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Hola de nuevo, ahora les traigo una confesión de lo que me vi obligada a hacer para evitar ser desalojados del apartamento donde vivimos. Me describo para ustedes: soy una mujer de 40 años, morena clara, linda, ojos cafés y cabello largo color negro hasta media espalda, de complexión delgada, pero con un trasero firme y redondeado.
En una ocasión mi pareja se fue de viaje de negocios por varios días, quedándome sola y abandonada en casa. La semana transcurrió aburridamente lenta y me palpitaba la cuca cada vez que pensaba en mi marido, mi coño lo extrañaba mucho por las noches que hasta le lloraba jugos vaginales jejeje. Llegó el sábado y decidí pasarla bien así que hice los preparativos para esa tarde: una buena botella de vino tinto y mis videos porno favoritos.
Eran ya casi las 6:00 pm pero el calor de verano aún no disminuía por lo únicamente llevaba puesta una musculosa semitransparente de algodón muy delgada en color perla que apenas cubría mis senos. En la parte de abajo una tanga del mismo color tapaba por delante parcialmente mi monte de venus (siempre lo traigo estilo bikini, o sea depilado todo excepto una pequeña franja en medio) pero por detrás al ser tanga se apreciaban mis glúteos, andaba casi en pelotas vaya.
Comencé a ver los videos en la computadora de la sala, ya no recuerdo bien cuál era la trama, solo me acuerdo que miraba uno donde una chica estaba siendo enculada por un moreno de pija grande. En fin, mi temperatura era muy alta, me tocaba por debajo de la tanguita con dos dedos dentro de mi coñito, estaba recontra mojada y no faltaba mucho para correrme, cuando inesperadamente llaman a la puerta. ¡Mierda! a quien se le ocurría interrumpirme en un momento así. Insistieron un par de veces usando el timbre y luego con golpes fuertes a la puerta, seguro que era algo importante pensé. Todavía un poco aturdida por el éxtasis en el que me encontraba no coordiné muy bien mis ideas y solo atiné a limpiarme la mano empapada de jugos vaginales para ir a ver quién era. Me asomé por la mirilla de la puerta: se trataba de Don Jacinto el propietario del edificio. Me quedé pensativa un momento pues no quería verle ni hablarle porque estábamos varios meses atrasados con el pago del alquiler.
-Buenas tardes! Necesito hablar con ustedes, soy Don Jacinto -dijo en voz alta al percatarse que alguien estaba mirándolo a través de la mirilla.
No me quedó más que abrir la puerta y dejarlo pasar pensando en las consecuencias de la deuda que teníamos con él. Don Jacinto entró presuroso dirigiéndose hacia el sofá sin siquiera voltearme a ver, reclamándome cosas de los pagos con un tono de molestia. Su falta de educación me tomó por sorpresa ya que no recuerdo haberle invitado a pasar, qué sin vergüenza pensé. De pronto noté que enmudeció y su cara se tornó roja, fue entonces cuando reaccioné: no me había vestido ni puesto nada encima. La musculosa obviamente no me tapaba nada, mis pechos se marcaban y mis pezones sobresalían como aguijones apuntando a sus ojos. De tanto calor que hacía yo sudaba y para colmo me panty se notaba húmeda ya saben ustedes por qué.
Pasaron unos pocos segundos y Don Jacinto parpadeó un par de veces, se sentó en el sofá y enseguida comenzó nuevamente con los reclamos. Qué tipo aquel, no le importó que estuviera casi desnuda ante sus ojos, cualquier caballero se hubiera apenado y ofrecido a regresar más tarde o algo así. Por si fuera poco, para rematar la situación de por sí embarazosa e incómoda, había olvidado apagar el computador y aún reproducía videos porno. ¡Maldición! pensé al momento que salté hasta donde el computador para apagarlo.
No sirvió de mucho mi reacción ya que el tipo alcanzó a distinguir perfectamente lo que ocurría en la pantalla del computador. Disimuló un poco el incidente y continuó diciéndome sobre lo atrasado que estábamos con la renta, que ya nos había dado varios avisos y bla bla bla. Por esa época teníamos problemas económicos por lo que comenzó a rondar en mi cabeza la idea de ayudar a resolver la situación.
Ahí estaba sentado Don Jacinto: un señor con 60 años encima, pelo gris, esbelto, ojos color avellana con mirada penetrante, de tez clara, su cuerpo conservaba buena forma, me recordaba un poco al actor Clint Eastwood solo que más bajo de estatura. Siempre solía andar muy arreglado, bien afeitado, con su ropa impecable y zapatos bien lustrados, muy presentable y conservado para su edad. No paraba de babear por mí, me miraba de arriba abajo mientras yo solo pensaba qué decirle.
-Entiendo su molestia Don Jacinto. Mire, mi esposo anda de viaje y no tengo plata ahora mismo, así que haga de mi lo que quiera con tal de aminorar la deuda – le dije valientemente y sin titubear.
Me arriesgué de esa manera porque sabía que el viejo es todo un moralista-recatado-intachable, solo buscaba enfadarlo un poco para que con alguna excusa cediera a darnos más tiempo para ponernos al corriente. Parece que mi plan iba bien ya que se negó rotundamente argumentando al instante sobre su fidelidad, su esposa, sus principios, el matrimonio y esas cosas. Me echó en cara la clase de mujer que era yo por proponerle semejante barbaridad a lo que respondí colocando una mano sobre su pantalón justo encima de su verga y ohhh se sentía dura. Se puso algo nervioso cuando le estaba sobando así aunque no dejaba de decirme que no quería nada conmigo, que era inmoral, que lo ofendía, etc. Muy hablador resultó ese señor pero no se iba de la casa, si en verdad lo ofendía yo tanto debió de haber salido de inmediato.
Continúe frotándolo, le desabroché el cinturón, le baje el cierre, metí mi mano dentro de su calzoncillo y de pronto el sujeto tartamudeaba. ¡Estaba empalmado el muy fiel y puritano Don Jacinto! Desde tiempo atrás supe que ese maduro me tenía ganas pues lo pillé muchas veces mirándome el trasero al topármelo en planta baja donde tiene su apartamento y ahora estaba en mi sofá con mi mano en su polla, que para sus años la tenía más tiesa de lo que esperaba.
De pronto se sacó toda la verga por fuera del calzoncillo y de un movimiento rápido me jaló con fuerza del cabello hasta poner mi boca en su verga. No cabe duda que todos los hombres son iguales, este viejo cayó en mi juego. Le comencé a dar una chupada para que nunca se olvidara de ese momento, por cierto tremendo pito se cargaba este veterano, así que le puse mucho empeño, también creo que la mezcla de alcohol y deseo que llevaba dentro de mi esa tarde ayudó a que me entregara así. Ese Don Jacinto disfrutaba plácidamente con mis lamidas, me sostenía la cabeza con fuerza metiendo su polla en mi boca, parecía desesperado y seguro lo estaba. Supongo que hacía tiempo nadie se la comía así, él estaba aprovechando el momento al máximo.
Después de un buen rato de estarle chupando el pito me levantó e hizo que me inclinase sobre el descansabrazo sillón. Al parecer no era suficiente con haberme hecho mamar su tranca, el desgraciado me hizo a un lado la tanga y me metió la vergota al coñito. Por suerte yo seguía lubricada aún por lo que su embestida no me lastimó. Se puso como loco, me metía y sacaba la verga una y otra vez, con una mano me apretaba la cadera y con la otra me azotaba a su antojo, no les mentir, aquello estaba delicioso.
De pronto paró sus movimientos, se salió de mí y se puso besarme las nalgas y lamerme el coño. Me metía la lengua y también uno de sus dedos, lo estaba haciendo bien el Don. Luego de rato me acomodó ahora recostada sobre mi espalda a lo largo del sillón giró y levantó mis piernas para continuar lamiendo mi cosita como si fuese un manjar.
Me lamía de arriba abajo, chupaba el clítoris y ya tenía dos dedos que taladraban mi vagina a gran velocidad. Su plan era hacerme venir y lo consiguió al cabo de unos cuantos minutos. Cuando yo estaba en pleno orgasmo volvió a ensartarme con su pene y frotarlo muy rápido dentro de mi, metía y sacaba rápidamente su palo prolongando así mi orgasmo por más tiempo. En eso comenzó a follarme con más fuerza, jalaba mi cuerpo hacia él y me sacudía fuertemente. Finalmente sacó su verga de mi coñito y explotó encima de mi vientre con chorros espesos y muy viscosos.
Yo aun recuperándome del orgasmo me quedé quieta viendo cómo se puso de pie y se arreglaba la ropa en su lugar. Sin voltear a verme me dijo que me perdonaba un mes de renta.
-¿Solo un mes? – respingué muy enfadada.
- Claro que solo un mes. ¿Qué querías? – me contestó y añadió enseguida - Me sedujiste tanto que tuve que ceder por caridad, velo como una ayuda que te doy. Qué pena por tu marido, seguro que no sabe la de puta que tiene como esposa-. Sacó un pañuelo de su bolsillo para limpiar su verga flácida antes de guardarla de nuevo dentro de su calzoncillo, subió su cremallera y salió del departamento sin decir más.
Al cabo de un rato reflexioné sobre lo sucedido. El saldo fue: un mes menos de renta de qué preocuparse y un delicioso orgasmo. Creo que no estuvo nada mal para un sábado por la tarde. Por supuesto que cuando mi hombre regreso del viaje cogimos como unos adolescentes por varios días, ya me hacía falta una buena ración de su pija. Mi marido se puso al corriente con los pagos de la renta y se extrañó que el viejo tacaño de Jaci (jajajaja ahora le digo así de cariño) le rebajara un mes de renta. Hasta el día de hoy nunca le mencioné lo acontecido.
No duden en enviarme sus comentarios.
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