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Categoría: Primera Vez

Ariadna y Javier

Tuve que esperar casi dos meses para que Ariadna accediera a contarme qué había pasado, finalmente, con Xavier y Luis (véase “Ariadna y sus amigos”), pero lo hizo, y la historia fue la más rica de cuantas escuché de ella. Luis, por cierto, acabaría por convertirse en un gran amigo mío, y a Xavier nunca lo conocí. Bien, dejo la voz narrativa a mi bella Ariadna, sin hacer preámbulos: quien quiera conocer a los personajes puede leer el otro cuento, pero creo que también puede ser divertido no hacerlo: quizá el otro cuento no existe.

Bien, Pablo –empezó a decir una noche, luego de hacer el amor y mientras prendía un tabaco-, hoy estás de suerte y te contaré lo que me has estado pidiendo. Luego de ese fin de semana en que además del juego de botella con mis amigos tuve mi primera experiencia lésbica, que también fue de lo mejor, no sabía cómo empezaría la siguiente semana, pero el lunes fue claro que todos iban cohibidos, Juan incluso, así que durante un par de semanas no pasó nada. Elsa y Juan buscaban reconstruir su noviazgo de manita sudada luego de lo que había pasado, y Luis y Xavier me evitaban en privado, pero en público tenían conmigo y con Marisela atenciones crecientes. Así pasó noviembre y yo dije que si diciembre terminaba de la misma forma., tomaría cartas en el asunto, abandonando mi plan según el cual Luisito tenía que insinuar algo para que yo le abriera las puertas y las piernas.

Pero no hizo falta: con diciembre empezaron las fiestas, y la primera fue en casa de una compañera que no viene al caso, una chava de familia de lana, y aunque no había más que ponche y refrescos, Juan y otros de su calaña metieron de contrabando pachitas de ron, y la fiesta tuvo su animación y su desmadre, en el que, por cierto, no participé mucho. Pasaditas las doce, en el jardín quedamos solos Luis, Xavier y yo, y entonces Luis dijo que tenían algo importante que decirme:

“Te adoro, Ari, te adoro, eres la chica más bella que existe...” y así siguió, haciendo de tripas corazón, con el valor del ron y de la noche, hasta que Xavier carraspeó con fuerza. “Te amo, pero Xavier también: los dos queremos ser tus novios y para no pelear ni estorbarnos, decidimos que lo haríamos así: echamos un volado para ver quien te lo decía y ya. Ahora, que lo sabes, queremos que escojas”.

Los vi a la media luz que salía de las ventanas: Luis era el que me gustaba, por lo que hacía, por su carácter, pero Javier, que era unos quince centímetros más alto que yo, era un chico guapito, ya un hombre, y se veía tan cortado, tan sacado de onda como Luis: ambos estaban haciendo de tripas corazón...

“¿Para que quieren que seamos novios?”, pregunté un poco para ganar tiempo, pero no nada más: mi mente estaba trabajando a toda velocidad. Los dejé que balbucearan unos minutos, sin ponerles mucha atención, mientras redondeaba la idea, y entonces los hice callar y se las expuse. Primero les dije que los quería a ambos, que eran mis grandes amigos y que quería que lo siguieran siendo, cada vez más, y si me hacía novio de uno perdería al otro, y entonces, ya que los vi pensando en su fracaso, “pero déjenme pensarlo”.

Casi acababa de decir eso cuando llegó mi madre a recogerme (mi padre pasaba fuera de casa buena parte de la semana). El día siguiente, domingo, inventé cualquier cosa para salir de casa relativamente temprano, y de la calle telefonié a Luis, citándolo media hora después en la estación de autobuses: pensaba llevármelo al campo, a un cerro con un manantial al que luego íbamos a hacer excursiones mis padres, mis tíos y amigos, donde hacían asados y cuanto hay, solitario pero no lejano de XX, un pueblo situado a una media hora en autobús. Yo iba vestida con mis botas de caminar, unos jeans holgados y una amplia chamarra: enseñar, al menos de salida, lo menos posible.

Cuando llegó Luis lo saludé como si no hubiera dicho nada la víspera, y le dije “vamos a comer a XX”. Nervioso asintió, y ya en el camión se relajó notablemente cuando yo empecé a hablar de cualquier cosa. Bajando del bus lo conduje a donde quería, que era cosa de una hora a pie, luego de pagar un taxi que se metía por un camino secundario. Luis llegó sudado y sin aliento porque resultó que no tenía mucha condición física. Supongo que esperaba, que estaba muriéndose de ansiedad pensando en lo que yo le diría: seguro veía ya alcanzado su sueño.

El pequeño y escondido manantial, como yo esperaba, estaba vacío: no se percibía presencia humana en kilómetros. Debajo de la ropa llevaba un traje de baño, y me desvestí ante su azorada mirada: él seguía parado y entonces yo, en bikini, le dije: “Aquí quería traerte”, le dije, y atrayéndolo hacia mí lo besé. No era el primer beso que le daba, ni tampoco la primera vez que me veía semidesnuda, pues aquel sábado de noviembre habíamos hecho más, pero el contexto era muy distinto...

Le di un beso y me tiré un clavado al ojo de agua, que me tapaba hasta el pecho, y le grité “ven, ven conmigo”. Obviamente, no iba preparado, y se aventó con el pantalón puesto, y una vez más nos besamos. “Estás muy sucio”, le decía yo, mientras lo tallaba con un poco de pasto, sin dejar de darle pequeños besitos en toda la cara. Tenía la verga bien parada y yo estaba bastante caliente, así que salí del agua, agarré sus ropas y las mías y las extendí tras unos matorrales, y le pedí que saliera. Cuando llegó a mi lado, ya me había insertado yo un óvulo espermicida y quitado la parte superior del bikini, mostrándole los pechos que ya conocía él. En cuanto llegó, lo abracé y comencé a besarlo otra vez, aprovechando que parada de puntitas casi alcanzaba sus labios. Le desabroché el pantalón y se lo bajé, y toqué suavemente su aparato, sintiendo como palpitaba en mi mano. Entonces empecé a masturbarlo suavemente, mientras él me acariciaba los pechos y la espalada y no dejaba de comerme a besos. No tardó mucho en descargar una buena cantidad de leche en mis manos. Lo acosté sobre su espalda y yo me puse a su lado, acariciándole el pecho, los hombros, el cuello, hasta que su verga empezó a dar señales de recuperación, momento en que lo monté, apretando su aparato con mi cuerpo y moviéndome despacito sobre él.

Luis no decía nada: con los ojos bien abiertos me miraba, y con las puntas de sus dedos rozaba apenas mi cintura, mi cadera, el nacimiento de mis nalgas, excitándome más de esa manera que si me tomara con decisión. Yo me movía de tal forma que su pito parado fuera y viniera sobre mi clítoris y la entrada de mi vagina, por encima del tanga, pero no quería prolongar ese momento más tiempo y ya estaba yo bastante lubricada, así que pasé a lo siguiente: el tanga de mi bikini era de los que se amarran con un par de moñitos a ambos lados de la cadera, así que deshice ambos y sin moverme, con un rápido movimiento me despojó del obstáculo y apoyando las rodillas, me elevé un poco, agarrando firmemente la picha de Luisito... él se semiincorporó sobre un codo, abrió los ojos aún más, si cabe, y dijo en voz casi inaudible “pero... pero” y antes del tercer pero, su cabecita había entrado en mí.
Me deslicé despacio hasta media asta, y luego de una pequeña pausa, empecé a subir y bajar despacito, muy despacito. Luis me tenía agarrada de la cintura y sólo me miraba, respirando profundamente, hasta que por fin hizo algo: sus manos aumentaron la presión sobre mi cintura y empezó a dirigir mis movimientos, haciéndolos cada vez más rápido, y cada movimiento era acompañado de un gemido suyo.

Apenas empezó así, yo llevé mi mano derecha al clítoris, y empecé a masajearmelo con energía, y pronto cada uno de sus gemidos era acompañado por un gritito mío, cuando él se vino ya estaba yo con los ojos en blanco y no dejé de moverme hasta alcanzarlo, unos meneitos después.

Me acosté sobre él, sin sacarme su aparato: ya se saldría por su cuenta, para disfrutar el contacto de su piel junto a la mía, y sus caricias en mi espalda. Francamente, para ser su primera vez, no había estado nada mal, aunque hay que considerar que el hecho de saber que lo desvirgaría me había tenido muy caliente un par de meses, y había echado leña al fuego desde esa mañana. La primera parte de mi plan se había cumplido, y además podía añadir una muesca a la cacha de mi pistola imaginaria.

Seguimos acariciándonos sin decir nada durante un buen rato, y luego me paré y poniéndome el bikini, fui a lavarme al ojo de agua, donde me alcanzó Luis. Sólo en cuanto me hube vestido, y cuando él terminaba de hacerlo, le pregunté: “¿y ahora, qué dices?” Solo me contestó cuando iniciamos la bajada: “te amo... te amo”, siguió diciendo. A pesar de la dificultad que tuvo para expresarse, porque el pobre no entendía nada, decía que quería ser mi chico y todo, sobre todo en cuanto le dije que se despreocupara por un posible embarazo.

Lo dejé hablar, y luego le dije que yo prefería que fuéramos amantes y no novios, amantes y los mejores amigos, con la expresa condición de que todo quedara en secreto. El decía que podíamos ser las dos cosas: noviecitos de mano sudada delante de todos y... pero no lo dejé continuar. Le dije que sería como yo le decía y, por supuesto, terminó aceptando, jurándome que por él, nadie se enteraría. Entonces hizo la pregunta que yo esperaba: “¿y Xavier?” Lo miré y le dije: “esta es la parte que te costará trabajo, porque Xavier sí será mi noviecito”, pero piensa que él me excitará y tú me gozarás, y que lo nuestro será más importante, porque tu y yo compartimos los libros y el ajedrez y ahora el sexo, y le exigiré que me deje seguir siendo amigo tuyo... y es que, ¿sabes?: nunca he tenido un novio como Dios manda”.

Parece que la idea no le disgustó del todo, porque quedamos de acuerdo. La segunda parte de mi plan (que constaba de cuatro) empezaría al día siguiente, aunque por lo pronto tenía la tarea de buscar un lugar donde poder follar a gusto con Luisito.

Aquí terminó Ariadna de contarme, y sin decir agua va, se montó en mi pito, para entonces firmemente enhiesto, y ahora yo os sugiero que trabajéis el vuestro.

sandokan973@yahho.com.mx
Datos del Relato
  • Autor: sandokan
  • Código: 3130
  • Fecha: 20-06-2003
  • Categoría: Primera Vez
  • Media: 5.85
  • Votos: 27
  • Envios: 5
  • Lecturas: 2339
  • Valoración:
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