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AQUELLOS DIAS EN LA ESTANCIA 3

AQUELLOS DIAS EN LA ESTANCIA 3

DIA 3

 

Don Horacio había mandado a llamar a Saturnino, bastante temprano. Cuando despertó Mateo, el hombre no estaba, así que se despertó muy despacio, y mucho más despacio se dirigió hasta el baño que tenían en aquella habitación cómoda y sencilla.

__¡Buen día don Horacio!

__¡Buen día Saturnino!

__¿Me mando llamar?

__Sí, nada, era para preguntar por el muchacho nuevo

__No , anda my bien patrón ¿Tuvo alguna queja?

__Para nada Saturnino, solo preguntaba. O sea que todo va bien

__Sí  don…__ cuando el hombre se retiro del escritorio, quedó pensativo. Que era lo que en realidad quería saber don Horacio, el capataz. Le entró la duda.  No recordaba que el capataz le hubiera preguntado como andaba alguno de sus empleados, por más que este fuera un recién llegado. Eso le extrañó, aunque después no le dio más importancia, por el momento. Acaso también fue que escuchó al entrar en la habitación el ruido del agua golpeando en el baño.

Se acercó silencioso y emocionado. Abrió sigilosamente la puerta ancha. Espió. Se extasió con la visión del cuerpo desnudo y mojado del chico. El jabón corría por su cuerpo fuerte y joven.

Sin pensarlo dos veces Saturnino se quitó la ropa y se metió en la ducha. Tomando el jabón comenzó a acariciar al muchacho que se hizo el sorprendido pero era como que esperaba ese ataque de Saturnino

__¡Oh! Quieres darme tu lechita, si dámela muchacho, quiero sacártela!__ diciendo estas palabras ardientes ya Saturnino se había hincado y atrapaba con sus mojados labios la verga del chico que comenzaba a levantarse sin dudar. La boca del hombre se comió al pájaro, lo besuqueaba, mientras el chorro de agua no dejaba de caer en sus cuerpos. Los gemidos de Mateo empezaron a atronar en la habitación. El hombre atacaba la pija que estaba ya dura. La chupaba hundiéndola hasta el fondo de su garganta, casi ahogándose. Las lágrimas se confundían con las gotas de agua que mojaban los rostros de los amantes. Saturnino era realmente goloso y chupaba la verga como nadie. A Mateo eso le encantaba. La lengua del hombre ahora buscaba jugar un rato con las pelotas bamboleantes y rellenas. La dureza de las mismas eran notable, a pesar de la noche que había tenido el chico. De esto Saturnino nada sabía.

Don Horacio rondaba por la cocina, buscando a Saturnino y su ayudante nuevo. No encontró a nadie. Le extraño y no le gusto. Siempre, por años Saturnino era el primero en rondar por aquellos sitios y el último en retirarse. Algo sucedía. Había un comportamiento extraño en aquel viejo cocinero. El capataz estaba dispuesto a descubrir que estaba pasando.

La leche de Mateo completó la boca de Saturnino que tragaba sin remedio y sin descanso. La bebió, llenándose. Se sintió pleno. Una vez que el chico se había vaciado, estuvo un rato aún terminando su tarea y jugueteando con la poronga, que lentamente buscaba desfallecer.

El agua y el jabón hicieron el resto. El muchacho salió del baño envuelto en la toalla y luego apareció detrás de el Saturnino, sonriente y satisfecho, empezaron a vestirse.

__Anoche me quedé dormido. No se a la hora que entraste.__ comentó Saturnino

__Tarde. Vos roncabas de lo lindo

__Sí, ayer terminé molido. Son los años viste, vos son tan joven

__Ya llegaré a esa edad

__Sí claro, pero te queda tanta leche para dejar en este mundo__ diciendo esto se largo una estruendosa risotada que resonó en toda la casa.

El día fue moviéndose lentamente. El calor avanzaba. Los hombres iban y venían y en la cocina las preparaciones, también   de vez en cuando se cruzaban con la mujer obesa que manejaba la parte de limpieza en la casa.

__¿Como anda el  chico Mateo?

__Con calor

__Sí, hacía rato que para este mes no hacia este clima

__¿Es raro no?

__y sí, las lluvias no llegan y eso es malo para los campos, los patroncitos se ponen mal

__Y bueno, a veces la naturaleza hace lo que quiere…

__Y claro, la naturaleza, la naturaleza…

En la siesta, algunos muchachos se fueron a la lagunita a pegarse una refrescada. Lo invitaron a Mateo y el muchacho ni lerdo ni perezoso se fue con ellos. Los muchachos reían y se hacían bromas. Se empujaban, se tocaban el culo, cosas que a veces hacen los varones.

__Polo no se junta con ustedes?__ preguntó en un momento Mateo

__No, es bastante solitario__ le contestó Oscar, un tipo de unos veinticinco años, rubio, de tez muy blanca que hacía unos cuantos años estaba en aquella estancia

__¿Y porqué preguntas por el Polo?__ se rió Tito

__No por nada

__Mira que tiene mala fama__ dijo Héctor

__¿Porqué?__ preguntó intrigado Mateo

__Y no se habla bien, parece que con los muchachos…

__¿Qué?__ llegaron al borde del agua y así como estaban se tiraron al agua. Luego entre risas se fueron quitando las ropas. También Mateo. Los chicos se miraban astutos y pervertidos. Se daban chirlos en la cola y se pellizcaban las pieles, las piernas, los brazos y lo que encontraran a mano.

Mateo recibió con calor los manotazos de los compañeros peones curtidos acostumbrados al sol, la tierra y el trabajo pesado y duro. Héctor le pellizco las tetillas y se erizo por completo. Al muchacho le gusto la reacción y los otros se dieron cuenta en seguida que al mozo, no le caían mal esas caricias. Tito entonces aprovechó y apretándole las nalgas le quitó el calzoncillo que era la única prenda que tenía el chico en esos momentos. Aparecieron  ante ellos las hermosas nalgas paradas y rocosas del joven y por la parte de adelante una verga que alzaba ya su ojo salvaje queriendo ponerse de pie.

Tito acaricio con sus rudas manos el pecho lampiño del joven, en tanto Oscar lo acariciaba sin vergüenza. La pija de Héctor se alzaba y el chico la vio tremenda. Poderosa. La alcanzó con su mano y la rodeó. Héctor se acercó un poco más al joven y mordió su cuello. Tito ya había alcanzado con sus manos la tranca de Mateo. La movía hacia arriba, hacia abajo, a un costado, al otro, la dejaba y miraba con éxtasis, veía  que no se doblegaba. Que era piedra tallada por venas azules, fuertes, calientes, torrentosas.

El culo de Mateo se tiraba hacia atrás y las manos de Héctor frotaban y aferraban el paisaje. Los gemidos del chico no tardaron en venirse.

__¡Ahhhh! ¡Como gimes!__ dijo Tito besando la pija de mateo. Oscar lamia con su lengua larga el anillo del chico. Cada vez los aullidos del muchacho se hacían más prolíficos y agonizantes. Héctor dejaba que Mateo le tomara la verga y el buscaba la boca del chico y se besaban ardientemente. Héctor pasaba su lengua demoníaca sobre los labios calientes de Mateo. Las chupadas de Tito resonaban en el aire libre de la siesta. Los huevos de Mateo habían sido tomados por la boca salvaje de Tito que se había adueñado literalmente de la parte delantera del chico, disfrutándola, reverenciando esa manija roja y marmórea.

Oscar salivaba y resbalaba  dentro del muchacho con dos dedos. Los quejidos del chico excitaban aún más y la poronga de Oscar se alzaba sin remedio como una trompa de elefante enojado.

__¡Oh! Como lloriqueas, eres una chiquilla preciosa!__ decía Oscar mientras su tranca se apoyaba, en la entrada, aclimatándose en ese espacio. Tratan do de hurgar suave, sin demasiada fuerza, como esperando que el chico hiciera el movimiento necesario para que aquella verga en llamas, penetrara el territorio que estaba entregado hacía un rato.

La leche sacudió la boca de Tito. La bebió como si fuera la mejor bebida. No dejo nada y noto que la poronga del chico tardaba en desfallecer. Siguió besándola lentamente, mientras Héctor chupaba sonoramente las tetillas del pecho lampiño del muchacho totalmente ensartado por Oscar, que movía las caderas en un ir y venir, ayudado por Mateo que retorcía su culo, apoyando más y más las nalgas en la piel del hombre, que lo tomaba descaradamente de la cintura desnuda y fuerte y lo bombeaba desaforado.

Los hombres gemían con distintos timbres, feroces, serenos, casi ahogados, casi llorando de placer. Tremendas pijas se sacudían por aquí y por allí. Héctor por fin tomo el lugar de Oscar y entró despacio pero sin ninguna reserva en el túnel profundo del chico que ahora se había puesto de rodillas y succionaba la pija de Tito que meneaba su animal dentro de la boca dulce del chico que tragaba y tragaba, salivando aquel garrote que de un instante a otro sería suyo.

__¡Como te gusta la pija, nenita, ahhh, sacúdete así, así, ahhhh!!!__ se alborotaba feliz Héctor. Oscar también se había arrimado a la chupada de Tito. Ahora el muchacho alternaba la pija de Tito y un rato después la verga de Oscar. Tito y Oscar entre tanto, así de pie, como se encontraban, intercambiaban besos y lenguas, chorreando saliva.

El chico sentía como golpeaban las bolas enormes de Héctor en sus nalgas enceguecidas de placer. Tito exigió su turno. El se colocó acostado sobre la orilla de aquella laguna y el chico abriéndose de piernas fue sentándose sobre el ariete alzado de Tito que cerró los ojos y gimió al sentir aquella boca de pez tragándolo. Resopló caliente y en seguida tomando la nuca de Mateo lo arrimó hasta su boca y los labios de ambos se fundieron terriblemente alzados, caliente, impúdicos. El chico lo cabalgaba y en tanto acariciaba con sus manos las tetillas de Tito que se retorcía de placer. Delante de el se habían colocado ya, Oscar y Héctor para que no dejara de chupar las bolas de ambos.

La lengua de mateo las recorría, alargada y flexible. Los dos se acariciaban las tetillas duras y paradas. También los dedos de ambos se acariciaban los agujeros babosos y húmedos. Ya el dedo de Héctor entraba sin remedio en la cola afiebrada de Oscar y así lo mismo Oscar con Héctor, en tanto la lengua de Mateo recorría los estandartes de ambos, los aferraba con sus manos y los meneaba, tragando, comiendo, aquellas varas andariegas y poderosas.

Tito no aguanto más dentro de aquel ojal primoroso y descargo su liquido espeso, aferrando el pecho liso de aquel chico que sintió el manjar en su interior gozando, y gimiendo. Apretando aún más las pijas de sus compañeros de juegos y haciéndolos vibrar. Aun estaba chorreando leche y Oscar penetró de rodillas al chico que estaba como sentado de espaldas en aquella estaca enardecida. El se levantó y se agacho varias veces, se sacudió, movió su culo agitando el pedazo en su cola ávida, caliente, jugosa. Oscar empezó a gemir aceleradamente y abriendo su boca en un grito comenzó a esparcir leche dentro del canal abierto del chico que siguió un momento más hincándose  la vara muy profundo y sintiendo como aquel muchacho se había vaciado por completo dentro de el.

Mateo trató de acomodarse un poco, pero Héctor lo abrazo de espaldas como estaba y casi acostados de costado recibió la dura poronga de aquel  varón alzado y lujurioso. Héctor se movía suave, despacio, mordiendo tibiamente y controladamente los hombros del chico que tenía su verga tan dura como al principio. Hasta allí se habían llegado Tito y Oscar una vez recuperados de tanta felicidad. En ese ir y venir furioso, Héctor tomaba la vara del chico y se las daba en la boca a los otros dos alternativamente y a veces la tragaban los dos juntos.

De repente Héctor se coloco debajo del chico, dándolo vuelta es como si Mateo lo aplastará pero con su espalda y su culo ensartado hasta las bolas. Tito entonces ataco el palo del muchacho y se fue sentando en ese mástil hasta sentirlo en el fondo.

__¡Ahhhh!¡Que buena pija!!__ recitó Tito caliente y sin reparos. Así fue subiendo y bajando, mientras escuchaba los gemidos del chico, que resoplaba, el frenesí era terrible en aquella siesta al lado de la laguna. Héctor se fue vaciando apoyando los labios en el cuello del muchacho que se sacudía sintiendo los chorros de leche en su culo sediento, que ya había gozado con tres machos en una misma tarde.

Oscar requirió su lugar y también se sentó en aquella pija joven que estaba  sedienta de nuevas aventuras y culos apretados. Oscar cabalgaba sin descanso. Se abrazaba al animal, cerraba su cola, la apretaba en aquella vara tremenda. Cogía aquella verga fantástica y acariciaba el pecho y el cuello del chico. Luego bajaba su torso y se besaba con aquel chico libre y salvaje. Las lenguas se buscaban. Se lamían uno al otro. Héctor y Tito tomaban energía, mirando el espectáculo que le brindaban aquellos dos chicos muy, muy calientes.

En la casa, el capataz don Horacio preguntaba a Saturnino

__¿Dónde está tu ayudante, Saturnino?

__No, no, no sé patrón….__ titubeo contrariado

__No sé si notaste, Saturnino que la tropa esta medio desacatada

__¿Uste dice patrón?

__¿En que andan?

__No patrón, yo no sé nada

__Me huele a que algo anda ocurriendo y es mas…

__¿Qué patrón?

__Que vos andas metido en ese comportamiento

__¿Yo?__ sin contestarle, don Horacio dio media vuelta y salió de la cocina. Saturnino quedó pensativo. A la vez se preguntaba adonde andaría Mateo.

Mateo  soltó el semen. Gruñendo como animal salvaje. Resoplando. Dejando chorrear su liquido por aquel anillo dilatado y gozoso. Las respiraciones se fueron sosegando.

La calma fue instalándose en aquel paraje. Los muchachos somnolientos, se besaron un par de veces mas. Mientras jugueteaban en el agua. Luego comenzaron a vestirse inquietos y alegres. Un momento mas tarde emprendieron la marcha hacia sus tareas cotidianas.-

Datos del Relato
  • Autor: MARIO
  • Código: 35007
  • Fecha: 05-08-2015
  • Categoría: Gays
  • Media: 10
  • Votos: 3
  • Envios: 0
  • Lecturas: 2637
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