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AQUELLOS DIAS EN LA ESTANCIA 7
Mateo estaba presto para preparar los desayunos a la peonada cuando apareció Saturnino, se saludaron como siempre. Saturnino siempre estaba de buen humor y era contagioso. El muchacho también era de buen carácter, así que entre ellos siempre fluía todo amenamente.
__¡Buen día Mateo!
__¡Buen día!
__¿Dormiste bien?__ preguntó el hombre
__Como un angelito
__Me alegra, veo que estas adelantado
__Sí, vi que estabas dormido y bueno me adelante
__Sí además, me pegue un baño, como hacía rato…
__Con razón había un olor rico, a lavanda
__Ah, como sos, no me ratonees, que recién empieza el día
__No te pongas así__ le dice el chico apretando uno de sus glúteos. A lo que Saturnino se sacude nervioso. Abraza al muchacho por la cintura y le da un beso en la boca bastante efusivo. El muchacho no se niega y le pasa la lengua por los frescos labios de Saturnino. El hombre le acaricia la pija que quiere levantarse. Las caricias lo calientan, pero es solo una caricia deben detenerse porque se escuchan pasos y voces que vienen desde alguna parte.
__Hoy están llegando los trabajadores que vienen por la cosecha
__¿Así? ¿Son muchos?
__Unos cuantos. Pero no te preocupes, nos vamos a dividir
__¿Como es eso?
__A vos te dejo los tractoristas. Son dos. Vienen todos los años. Es buena gente. Te van a agradar.
__¿Y si no?
__Los tendrás que atender igual. Yo me voy a dedicar a los que manejan las máquinas de cosechar. Ellos son cuatro.
__Mira vos, que bien
__¿Qué pasa?
__Nada, nada__ el chico siguió preparando los utensilios mientras se sonreía pícaro. En la cocina ahora aparecen las mujeres que limpian la casa. Alborotando todo. Discurriendo de sus cosas. Saludan a los cocineros y se ponen a acomodar lo que deben limpiar.
__¿Como anda doña?
__Bien Mateo y tu ¿Como estas?
__De maravillas
__Mira vos Celia, viste este muchachito esta contento
__Me parece bien__ dice la chica mas joven llamada Celia.
__Tenemos mas gente revoloteando por acá
__Si lo sabía, y bueno es por un tiempo, no
__Por suerte
__Pero ellos no duermen aquí
__No, traen sus carros, pero hay que lavarles la ropa, bueno ustedes la comida y el trabajo se agranda
__No te quejes
__No me quejo, no me quejo, solo digo
__Bueno con el permiso de ustedes señoras me retiro a llevar este desayuno, hasta luego__ así sale de la cocina Mateo para servir el mate cocido calentito y reparador.
Ya han llegado unos cuantos trabajadores nuevos. Las casas rodantes se van acomodando en el predio que esta preparado exclusivamente para eso.
Mateo ve que los tractores ya han llegado. Se acerca al carromato que supone que son de los tractoristas. En el pie de la escalera un barbado hombre cuarentón mira al chico y lo saluda tocándose apenas la punta de un sombrero de ala ancha
__¡Buen día patrón! Soy Mateo, les traigo el desayuno
__Como le va mozo, Dígame Cholo nomás, ¿Como anda?
__Bien bien__ toma el jarro que le ofrece Mateo.
__me dijeron que eran dos
__Si el Abel esta arreglando no se que cosa, pero ya viene
__Lindo tiempo, no
__Pueda ser que acompañe el tiempo. Es fundamental el buen clima para terminar el trabajo lo antes posible
__Claro, claro__ en eso aparece un hombre quizá un poco más grande que Cholo. Es Abel. Mirada seria. Bigote ancho. Espaldas armadas, es un poco mas alto que Cholo y las manos son enormes. Le tiende la mano al chico. Mateo se la da.
__Buenas mocito__ su voz es profunda, grave y agradable.
__Soy Mateo y le traje el mate
__Bien muchacho, bien, es usted bien joven__ los hombres se miran
__Si hace poco que estoy aquí, me gusta este lugar
__Y el viejo Saturnino, ¿Cómo anda?
__Bien, bien trabajo con el. Es mi jefe__ los otros se ríen y comentan
__¡Que viejo ladino!¿Seguro que lo esta preparando bien no joven!
__Si el me prepara en todo
__Mira que bien muchacho
__¿Desean algo mas?
__No por ahora…
__Bueno volveré para la cena.
__Bien joven, lo estaremos esperando ansiosos, no es cierto Abel
__Sí claro, vuelva joven, por favor, aquí estaremos
__Como no, claro que vendré
__Lo trataremos muy bien__ Mateo dio media vuelta se alejo del lugar, pensando, y oliendo algo en el aire. Por alguna razón Saturnino le había encomendado a esos hombres. Seguramente planeaban algo con el, eso no le molesto, muy por el contario lo calentó al máximo.
El día transcurría caluroso. El calor iba incrustándose en cada pared de la casa. La siesta apareció reparadora. En la casa como siempre todo era calma y sosiego. Tal vez en la piecita de Celia los gemidos se abrían en el aire. Algún noviecito apuraba una cogida con ella, joven y ardiente.
En la cama Mateo sentía el hormigueo constante en su entrepierna. Esperaba que cayera el atardecer para volver adonde estaban aquellos hombres. Maduros y apetecibles. Su verga se ponía dura, se alzaba entre las sábanas. Se quitó el calzoncillo. Ardía. Todo su cuerpo desnudo estaba caliente como aquella abrazadora tarde.
Saturnino llegó al cuarto. Entró sin hacer ruido, pensando que aquel compañero de cuarto dormía. Observó al chico y vio la ropa tirada al costado de la cama. Corrió la sabana sabiendo lo que encontraría. Acarició la poronga del chico que suspiro. La boca llegó presta a la pija subida, venosa y rígida. La boca la rodeó. Con las manos acaricio las bolas. Las sobo cariñosamente. La lengua repaso esa cabeza que tan bien conocía. La sacudió un poco, noto que el chico estaba muy caliente y que largaría su leche rápido. Entonces beso las bolas. Besó el ombligo del chico.
__¡¡AAhhhhhhhhhhhhh! ¿Qué rico lo haces!!!
__¿Te gusta?
__Siiiiiiiiiiii, sigue, sigue así, ¡Ohhhhhh!__ el chico apretaba las sabanas. Mientras el hombre lo besaba en el pecho. Jugaba con sus tetillas. Las mordía de forma delicada, en tanto sus dedos penetraban el agujero ya dilatado y abierto del joven. La boca de Saturnino encontró los labios del muchacho. Se besaban. La dura pija latía en la mano del hombre. Lo masajeaba. Lo dejaba. Luego volvía a sostener el mástil. Volvió lentamente hacia la herramienta. La engulló. Toda la pija fue tragada por aquel hombre. La saliva se largaba en aquel tronco.
__¡¡Dame tu lechita, dámela!!
__¡Ohh, si, si, ahhhhh, toma, toma!!!__ la leche salió con fuerza golpeando las mejillas de Saturnino que tragaba lo que más podía. Entre tanto el chico se movía y aullaba. Mientras Saturnino hundía la vara en su boca y allí se quedaba por unos momentos. El chico se relajo un poco. En unos momentos el hombre largó aquella pija que tardó un rato en dormir nuevamente.
Al despertar Mateo se metió en el baño a pegarse una ducha reparadora. Su cuerpo se jabono de la punta de los pies hasta la cabeza. Su cuerpo al terminar olía a perfume. Todo era mas fresco y rozagante. La tarde iba cayendo lentamente. Se cambió de ropa. Se coloco algo livianito y de un color claro.
__Mateo, ya debes irte adonde están los tractoristas, son las siete
__Temprano
__Sí, ellos ya terminaron sus tareas y dijeron que estarían esperándote
__Pero la comida
__La mandaré yo, tu no te preocupes por la comida
__Como digas __ Mateo salió de la casa y se perdió por el sendero que lo llevaba hacia el carromato de los hombres que manejaban lo tractores. Cuando llegó golpeó despacio, como para no molestar.
Cholo abrió la puerta.
__¡Eres tu! Pasa, muchacho, pasa
__Permiso
__Adelante, adelante, pasa, ¿Quieres algo de tomar?
__Bueno lo que usted tome
__Vos, lo que vos tomes
__Esta bien Cholo
__Ahí me gusta más__ Mateo miraba a todos lados y no encontraba a Abel. No decía nada.
__Toma….¡Salud!___ chocaron los vasos.
__¡Ahhh! Me gusta esta caña, suave y con mucho sabor
__Esta bien, muy bien. ¿Estas solo?
__¡Ah! No, Abel esta terminando un quehacer…Pero quieres venir, pasa, esta en el dormitorio, ven__ Mateo con su vaso en la mano atravesó el pasillo. Cholo lo guió y entró al dormitorio. Allí Abel estaba completamente desnudo.
__Mira Abel ya vino el muchacho.
__¡Oh! Que suerte, ¿Podrías ayudarme?
__Si como no ¿Que necesitas?
__Mira toma esa maquinita y ven aquí__ la maquinita referida era de afeitar. Abel estaba culo para arriba. Había una pequeña palangana, una brocha y crema de afeitar.
__Ven, no seas tímido__ debajo del cuerpo de Abel se encontraba un toallón grande.
__Mira quítamelos__ diciendo esto Abel se colocó en cuatro partas y abriendo su culo grande mostró los vellos que rodeaban su agujero. Mateo entendió. Tomó la brocha, la pasó por la crema. Despacio jabonó aquel culo que ya le gustaba. La cara de Cholo se iba transformando. Se ponía roja de calentura. Una vez que la espuma abundó en el ojete del hombre, el chico comenzó a pasar la maquinita de afeitar. Suave. Abel tragaba saliva y su enorme glande se iba agigantando. Aún Mateo no veía la tremenda poronga de aquel hombre.
__¡Ohhh! Te va quedando muy bien, continua chico, continua
__¿Te gusta?__ preguntó Abel
__¡Me encanta!__ contestó el chico. Luego de pasar varias veces y dejar la piel lisa y fresca, enjuago aquel culo lindo y deseable. Con su mano termino de lavar, para esa tarea tuvo que meter sus dedos en el agujero limpio ahora de aquel hombre. Paso el dedo unas cuantas veces por aquel lugar, sintiendo como la respiración se agitaba. Mateo entrando en confianza introdujo un dedo en aquel orificio gustoso. Abel resoplaba y se acostaba para recibir esas caricias profundas y calientes.
__¡¡¡Muchacho atrevido, ahhhhhh, sigue, sigue, húndelo, húndelo!!!….___ el chico fue pasando los dedos y rozaba los huevos enormes de Abel. Cholo se había ido quitando la ropa, mientras terminaba su vaso de caña. Su verga se iba empinando. Se acercó por detrás a Mateo. Levantando su camisa fue acariciando el pecho del chico. Lo recorría con sus manos abiertas. Noto lo suave de aquel tórax. Acarició las tetillas duras. Mateo se calentaba cada vez más. Se levantó un poco y arrodillado ayudó a que Cholo le quitara el pantalón y ante los ojos del hombre apareció aquel culo redondo y suave. Duro, joven. Las manos de Cholo lo apresaron, lo apretaron y no pudo evitar caer sobre el mordiéndolo, y pasando la lengua, lamiendo por todo aquel hermoso culo. Sin vellos, parecía el de una muchacha de tan suave y bello.
Mateo con su lengua abría el orificio de Abel, el hombre de gruesas manos que gemía ronroneante y feliz. El culo del chico también se abría a la boca rigurosa y hambrienta de Cholo. El hombre atacaba los huevos redondos y furiosamente duros de aquel joven. Y con sus manos atrapaba la pija que se levantaba sin remedio. Enhiesta, dura, enervada y venosa. Las caricias de Cholo sacudían el cuerpo del chico caliente y perverso. Un dedo entraba ya en el aro de Abel. Luego dos. El hombre se abría más y más como flor a la abeja que busca el néctar.
La saliva en el anillo de Mateo resbalaba y dilataba el agujero. Cholo no aguantando más penetraba ya al chico. Que emitía un gritito pareciendo una perra. El culo empujaba ayudando a que lo ensartaran bien. El movimiento de vaivén comenzaba y en tanto los huevos de Cholo ya golpeaban las nalgas del chico.
Abel giró su cuerpo grande y apareció ante la vista de Mateo una poderosa pija. Era gruesa y las venas se marcaban en toda la hinchazón de aquel hermoso tronco parado. La boca del chico se abalanzó sobre aquel animal. La cabeza del pene fue tragado íntegramente. El poderoso fierro vibró y se hinchó un poco más. Los gemidos de Abel se hicieron notorios. Mateo era un hábil chupador de pijas. Se había ido volviendo un experto. La estaca que lo tenía clavado lo sacudía y lo hacía gozar. Cholo lo empujaba y el a su vez se tragaba hasta donde podía la verga enorme de Abel, que cerraba los ojos y tragaba saliva.
__¡Chupa esta verga muchacho, ahhhhh, así, así, ahhhhh!__ gemía Abel en tanto tomaba la cabeza del muchacho y la hundía cuando este amagaba con respirar. La saliva bañaba por completó la tranca aquella. Con las dos manos Mateo la sacudía, la movía hacia todo lados. Luego apretaba las bolas y jugaba con ellas. Para después hincar los dedos en el culo abierto de aquel hombre maduro que gozaba con aquellas alocadas caricias.
El chorro potente golpeó en las entrañas del chico cuando recibió la leche de Cholo. Este descargó su simiente, mordiendo los hombros del chico. Gritaba en tanto salía el chorro interminable de aquella leche espesa. Mateo sentía como corría por su cuerpo aquel hermoso líquido. Cholo cayó un momento sobre el cuerpo del chico. Luego de unos instantes los dos, Cholo y Mateo se aferraron a la estaca de Abel. Los dos mordían y besaban ese pedazo. Luego uno iba y tragaba los huevos. Después cambiaban de posición y el que estaba abajo iba hacia arriba y al revés. Los gritos de Abel se escuchaban ya desde lejos. Todos sabían que el hombre estaba teniendo sexo.
En tanto la leche de Cholo caía por el túnel abierto de Mateo, este trepaba la herramienta dura de Abel. Se fue sentando en ella. Gritaba Mateo en tanto se introducía semejante hierro caliente y grueso. El anillo se abrió un poco más y tragó. Y lentamente se fue enterrando el monstruoso animal erecto. La boca de Abel atrapó la boca del chico. Los dos totalmente calientes se besaron apasionadamente. El hombre también chupaba las tetillas paradas del joven. Con las dos manos, Mateo, se abría un poco más para que aquel hombre con su poderoso perno lo clavará sin descanso. El joven aceleraba las cabalgatas, para después detenerse unos momentos, allí se besaban, luego seguía con su cabalgata salvaje. Cholo acariciaba las nalgas lisas del chico. Las mordía suave y las besaba. Acariciaba la espalda del chico y lo besaba en la nuca.
Abel fue acelerando el ritmo de sus gemidos y gritos. Mateo aceleraba sus movimientos en tanto le susurraba al oído a Abel, cual si fuera una niña virgen y que recién conocía el sexo. Abel descontrolado empezó a regar el anillo del chico. Gritaba, se retorcía y largaba semen dentro del muchacho, en tanto aferraba el cuerpo del chico y se intercambiaban feroces besos y lamidas. Agitados, quedaron un momento pegados. Acariciándose. Tocándose, el cuello los labios, las nucas. Cholo se besaba ahora con Abel, luego con el joven que lentamente fue retirándose de su asiento sexual. La pija chorreante salió del estuche. El agujero de Mateo escurría el líquido que había tragado. La verga de Mateo palpitaba como una lanza incendiada al rojo vivo. Abel no tardó nada en llevársela a la boca. Cholo lo acompañó. Los dos hombres se abocaron a la tarea de engullir esa flecha dorada y caliente.
Al paso se chocaban sus lenguas y Mateo sucumbía al placer de las dos bocas encargándose de el. Las bolas las tragaban de a una y luego las dos juntas.
__¡Ven muchacho acércate, aquí!__ decía Abel, llamando al joven __¡Hazme tuyo, disfruta este anillo, es todo para ti!__ alzando las piernas por sobre los hombros de Mateo la verga del muchacho fue entrando en el aro sediento de Abel. Mientras el hombre se quejaba y gozaba de la poronga erecta que lo penetraba, los besos entre ellos eran repartidos en las tres bocas. Las tres lenguas se enjuagaban entre si salivándose y dejándose llevar por las embestidas que Abel recibía en su culo sediento.
Cholo tan caliente como antes se sentó sobre la cara de Abel que con su lengua empezó a besar y a hurgar en el ojete de Cholo que se retorcía __¡Ahhhhhhhhh!¡Síiiii!¡Chúpalo, déjalo listo para que el chico me coja!¡Ahhhhhhhhhh!__ la locura se apoderaba de aquellos seres fogosos. Jugaban entre ellos. Mateo pellizcaba las tetillas gruesas de Abel. Este casi lloraba de placer. Murmuraba palabras indescifrables. Se contoneaba sintiendo la estaca que lo poseía endemoniadamente. Los huevos del chico golpeaban las nalgas aún lindas y musculosas. Cholo atraía hacia si tomando de la nuca al joven y se mordían los labios y se chupaban las lenguas. Se confundían en caricias y besos ardientes.
Mateo saca la verga del interior de Abel. Cholo se coloca en posición y allí nomas el chico lo encula salvajemente. Cholo recibe la pija endurecida. Se queja apenas. Siente ese pistón en su culo blanco y suave. Se abre para el muchacho que empuja, que socava hasta donde puede aquel túnel desaforado y abierto para el. Abel busca entonces el culo del chico y lo besa. Lo muerde. Lo acaricia. Lo lame con su larga lengua. Limpia el oscuro pasillo. Mete la lengua hasta el fondo. Abre el canal y traga lo que de allí surge. Mateo se sacude, sabe que no podrá controlarse mucho tiempo más. Se hamaca dentro del anillo de Cholo que gime. Siente que la verga que lo penetra se infla un poco más y entre gritos y rasguños el muchacho se viene regando las entrañas del hombre, los chorros son infinitos. Saca la pija de la caverna y Abel viene hasta la fuente y toma las últimas gotas de aquella pistola regadora.
Mateo se tiende a lo largo en la cama. Los dos hombres lo rodean y lo llenan de caricias. Se reparten entre besos su boca. Se lamen las lenguas. Aprietan un poco las bolas del muchacho. Acarician su pene que aún continua moviéndose semi duro. No quiere desfallecer.
Los hombres toman en cuenta de que ha caído la noche. Cholo se mueve y se levanta. Cuando se acerca a la mesa ve que han dejado comida y bebida. Invita a los otros. Tienen hambre. Los hombres se juntan a comer. Ríen entre bromas y chanzas.
Al rato quizá después de una hora vuelven a la cama. La noche será larga, saben que descansarán poco, pero no les importa. Solo quieren gozar a aquel chico precioso y joven que está con ellos como un regalo del más allá. Ellos lo disfrutarán. Pasarán momentos increíbles que llevarán en sus memorias cuando llegue al final de sus vidas. Pero para eso, piensan, falta mucho.-
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