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Categoría: Maduras

Aventuras con la domestica

Tenía una doméstica en casa, una señora de uno 38 o 40 años, provenía del interior del país. Como es sabido, en mi país, el Perú, la gente del interior muchas veces peca de ingenua y de sumisa, y esta señora, Meche, no era la excepción.



Solía quedarme a solas con ella durante el día, mis padres a trabajar, mi hermano mayor a la universidad, y yo, que había cumplido recién los 18 años y sin planes de estudio, holgazaneaba en casa, metido todo el día en el Internet.



No se en que momento, será de tantas páginas porno que veía en la web, o de los relatos leídos, que empecé a echarle el ojo a mi sirvienta. La verdad que de cara no es muy agradable, su tez cobriza, sus cabellos negros y trenzados, su baja estatura que apenas llegaba al metro y medio, aunque de contorneada figura empezaron a despertar la libido en mi ser.



Empecé por planear cómo llamar su atención. Su rutina diaria me daba la certeza que a las 9 de la mañana subiría a la habitación de mis padres, continua a la mía, con la intención de limpiarla. Aprovechando esta situación, me preocupé de que al momento que subiera, saldría yo de mi habitación sólo en ropa interior, con dirección al baño. Sucedió tal como lo planee. Su mirada quedó quieta sobre mis partes íntimas, no se si porque no quería mirarme a los ojos o porque dicho bulto la atraía. Cruzamos el saludo, una broma sirvió para romper el hielo, una disculpa del caso que fue bien recibida y una respuesta de lo más cómplice e inocente, me dieron carta libre a seguir el juego.



Una ducha, el desayuno, ropa ligera para estar en casa eran la combinación que usaría para actuar según lo planeado, cuy meta era llevar a Meche a mi cama y experimentar lo que muchos cibernautas cuentan a través de los foros de relatos, acerca de la experiencia de tener en tu sirvienta, la mujer dispuesta a complacer tus deseos sexuales en em momento que quieras.



Pasó la mañana sin mayor apuro, mi siguiente paso era exponer a Meche a imágenes de contenido sexual. La computadora, el reproductor de dvd y alguna vieja revista servirían como medio para hacerlo. La sala de descanso del segundo piso tenía todos los elementos a mi disposición. Según la rutina, Meche empezaría a limpiare dicha sala antes del almuerzo, una buena hora para un buen polvo. Cuando ingresó, me percaté de dejar la computadora con la reproducción de n video porno y, sobre la mesa, unas revistas que complementarían el ambiente.



Al entrar le dije que me retiraría para que pueda limpiar tranquila, idea que le pareció buena, en su forma tímida de expresarse, asintió con la cabeza y empezó su trabajo. Yo, por obvias razones abandoné la sala, pero me escondí cerca para ver su reacción al verse expuesta ante tanto material pornográfico que estoy seguro, nunca antes había visto. Inició su labor, al llegar al mueble de la computadora las imágenes atrajeron su mirada, se quedó de pie frente a la máquina y no quitaba los ojos de encima. Veía con curiosidad las escenas de sexo, a veces con sorpresa, otras con exagerada repulsión, sobre todo las escenas de sexo anal.



Luego se percató de las revistas, empezó a ojearlas una por una, leyendo con cuidado los diálogos que en ellas había. Como les dije, ella es la típica provinciana de nivel cultural por debajo del promedio, por eso, al leer los diálogos, los hacía en voz alta, como deletreando, por lo que los métemela papi, dame tu leche, dame por atrás que suelen leerse en ese tipo de revistas, salían de su boca con risas y cierta sensualidad.



Fue en ese momento en que ingresé a la sala. Meche se sorprendió mucho y se puso roja de la vergüenza, pues era obvio que la había escuchado



- Así que dame tu leche no?



- No seas así joven, que hacían esas cosas allí?



- Son mis revistas, llegaste a limpiar justo cuando las estaba viendo



- Y por qué las dejaste allí?



- Normal no? Eres adulta y entre adultos no hay porque avergonzarnos



- Si pero no debías de haberlo dejado all



- Pero si te gustó verlas, vi tu cara cuando veías la película y cuando leías las revistas



- Si pero esas cosas no se ven, que dirán tus padres



- Nada, qué van a decir, ellos no saben, o tú se lo vas a contar?



- No, pero no debería ver esas cosas



- Por qué? Si tu las has visto y te han gustado, si hasta te reías de lo que veías y leías



- Si pero…



Un silencio y un cierto nerviosismo me hicieron saber que no sólo le había gustado, sino que además la había excitado.



- Meche, hace cuánto que no tienes algo con tu pareja?



- A qué te refieres?



- A que si hace mucho no te has acostado con tu pareja



- Hace mucho, por qué?



- Meche, tú y yo somos adultos, ven…siéntate conmigo y veamos las revistas juntos



Se sentó a mi lado y empezamos a ver a las revistas. En una de ellas se veía a una mujer rubia, alta, de espectacular figura que fungía de sirvienta y que mientras aspiraba el suelo su patrón le metía la mano por debajo de la micro falda y jugueteaba con el portaligas que llevaba puesto.



- Meche…quieres hacer conmigo lo de la revista?



- Estás loco…



- No, sólo tengo ganas de cachar contigo



- No joven, y si tu mamá se entera?



Esa fue la respuesta que me abrió sus piernas de par en par, no era una negativa porque no quería hacerlo, sino por miedo a que mi mamá se enterara.



- No te preocupe, tú sabes que no llegan hasta la noche, yo saldré después de almuerzo así que tenemos unas horas para hacerlo



- Si, pero y si quedo embarazada?



- No te preocupes, hacemos como en la revista ( justo en ese momento, en la película se veía cómo el actor principal eyaculaba sobre el rostro de su pareja) , mira la película, hacemos así, te doy la leche en la cara



- Estás loco, no seas cochino



- Está bien, para ser tu primer facial aun no estás preparada



- Que es eso?



- Facial es darte la leche en la cara, pero entonces mejor te lo doy en la boca, qué dices?



- No, mejor lo botas afuera no más



- Ya Meche, mira como la tengo, se me ha parado todita



- A ver sácala



Me bajé el bermuda lentamente, el estar sin ropa interior hacía que la erección sea más pronunciada, una vez con el bermuda abajo y con ella sentada frente a mí, mi pene quedó a la altura de su rostro, muy cerca de ella, vi en su cara algo de miedo, de nerviosismo y de duda, pues no sabía qué hacer.



- Cógela con la mano



Sus manos no eran del todo suaves. La aspereza propia de quien usa sus manos para lavar la ropa, los platos, agarrar la escoba para barres o trapear, hacían que la superficie de sus manos sea tosca y áspera, pero que eran compensados con la excitación de saber que estaba a punto de culearme a mi mucama.



Las caricias eran torpes y tímidas, lo cogía con delicadeza pues aun no tenía la suficiente confianza con su nuevo amigo. Para acelerar el trabajo, yo mismo me encargué de metérselo en la boca. Al principio lo rechazó, cerró la boca apretando con fuerza sus dientes, pero podía restregar mi pene con sus labios aun húmedos, cosa que significaba una leve lubricación.



Le increpé que por qué no habría la boca, me dijo que no hacía cochinadas, que nunca le había gustado, que de niña una mañana en la chacra su tío le había obligado a hacerlo y a punta de golpes terminó tomándose la leche de su tío.



En la sierra de mi país es común este tipo de prácticas, la costumbre es que se lleven a las niñas a los 12 o 13 años para hacer una convivencia con el futuro esposo, en su mayoría jóvenes de 18 o 20 años. Los padres, en búsqueda de esposo para sus hijas, las entrenan en el arte del sexo para que sean llevadas por los pretendientes, quienes, en caso de no ver satisfechas sus pretensiones básicamente sexuales, devuelven a las niñas sin virginidad pues argumentan que no sirven como esposas.



Su tío le dijo que tenía que hacerlo para que aprenda, porque sino, cuando llegue la edad del servinacuy, así se llama esta práctica que viene desde las época colonial, no se la iban a llevar, o peor, se la llevarían y la regresarían, por lo que tenía que ir preparada para complacer a su primer pretendiente y no esté luego de mano en mano hasta que alguien se apiadara y se la llevara.



Luego del incidente oral, Meche fue agarrando confianza, la película y la revista le hicieron ver que no era algo tan malo, unas palabras de cariño, un ruego de mi parte y el compromiso de no darle la leche en la boca consiguieron que la abriera y se metiera mi pene dentro y empezara a chuparlo por completo. Su torpeza era evidente, le dije que parara un rato, que le enseñaría cómo se hace una buena mamada. Cogí su mano, señalé su dedo medio y simulando ser un penecillo, lo introduje en mi boca, lo lamía, lo besaba, lo metía y sacaba con fuerza de mi boca, unos minutos fueron suficientes para que Meche aprendiera la lección y empezara a chupármela como una de las mejores que me la han chupado. Su técnica era de lo más sencilla pero excitante a la vez. Abría la boca bien grande, y con la boca abierta, lo metía hasta el fondo, luego cerraba la boca y con la pinga adentro empezaba a jugar con la lengua, como si fuera un chupetín de las fiestas infantiles.



Mientas ella mela chupaba, empecé a tocarle los senos por encima de la ropa. Una interrupción en la mamada me permitieron quitarle la blusa de colores que llevaba puesta. Una blusa de material sintético, de colores chillones, algo holgada para su cuerpo, que, me dio una muy grata sorpresa, pues al quitarle la blusa me encontré con un par de senos, de esos que tienen forma redondeada, que son hacía adelante, una talla 36B muy bien formada, un brasiere que al parecer le quedaba pequeño, pues sus pezones amenazaban con salir por la copa que los cubría a medias, los pezones eran marrones y muy grandes, me parecían los pezones mas apetitosos que había visto.



Prosiguió con la chupada mientas me imaginaba el ruso que me iba a mandar. Le apretaba los pezones, a lo que ella respondía con una ligera sonrisa que se veía interrumpida por la pinga que tenía en medio.



Una vez terminada el trabajo oral, la puse de pie y fui yo el que esta vez se sentó. La agarré por la cintura, la acerqué y pasé mis brazos por su cadera, su respiración era cada vez más agitada, empecé a bajar la cremallera, y con un movimiento de cadera, la falda empezó a deslizarse suavemente, me percaté que la falda se detenía pues su cadera era muy ancha, las ropas holgadas que usaba no permitían admirar sus reales formas que resultaban más que apetitosas.



Con la falda en el piso me encontré con un calzón que más parecía una carpa de circo. Un calzón anticuado que cubría casi la totalidad de sus nalgas, que por cierto eras redondas y bien formaditas. Sin pensarlo, se lo quité inmediatamente quedando ante mi, la figura de mi sirvienta completamente desnuda, con sólo las sandalias que usa mientras trabaja en la casa. La llevé al sillón más grande, la tendí sobre él, la coloqué de tal forma que su espalda se apoyaba sobre os cojines y con las pierna abiertas de par en par me sumergí sobre su conchita, una conchita llena de vellos, no muy cuidada, una conchita casi negra, de gruesos labios y con un clítoris que parecía un penecillo erecto que denotaba el grado de su excitación.



La humedad en su vagina era mucha, empecé primero a trabajarle el orificio con los dedos, a juguetearen esa conchita que a gritos pedía ser penetrada con cariño, sus experiencias sexuales con su pareja eran más bien para complacerlo y para que no la dejase sola con sus 4 hijos, soportar el aliento a alcohol de su esposo mientras cachaban, le hacía repudiar dicha práctica con su pareja, por lo que esta vez la experiencia era distinta. Se trataba de su joven patrón, un mozuelo de 18 años en la flor de su juventud, lleno de vitalidad y con muchas ganas de aprender y conocer todo tipo de experiencias en la vida.



El juego con los dedos hacía que algunos suspiros afloren de su interior. Los gemidos eran cada vez más continuados, pues las caricias sobre el clítoris se hacían con mayor intensidad, con mayor fricción sobre ellos, y eso que aún no los había metido en su interior.



Una ligera pausa me reveló que estaba ávida de placer, pues un gesto de desaprobación y un movimiento de sus piernas me empujaron a continuar, pero esta vez, ya no eran caricias las que le ofrecía, sino una lengua que se desesperaba por probar los jugos que su concha me regalaba. La primera lamida fue de exploración, los excesivos vellos me hicieron actuar con cautela, no quería que alguno de sus pelitos me hincara ose me enredara en la lengua.



Las lamidas empezaron a agarrar fuerza, de vez en cuando metía los dedos, con lo que inicié la primera penetración, mis dedos salían con su descenso, propio de una mujer excitada y en sus días fértiles, la lengua la dirigí única y exclusivamente a ese clítoris que quería salirse de su capuchón.



Sus movimientos de cadera la hacían imaginar que estaba siendo penetrada, pero sólo se trataba de mi lengua y mis dedos. Sin contenerse, empezó a soltar unos gemidos que culminaron en un orgasmo que no había conseguido en años, o tal vez nunca, su cuerpo se estremeció por las fuerza del orgasmo, sus gemido se prolongó por segundos, unas lágrimas corrían por su rostro y al final soltó levemente la respiración. Mi cara llena de sus jugos treparon hacia su rostro. Nos confundimos en un beso, un tierno beso, sintió por primera vez su propio sabor de mujer, nuestras lenguas se rozaban al interior de nuestras bocas, mi lengua traviesa buscaba la suya y de vez en cuando succionaba la suya para darle pequeñas mordidas juguetonas a lo que ella respondía con un apretón en mis testículos.



Nos tumbamos en el sillón, hasta el momento, la única que había conseguido un orgasmo era ella, si bien yo la estaba pasando fenomenal, aun me faltaba expulsar la leche que tenía por cantidades.



Empecé a besarle los senos, suaves caricias circulares, apretones que la hacían gemir. Los besos a los senos se transformaban en mordidas, pequeñas pero significativas mordidas en los pezones, esos pezones tan marrones y tan grandes, cuya aureola asemejaba unas galletas de chocolate oreo, que se iban humedeciendo en la leche que empezó a brotar de esos senos tan grandes, aun maternales que provocaban masturbarse entre ellos.



Me senté en el sofá, la acomodé delante de mí, arrodillada como para que sus senos queden a la altura de mi pene. Conversábamos de banalidades, sobre si le estaba gustando, sobre qué había sentido mientras le besaba la conchita, y así, poco a poco, fui encajando mi pene entre sus senos, cosa que no resultó muy difícil, pues sus generosos senos permitieron una para rusa bastante agradable. Mientras me la corría entre sus tetas, aprovechaba en meterla en su boca nuevamente, acomodó la lengua hacia fuera de modo que culminaba en una rica lamida.



Pasaron los minutos, me puse de pie y esta vez la cogí por la cadera, levante sus piernas y humedecí un poco su concha, con un poco de esfuerzo y algo de intuición, ensarté mi pija en su conchita estrecha, suave y clientita. La primera embestida la hizo soltar una muestra de dolor, el pequeño pene de su marido, cosa que me confesó después, no era lo suficientemente grande para darle un orgasmo, sin contar la desagradable experiencia del olor a licor. Su conchita se notaba que no había sido penetrada en mucho tiempo. Mientras la penetraba, una significativa disculpa por el primer dolor causado permitió que Meche se entregara en cuerpo y alma. Esa disculpa significó una muestra de preocupación, de cariño por ella, a lo que ella respondió con movidas de caderas, contracciones con su vagina que aceleraron mi proceso de excitación.



- Que rico te mueves chola



- Sigue joven, no pares



- Te gusta no cholita



- Si me gusta mucho



- Lo vamos a hacer todos los días no?



- Si todas las veces que quieras joven



- Querido culo tienes chola y tan escondido que lo tenias



- Si, es todo para ti joven



- Ah, que rico te mueves, y que rica conchita que tienes



- Cómetela toda joven, cómetela



- Te la voy a meter hasta el fondo



- Métela joven, métela más y no la saques



Si bien la chola se movía bien, no quería perder la ocasión de ponerla en otras poses, se movía demasiado bien, además de que verla doblada hacía que su culo pareciera el doble del tamaño que realmente era.



- Chola, ahora vamos a hacerlo de otra manera



- Cómo joven’



- Me voy a sentar en el sillón y tú te sientas encima mío



- Esta bien joven, tú dime como es



Me puse de pie, la interrupción del coito me permitió ver su rostro lleno de placer, esta sudando pues el ejercicio sexual aumentaba la temperatura del fuerte verano. Me senté sobre el sillón con las piernas estiradas hacia delante. Meche pasó una pierna por encima de las mías, de esa forma la tenía abierta y lista para meterle una sentada que la haría llorar.



- Listo, ahora siéntate



- Ya, pero tu ayúdame que no veo donde está tu pinga



- Anda bajando, ya ponte allí que está cerca



Le afloraron los instintos de perra a mi chola, al n poder ver bien la escena del coito, bajó su mano cogiendo mi pene, lo encuadró bien y ella misma se lo ensartó en su orificio, a lo único que atiné, fue a cogerla por los hombros y de un solo empujón, atraerla hacia mis piernas, la bajé de un solo movimiento lo que produjo un grito que remeció la casa.



- Mierda, así no que me duele desgraciado



- Perdón, no me pude aguantar las ganas



- Si pero me has dejado doliendo



- Perdóname, si quieres sácalo



- No, déjalo allí no más, que ya me estoy acostumbrando



Los movimientos circulares de cadera me excitaban cada vez más, de paso, le daba un masaje adicional a los senos que quedaban indefensos ante mis arremetidas, las caricias, los apretones sobre ellos iban y venían al compás de sus caderas que movía con maestría.



Bajaba la mano de vez en cuando para juguetear con su clítoris, le daba unos roces que empezaban a excitarla cada vez más. El aumento de la excitación iba a la par pues nos entrelazamos en un placer mutuo que nos impedía detenernos.



No demoramos mucho en llegar al clímax. Mi promesa de eyacular afuera fue olvidada, un chorro de leche caliente inundó su vientre, que al principio fue bien recibido, el orgasmo paralelo nos impidió reaccionar a tiempo, todo mi chorro de leche quedó en su interior. Pasada la euforia del orgasmo, nos dimos cuenta de lo que había pasado, Meche molesta se levantó, su rápido movimiento dejó que la leche chorreara entre sus piernas y mojara las mías, se volteó y me preguntó :



- Por qué terminaste adentro?



- Perdón, no me pude aguantar



- Y ahora? Si quedo embarazada?



- No creo que eso pase, a la primera vez normalmente no pasa



- Eso espero, que pasaría si quedo embarazada



- Deja de pensar en eso, y si pasara no te dejaría sola



- Todos dicen eso joven, todos, y después a una la abandonan



- Conmigo eso no pasará, no te preocupes y ven échate a mi lado



Meche se sentó a mi costado, inclinó su cabeza sobre mis piernas, el semen que había chorreado sobre ellas estaba muy cerca de su cara, entre juegos llevé un poco de la leche a sus labios, la probó y con cierto asco se la pasó.



Cuando nos dimos cuenta, la hora del almuerzo estaba cerca. Meche había interrumpido sus labores por el gusto de tener una mañana de sexo, de placentero sexo. Tenía que poner mucho empeño pues aún le faltaba cocinar. Terminada la sesión, ella bajó al primer piso a seguir con su rutina, me fui a la ducha a bañarme por segunda vez en el día, me puse una bermuda y un polo nuevos. Regresé a la sala de descanso y me dirigí a la computadora a revisar todo lo que se había grabado. Había dejado mi web cam abierta, y a la par un programa que quema los videos que a través de ella se ve, revisé las imágenes para ver qué tal habían salido. Con grabación en mano, tenía el arma necesaria para hacer que Meche, quiera o no, se convierta no sólo en la sirvienta de la casa, si no también en mi sirvienta sexual personal, pues de no hacerlo, las imágenes serían difundidas. Lo que paso después, se los contaré más adelante.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 5.5
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