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Categoría: Gays

Arroz blanco

Era presa de un hambre atroz. Mi apetito no podía soportar la vista de las exquisitas viandas ofrecidas, pero disponía de muy poco dinero, así que renuncié a cualquiera de esos manjares, crueles e inalcanzables estimulantes ante mis glándulas salivales.

El dependiente, un chico oriental esbelto y sonriente preguntó por mi orden y al ver mi expresión de desencanto por la falta de dinero expresada a través de gesticulaciones, sonrió como queriendo decir: “No se preocupe”. Por mala suerte, la comunicación estaba limitada porque sólo hablaba chino mandarín y yo, ni pizca del idioma oriental.

Pregunté por el precio de una orden simple de arroz blanco y lo entendió muy bien para pedir que esperara mientras la traía del interior para luego volver más sonriente que nunca y con un recipiente colmado de arroz níveo. Mostró los demás platillos para que escogiera, pero al ver mis dubitaciones, decidió él mismo por mí. Wong Tang, como leía su gafete de identificación, fue sirviendo de las variedades que tenía, dejando rebosante el recipiente para llevar. Temí que el joven se llevaría lo poco que me quedaba en dinero, pero él simplemente continuó sonriendo.

Recibió el dinero e indicó una cantidad que no habría pensado gastar, pero era demasiado tarde para dar marcha atrás y lo entregué. Después regresó conmigo como si tuviera que darme un cambio y me devolvió exactamente la misma cantidad. Comprendí con sorpresa que Wong Tang me obsequiaba los alimentos, pero también advertí el riesgo de su acción, aunque Wong mantuvo la calma en todo momento y para apartar mi temor, preguntó qué bebería y luego me invitó a que me sentara al frente de él. Así lo hice… El chico siguió atendiendo a la clientela, que impaciente esperaba que terminara de atenderme.

Ni siquiera me había detenido a pensar que Wong, al momento de devolverme el dinero, había ejercido una presión extraña con sus dedos y que aunque me sentí tardíamente aludido de alguna manera oculta, no supe cómo reaccionar, ni qué me había querido decir.

Me planté al frente del negocio de Wong y desde esa posición comencé a observarlo a hurtadillas. Luego lo pillé también cuando me observaba sonriendo de una manera extraña, como si quisiera decirme algo. El delantal ceñido a su cuerpo mostraba a un joven apuesto, de cabello negro lacio, ojos rasgados y boca pequeña. En general, su figura era grácil y mucho más agraciado que sus compañeros de burdas facciones. Pude captar también el carácter festivo de Wong y la predisposición por un buen trato a sus clientes.

Aunque no deseaba aprovecharme de las circunstancias, la necesidad pesaba más que cualquier otra consideración, por lo que me convertí en asiduo cliente. Wong comprendió que tenía hambre y aunque el joven me perdonaba parte de la cuenta, o rebosaba invariablemente el recipiente para llevar, insistí en no comer más que arroz blanco para no caer en franco abuso. Además, intenté pulir mis gesticulaciones y capacidad mímica para dar a entender a Wong que le pagaría como él quisiera. Pero no supe si lo comprendió así o no.

Ni yo aprendía chino ni Wong hacía esfuerzo por comunicarse. No parecía tener interés en aprender español más que lo necesario para el contacto elemental y por conveniencia con su trabajo. Sin embargo, tanto miradas y gesticulaciones en su intercambio parecían ser cada vez más intensas conmigo. Wong, tuve la impresión, era un simple empleado del negocio, subordinado a una china invariablemente histérica que en Wong no causaba el menor impacto, pero sí una sonrisita cómplice ante la que yo correspondía en todo momento con total aprobación.

Para buscar la manera de encontrarme a solas con Wong me presentaba en el local del negocio a distintas horas y estaba atento a sus movimientos, pero supe que tendría que hacer acopio de paciencia y esperar la ansiada oportunidad para estar a solas con él, aunque fuese en un lugar público. Sus compañeros no lo dejaban sólo ni a sol ni a sombra y yo no comprendía el por qué.

Transcurrieron los días y no sentí que Wong buscara el momento propicio para verse a solas conmigo y comencé a perder la paciencia y a ser víctima de la frustración. Aunque el negocio para el que trabajaba Wong se encontraba en las instalaciones del supermercado en el que adquiría mi despensa habitual, opté por no acercarme más y traté de olvidar la ya apagada intención incluso de raptar al chino y pagarle en especie… Perdí el interés por completo. Además, mi situación había mejorado.

De cualquier manera, seguía adquiriendo mis víveres religiosamente una vez por semana y nunca tomé la precaución de contar cuántas veces había vuelto al mercado sin que el recuerdo de Wong me inquietara más, hasta que un día, mientras escogía mis alimentos empacados, sentí que alguien me tocaba al hombro discreta e insistentemente.

La sorpresa de reencontrar a Wong reavivó el recuerdo que supuestamente había sido sepultado y lo saludé tan emocionado como lo permitieron las circunstancias y los circunstantes. Lucía contento y pregunté por su trabajo, pero no comprendió. Aunque la decepción por la falta de entendimiento me invadió una vez más, Wong advirtió el sentimiento y como le fue posible gesticuló de tal manera e hizo otros movimientos con manos para darme a entender que sonreír era mejor que cualquier otra expresión. Sonreí convencido y Wong Tang hizo lo propio. Aproveché la oportunidad para sacarlo del supermercado casi a empujones, evitando sin duda pasar al frente del negocio de comida oriental.

Tan pronto estuvimos afuera pedí un taxi mientras Wong Tang se rascaba la cabeza, como sin querer dar crédito a la aventura que se embarcaría conmigo. El coche llegó y sin dar tiempo al oriental a tomar una decisión, abrí la portezuela y a manera de dos viejos amigos que se dispensan toda la confianza del mundo, lo empujé al interior y pedí al chofer que nos llevara a la dirección de casa. Lo convencí rápidamente al decir que de la manera en que me había hecho sonreír hacía algunos minutos así quería que él se sintiera. No estuve seguro si lo entendió, pero Wong sonrió otra vez.

El chofer pareció interesado en los intentos de nuestra comunicación, pero no se atrevió a preguntar y así fue mejor.

Llegamos a casa y tras cerrar la puerta lo abracé con todas las ganas acumuladas para luego plantarle un beso agitado, pero muy apasionado, mientras el chinito hacía esfuerzos por liberarse de mí y cuando pudo conseguirlo afirmó con inaudita claridad y el acento de estas tierras: “¡Eso no, eso no!” Mi respuesta fue “¡Arroz blanco, arroz blanco!” y lo volví a besar sin darle a tiempo a decir más. Fuimos subiendo las escaleras por etapas y nuestra ropa fue cayendo por los escalones. Cuando llegamos a la cama, Wong estaba prácticamente desnudo y sin duda muy excitado y jadeante. Me restregué contra su cuerpo con lubricidad exaltada y perversa. Wong asió mi erguido mástil y comenzó a friccionarlo mientras me besaba, ahora sí, sin el menor recato. No hubo palabras de momento, sólo acción. Chupé y besé a Wong de la nuca hasta los pies mientras el joven se retorcía con deleite. No había tregua, ni la habría… Terminé por desnudarme como pude y luego lubriqué su estrecha cavidad y fue cuando recobró el habla para suplicar que no continuara, pero sólo lo besé otra vez para acallar su insensatez. Después lo monté para arremeter el miembro que se insertó suave pero seguramente hasta resbalar en su interior. Mientras tanto, Wong no paraba de gemir y yo balbuceaba lo más sucio a sus oídos sabiendo que nada entendería. Con suspiros entrecortados comprendí que Wong estaba a punto de regarse por lo que arremetí en movimiento, momento en que Wong contrajo el ano mecánica y ardorosamente. A medida que nuestros respectivos fluidos estuvieron próximos a escaparse y luego fueron expulsados con fuerza primero uno y luego otro, Wong comenzó a gemir una y otra vez, con desenfreno: “¡Arroz blanco, arroz blanco!” Sólo acerté a abrazarlo y nos quedamos fundidos durante algunos momentos tras el largo coloquio.

A partir de ese momento, Wong Tang había aprendido una lección de lenguaje vital.

FIN
Datos del Relato
  • Autor: Rojo Ligo
  • Código: 20636
  • Fecha: 12-01-2009
  • Categoría: Gays
  • Media: 5.87
  • Votos: 71
  • Envios: 1
  • Lecturas: 3122
  • Valoración:
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