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La relación con mis suegros fue muy buena desde que los conocí cuando empecé el noviazgo con Ana María, hoy mi esposa, hace quince años
Francisco y Betina, mejor conocidos como Pancho y Tina llevan 30 años de casados. Él tiene 60 años y es un ejecutivo exitoso de una multinacional que tiene a su cargo varias empresas en Latinoamérica. Tina es abogada aunque dejó de ejercer la profesión a cuando nació Ana María, su única hija.
Yo soy Juan Carlos y tengo 32 años. Nos casamos con mi esposa hace seis años y tenemos dos hijos varones de cinco y tres años. Como se dice comúnmente, somos un matrimonio feliz. Mi esposa es una mujer rubia de ojos celestes muy bella, atributos heredados de su madre. Ésta, lleva más que dignamente sus 56 años de edad pues quien la viera seguramente le daría muchos pero muchos años menos debido al cuidado que le presta a su cuerpo con sesiones diarias de gimnasia y running. Desde el primer día que la vi me gustó mucho y generó en mí un deseo sexual que se mantuvo vivo durante todo este tiempo. Es una mujer de unos 1.70 de estatura y un peso que no sobrepasa los 60 kilos que están bien distribuidos. No luce grandes senos y su mejor cualidad física es un culo redondo, curvado y bien sostenido, que despierta los peores instintos. Según fui informado por mi mujer hacía poco había dejado atrás la menopausia manteniendo la lozanía de sus años mozos.
Como decía, la relación es muy estrecha y cariñosa, donde no faltaban las caricias y las conversaciones subidas de tono y siempre con doble intención. Las caricias a veces tomaban el sesgo de toqueteos físicos. No era raro palmadas en el culo de mi suegra por mi parte, como miradas insinuantes de la suya y besos sugerentes. Estaba subyacente una atracción física que yo claramente tenía de ella y que pensaba que era recíproco. Como se verá más adelante, no me había equivocado.
Este año, llegado el verano, Pancho alquiló una amplia casa sobre la playa para pasar un mes de descanso con toda la familia. Compartíamos playa y actividades, aunque el más proactivo era Pancho que desde las primeras horas de la mañana estaba en movimiento, razón por la cual al llegar la noche y después de cenar era el primer candidato para ir al lecho.
Pasábamos buena parte del día en la playa para disfrutar del sol y el mar. Allí Tina lucía su espectacular cuerpo exhibiendo su colección de bikinis. Viéndola con esas prendas tan diminutas se me iban los ojos y ella, sabedora de mis miradas, se sonreía complacida.
Una de esas noches, después de cenar, nos pusimos a ver TV. A medida que trascurrían los minutos se fueron produciendo bajas en los espectadores. Primero Ana María y los niños, luego Pancho. Quedamos mi suegra y yo sentados en un sofá mirando una película de terror. A medida que trascurrían las escenas escabrosas Tina se fue acercando a mí simulando que la afectaban. Ya estábamos uno junto al otro cuando se produjo una escena imprevista de mucha violencia. Mi suegra se arrimó muy pegada y puso una mano apretándome un muslo. Yo respondí pasando mi brazo sobre su hombro apretándola junto a mi cuerpo. Así estábamos cuando su mano comenzó a subir por mi muslo y se posó sobre mi paquete, el cual ante tamaño desafío rápidamente comenzó a empinarse. La situación, totalmente inesperada, obviamente me tomó por sorpresa pero no me amilané y con mi otra mano la apoyé sobre su muslo y empecé a deslizarla hacia su entrepierna.
Nos miramos sin decir palabra alguna y juntamos los labios en un beso que derivó en un encuentro lingual de tono subido. Ella empezó a correr la cremallera de mi pantalón buscando liberar mi verga y yo, por mi parte, ubicado con mi mano sobre su vulva alcancé a meter un par de dedos en el interior de su vagina. Nos encontrábamos totalmente ensimismados y excitados cuando escuchamos pasos en la escalera que baja de los dormitorios. Más rápido que corriendo suspendimos el toqueteo y nos separamos. El que bajaba era Pancho en busca de un vaso de agua para tomar una aspirina porque, según dijo, le dolía la cabeza.
Yo lo quería matar por habernos interrumpido y más aún cuando Tina se levantó y dándome las buenas noches marchó con Pancho a la cama. Me quedé de una piedra y con una erección de los demonios que tuve que calmar con una tremenda paja que me tuve que hacer en el baño. Realmente no entendí la actitud de mi suegra. Tal vez la presencia del marido la hizo arrepentirse. Me fui a dormir, y me costó bastante.
A la mañana siguiente esperaba verla para observar que actitud tenía. Cuando nos encontramos nos dimos el tradicional besos de los buenos días sin otro condimento. Sin embargo, luego, cuando cruzamos miradas me hizo un guiño cómplice. Y cuando tuvimos la ocasión de quedarnos solos me dijo al oído…lastima lo de anoche, no?...que inoportuno Pancho, habrá que esperar otra ocasión…
Estas palabras y el fugaz beso en los labios que me dio, los recibí como un regalo de la providencia. Había futuro, solo tendríamos que esperar el momento. Momento que lamentablemente no llegó en el resto de las vacaciones.
Regresados a la ciudad, no había pasado una semana cuando Tina me llama al celular anunciándome que Pancho se iba de viaje esa noche por unos días y me invitaba a visitarla al día siguiente por la tarde.
… Me imagino que vendrás, no?
… Qué duda cabe Tina, solo que tengo que arreglar como zafar de la oficina.
… Pero vas a venir verdad?
… Ni loco me lo pierdo. Cuando haga los arreglos de mi agenda te llamo y te confirmo la hora en que llegaré,
No resultó difícil hacer los arreglos. Para cubrirme llamé a Ana María y le dije que tenía una cita de trabajo por fuera de la oficina y que llegaría tarde. Previo aviso telefónico a Tina, daban las cuatro y media cuando llamaba al portero eléctrico de su departamento. Por fortuna, como era la hora de la siesta no me crucé con nadie.
Llegué a su piso y encontré la puerta abierta. Crucé el umbral y allí estaba ella esperándome luciendo un vestido largo y trasparente que permitía ver con toda nitidez sus prendas interiores. Cerrada la puerta con llave nos entrelazamos en un fuerte abrazo y donde además las bocas volvieron a encontrarse en un beso de lengua interminable. Así besándonos nos dejamos caer en un sofá que estaba en el hall y las manos rápidamente comenzaron a las caricias en las zonas erógenas. Mientras Tina me apretaba la verga sobre el pantalón, yo levanté su vestido y metí una mano en su entrepierna y la otra debajo de su corpiño.
En cierto momento dejamos de besarnos para tomar aire, situación que mi suegra aprovechó para levantarse, tomarme de la mano y llevarme al dormitorio. Era un sitio muy amplio donde en medio del mismo estaba la cama King prolijamente preparada con sábanas de color rosado. Nos enfrentamos cara a cara mirándonos con pasión…al fin lo logramos… dijo Tina, y agregó…desde el día en que casi nos sorprende Pancho moría por vivir este momento.
… No sabes cómo quedé aquella noche. Me sentí como un niño despojado de lo que más deseaba.
… Hace tiempo que siento atracción por ti. No es de ahora. Respondió.
… Igual me pasó a mí. Creo que desde el día que te conocí me has gustado mucho. Ahora me parece un sueño esto que estamos viviendo y quiero que dure el mayor tiempo posible.
… Si no portamos bien y cuidamos nuestros encuentros y sentimientos, esto será para largo. Pero basta de charla y entreguémonos al amor, dijo poniendo fin a la charla.
Mientras yo le iba quitando el vestido muy lentamente, ella desabrochaba mi camisa y el pantalón. Luego tocó el turno de las prendas interiores. Nuestras ropas liberadas cayeron al suelo y allí quedaron. Allí estaba mi anhelada suegra con quien había soñado tanto y causante de varías masturbaciones imaginando ese momento. Miraba su cuerpo y sentía que el destino me había hecho el tremendo regalo de poder gozarlo. Era la perfección en mujer. Su hermoso rostro sonriente con sus ojos azules y ansiosos fue el comienzo de un recorrido visual para admirar su perfecto cuerpo. Veía sus senos medianos pero erectos y con unos pezones oscuros rodeados de una areola rosada. Y su culo, ay su culo, simplemente un poema. Redondo como un durazno y bien erguido. Definitivamente, una diosa. Al ver esa poesía en forma de mujer, me hice el propósito de hacerla gozar al máximo.
Echados en el lecho abrazados seguimos con los besos mientras que las cuatro manos comenzaron a buscar los sitios placenteros. En eso estábamos cuando le dije…Tina, ahora quiero tratar de hacerte la mujer más feliz de la tierra. Te voy a comer entera…Y dando acción a las palabras, me desplacé hacia sus pies. Los tomé entre mis manos y comencé a besarlos, luego lamerlos y finalmente chupar sus dedos. Mis juegos bucales pasaron luego a sus piernas. Me acompañaba en la tarea un suave perfume que brotaba de su piel y que me encendía más. El trayecto desde sus tobillos hasta las rodillas fue una sucesión de besos y lamidas. Abrí sus muslos para seguir mi recorrido ascendente y mis ojos se regocijaron al ver bien de cerca esa hermosa panocha presentada con sus espesos vellos prolijamente recortados dándole marco a una vulva que se apreciaba apetecible y a la cual le daría especial atención más adelante.
Mientras yo me deslizaba sobre ese hermoso cuerpo, Tina trataba de acariciar mi cabeza al tiempo que hacía me oír profundos suspiros y algunos gemidos dándome la pauta que mis caricias eran bien recibidas. Supongo que ella esperaba un ataque a su entrepierna, pero para dar suspenso al juego seguí de largo hacia su vientre, siempre besando, lamiendo y en ocasiones chupando. En ese recorrido descubrí que su ombligo era extremadamente erógeno, pues al hundir mi lengua allí, escapó de su boca un profundo gemido, su cuerpo se arqueó y clavó sus uñas en mi cuello.
Cuando llegué a sus turgentes senos, Tina ya estaba en una nube, solo se oían su respiración lenta y profunda y palabras incentivando mi tarea. Sus pezones estaban duros y reclamaban mi boca. Me prendí a ellos con furia para morderlos con los labios y lamerlos, en una ininterrumpida faena yendo de uno a otro. Con mis manos acariciaba sus redondeces y los magreaba. Verdaderamente eran una delicia que invitaban a mamarlos eternamente. Después de unos minutos de pleno goce seguí mi ruta de placer. Cuello, cara y orejas recibieron mi atención, con una nueva revelación. El interior de su oreja al recibir el puntillazo de mi lengua volvió a marcar otra zona erógena de mi suegra.
Le pedí que se pusiera boca abajo para darle a su parte posterior el mismo tratamiento. Cuando lo hizo quedé alucinado mirando su culo. Era la perfección. Estaba claro que el paso de los años no le había hecho mella. Era de una belleza total, mejor de lo que yo había imaginado. Obsesionado con tenerlo en mis manos y a disposición de mi boca y lengua, recorrí muy rápido su espalda y no me preocupé por sus piernas. Ese trasero era mi ilusión y allí lo tenía frente a mis ojos esperando mi ataque. Éste no tardó en llegar. No dejé ni un milímetro sin besar, lamer y darle suaves mordiscos. Abrí sus cachetes y quedé absorto mirando esa belleza. Acerqué mi cara y el perfume que destilaban su ano y la vulva eran embriagadores. De inmediato recorrí su perineo con la lengua en repetidas ocasiones sin llegar a la vagina. Besé con pasión y chupé su esfínter apretado, y latiendo al recibir mis caricias. Fue un infinito placer.
Tina se mantenía quieta y me dejaba hacer mi trabajo, manifestando su complacencia con sus puños apretados y su respiración agitada. Estaba totalmente ensimismada gozando como nunca. Volví a ponerla de espaldas y entonces sí me dediqué a gozar de su coño. Mirándola a los ojos, le dije…Es algo maravilloso. Voy tratar de que ambos gocemos profundamente, si algo no te gusta, avísame…me respondió…Estoy viviendo un sueño del que no quiero despertar. Eres dueño de mi cuerpo…
Coloqué una almohada bajo su cintura para tener un mejor ángulo. Abrí sus piernas, aspiré el olor a hembra en celo que manaba de su empapada grieta y hundí mi cara en esa raja tan ansiada. Como dije, el marco que la rodeaba era de un pelambre enrulado y suave que hube de apartar para hallar sus delgados labios interiores. Separados éstos, asomó el interior de su vagina, de un rosa pálido y muy lubricado. Seguí hurgando con mis manos y llegué al vértice superior y descubrí algo que me alucinó, un clítoris fabuloso. Tenía el tamaño de un poroto grande y estaba de un color rojo intenso. Juro que nunca había visto una maravilla como esa.
Mi gran pasión en el sexo es comer panochas. El hecho de que frente a mí tuviera esa belleza y que además fuera de mi suegra, encendió todas mis pasiones. Volví a gozar aspirando el perfume que emanaba de su sexo y hundí mi cara para darle besos en todas partes para luego liberar mi lengua que con intensidad se ocupó de hurgar por todos los rincones, arriba y abajo, derecha e izquierda, para terminar de abrirse camino en el conducto vaginal. Una y cien veces repetí la labor añadiendo lamidas y besos. Tina, además de tomarme una de mis manos para apretarla e hincar sus uñas, no dejaba de gemir profundamente y regalarme sus abundantes jugos, que yo degustaba con placer. Aún no había atacado su clítoris, cuando lo hice con mis labios para chuparlo y acariciarlo con la lengua, mi suegra tensando su cuerpo y con un grito ahogado, explotó con un orgasmo profundo e intenso.
Permaneció unos minutos con los ojos y boca cerrados mientras lentamente recuperaba la respiración. Recobrados sus sentidos me miró a los ojos y dijo…
… Creí que me moría del placer. Nunca me hicieron gozar tanto. Esa lengua tuya es un arma letal.
… Escuchar que has gozado con mis caricias me hace bien.
… En verdad que disfruté mucho. Pero, creo que estoy en deuda contigo. Mirá como tienes esa verga ¡Parece que va a explotar apuntando al techo.
… Creo que está esperando algo de ti.
… Pues entonces ahí voy.
Me tomó de un brazo y me acostó. Con una mano se prendió a mi falo y con la otra a mis testículos para iniciar una mamada que resultó formidable. Mientras lamía toda la extensión de mi miembro, con su mano me hacía una suave masturbación que poco a poco me estaba llevando al punto crítico. Su boca se hizo cargo de mi glande para lamerlo primero y chuparlo luego. Su saliva, abundante por cierto, se derramaba por todo lo largo de mi verga. No fue la mejor mamada de mi vida, de hecho su hija lo hacía mucho mejor, pero el empeño que ponía colmaba mis deseos, tanto así que estando a punto de derramarme en su boca, le pedí que se detuviera.
… Porque me detuviste? No te gustó?
… Muchísimo Tina, pero estuve a punto de llenarte la boca con mi semen.
… Y porque no?
… Porque me gustaría acabar en tu cuquita.
… Pues entonces no te demores porque estoy loca de ansiedad por sentirte dentro de mí.
Quería penetrarla mirando su cara, así que le pedí que se pusiera de espalda y levantara las piernas colocándolas sobre mis hombros. Ayudándome con una mano atiné a la entrada vaginal y muy lentamente fui penetrándola. Era toda una ceremonia avanzar milímetro a milímetro en esa cavidad que me recibió muy lubricada por sus flujos. A medida que avanzaba nos mirábamos y ambos podíamos ver en el otro el tremendo placer y goce de la situación. Tomó mis brazos con sus manos y comenzó a mover su pelvis pidiendo que la penetración fuera más rápida y profunda. Le di con el gusto y aceleré mis embestidas cada vez con más intensidad hasta que sentí llegar mi orgasmo y se lo anuncié. Fue un instante mágico porque ella también llegó al éxtasis en el mismo momento. Fueron varias las descargas que inundaron su vagina. Las recibió entre profundos suspiros y gritos ahogados al tiempo que con sus músculos vaginales apretaba mi pene como para exprimirlo, proporcionándome un goce adicional. Fue un polvo intenso y formidable para atesorar en los recuerdos.
Ambos quedamos exhaustos después de esa entrega total. Se imponía un rato de paz y descanso para recuperar energías. De espaldas y tomados de la mano cada uno parecía meditar sobre la situación. Por lo que a mí se refiere, no me cansaba de agradecer al destino haber satisfecho mis ilusiones. Siempre me había gustado mi suegra y allí la tenía a mi lado después de haberle comido la panocha y haberla hecho mía sexualmente.
Tardamos en recuperarnos pero cuando lo hicimos volvimos a las caricias y franeleo que poco a poco volvieron a encendernos. Yo seguía obsesionado con su cola y la acariciaba con ambas manos. Besaba y lamía esa turgente porción de carne con la mala intención de penetrarla, pero no me animaba a pedirlo. Tina se dio cuenta de mi pasión y me preguntó… te gusta mi cola? Hace rato que te la pasas dándole todas tus caricias… acaso quieres algo más?... esto último lo dijo mirándome con una sonrisa pícara.
… Ya te lo dije, creo, que tu cola fue y es mi obsesión. Nunca he visto algo tan perfecto y apetecible.
… Supongo que estarás pensando en hacerlo por ahí, verdad?
… A ti no se escapa nada. Por supuesto estaba pensando eso.
… Y que me dijeras si te lo doy?
… Terminaría de llegar al paraíso. Sería cumplir con un sueño.
… Lo único que te pido es que no me hagas doler. Es una experiencia nueva para mí y tendrás el privilegio de ser el primero.
… Entonces mi dicha está completa.
Con la anuencia de su propietaria el culo más hermoso que yo he visto estaba a mi disposición. Lo besé y lo sometí nuevamente a lamidas durante un rato. Lo tenía frente a mi cara y no dejaba de regocijarme. Con los jugos vaginales de mi suegra unté mis dedos y uno a uno fui introduciéndolos en su ojete. Primero el mayor, luego el anular y finalmente el índice. Moviéndolos suavemente logré distender el esfínter de Tina, que a todo esto estaba tensa y expectante dejándome actuar. Todo estaba listo para la acometida final y se lo hice saber
… Mi amor, te vuelvo a pedir que lo hagas sin causarme dolor.
… Te prometo que no te va a doler, por el contrario vas a disfrutar muchísimo.
… Confío en ti.
Nuevamente usé los jugos que derramaba su vagina para untar su ano y mi picha, y le pedí que se pusiera en posición perrito con sus codos apoyados sobre la cama. La visión de ese culo me puso a mil y mi verga estaba dura como una estaca. Abrí sus cachetes, tomé mi falo con una mano y lo apoyé en el agujero. Como había hecho un buen trabajo previo el glande entró sin mucho esfuerzo ni dolor. Mi suegra suspiraba profundamente. Venciendo mi ansiedad por entrar a fondo, fui penetrando de a poco tratando que el conducto anal se habituara al intruso. Mis manos en sus caderas me ayudaban en la faena. Tardé un poco pero al final llegué a mi objetivo. Mi pelvis tocaba sus nalgas.
… Algún dolor Tina?
… No papi, todo bien hasta ahora. Siento tu estaca llenándome toda.
… Voy a empezar a moverme ya que no te duele.
… Despacio por favor
Y así lo hice. Pausadamente fui metiendo y sacando mi verga logrando velocidad de a poco. Mete y saca decenas de veces, ahora alentado por Tina que superado el miedo inicial empezaba a gozar.
… Más fuerte Juan Carlos, más fuerte que estoy gozando mucho.
… Si, si, si, suegrita, esto es fabuloso.
… Creo que me voy a venir. Lo siento
… Y yo. No puedo aguantar máaaaaas.
Y largué todo la leche que aún tenía. Exploté de placer en otro polvo sensacional. Con mi falo dentro de su recto me dejé caer sobre Tina besando su cara, cuello, y espalda. Era la forma de agradecerle que me hubiera brindado su retaguardia para saciar mi deseo. Realmente me sentía satisfecho y mi ego estaba por las nubes.
Fue una tarde excepcional y no teníamos ganas que el encuentro finalizara. Nos seguimos abrazando y besando en la cama y en la ducha adonde fuimos a bañarnos juntos. Durante el baño todavía nos dimos tiempo para seguir dándonos placer con sendas mamadas a su panocha y a mi verga, ocasión propicia para que mi suegra Tina pudiera beber las pocas gotas de esperma que pude acabar en su boca. Me confesó que le agradó mucho..
Lamentablemente llegó el momento de la partida. Ya era de noche cuando me retiré de su departamento, no sin antes besarnos apasionadamente. Parecíamos dos jovencitos despidiéndose de su primera cita amorosa.
Juramos que esa pasión debería tener continuidad y así lo hicimos.Tal vez me anime a contar en otro relato.
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