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Categoría: Confesiones

Atrapado caliente

La calentura a la que me tenía sometido aquella exuberante y hermosísima amiga del cole, era cosa ya... ¡monstruosa!



Ella lo sabía y vivía haciendo todo lo posible para aumentar aquel estado en mí, y esa cosa perversa en ella, era lo que más me encendía en calentura sexual mezclada con cierta rabia también, y todo ese combo en mí generado, a ella más placer le causaba. Yo... ¡hervía!



Todo aquello iba engendrando una verdadera maraña entre erótica y desesperantemente ardiente en todo mi ser, y al así saberlo ella, su goce era indisimuladamente para mí, desesperante.



Cierta mañana debí concurrir hasta su casa para preparar juntos un trabajo escolar, y estando ella sola pues sus padres regresarían como de costumbre al mediodía con la rigurosa puntualidad de siempre, mientras la veía hacerme todo tipo de sensuales provocaciones para más y más encenderme en calenturas como tanto le gustaba, decidí poner fin a todo ése su atropello, lanzándome sobre ella para allí mismo... ¡VIOLARLA!



-"Basta puta conchuda de mierda me las vas a pagar todas juntas culona piernuda calienta-pollas!" Le gritaba mientras caíamos abrazados en candente lucha cuerpo a cuerpo, y la muy cerda se largaba las carcajadas defendiéndose, y presentándome una batalla verdaderamente para mí... ¡difícil!



Rodábamos por el piso de su alfombrado dormitorio amplio y hermosísimo, y mi cuerpo bastante inferior en peso y fuerzas que el de ella, había pronto quedado bajo su pesada corpulencia, sin poder de ella zafarme y desesperadamente, debía soportar yo las sonoras burlas de sus risas y dichos burlándose de mi situación en la lucha que sosteníamos.



Sin poder yo evitarlo, comenzaba ella a desnudarme quitándome con fuerza incontenible una a una mis prendas, hasta el punto de dejarme completamente desnudo, y sin poder tampoco yo evitarlo y debiendo soportar sus carcajadas, ahora... comenzaba a amarrar mis manos detrás de mi espalda, con unas medias de ella que estaban ahí al alcance de su mano sobre el piso tiradas, y que, para aumentar la humillación, antes de amarrarme, me las hizo oler un buen rato estando esas medias sudadas y olorosas. ¡Cómo reía ella al eso hacerme!



Ya amarrado yo con mis manos atadas detrás, colocó ella una de sus enormes piernotas entre mis brazos apresándome contra el piso quedando ella con sus dos manos completamente libres para hacerme lo que quisiera hacerme, y conmigo pataleando en desesperación inútil, comenzó a torturarme sutilmente con cosquillitas atroces deslizándome sus dedos por toda mi electrizada desnudez indefensa.



Sus diez dedos recorrían cosquilleantemente por todo mi pecho, brazos, piernas, vientre, bajo vientre... y... sí: por mis huevos y verga ya a ese momento como inmensas masas desesperadamente excitadas, y al entrar en contacto sus dedos con mis indefensas genitalidades, comencé a soltar verdaderos alaridos de desesperación atroz mientras de ella, estallaban las más sonoras carcajadas disfrutando mi locura naciente.



Sus sornas ocurrentes parecían no tener límites ni fin, y me torturaba cosquilleantemente comenzando a masturbarme con sadismo cosquilleante atroz.



Los orgasmos comenzaron a invadir mi ser entero en avalanchas enloquecedoras, y por mi verga empezaban a saltar los más insólitos chorros de un semen que parecía como increíble emanación de una crema despampanantemente abundante, producto de las calenturas acumuladas que aquella muchacha había enquistado lujuriosamente en mí, mas todo aquel aditivo de ese momento así dado.



La muy sádica gozaba así haciéndome sin soltarme, y yo pataleaba inútilmente sin lograr otra cosa que aumentar mi desesperación, y la mayor dicha en ella.



Adicionado humillaciones sabía ella acomodar una de sus piernas acomodando una de sus descalzas plantas sobre mi cara para hacerme lamer así su pie, mientras debía yo eso cumplir, o recibiría la tortura de apretarme ella los huevos. Yo... lamía... lamía... y lamía.



Ella... reía...  reía... y reía.



Así me tenía dejando que transcurriese el tiempo así haciéndome todo cuanto hacerme ahí quisiera, y yo enloquecía en desesperación impotente, y sintiendo cómo ella hacía una y otra vez estallar mis orgasmos que descargaban mi leche entre sus carcajadas triunfales.



Mis pataleos eran la más ridícula acción que más aún a ella le provocaban placer, y jugando a su antojo con mis huevos y mi verga, así me tenía en aquella ultrajante sesión que sólo culminaría, cuando llegara la hora de que arribasen sus padres, y ahí debería ella soltarme.



Yo, resignado pues a esa suerte, no veía la hora, de que el mediodía llegase.



Había un reloj sobre la pared que tanto yo como ella mirábamos, y ella reía jugando con el tiempo que podía seguir así disfrutándome, y torturándome también con eso.



De pronto, siendo ya la hora 11.55... llegan unas amigas que tocan el timbre y que sabiendo mi captora que de ellas se trataba, las llama a gritos para que entren, y éstas entran, y... lo ven todo y en un minuto les cuenta lo que había pasado riendo todas a las carcajadas, y sabiendo lo de la llegada de sus padres y que debía por tal motivo soltarme, las muy cerdas rápidamente le plantean la idea de llevarme en la camioneta de ellas hasta una finca abandonada donde podría prolongar indefinidamente mi cautiverio y su libertad total para cualquier cosa allá poder hacerme, y cuando eso escuché quedé como poseído por una desesperación inenarrable, al tiempo que veía la cara de mi captora dirigiéndome la más burlona de las morisquetas, al tiempo que alzaba sus brazos en triunfal placer.



Con rapidez insólita todas comienzan a actuar para sacarme de allí antes de la hora 12.00, y mientras una de ellas corría para ingresar la camioneta hasta el garaje y otras ayudaban a cargarme arrastrándome a la fuerza hasta el garaje llevándome, yo gritaba pidiendo socorro entre sus cochinas risas y el hacer rápido y eficaz al extremo logrando entrarme a la camioneta que ya ponían en marcha sacándome con ellas atrapado y saliendo conmigo en marcha veloz, mientras, desde la esquina, yo veía cómo los padres iban arribando y todas ellas rompían en un tronar de las carcajadas más cochinas.



¡Zuuuuummm! volaba ya esa camioneta, donde yo... marchaba derechito a un cautiverio donde mi amiga... iría a divertirse bien a sus anchas con mi calentura de bestia. (Continuará).


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