres muy joven y no te puedes encerrar en ti misma. Va a hacer un año que ha muerto papá, y aunque me consta que va a estar en tu recuerdo eternamente, seguro que si te está viendo se enfada. Sabes de sobra lo liberal que era.



-Dame más tiempo hija, dame más tiempo, todavía siento en mi piel el contacto de las manos de tu padre.



Esta confidencia y la cara que puso al decirlo, me indicó, que, mamá necesita el contacto de un hombre, pero no es capaz de entender que con papá es imposible.



Hablé con Félix, (mi marido) después de haber hecho el amor tan apasionadamente como siempre lo hacemos.



-Me tiene preocupada mamá. Sigue encerrada en si misma con el recuerdo de papá, y me temo que va a entrar en una profunda depresión como no seamos capaces de convencerla que debe rehacer su vida.



-Lo que no me explico. Dijo Félix. -Con lo hermosa que es, y con la vitalidad de la que siempre ha hecho gala, no sea capaz de superarlo; máxime cuando me has dicho que en el aspecto sexual has salido a ella.



-Creo que mamá necesita de un hombre; ayer vi una expresión en su rostro que le delataba; le vi un deseo contenido, unas ganas terribles de follar, pero reprimidas por sus conceptos morales y religiosos.



-¿Sabes si se masturba?



-¡Ay! Pues no sé.



-Mira cariño, vamos a urdir un plan para que mamá recupere las ganas de vivir. Me sugirió Félix.



-¿Qué pretendes?



-Lo primero vigilarla.



-Me parece eso una canallada, marido. Invadir su intimidad.



-No te precipites, que mi plan no es morboso, es para conocer su estado anímico.



-¿Qué propones?



-Voy a instalar una mini cámara en su habitación, de esas que usan los espías, y veremos su comportamiento en la intimidad.



-Me parece una cerdada, marido.



-¡Quieres o no quieres ayudarla! ¿O es qué te crees que lo hago por morbo? No hija no, lo hago para ayudar a mamá, pero si no sabemos su estado psíquico interior, (el que vemos superficialmente no nos sirve) no podremos actuar en consecuencia.



-Vale, marido. Pero lo que grabemos se borra inmediatamente,



-Eso por descontado, niña. Ese material no sale de casa bajo ningún concepto.



Parte segunda



Debo aclarar, que desde la muerte de papá, mamá vive casi siempre con nosotros, porque yo le obligo; no quiero que esté sola en su casa de casi 200 metros cuadrados.



Félix, situó una mini cámara de video en un lugar inaccesible, imposible que pudiera reparar en ella. La toma era de la superficie de la cama en sentido perpendicular; es decir, desde los pies a la cabeza, y se activaba por luz, por muy tenue que fuera. Además de ser de 720X576. Máxima calidad de imagen en ese tipo de mini cámaras.



Como la tarjeta era de 35 gigas, la capacidad de grabación era de varias horas; lo que daría lugar a ver su reacción en solitario. Que es lo que hacía, y como se comportaba en su soledad.



Se acostaba sobre las doce de la noche, encendía la luz de la mesilla y solía apagarla sobre la una. Lo que sí sabíamos, que, le gustaba leer en la cama; por lo que suponíamos que esa hora la dedicaba a la lectura.



Estuvo la mini cámara ubicada en su habitación durante 15 días, tiempo que calculamos habría agotado la capacidad de grabación. Esperamos al próximo fin de semana que se iba a Valencia donde vive mi único hermano, ya que le tenía prometido ese viaje para ver a sus otros dos nietos, pues hacía tiempo que no iba. Mi hermano José Antonio no cesaba de regañarla por no ir a visitarles.



-Jolin mamá. Le decía mi hermano por teléfono. No tienes excusa para no venir. El Inter City tarda sólo tres horas, y vamos a recogerte a la estación.



Una vez dejado a mamá en la estación de Atocha el viernes de ese “finde”, nos invadía la emoción ante la visión de lo grabado, pero no exenta de preocupación; ya que aunque lo hicimos para intentar convencer a mamá de que debería rehacer su vida en vista de lo que viéramos, no dejaba de ser una putada. Si se enterara, no nos dirigiría la palabra de por vida. Pero lo que teníamos muy claro, que lo grabado sería borrado inmediatamente una vez visto por Jorge y por mí.



Nos acomodamos en el salón con dos copas y a través del HMDI de la tele nos dispusimos a ver que hacía mamá en su intimidad. Nos miramos a los ojos como se miran “los cómplices” cuando delinquen.



Paré la cámara, pues me asaltó algo que no había reparado, ¡Pero que tonta fui! Félix verá a mi madre desnuda, y eso me produjo ansiedad.



-¿Qué haces? Me dijo al ver que le daba al stop.



-Cariño, que me da “cosa” el que puedas ver a mamá “en pelotas”.



-¿Ahora me vienes con esas..? Vamos niña, no me seas mojigata. Mamá tendrá el cuerpo como todas ¡No te jode! Eso sí, con dos tetas y un culo algo más desarrollado que la media nacional.



-¡Cómo el mío! ¿verdad? Gracias por la indirecta.



-Vamos nena, no te enfades. ¿Ayudamos a mamá, o no la ayudamos?



-Venga, va.



Le di al play, y nos dispusimos a ver “la película” (presumiblemente porno).



Evidentemente Sara (así se llama la mamá) se desnudó. Pero lo que nos dejó estupefactos fue, cuando del fondo de un cajón del armario sacó un picardías color malva. Se desprendió de hasta la braga y el sujetador y quedó como vino al mundo.



Tuve el arrebato de parar la grabación, pero me di cuenta en un segundo que sería una estupidez, ya no había marcha atrás; aunque con cierta vergüenza, me dispuse a afrontar todo lo que viniera después.



Mamá se puso el picardías color malva que le dejaba al descubierto casi todo el pecho aún turgente; y la mitad de aquellos glúteos y muslos que Félix miraba con los dos ojos abiertos como platos.



Se acostó boca arriba, y se ubicó la cámara de tal forma, que se le veía el pubis y los muslos casi en un primer plano. Estaba esplendorosa, parecía una diosa recién salida del Olimpo.



Yo me sentía rara ¡Coño! que era mi madre, y una no está acostumbrada a ver a su mamá de esa guisa; y temiendo algo terriblemente fuerte. Mi marido estaba más “colorao” que un tomate, y los ojillos le brillaban.



Lo que vino después fue algo que me “heló la sangre” y a Félix le puso lívido. Mamá saco un consolador de un cajón de la mesilla de noche que parecía “la polla de un Senegalés” (No por el color, sino por el tamaño). A la vez de otro cajón de la misma, sacaba dos marcos con dos fotos, una de ellas era la de papá, la otra no se distinguía bien por la ubicación del marco en ese momento.



Colocó ambas fotos, una a su derecha y otra a su izquierda. Se abrió bien de piernas; lubrificó el dildo con una especie de crema transparente que extrajo de un tubo, y se lo metió hasta los mismísimos huevos artificiales.



Entre jadeos y suspiros, mirando a la foto de su difunto marido, y moviendo el culo y caderas de arriba abajo y de izquierda a derecha, decía con palabras entrecortadas.



-Manolo (Así se llamaba mi padre) ¿No querías verme follar con otro hombre? Ya que no te quise dar ese capricho en vida, te lo doy ahora, por si desde donde estás puedas verme.



Tomo el retrato del señor Manolo, le dio un beso y le dejó donde estaba. Se nos heló la sangre cuando tomaba el otro marco, que situándolo delante de sus ojos, le decía en su delirio a la imagen que lo contenía:



-Fóllame Félix, follame, soy todo tuya, pero antes deja que te “coma la polla”. Se sacó el consolar y empezó a lamerlo con una avidez desmedida.



-Seguro que la puta de mi hija, no te folla cómo yo. ¿A que no, Félix? ¡Cómeme el coño, cariño!



Se volvió a introducir el consolador hasta los fondos de sus entrañas con una mano, mientras con la otra besaba aquella foto de hombre guapo al que no cesaba de llamar: Félix… Félix… follame mejor que follas a mi hija.



Parte tercera



Fue tan grande la impresión recibida ante aquel descubrimiento, que a Félix y a mí nos costaba mirarnos a los ojos. Pero como ambos somos personas muy juiciosas y con sentido de la realidad de las cosas, llegamos a una conclusión dialogando.



-Mira amor. Me decía Félix. Lo que hemos visto ni tú ni yo tenemos nada que ver; todo son fantasías de mamá; y si en esas fantasías nos ha involucrado a los dos, yo te juro por mi honor, que jamás le he dado motivos para ser objeto de ellas.



-No hace falta que lo jures, marido, sé de sobra que tú jamás te has insinuado a mamá; que todo es producto de su imaginación. Y ahora lo comprendo.



-¿Qué es lo que comprendes? Cariño.



Conozco a mamá, y sé muy bien que ella es incapaz de realizar esas visiones con un extraño, con un desconocido. Tenía sospechas de que le gustas; hay miradas por muy sutiles que sean, las mujeres las captamos, y aunque en su momento no le di importancia, ahora me doy cuenta que eran miradas cargadas de deseos.



-Te juro Ana, que yo jamás me di cuenta.



-Ya lo sé, si tú no ves “tres montados en un burro”; y menos analizar las miradas femeninas.



-Porque solo tengo ojos para ti, mi amor.



Una vez repuesta de la impresión, ya fría, decidimos trazar un plan para que mamá pudiera hacer realidad sus utopías.



-¿Qué plan trazamos? Me preguntó Jorge.



-Sólo hay uno.



¿Cuál?



-Qué folles con mamá.



-¡Ehhhh!



-Cómo te lo digo. Mamá es incapaz de ligar, le costaría años y dudo que lo consiga.



-¿Ni por algún chat, podría ligar?



-Por ahí menos, se lo he propuesto cientos de veces, y dice que son ridículos.



-Pero… Sabes el peligro que tiene ese plan.



-Por mi parte ninguno. Que hagas feliz a mamá es algo que una hija desea para su madre del alma; además, todo quedará en casa. ¿Tú te la follarías?



-¡Joer Ana! ¡Qué fuerte!



-O sea, que sí.



-Bueno… Si no hay más remedio.



-Entonces.. ¿Qué propones?



-Qué tomes la iniciativa, después de lo visto, no creo que te sea muy difícil llevar a mamá a la cama. El día que tenga guardia de noche (Ana es médico) aprovecha.



Parte cuarta (viernes siguiente por la noche)



-Ana.



-Dime, marido.



-¿Qué cuando ponernos en marcha el plan?



-¡Ahora mismo! La mamá Sara, entraba en la habitación de sus hijos con aquel picardías malva que tan cachondo puso a mi marido. Hazme un ladito Félix. Y tú Ana, vete a dormir a mi habitación.



-Pero mamá. Dijo Ana llevándose las manos a la cabeza. ¡Qué haces!



-Pues follarme a tu marido, tal cual lo has planeado.



¡Cómoooooo!



-Sí, hija sí. Félix no se percató de que la mini cámara que puso en mi habitación, al activarse se enciende un pequeño piloto rojo; que aunque muy pequeño quedó al descubierto, y por una de esas casualidades y por chiripa lo vi. -¡Qué será esto! Me pregunté.



Cuando supe lo que era, me propuse averiguar las intenciones del que puso la cámara, y como no podía ser más que Félix o tú, o los dos de mutuo acuerdo; coloqué esta pequeño micrófono inalámbrico en el cuadro que hay encima del sillón del salón en el que soléis sentaros, y desde mi habitación, he escuchado todas vuestras maquinaciones.



-Pero mamá. Dijo Félix que al ver aquel pedazo de culo, y aquellas tetas que las tenía pegadas a su boca. No negará que todo ha sido para recuperar su sexualidad que creíamos perdida.



-Gracias hijo. Mi sexualidad nunca la he perdido…



-Ya vimos ya… Cómo se lo monta con su juguete… Por cierto; ¿No lo había más gordo y más grande?



-Prefiero el tuyo, que aunque es más pequeño, es de carne. A la vez le que metía la mano en la bragueta



Miraba la escena estupefacta y no sabía que hacer.



-No te quedes así hija, que al fin y al cabo tú has sido la autora del invento. Vete a mi cuarto, y deja que con tu marido disfrute lo que desde años vengo recreando en mi soledad.



Los dejé solos; me parecía muy fuerte quedarme con ellos. Cuando me repuse de la sorpresa, juro que me entró como una especie de complacencia; ver a mi madre tan eufórica y con ganas de sexo, derribó todas mis preocupaciones con respecto a su futuro; ya que la veía tan decaída que me daba miedo.



Epílogo



Sara se pegó al cuerpo de su yerno como una lapa; su cuerpo parecía encendido debajo de aquel transparente picardías color malva. Su mano derecha asía su pene, al que meneaba de arriba abajo y viceversa.



-¡Chulo mío! ¡Mi vida! ¡Por fin! hemos conseguido follar con total libertad, y con el consentimiento de mi hija.



-¡Joder suegra!



-Por favor Félix, cuando follemos no me llames suegra, ¡Coño! que me enfrío.



-Lo siento Sara, no se me volverá a escapar. Pobre del señor Manolo… ¡Si levantara la cabeza!



-A ese, déjale donde está, que donde esté está muy bien. Y ahora “cabrón mío” échame ese par de polvos salvajes que me vienes echando todas las noches que mi hija tiene guardia de noche en el hospital.


Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 10
  • Votos: 1
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