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ATILA EL PERRO DEL VIEJO ZENON
Desde chico siempre habíamos ido a unos campos del abuelo. Allí vivía Zenón, que hacía las veces de cuidador. El contrataba la gente para los trabajos temporarios y vivía allí. primero con su familia. Luego quedo viudo y los hijos se fueron pero el se quedó allí, según decía era su casa.
Siempre había tenido lindos perros. Cuando llegué aquel verano con mis padres, estaba Atila, un perro enorme de gran cabeza, cruza con dogo y una perra mestiza. Colores blanco y negro. Muy grande. Respetuoso, no se venía encima como otros.
__¡Hola muchacho!__ saludo Zenón
__¿Como está Zenón?__ pregunte
__¡Y bien nomás, como quiere que ande en este lugar tan lindo!!
__Siempre te ha gustado este sitio
__¡Si la verdad no me quejo!¿Y usted mocito?
__Digamos que bien
__Es la primera vez que viene solo__ comento
__Si, mis padres se fueron a otro lado y yo quise venir para acá
__¡me parece bien!__ golpeo mi hombro y Atila movió la cola por primera vez.
__¿Este perro es nuevo?
__¡Para usted si! ¡hace unos años que esta conmigo el Atila…
__¡Lindo nombre!
__¿Le gusta?
__¡Sí!
__¡Es un amigo entrañable, muy dedicao!__ le salió el gaucho a Zenón. Caminamos juntos a la casa grande.
__Esta tan linda como la recuerdo…
__¿La casa?__ pregunto el viejo
__¡Sí, me gusta como esta__ Atila rondaba por al lado, atento a los pasos, sobretodo del viejo Zenón. Se detenía el hombre y allí se sentaba el perro.
Me dirigí a mi cuarto el viejo iba conmigo. Entre y Zenón se despidió de mi y Atila salió por detrás. Me cambié la ropa, el calor empezaba a apretar. El canto de los pájaros reinaba.
Salí al rato a dar una vuelta por el lugar. Los árboles daban sombra memorable. Había caballos que pastaban por doquier. Dos o tres perritos mas chicos que Atila jugaban a perseguirse por todos lados. Me miraban de lejos, con cautela.
Vi a lo lejos al viejo Zenón. Iba con una olla o algo así, Atila lo seguía por detrás dando saltos y cabriolas. La coloco debajo de un árbol y el animal se puso a comer. Tranquilo. Sin apuro. Deglutiendo todo. Zenón lo observaba en calma. Los otros perros mas chicos no se acercaban.
Al rato Zenón salió con mas comida y les repartió a los otros perritos. Está vez el que no se acercó fue Atila, que permanecía al lado del viejo sin chistar.
Al atardecer fui hasta el río y enseguida cayó la noche, y la luna apareció majestuosa como yo recordaba que sucedía en aquel paraje lejano de la ciudad.
Cenamos en la casa grande con el viejo Zenón. La comida estaba sabrosa.
__¡No recordaba tus dotes de cocinero Zenón!__ dije sinceramente
__¿Le gusta patrón?
__¡No me llames así te pido por favor!¡Y si me encanta tu comida!__ terminamos con todo. Solo quedaron unas pocas sobras. El viejo se levantó a juntar y yo salí a la galería a fumar un poco. Atila me observaba desde un rincón inmutable. Al rato apareció Zenón con una vaso de ginebra y una pipa. Echando humo.
__¡Que linda noche!__ comenté
__En está época es así…
__¡He visto que te respeta y te sigue a todos lados!__ dije señalando al perro enorme
__¿El Atila?
__¡Sí, sí!
__¡Es una gran compañía!¡Sabe que esto es una gran soledad!
__¡Y si, tantos años solo, ¿Nunca encontraste una mujer?
__Pasaron algunas, pero poco tiempo, esta vida no es pa cualquiera joven
__¡En eso tenés razón!
__Así me fui quedando, quedando y bueno, los animales son la compañía…
__¡Son leales!
__¡Sí, no lo van a dejar en la estacada nunca!¡Salud!__ dijo el hombre y levantó la copa, se bebió un gran trago, luego me paso el vaso, y bebí yo, estaba fuerte la ginebra, pero me gustó.
__¡Está buena!
__Una ginebra nunca viene mal…__ seguimos mirando el paisaje lleno de claridad y estrellas y esa luna redonda que nos iluminaba. Era fantástico el paisaje. El canto de los grillos. Atila se movió y salió disparado.
__Alguna lechuza o algo escucho…
__¿Las caza?
__No, solo las corre por juego nomás…__ la noche estaba tan linda que no daba ganas de moverse de allí. El perro desapareció por un buen rato. Con el viejo seguimos bebiendo un rato más en silencio. Observando la quietud y las estrellas.
Al rato me fui al cuarto. salude a don Zenón y me retiré. No me podía dormir. Una terrible erección se apoderó de mi en aquella noche tarde ya. Daba vueltas en la cama. me dio sed. Me levanté y me dirigí a la heladera. En semi oscuridad camine por los pasillos.
Llegué a la heladera. parecía que todo el mundo dormía plácidamente. Había una pequeña brisa y así como estaba, en calzoncillos salía a la galería en la que habíamos estado unas horas antes. Era madrugada.
Escuché unos ruidos raros. ramas que se pisaban o algo así. La noche seguía espléndida. Avance hacia donde escuché. Me pareció oír unas gemidos o algo así. No entendía nada. Caminaba como en el aire. Esperando encontrara algo, pero no sabía que.
En un claro, donde la luna iluminaba como si fuera un reflector poderoso, estaban Atila, el perro enorme, y el viejo Zenón, semidesnudo. El animal olisqueaba y daba giros alrededor del hombre que estaba tirado, casi recostado en la gramilla suave.
Pude ver el garrote del hombre alzado y duro. El perro respiraba mas excitado que normalmente. La lengua afuera. Las nalgas del viejo se vieron relucientes y blancas. Tenían un brillo distinto. Atila fue hasta allí y olfateó con mas furia y saltó sobre el hombre. Este se reía y le hablaba de forma dulce y compinche
__¡Espera mi bello amigo!¡No seas impaciente!__ acariciaba al animal en la cabeza y el cuerpo. Llegó a su capuchón gordo. Al menos parecía así, desde la distancia en que yo con mi pija endurecida observaba. Vi que Zenón se clavaba un dedo en su ojete y resoplaba caliente. El perro presentía aquello y pasaba su lengua por la pistola y los huevos del hombre.
__¡Oh así compañero, lame!!__ mi verga a punto de estallar. Mis sentidos a full. Estaba tan caliente como Atila y el hombre.
El perro sube a la espalda del viejo. Intenta entrar, se ve que no puede. Baja. Lame el culo del viejo. Zenón gime y arenga al animal
__¡Así, te gusta tu perrita, soy tu perra, anda sube!__ la voz del hombre está cargada de pasión y calentura. Yo me sigo masturbando, despacio, no quiero apurar el final, quiero seguir vendo que sucede, en aquella escena tan caliente y extrema.
Atila vuelve a montar. El hombre se mueve y escucho su gemido. El perro se apura. Va y viene.
__¡Oh, así, así, ya estas dentro, ya esta, ahhh, que vergón tienes muchacho!!__ decía
arqueando la espalda aquel hombre tan varonil. Estaba siendo clavado por el perro enorme. Yo aferraba mi pija con las dos manos e intentaba no gemir demasiado, para no ser descubierto.
Atila se quedó quieto sobre la espalda del viejo. Luego en un extraño movimiento se giro y dejó la cola larga pegada al culo del viejo que se agachaba aún más y gemía casi aullando.
__¡Tranquilo, quieto, Atila, Shhhh, me has metido tu bola y es enorme, ahhhhh!!!__ el perro gemía muy fuerte. Buscaba aire con su hocico grande y largo, yo fui acabando sobre los pastos. Por fin el perro salió de su posición y el grito de Zenón fue desgarrador, apareció un enorme pene, grueso casi como el de otro hombre. La bola que había estado insertada en el culo del vejo era de un grosor importante. Del culo de Zenón caían cataratas de líquido.
El hombre se reanimo y dándose vueltas prendió con su mano el garrote de Atila. Lo acarició. Luego metiéndose bajo las patas traseras del animal se prendió con su boca al juguete. El animal quedó quietito degustando de aquellas caricias. En tanto el pijón del viejo estaba duro como mármol.
La boca tragaba el porongón del perro que no se achicaba. Lo hacía con una devoción increíble. Fluidos saltaban de la boca repleta del hombre. Por la comisura de los labios salían chorros de líquido. Atila no paraba de largar fluidos. Al viejo le encantaba tragar aquello. Jugaba con su poronga a la vez que se aferraba al tronco rojo y brilloso de Atila que jadeaba cada vez mas fuerte. Sin darme cuenta mi pija se había endurecido nuevamente. Fue ahí que Zenón empezó a largar su blanca leche con desesperación. El perro acostumbrado llegó a la vergota del viejo y con su enorme lengua fue limpiando el tronco del hombre que gritaba de gusto.
__¡Ahh bien bien, así, así, ahh, eres tan lindo, ahhh!!!__ el hombre gemía y decía estas palabras. Yo me fui corriendo a mi cuarto y me masturbé salvajemente clavando dos dedos en mi ojete.
Era bien entrada la mañana cuando desperté con mi verga otra vez alzada. Estaba tan caliente. Tuve que pensar un poco si lo del día anterior no había sido un sueño.
Luego de unos minutos llegué a la conclusión de que no. Aquello había ocurrido en realidad.
Aparecí por la cocina y el viejo Zenón se preparaba unos mates. Quien lo hubiera sospechad, pensé, mientras me ofrecía un amargo. Atila nos observaba desde un rincón. Me di cuenta que me miraba distinto del día anterior. Como conociéndome.
__Siempre lo sigue a todos lados__ dije haciendo referencia al animal
__Es compañero…Pero si usted le habla va tomar confianza en seguida
__¿Si?__ pregunté desorientado
__Sí, seguro__ contestó el hombre. Lo mire dudando
__Haga la prueba__ insistió. Miré al animal y dude. El viejo miraba divertido.
__¡Atila venga!__ dije tímidamente y el perro se movió. Volví a llamarlo y el perro se acercó despacio.
__¿Qué le dije?__ el hocico de Atila me tocaba sellando una amistad que no sabía adonde me llevaría. Lo acaricié tiernamente y el perro se restregó en mi pierna, sin problema, sin timidez. Tranquilo. Relajado.
__¡Este es un animal increíble!__ comento Zenón y yo pensé claro y te coge bárbaro. El viejo sonreía y parecía estar feliz. Salimos afuera de la casa y el perro detrás de mí. Caminé unos metros y noté que me seguía. Zenón miraba quieto encendiendo un cigarro y echando humo. Me perdí tras la arboleda y ya no vimos mas al hombre pero el animal seguía detrás.
El arroyo estaba calmo y muy manso. Me senté en la orilla y Atila me miraba muy de cerca. Tiraba algunas piedritas y las veía rodar como cuando era muy chico, me divertía de esa manera tan tonta y simple. Me puse de pie y sacándome las zapatillas quede descalzo y toque el borde del agua. Estaba cálida. El sol empezaba a apretar. Mas allá las sombras de los árboles se reflejaban tentadoras. Me acerqué mas al agua y metí definitivamente los pies, de allí esparcí un poco de agua sobre el animal y este se puso de pie observándome extrañado.
__¿Quieres jugar?__ le grité y volví a tirarle agua que cayó sobre su pelaje. Este corrió hacia mi y me esquivo de repente. Volví a repetir el juego y el me encaraba todas las veces ya metiéndose un poco en el agua del arroyo también.
Me quité la ropa que tenía y me hundí a nadar relajado y tranquilo. Me sumergí varias veces y Atila me observaba de la orilla. Se metía un poco hasta donde podía zambullir la cabeza y así lo hacía, pero no se animaba a nadar completamente. Yo sin problemas iba y venía por el agua. Pasaba cerca de el y volvía a alejarme.
En una de esas pasadas, toque su pijón, su capuchón, el se quedo quieto, gozando. Volví a alejarme y el pasaba muy cerca de mi.
Luego de un rato salí y me tiré en la pequeña playada que había en la cercanía, debajo de un árbol. Era ya la hora de plena siesta. El sol, bien arriba, quemando. Yo tirado culito arriba en pompa. Atila viene presto y me olfatea, tanteando el ambiente. Mi verga empieza a crecer, estoy caliente, recuerdo como lo empernó la noche anterior al viejo Zenón. Pasa la lengua por mis cachetes aún húmedos. Me tenso un poco más, ardo, mi piel es una arrolladora sensación.
Atila, gira alrededor mío. Se acerca y se aleja. Viene y mete su lengua dentro de mi zanja y mi humedad empieza a chorrear. Me monta. Siento sus pelos en la espalda y trata de ensartarme. Me abro un poco y no lo consigue. El animal esta cada vez mas caliente, tanto o mas que yo.
Vuelve a intentarlo, en tanto me toco la pija durísima, bien parada. Intenta otra vez y roza mi agujero, me dilato completo. Lo ayudo a acercarse a mi agujero, el animal se agita cada vez mas. Trata de entrar en mi y por fin lo consigue. Me ensarta su poronga gentil y gruesa. Siento como crece en mi interior. El apura sus embestidas. Atila se agita y resuelto su bola ha crecido pero ha quedado fuera de mi ojete.
Siento que mi canal se llena de líquido perruno, gruño de calentura, el perro queda quieto sobre mi espalda. Es rápido, pero no sale. Entonces me hamaco a ver la reacción de Atila, parece que le gusta, su tronco duro dentro de mi, voy y vengo, siento que desfallezco de placer.
Atila saca su lengua que cuelga sobre mi hombro intento llegar a ella y la rozo con la mía. Parece gustarle. Me muevo mucho mas, entierro su batata en mi. Chorrea sus fluidos en mi y siento que me corre un hilo de mi anillo rebalsado de líquidos y placer. Siento que voy a largar mi leche en cualquier momento, pero quiero retrasar el momento, mientras tenga dentro el rocoso juguete de mi amigo.
Sale de mi y se aleja un poco, para lamerse el mismo. Sigo manteniendo duro mi chorizo. Se acerca Atila, gran perro, y comienza a lamer mi verga y mis huevos y repasa mi arito abierto y aún chorreando jugos.
Mis gemidos aturden la tarde en la playada del arroyo. Veo que su tremenda pijota se va desinflando. El perro sigue lamiendo sin descanso, le gusta, y a mi me esta volviendo loco. Trato de aguantar pero estoy muy caliente, gimiendo, suspirando voy largando mi leche y Atila lo va tragando, disfrutando, comiendo. Lo limpia a fondo y su garrote esta escondido nuevamente.
Vuelvo al agua a refrescarme y el animal me sigue. Nadamos un momento juntos, no muy profundo. Rozo su cuerpo y el mi cuerpo. Toco al pasar su bulto y esta aún duro, inflado. Entonces salgo del agua y me echo nuevamente para recibir su vergota animal. Atila no pierde tiempo. Me monta. Estoy tan abierto que entra enseguida. Esta vez siento que ha entrado con bola y todo. Comienza a crecer dentro. Aúllo de dolor, unos momentos. El perro esta bien montado dentro de mi. Casi no se mueve. como esperando. Su bola ha crecido a un pico máximo.
Mi verga también se ha levantado otra vez, mágicamente, se mueve un poco dentro y luego gira su cuerpo y quedamos cada uno tirando para un lado. El trata de salir instintivamente, yo atrapo una de sus patas y le hablo para que quede quieto. Siento que larga chorros inmensos de líquidos que van regando y llenando mi ojete adolorido pero tan caliente que sale humo.
La bola se va desinflando al pasar unos cuantos minutos, quizá veinte o un poco más, ya el tironeo no es doloroso, al fin sale el embolo del envase y saltan chorros poderosos, no dejo que salga completamente. Voy y vengo, usando su pistola aún erguida. Mis suspiros abundan por el silencio de la siesta.
Al rato dejo que salga el pistón gordo de Atila, pero sin perder tiempo, cuando se tumba para lamerse lo acompaño y atrapo su pijota y la meto en mi boca, a el no le disgusta y me deja hacer. No deja de estar duro y en tanto yo masajeo mi verga, no tardo en acabar. Dejo entonces su pedazo para que el animal se calme también, el se para y viene a mi herramienta para lamer y dejarla brillosa. Luego se tira a descansar junto a mi que sigo desnudo y abierto y caliente, esperando que se recupere.-
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