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Nos conocimos cuando Gustavo, la pareja de mi madre debió ser internado de urgencia por un severo traumatismo producto de un accidente de tránsito, por tal motivo también asistió Sonia, la hija del señor.
Esos fueron los antecedentes previos, luego resolvimos quedarnos esos en la casa de mi madre, esa noche la cerveza y la atracción de sus portentosas tetas fueron los condicionantes que vencieron todas las prevenciones éticas, los “hermanitos” tuvimos un desahogo emocional, el eufemismo de ella para convencerme de que el sexo fue lo mejor que nos pudo haber pasado. Luego la dinámica de las emociones fue cumpliendo sus etapas, en esta última noche tuvimos un apoteótico y delicioso sexo anal, completando con ello la coronación de la última casilla del juego de pasión, la noche previa a la despedida con un final a toda orquesta.
Aquí pensamos que había concluido esta historia prohibida de sexo incestuoso entre los “hermanitos” pero nunca está dicha la última palabra, tampoco en esta historia, que como podrán apreciar el final de ese finde glorioso dio inicio a esta última parte, bueno hasta el momento, de nuestra historia.
Sonia no es una mujer muy bonita, algo gordita, solo un poco, alta, culo discreto y respingón, pero a los veintiséis años todas las mujeres son bonitas y si tiene ese par de tetotas súper voluptuosas no queda tiempo para mirarla de otro modo que no sea con el deseo a flor de piel. Tuvimos sexo del mejor, aunque nos quedó una asignatura pendiente: venirme dentro de su vagina, el motivo fue que no me agrada usar forro (condón) y como ella estaba en sus días fértiles y no tenía sexo desde hacía un par de meses no podíamos correr ese riesgo de dejarla embarazada.
Ella estaba en abstinencia por un poco más de dos meses porque su esposo se había sometido a una intervención quirúrgica para corregir una defecto testicular que creen es el motivo de su esterilidad.
Pasado el tiempo de veda sexual, las relaciones sexuales no dieron el menor resultado, la ansiedad, sobre todo del hombre por conseguir embazarla transmitían solo obtenían mermar el autoestima en él y generar estrés en ella. Los médicos de la zona aconsejaban que ella asista a una clínica de fertilidad para proceder a una estimulación ovárica.
Por ese motivo al poco tiempo de evaluar esa alternativa se contactó conmigo para contarme estas novedades, ofreciéndome a conseguir la dirección de un médico amigo que tiene relación con una clínica dedicada a fertilidad. Ese no era todo el motivo, sino la introducción, pues a continuación de eso me dice que ahora viene el gran favor a pedirme:
- Me resulta complicado, por eso voy a dejar que me ayudes. Recuerdas ese fin de semana el año pasado cuando fui a la ciudad por la internación de mi padre? Bueno ahora tendrías ganas de repetirlo cuando vaya para el tratamiento? – Claro, estaría encantado, sí, si.
- Bueno, también tengo ganas de repetirlo, y te gustaría hacerlo completo?
- Sí, pero no entiendo…
- Sí que estás siendo algo lento, no quieres entenderme…
- No comprendo del todo. Lo habíamos hecho todo y súper bien.
- Bueno… no todo todo.
- Sigo sin entender
- No hicimos todo, todo no, te falto venirte dentro mío. Recuerdas?
- Ah, bueno, eso fue tan solo un detalle…
- Bueno ese “detalle” es el “quid•” de la cuestión. Necesito que te vengas dentro de mí. Lo de la estimulación fue la receta médica, pero por razones económicas y sobre todo razones personales, me gustaría, y mucho, que esa “estimulación” la hicieras tú, y la inseminación fuera la sabrosa lechita de mi “hermanito”. Entendiste ahora?
- Hmm, totalmente.
Me pareció entenderla de una, pero aun así creía que no era posible, por eso dudaba, la confirmación era una alegría y un compromiso. Sentía muchas ganas de disfrutarla, pero luego sentía que podría dejarme muchas dudas, de todos modos acepté en “hacerle el favor” tener sexo para preñarla.
Durante ese mes busqué la forma de cuidarme más de la cuenta, de comer muchos tomates, los naturistas dicen que son la fruta del amor, porque contiene una cantidad de aminoácidos esenciales que pueden contribuir a aumentar el volumen de esperma y mejora el sabor, bueno para cuando se lo trague.
Acordamos el tiempo de su estadía en mi ciudad para intentar cargarla de mi semilla.
Como seguía en una situación de impasse matrimonial disponía de comodidad para darle vivienda y tiempo para atención sexual. Durante todo el tiempo estuvo calentándome, envío persistente de fotos y videos de ella en las posturas más atrevidas, sobre todo ofreciéndome el agasajo de sus tetotas, que bien sabe son la parte de ella que turba mi razón y me pone muy loquito.
Tanto anticiparse me había hecho dependiente de esperar esas selfies con las poses más obscenas.
Pero al fin llego el día señalado, pase a buscarla a la estación de tren, se bajó discretamente vestida, una falda como de señora profesional, larga hasta la rodilla, una blusa que disimulaba sus voluminosas tetas que me tienen tan loquito.
Pero todo era nada más que un camuflaje, una forma de engañar a los sentidos, durante el viaje fue me contó de ella y de su vida familiar, aunque en el trayecto fue quitándose las prendas íntimas, primeo fue el soutién que no sé de qué arte de magia se valió para deshacerse de él sin quitarse la blusa, lo sacó por una manga balanceándolo como trofeo, la tanga fue mucho más fácil, subirse la falda hasta la cintura dejando que viera la mata de vellos negros enrulados al quitársela del todo y quedarse así con la falda bien arriba jugando a provocarme y ser mirada por los autos que circulan en la calle.
Estos gestos y el “franeleo” sobre el miembro hicieron que tuviera que detenerme para meterle mano a sus tetotas y comerle la boca para no morir de calentura.
Ni sé cómo llegamos, antes de bajar del auto, en el garaje, abrió la bragueta, sacado la vega y darle una soberana mamada que casi me hace acabarle en la boca, algo que me había prohibido hacerle, pues todo el semen estaría destinado a cargarla.
En el camino a la cama se fue desprendiendo de la falda y la blusa, llegando primera a la cama, el altar de los deseos, donde se entregaría al agasajo del macho que la va a inseminar.
Sentada en el lecho, piernas abiertas, ofreciendo la visión inequívoca de su calentura, los labios de la vagina se abren, aleteando el deseo brillantes y jugosos, sus manos la ofrenda de sus hermosos meloncitos con los pezones rozagantes y ansiosos por ser comidos por el ogro que los amenaza con hacerlo.
Sacié mis ganas de sentirme escondido entre sus pechos, sucumbir al delicioso frotamiento con esas carnes tersas y cálidas, mamando hasta saciar la sed de un año sin tocarlas, lamiendo y mamando, saltando de una a la otra, mientras Sonia guía las deliciosas guindas para que su hombre se empalague de place al consumir tanta teta.
Luego fue el tiempo de acunarme la verga que estaba al máximo de su tensión, sentía sus manos asiéndola y sentía toda la tensión de la calentura, ese momento que la erección se hace tan intensa que sentimos una molestosa incomodidad de tan erecta, necesitamos ponerla cuanto antes. Tal fue este caso, tan dura que sentía como dolor, no tuve tiempo ni paciencia para dejarla acunar entre sus tetas, sería para otro momento ahora me urge entrarle cuanto antes, encontrar refugio en el mar de su vagina para apagar el ardor de la calentura que me está consumiendo.
Sin más tiempo, la tendí de espaldas, elevé sus piernas para colocarme por debajo de ellas y me lancé en picada sobre su sexo, una breve pero intensa lamida la colmó de felicidad y hasta casi llevarla al borde mismo del orgasmo.
Nuevamente piernas arriba y me arrodillo justo para tener un punto de apoyo que me permita el balance preciso para penetrarla. Se abrió los labios, apoyé la poronga en la puertita y seguí abriendo el estrecho camino al placer, sentía la resistencia de varios días sin sexo al paso de una “herramienta” bastante más ancha que la de su marido. Esta vez fue todo de una, hasta el fondo sin pausas intermedias.
En la entrada triunfal hasta que mis testículos se balancearon contra sus nalgas, fue meterla sin pausas, las piernas bien elevadas, los talones apoyados en mis hombros, volcado sobre su cuerpo empujando el ariete de carne casi como único apoyo de mi cuerpo sobre el suyo.
Los gemidos por abrirla y empujarla hasta el fondo fueron haciéndose notar, la calentura comienza a invadir sus sentidos y colmar su lujuria. Esta vez el orgasmo llegará bien pronto, sabe cómo recibirme, no hay sorpresas, solo apremiante necesidad por salir del estado ansioso de sentir esa calentura que la domina, que le obliga a estrujarse las tetas para sobrellevar el temblor de sus músculos.
La tensión de los momentos culminantes se reproducen, se le seca la boca, respiración entrecortada, como pez fuera del agua, la mirada perdida y vociferando incoherencias. El primer golpe del orgasmo endurece sus músculos, tensa los tendones, detiene la respiración, eleva la pelvis hasta incrustarse el miembro que frote la cabeza en el fondo de la vagina.
El segundo golpe de efecto replica las características del primero con similar intensidad. No tuve tiempo de esperar el tercero, la calentura me invadió tomando por sorpresa el control a que estoy acostumbrado, ahora contraviniendo todas las rutinas, esta vez el tropel de esperma está galopando por el interior de la pija hacia la libertad y buscar la creación de la vida.
Ella seguía inmersa en sus propios devaneos deliciosos del orgasmo, apenas me dio tiempo para anticiparle que estaba por venirme dentro de ella.
- Siente, siénte…me, me estoy viniendo dentro tuyo. Siente como te estoy llenando con mi lecheeee…
Fue todo cuanto alcancé a pronunciar antes de que ese aluvión de cabezones de cola larga buscaran refugio en el mar de sus jugos para buscar asilo en sus ganas de preñarse.
- Sí, síiii, te siento. El mi lechita, mi leche, la leche de mi hombre…
Un chorrazo comandó la entrega, un segundo y un tercero terminan por vaciar este primer envío de energía viva dentro de mi mujer.
Permanecí un buen rato, reposando la cara entre sus tetas, sosteniendo las piernas bien elevadas, antes de salirme de ella coloqué una almohada bajo sus nalgas y le hice conservar las piernas elevadas durante un rato más para favorecer que los espermatozoides permanezcan el mayor tiempo en contacto, para ver si encuentran el camino para hace nueva vida.
Un descanso para reponernos de las sensaciones, una ducha y una nueva sesión de sexo.
Durante esos cinco días todo era sexo, sobre todo el matinal, el más importante por la carga seminal, es el que más disfrutamos y que hacíamos con mayor esmero y dedicación.
Cumplido el tiempo volvió a su ciudad, manteniéndome al tanto de las no novedades, para la inminencia de la nueva ovulación repetimos la rutina de la vez anterior, con el mismo resultado.
Como suele decir la sabiduría popular, la tercera es la vencida…
En la próxima ovulación se presentó para el “tratamiento” de fertilidad, pero esta vez ambos sentimos que algo era distinto, no podría precisar qué era lo distinto, pero la penetración, la postura, la intensidad, hasta nos pareció que la cantidad de semen era mayor. En este tercer intento cuando me retiraba de su conchita, mientras ella retenía bien elevadas las piernas para retener mi lechita, con su boca procedía a saborear los restos que traía de la profusa descarga.
Estaba casi en la fecha prevista para una nueva sesión de fertilización in vivo, fue cuando recibí el llamado de Sonia avisándome que vendría en los próximos dos días, que me estaba necesitando más que nunca.
Con la prisa de costumbre me llevó a la cama, habíamos tomado la costumbre de que tan pronto llegábamos antes de ninguna otra cosa nos echábamos ese polvazo cargado de intensidad y deseo.
También esta vez repetimos la cábala, pero en un momento ella quiso cambiar la postura, ponerse encima y manejar las acciones dominar la situación. Luego del orgasmo conseguido por la cogida que me estaba dando hizo una pausa, en el interludio entre ese orgasmo y el próximo me dio la buena nueva.
- Hermanito, te quierooo, estoy embarazada, embarazada de ti.
Se tumbó sobre mí para comerme la boca, retomar las acciones para llegar regalando risas al segundo orgasmo. – vamos, ahora dame tu leche, quiero que te vengas dentro de mí.
Descargué todo dentro de su conchita, hasta vaciarme todo. Quedó como le gusta, mirándome, empalada en mí, sentía latir sus entrañas, moverse los músculos vaginales.
Desmontó despacio de mi choto, que permanecía tan rígido como en lo previo a entregar su esperma, se arrodilló para orarle al falo creador de vida en su vida y luego procedió a limpiar con su boca todo el semen que había brotado de mi poronga.
Después de los brindis por la buena nueva, el sexo volvió a ser sexo a full, ahora podía darse el gusto de derramar mi leche mamándosela o dejándome vaciarla en el culito delicioso. Esta vez se volvió con el culito bastante dolorido por una tormentosa y larga sesión de sexo anal. Me mantuvo siempre informado.
Este relato es el último para terminar de contar nuestra historia de sexo incestuoso y amor prohibido, como conté en las anteriores ella está presente durante la escritura, hasta en algunos pasajes estamos desnudos, leyendo mientras ella está sentada sobre mi pija o pajeándome.
Nazareno Cruz
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