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En alta mar frente a Matinhos, Brasil
Me levanté temprano y desayuné con mi esposa. Me despedí de ella y enfilé el auto hacía el Trapiche de Praia Mansa. Llegue a las 7.15 hs. y me indicaron donde estacionar. Cinco minutos después llegaste vos. Si nos hubieras puesto de acuerdo no nos hubiera salido tan bien, ambos estábamos vestidos igual con una musculosa, un par de zapatillas y yo con un short de baño y tú con una zunga. Toda mi vestimenta era color verde y la tuya color celeste. Antes de las 7.30 hs. apareció una pareja similar, un maduro y un joven, pero claramente con 10 años menos que nosotros. Casi pisándole los talones llegaron dos muchachos de aproximadamente 22 o 23 años uno y otro. La tripulación trabaja febrilmente subiendo al barco los equipos de pesca, la comida y la bebida que se serviría a bordo y, además, maquinarias y herramientas varias. Cuando faltaban 15 minutos para zarpar nos permiten subir al barco, es en ese momento en que llega la última pareja. Eran dos señores mayores de aproximadamente 65 a 70 años ambos.
A medida que llegábamos a la cubierta, la tripulación, todos hombres jóvenes muy bellos y de menos de 35 años, nos daban la bienvenida y nos hacían acomodar en unas sillas cerca de la barandilla del barco. Frente a cada asiento estaba todo el equipo de pesca de cada uno de nosotros, prolijamente armado y preparado para cuando en alta mar dieran la orden de comenzar la pesca. A la hora indicada zarpamos. El que oficiaba de Capitán, nuevamente nos da la bienvenida y comienza un breve monologo explicando cómo serían las actividades a bordo:
- “Buenos días a todos. Nuevamente les doy la bienvenida y tratare de explicarles brevemente en que consiste este viaje. Durante los próximos 40 minutos navegaremos mar adentro con rumbo Este Noreste hasta alejarnos unos 15 km. de la costa. Cuando lleguemos al lugar, realizaremos las maniobras correspondientes para que la embarcación pueda fondear y cuando nosotros demos la orden, recién entonces podrán comenzar a pescar. Todos ya conocen de antemano el camarote que les corresponde. Dentro de 10 minutos podrán pasar a ellos si es su deseo.”
Uno de los hombres de la pareja de señores mayores pregunta:
- “¿Qué variedad de peces se podrán pescar cuando lleguemos al lugar?”
- “En la zona hay variedad de corvinas y róbalos, pero no se hagan ningún problema por la pesca. Cuando conozcan sus respectivos camarotes, no van a querer volver a la cubierta y preferirán quedarse con su pareja allí dentro.”
Preocupado, pregunto:
- “Seguramente que querré estar con mi pareja. Probablemente no querría abandonar el camarote. ¿Pero cómo hare para justificar el día de pesca si regreso sin ningún pescado?”
- “Todo está pensado para que ustedes tengan un día inolvidable. Mientras ustedes estén en sus camarotes, nuestros tripulantes pescarán en su lugar, y todos los pescados se dividirán en partes iguales al final de la jornada. Cuando sea el momento de almorzar, y para que no sean molestados, las puertas de los camarotes tienen un sistema de bandejas giratorias para que ustedes retiren de allí los alimentos en el momento que lo deseen. Y como último recordatorio, aquí en cubierta solo permitimos besos y/o abrazos, para cualquier otra cosa tienen los camarotes a su disposición.”
Era increíble, todo estaba milimétricamente pensado, hasta el más mínimo detalle. En realidad, te estaban vendiendo una excursión en alta mar para poder coger sin ningún tipo de inconvenientes, y la pesca era la pantalla para ocultar las verdaderas intenciones. Nos miramos, nos sonreímos y no pudimos menos que besarnos. Me preguntaste:
- “¿Quieres que vayamos al camarote?”
- “No. Prefiero disfrutar de la brisa marina y del sol. Mejor vayamos cuando el barco haya fondeado y se mueva muchísimo menos.”
A nuestro alrededor, el resto de las parejas se besaban y abrazaban. La forma de besarse delataba la edad de todos. La pareja de jóvenes se besaba de tal forma, que parecía que cada uno quería devorarse al otro por la cantidad de saliva generada y las fuerzas de sus labios y sus lenguas. No duraron mucho en la cubierta. Fueron los primeros en ingresar al puente y a los camarotes. En cuanto se retiraron de la cubierta, un tripulante se hizo cargo de preparar el equipo que estaba en el lugar que había quedado vacante para cuando se pudiera comenzar a pescar. La pareja del maduro y el joven de unos diez o quince años menos que nosotros, calculé 25 y 40 años aproximadamente, también salieron disparados hacia el camarote luego de una larga sesión de besos de lengua entre ambos. Otro tripulante ocupo sus lugares y preparó el equipo de pesca de ellos.
En cubierta quedamos solamente la pareja de adultos mayores y nosotros. Ellos se abrazaban, se acariciaban y se besaban con infinita ternura. Imagine que seguramente convivían desde hacía varios años. Nosotros estábamos abrazados casi desde el mismo instante en que nos habíamos sentado. Mirando ambos el mar, te atraigo hacía mí y te doy un beso hermoso de lengua que correspondiste. Nos besábamos y al mismo tiempo nos acariciábamos los cabellos. Yo jugueteaba con tus rulos en la zona de tu nuca, y tu jugabas con mis canas de ambos lados de mi cabeza. Perdimos noción del tiempo. Jamás nuestros labios se separaron, cuando un tripulante me toca el hombro izquierdo y me anuncia:
- “El barco ya está fondeado. Pueden seguir aquí en la cubierta o si lo desean ingresar a ‘Suite Nupcial’. Lo que ustedes decidan siempre será lo correcto.”
Le agradezco y finalizando nuestro beso nos damos cuenta que éramos los únicos que todavía estábamos en cubierta. Todos ya habían ingresado a sus camarotes. Decidimos ingresar al puente. Un pasillo medianamente largo con puertas a babor y estribor. Las primeras correspondían a la cocina y a una sala de estar reservado solo para los tripulantes, más adelante se encontraban a babor los camarotes N° 1 y N° 3, y a estribor los camarotes N° 2 y N° 4. Al final del pasillo y al frente estaba el camarote N° 5, la “Suite Nupcial”, nuestro “nidito de amor”.
Ingresamos y cierro la puerta. No puedo reaccionar, está oscuro y no veo nada, empiezas a comerme la boca con un beso muy profundo que te correspondo, ninguno pone resistencia, solo nos dejamos llevar. Pongo mi mano detrás de tu cuello jugueteando con tus rulos y la otra en tu culo, te aprieto hacia mí para que sientas lo mucho que me calientas, pudiendo apretar mi verga contra la tuya para que aprecies mi dura erección. Al oído me susurras:
- “No veo la hora en que pueda sentir tu pija dentro de mí.”
Me distancio un poco de ti, acostumbrados ya nuestros ojos a la oscuridad conseguimos ver el camarote, era casi triangular y muy amplio ya que ocupaba toda proa del barco. Había en la esquina de babor, un pequeño baño con inodoro, lavatorio y ducha, todo encerrado en una mampara de acrílico totalmente transparente; y sobre la esquina de estribor un sofá de dos cuerpos con una pequeña mesita delante y una puerta que escondía un armario dentro. Una enorme cama matrimonial al frente con la cabecera en la proa. A babor y estribor se veían dos ojos de buey por cada lado que estaban cerrados y totalmente oscurecidos. Encendí la tenue luz de la cabecera de la cama y me acerco a ti, paso mi mano por tu pierna hasta llegar con mis dedos hasta tu culo, mientras te beso el cuello, mordisqueándolo levemente y haciendo un camino hasta tu boca. Nos besamos, sacamos las lenguas para jugar con ellas, en un descuido tuyo me apodero de tu lengua con mis dientes; suspiras fuertemente mirándome a los ojos con deseo, y sin apartarme de tu boca, te pregunto:
- “¿Sigo?”
Te apartas de mí, clavas tu mirada en mis ojos mientras te deshaces de toda tu musculosa, dejas que caiga al suelo mientras te quitas las zapatillas; yo repaso tu cuerpo con mi mirada de arriba a abajo, y me muerdo el labio inferior; tú te sientas en el borde de la cama apoyando tus antebrazos sobre el colchón, de manera tal que pueda deleitarme con la visión de tu cuerpo y dejando que pueda ver tu zunga que apenas logra contener a tu verga totalmente erecta, y con mirada desafiante me respondes:
- “Sigue.”
Me quito la musculosa y me acerco a ti abriéndome paso entre tus piernas, nos dejamos caer sobre el colchón, siento mi cuerpo sobre el tuyo, mi respiración se acelera sobre tu cuello, mientras una de mis manos quiere entrar dentro de tu zunga, con la otra mano te tomo por detrás de tu cuello; comienzas levemente a gemir entreabriendo tu boca, separas más tus piernas para facilitarme el paso a tu palpitante entrepierna. Intentas llegar a mi pija con tus manos para brindarme placer; me doy cuenta y comienzo a bajar mi short de baño, me quito también las zapatillas, apoyando mi erecta verga sobre tu entrepierna. Me muevo como si estuviera dentro tuyo frotando nuestras pijas, todavía la tuya prisionera de tu zunga; pones tus manos sobre mis glúteos marcando con fuerza tus dedos. Acercaste tus labios a mi oído y antes de que pudieras emitir sonido te dije:
- “Shhh… Déjate llevar, se nota que lo estás disfrutando.”
Asientas con la cabeza mirando a mis ojos, mi mano suelta tu cuello para acercarse a tu boca, rozo tus labios con mi dedo índice, abres tu boca y me muestras obscenamente tu lengua para demostrarme que tienes ganas de usarla para otra cosa, introduzco uno a uno mis dedos lentamente observando como los succionas con sumo cuidado, finalmente coloque cuatro dedos adentro de tu boca. Aprovechando la humedad de mis dedos, baje mi mano hasta tu culo; cuando introduje los dedos dentro, dejaste escapar un fuerte gemido arqueando tu espalda y elevando tu pecho desnudo y tus pezones hasta mis labios y no puedo menos que chupártelos con fruición; sigo moviendo mis dedos cada vez más fuerte dentro tuyo, bajo de encima de tu cuerpo y coloco mi cara entre tus piernas, te quito la zunga y comienzo a deslizar mi lengua por todo el tronco de tu verga, está hinchada y mojada de líquido pre seminal; te agarras de mis cabellos con fuerza apretando mi cara contra tu cuerpo para que tu pija haga tope en mi garganta, te dejas llevar pero tus gemidos cada vez son más fuertes; no quiero que nos oigan, así que con mi mano tapo tu boca fuertemente, tu placer es tan grande que puedes morder mi mano. Mirándote pícaramente te digo:
- “Creo que esto ya está listo.”
Asombrado me respondes:
- “¿Listo para qué?”
Tome tus piernas colocándolas en mis hombros, acercándome a tu cuerpo siento cómo me observas con placer; clavo tus ojos en los míos a la vez que embisto tu culo con mi verga una tras otra fuertemente; todo tu cuerpo empieza a brincar enérgicamente al ritmo del bombeo de mi cadera, tus gritos comienzan a salir desde lo más profundo de tu garganta, acerco mi boca a la tuya, para clausurar tus aullidos con mis besos. Sintiendo mi leche en ebullición dentro de mis bolas, decido cambiar de posición y saco mi verga de tus entrañas. Me acerco a ti, haciendo que te sientes en aquella cama, te coloco en posición apoyando tus piernas y rodillas en el colchón, dejando reposar tu cara contra la cama y pudiendo disponer de tus glúteos para mi disfrute. Sientes como me aferro a tu cadera y mi pija vuelve a entrar otra vez en ti. Lo hago muy intensamente, tanto que debes sujetarte fuerte a las sabanas.
Te tomo de los cabellos para hacer que tu cuerpo se eleve hacia mí; a través de tus gritos y gemidos percibo que te gusta cómo te penetro fuertemente y sin piedad; llevas una mano hacia tu verga para alcanzar pronto tu acabada. Disfrutando de tu cuerpo, me percato de tu accionar y manteniendo una mano sobre tu cadera, con la otra me apodero de la mano sobre tu pija y soy yo ahora el que marca el ritmo de la paja, que habías comenzado, tratando de que coincidan con mis arremetidas; aumento la velocidad de las embestidas y tu comienzas a jadear sin aliento, dejado salir de tu garganta algún gemido. Me informas casi a los gritos:
- “Me voy a correr.”
Me acerco a tu oído y te susurro:
- “Hazlo Aurelio, córrete para mí.”
Mis palabras hacen que llegues a tu orgasmo, tus gritos son cada vez más fuertes, no dejo de penetrarte, puedo notar como comienzas a empapar las sabanas sin poder frenar la cantidad de leche derramada por tu verga. Me levante de la cama y cuando te diste cuenta giraste tu cuerpo y pudiste ver que te esperaba sentado en el sofá. Te pregunto:
- ¿Vienes acá? Creo que tienes que compensarme.”
Sin mediar más palabra, te levantas y te diriges hacia mi caminando con tus rodillas apoyadas en el suelo; abro mis piernas, te colocas entre ellas y mirándome a los ojos, agarras mi dura y mojada pija que chorreaba liquido pre seminal. Te observo con deseo; comienzas a mover tu mano de arriba a abajo alrededor del tronco, mis gemidos te avisan que me gusta lo que haces; ver mi verga endurecida me excita tanto que deseo que la roces con tus labios; despacio abres tu boca para darle paso a la misma, entra en tu garganta muy lentamente, agarro tus cabellos enrulados con mi mano para acercarte más y más a mi cuerpo como queriendo que mi pija traspase tu garganta, tu ritmo se acelera al escuchar mis fuertes gemidos; cada vez que tu ritmo aumenta, mis gemidos se aceleran; estoy a punto de entregarte tu recompensa, me aparto de ti y me coloco de pie. Desde el suelo clavas tus ojos en los míos, disfrutas de mi cara de placer, estoy a punto de entregarte el premio, dejas salir tu lengua abriendo fuerte tu boca y apretando tus manos contra mis glúteos. Mi leche al final llega a borbotones a tu boca, está caliente, esperas con impaciencia a que termine de vaciarme, tragas todo lo que ha caído sobre ti, me enseñas tu boca ya libre de leche sacando la lengua; me dejo caer en la cama nuevamente y te invito a abrazarte conmigo, yo del lado de babor y tu del lado de estribor.
Al momento comienzas a tocarme la verga hasta conseguir nuevamente mi erección y que mi glande prácticamente volviera a tener liquido pre seminal en la punta, me puse de lado mirándote. Al rato mientras proseguías toqueteándome y volviéndomela a poner dura, decidí colocar mi mano derecha en tu pecho. Sin dejar tú de acariciarme el glande de mi pija; seguí tocándote el pecho hasta llegar a tu abdomen y poco a poco fui bajando hacia tu entrepierna acariciando tu verga, morena y más grande que la mía, y comienzo a deslizar mi mano de arriba a abajo a lo largo del tronco, despacio al principio para ir tomando un ritmo cada vez más elevado. Entonces me incorporó un poco y me acercó a besarte en los labios, me correspondes sacando toda tu lengua, y la mano con la que me pajeabas no paraba en su accionar mientras nos besábamos. Te acaricié los pezones y en un instante comencé a mordisquearlos y chuparlos como queriendo extraer leche materna de ellos.
Nuestras pajas mutuas iban en aumento y era claro que íbamos a acabar en cualquier momento, y así fue, un potente chorro de leche salió disparado de mi pija con dirección a mi pecho, los siguientes terminaron de inundar mi abdomen y mi ombligo. Inmediatamente después un manantial de leche densa y muy blanca voló sobre tu pecho cayendo en tus pezones y los posteriores escurrían sobre mi mano mientras yo obstaculizaba la salida del espeso esperma para dejarlo fluir entre mis dedos. Ya ambos más tranquilos, pero todavía gimiendo al unísono, con mis dedos cubiertos de tu semen acercaste mi mano a tu boca y comenzaste a chupetearla y saborear tu propia leche, a la par que yo me apoderaba de tus pezones con mi boca succionando la leche que tu verga había depositado allí. Posteriormente, te recostaste sobre mi pecho y abrazándonos fuertemente, desparramos por nuestros cuerpos la leche que mi pija había depositado sobre mí. Así nos quedamos abrazados un buen rato hasta que el suave balanceo del mar nos adormiló casi instantáneamente.
Nos despertamos cerca del mediodía y se escuchaba que la tripulación estaba finalizando de preparar el almuerzo y seguramente en poco tiempo más nos dejarían el mismo en la bandeja giratoria de la puerta del camarote. Decidimos darnos una ducha para quitarnos todo el pegoteado de leche que ambos teníamos; los dos juntos bajo la lluvia, utilizando solamente agua y con muchas caricias y besos apasionados logramos higienizarnos. Escuchamos cuando colocaron el almuerzo en la bandeja y decidimos que era el momento de finalizar la ducha y la larga sesión de besos. Nos secamos mutuamente y solo envueltos con las toallas a la cintura nos sentamos a almorzar en el sofá. Disfrutamos de unos robalos a la plancha con unas ensaladas repletas de frutas tropicales y cerveza brasileña primero y luego un vino blanco, curiosamente argentino. Al finalizar de comer y viendo la hora que era, decidimos recostarnos para descansar durante una media hora, sabiendo que luego quedarían unas tres horas antes de que emprendiéramos el regreso a la costa.
No sé en qué momento te pusiste de pie, pero te me acercaste tomándome de las manos para que te siguiera, solo sentí la suavidad de tus labios rozarse con los míos, me recostaste sobre las sabanas de la cama con cuidado, tus manos recorrían mi cuerpo con dulzura, mordí levemente tu labio inferior. Te incorporaste un poco para estar más cómodo, yo solo me dejaba llevar por tus caricias, bajaste por mi abdomen dejando un camino de besos húmedos, con sutileza y rapidez te deshiciste de mi toalla alrededor de mi cintura, dejando mi vientre y mi pija a la vista. Te ubicaste entre mis piernas y con tu lengua recorriste todo el largo de mi verga. Gemí al sentir tu lengua en ese lugar, estuviste jugando allí por largo tiempo, hasta que decidiste cambiar tu táctica. Sujetaste mi cadera con ambas manos, mis muslos se fueron tensando a medida que mi pija penetraba tu boca, tuve que contenerme para no acabar en ese instante.
No tardaste en incorporarte dejando mi acabada a flor de piel, con movimientos rápidos te fuiste retirando la toalla que envolvía tu cintura, dejándome admirar tu hermoso cuerpo. En poco tiempo te encontrabas sobre mí, ubicando tu verga junto a la mía, perdí los sentidos al sentir que frotabas tu pija sobre la mía con dulzura, haciendo movimientos cortos y profundos. Escucharte gemir era lo máximo, ver como cerrabas tus ojos con cada movimiento, como te mordías el labio inferior, fueron suficientes para que descargara mi leche entre nuestros cuerpos. Tu aun no habías acabado y seguías moviéndote como una fiera, gimiendo cada vez más; decidí que era hora de retribuirte el placer que me acababas de dar, deslice mi dedo índice para estimularte el glande, basto solo un instante para que tu leche brotara y te desplomaras sobre mí. Mientras nuestras respiraciones volvían a la normalidad, nos acariciábamos nuestros cuerpos, nos abrazamos y nos perdimos en un beso eterno.
Al rato estábamos de vuelta con ganas de volver a comenzar una nueva “batalla”. Nos dimos una ducha rápida y la tensión sexual entre ambos era muy evidente. Sabíamos que sería nuestro “último round” del viaje, faltaba poco más de media hora para que el Capitán decidiera levar anclas y emprender la vuelta. No secamos uno al otro, tiramos las toallas húmedas sobre el sofá y en el medio del camarote nos abrazamos pegando nuestros cuerpos de tal forma que notábamos la calentura que emanaban de ellos.
Mi verga chocaba con la tuya y mis labios se aferraron a los tuyos en un tremendo beso húmedo, mi saliva y la tuya se compartían, nuestras lenguas jugaban a lamerse y nuestras manos recorrían ambos cuerpos, buscando el placer del uno al otro. Te tumbé sobre la cama, seguí besándote, bajé lamiéndote el cuello hasta llegar a tus pezones que fui mordisqueándolos, mi lengua húmeda y caliente bajo por tu ombligo hasta que con una mano agarré tu pija y con mis labios besé tu glande. Lamí todo el contorno del mismo y tú te estremecías, tus gemidos eran tremendos y las ganas que tenías que me comiera tu verga mucho más. Finalmente, me la tragué por completo y empiezo a mamar tu pija a la vez que con mi mano acariciaba tus bolas, no hizo falta chupar mucho para que tu verga empezará a expulsar leche a raudales. Tu cuerpo convulsionaba, mientras gemías locamente y yo succionaba toda tu pija tragándome tu leche, relamiéndome con tu verga, y en cuanto tú te relajaste subí por tu cuerpo a besar tu boca traspasando tu leche de una cavidad a la otra.
Tenía mi pija dura como nunca, te doy vuelta dejando tu culo a mi vista, coloco mis manos sobre tus glúteos, separo uno del otro dejando tu culo para mi placer, metí mi cabeza entre tus glúteos y mi lengua empezó a lamer todo tu hoyito que con cada lengüetazo se abría más y más. Yo escupía y lamía tu culo, tu gemías como una hembra en celo, me suplicabas que te cogiera, que te hiciera mío ya mismo, pero decidí mojar con mi saliva uno, dos y hasta tres dedos que los introducía en tu culo, haciendo que cada vez estuviera más dilatado. Pasaron unos minutos hasta que me posicioné tras de ti, tome mi verga y la direccioné a tu culo y de una sola embestida te la metí hasta el fondo, sentiste un poco de dolor, pero enseguida me pediste que continuara. Entonces empecé un mete y saca, rudo, gimiendo como un loco, expresando a los cuatro vientos cómo iba a hacerte gozar, y tus suspiros me demostraban que así lo estaba haciendo.
Con una mano agarraba tus cabellos enrulados y lograba que tu cuerpo se arqueara hacia atrás, mientras empujaba con una fuerte embestida sobre tu culo que hacía que mi verga entrara hasta que mis bolas golpearan a las tuyas. Parecíamos lobos en celo gimiendo, estábamos muy calientes, nadie podía parar tal lujuria en ese momento, tu culo disfrutaba de mi pija y mi verga disfrutaba de tu culo joven y codicioso. Así continuamos hasta que decidí penetrarte contra la puerta del camarote, te tome de las manos, te baje de la cama y te lleve hacia la puerta, abrí tus piernas con uno de mis pies y metí de un solo golpe mi pija en tu culo, me aferré por las caderas y comencé a cogerte como loco.
Tu cara chocaba contra la puerta y mi cuerpo golpeaba al tuyo dejando todo mi sudor en ti, tu comenzaste a pajearte y yo continuaba penetrándote más fuerte. Tu nueva acabada fue brutal sintiendo mi verga dentro de tus entrañas y entonces comencé a gemir y a respirar más fuerte, comencé a ponerme tenso, mis piernas temblaron, mis gemidos se detuvieron y mi pija empezó a inundar de leche caliente tu culo, mi desahogo fue bestial:
- “¡Ahhh…, Aurelio…! ¡Ahhh…, Aurelio…! ¡Ahhh…, Aurelio…!”
A cada lechazo mío tu respuesta fue:
- “¡Qué rico…, Eduardo…! ¡Qué rico…, Eduardo…! ¡Qué rico…, Eduardo…!”
Me recosté sobre tu espalda totalmente cansado y agotado, te disté la vuelta y nos besamos fuertemente, nos comíamos las bocas uno al otro, pero no teníamos tiempo para mucho más cuando nos dimos cuenta que la embarcación comenzó a moverse regresando a nuestro destino. Decidimos asearnos un poco y volver a ducharnos por última vez. Rápidamente nos vestimos y antes de abandonar nuestro “nidito de amor” nos fundimos en un beso tremendamente húmedo con muchísima lengua y saliva. Salimos de la “Suite Nupcial”, caminamos por el pasillo del puente y volvimos a la cubierta a ocupar nuestros lugares “de pesca”. Ya estaban allí sentados la pareja de los adultos mayores, inmediatamente después de acomodarnos ellos, aparecieron el maduro y su joven pareja. Pasaron varios minutos y el Capitán mando a un tripulante a buscar a la pareja de jóvenes. Cuando todos estuvimos en cubierta el Capitán nos habló por última vez:
- “Buenos tardes a todos. Espero que hayan disfrutado mucho de su estancia en los camarotes. Como les informe por la mañana, nuestros tripulantes estuvieron pescando por ustedes. Ellos han logrado capturar una importante cantidad de corvinas y robalos que ya hemos dividido y los colocamos dentro de bolsas térmicas para que se puedan llevar el “producto” del esfuerzo de cada uno. Al momento de desocupar la cubierta cada uno recibirá la bolsa correspondiente. Dentro de 15 minutos estaremos desembarcando en el Trapiche. Les deseo una feliz estadía en nuestro balneario, deseamos que todos hayan disfrutado mucho de esta experiencia embarcada y esperamos en un futuro próximo volver a tenerlos entre nuestros pasajeros nuevamente.”
Los minutos que restaron hasta el desembarco nos la pasamos besándonos y abrazándonos apasionadamente, sabiendo que serían nuestros últimos momentos de poder estar juntos y sin saber a ciencia cierta cuando podríamos tener una nueva oportunidad para nosotros. Una vez que la embarcación quedo amarrada nos despedimos por última vez de los tripulantes y de los ocasionales compañeros de viaje, recibos cada uno nuestra bolsa térmica con la pesca del día y finalmente desembarcamos. Entre una cosa y otra ya eran pasadas las 5 de la tarde. Claramente ninguno de los dos quería separarse del otro en ese instante, caminamos hasta donde estaba mi auto en silencio, muy despacio, subimos, pongo en marcha el auto y avanzando por la Avenida Atlántica enfilo hacia donde yo me estaba hospedando. Tomando la iniciativa te propongo una última “locura”:
- “Mi esposa todavía debe estar en la playa y dentro del agua. Me gustaría vengas que conmigo al departamento y la esperemos a que llegue. ¿Te gustaría conocerla y que te la presente?”
- “¿Estás seguro que me la quieres presentar? ¿No es mejor acaso que sigamos como hasta ahora?”
- “Me parece que es mejor ‘blanquear’ solamente que nos conocemos y que tenemos intereses parecidos, en este caso la pesca. Sería una buena forma de poder comunicarnos en diversos momentos sin tener que estar jugando ‘a las escondidas’ todo el tiempo.”
- “Me encantaría conocerla personalmente. Pero… ¿Cómo me vas a presentar a mí? ¿En calidad ‘de que’ vendría a ser yo para ella? ¿Qué le dirás que somos nosotros?”
- “Tranquilízate. Le diré que eres un buen amigo y que te conocí en la excursión de pesca. Y que me acompañaste, ya que te alojas muy cerca de nosotros, y que te ofreciste a ayudarme a preparar los pescados para la cena de esta noche.”
- “Pero date cuenta que si damos este paso de ‘blanqueo’ como tú dices, será mucho más difícil para ambos disimular nuestros sentimientos delante de ella estando los dos juntos. No sé, piénsalo. Te acompaño hasta el departamento y si quieres te ayudo con los pescados, pero fíjate hasta donde estás dispuesto a cambiar todo lo que ya vivimos juntos en las muy pocas oportunidades que tuvimos. Mira que las mujeres tienen un ‘sexto sentido’ para darse cuenta de cosas que normalmente los hombres no les damos tanta importancia.”
Continúe avanzado por la avenida muy despacio y se produjo un silencio incómodo entre ambos. Lo último que dijo Aurelio me retumbaba en la cabeza. En alguna medida tenía razón. Nuestra relación había avanzado muchísimo, sobre todo en este último fin de semana, mantenerlo en secreto como lo veníamos haciendo desde hace algunos años no nos había resultado tan difícil, pero disimular delante de ella los dos juntos era una apuesta demasiado arriesgada. Ninguno estaba dispuesto a tirar por la borda todo lo construido y tampoco estábamos dispuestos a modificar demasiado nuestras vidas personales y familiares. A pocas cuadras del destino y ya en la calle de mi morada detengo la marcha y estaciono cerca de la vereda, apago el motor para que tu escuches claramente mi parecer:
- “Tienes toda la razón Aurelio. Este fin de semana fue maravilloso para ambos, pero ninguno de los dos está dispuesto a arriesgar todo lo que tiene actualmente. Tú ya tienes una vida encaminada y todavía no le cuentas a tu familia sobre tu gusto hacia los hombres. Yo estoy en una situación similar y no estoy dispuesto en lo inmediato a perder mi matrimonio. Me parece lo más razonable continuar como hasta ahora.”
- “Me alegro por ti Eduardo que hayas podido comprender que es lo que cada uno podía arriesgar y hasta donde cada uno está dispuesto a ganar o a perder en esta jugada. No voy a olvidar nunca este maravilloso fin de semana y mucho menos esta ‘excursión de pesca’ del día de hoy. Creo que será mejor que nos despidamos ahora y tu vuelvas con tu esposa.”
- “De ninguna manera, guíame hasta donde te alojas que te llevo hasta allí.”
Estacioné frente a tu alojamiento, detuve el auto y al bajar del mismo y sin importarnos quien estaba cerca nos dimos un beso muy húmedo y con muchísima lengua. Me invitaste a pasar y al cerrar la puerta te abalanzaste sobre mí para besarme y manosearme la verga a través del short. Lo bajaste y te apoderaste de mi pija y la tragaste de un solo bocado, por más que lo intentaste durante varios minutos no lograbas que mi verga vuelva “a la vida”. Recordé que a bordo había conseguido acabar cuatro veces en pocas horas, una hazaña que hacía años que no lograba. Para compensarte y que no te sintieras frustrado, te arranqué la zunga de un tirón y me devoré tu pija. Tu juventud permitió que pudiera volver sentir como crecía tu verga dentro de mi boca. Esta vez tuve que trabajar bastante sobre tu tronco y sobre tu glande, pero finalmente logre que una pequeña pero sabrosa cantidad se leche se depositara dentro de mi boca. Era tu sexta acabada del día. Un nuevo beso de lengua determinó la despedida. Cerraste la puerta y volvía en mi auto al alojamiento.
Mi esposa todavía no había regresado de la playa. Deje la bolsa con pescados cerca de la parrilla y comencé a preparar todo para lo que sería la cena, un robalo y una corvina a las brasas que necesitaban que limpiara sus viseras, preparara las verduras y la salsa que colocaría dentro de ellos y por supuesto encender el fuego. En medio de esa tarea mi esposa regresa. Nos damos un apasionado beso, le cuento mi experiencia sobre la pesca embarcada, recordando otras ocasiones y otros lugares. Antes de comenzar la cocción me doy una ducha mientras mi esposa prepara la mesa. La cena fue amena y cada uno recordó lo hizo durante ese día alejado del otro. Cuando fuimos al dormitorio a recostarnos para pasar la noche, mi esposa me abrazo y así permanecimos durante toda la noche. Me dormí plácidamente recordando todos y cada uno de los momentos que pasamos con Aurelio en alta mar.
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