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Categoría: Incestos

Asuntos de familia

Aquel sábado atípico de verano, lluvioso y frío, era una invitación para estar en la cama bien acompañado. Natalia mi esposa, cabalgaba lujuriosa sobre mi pene, sus pechos de pezones rosáceos y puntiagudos se movían graciosos acompañando los movimientos de nuestros cuerpos sudorosos y encendidos de pasión. Era una fiesta de los sentidos y de ricas sensaciones que nos hacía sentir vivos, plenos.

Mis manos estaban clavadas en sus nalgas redondas y duras, la sujetaban con firmeza, como aferrando ese momento de placer. Ella mordía sus labios finos, delicados, los cuales me había hecho adicto. Era muy excitante verla gozar, su carita linda, su pelo negro cayendo libre sobre sus hombros daban esa impresión tan angelical, me tenía enamorado.

Natalia con 23 años, sabía moverse muy bien en la cama, era toda una maestra, eso demandaba que siempre estuviera entrenando en el gimnasio o corriendo por la rambla montevideana, un bello paseo de la ciudad que te ventilaba hasta el alma. Me había transformado en todo un deportista. Debía admitir que Natalia me estaba cambiando la cabeza por más que lo negara frente a mis amigos.

La acabada fue deliciosa, ambos quedamos entrelazados disfrutando de ese momento de gran satisfacción como dos niños cansados de sus travesuras.

-“Mañana es el día Amor. ¿Cómo te sentís?”- Me preguntó ella.

-“Bien, un poco expectante y otro poco nervioso.” – contesté. La razón era que la familia de Natalia tenía que hacernos un anuncio muy importante con motivo de celebrar nuestro primer año de casados.

Los García Haedo, eran gente extraña, actuaban con cierto recelo a pesar que ya era uno más de ellos. Siempre hablaban midiendo las palabras y sus miradas penetrantes como las de un tigre acechando a su presa lograban inquietarme. Algo escondían. Tal vez, no era lo que esperaban para su hija y estaban haciendo un gran esfuerzo por contentarla, no sé. La familia de mi mujer era todo un misterio.

-“Quédate tranquilo, no va a pasar nada, tontin.”- Me calmó ella, mientras sus manos acariciaban mis genitales con esa suavidad y dulzura que tanto me gustaba, olvidando por un momento todo ese rollo.

El día había llegado. Estábamos en la mesa con toda la familia reunida, las miradas caían una vez más sobre mí. Me sentía desnudado por esos ojos. Quería salir corriendo.

El grueso bigote de Juan Carlos, le confería un aire de padre de familia de otros tiempos y sin movérsele un pelo, habló: -“Hace un año recibimos con alegría a Facundo en nuestra familia y se ha ganado nuestra total confianza. Por eso, es hora de hacerle partícipe de nuestro verdadero estilo de vida que tanto bien nos hace.”-

Serán de una secta religiosa, o una organización criminal, pensé intrigado.

Mi cara debió ser una mueca graciosa de la máxima expresión de asombro que desató la risa de todos los presentes.

-¿¡Naturistas!?- Exclamé sorprendido y decepcionado, pensaba que estaban en el narcotráfico u en otros negocios turbios. Las carcajadas seguían dando vuelta por la sala, mientras yo seguía sin entender nada.

-“¡¡Nudistas, Amor, nudistas!!”- Apenas pudo aclararme mi esposa que tampoco paraba de reír.

Y allí comprendí las actitudes de los presentes, como también recordé las conversaciones con Natalia sobre el tema en reiteradas ocasiones.

La verdad, no me desagradaba que vieran desnuda a mi esposa y ni que tampoco me vieran a mí, es más, hasta incluso teníamos fantasías de meter terceros en nuestra cama. Todo era cuestión de encontrar a la pareja correcta y el momento preciso.

A los dos nos gusta el sexo, es un ritual poner los viernes de noche el canal porno y terminar cogiendo en el sofá como bestias. Incluso nos filmábamos mientras lo hacíamos para luego subirlo a páginas de adultos y bromear con los comentarios que nos dejaban.

Aquello era un juego que nunca imagine participar con tanta intensidad. Mi esposa había potenciado esa faceta que tenía dormida.

No nos considerábamos enfermos, simplemente nos deleitaba disfrutar de nuestros cuerpos luego de duras jornadas de trabajo, como a otros les gusta ir al cine o salir a bailar.

-”¡Bueno, es hora de sacarse estos trapos de una buena vez!”- propuso Carmen, la abuela, desprendiéndose la blusa.

En un minuto estábamos todos desnudos, mis ojos recorrían cuerpos y formas que me sonrojaban por la clase de pensamientos que me despertaban.

Ana Laura, mi suegra tenía una elegante figura, era como ver a Natalia dentro de unos 25 años y me gustó mucho ese futuro. Los kilos de más en María Luisa, mi cuñada, le sentaban muy bien realzando su grande trasero, daban ganas de poseerla salvajemente.

-“¡Con razón mi nieta esta tan contenta!”- Exclamó Carmen mirándome las entrepiernas.

-“Abuela siempre la misma”- replico Natalia conteniendo la risa.

Mi suegro era un oso peludo, lo que le colgaba era de un tamaño respetable que daba miedo. Se acercó, me dio un fuerte abrazo como cuando me saludo en el altar, pero, esta vez fue un poco incómodo sentir nuestras intimidades tocándose.

María Luisa, fue la segunda en saludarme apoyando sin pudor alguno sus pechos contra mí, luego mi suegra cuyo abrazo casi me provoca una erección cuando su pelvis apretó mi pedazo. Y por último Carmen que en un rápido movimiento me palpo el bulto con total impunidad.

Pasamos al fondo, donde la piscina nos esperaba ansiosa de refrescar nuestros cuerpos. El chapuzón tuvo un gustito especial, sentir el agua tocando mis genitales me excitó. Espere un rato antes de salir. Más sosegado abandoné el agua con toda la intención de colaborar con mi suegro en la parrilla. Desde la cocina mi suegra pidió que alguien la ayudaran con la picada.

-“Ve tú, por favor, me arreglo bien con esto”- Me dijo mi suegro con una guiñada.

Mucho no entendí ese gesto y me encamine para la cocina, a mi paso Natalia y María Luisa estaban tomando sol totalmente desnudas… muy apetecibles las hermanas.

Cada vez me era más difícil evitar una erección, pensaba en cosas de la oficina para distraerme, pero todo aquello se cayó en la papelera del olvido, mi suegra estaba con el culo para arriba, mostraba una vagina de labios carnosos y un hoyito irresistible. Mi pene se levantó para reclamar ese trofeo y en contra de mi razón.

-“¡Facu!” exclamó ella sorprendida.

-“Disculpa, no quise faltarte el respeto… yo te vi… y bueno… la naturaleza actuó…”- buscaba una excusa en vano. Estaba rojo como un tomate.

-“Está todo bien yerno, suele pasar las primeras veces… para eso, tengo una buena solución.”- Dijo ella con cierto brillo en la mirada, igual a la de su hija cuando se pone cachonda.

Ella se arrodilló delante mío, y se engulló todo mi pedazo en un solo acto.

-“¿Oohh, por Dios que haces?”- exclame en un gemido

Su lengua recorría mis pelotas para luego subir por mi tronco hasta terminar chupeteando mi glande, no sé cuántas veces repitió es maniobra, lo cierto que, mi cara era toda una sonrisa de gozo.

-“Que rica Facu… la quiero toda adentro mío.”- Pidió ella, apoyándose mesada a de la cocina, dejándome a mi disposición su hermoso trasero.

Sin pensarlo, la tome por detrás, mis manos aferraron sus tetas del tamaño de unas naranjas y empecé a darle bomba, entre gemidos ahogados y el ruido de mis pelotas pegando contra sus nalgas.

-“Si, si , si, así, Facu, así… que divino…”- exclamaba entre sollozos de lujuria.

Aquella vagina era deliciosa, entre tanto entusiasmo apenas me percate de lo que sucedía en el patio. Natalia y su hermana practicaban un sesenta y nueve, en el parrillero, Carmen arrodillada le mamaba la pija a Juan Carlos.

Estaba muy caliente para digerir eso, mi suegra me tenía muy ocupado disfrutando de las bondades de su cuerpo. Terminé a borbotones, la verdad que Ana Laura me tenía caliente desde que la vi una tarde en la piscina, su malla revelaba unas curvas muy bien delineadas a sus 52 años. Era como esos autos clásicos que nunca pierden vigencia.

-“Que divino yerno, eres todo un semental, me alegro por Naty.”- Comento ella muy complacida.

-“Veo que la familia guardaba otro secreto…”- comenté señalando la ventana donde el resto de la familia daba rienda suelta a sus instintos.

-“Si, somos así, nos gusta el sexo. Para nosotros el sexo es la energía más poderosa que existe y ella nos mantiene unidos, nos da vida. No es solo una función reproductora o algo entre dos. Es una forma de comunicar nuestro afecto y cariño también. Es la actividad recreativa más divertida entre adultos. Para qué reprimirnos, tú me tenías ganas, a mí me gustas. ¿Por qué aguantarnos? Juan Carlos y yo estamos muy enamorados, pero eso no impide que coja contigo, la fidelidad es otra cosa, implica más que un vínculo carnal. Va por el corazón. Esto que hicimos es pura calentura y diversión, nada más. Para la mayoría quizás seamos unos degenerados, pervertidos, porque hacemos lo que ellos fantasean en secreto. ¿Dime nunca te quisiste acostar con una prima? Vivimos en una sociedad hipócrita y este es nuestro oasis de autenticidad.”- Discurrió ella mirándome con esos ojazos verdes. Solo atine asentir con la cabeza.

-“Ya la tienes parada otra vez. Naty tenía razón, eres muy calentón. Ven conmigo.” Ana Laura me tomó de la mano y fuimos al patio.

A mi paso Naty y María Luisa se masturbaban mutuamente, sus dedos masajeaban sus vaginas, mientras sus bocas frenéticas se comían entre sí.

Llegamos hasta donde Carmen montada sobre su hijo, cabalgaba totalmente emputecida, su gesto de gozo termino por querer darle también.

Juan Carlos, adivinó mis intenciones, por eso, abrió las nalgas de su madre y me dijo:

-“Facu, métesela en el culo.”

-“Si, hasta los huevos mi amor”- arengó Carmen entusiasta.

Sus enormes nalgas abiertas mostraban su agujero ansioso por recibirme y se la mandé a guardar de una, sin piedad.

La mujer gritó de agónica alegría, tenía a dos hombres sobre ella moviéndose rico, llenando sus cavidades. No dejaba de repetir entre gemidos lo divino que era.

-“A ella le encanta la doble penetración”- Acotó mi suegra que le arrima su vagina para que Carmen lamiera.

Para ser una sesentona no estaba nada mal la veterana, su culo era una cómoda funda para mi sable que se movía con total libertad dentro de ella.

Juan Carlos no dejaba de chuparle las tetas y Ana Laura elogiaba entre quejidos la lengua experta de su suegra.

Doña Carmen, recibió leche por partida doble y ella lo agradeció limpiando mi pene con su boca, mientras a su lado, Ana Laura hacia lo mismo con el de su esposo.

Ni bien terminamos nos tiramos los cuatro a la piscina a refrescarnos, a lo que también, Natalia y María Luisa se sumaron.

La tarde transcurrió normal, cominos un rico asado y luego dormimos una siesta para reponer energías.

-“Vamos ya empezó el partido”- Me despertó mi suegro y juntos vimos Barcelona contra Real Sociedad. Las mujeres comentaban sobre el último capítulo de la novela que veían a rajatabla mientras ponían la mesa para la merienda.

La noche era hermosa, templada, la luna blanca y desnuda se bañaba en la piscina. María Luisa, una bar-man de vocación preparaba unos tragos. Los cuerpos desnudos de Natalia bailando con su madre en el borde de la piscina, parecían ninfas, me sentía un fauno alzado.

Mi cuñada se acercó con sus pechos bamboleándose bonachones y deseables. Me dio un trago de su autoría que llamaba el semental, una mezcla de alcohol que te hacia estallar la cabeza.

-“¿Un poco fuerte cuñado?”- Preguntó ella, con una sonrisa seductora.

-“Tan fuerte como vos, cuñada”- Respondí relamiéndome como el ratón frente al queso.

Ella complaciente acarició mi pene, suave, como si fuera algo muy esperado y que por fin tenía en sus manos. La erección fue inmediata, respondí con mi boca hambrienta entre sus pechos generosos.

-“Hazme todo eso que estás pensando, cuñado”- Me susurró al tiempo que su lengua jugaba con mi oreja.

Tome esos balones de carne y se los chupé con naranjas. Sus pezones eran unos botones de grandes aureolas achocolatados que no paraba de mordisquear y pellizcar. María Luisa dio un largo suspiro y se acomodó mejor para que mis manos pudieran tocarla en sus zonas más íntimas.

Del otro lado de la piscina, Natalia y Ana Laura lamian los genitales de Juan Carlos. Carmen, se masturbaba con un consolador negro de unos 50 cm aproximadamente.

La vagina carnosa y húmeda de mi cuñada era una delicia, verla arquearse de placer era todo un espectáculo.

 –“Ahhahhhahhh… que divino Facu”- No para de repetir como una letanía a los dioses de la lujuria y el deseo.

Naty mi esposa, en cuatro patas era embestida con vigorosidad por su padre, su cara de zorra me excitaba. Ana Laura y Carmen estaban ensartadas en esa enorme manguera negra de silicona en un recital de suspiros, caricias y besos.

Aquello era una locura que no quería analizar, sentía mis instintos lascivos dominar todo mi cuerpo y eso me gustaba. Mi cuñada una mujer de 30 años era un fuego, me sentía un bombero luchando con su manguera contra un incendio.

María Luisa, me confesó entre gemidos que estaba muy caliente conmigo desde el primer día en que me vio.

Nos pusimos en la posición del misionero y se la metí con ganas y empezamos a movernos ardorosos. El tiempo había confirmado mis sospechas, siempre tuve esa sensación que mi cuñada se me estaba ofreciendo, pero por respeto, me aguantaba. Ahora era mía.

-“Ahhh Facu, cógeme toda…”- Me grito en un grito que todos celebraron con risas y algún aplauso.

Naty nos miraba encendida en deseo mientras disfrutaba como Carmen le metía ese enorme consolador en su ano. A unos metros, Ana Laura abrazada a su esposo como un Koala, gozaba sin parar.

Los gemidos cruzaban la piscina como pájaros juguetones de un lado para otro, formando un peculiar coro, cantándole a la vida que se agitaba en nosotros.

El ritmo alocado de nuestros cuerpos era embriagante, las tetas de mi cuñada moviéndose eran un espectáculo, mi hablar de su carita con la boca abierta, como gritando un gol mudo.

Estoy por acabar le anuncié, a lo que ella rápida puso su boca para recibir toda mi lechada, como su mamá la recibía de su padre. Carmen abierta de piernas gozaba de un orgasmo propinado gracias a la lengua inquieta de su nieta.

-“Esto no ha terminado cuñado, todavía tienes que hacerme la cola, como se la hiciste a la abuela hoy”- Me advirtió María Luisa limpiándose la cara de mi leche.

-“Claro que si”- Le respondí palmeando sus regordetas nalgas.

Mientras disfrutábamos de un baño en la piscina, Juan Carlos me dijo risueño: “Qué familia más loca ligaste, yerno”.

-“Me alegro que nos hayas aceptado así como somos. Hoy me volví a enamorar de vos”- Me abrazó feliz Natalia.

Cuando salí del agua, María Luisa me esperaba en la reposera con la cola abierta como una flor. -“Tómame por detrás cuñado”- Suplicó en un gemido lascivo.

Si dudarlo, se la introduje de una embestida, provocando un quejido sensual de aquella hembra en celo. Su aro de carne no ofreció mucha resistencia, estaba acostumbrado a recibir visitas, pero era muy sabroso, como el de su hermana.

-“si, si, si… dame duro Facu”- gritaba poseída de lujuria sin importar que la escucharan los vecinos.

Mis embestidas eran fuertes, con rabia, hacía tiempo que deseaba hacerle la cola a mi cuñada, sobre todo cuando la ví con esos jeans ajustados a su cuerpo.

-“Como se la está cogiendo…”- Dijo Ana Laura, cuyas manos acariciaban su vagina, recordando tal vez, cuando la poseí en la cocina.

-“Facu es muy potente…” Agregó Naty tocándose las tetas con deseo.

Nuestros cuerpos se movían electrizados de pasión, mis manos recorrían su cuerpo suave y voluptuoso.

María Luisa apoyo sus nalgas sobre mí, de manera que nos besamos mientras mis manos masajeaban sus melones carnosos.

Juan Carlos se sumó a la fiesta, ella abrió sus piernas para recibir el pedazo de su padre en su concha jugosa. La cara de puta de María Luisa provocaba cierta envidia en las otras que nos acompañaban masturbándose delante de nosotros en un extraño ritual orgiástico.

Llenamos de semen sus dos agujeros. Naty limpio nuestros penes con su boca y su lengua voraz. Carmen, lamia el culo a su nieta, mientras Ana Laura atacaba la vagina de su hija.

Caí rendido en la cama. Naty me dijo picara: -“¿Viste que no era tan grave, pillín?

Al regresar a la oficina, se notaban en mi cara y mi andar que cargaba con el cansancio de aquella maratón de sexo descontrolado.

Roberto mi compañero me pregunto que me había pasado.

-“Nada Roberto, nada. Solo asuntos de familia que debía atender.”

-¿Le pasó algo a un familiar tuyo?-

-“No, nada que no se pueda resolver con un poco de atención y cariño.”- Contesté camino a mi oficina.

FMalvino

Datos del Relato
  • Categoría: Incestos
  • Media: 2
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