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AQUELLOS DIAS EN LA ESTANCIA 5
DIA 5
Era la tarde de un día pesado y húmedo. Se avecinaba tormenta. Sobretodo en el aire. Los peones iban y venían finalizando las tareas de un día de mucho trajín.
En la cocina Saturnino armaba una lista interminable de productos que necesitaba.
__Mateo, vas a tener que ir vos, yo estoy muy atareado
__Como usted diga
__Sí, no sé como te va a ir con la tormenta
__¿Le parece que se viene?
__¿Porqué me tratas de usted?
__¡Ah, no me di cuenta!
__Te vas a ir en el sulky, ya les dije a los muchachos que te lo preparen.
__Bueno…__
__Después don Horacio quería verte
__Esta bien
__Lo vi medio raro, vos no sabes nada?
__¿Yo? Que voy a saber
__Sí , no era el mismo tipo que conozco
__Te habrá parecido….
__En fin…allá en el almacén va a estar Robustiano, un hombre muy bueno y servicial__ dijo esto sonriéndose
__Decile que vas de la estancia, el ya sabe….__ Mateo tomo las riendas del carruaje y partió lentamente hacia el pueblo que distaba de unos tres kilómetros.
La polvareda subía detrás de las ruedas y se movía con el viento que cada vez mas amenazaba con tormentas y lluvias. Los caballos fueron galopando de forma pareja. La tarde se iba nublando cada vez mas y la luz del día se iba perdiendo. Cuando llegaba a la entrada del pueblo la lluvia comenzaba a caer.
Se detuvo en la entrada del almacén grande que ya estaba iluminado porque la noche caía sin remedio y sin pausa. El agua ya golpeaba cada vez mas fuerte. El muchacho apenas alcanzó a entrar aunque de igual manera se mojo bastante.
__Buenas, permiso don__ dijo Mateo y el hombre grande detuvo sus tareas
__Buenas mocito, parece que se vino el agua nomás
__Y si, dio vueltas y vueltas…
__Se ha mojao un poco, espere, espere__ diciendo así el hombre grande desapareció detrás de unos estantes. De allí volvió a salir un chico, tal vez, un poco mas joven que Mateo.
__Ahi tiene don__ dijo el chico alcanzando una toalla.
__Gracias…__ mientras se secaba el hombre grande volvió a aparecer en escena.
__El es mi hijo Gustavo, ah y yo soy Robustiano
__Mucho gusto yo soy Mateo y vengo de la estancia…
__Si, si, ya sabía que andaría por acá__ interrumpió el hombre grande de enorme cabeza y bigotes anchos, voz grave y manos enormes observó Mateo
__Ah ya sabía
__Lo que pasa es que el otro día me encontré con el Saturnino y el me dijo, pero venga, pase pase
__Pero…Tengo
__¿Adónde va a ir? Con esta lluvia
__Está bien.
La casa era amplia. Fueron a un salón que parecía ser el comedor diario. Se sentaron alrededor de una mesa con forma ovalada y larga, como para varias personas.
__Quiere tomar algo?__ preguntó el hombre grande
__Si no es molestia, no, que va, después vamos a comer algo, porque le digo que tendrá que pasar la noche aquí
__¿Usted dice?
__Claro mozo, los caminos no se pueden andar con estos días…
__Hace mucho esta en la estancia__ pregunto tímidamente Gustavo, el hijo de Robustiano.
__No, hace poco, pero ya me estoy habituando
__El Saturnino me dijo que si que se estaba habituando rápido
__Parece que le dijo bastante Saturnino
__No, lo necesario, nada mas, pero tome, tome esta cañita__ bebieron y chocaron las copitas. Allí el hombre grande le contó que hacía como cuatro años su mejer se había cansado de la vida del pueblo y se había marchado a la ciudad y el no estuvo dispuesto a seguirla y se quedó allí. Y el hijo se quedó con el. Aunque seguía viendo a la madre por lo menos una vez por año. El también tenía una buena relación con ella. Era una buena mujer, decía risueño, el hombre grande. Además nos une este chico. La cuestión es que estamos solos y cuando viene alguien a visitarnos lo atendemos muy bien o por lo menos lo intentamos, decía del hombre grande, llamado Robustiano. El hijo, Gustavo, bebía despacio, en tanto su padre y Mateo ya se habían servido otra copita.
__La soledad a veces pesa, muchacho__ dijo con pesadez Robustiano
__Pero debe tener amigos
__Por supuesto, uno va haciendo amigos, por supuesto.
__Yo no tengo tanta suerte__ acotó Gustavo
__¿Y porqué?
__ Por empezar no hay tanta gente joven, y después estoy todo el día metido en este almacén
__Por eso el chico se quiere ir a la ciudad
__Y usted no quiere
__Y, no me gustaría __ siguieron conversando amigablemente. De repente Robustiano apareció con una olla grande y sirvió un guiso humeante y poderoso. Comieron y bebieron un par de vinos.
Luego de la cena frugal la lluvia seguía cayendo, no desmedida, pero pareja y sin cesar.
El hombre grande y los muchachos bebieron un licor dulce y seguían charlando. Contando cosas del pasado. Aventuras que habían vivido. Por supuesto que quien mas hablaba era Robustiano. Trajo unos cigarros que le habían regalado de Cuba y que prendía en ocasiones especiales
__¿Y esta es una ocasión especial?__ preguntó risueño Mateo
__Por supuesto muchacho, tu no sabes cuanto__ contesto alegre Robustiano
__Bueno me alegra, estoy un poco borracho, pero me siento bien…
__Eso me alegra mucho chico, me alegra muchacho, mucho,…_ mientras decía esto, el muchacho sintió la mano poderosa del hombre grande sobre su pierna. Gustavo, el hijo del hombre, saludó y se marchó a dormir. Cuando hubose marchado del comedor, el hombre grande susurro apenas al oído de Mateo
__Lo veo triste
__Tal vez le falta algo
__Tu lo has dicho…__ seguía con las caricias, a las cuales Mateo no se resistía.
__Pero que le falta?
__¡Yo creo que quiere un buen macho!!
__¿Lo dices en serio?
__Muy en serio y ese macho eres tu__ allí mismo acarició la verga de Mateo que ya empezaba a amorcillarse. La restregó contra la tela del pantalón y el muchacho gimió.
__Saturnino dijo que eras caliente, tenía razón__ apretó un poco más la pija del chico que acarició la nuca del hombre grande.
Se encontraron con la mirada caliente, humedecidos, las bocas se pegaron. El hombre grande parecía querer tragar la boca del chico. Con sus grandes manazas el hombre grande fue desprendiendo el pantalón del muchacho, entre caricias y besos apareció la pija del chico totalmente parada. La mano del hombre la tomo, apretó suave, la movió despacio escuchando el ruido de la lluvia y los gemidos del chico.
__¡Es hermosa!¡Oh, como me gusta!__ decía Robustiano muy ardiente. Sintiendo en su pecho como golpeaba el demonio del deseo feroz.
La boca continuo con el cuello, lamió un poco las orejas y así llegó a la barra de carne dura. Tragó un momento. La saliva baño el pedazo. La sacudió un poco mas. La vio brillar. Mateo gemía enardecido.
__¡Ahhhh! No acabes, esta pija es para mi hijo, ven quiero llevarte con el__ levantándose del sillón se dirigieron, hasta el cuarto de Gustavo, que oyó el rumor en el pasillo. Confundió. Extraño. Antes de entrar Robustiano volvió a besar al chico, mientras masajeaba la poronga, tratándola con cuidado de no calentar demasiado el ambiente.
Gustavo encendió la luz. Sabía que su padre estaba en preliminares con el chico. Sus grandes ojos azules alumbraron la verga enhiesta de mateo. Su corazón dio un salto. Su pija se encrespó. Robustiano acostó a Mateo en medio de ellos dos. Ya le había quitado el resto de la ropa y el muchacho estaba desnudo por completo.
El hombre grande tomo entonces la mano de su hijo y la dirigió hacia el mástil erguido. La mano de Gustavo rodeó la morcilla, la tanteó, la caricia se volvió un poco más acelerada. La mano subía y bajaba, se detenía y volvía a arrancar. La boca del hombre se extasiaba con las tetillas del chico. La punta de su lengua la martillaba, luego con los dientes mordía tranquilo.
El hombre grande guió la cabeza de su hijo hasta el aparato que latía rojo y encendido. La lengua del hijo se extasió en aquella herramienta, fue y vino hasta arriba, besando la cabeza con ternura, bajando hasta la base, besando apenas los huevos inflados del muchacho que resoplaba desencajado.
Robustiano termino de quitarse la ropa y luego ayudo a Gustavo, su hijo, a quitarse lo poco que tenía. En ese transito, beso los labios jóvenes del hijo, que recibió el beso de forma sutil , pero tan o mas caliente que hasta el momento. El hombre grande luego acarició las nalgas del hijo, las frotó y ubicándose allí abajo, se apoderó del ojal suave y rosado de Gustavo que rugió bestial ante tales caricias.
Abrió la flor. Chupaba la entrada que tan bien conocía. La flor se abría para el, pero hoy entraría el chico en ese lugar. Salivaba esa entrada carnosa y jugosa. Luego de un rato, despegó la boca de su hijo del palo resbaladizo y chorreante de Mateo que suspiraba descontrolado.
Robustiano ayudo a colocar detrás de su hijo a Mateo. Mateo apoyo su verga en la entrada de Gustavo que se movió levemente buscando la pija sin remilgos. Así fue entrando aquella poronga en el. Empezó a moverse, a contorsionarse. Mateo bombeaba al hijo de Robustiano que ahora miraba, acariciándole los hombros, rozaba con sus manos las tetillas de Mateo, le lamía las orejas, todo eso, de manera, distanciada, observando las reacciones de los jóvenes que estaban gozando infinitamente.
La poronga de Robustiano se levantaba sublime. Un faro en la noche tormentosa. El se acariciaba en tanto seguía con las caricias a Mateo que cogía con tranquilidad a su hijo .humedeció sus dedos y busco la hendidura de Mateo, encontrándola. La caricia comenzó. Hurgo y hurgo, socavando la entrada, dejándola abierta, anunciando que entraría en ella. Su pija no daba más. Necesitaba entrar en ese terreno que deseaba tanto. Se lubrico su verga potente con un poco mas de saliva y alcanzó la entrada.
__¡Ahhhhhhh! ¡Papi, me vas a coger, si, si, dame, dame tu verga, la quiero, ahhhhhh!!!!!__ así gemía casi brutal Mateo. El hombre grande al escuchar esa voz de niña, trastornado, se fue hundiendo en aquel ojete que lo llamaba y lo instaba a que lo recorriera.
Robustiano lo cogía y Mateo perforaba a Gustavo. La cama era grande y soportaba las embestidas de los hombres así como estaban. Gemidos. Ruidos placenteros. Gritos abiertos. La verga de Robustiano clavada en lo mas hondo del túnel de Mateo, a la vez que mateo sacudía el anillo del hijo de Robustiano, que acariciaba los huevos de Mateo, y rozaba apenas la verga de su padre que entraba y salía en el culo de su amante.
Mateo se había aferrado a la estaca de Gustavo. Se lo meneaba. Atrapaba las bolas del joven que eran grandes. Jugaba con ellas y escuchaba como respiraba el chico. Robustiano mordía el cuello de Mateo y con las manos fuertes apretaba su pecho desnudo. Las manos de Mateo recibieron la leche de Gustavo que sacudiéndose tragó con su culo el líquido que derramaba en su interior Mateo. Robustiano al sentir el movimiento de los esfínteres de Mateo descargo su jugo en el canal de este, llenando de dulce miel el orificio de aquel amante bello.
Quedaron pegados unos momentos. Luego se fueron moviendo. Desenredándose. Estirándose. Nuevamente quedaron estirados. Mateo en medio de Robustiano y Gustavo del otro lado. Robustiano acariciaba a los jóvenes alternadamente. Las vergas descansaban. Pero el hombre grande no estaba dispuesto a detenerse. Todavía no, pensaba. Fue besando despacio el pecho de mateo. Erectando sus tetillas. A Mateo eso le encantaba. Su piel, enseguida tomaba temperatura. Gustavo se acercó a el del otro lado y estampó en su boca un beso largo, profundo, dejándolo casi sin respiración. Intercambiaban salivas. En tanto Robustiano ya besaba el ombligo del muchacho y miraba con deleite, como la pija del chico buscaba levantar vuelo. De la misma manera colocándose en medio de los pies de ambos jóvenes, les fue prodigando de caricias a ambos garrotes que fueron tomando altura. Así fue metiéndose en la boca primero un ariete, luego el otro. Los jóvenes en tanto se cruzaban las lenguas y se mordían los labios. Robustiano chupaba salvajemente ambas vergas. Los jóvenes aullaban de placer. Las bolas de los jóvenes fueron comidas por el hombre grande, que sacudía las herramientas. Las amasaba, las golpeaba en sus mejillas ardidas y volvía a comerlas con gran hambre y lujuria sin fin.
Robustiano en un momento dado se trepó a la verga de Mateo. Fue sentándose en ella. Despacio, con tiempo y con ganas. El clavo fue entrando en el culo del hombre grande, que clamaba por pija. Sin reparos el hijo se puso de pie sobre la cama y arrimo su viril ariete a la boca, que lo tragó de inmediato. Yendo y viniendo, baboseando ese firme mástil. El hijo gemía como gemía Mateo con el culo del hombre grande, tragándose su sable empinado y recio.
Robustiano tomaba con una mano la pija sabrosa de Gustavo y con la otra abría sus cachetes lo mas que podía. Sintiendo los duros huevos del joven amante golpear y machacar en sus duras cachas calientes. Robustiano besaba con pasión desenfrenada la verga de aquel muchacho que se había criado con el. Mateo empujaba y metía en lo mas hondo que podía su espada taladrante.
__¡Ohhhhh! Que pija tienes chico, sigue cogiéndome, sigue….__ clamaba el hombre grande. Cabalgando sin descanso a Mateo que estaba ya con los ojos en blanco, con su verga a punto de derramarse. Salvaje el hombre grande ponía en jaque a Mateo. Llenaba este de caliente semen el túnel abierto de Robustiano que daba gritos y estertores de muerte. Parecía que iba a morirse en ese tremendo goce que estaba teniendo a través del falo del chico Mateo.
Robustiano dejo de chupar la pija de Gustavo para besar a Mateo. Cruzar la lengua febril y morder los labios del chico que terminaba de largar las últimas gotas de leche tibia en el hoyo del hombre grande que lo seguía cubriendo de besos y lamidas y pequeñas mordidas. Por fin se derrumbó a un costado saliendo de su cabalgadura y sintiendo como chorreaba de líquido ensuciando las sábanas y su espalda, pero gozando con su culo palpitante.
Gustavo se paro ahora en el borde de la cama y alzando las piernas de Mateo por sobre sus hombros penetró al muchacho. Hundió su fierro abrasivo y lo arremetió con enjundia voraz. Lo penetraba yendo y viniendo con velocidad. Alucinaba y emitía ruidos y voces extrañas. Guturales. Mateo acariciaba la nuca de Gustavo y gemía como niña enterrado en esa vara hasta las bolas. Gustavo frenético lo atacaba, atacaba ese ojal abierto y dulce. Robustiano se había acercado al muchacho y lo besaba, sin dejar la boca un instante. Lo dejaba respirar unos momentos y luego hundía su boca en la boca de Mateo en tanto Gustavo lo cogía con velocidad y largaba en su interior profundo, una enorme cantidad de leche que Mateo agradecía y sentía cálida, hermosa.
Los tres entre caricias y besos se durmieron en esa lluviosa madrugada. El agua no pararía recién muy entrada la mañana. Allí Mateo se quedó un día más. Por supuesto que fue atendido y atendió de maravillas a los moradores de aquella casa.-
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