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Categoría: Incestos

AYUDANDO A MAMÁ (01).

"Un joven de 18 años intenta ayudar a su madre a superar su reciente divorcio. Para ello organiza una fiesta en su propia casa."

 

Ayudando a Mamá.
 
Capítulo 01.
 
 
No me sorprendió para nada la separación de mis padres, era inminente, se podía oler en el ambiente tenso en el que vivíamos día a día. Hace tres semanas ellos me avisaron que ya no estarían más juntos, sinceramente para mí fue un gran alivio. Junto con el anuncio me pidieron que tomara una decisión muy importante, preferían que sea yo quien escoja ya que, al tener dieciocho años, me consideraban un adulto que podía escoger el rumbo de su vida. Debía elegir entre irme con mi papá y quedarme junto a mi mamá. Evalué las posibilidades: mi padre siempre fue un hombre serio y autoritario con un mal humor constante. Mi madre es todo lo contrario, una mujer bella y alegre que siempre te trata con afecto y simpatía, a veces llego a pensar que nada puede deprimirla. Luego de esto no me costó nada escoger, me quedaría con mi madre. La decisión no alegró para nada a mi papá; no sabía lo había desilusionado al no escogerlo, por el aprecio que me tenía, o si solamente pretendía mostrarle a mi madre que, además de la felicidad, podía arrebatarle a su hijo. De haber sido éstas sus verdaderas intenciones, las cuales, conociéndolo, no las dudo, no tuvo éxito.
 
Graciela, mi madre, se puso muy triste con la separación; pero intenté reconfortarla en una pequeña conversación que tuvimos, en la cual le dije que, desde mi punto de vista, ella era la mujer más hermosa del mundo, que apenas contaba con cuarenta y cuatro años y que tenía muchas posibilidades de encontrar a otro hombre que la hiciera feliz. Ella me reprochó que, como es mi madre no estaba siendo objetivo; sin embargo argumenté que siempre noto como los hombres la miran en la calle y se hipnotizan con su figura. Los atonta con su suave y alegre caminar. También le dije que soy consciente de que habrá mujeres mucho más bonitas, pero ella cuenta con atributos que suelen ser fijos en las fantasías masculinas: unos pechos grandes y exuberantes; una buena cintura; excelentes piernas; un cabello es largo y ondulado, de color castaño oscuro y su piel es tan blanca como la porcelana, lo cual le ayuda a disimular muy bien las arrugas. Ella se rio cuando mencioné las inevitables marcas de la edad, pero le dije que sólo lo hacía para que entienda que eso no le quitaba atractivo, en absoluto. Le dije que a mí me hubiera gustado heredar una piel tan tersa como la suya, pero en cambio la tengo algo más oscura y reseca, igual que la de mi padre.
 
-Sos un buen chico, Nicolás –me dijo acariciando mi mano-, agradezco mucho tus palabras; pero no te preocupes por mí, no es tu responsabilidad. Una separación puede ser muy dura, pero ya voy a lograr superarla.
 
Decidí dejar el tema allí, no quería presionarla mucho y, además, no me sentía tan cómodo hablando sobre eso con mi madre.
 
*****
 
Estábamos habituándonos a nuestra nueva vida intentando mantenernos alegres, haciendo chistes a cada rato y sonriendo constantemente, como para no darle el gusto a mi padre de amargarnos la vida. La situación era un tanto forzada; pero todo marchaba de maravilla, hasta que un día, cuando estaba a punto de entrar a la cocina para prepararme un vaso de leche con chocolate, oí a mi madre conversando con otra persona. Me detuve antes de entrar, para escuchar lo que decían. Supe que la otra persona era Zulma, una vieja amiga de Graciela.
 
-Estuvo engañándome muchos años –decía mi madre; la pena en su voz resultaba evidente-. Siempre fui tan estúpida como para no verlo. Lo que más rabia me da es que todo el tiempo le fui fiel y viví esclavizada por él, siento que se robó los mejores años de mi vida. Hay tantas cosas que podría haber hecho si no hubiera estado casada con él... ahora ese tren ya se me fue.
-Eso no es cierto, Graciela -la consoló su amiga-, todavía sos joven y muy hermosa, lo importante es que ya lo sacaste de tu vida. Ahora sos libre.
-No lo sé... hay tantas cosas que quisiera hacer… que siempre quise hacer, pero por culpa de ese desgraciado no pude –repitió; me apenaba que eso la afectara tanto.
-Ahora podés hacerlas, no dejes que nada te lo impida. Nadie te va a juzgar, mucho menos yo, que soy tu amiga…
 
No escuché más de la conversación, fui hasta mi cuarto, me acosté en la cama y me quedé pensando en lo que mi madre había dicho. Me dolía mucho verla en ese estado, su radiante y estival forma de ser parecía esfumarse de a poco. Comprendí por qué me parecía tan forzada su risa durante estos últimos días y me percaté de que cada vez le costaba más sonreír y ya no caminaba de forma tan altanera. No quería ver a mi madre sufrir de esa forma, la quería demasiado y me molestaba que estuviera así, por culpa de mi padre. Hasta yo había tenido muchas discusiones con ese hombre huraño, ni siquiera podía hacerme una clara idea de lo que tuvo que tolerar durante tantos años mi mamá al estar casada con él.
 
Me propuse alcanzar una meta: ver a mi madre feliz. No sabía cómo hacerlo, pero algo se me ocurriría.
 
*****
 
Estuve todo un día pensando en qué podía hacer para alegrarla, hasta que se me ocurrió una idea muy buena. Busqué a mi madre y la encontré sentada en el sillón de la sala a punto de encender el televisor.
 
-Mamá ¿qué te parece si organizamos una fiesta acá, en casa? –le dije sin preámbulos; ella me miró sin comprenderme-. No tiene que ser algo muy grande, sólo una reunión con amigos y algunos parientes, para celebrar que estamos viviendo solos y tranquilos -cuando dije estas palabras se dibujó una amplia sonrisa en su rostro. Al parecer había dado en el clavo.
-Me gusta la idea, antes nunca podíamos hacer fiestas, porque a tu padre le molestaban. Él odiaba tener invitados hasta tarde, pero ahora podemos hacer lo que queramos. ¿Me vas a ayudar a organizar todo? Como bien dijiste, no tiene que ser algo muy grande; pero no por eso va a ser menos divertido.
 
Así fue que pusimos el plan en marcha, avisamos a un pequeño grupo de gente que incluía algunos vecinos, amigos y parientes cercanos. Compramos comida y bebidas. Arreglamos la casa, eso nos llevo tiempo, ya que es muy grande. La dejamos impecable para la gran noche. Decidimos realizar la fiesta un sábado, así todos podrían asistir.
 
La hora de inicio se acercaba y la primera en llegar fue Zulma, la amiga de mi madre, quien vino acompañada de una mujer rubia, muy bonita, a quien yo no conocía. De a poco la casa comenzó a llenarse de gente. Mi prima Naty era la única persona de mi edad. Ella es una chica muy delgada y alta, con una carita muy bonita; no tiene mal cuerpo, pero su verdadera belleza reside en su rostro. También concurrió Luis, un vecino nuestro que tiene la costumbre de piropear a mi madre cuando la ve en la calle; ella no hace mucho caso a estos halagos y sólo le responde con una sonrisa. Mi padre nunca se enteró de estos atrevimientos, de lo contrario hubiera puesto el grito en el cielo. Noté que Luis no era el único que miraba a mi madre esa noche, estaba realmente bonita. Llevaba un amplio y ajustado escote en su blusa y una pollera blanca floreada, sencilla pero muy linda.
 
La reunión comenzó sin inconvenientes, todos parecían estar cómodos y alegres. Mi prima, en cambio, no hablaba casi con nadie, se dedicaba sólo a tomar cerveza. Se me hacía un poco extraño ver una chica tan delgada tomando tanta cantidad, pero parecía no tener fondo.
 
Cuando fui hasta la cocina a buscar más bebidas descubrí a Luis muy cerca de mi madre. Ella estaba poniendo bocaditos en una bandeja mientras él le hablaba al oído y con una mano le tocaba la cola por arriba de la pollera. Me alejé de allí antes de que notaran mi presencia. Me dio un poco de celos la escena, podía entender que él piropeara a mi madre; pero no me cabía en la cabeza cómo ella podía permitir que él la tocara de esa forma, no era un hombre de su nivel. Ella es una mujer dulce, hermosa, tierna... él es todo lo contrario, feo, calvo, panzón, brusco, bestia, y un montón de adjetivos descalificativos más que lo alejaban drásticamente de la liga en la que mi madre jugaba. Apreté los dientes recordando cómo él deslizaba su rústica mano por la suave y contorneada cola de mi madre y cómo ella sonreía tranquilamente.
 
No aguanté la incertidumbre y volví sobre mis pasos. Espié una vez más hacia la cocina, refugiándome detrás del marco de la puerta. Ellos aún seguían uno junto al otro, al principio me había dado la impresión de que Luis susurraba frases guarras, pero escuchando atentamente me di cuenta que le comentaba lo linda que estaba la casa. Mi madre agradecía el cumplido y sonreía colocando uno a uno los pequeños bocaditos salados en la amplia bandeja plateada. Hacía caso omiso a esa mano de dedos nudosos que ahora presionaba levemente una de sus nalgas, parecía como si el tipo estuviera midiendo el aire dentro de un neumático. Apreté los puños cuando noté que arrimaba su bulto contra la otra nalga. La sonrisa del hombre calvo era completamente lujuriosa, estuve a punto de gritarle que soltara a mi madre pero de pronto escuché una risita femenina, como de adolescente siendo cortejada y tuve que admitir que era la primera vez que veía realmente alegre a mi madre desde que mi padre se marchó. No sería correcto arruinarle la diversión, sería muy egoísta de mi parte. Cuando Graciela dijo que los bocaditos estaban listos me alejé de la cocina y a los pocos segundos los vi salir como si nada hubiera pasado.
 
Más tarde, cuando la mayoría estaban sentados alrededor de la mesa noté que mi tío, el marido de la hermana de mi mamá, estaba sentado junto ella. Me acerqué cautelosamente y me coloqué de pie, justo detrás de ellos, con la espalda apoyada contra la pared. Ninguno reparó en mi presencia, observé dando leves sorbos a un vaso de cerveza. Pude ver que la mano de mi tío estaba posada sobre el muslo de mi madre y que, de ese mismo lado, la pollera estaba algo levantada. A Graciela parecía no importarle eso, seguía charlando con todos como si nada. Aparentemente el único que no comprendía nada, era yo.
 
¿Por qué mi tío se propasaba de esa forma con su cuñada, teniendo a su esposa sentada a pocos metros de ellos? Y lo que era más incomprensible aún, ¿por qué mi mamá no le decía nada ni lo apartaba?
 
La mano viajaba lentamente por el suave muslo, ella ni se inmutó. La pollera subía lentamente arrastrada por esos impertinentes dedos. Miré hacia la izquierda, mi tía no se había percatado de lo que ocurría, hablaba con una señora con total tranquilidad. Tuve que moverme un poco hacia un lado para ver mejor lo que ocurría entre las piernas de mi progenitora. Allí fue cuando mi tío metió la mano en su entrepierna. Pensé que hasta ahí llegaría la tolerancia de Graciela, pero ella siguió charlando con los presentes como si nada pasara, es más, hasta separó un poco más las piernas.
 
Era muy extraño ver a mi tío tocando impunemente a mi mamá estando tan cerca de su esposa... ¡y de su hija! Sin embargo nadie, además de mí, parecía notar lo que ocurría ya que los impertinentes toqueteos quedaban ocultos bajo la mesa. La mano se movía lentamente, yo sólo podía imaginarme lo que ocurría, seguramente le estaba acariciando la vagina por arriba de la ropa interior. Eso me produjo una extraña sensación, una mezcla de bronca con excitación. Por un lado tenía ganas de golpear a mi tío y por el otro quería que siguiera, que se atreviera a más. Noté que las mejillas de mi madre se estaban tornando rojizas. De pronto dio un pequeño saltito, casi imperceptible, podría significar cualquier cosa para los invitados que la observaban, pero yo tenía sospechas de lo que pudo haber ocurrido. Tal vez mi tío tocó debajo de la ropa interior... o bien llegó más lejos y logró introducir un dedo en la vagina de Graciela. De inmediato imaginé la zona intima de mi madre, nunca la había visto, por lo que eran puras conjeturas; pero podía ver claramente la imagen de un dedo deslizándose suavemente hacia el interior de una vulva humedecida por la excitación. Mi pene dio un respingo y me puse inquieto, me moví rápido para que nadie lo notara pero esto asustó a mi tío, quien retiró la mano con mucho disimulo.
 
Como estaban sucediendo cosas extrañas decidí espiar a mi madre todo el tiempo que me fuera posible, sin que ella lo notara. Cuando ella fue hasta la cocina, a buscar más cervezas, la seguí manteniendo la distancia y pude ver a otro hombre, al cual no conocía, aprovechando un corto tiempo a solas con mi mamá. Él se acercó a ella por detrás y le tocó la cola con una mano, extendió la otra y le agarró una teta, estrujándola entre sus dedos. Me quedé boquiabierto, pero fue algo rápido, de pocos segundos. Mi mamá sonrió restándole importancia al asunto. El tipo hizo un comentario refiriéndose a lo bien dotada que estaba y se alejó.
 
Pasados varios minutos vi que Graciela se dirigía al baño, pero cuando llegó la luz ya estaba encendida, de todas formas entró. Esto me sorprendió mucho, ¿por qué entraría al baño sabiendo que está ocupado? Me asomé con cautela. Como la puerta quedó entreabierta pude ver que la persona que ya estaba adentro era la mujer rubia, amiga de Zulma. Eso lo explicaba todo, las mujeres solían ir juntas al baño, vaya uno a saber por qué motivo. Las dos estaban maquillándose mientras se miraban al espejo, mi mamá estaba inclinada hacia adelante pintándose los labios con cuidado, el color que usaba era suave, le otorgaba un leve brillo a su linda boca pero no la hacía lucir extravagante.
 
Estaba a punto de retirarme, creyendo que no vería nada interesante allí; pero de repente vi que la rubia metía su mano debajo de la pollera de mi madre. Se me paralizó el corazón, eso no me lo esperaba.
 
Mi mamá, como venía haciendo hasta el momento, no dijo nada. Su pollera se levantaba lentamente y la mano se perdía debajo de ella. Escuché a mi madre emitiendo un ahogado quejido, pero no dejó de pintarse con el lápiz labial. Por la tela de la pollera no podía ver lo que ocurría pero por los movimientos de la mano, podía imaginármelo. Graciela se inclinó un poco más hacia adelante separando sus piernas al mismo tiempo que se espolvoreaba las mejillas. No importaba que esa mujer fuera mi propia madre, eso era un acto lésbico, de hecho era la situación más lésbica que había visto en persona en mis dieciocho años de vida. Mi pene se puso duro en un segundo, se paró tan rápido que me sorprendió a mí mismo. La espectacular rubia, de boca carnosa y nariz respingada, seguía colándole los dedos mientras le decía halagos al oído. Tenía mucho miedo de que alguna de ellas notara mi presencia reflejada en el espejo, pero el pasillo estaba oscuro y era difícil que distinguieran mi figura. Sin embargo casi me da un infarto cuando mi madre se volteó.
 
Logré tranquilizarme un poco cuando ella se detuvo mirando fijamente a la mujer de apretado vestido y cabellos dorados. La verga me dio un salto al ver lo que ocurrió a continuación. Graciela prácticamente se abalanzó sobre ella y la besó con una pasión totalmente desconocida para mí. Nunca había visto que besara a mi padre de esa forma y allí estaba comiéndole la boca... ¡a una mujer! La rubia le respondía besándola con la misma intensidad. Estaban abrazadas y parecían adolescentes en celo. Sus bocas luchaban la una contra la otra y podía ver cómo, ocasionalmente, se daban leves mordidas en los labios. ¿Qué carajo estaba ocurriendo con mi madre?
 
Miré para ambos lados en el pasillo y, como no vi a nadie, saqué la verga del pantalón, comencé a tocarme suavemente cuando en ese momento mi mamá subía la apuesta .Se puso de rodillas en el suelo y levantó el corto y ajustado vestido de la rubia, ella ni siquiera llevaba ropa interior. Pude ver una conchita bronceada y completamente depilada. “¿Mamá no iras a…?” me preguntaba mentalmente cuando la respuesta se hizo evidente. Graciela dio un nuevo beso apasionado, aunque esta vez lo hizo sobre los labios inferiores de la rubia. Nunca hubiera sospechado que mi madre tuviera inclinaciones lésbicas, pero mis ojos no mentían, allí estaba ella, chupando una concha con muchas ganas. Podía escucharla intentando respirar sin dejar de lamer. La lengua abandonaba su boca para encontrarse con los pequeños labios vaginales de la rubia. Luego, viscosos ruidos de succión me hicieron comprender que mi mamá le estaba chupando intensamente el clítoris. Yo estaba como loco, tenía ganas de meterme al baño y penetrar a esa monumental rubia que gemía suavemente mientras le practicaban sexo oral con devoción.
 
¡Qué linda si veía mi madre en esa posición! Debía admitirlo. Giraba su cabeza de un lado a otro frenéticamente, perdiéndose entre los muslos de su compañera y absorbiendo todos esos jugos. En ese momento descubrí... o mejor dicho, fui consciente de que las madres también se masturban. Metió su mano derecha debajo de su pollera y comenzó a toquetearse vigorosamente. Nunca se me olvidó que ella era mi progenitora, pero estaba muy caliente y me hubiera encantado ver esos deditos sacudiendo su clítoris o hincándose en su agujerito, me avergoncé por pensar esas cosas, pero la escena era demasiado fuerte para mí, no lo podía evitar.
 
La escena cambió completamente cuando Graciela se puso de pie y la rubia dio media vuelta apoyando las manos contra la pared, como tenía el vestido levantado pude ver su redondo y macizo culito. Los dedos de mi madre toquetearon la mojada concha, pensé que ahora se los metería pero en lugar de eso los introdujo por el asterisco. El culito de la impactante rubia se abrió dejando pasar un dedo mientras ambas mujeres se buscaban con la boca. Se besaron como pudieron y otro dedito se clavó por detrás. Ese culo debía tener experiencia en sexo anal, ya que los dedos entraban y salían con mucha facilidad. Los gemidos de la mujer se perdían dentro de la boca de mi progenitora.
 
Tuve que volver bruscamente a la realidad cuando escuché un ruido en un pasillo, era como si alguien hubiera tropezado contra una de las lámparas de pie u otro adorno. Guardé mi miembro apresuradamente y en cuanto volví a mirar a mi madre, me encontré con que ya estaba retirando los dedos del culo de la rubia.
 
Salí corriendo hacia mi cuarto, intentando no emitir el menor ruido, temeroso de haber sido descubierto. No supe qué o quién chocó contra la lámpara pero eso era lo que menos me importaba. Me tendí boca abajo sobre mi cama, hundiendo mi cara contra la almohada. Tenía el corazón acelerado y me dolía la verga al quedar aplastada entre mi cuerpo y el colchón, pero a la vez era una sensación placentera. No podía creerlo, había visto a mi propia madre teniendo relaciones sexuales con otra mujer. Mi cabeza daba vueltas y miles de ideas colisionaban entre sí. Creí que me volvería loco. ¿Por cuánto tiempo ella había reprimido fantasías lésbicas? ¿Sería ese el motivo de separación con mi padre? Tal vez a ella siempre le gustaron las mujeres y se había casado con él sólo para evitar el rechazo de la gente. No quería hacerme una idea equivocada así que decidí no darle tantas vueltas al asunto... al menos no por ahora.
 
Me llevó unos minutos reponerme de la impactante escena. Regresé a la fiesta para que nadie sospechara.  Encontré a mi prima algo aislada en la mesa y con las mejillas rojas por todo el alcohol consumido. Me senté junto a ella e intenté charlar, pero sólo podía pensar en lo que había visto. Naty decía incoherencias y se reía como boba, aparentemente la cerveza le había afectado. Luego de unos minutos advertí que mi madre no estaba por ningún lado, así que me puse de pié para buscarla. Si algo más estaba ocurriendo debía saberlo.
 
Primero fui hasta su cuarto, pero allí no había nadie. Seguí deambulando y pensando dónde podría estar hasta que la vi entrando al cuarto de lavado. Esta vez cerró la puerta tras de sí. Era obvio que no estaría sola allí dentro, no iba a ponerse a lavar ropa en medio de una fiesta. Pensé rápido y corrí hasta el patio de la casa, allí había una pequeña ventana que daba al lavadero desde la cual podía observar lo que pasaba adentro. Como la noche era cerrada y muy oscura era muy difícil que me vieran. Además las tupidas plantas me ayudaban a ocultar mi silueta. Me asomé sin saber lo que iba a ver y lo que vi superó por mucho mis expectativas. Allí estaba Graciela inclinada sobre el lavarropas apoyada sobre sus grandes pechos. Detrás de ella, moviéndose frenéticamente, se encontraba Luis, nuestro vecino. Me preguntaba cuántas veces ese desgraciado había fantaseado con cogerla y ahora lo estaba haciendo. Ella tenía los ojos cerrados y la boca abierta en evidente señal de placer. Con cada embestida del tipo, el cuerpo de mi madre se sacudía hacia adelante, como yo la veía de frete no podía ver cómo la penetraban, pero por los movimientos de ambos sabía que ella lo estaba disfrutando y que esa verga entraba y salía rápidamente. Nunca pensé que mi madre se dejara coger tan fácilmente. Se me puso rígido el pene otra vez y comencé a tocarme inconscientemente por arriba del pantalón.
 
La escena era verdaderamente morbosa, no sólo porque estaba viendo cómo se cogían a mi mamá, sino por quién lo hacía, un tipo brusco, desalineado... que nada tenía que ver con la delicadeza femenina de mi madre. Admito que me producía celos ver cómo él disfrutaba de esa conchita, pero al mismo tiempo ese contraste que había entre ellos me resultaba excitante.
 
Pude escuchar los leves gemidos de mi madre mientras Luis aceleraba sus movimientos y le apretaba las tetas, las sacó del escote y pude ver sus oscuros pezones que contrastaban con la pálida piel. Sus tetas parecían inflarse como globos mientras toscos dedos las estrujaban con fuerza.
 
-¿Viste putita? Te dije mil veces que cogía mejor que el boludo de tu ex marido -dijo el hombre calvo con voz ronca-. Yo sabía que algún día ibas a entregar -a mi madre parecía no molestarle para nada el vulgar lenguaje de su vecino, al contrario, parecía estimularla más; se aferraba con fuerza al lavarropas y éste se sacudía bajo el peso de los dos-. Tenés la conchita muy apretada mamita, te hacía falta un buen pedazo de carne -las embestidas se hicieron más fuertes; mi madre resoplaba apretando los dientes y de vez en cuando dejaba escapar un gemido de placer- ¿Te creés que no me daba cuenta de cómo se te iluminaban los ojitos cuando te decía que te iba a romper ese culito respingado? -Me preguntaba cuándo le había dicho esas cosas a mi madre, ella emitió un quejido diciendo: “¡Ay, sí!”.
 
Jamás se me había cruzado por la cabeza imaginar qué posibles muecas haría mi madre cuando la cogían, o las cosas que ella podría llegar a decir. Me dejaba estupefacto ver cómo aceptaba y parecía disfrutar del lenguaje soez y el trato brusco. Luis se detuvo repentinamente, me dio la impresión de que acomodaba su verga usando una mano.
 
-No, por la cola no -dijo mi madre entre jadeos.
-Dijiste que querías probar cosas nuevas.
-Sí, lo sé; pero eso por ahora no... otro día la entrego sin problemas.
-Está bien, entonces haceme un pete –dijo Luis quejándose porque ella no había accedido.
-No, cogeme –casi le suplicaba, mi madre estaba desesperada porque se la metieran.
-Yo te cojo mamita, pero si después te tomás la lechita –pensé que ella se ofendería con esa petición.
-Me la tomo toda, pero cogeme.
 
Él le levantó la pollera dejando la blanca cola de mi madre a la vista, pude ver un grueso tronco marrón oscuro asomándose por detrás, no podía ver la concha de mi madre pero era obvio que el pene era grande y que ya estaba entrando y saliendo otra vez. A los pocos segundos escuché su respiración acelerándose.
 
-A ver putita, mostrame cómo acabás –dijo el tosco hombre mientras la clavaba con furia. Los gemidos de mi madre se incrementaron y supe que estaba teniendo un orgasmo, yo mantenía la verga dura en mi mano y no podía dejar de tocarme al escuchar tal expresión de placer. Gemía con dulzura, como si hubiera sido desvirgada recientemente- cómo te gusta la pija, puta… -Luis tenía razón, ella sí parecía muy puta en esa situación- ahora te la vas a comer toda.
 
Mi madre dio media vuelta y se arrodilló sin esperar un segundo, acercó el grueso pene de Luis a su boca y lo apresó entre sus carnosos labios. Comenzó a mamarlo mientras con las manos se amasaba las tetas. Parecía gustarle mucho chuparla porque lo hacía cada vez con más rapidez y emitiendo sonidos guturales, como si se estuviera ahogando. Sacudía su cabeza de atrás hacia adelante con ímpetu hasta que sacó la verga de su boca y comenzó a masturbarlo con la mano. Un chorro de semen brotó violentamente y ella lo recibió con la boca bien abierta. Lamió la punta de la verga con lujuria mientras la leche seguía brotando, se estaba tragando la mayor parte y el resto caía sobre su mentón. No paraba de chupar, me parecía que ya había exprimido hasta la última gota, luego se la tragó casi completa mientras el espeso semen se escurría por su cara.
 
-Así te vas a convertir en la petera del barrio –aseguró Luis. Era la primera vez que asociaba a mi madre con la palabra “petera”. Me produjo una culposa excitación. Al fin se detuvo y se puso de pie. En ese momento el tipo le agarró la cola por arriba de la pollera- ese culito no se va a salvar, te lo voy a dejar bien abierto –a mi madre pareció gustarle la idea porque entrecerró los ojos y se mordió el labio inferior, aún había semen en sus labios.
 
Mientras se limpiaba usando un trapo aproveché para entrar a la casa. Entré a mi cuarto, no quería ir a donde estaba la gente porque todavía tenía la verga muy dura, amenazando con romper mi pantalón. Comencé a caminar de un lado a otro, como una fiera enjaulada, pensando en todo lo que había visto, al parecer mi madre estaba recuperando el tiempo perdido... sin perder nada más de tiempo. Caí en la cuenta de que ella quería probar cosas nuevas, sexo lésbico, anal, dejarse coger por vecinos maleducados… y vaya a saber cuántas otras cosas más. Eso me generaba sentimientos opuestos. Quería verla feliz, pero verla haciendo todo eso me dejaba un vacío muy extraño e incómodo en la boca del estómago. Estuve varios minutos dando vueltas por todo el cuarto, el tiempo se movía de forma muy extraña, a veces parecía detenerse y me ponía ansioso; luego mi mente se llenaba con las imágenes de mi madre cogiendo con Luis o con la rubia del baño y el tiempo parecía acelerarse. De pronto la puerta de mi cuarto se abrió, me sobresalté, la sensación de culpa me decía que mi madre venía a reprenderme por estar espiándola; pero en su lugar vi a mi prima Naty asomándose a mi cuarto, cerró la puerta nuevamente y me miró con cara de borracha.
 
-La fiesta ya me aburrió, hay puros viejos y mi papá no me deja tomar más –bajó su mirada y la fijó sobre mi pantalón-. Primo, se te paró la verga, ¿en qué habrás estado pensando? –dijo con una sonrisa perversa.
 
No sabía cómo responderle, estaba completamente avergonzado, pero ella reaccionó de forma extraña. Se acercó a mí lentamente y se puso de rodillas, yo la miraba incrédulo. De un tirón me bajó el pantalón y mi verga se elevó como un resorte dando contra su cara. Una risita de borracha inundó la habitación. Me dio un leve mordisco en el glande y abrió grande su boca, se metió sólo una pequeña parte y comenzó a succionar, su boca estaba calentita y húmeda, era la primera vez que me la chupaban. No tenía idea de que se sentiría tan bien. Tenía el presentimiento de que ella aspiraría toda mi vida por la punta de mi manguera. Me dio tanto placer que casi acabo en menos de un minuto; sin embargo logré contenerme y como ella no se metía toda la verga en la boca, la agarré por la cabeza y la empujé hacia mí obligándola a tragarla completa. Naty parecía tener experiencia en esto, su lengua se movía para todos lados y me daba fuertes chupones. No pude evitar sonreír ante la idea de que mi primita me estaba haciendo un pete. Al parecer los rumores eran ciertos, la nena era bastante putita. Varios de mis amigos afirmaban que ella les había chupado la verga en algún momento, no es que desconfiara de mis amigos, pero al tenerla de rodillas ante mí, comiéndose todo mi pedazo, ya no me quedaban dudas, tenía la fama de petera muy bien ganada.
 
Lo estaba disfrutando plenamente cuando de repente la puerta se abrió otra vez. Me quedé helado, esta vez sí era mi madre, estaba parada en el umbral, mirándome fijamente. En su rostro pude ver asombro, pero no había rastros de enojo o rabia. Naty dejó de chupármela de inmediato y giró su cabeza para mirar a la recién llegada.
 
-Hola tía -la saludó con voz perezosa- ¿querés que te la chupe a vos también? –se oyó como una completa borracha.
-No querida, gracias; por ahora no -me llamó la atención ese “por ahora...”-. Tu mamá te está esperando en la puerta, ya se fueron todos. Te recomiendo que hagas lo mismo antes de que ella venga a buscarte.
-Ok, lo seguimos otro día, primito -me dedicó una extraña mueca que quería ser una sonrisa, luego se puso de pié como pudo y salió del cuarto tambaleándose.
 
Permanecí de pie, en el mismo lugar, mirando a los ojos de mi madre, ella no parecía estar acusándome de nada; sin embargo me avergonzaba mucho haber sido sorprendido en esa situación.
 
-Eh… mamá… yo… este -comencé a balbucear.
-Está bien, hijo, no necesito que me des explicaciones. Me imaginé que esto podía pasar algún día.
-¿De verdad? -La miré intrigado- No fui yo... fue ella –me defendí.
-Te creo. Conozco bien a tu prima, es bastante ligerita para estas cosas. Aparentemente tu tía no se da cuenta, pero a la nena ya se la pasaron unos cuantos. Al menos vos le diste algo grande para comer a esa putita -dijo sonriendo señalando mi verga que seguía completamente dura, hice un además de cubrirme, noté que ella también estaba bastante afectada por el alcohol–. Está bien Nicolás, ni que fuese la primera vez que te veo el pitulín -a pesar de que se trataba de mi madre no podía quitar de mi cabeza las imágenes de sus actuaciones en esta noche tan extraña- Estoy agotada –dijo desperezándose; caminó en zigzag hasta mi cama y se recostó sobre ella dejando los brazos extendidos por encima de su cabeza-, pero valió la pena. Todo salió muy bien.
-Así es, fue una linda fiesta. ¿Te gustó?
-Sí, me encantó, superó completamente mis expectativas –“Ya lo creo”, pensaba yo, “Te comiste una mina y te cogió el pelado de al lado”. Intenté sacar el tema cautelosamente.
-Me di cuenta de que varios tipos te miraban mucho, eras el centro de atención –no pensaba decirle que vi como Luis se la cogía o cómo le chupó la concha a la rubia.
-Sí, yo también lo noté. Hacía mucho que no me sentía tan… -“¿Puta?”, pensé- …deseada. Espero que no te haya molestado.
-No, para nada. Me gusta verte feliz –eso era cierto, aunque los celos me comieran las entrañas, lo que más me importaba era que ella estuviera contenta.
-Creo que eso puede ayudarme a afrontar más rápido la separación con tu padre. La verdad es que la pasé muy bien, y se ve que vos también –miró hacia mi pene erecto con media sonrisa en sus labios-, aunque esta chica te dejó con la calentura. Perdón por interrumpir, no sabía que estaban haciendo eso.
-Perdón mamá, de verdad –seguía estando muy avergonzado.
-No seas tonto Nico. De haber sabido que te la estaba chupando, hubiera entretenido a los padres de tu prima un rato –mi verga seguía bien dura y apuntaba hacia ella–. No te pongas colorado, sonso, es normal estar así. A mí también me dejaron con la temperatura elevada por tanta mirada y toqueteo.
-¿Toqueteo? ¿Quién te tocó? –sabía que más de uno lo había hecho, y que los “toqueteos” habían sido mucho más que eso, pero quería escuchar lo que ella tenía para decirme al respecto.
-Vení, sentate -me dijo haciéndome un lugar a su lado. Me senté apoyando mi espalda contra el respaldar de la cama, mi madre quedó a mi izquierda con la cabeza a pocos centímetros de mi pene, me sentí un poco incómodo al estar tan cerca suyo con mi miembro aún erecto; pero no podía hacer que bajara, al contrario, cada vez que recordaba lo ocurrido, mi verga se vigorizaba-. ¿Viste que estaba Carlos? –Me preguntó, ella hablaba de uno de nuestros vecinos, me sorprendió que lo nombrara porque creí que mencionaría a Luis, de todas formas asentí con la cabeza –hace un ratito, nada más, me paró cuando estaba por salir del baño. Ahí fue cuando me tocó.
-¿Cómo fue que te tocó? –le pregunté intrigado puesto que a eso no lo había visto.
-Bueno… Creo que no hay nada de malo en que te lo cuente, al fin y al cabo ya sos grande y estamos en confianza. Además, te la debo por haber interrumpido –el esbelto cuerpo de mi madre se dibujaba sutilmente bajo su ropa, instintivamente agarré mi verga y ella vio el gesto perfectamente, pero no dijo nada al respecto- Te cuento… Carlos se paró delante de mí, en la puerta del baño, y sin darme tiempo a nada me metió la mano debajo de la pollera. Ya te imaginarás lo que buscaba –me dedicó una sonrisita pícara sin dejar de mirar hacia mi aparato.
-¿Y lo encontró? –inconscientemente había comenzado a manosear mi masculinidad.
-Sí, claro... y no le costó nada porque hoy no me puse bombacha –me costaba imaginar que mi madre estuviera desnuda debajo de esa fina pollera, automáticamente miré hacia la zona de su pubis pero no pude distinguir nada; pensé en las manos de mi tío, hurgando en su intimidad, él seguramente había podido tocar toda la vagina a gusto... ya no me cabía ninguna duda, él le había metido un dedo, por eso ella se sobresaltó-. Primero me toco por afuera, pensé que de ahí no iba a pasar, por eso no le dije nada.
-¿No te molestó que te toque? –ella me contaba todo con lujo de detalles y eso me calentaba más, ya podía ver gotitas emergiendo lentamente de mi pene.
-Ahora que estoy soltera, no. Al contrario, me gusta que me tomen por sorpresa.
-¿Y vos que hiciste? –mi interés crecía a cada momento.
-Este... mejor no te cuento, sino vas a pensar mal de tu madre –mordió levemente su labio inferior.
-No, de verdad que no, vos sos libre de comportarte como te guste y me alegra que estés disfrutando de tu nueva vida, por culpa de papá te privaste de mucho.
-Gracias, hijo –me dijo con una amplia sonrisa–, está bien, te sigo contando. Cuando Carlos me tocó, subí una de mis piernas al inodoro, como para… invitarlo a pasar -noté una mirada cómplice en su rostro–. Y bueno, ahí me metió los dedos, pero con delicadeza, sabía cómo tratar a una mujer. Pude ver que la tenía parada, se le notaba mucho. Al principio no iba a hacer nada, pero al final me decidí y se la toqué... pero por arriba del pantalón –ella comenzó a acariciar lentamente su entrepierna por encima de la pollera, yo movía más rápido mi mano sobre el pene pero no hacía el clásico movimiento de masturbación, para no ser tan evidente-. Me estaba emocionando con el toqueteo así que le abrí la bragueta. Tenía un buen “amiguito”, verlo me provocaba. Tenía muchas ganas de… este...  ¿cómo te lo digo? –hizo una breve pausa-. De chupársela. ¿Para qué andar con rodeos? Vos sabés muy bien lo que es eso. Creo que me gusta mucho… sentir un… pene en la boca –ella se acariciaba con menos disimulo y tenía las piernas algo separadas, el vestido se le había subido un poco, lo que me permitía ver un poco más sus piernas. Entrecerró sus ojos.
-¿Y se la chupaste?
 
Disimuladamente humedecí la punta de mi verga con saliva y proseguí a masturbarme, pero lentamente, mientras adivinaba el contorno de su entrepierna cuando ella hundía sus dedos en la tela del vestido. La escuché gemir y el miembro se me puso duro al máximo repentinamente. La vi sacudir lentamente su cabeza de un lado a otro, no sabía si estaba tan caliente como yo o se debía a alcohol. Lo más probable es que fuera una mezcla de ambas cosas.
 
-Bueno… no me aguanté, me agaché y se la agarré fuerte con una mano. Cuando la tuve ahí delante me la puse en la boca. Sólo le chupé un poquito la punta, la tenía muy seca… pero seguí chupándola hasta que se la dejé bien húmeda… ¡uf, que rica que estaba! –ella parecía olvidar que estaba hablando con su propio hijo. Con su mano libre comenzó a tocarse las tetas, metiendo los dedos debajo de la ropa, sus pechos se iban asomando cada vez más hasta que pude ver sus oscuros pezones frente a mis ojos. Giró su cabeza hacia mí y miró fijamente mi verga-. En cualquier momento eso te va a explotar, Nico –no pude apartar la mirada de esas tetas asomándose de forma impertinente.
-Pe… perdón –caí momentáneamente a la realidad-. No me di cuenta.
-No, hijo, está bien. Mejor seguí hasta que largues todo, no es bueno que lo retengas tanto, sino después te van a doler los testículos… Además yo también estoy a punto de explotar… yo también necesito descargar de vez en cuando.
 
Se levantó completamente la pollera y pude ver una línea de pelitos del ancho de dos dedos que se dirigía justo a su clítoris, desde mi posición podía ver los voluptuosos labios vaginales y ese botoncito rosado en el centro. Comenzó a frotárselo con un solo dedo, moviéndolo de abajo hacia arriba. Me paralicé por un segundo, pero mi instinto sexual me obligó a mover la mano por todo el largo de mi pene erecto.
 
-¿Qué pasó después? ¿Se la seguiste chupando a Carlos? –pregunté tragando saliva.
-Estaba muy caliente… de verdad. Terminé metiéndome ese tronco hasta la garganta –el movimiento de su mano se hacía cada vez más rítmico–. Él gimió y pensé que me iba a acabar en la boca... te voy a confesar algo, Nicolás, por lo general a muchas mujeres no les gusta eso, pero a mí me fascina. Me encanta sentir el semen en mi boca, pero con tu padre no podía hacerlo mucho ya que a él le daba asco, sólo podía aprovechar cuando estaba muy excitado, o un poco tomado. Pero en ese momento yo quería otra cosa.
-¿Qué cosa? –ella pasó un dedo entre sus labios vaginales y yo moví rápidamente mi mano de arriba hacia abajo, estirando y comprimiendo mi prepucio.
-A ver, para que entiendas te digo que me puse de rodillas sobre el inodoro y me levanté la pollera –hizo una pausa y se quedó mirando mi verga-, quería que él me clavara -vi que metía bien adentro un dedo en su concha mientras meneaba su cadera, lo retuvo ahí durante unos segundos y luego comenzó a meterlo y a sacarlo rítmicamente, ¡se estaba pajeando delante de mí!– Carlos se arrodilló detrás de mí y empezó a chupármela. Si vieras que bien lo hizo... me habría la concha –al decir esto separó sus labios vaginales usando su mano libre; tragué saliva y me pajeé con más ganas–, y me metía la lengua –se metió dos dedos bien adentro y comenzó a moverlos–, me dejó súper mojada. Después se paró y acomodó su miembro… para metérmelo… me lo estaba metiendo despacito… ¡Ay, cuando la sentí adentro… qué placer! –arqueó su espalda y se masturbó frenéticamente, su vagina estaba muy húmeda y sus dedos resbalaban con gran facilidad, luego de unos segundos volvió a la posición de reposo, sin dejar de tocarse-; pero cuando empezó a darme escuchamos un ruido en el pasillo. Supimos que alguien venía y nos vimos forzados a interrumpir lo que hacíamos. Tuvimos que acomodarnos la ropa rápidamente y disimular. Al final me quedé con las ganas de todo.
 
Se quedó callada y fijó sus ojos sobre mi verga mientras yo me pajeaba rápidamente, ya no me molestaba en disimular, mi calentura era extrema. Ella seguía metiéndose los dedos y jugando con su clítoris, veía que cada vez se le mojaba más. Cerró sus ojos y sus jadeos se hicieron más evidentes.  Se llevo a la boca los dedos que se había estado metiendo en la concha y los chupó, luego volvió a masturbarse. Yo quería que me siguiera contando cosas.
 
-¿Con Luis pasó algo? Porque vi cómo te miraba, siempre sospeché que ese tipo te avanzaba, aunque estuvieras casada –no le pregunté directamente por lo que había visto.
-Bueno… es que Luis es un tipo muy directo. Cuando quiere algo te lo dice sin vueltas –ella seguía colándose los dedos como si yo no estuviera allí–, creo que te puedo contar lo que pasó hace como un mes –con un rápido cálculo mental supe que mi madre aún seguía casada en ese entonces–; pero no quiero que pienses mal de mí.
-No voy a pensar mal, de verdad mamá.
-Está bien. Esto pasó una tarde en la que me encontraba sola en la casa, estaba limpiando los pisos y la puerta del frente estaba abierta. En eso veo que aparece Luis, me sonríe y me queda mirando. Allí me di cuenta lo escasa que era mi ropa. Tenía puesta una blusa blanca, sin mangas y con mucho escote y ni siquiera tenía corpiño, se me marcaba bastante. Además tenía un short bien cortito del mismo color. Esa ropa solamente la uso para dormir, pero ese día hacía calor y no me dieron ganas de cambiarme –me imaginaba la escena sin dejar de tocarme, ella se masturbaba al mismo ritmo que yo–. Ya te imaginarás la cara de Luis, el tipo pasó a la casa sin que lo invitara y me dijo que podía matar a alguien de un infarto vestida así. No te voy a mentir, el comentario me agradó, hacía mucho que alguien no me halagaba de esa forma; sin embargo lo saludé como si nada. Él me miraba fijamente el escote, yo estaba algo agachada pasando el secador por el piso, se me veía casi todo, me puse colorada y por los nervios se me cayó el secador. No tuve mejor idea que agacharme para juntarlo, para colmo le di la espalda a Luis. Mi short era muy corto y se pegaba mucho al cuerpo, yo sabía que impacto visual podía causar, pero esa no era mi intención, para colmo ni siquiera tenía bombacha –me sacudí la pija con ganas imaginando el apretado atuendo marcando esa conchita, mi madre continuó con su relato–, él me apoyó sin miramientos y me dijo: “Mamita no te agaches así porque te puede costar caro”. Pude sentir su bulto duro contra mi vagina y de pronto me dio un calor tremendo. “Esta manzanita es muy tentadora”, agregó agarrándome la cola con ambas manos. “A la manzanita le falta atención”, le dije, sin saber por qué; me salió de adentro –mi madre se colaba los dedos profundamente sin dejar de hablar-. Fue un error, porque Luis lo malinterpretó. Enseguida me bajó el short hasta las rodillas dejándome con las vergüenzas al aire y un segundo después sentí su pene contra mis nalgas. Lo tenía duro. Le pedí que se apartara y le recordé que la puerta estaba abierta, alguien podía vernos. Sin decir nada fue hasta la puerta y la cerró. Me quedé mirando su pene grande y duro, ni siquiera atiné a subirme el short. Estaba como hipnotizada, no podía pensar claramente. Se me acercó y con un tirón del brazo me puso de cara contra la pared. “Yo te voy a abrir ese culito paradito que tenés”, me dijo secamente y sentí la cabeza de su verga contra mi agujerito posterior, se la había mojado con saliva. Admito que la escena me calentó, no quería pero igual paré la cola, pero cuando el tipo me la quiso meter de una me dolió bastante y ni siquiera entró. “¡Ay no Luis, pará, soy casada!”, atiné a decirle y él me respondió algo que hizo un clic en mi cabeza “Vos sabés muy bien que tu marido te pone los cuernos, no creo que le afecte mucho llevar algo de cornamenta”. Seguía presionando y el dolor era agudo, aun así sabía que el pene no estaba entrando. “¡No pará, me estás haciendo mal!” ahí se detuvo, pero igual no me soltó. “Pero si estás toda mojadita mamita” Me dijo pasando la mano por mi conchita “Vos te morís por una buena pija” –me causaba mucha calentura escuchar esas palabras directamente de la boca de mi madre, además podía ver cómo se pajeaba, yo me apretaba los huevos y no dejaba de darme duro–. No te voy a mentir, estaba muy excitada y no sabía cómo decirle que se vaya, en ese momento me dijo. “Si vos querés que te la meta, pedímelo”. Estaba confundida, primero le pedí que me dejara, pero él me pasaba la punta de la verga por el medio de la concha y yo me mojaba cada vez más, para colmo me apretaba las tetas, yo seguía con la cara pegada a la pared. Volví a sentir su glande pasando suavemente por mi culito, apretó hacia adentro y mi agujerito luchaba por mantenerse cerrado, la rudeza de ese hombre me calentaba. “¿Y qué hago putita, te cojo o no?”, me preguntó al oído. Nunca me habían hablado de esa forma. No aguanté más, le agarré la verga con una mano y la llevé hasta mi conchita diciéndole: “Metémela”.
 
Para este momento yo estaba más cerca de la cara de mi madre, me había acercado inconscientemente, hasta tenía la verga orientada hacia ella, a muy pocos centímetros de su boca, ella no dejaba de mandarse dedo y jadear, separando mucho las piernas.
 
-¡Ay hijo, si supieras el placer que sentí cuando me la clavó! –Continuó, supe que estaba poseída por la lujuria- Nunca me habían metido una pija así de grande. Pensé que me rompería la concha, se me abrió toda cuando me la enterró, para colmo empezó a cogerme con fuerza, sin darme tiempo a dilatar bien. Empecé a gemir y él no paraba de penetrarme hasta el fondo. Una y otra vez... y otra... y otra...
 
Mi madre se apretaba los pezones y podía ver que su concha estaba muy mojada, mi verga estaba justo sobre su boca y ella la miraba con los ojos entrecerrados. Una gotita de líquido preseminal cayó sobre sus labios, pero no dijo nada. Sacudí un poco mi miembro y el glande le rozó la boca. Tampoco se quejó, al contrario, continuó con su relato:
 
-Luis me tiró contra un sillón –me dijo- y volvió a clavármela toda de una sola vez. ¡Uf, eso me puso como loca! No me acordaba de cuándo había sido la última vez que me habían cogido con tantas ganas. Tuve que morder uno de los almohadones del sofá para que mis gritos no se escucharan en toda la cuadra. Me dio durante un rato largo sin parar, después la sacó y empezó a darme pijazos en la cara. ¡Qué bestia, por dios! ¡Pero cómo me gustaba que me azotara así con su manguera! Abrí grande la boca y él me la enterró hasta la garganta, después la sacó y la leche empezó a saltar para todos lados... me llenó la cara de leche.
 
Atraído por un imán invisible, volví a repetir la acción de acercar mi verga a su boca, pero esta vez dejé la punta posada sobre sus labios sin dejar de pajearme con ganas. Su boquita estaba entreabierta y esa sensación me calentaba muchísimo. Al parecer a ella también, porque se estaba tocando con más ímpetu y cerró sus ojos.
 
No aguantaba más, sentía que mi verga iba a estallar, movía frenéticamente mi mano. Mi miembro quedó apuntando directamente al interior de su boca. Ella continuaba con los ojos cerrados. Fue como un volcán en erupción, grandes chorros de semen de un color blanco intenso y espeso salieron despedidos de la punta de mi pene con gran fuerza, el primer chorro fue a parar al interior de su boca. Mi madre intentó apartarse pero yo sostuve su cabeza, un nuevo escupitajo blanco que en parte entró y el resto quedó dibujando una línea horizontal en su mejilla. Intentó escupir el semen, éste emergía de su boca pero para que no lo largara todo, introduje el glande sin dejar de soltar semen en su interior. Ella no tuvo más remedio que comenzar a tragar, podía sentir su boca apretada contra mi verga. Vi que en ningún momento dejó de pajearse, por los ruidos que emitía pensé que se estaba ahogando pero enseguida sentí su lengua girando sobre la punta de mi pene, primero dio una vuelta suave en sentido de las agujas del reloj y lo siguió otro un poco más rápido. Yo aún sostenía su cabeza firmemente. Introduje un poco más la verga en su boca y mi respiración estaba muy agitada. Cuando la solté el pene salió lentamente dejando mucha saliva y semen colgando de sus labios.
 
-¡Pero hijo! –gritó como si todo hubiera ocurrido en un parpadeo, para mí fue un tiempo interminable pero en realidad ocurrió bastante rápido. Sus ojos permanecían mirando mi miembro fijamente, se irguió un poco en la cama- ¿Qué fue eso? –preguntó consternada, como si de verdad necesitara saber qué había sido lo que tragó.
-Dijiste que te gusta sentir el semen en tu boca –intentaba dar una explicación coherente, tartamudeando como un niño demasiado ansioso–, dijiste que te habías quedo con las ganas… Yo… yo… yo solamente te quería ayudar, pensé que te iba a gustar. Perdoname si te molestó… perdoname mamá -me estaba poniendo pálido y tenía ganas de salir corriendo.
-¿De verdad lo hiciste por eso? –Me preguntó, mientras quitaba con la mano un poco del semen que tenía pegado en la cara.  No le respondí, no podía dejar de mirar su mejilla y su mentón aún cubiertos de mi semen-. Me tomaste por sorpresa. Soy… tu madre.
-Sí lo sé. Perdoname, fui un estúpido –tenía ganas de llorar, caí en la cuenta de lo grave que era el asunto, prácticamente había forzado a mi propia madre a tragarse mi semen.
-No, Nico, está bien. La culpa es mía... por venir con esas historias… y tocarme delante tuyo. No pensé con claridad… fui una irresponsable… pero tanto sexo y alcohol me nublan el juicio…
-Yo también tomé mucho… por eso no pensé… no es tu culpa.
-No importa… ya pasó. Fue un mal entendido. No te preocupes.
-Lo decís solamente para que no me ponga mal.
-No. Siendo sincera, tengo que admitir que fue un lindo gesto de tu parte… sólo que no fue apropiado. Mejor no le demos tanta importancia. El alcohol provoca que la gente haga estupideces –ella vio que mi cara de preocupación no se borraba–, además estaba rica –agregó sonriendo, no volvió a limpiarse la cara.
-Gracias –le devolví la sonrisa con timidez–. No me terminaste de contar qué paso con Luis –noté que ya no parecía tan entusiasmada por relatar lo ocurrido -por favor, contame.
-Bueno… está bien –volvió a recostarse sobre la cama, yo quedé de rodillas frente a su cara- ¿Por dónde iba? Ah sí. Luis me pasó su pene por la cara, obligándome a tragar el semen –pasó su lengua alrededor de sus labios, recolectando parte de mi leche, la tragó y siguió hablando-, me sentía culpable por haber engañado a tu padre, era la primera vez en mi vida que le era infiel... pero sabía que él lo era conmigo... y estaba tan caliente que ni siquiera me importó. Le chupé la verga a Luis hasta que se le paró otra vez y me abrí de piernas, pidiéndole que me coja una vez más...
 
Comenzó a masturbarse de nuevo, al principio lo hizo lentamente y luego aceleró el ritmo. A mí se me había puesto dura otra vez y no pude evitar tocarme, ésta era la experiencia más excitante de mi vida. A pesar de lo ocurrido, el tenerla tan cerca me provocaba mucho y la calentura me desinhibía. Ella me daba detalles de cómo nuestro vecino se la montaba como a una yegua. Sus detalles eran muy explícitos, hablaba de cómo se le abría la vagina, de lo profundo que se la enterraba, de lo caliente que se había puesto y todo esto sin dejar de tocarse. Sin miramientos pasé la punta de mi verga contra su mejilla, arrastrando los residuos de semen, ella no dejó de hablar. Describía la forma en la que Luis le había chupado las tetas mientras yo desparramaba la leche por todo su rostro, pasaba por su frente y bajaba lentamente hasta su cuello, le estaba frotando la verga por toda la cara y ella permanecía con los ojos cerrados narrando y masturbándose.
 
La escena se volvía más y más erótica. Ella dijo algo refiriéndose a que mi padre llegó apenas unos segundos después de que Luis se marchara. Le iba a preguntar qué había ocurrido luego; pero en ese momento vi que mi madre frotaba intensamente su clítoris y gemía con ganas, estaba teniendo un orgasmo. No aguanté las ganas, me moví rápido y me coloqué entre sus piernas, las cuales estaban bien abiertas, podía ver su vagina latiendo y soltando jugos. Apunté mi verga hacia ella y apenas la toqué mi mamá intentó apartarme con su otra mano, pero no paraba de masturbarse y estremecerse, su espalda se arqueaba y sus gemidos aumentaban de volumen. Pude poner mi glande justo en su agujerito, ella decía “¡No, no, no!” entre gemidos. Se retorcía en la cama, tuve que sujetar una de sus piernas y cuando tuve la oportunidad, presioné hacia adentro. Se la clavé completa de una vez, se sentía de maravilla, muy húmeda y caliente. Ella luchó por alejarme pero le di un par de fuertes estocadas que la hicieron soltar un grito de placer. ¡Se la estaba metiendo a mi madre! La situación fue tan excitante y abrumadora para mí que acabé en pocos segundos, solté la leche bien en lo profundo de su concha. Ella volvió a arquear su espalda y me atrajo hacia su cuerpo con las piernas y los brazos. Nos revolvimos en un estallido de placer. Arremetí contra ella mientras la miraba a los ojos, mi verga no podía ir más adentro pero cada vez que la clavé ella suspiró. Su expresión era de asombro total, casi de pavor.
 
-¡No puedo creer que hayas hecho eso Nicolás! –me gritó enfurecida.
-Perdón mamá… de verdad no me pude aguantar… -comencé a disculparme.
-¡Sacala! –gritó con más furia- ¡Sacala te digo! –me empujaba con fuerza pero yo era muy pesado como para que me moviera fácilmente.
-Pero mamá… -quería que se tranquilizara, me estaba asustando.
-¡Nada de peros! ¡Salí Nicolás! –nunca la había visto tan enojada e histérica.
 
Me aparté de ella rápidamente y ni siquiera vi su mano llegar. Me dio un fuerte cachetazo contra la mejilla izquierda, me dolió en el alma, no físicamente, pero sentí que mi corazón se desgarraba. Fui consciente de que mi madre me odiaba... yo... yo sólo había intentado darle placer… aunque tal vez buscaba mi propio placer… estaba confundido. La vi ponerse de pie y cerrar la puerta bruscamente al salir del cuarto. Las lágrimas brotaron de mis ojos automáticamente. Aún tenía la verga dura y eso me generó más odio hacia mí mismo. Me tendí en la cama y hundí mi cara contra la almohada.

 

No sé cuánto tiempo estuve llorando, pero cuando me tranquilicé un poco quise ir hasta el baño y de paso ver si mi madre estaba bien. Apenas abrí la puerta de mi cuarto la pena volvió a invadirme. Escuché que mi madre lloraba y era evidente que intentaba ahogar el ruido contra su almohada. Me sentía pésimo, había frustrado totalmente mis intentos por ayudar a mi madre, por no poder aguantar mi propia calentura. 
Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 10
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