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Categoría: Incestos

¡Ay... qué cosa, con mi hermano!

Desde que empezó su adolescencia... o antes aún, mi adorado hermanito hermoso andaba hirviendo por mí.



Vivía mirándome, siguiéndome, sirviéndome como un esclavito caliente llegando a extremos de comicidad de tan alcahuete que solía ser conmigo, siendo a veces hasta motivos de risas para mamá y yo misma, en su propia cara. Él, ¡también reía!



La cosa fue tomando tonos por demás crecidos en su intensidad, y llegado él ya a sus 18 añitos, y siendo yo tres años mayor que él, decidí que aquello debía llevarse a terrenos más concretos, y pasar de los franeleos, a acciones decididamente más prácticas.



Lo hablé con mamá diciéndole que quería disfrutarlo a mis anchas y qué opinaba ella, y mamá lo vio perfecto, y.… salí bailando con los brazos en alto haciendo morisquetas de placer total.



Mi hermano estaba hecho un verdadero potrazo como de figurín pornográfico, y yo, andaba ya como una yegua en celo mirándolo día y noche y calentándome como una fragua con sus continuas melosidades conmigo y sus alcahueterías calientes y sus miradas que más que miradas, eran un implore de que me lo comiera crudo.



El día que le planteé eso a mamá, fue una mañana luego de que él partiera hacia el cole, y antes de marcharse, estando yo con un pie sobre el sofá así apoyada mi rodilla en el asiento y mi pie descalzo al aire, la despedirse de mí y darme un beso, enseguida se agacha, y me pasa la lengua desde el talón a los dedos y sale a las risas yéndose y tirándome más besos.



Ahí, mi hermoso hermano firmó su sentencia: ¡No pensaba perdonarlo más!



¡Yo, una despampanante hembraza que todos los hombres fibrilaban por mí en todas partes, y que vivía apartada de toda joda y entregada a mis estudios y rechazando enchorradas de proposiciones de todo tipo y tipos, ahora... estaba dispuesta a comer, lo que tenía en bandeja servido en casita! ¡queee también ahí!!!



Y esperando la llegada de mi adorable hermanillo, y aprovechando que mamá había viajado al extranjero esa misma mañana enseguida de haber juntas hablado el tema, esperándolo solita yo y mi calentura en casa, lo esperé como una fiera hambrienta espera pasar a su presa a la que va a devorar con las más deseosas ganas.



Me puse un salto de cama y más nada encima esperándolo, y cuando aparece y me ve así... queda con esa carita de embobado mirándome, y sin decirle agua va, le salto encima y comienzo a desnudarlo a los tirones mientras ríe y protesta riéndose y le digo que lo voy a violar le guste o no, y se ríe y me pide que no... y más me calienta y cuando le arranco el bóxer y le veo su enorme chorizo largo y gordo y ya empinándosele en empaladura de burro, más me calienta y comienzo a manosearlo desaforadamente y él, que no estaba preparado para tal sorpresa, medio como que gemía y gritaba y se reía y se retorcía desesperado cuando sentía mis manoseos y ya su cuerpo ahora completamente desnudo, era un juguete en mis manos.



-"¡No te hagas la víctima, que andás hirviendo de calenturas por mí!!!" -Le dije. Y proseguí mi alocada manera de agarrarlo pal chijete, y agarrándolo de un brazo me lo llevé a los tirones para la cama donde lo tiré de un empujón, para caer encima de él inmediatamente haber él caído y sumergido en el impacto sobre el colchón y en el momento en que subía de nuevo por efecto de la elasticidad, caer yo enseguida sobre él hundiéndolo de nuevo.



En rápida posición de 69 comencé a mamarlo y cosquillearlo, mientras acomodaba mi culo en su cara y su lengua comenzaba a hacer maravillas separándome las nalgas y metiéndose en el agujero de mi culo.



Ya, habíamos por fin comenzado, las delicias de una incestuosidad despampanantemente avasallante.



Mi hermano divino gritaba de placer y suspiraba y gemía lamiéndome el culo, y su inmenso chorizo entraba y salía y volvía a entrar y salir de mi boca y le alternaba sonoros besazos y le refregaba mi nariz y lo hacía corcovear por las cosquillas que eso le provocaba.



Y apretándolo bien fuerte entre mis piernotas inmensas y gordas le empecé a refregar mi nariz para torturarlo sin para con esas cosquillas que lo desesperaban, y sentí su cuerpo vibrar en una electricidad erótica enloquecedora mientras gritaba como enloquecido, y agarrándole el chorizo con mis dos manos y sintiendo como si dentro de él corriera una electricidad vibrante, sentí el torrente de su leche venirse en correntada loca escapándosele pija afuera regándome la nariz de leche y la cara y los ojos y el pelo y las tetas y aquello era un despropósito de acabada llenándome de su lechota por todos lados. Mi culo… se refregaba en su cara gimiente, suspirante y aullante de loco placer...



Apenas unos segundos si duró el intervalo de calma, y de inmediato recomencé a alborotarlo, y otra vez mis manos comenzaron a cosquillearlo y él otra vez volvía a desesperarse y patalear y su chorizote a quedarle duro como piedra y yo otra vez a divertirme con mis cochinadas torturándolo de vuelta otra vez.



Me suplicaba clemencia en esa manera de yo torturarlo, y yo le hacía todavía peor, su pataleo era desesperado, y parecía enloquecer debajo de mi robustez dominante. No podía zafarse. Yo, siempre fui mas grande y mucho más fuerte que él. ¡Gozaba torturándolo!



Otra vez le estaba haciendo saltar la leche, y gritaba de placer en esos orgasmos donde evidenciaba un goce en sentirse así por mí dominado y torturado. ¡Le gustaba!



Lo obligaba a lamerme bien la raja y comerme bien comido el coño, y cumplía entre gemidos desesperados de loco placer y una desesperada mezcla de risas y sollozos como de llantitos de nene mañero. Yo... ¡peor le hacía!



¡Su leche... saltaaaaba chocando en mi cara...! ¡Yo, reía como una cochina!



Seguía teniéndolo yo así apresado y sin variar todavía esa posición así haciéndole, cuando en una pausa y sin saber todavía él que mamá había viajado, me preguntó por ella que dónde estaba, y yo le respondo que había salido hacia el aeropuerto esa mañana y que ya iba en vuelo, su silencio fue como si le hubiera caído un baldazo de agua helada, y mi carcajada estalló instantánea. Enseguida... ¡retomé la tortura! Sus gritos y gemidos, volvían a llenar la habitación. Otra vez su abundante leche que en vez de mermar en su emanación parecía crecer en abundancia cada vez más espesa, y yo saboreaba como cochina golosa aquel manjar delicioso tragándome cada chorro y buscando cada salpicada que quedara por cualquier parte.



Y en cada pausa de descanso, comencé a hablarlo...a decirle que había pasado ahora él a ser mío por completo, y que sus alcahueterías para conmigo eso habían conseguido, y él no tenía respuestas y quedaba mudo y yo más me reía. ¡Y seguía la cosa!



Por fin comencé a follármelo, ¡y comenzó la folladera! lo fifaba con deleite sintiendo aquel ¡flas! ¡flas! ¡flas! ¡flas! de nuestros jugos haciendo ventosa en cada subida y bajada de mi cuerpo encima de él follándolo, y él sacudía su cabeza invadido por los orgasmos que lo enloquecían debajo mío así cocheándolo como energúmena, mientras sus piernas hasta pataleaban en la desesperación por tan gorda paliza sexual como la que le estaba yo propinando.



Cuando parecía que iba a ya no poder seguir rindiendo él más, encontraba yo maneras de volver a alborotarlo, y cuando eso ocurría él ya quedaba completamente a mi merced otra vez, y otra vez volvía yo a gozarlo como se me antojara gozarlo. Ahora, sus gritos iban acompañados de un aullidito, y se entremezclaban con suspiros y gemidos de hondo, hondísimo placer resignado. Su pataleo, tornábase cada vez más lánguido, y ya resignado por completo a su suerte, se entregó a mí con una carita como de moribundo feliz.



Exhausto ahora sí por fin, su chorizo quedó sin respuestas a mis manoseos y mil otras cosas, pero ya por él habían corrido ríos de disparante leche saltándole pija afuera una vez tras otra y otra y otras tantas más, y su cuerpo quedó como yerto ahí en la cama mientras yo, hablándole con mi cara pegada a la de él, le decía que él ahora, era mi juguetito... mi cosita... mi bichito... mi ch... ch... ch... y todo lo que yo sabía que a él lo fastidiaba que yo siempre le dijese, pero ahora... reía. Reía, porque había sido ahora sí: ¡DOMADO!



Se levantó... anduvo como borrachito tambaleándose un rato, lo hice darse un buen baño, le di comida, se echó a una siestecica donde quedó como muertito, y se durmió como cinco horas seguiditas.



Cuando despertó, me vio junto a su cama mirándolo, y haciéndole la más cochina de mis morisquetas. Lo agarré de un brazo, lo levanté a los tirones, y allá salí con él a mi dormitorio llevándolo donde lo lancé con violencia sobre el colchón que se hundía con el impacto de su cuerpo ahí cayendo, y, al levantarse por la elasticidad, ¡caigo encima de él hundiéndolo otra vez! ¡Él, ya sabía muy bien lo que seguía a eso!  jajajajaja



 



¡Ay... qué cosa, con mi hermano!!!


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