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Atardecer en Madrid (Anónimo)
“Llevaba mucho tiempo pensando en este momento, muchas han sido mis fantasías, algunas salvajes, otras llenas de sensualidad, pero sobretodo todas acababan de la misma forma, siendo solo uno”.
−Sin poder dormir te escribo todo lo que en mi mente recorre desde la última vez que nos encontramos, saboreando todavía el momento donde tus labios y los míos se unieron como si de ello dependiera nuestras vidas, exhalando pasión por cada poro de nuestro cuerpo como si de un volcán a punto de estallar quisiera liberar toda su fuerza.
Después de haber tenido el último encuentro, breve, muy breve… quedamos para una cita sin hora de finalización, pensé que el día tan esperado había llegado, pero todavía quedaban dos semanas para el encuentro y aunque ese tiempo fuera ínfimo para todo lo que llevábamos conociéndonos se me hizo eterno.
Una semana antes y viendo el trabajo que tenía, solo podía sacarme una sonrisa el poder apreciar en mi agenda “viernes a las 18:00, reunión en Madrid”, solo yo sabía que significaba, perdón, ¡también tú!
Por fin llego el viernes, prepare todo para que fuera lo más perfecto posible, el primer lugar donde iríamos y la zona donde estaríamos, pero sobretodo no deje de fantasear como seria por fin nuestro encuentro, elevándolo a un éxtasis de emociones descontroladas y teniendo lo que por mucho tiempo había deseado, tu cuerpo entre mis brazos, saboreando cada milímetro de tu piel y haciéndote todo lo que había recorrido por mi mente, dejarte sin aliento y quedarme a tu lado con el silencio que solo los amantes pueden compartir.
Tras ducharme sin poder dejar de fantasear en tu cuerpo y desahogarme por la excitación que ello me producía, depile mi cuerpo para que lo encontraras perfecto y a poder ser más deseado. Limpie la moto con mucho cariño y con una sonrisa que solo yo sabía lo que quería decir, ¡no veía el momento de que te subieras primero a mi moto y después encima de mí!
Llegue a tu puerta, vestido de forma muy casual y seguían pasando por mi cabeza cuando llegaría el momento. Tras decirte que te estaba esperando bajaste, buscándome no salía de mi asombro la belleza que tenía delante de mí, cuerpo de escándalo, pelo largo y esos labios pintados de rojo, hubiera cogido allí mismo y empotrándote contra la moto te habría comido la boca hasta que toda mi sed de ti se consumiera.
Después de decirme el miedo que tenías a las motos y no hacer casi ni caso por fijarme en tus pantalones y en el precioso culo que te hacían, pase a darte las instrucciones “de cómo ir de paquete siempre teniendo yo la ventaja” y esperando que solo tuvieras una en consideración… agarrarte a mí en todo momento.
De camino hacia Madrid, no podía dejar de pensar en tus manos, tan cerca de mí, de tus pechos que cada dos por tres golpeaban mi espalda y sobretodo de tus piernas que poco a poco notaba como lo que escondían se calentaba de forma exponencial. Todo ello me produjo una erección, la cual en mi pensamiento hacia crecer mi excitación imaginando como de golpe bajarías la bragueta y encima de esa moto acabarías con toda esa tensión acumulada a través de los años.
Cuando llegamos y después de que mi miembro volviese a su posición natural subimos al primer sitio donde yo elegiría y marcaria una tarde que no olvidaríamos, este sería la terraza de un hotel con vistas a Madrid y podríamos apreciar el atardecer entre alguna que otra copa. Estas fueron solo dos, pero, aunque tuvimos una conversación muy intensa no podía dejar de pensar en tu boca y acariciar los cortes que tu pantalón tenían, dejándome sentir tu piel suave y haciendo crecer todavía más mis ganas de poseerte durante horas.
Cabe decir que, aunque pueda ser caballeroso, el dejarte pasó primero es solo para ver tu increíble culo que aunque las imperiosas ganas de cogértelo fueran más grandes que mi razonamiento no pase nunca esa frontera por respeto a ti. Después de varias horas, no veía el momento donde te besaría y empezaría a calmar mi deseo por ti que cada segundo se crecía el doble, quizás por la situación, por tu acercamiento o por mis fantasías que empezaban a fusionarse con la realidad.
Pasada medianoche llego el momento, tras hablar de lo que podía empezar, tu casada al igual que yo, pasamos nuestro razonamiento a un segundo plano y me besaste, no creí que llegaría nunca este momento. Todo mi cuerpo se estremeció, cada poro de mi piel sintió una corriente que hizo estallar mi cabeza, sin poder pensar, solo hallaba mi paz en tus labios carnosos, tu lengua jugando con la mía y el sabor de tu boca dulce.
Cuando ya nos tranquilizamos, por decir algo, dejamos muy claro nuestra situación y las obligaciones que respecto a nuestras parejas significaba y comenzamos el camino de regreso a casa. Tomamos la última y decimos irnos no sin antes besarnos varias veces, llegando a tu culo que tanto anhelo había suscitado en mí.
“Fantasía o Realidad”
“Este sería el lugar donde vería nuestro primer encuentro, suavemente te susurre al oído si me acompañabas al baño, conjuntamente acercando tu mano a mi pantalón y haciéndote notar mi erección, que desde hace mucho te estaba esperando. Sin pensártelo cogiste mi mano y en el camino de la barra al baño se me mezclaban en mi mente los olores de tu pelo, el alcohol y las luces, pero sobretodo no dejaba de mirar tu culo, por fin llegaría a cogerlo de la forma que tanto había deseado.
Llegamos al baño, pequeño pero suficiente, amplio para movernos, con una pasión nunca vista bajaste mi bragueta y cogiéndomela te la metiste en la boca, por mi cabeza solo existía un placer inmenso, pero, aunque deseaba que siguieras lamiéndomela con esas ganas solo quería metértela de tal forma que tus ojos no pudieran ver, aunque estuvieran abiertos. Te levante y girándote enérgicamente baje tus pantalones, por fin puede ver ese culo y en mis sueños había estado tantas veces, tu tanga negro sin costuras me facilito mucho el trabajo de poder humedecer tu coño, aunque no hizo falta, la sensación que me producía al verte gozar me excitaba todavía más. Cuando ya no pude aguantarme más, te introduje mi polla al principio muy despacito, pero en poco tiempo estaba dentro y con embestidas enérgicas veía como tu espalda se moldeaba como las olas en un temporal, levantándote la blusa, desabroché tu sujetador e introduje mis manos bajo el, cogiéndote tus tetas, perfectas, tersas y con los pezones duros como mi miembro. Llego el momento y después de notar como te habías corrido, saque mi polla y me corrí en tu espalda, queriéndolo hacer dentro, pero con la duda de poder hacerlo, limpie toda mi corrida apresuradamente ya que no sabía el tiempo que podríamos llevar allí dentro, te ayude a vestirte y nuestras miradas cómplices salieron de ese baño sin decir nada y diciéndolo todo.
Tu pelo un poco alborotado, seguía dejando su brisa a perfume, dulce y excitante, que, aunque acabamos de vivir un espectáculo catalogado de puramente carnal, tenía muchísimas ganas de ti, a solas y con posibilidad de movimiento. Emprendimos el camino hacia el taxi que habíamos quedado que cogerías, ya que habíamos bebido y tenías que volver casa, pero de repente nos paramos en frente el hotel donde la tarde comenzó. Sin pensarlo fuimos hacia el hall, cogimos una habitación y aprovechamos en el ascensor hasta la 8 planta en fundirnos apasionadamente en un beso eterno, donde cuatro manos parecían veinte.
Entramos en la habitación sin percatarnos de cómo era, solo fuimos directos a la ducha y por fin pude ver tu cuerpo desnudo, con ese pelo precioso encima de tus senos y por supuesto ese culo creado para el más puro vicio. Empecé a enjabonarte de espaldas a mí, recorriendo cada centímetro de tu cuerpo sin dejar de saborear tu cuello y teniendo mucho cuidado con tu pelo para que no se mojara, poco a poco empecé a tener otra erección, está más progresiva, sé que la notabas ya que cada vez que bajaba mi mano a tu vagina, esta me incitaba a introducirte mi miembro. Nuestra excitación fue tanta que en un arrebato te cogí levantándote del suelo y de cara a mi te puse encima de mis brazos, introduciéndotela de golpe sin resistencia alguna.
Cuando mis fuerzas empezaron a flaquear por mi excitación te tire en la cama, mojados y con ganas de mucho más. En un impulso por dominar, te subiste encima de mí, no podía dejar de notarla toda dentro de ti y pensar en tus preciosas tetas, tu cuerpo perfecto y tu boca, que deseándola no podía alcanzarla.
Finalmente, y después de estar durante una hora gozando, te pregunte que, si querías que me corriese, tu respuesta fue inmediatamente que sí y cogiéndome la polla te la llevaste a la boca, no tardaste mucho en hacer que me corriera y en una explosión de placer quedamos rendidos.
Tras acariciarte durante unos minutos observamos la hora, eran las cuatro y pico, nos vestimos entre risas y bajamos a entregar la tarjeta sabiendo lo que pensaría el recepcionista. No podré olvidar nunca tu cara de niña mala…”
Llegamos donde te esperaba el taxi que te llevaría a casa, no hubo beso de despedida, simplemente un silencio cómplice…
Tu mensaje cuando llegaste por fin a tu destino fue mi tranquilidad y a la vez mi anhelo de una próxima vez.
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