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Categoría: Confesiones

Aventuras en el chat

Entré a ese chat de sexo para buscar un ligue. Estaba ya muy entusiasmado con una chica, cuando apareció un intruso…

–Dile que se la deje meter por detrás.

–¿Cómo se te ocurre?

–Es por donde mejor lo sienten; y nosotros también.

No se lo tuve que decir: ella me hizo saber que me aceptaba la propuesta sugerida y concertamos la cita.

–Otra sugerencia: aféitate toda la región púbica y hasta atrás.

–De nuevo te digo ¿cómo se te ocurre?

–Les encanta que uno les llegue así, lampiño como un bebé.

Me aseguró que se afeitaba toda esa zona cada semana y hasta su mujer le ayudaba; me entró morbo y le pregunté si me dejaba ver. De inmediato puso la cámara y se me presentó vestido con lencería de su mujer; una tanga rosada preciosa que la mía envidiaría y un top fascinante. Me sentí empalmado y le pedí desvestirse para apreciar el rasurado y aprender. (Disculpa mía, porque a esas alturas ya quería verle sus bolas y sentir crecer mi miembro). Me dio gusto, en medio de contoneos y zalamerías que me pusieron más arrecho.

–Me tienes izando la bandera –le dije.

–Eso me encanta.

–Y ahora, ¿qué voy a hacer? La cita con esa chica es mañana.

–Hazte una paja; yo me la hago con frecuencia.



–Ya está. Casi ni me lo tuviste que decir. No sabía que era tan rico.

–¿Me vas a decir que nunca te la haces?

–No, claro que mucho, pero siempre solo. No conocía el placer de hacerla con otra persona.

Me dijo que él tenía dos o tres amiguitos con los que se la hacían mutuamente todos los fines de semana; que yo podría acompañarlos cuando quisiera. Le pregunté si no se cansaban de mirarse siempre ellos mismos sus “cosas”; me respondió que disfrutaban intensamente de videos porno gay; eso los incitaba a ensayar las mismas acciones entre ellos… tienes que venir con nosotros, vas a disfrutar mucho.

–Pero, con el tiempo, ¿no se fatigan de hacer siempre lo mismo y entre los mismos?

–En ocasiones invitamos a otros y, además, yo, para variar, me la hago mamar de mi mujer o busco chicas que me lo hagan.

–¿Y las encuentras fácil?

–¡A todas les gusta! Hasta ahora, ninguna se me ha negado.

–Bueno, es algo que yo también voy a tener que ensayar.

...

–Le propuse a mi media naranja ayudarme a afeitarme ahí abajo y ¡qué lío el que me formó! –le dije al mismo compinche, al encontrármelo en el chat una semana después.

–¡Ja, ja! ¿Y cómo fue?

–Nos desvestíamos para acostarnos y le dije, así como te rasuras por ahí, yo quiero que me rasures lo mío. Me dijo que era mera depilación y eso no era para los hombres, que dejara de ser pervertido, que si me estaba mariquiando.

–¡Ja, ja, ja! Eso no se hace así. Hay que llevarla con mucha malicia. No es cuando están en la rutina de ponerse piyama y echarse a roncar.

–Entonces, ¿cómo?

–¿No tienes imaginación? En un rato que estén bien cachondos, la sobas por donde se “depila” y le dices que se siente delicioso, que si ella no quiere sentir lo mismo… que ensayen a afeitarte un poquito del ombligo para abajo…. Hay que tener buen discurso.

–¡Listo! Voy a buscar el momento en estos días.

Cuando le conté lo que había pasado con mi propuesta, el rato de disfrute que desperdicié por su enojo, las acusaciones de lujurioso y homosexual, se rio mucho; pero luego me afirmó que mi mujer no parecía ser muy complaciente en el sexo. Se lo confirmé y le conté algunas confidencias de dificultades en el juego amoroso. Entonces, me propuso ir a su casa, él me afeitaba y después yo le daba a ella la sorpresa y con ello todo se compondría o se jodería de una vez por todas.

Me sonó la propuesta; me dije es el momento de definir las cosas, si a esta vieja no le gusta disfrutar plenamente el sexo me voy a abrir y volveré a buscar a la chica del chat que me falló la otra vez, para darme todo el gusto con ella. Me fui, pues, el domingo por la tarde para donde este amigo, aprovechando que ella salía con unas amigas y el hombre, que también andaba solo, me recibió bellamente. Primero tomamos un trago, miramos unas fotos y luego puso música, dizque relajante, dizque para facilitar la operación. Pasamos a su baño, me hizo quitar toda la ropa, para mayor comodidad, y él se quedó en mera tanga, aun mejor que la rosada del otro día; muy bonita y excitante. La rasurada fue lo de menos, lo más delicioso fue la forma como nos toqueteamos todo el rato, hasta llegar a besarnos y después nos dimos una pajeada como de película.

Sobraría decir que después de eso no necesité ni mostrarle a mi mujer mi nuevo look, tan fría se comportaba. No llegó a darse cuenta y yo seguí frecuentando a mi nuevo amigo, para ensayar con él toda una variedad de juegos y alcanzar los orgasmos que ya la otra no me facilitaba.
Datos del Relato
  • Categoría: Confesiones
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