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Categoría: Maduras

Aquella señora, llamada Isabel

Hay acontecimientos en la vida de un joven que de alguna manera nos cambian definitivamente, fue entonces ese cambio fundamental el que a Buba le sucediera, en nuestros primeros días después de haber cumplido los quince años



Y nos separó definitivamente entre la inocencia y el futuro camino de hombre.



En ese entonces, mi amigo Buba y yo transitábamos el barrio de coglhan, que era un barrio más de la capital federal, de Buenos Aires.



Trascurría ese verano del 66, entre jugar a la pelota con nuestros vecinos de la otra cuadra y las carreras de carritos de rulemanes, en un pendiente de una cuadra, Melian, pero sobre la vereda ya que las calles eran adoquinadas.



Un circunstancial motivo llamó nuestra curiosidad esa mañana de enero, un camión grande y de forma cuadrada había parado frente a la que hasta el mes pasado fuera la casa de la viuda Hernández, pero ahora se veía que era ocupada por una nueva familia, llegada desde la ciudad de Salta.



La viuda se había ido con sus hijos a España, después de la muerte de su esposo Jesús en un accidente de tránsito y en la insensatez de vivir alejada de su familia en Europa.-



Los recién llegados solo lo componía dos personas (un chico de alrededor de quince años y su madre de unos treinta y siete años), pero de una figura muy agraciada y algo voluptuosa.



Sensual como mujer relativamente joven y de cuerpo cuidado.



No tardamos mas que cinco días en hacernos amigo de Luís así se llamaba el recién llegado y al mes era uno mas de nuestro grupo, llevándonos Luís ya a su casa y nosotros a la nuestras.



Pero siempre nos llamó la atencion Isabel, su madre, su comportamiento cuando Luís de alguna manera se encontraba alejado



Muchas veces cuando nuestros juegos se desarrollaban dentro de esa enorme casa, nos miraba con los ojos centrados en Buba y ocasionalmente en mi, peo creo que lo hacia mas con Buba.



Buba representó siempre mas años que yo con un cuerpo bien proporcionado, flaco y algo musculoso, herencia de su padre español y por ello daba siempre la imagen de ser mayor.



Era un verano muy caluroso y la confianza con Isabel fue creciendo, como el calor de ese enero y en mas de una veces, a un descuido de ella veíamos cuando se agachaba sus dos enormes senos, de su flojo vestido liviano y muy amplio al cuerpo además (ella no usaba corpiños como nuestras madres) y al recoger la ropa, nos quedábamos idiotas mirando esos dos globos como le decíamos que se movían dentro de ese mismo vestido, ella tardaba siempre mas de lo debido en la operación de colgar la ropa cuando sabíamos que la mirábamos embobados.



.



Ella simplemente hacia como si no sintiese nuestros ojos en sus senos, y atendía el trabajo de colgarla ropa muy lento y teatral, recalcando sus prendas intimas de color siempre negro y un rojo intenso, tocándola o alisándolas con la mano.



Muchas veces mientras ella estaba cociendo ropa, (era modista y muy buena ya que al tiempo tenia mucha clientela femenina), abría en forma provocativa las piernas empujando una tabla de hierro que daba movimiento a una máquina de cocer, y mas de una vez creímos ver sus vellos vaginales.



O cuando nos servia el mate cocido, en la mesa del comedor, siempre lo hacia y en especial cuando se dirigía a servirle a Buba, agachándose sobre el borde de la mesa contrario, de esa manera y con un vestido amplio y abierto les mostraba los senos a Buba que se enrojecía desproporcionadamente, pues era de una tez blanca pálida.



Sucedió un día.



Era el fin del verano, de tarde casi ya entrando la noche, y muy caluroso fines de febrero.



Ya con Buba nos confiábamos que sentíamos, algo en nuestro sexo cuando ella, nos hablaba y hasta nos confesamos que muchas veces en la noche nos masturbábamos pensando en ella, eran nuestras primeras acciones solitarias al vicio de una cientos mas a lo largo de nuestras vidas y lo hacíamos en el baño con revistas compradas de contrabando en el Puente Saavedra, en un kiosco sobre la calle Maipú, en donde al final nos imaginábamos a Isabel, en el rostros de una rubias que se mostraban en la revista.



Isabel hacia un tiempo que estaba en el baño duchándose, el baño quedaba pegado a las piezas enfrentando la cocina y algo alejado de la escalera que conducía a la terraza.



Buba estaba en la parte baja de la casa, solo de campana por si subía Isabel, ya que siempre se negaba a fumar.



Luís y yo estábamos aprendiendo ese arte en la terraza, nuestros primeros cigarrillos robados a mi padre.



Isabel lo había visto solo a Buba con cara de pícaro



Y como al descuido (sabiendo que sus hijo y yo estábamos arriba) lo llamo con la excusa de traerle una toalla que se había olvidado en la pieza, así lo hizo Buba y cuando golpeó a la puerta del baño, para dársela ella le dijo:



Pasá



Fue como morirme me dijo, después cuando nos fuimos a casa,



Gustavo creo que me desmayaba ahí mismo y las piernas se me doblaban



Isabel, estaba desnuda delante de mí, y lo primero que atinó a decirme ella era si me molestaba



Titubeando creo que le dije si,



No se,



Para nada, señora



Pero ella no me escuchó,



Me tomo la mano y dijo:



Buba sécame la espalda que no alcanzo



Buba, con su miembro al máximo de su esplendor, le paso tímidamente la toalla por la espalda, al hacerlo aprovechó para mirarle cola, que le parecía lo mejor que había en el mundo, no teniendo claro, mucho que comparar las de la revistas y la de su madre que a veces le pillaba cambiándose.



Le llamó mucho la atención y calentó aun más, sus piernas largas y blancas



Isabel sabiendo o presumiendo, que Buba estaba embobado mirándola se dio vuelta, ahora era ella quien le miraba fijo a los ojos lo cual a él le impedía mirar los senos, y su vagina



Ella lo tomo la mano y empezó a pasársela en los senos, en círculos alrededor de los pezón en forma lenta, a lo que Buba le hacia poner al máximo en su sexo y su cara era todo un muestrario de colores rojos intensos



Gustavo créeme, estaba ya desesperado de caliente diría al final al entrar a su casa y seguramente ir corriendo al baño para nuevamente masturbarse.



Te gustan, mis tetas Buba, míralas



Si, claro señora.



Entonces que esperas para pasar tus manos como te enseñé.



Así lo hizo pero aplicando especial cuidado en sus pezones que estaban duros y marcadamente marrones oscuros, que a Buba le apasionó



Buba, le dijo sacándolo de su calentura, ahora no podamos seguir mucho, nos pueden ver Gustavo y Luís



Mañana, Buba dile Gustavo que se lo lleve a Luís, al parque Saavedra, y que tarden como tres horas, entonces cuando ellos se van, vení a casa así estaremos solos



Fue entonces que ella le bajo el pantalón un Fart West que imitaban a los Lee que solo unos pocos podían tenerlos, y le tomo su sexo



Buba cerro, los ojos y ella agachándose le paso por primera vez, los labios en su sexo y luego le aprisionó con su boca suavemente en su sexo moviendo lentamente su cabeza tomando el sexo entre sus labios, para luego introducirse el miembro de Buba hasta lo mas profundo de su garganta



Bastaron pocos movimientos, para que acabara en la boca de la mujer en un cómico movimiento que de no ser por el lavatorio, se hubiese caído



Ella se quedó arrodillada un tiempo, en el suelo del baño como asimilando el sabor del líquido y lo pasado, fijando la vista en el lavatorio, con unos ojos grandes y su cara desencajada.



Resuelta y mas tranquila, al cabo de unos segundos se levantó se envolvió en un tallón largo y blanco, le tomo la cara a Buba, dándole un beso en la boca muy suave y delicado



Después casi maternalmente le levantó los pantalones, ajustó su camisa y le dijo



¡Ándate, Buba antes que vengan ellos!



Buba obedeció sin decir nada.



 



Cuando bajamos lo encontramos a Buba sobre una silla, enajenado



¡No se preocupen! nos dijo, ¡es el calor! dijo mintiendo.



Isabel al tiempo ya cambiada, nos despidió con la excusa que Luís debía bañarse y cenar.



Gustavo, mañana me vas a tener que hacer un favor, muy grande dijo Buba con cara de que solo tenía cuando quería que algo saliese perfecto.



Si le contesté que es lo que tengo que hacer.



Nos sentamos en el umbral de la casa de las griegas, que nunca estaban y a continuación me dijo:



Vas a ir con Luís al parque Saavedra,



Desde las tres hasta las seis o lo que mas puedas pero



¡No debes llegar antes de esa hora!



Si se aburren vayan a lo de mi primo, a ver la televisión (la televisión en la Argentina era un articulo de lujo y no todos la tenían en ese entonces) como ser Luís y yo.



Bueno vos Buba, que vas a hacer.



Nada Gustavo, es que no tengo ganas de ir, y ya quedé con Luís.



Solo anda a la casa de Luís y llévatelo...



Después te lo contaré.



Bueno le dije sin desconfiar de nada.



 



Llegó Buba un tanto mas tarde que confirmase desde su escondite que nos encaminábamos hacia el parque, con Luís.



Dudoso, e intrigado a su vez muy caliente llamó, a la puerta de Isabel



Los segundos pasaban y ella tardaba en atender, toco nuevamente



Ah, muchacho tan desesperado estas, le dijo sonriendo Isabel, tarde porque me estaba poniendo linda para vos…



Buba pasó, y ella le tomo de la mano llevándole directamente a la pieza matrimonial (pieza que nunca habidos entrado)



Era amplia, de techos altos y piso madera con sótano, la cama era matrimonial como de lo padres de Buba, y míos llevaba una colcha de hilo color marrón suave y una sábanas color celeste claro.



Unos modestos muebles color pino, conformaban el placar de confección económica y tan común en esa época, donde se veían unos cuantos adornos baratos e incongruentes, en la mesa de noche opuesta a la puerta de entrada había una radio prendida, a un volumen medio y el ventilador de mesa de luz funcionado en círculos en la mesa mas cercana a la pareja.



¡Pasa querido, que no te voy a comer, por ahora!



Buba había quedado paralizada no por lo que hubiere de ocurrir, sino ver una pieza matrimonial no tan común que se enseñase a nadie mas que los íntimos en esa época, era el secreto mas esencial de una mujer o el matrimonio.



Ella sentada con las piernas cruzadas en la cama con cara excitada y deseosa, lo llamaba a Buba que había quedado en el marco de entrada de la pieza



¡Dale Buba o tenés miedo, amor!



¡Cuando Buba resuelto se acercó y le tomo su cabello entre sus dedos ella le exclamo muy sensual!



A ver como ese hombrecito en la cama con su novia



Ella deseosa, le tomó la mano, acercándole la boca y recostándolo en la cama.



Como mujer adulta caliente lo fue llevando primero por pasos



El inicio fue a enseñársele a besar,



Pidiéndole que abra su boca, y se deje llevar por ella, con los minutos el aprendió el sabor de su saliva y el placer de sentir la lengua enérgica y apresurada de esa mujer, en su interior, o como esa misma lengua transitaba el cuerpo de Buba, por sus tetillas, sus hombros, sus dedos.



Mientras jugaba con su lengua una mano le recorría desde arriba hacia abajo su sexo



A un tiempo lento y ardiente ella le iba desprendiendo la escasa ropa de Buba, como su pantalón y unos casoncillos a pintitas estilo bóxer.



La camisa había quedado en el patio sobre la mesa.



Un vez desnudo le tomo con la boca su miembro como la vez en el baño.



Al tiempo solo a un tiempo que ella descubrió en él le dijo:



¡No acabes Buba, si no me dejaras como ayer que no puede dormir!



Se apuró ella a quitarse la ropa que llevaba (solo era el vestido que lo hizo arrojándolos de sus hombros los breteles y cayendo al suelo) y se acercó al cuerpo de Buba que solo miraba con una vista perdida en el cielo raso del techo



Ahora Buba ponete bien derecho y de espaldas a la cama, le dijo a lo que a él le saco de su estadio, haciéndolo cumpliendo ese mandato.



Yo iré subiendo a tu cuerpo, le cruzó la pierna derecha sobre Buba y se acomodó entre las dos piernas del Buba, que ahora empezaba a sentirse emocionado y recaliente.



¡Así me la meterás, me penetrarás mi amor, con potencia y delicadeza, yo te enseñaré!



¡Despacio entendiste!, pénemela si Buba pero no te apures, pues tenemos mucho tiempo y las ganas para gozar, yo te haré sentir en la gloria mi amor.



Pero cuando tu cosita este dentro mío y al moverte



Aguanta todo lo que puedas hasta largar el juguito de tu pija le dijo.



Buba miro bien por primera vez esa mata enrulada de pelos, en donde ella mojo sus dedos y lo paso por sus labios vaginales, se acomodo y tomándole la pija de Buba se la dirigió a la entrada de su concha.



Buba sintió por primera vez ese calor tan propio del interior de una vagina, y sorprendentemente empezó a moverse, como la naturaleza le había enseñado



Ella tirándose hacia atrás logró aun más una penetración más profunda.



¡Esa pija joven en su interior, le pudo! y empezó a sentir que la transpiración se entremezclaba con el deseo.



Así aguantó lo más que pudo Buba y ella se asombró.



Acabarían casi a un mismo tiempo cosa que casi nunca le había pasado a Isabel, ni aun con el padre de Luís durante el primer tiempo que vivieron juntos.



Y allí supo que ese joven aprendería mucho de ella porque ya lo había conquistado a él y ella se había dejado seducir, por su juventud.



Y ella le llevó a Buba a los mas hermosos momento de su vida, logrando ese día penetrarla tres veces, y hasta la tercera acabando dentro de su vagina.



¡Me descuide por la calentura Buba!, espero que no me pase nada.



Esa mujer le enseñó a Buba en los siguientes días y años a hacerle el sexo oral, a realizar el sexo anal que con el padre de Luís sistemáticamente se había negado, a controlar lo más posible el deseo de eyacular y él aprendió:



A sacarle a una mujer los más prolongados y resueltos orgasmos de mujer adulta, ardiente y caliente con su hombre, descubriendo Isabel que había sido multiorgásmica



Y todo con un joven de tan solo quince años.



 



Años después, muchos demasiados Buba me confió su secreto casi por descarte de una conversación de madrugada de pesca.



Mi amor por Isabel me llevó a estar con ella casi siete años, Gustavo después me fui del barrio a Lanús, y allí me casé, con una tana que es una madre ejemplar



¡Pero no soy verdaderamente feliz con ella, me falta esa fuerza que Isabel daba a una cosa tan simple como, es coger!



Nos vimos ese madrugada en un tren hacia Zárate, casi después de quince años de desencontrarnos por la vida y cuando ambos coincidimos en ir a pescar al Paraná pejerreyes.



 



Y al preguntarle de Isabel y su vida apareció en su rostro una mueca triste.



Me dijo que también se había ido del barrio, al quedarse embarazada a su provincia natal Salta.



Supuse que el padre sería, aunque no lo dijo, él:



¡No sé porque lo calló!



Solo Luís se quedó, en Buenos Aires y se caso Gustavo me dijo apagando el cigarrillo, en el costado del tren casi llegando al puente de Zarate



Y ¡con una de las Griegas!



. **Nota:



Los nombres de ésta historia son ficticios así como algunos de los elementos apartados a la historia, pero el cuerpo de la misma es real



Así como sus consecuencias.


Datos del Relato
  • Categoría: Maduras
  • Media: 6
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