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Aventura en Africa... más allá de las cámaras

Paula se sentía asqueada. Tal vez el programa que debía presentar para una cadena de Tv española fuese un éxito de audiencia, reportase una buena suma a la cadena y a ella la mantuviese en el candelero de la celebridad que da participar en un programa puntero de la tele, pero sentía que había nacido para algo un poco más digno. Dos grupos de tarados descerebrados conviviendo y compitiendo entre ellos en un presunto "territorio salvaje", pero que estaba más controlado que el aparcamiento en el centro de Madrid. Tonterías histéricas, rivalidades malsanas entre individuos que se llenaban la boca de palabras como amistad y compañerismo… pero que estaban allí solo por la pasta que se iba a llevar el ganador. Tal vez lo de posar para Interviú la había encasillado aun más en su papel de rubia despampanante, y precisamente por eso la habìan puesto frente a las cámaras como presentadora, con eso no se engañaba. Pero no se sentía a gusto al participar en ese programucho para zombificar al espectador. Y ahora encima con Pocholo… eso ya era el colmo.



Asì que, en lo profundo de una noche oscura sin luna, Paula se levantó de su cama, separando los brazos de la mosquitera. Se puso un bikini con un pareo sobre él, y decidió que necesitaba dar un paseo para alejar de sí la frustración que crecía en su interior. No pensaba pasar por delante del guardia de seguridad que vigilaba ante su puerta, aguantar su mirada lasciva mientras se alejase, y probablemente tener que escuchar alguna insinuación salida de tono. Se hablaba mucho de la magia de Africa, pero se habìa perdido entre los dólares, los todoterrenos y el acceso a internet. Poco quedaba de ese antiguo encanto.. y ella no lo habìa descubierto aùn.. Así que salió con disimulo por una ventana, escabullendose del personal de seguridad. La noche era maravillosa y serena, calida pero no agobiante, repleta del aroma de flores y vegetación. Se alejò con cuidado del campamento, evitando el todoterreno de la patrulla de seguridad, y a un par de kilómetros se pudo sentir en paz….



La noche era sin luna, pero las estrellas lucían fantásticas, distantes e inmaculadas. Paula caminaba despacio, sin preocuparse por nada más allá de vivir el momento y procurar recordarla… sin cámaras de fotos, vendedores de recuerdos o demás molestias. Solo sus pies sobre la hierba de la Sabana africana, el aire haciendo volar su melena, y esos aromas…. Entonces algo se movió cerca suyo, y algo la envolviò, dejo de ver, sintió como era alzada en vilo por unos brazos fuertes, y durante largo rato fue transportada a la carrera. Esos pies no vacilaban pese a la oscuridad, y la respiración no se veìa alterada por el esfuerzo que suponìa mantener ese ritmo con ella encima. Mil ideas pasaron por su cabeza, que iba a ser violada, esclavizada, que habìa sido la mayor de las tontas por dejar el campamento de ese modo….



Lo que vió cuando la depositaron en el suelo y desenrollaron la manta en que iba envuelta no se lo imaginaba. Se encontraba en un campamento tradicional, con casas de adobe, cercados para animales, y en medio del pueblo… una especie de altillo con un trono doble. Más bien se trataba de dos tronos, construidos con lo que parecía un muy antiguo marfil de colmillos de elefante. En el más pequeño estaba sentado un hombrecillo tremendamente anciano, vestido con el atavío tradicional de un chaman de las tribus de la zona. Un doctor brujo, que con sus brazalaletes de oro daba la impresión de ser muy poderoso y respetado. Y a su alrededor…. Se encontraba un centenar de los màs poderosos y sanos ejemplares de indomito habitante de la sabana africana que se pudiese una imaginar. Hombres de los 18 a los 30 aproximadamente, ninguno bajaba del metro ochenta, vestidos solo con un taparrabos, con el torso desnudo, musculosos y saludables, de blanca dentadura y aspecto serio. Paula se sintiò desfallecer… se temìa lo peor y más aún . Pero la miraban con el mayor respeto, solo eso… hasta que uno diò dos pasos al frente y le ofreció la mano para ayudarla a levantarse. Hablaba un inglès impecable, y le diò alguna explicación.



"No se asuste, Gran Diosa Luna. La hemos traido aquí por orden del Hechicero Chumsee, al que los espíritus de los antepasados han hablado durante uno de sus viajes por el mundo de los espìritus. No tema por su seguridad, nuestro pueblo necesita de un modo desesperado de su magia Lunar para devolvernos la fuerza. Muchos años hemos suplicado a los espìritus que la trajesen a nosotros, y al fin ha ocurrido." Dandole la mano, comenzó a dirigir a Paula hacia el trono libre, junto al hechicero, que la miraba con expresión inescrutable. Al pasar entre las filas de los Masai, estos comenzaròn a golpearse el pecho con los puños, en señal de respeto y devociòn. Y Paula se diò cuenta que, al acercarse ella, muchos mostraban los síntomas inequivocos de una erecciòn de caballo. Así que se limitó a avanzar, procurando no mirar con demasiado descaro… pese a las palabras de su "anfitrion" no estaba muy tranquila. Se sentìa desnuda vestida solo con ese diminuto bikini, el pareo lo habìa perdido durante el viaje.



Se sentò en el trono, curiosamente còmodo, y el ruido cesò. Todos se quedaron callados mirandola a ella, y a una palmada del anciano brujo, de las chozas comenzaron a salir un nùmero de mujeres igual al de los sementales que se encontraban ante ella. Mujeres africanas, de los 16 a los veintipocos, vestidas solo con una especie de tanguita local, y con todo el pecho al aire. Tan bellas como sus congeneres masculinos, no daban muestras de ningún defecto fìsico, o fealdad. Paula no entendìa nada, y mientras el brujo la miraba, como impacientandose, su guia le explicò de que iba todo aquello.



"Oh, Diosa Luna, nuestro pueblo sufre. Se pierden las viejas costumbres, nuestra sangra se mezcla con la de los blancos y los arabes. Somos esclavos del dinero, y nuestra tierra se seca. Estos que ves ante tì son los ultimos hombres y mujeres de pura raza Masai que quedan en el pais. La ùnica esperanza de que nuestra raza se perpetue, y de no perder los valores ancestrales. El Gran Brujo ha tenido una visiòn…. Que al fin la Diosa de la belleza y la fertilidad ha vuelto a nosotros. Con tu bendiciòn, del acto de amor que va a ocurrir ahora naceràn niños fuertes y sanos, que guiaran a nuestro pueblo a la libertad, y expulsaràn a los corruptos. ¡Bendicenos, Diosa!".



Paula alucinaba en colores… pero parecía sincero. Chalado, pero sincero. Asi que el viejo les habìa dicho que ella era una diosa, y se iba a montar una orgìa como no se habìa conocido otra desde Sodoma y Gomorra, con ella presidiendola. Todos la miraban. Tragó saliva. Si no les hacìa caso se podían cabrear MUCHO. Asi que mejor hacer el paripé y seguirles el cuento, decidió. Asi que se puso en pié, y muy solemnenmente comenzò a decir subnormalidades. "Abracadabra, en nombre de las Meigas de mi tierra os doy mi bendiciòn para….". No se podìa creer lo que decìa, debìa ser una broma de càmara oculta, pero algo le decìa que no era asì. Notaba un cosquilleo extraño en el cuerpo, como si de verdad una especie de fuerza saliese de su interior… Cuando terminò su speech, bajò los brazos que habìa alzado.. y comenzó el jaleo. Dando gritos de alegrìa hombres y mujeres rodearon la el altillo sobre el que estaban los tronos, y cada uno de los varones se aferrò a su pareja. Paula se dio cuenta de que estaba equivocada, cada uno solo tocaba a su pareja, era de verdad que esa gente creìa que por fornicar en su presencia con su esposa, bajo su bendiciòn, iban a engendrar un cruce entre Nelson Mandela y Rambo. Lo que no podía negarse era que ponìan entusiasmo a la cosa. En un minuto el suelo a su alrededor era un hervidero de cuerpos acariciandose, besandose, copulando… Paula dejò de temer por su seguridad… era obvio que a ella no la iban a tocar, no se lastima a la Diosa a la que rezas.



Y a la vez, se sentìa algo decepcionada… esos cuerpos prefectos y fuertes, dedicados al amor de un modo tan intenso y entregado. Esos suspiros, gemidos, grititos, el mundo parecìa estar ocupado por ese centenar de parejas dedicados al acto del amor. Y esos africanos sabìan hacer el amor, pese a su cuerpo musculazo y aspecto rudo. Acariciaban, lamían, y se preocupaban de dar placer a sus parejas de un modo mucho màs sincero que la mayorìa de los hombres que había conocido. El tiempo se le comenzò a hacer muy largo a Paula, mientras contemplaba esa masa gozando. Ni el shaman ni su guìa se movìan lo màs mínimo. Entonces Paula se diò cuenta de algo extraño, y acercandose a su traductor le preguntò . " ¿ Y tu pareja ?".



La reacción del hombre fue avergonzarse mucho, y bajar la mirada, acurrucado su lado. Tendria como 21 o 22 años, tan fuerte como los demàs, pero con un toque algo más refinado, como si en lugar de dedicarse al trabajo físico en el campo se dedicase a algo màs delicado. "Oh, Diosa", dijo con voz balbuceante y entrecortada, "habeis de saber que yo estaba prometido a una muchacha tan bella como las que aquì veis, y a la que amaba de todo corazòn. Pero las fiebres se la llevaron hace unos meses. No iba a venir aquì, pero el brujo me llamò aquì porque se hablar inglès y…. y…. " La lengua se le trabó, no pudo seguir, y Paula se sintiò intrigada. Se notaba de verdad apenada por el muchacho, que parecìa sentir mucho su perdida. A su alrededor los gemidos y grititos de placer aumentaban en intensidad… y Paula se diò cuenta de que el anciano la miraba con una media sonrisa disimulada. Entonces se diò cuenta.



Ese hombre era un presente que el pueblo ofrecìa a la Diosa como presente por sus servicios. Por si deseaba copular con èl mientras presidìa la ceremonia. A una deidad no se le ofrecen esas cosas… se supone que ya las conoce. Al principio se sintó asqueada, pobrecillo, tratado como una mercancía, como si su opinión no contase… A su alrededor el paroxismo de las cópulas repetidas seguía aumentando, tanto hombres como mujeres la miraban a veces, con aspecto de profundo agradecimiento por sus dones. Y Paula se iba calentando, y no pudo por menos que apreciar el simbolismo de ese rito… no era ninguna chica tonta, y habìa leido cosas de antropología antes de dejar Madrid. Si ella daba muestra de estar satisfecha, eso les llenaría de gozo… y el pene de su guìa daba señales de vida muy evidente. No parecìa exagerado, pero si una tranca de cuidado. Con esos musculos, ese pelito rizado, esos ojazos enormes…



Paula, sorprendiendose a sí misma, se deslizó fuera del trono, y se acurrucó al lado del hombre. Esta no daba credito a su fortuna. Las manos de Paula acariciaron ese cuepo lleno de fuerza y perfección, guiaron las asustadas manos de su consorte por su propio cuerpo. La masa de africanos lanzò sonoros aullidos de alegrìa, al ver que sus atenciones habían llenado de alegria a la Diosa... todo iba a salir bien. Y ese cuerpo parecìa salido de la fantasìa eròtica màs perfecta de Paula, y de un modo instintivo parecìa saber donde y como acariciarla, esos trucos que solo un amante curtido en la exploraciòn del cuerpo de su compañera podìa conocer. ¿Cómo era posible…?. Paula se abandonò, dejo de lado toda vergüenza, y se entregò sin pudor al placer más exquisito que se podìa soñar. Tumbada sobre el suelo de cañas, con la vista fija en las estrellas, sintió el primer orgasmo. A cuatro patas, las manos apoyadas en el trono, y mirando a la masa que hacìa el amor frente a ella, aulló cuando el cipote de su amante la penetrò con fuerza, haciendola gozar nuevamente. Sentó a su compañero en el trono para lamer su miembro y que este volviese a mostrar su magnificencia. Después lo cabalgó en esa misma postura, sintiendose penetrada como nunca antes. Tan obvio fue su placer y ruidoso el modo en que lo obtuvo, que a su alrededor las parejas hicieron un alto en su actividad, para admirar a la Diosa en el momento de su goce, deleitarse en como parecía agradecer las atenciones de su pueblo. Después, acurrucada en brazos de su pareja, observò adormilada a las parejas, que iban quedando inmoviles a medida que quedaban saciadas y exhaustas.



Poco antes del amanecer, varias mujeres tomaron a su Diosa, la lavaron y perfumaron, vistiendola con avìos tradicionales. No volviò a ver a su pareja de esa noche… pero en el interior se su conciencia se daba cuenta que la relaciòn entre una diosa y su servidor no podìa ser algo duradero… o el creyente podìa llevarse un bien chasco al descubrir la humanidad de aquella. La sorpresa de los miembros del equipo fue mayuscula cuando la vieron aparecer a la mañana siguiente, transportada en un palanquín a hombros de media docena de Masai pura sangre, adornada con un tocado de plumas y las más finas ropas que los telares de la tribu podìan crear. Paula no sabìa que pensar… su educación la hacía escéptica a cosas como la magia, o lo que fuese aquello…¿Pero… que le habìa hecho salir del campamento sola esa noche, como conocìa tan bién su cuerpo su compañero….?



Puede que se aplicase un dicho de su tierra natal…" Las Meigas (brujas ) no existen… pero haberlas hailas"


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