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Aquella noche me hizo suyo, Mustafá, el marroquí

Se llamaba Mustafá, era marroquí. Nos vimos por primera vez en la feria de artesanos que se celebra en La Coruña en el mes de agosto. Estaba trabajando en una de las casetas de marroquinería que había ese año en los jardines de Méndez Núñez, que es donde se suele instalar dicha feria. Estaba él solo, estaba trenzando una pulsera de cuero que luego ofrecía a los visitantes.



Nada más cruzar nuestras miradas, sus ojos se clavaron en los míos; tenía unos ojos negros de mirada profunda, rodeados por unas largas y rizadas pestañas; nada más clavar los ojos en los míos, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. ¡Dios, aquella mirada me había hecho estremecer! Tuve que apartar la mirada, empezando a ruborizarme y ponerme nervioso.



Sin apartar la mirada, empezó a ofrecerme cosas, yo ruborizado miraba con vergüenza sin poder aguantarle la mirada. Veía como me iba señalando los productos, y como pasaba su lengua por los labios remojándolos. Se había dado cuenta de que cada vez que me miraba mi perturbación iba en aumento. Cada vez me ponía más colorado y una excitación se iba apoderando de mi entrepierna. No sabía cómo hacer para ocultar el abultamiento de mi paquete, cada vez aquello crecía más y más, sin yo poder remediarlo.



De pronto vi unos zapatos que me gustaban, y mientras los miraba, él se acercó a mí, quedando pegado a mi derecha. Se agachó cogiendo uno de los zapatos, rozándome su paquete al hacerlo.



¡Dios! Abrí la boca y los ojos, soltando un leve suspiro al notar su paquete pegado a mi pierna. Me puso el zapato en mi mano, y sujetándome por mis caderas, me llevó a un pequeño taburete, donde me sentó para que probara el zapato.



Tu prueba zapato, si gusta, Mustafá, buen precio para ti. Me ayudó a sacar mi zapato y calzar aquel otro zapato que me había gustado, no sin dejar de acariciarme el pie y pantorrilla al hacerlo.



El zapato, me quedaba perfecto, además de ser comodísimo. Le pregunté el precio, sorprendiéndome cuando me lo dijo, ya que no era caro, por lo que sin pensarlo más le dije que los compraba.



Se los pagué, y dándome él una bolsa de tela con los zapatos recién comprados, me devolvió el cambio y a la vez que me daba el cambio, me entregó una tarjeta donde había escrito algo. Luego sujetándome el brazo izquierdo, me colocó en la muñeca una de aquellas pulseras de cuero que estaba trenzando; esto regalo de Mustafá, y tarjeta tu luego leer, me dijo.



Cuando salí de allí, mientras iba paseando con la bolsa de mis zapatos recién comprados, saqué la tarjeta, leyendo lo que había escrito en ella.



En ella había escrito el horario de apertura y cierre de la feria, y a bolígrafo, tu gustar, Mustafá invitar café, y luego ponía la dirección de una cafetería que daba a la calle Real y Avda. de la Marina.



Joder, el cabronazo me estaba tirando los tejos, me estaba invitando a un café, y me daba a entender donde lo podía encontrar y cual era el horario que tenía.



Miré la hora que era, comprobando que eran las 13:10 del mediodía, así que dudando de que hacer, fui andando hasta entrar en la cafetería en la que me había citado Mustafá, escribiendo su nombre en la tarjeta.



Me puse en la barra sentado en un taburete, pedí una cerveza, sacando luego la tarjeta para ver cual era el horario de la feria. Al parecer a las 2 de la tarde cerraban, volviendo a abrir por la tarde de 17:30, hasta las 10 de la noche. Iba a esperar a ver que sucedía, aunque no las tenía todas conmigo, aquel marroquí, me hacía estremecer con solo su mirada.



Estuve hasta las 2:25 de la tarde, a esa hora la presión y estrés que tenía, me hicieron marchar de la cafetería, no pudiendo aguantar más. Me fui para mi casa a comer, luego por la tarde ya vería si me atrevía a volver y esperar a Mustafá.



Durante toda la tarde estuve dudando si acudir o no a la cita. Los nervios me corroían, no sabía que hacer, si acudir o no. A las 10 de la noche, sabía que cerraban la feria, así que a eso de las 11:30 de la noche, pasé por delante de la cafetería, mirando desde fuera si se encontraba Mustafá.



Ya antes de llegar a la altura de la cafetería, nuestras miradas se volvieron a encontrar. Estaba de pie frente al mostrador, mirando para la calle; estoy seguro de que estaba mirando a ver si me veía llegar. No sabía que hacer, sí seguir de largo, o parar y entrar en la cafetería.



Mustafá me había visto, y vio como dudaba en si entrar o no, así que, sin quitarme la vista de encima, llevó su mano a su entrepierna, empezando a restregar su mano por todo el paquete, en una clara insinuación delo que deseaba. Me estaba ofreciendo clarísimamente su verga, quería hacerme suyo.



Como si estuviera hipnotizado, entré en la cafetería, sin poder sacar la vista del paquete que Mustafá seguía restregando con su mano.



Cuando entré, Mustafá, acercándose a mí, me sujetó la mano por la muñeca, saludándome. Me alegro de que hayas venido, mustafá estar contento, dijo llevando mi mano a sus genitales, a la vez que con el otro brazo me abrazaba la espalda. Restregó mi mano por todo su órgano sexual, susurrándome al oído, tu gustar mucho a Mustafá, yo desear hacer el amor, tu mío.



Menos mal que no había mucha gente en la cafetería, y nadie había visto como restregaba mi mano por sus genitales. Me soltó arrimándome un taburete para que me sentara, diciendo que él me invitaba. Pedí una cerveza, la cual después de servirme el camarero me puse a beber, mientras Mustafá no dejaba de hablarme.



Después de algo más de una hora hablando y bebiendo, salimos de la cafetería. Ya iba ser la una de la madrugada, cuando salimos de allí.



Primero fuimos paseando por los cantones, luego me llevó hacia los jardines de Méndez Núñez. No sabía a donde me iba llevar, pero todo apuntaba a que íbamos hacia la caseta de la feria. Al llegar a la altura de esta, sujetándome por la mano, abrió la puerta, entrando en ella a la vez que tiraba por mí. Una vez dentro, cerró la puerta con la llave, y a oscuras como estábamos, me abrazó por la espalda, empezando a restregar sus genitales y órgano sexual por mi culo.



¡Ufff! Resoplaba Mustafá restregándose por mi culito, mientras me abrazaba a él, mordisqueándome la nuca. Tu gustar mucho, Mustafá hacerte el amor esta noche. Yo entrar en ti y hacer mío. Tu esta noche mujer de Mustafá, me susurraba mordiéndome la nuca, mientras me sobaba con sus manos mi órgano sexual y genitales, a la vez que se restregaba por mi culito.



Yo que cada vez estaba más caliente y excitado, dejaba que Mustafá me fuera metiendo mano, mientras se restregaba en mi culo. Gemía y jadeaba con sus caricias, notando como su órgano sexual se restregaba en mi culo, calentándome cada vez más. Si me iba a follar allí, ya deseaba que me empezara a desnudar. Quería sentir su polla pegar piel contra piel.



Y eso empezó a hacer Mustafá. Así abrazado por la espalda como me tenía, empezó a aflojarme el cinturón, luego siguió desabotonándome el pantalón tejano que llevaba puesto, hasta que estos cayeron por su propio peso a mis tobillos. Luego me giró, quedando frente a frente, y llevando su boca a mis labios, empezó a pasar su lengua por ellos. Pasaba la punta de su lengua por ellos, hasta que me hizo abrir la boca, metiendo toda su lengua en ella, jugando con mi lengua y saboreando toda mi boca mientras con sus manos iba desabrochándome los botones de la camisa que llevaba. Una vez tuvo desabrochada la camisa, mordiendo mis hinchados y enrojecidos labios, fue pasando sus manos por mi pecho y vientre.



Rodeaba mis pezones con sus dedos acariciándolos, a la vez que los pellizcaba haciendo que se excitaran y endurecieran más. Fue bajando sus manos mientras seguía mordiendo mis labios que cada vez estaban más hinchados y enrojecidos, hasta que llegó a la altura de mi slip. Allí acarició mi vientre y barriga, y poco a poco fue bajándome el slip, hasta que estos quedaron a la altura de mis rodillas.



Empezó a acariciarme la polla y huevos, haciéndome dar un ligero gemido, ¡ohhh! Gemí al notar como sus manos acariciaban mi polla y pelotas. En ese momento que gemía, Mustafá mordiéndome el labio inferior que estaba hinchado y enrojecido, metió su lengua en mi boca, empezando a succionar toda ella hasta dejarme casi sin respiración.



Joder, ya me tenía a tope de caliente y excitado. Las piernas me empezaban a temblar, y allí estaba, medio desnudo, en la caseta de la feria, delante de un marroquí a punto de ser sodomizado. Aquella noche me iba hacer suyo, iba a ser su putita a la que le iba preñar el culo con su semen.



Me tuve que abrazar a él mientras me besaba y mordía la boca, notando como cada vez estaba más excitado y caliente. Busqué con mis manos su cinturón, empezando a aflojarlo. Mientras lo iba aflojando, las manos me temblaban a causa de la excitación y emoción que sentía. Una vez pude aflojarle el cinturón, empecé a desabrocharle el pantalón, hasta que conseguí acceder a su verga.



¡Dios, que caliente y dura tenía la polla el marroquí! Mientras yo sobaba su polla intentando liberarla de su encierro, Mustafá, me iba quitando la camisa, sin dejar de saborear y morder mis labios. Poco a poco fue bajando su boca por mi cuello, lamía y mordisqueaba haciéndome gemir y retorcer de gusto. ¡Ohhh! ¡ooohhh ohhh! Gemía retorciéndome de gusto, mientras Mustafá, a la vez que mordisqueaba y lamía mi cuello, iba deslizando mi camisa por mi espalda y brazos.



Ahora me tenía totalmente expuesto a él, no podía mover los brazos, ya que, al no terminar de sacarme la camisa, esta me lo impedía. Tenía mi boca, cuello y pecho, al igual que mi polla y huevos, a su entera disposición. Y por supuesto que Mustafá, aprovechó aquella situación en que me tenía. Empezó a morder y succionar mi cuello, haciendo que mis gemidos aumentaran, lo mismo que incrementaban mis temblores.



Que hijo de puta de moro, que lengua y boca tenía, me estaba haciendo derretir de gusto. Siguió martirizándome sin dejar de lamer y mordisquear a la vez que me iba susurrando que yo era suyo. Empezó a morderme los pezones, hasta que se cansó de ellos, dejándomelos enrojecidos e hinchados.



Yo no podía dejar de gemir y dar pequeños chillidos, notando como la boca de Mustafá, iba recorriendo mi cuerpo. Lamía y succionaba, mientras me daba pequeños mordiscos que me hacían estremecer y chillar como una gatita en celo. Me tenía totalmente inmovilizado con la camisa a medio sacar, el pantalón sobre los tobillos, y el slip resbalando por mis piernas, quedando todo mi cuerpo expuesto a Mustafá, que no paraba de torturarme con su boca y lengua.



Siguió bajando, dándome mordiscos y succionando con su boca, hasta llegar a mi pubis. Allí se paró, con sus manos terminó de bajarme el slip, sacó mis zapatos dejándome descalzo sobre el suelo de aquella caseta de feria, para a continuación quitarme por completo el pantalón y slip.



Ya me tenía prácticamente desnudo por completo, solo le faltaba quitarme la camisa que me la había dejado a medio quitar, la cual me la había dejado a medio bajar por la espalda, haciendo que esta sujetase mis brazos, dejando mi pecho totalmente expuesto a sus caricias.



Fue incorporándose, a la vez que con sus manos iba acariciando mi cuerpo mientras se levantaba, ¡ohhh ooohhh! Gemía y temblaba cada vez más, notando como sus manos iban acariciando mi cuerpo. No podía sujetarme ni abrazarme a él, ya que la camisa me impedía hacerlo. Llevó sus manos a mis pezones, volviendo a pellizcarlos y retorcerlos, mientras su boca mordía mi cuello, ¡ooohhh! Gemí empezando a temblar. Mis piernas temblaban sin parar, se doblaban como si fueran de goma.



Mustafá al ver como temblaba, me rodeó con sus brazos, abrazándome a él. Dejó de morderme el cuello, y llevando su boca hacia la mía, mientras mordía mis labios, fue por fin quitándome la camisa.



Ahora sí, ahora ya me tenía totalmente desnudo frente a él, excitado y caliente a más no poder, dispuesto a ser suyo.



Tan pronto tuve mis brazos liberados, me aferré a su pantalón, empezando a bajárselo, dejando libre por completo su verga y genitales. Dios, que pedazo de verga tenia el cabrón del moro, era una polla de buen tamaño, no andaría lejos de los 20 centímetros. Estaba circuncidada, con unos huevos enormes, aquella verga me iba reventar el culo, me iba abrir en canal.



Mientras yo acariciaba embobado, aquella verga que me iba a sodomizar y preñar con su semen mis entrañas, Mustafá, rápidamente empezó a quitarse la ropa, quedando desnudo al igual que estaba yo.



Una vez desnudos los 2 frente a frente, Mustafá colocando sus manos en mis hombros, me arrimó más a él, a la vez que me iba empujando hacia abajo, con la clara intención de que le chupara la polla.



Y eso hice, poniéndome de cuclillas, sujeté con mi mano aquella majestuosa y enorme verga, llevándola a mi boca. Empecé a chupar el glande, y poco a poco fui dejando que aquel enorme falo se fuese introduciendo en mi boca.



Dios, ya aquel trabuco tocaba mi campanilla, dándome arcadas cada vez que intentaba tragar más, y Mustafá gemía a la vez que sujetando mi cabeza con sus manos, empujaba su pelvis, follándome la boca. Introducía una y otra vez su verga en mi boca, haciéndome abrir en arcadas cada vez que tocaba mi campanilla con la punta de su verga.



¡Ohhh ooohhh! Gemía Mustafá, empujando su pelvis introduciéndome su polla, mientras miraba al techo de aquella caseta de la feria.



Yo sujetándome con una de mis manos a su cintura, abría la boca, tragándome todo lo que podía su enorme vergajo, mientras con la otra mano, acariciaba los enormes huevos.



Después de un buen rato chupándole la polla al marroquí, me levanté ya que estaba cansado de estar en cuclillas. Tan pronto me levanté, Mustafá sin esperar un segundo más, me hizo girar quedando de espaldas a él. Me abrazó por la espalda quedando pegado a él. Notaba su órgano sexual pegado a mi culo, y su aliento sobre mi nuca. Mustafá empezó a restregar su virilidad por mi culito, mientras con su boca mordía mi nuca. Fue poco a poco empujándome hacia la mesa que estaba frente a nosotros, y una vez allí, me hizo recostar el pecho sobre ella. Con sus pies hizo que abriera más las piernas, quedando mi culito totalmente expuesto para ser sodomizado.



Noté como escupía en su mano, luego llevaba esta a mi agujero, esparciendo su saliva por mi ano. Una vez lo tuvo bien impregnado con su saliva, llevando la punta de su verga con su mano, colocó esta en la entrada a mi agujero, empezando a presionar para que mi esfínter se fuese abriendo.



Notaba como mi esfínter iba poco a poco cediendo, permitiendo que la polla que lo presionaba fuese entrando en mí.



¡Ohhh! Gemí al notar como su glande ya había traspasado mi esfínter, ¡ohhh ooohhh! Volví a suspirar gimiendo fuertemente, al notar como Mustafá me ensartaba toda su virilidad, haciéndome suyo.



Dios, de una sola envestida, me había clavado toda su enorme verga, quedando empalado en ella.



¡Ohhh! ¡ooohhh! ¡ohhh ooohhh! Gemía Mustafá teniéndome ensartado en su polla. ¡Ohhh que guuuusto! ¡ohhh que guuusto! Gritaba Mustafá.



Yo recostado sobre aquella mesa, con la boca abierta, abría los ojos como platos, gimiendo de gusto, notando como aquella enorme polla me abría el culo en canal, haciéndome suyo.



El cabrón del moro empezó a culearme, introduciendo una y otra vez su enorme polla en lo más hondo de mis entrañas, haciéndome chillar de tanto placer que me estaba dando. Notaba como sus pelotas pegaban una y otra vez en la entrada a mi ano, escuchándose el plof plof plof, de su pelvis golpear mi culo.



Cada vez que me ensartaba su enorme verga, notaba como rozaba y masajeaba mi próstata, haciéndome gemir y delirar del gusto que esto me producía. Mi pobre polla no paraba de gotear semen, cada vez que su polla llegaba a lo más hondo de mis entrañas.



Mustafá, ensartaba una y otra vez su verga en mi culo, haciéndome su mujer. Había conseguido que me entregase, haciéndome suyo.



De pronto noté como sus arremetidas aumentaban de velocidad, y sus jadeos y respiración se aceleraban. Noté como su polla empezaba a palpitar hinchándose y esta empezaba a escupir el semen, regándome las entrañas y preñándome el culo.



¡Ohhh! Me corro, ¡ohhh! Me corro, me corro, ¡ooohhh! Gritaba Mustafá, empezando a eyacular dentro de mi culo.



Mientras su verga iba soltando todo su esperma en lo más profundo de mis entrañas, Mustafá echándose sobre mi espalda, mordía mi nuca.



Una vez hubo descargado todo su semen dentro de mi culito y su respiración se normalizó, sin todavía sacarme la verga de mi culo, me hizo incorporar poniéndome de pie. Teniéndome así siguió dándome mordiscos en la nuca y hombro, mientras con sus manos me acariciaba el vientre y pecho.



A Mustafá gustar mucho, tu ser muy hermoso, tu culo gustar mucho a Mustafá. Mustafá quererte hacer feliz, yo querer que tu disfrutes, tu ser mi mujer.



Poco a poco su polla fue saliendo de mi culo, pero Mustafá no me soltaba. Manteniéndome abrazado a él, y sin dejar de morderme la nuca, cuello y hombro, me llevó hasta el pequeño taburete, donde se sentó y me hizo que me sentase a horcajadas sobre sus piernas.



La hostia con el moro, el tío era incansable. No paraba de comerme la boca y acariciarme con sus manos. Yo ya tenía los labios super hinchados y enrojecidos de tanto morreo. La polla toda pringada y dura como una roca, no me había corrido todavía, y el culito aún me palpitaba deseando que le dieran más polla.



Yo dejando que el moro me hiciera lo que quisiera, tenía mi mano sobre su verga que aún la tenía algo dura y medio morcillona, no dejaba de acariciársela. Le meneaba la polla y acariciaba los huevos, deseando que me volviese a dar por el culo.



Y por supuesto que volvió a enchufarme aquella majestuosa y enorme verga el moro. Tan excitados y calientes estábamos, que no tardó en recuperarse el moro. Ya volvía a tener la polla bien tiesa el muy cabrón.



Así como me tenía, sentado a horcajadas sobre su regazo, me hizo levantar y pegarme a él. Cogió su polla con la mano, y mientras yo me volvía a sentar sobre su regazo, colocó su verga en la entrada a mi ano, y mientras me iba sentando, me iba introduciendo de nuevo su enorme verga en mis entrañas, haciéndome suyo por segunda vez en la noche.



¡Ohhh! ¡ohhh ooohhh! Gemía notando como aquella polla se iba introduciendo de nuevo en mí.



Una vez me tenía de nuevo ensartado, sin dejar que me moviera, empezó a morderme el cuello, haciéndome dar chillidos de placer. Yo al no poder levantarme, movía mi culito sentado sobre su regazo, haciendo que su polla se fuese deslizando por dentro de mi culo.



Mi culito quería polla, necesitaba ser follado y que lo volviesen a preñar de leche. Estaba que ardía de caliente que lo tenía.



Ya llevábamos un buen rato follando, sudábamos por todos los poros de nuestro cuerpo, y el olor a sexo y semen, invadía toda la caseta. Se escuchaban nuestros jadeos y el chof chof chof, de su polla entrando en mi culito. Yo me sujetaba a sus hombros, mientras el moro me mordía el cuello, hombro y pezones, mientras yo me movía ensartando una y otra vez la enorme polla de aquel marroquí que tan feliz me estaba haciendo aquella noche, dándome por el culo haciéndome suyo.



Esta vez si que no pude aguantar más, y fui el primero en correrme. De pronto noté como mi pobre polla empezaba a hincharse, y una corriente que subía de mis huevos, llegaba hasta la punta de mi polla, empezando a escupir semen.



¡Ohhh! Me corro, me corro, ¡ooohhh me corro! Gritaba largando 5 largos trallazos de leche, embarrando todo el pecho y abdomen del moro.



Dios, estaba exhausto, tenía los ojos en blanco, sudaba por todas partes, mordía mi labio inferior de tanto gusto que estaba sintiendo, mientras el cabrón del moro, sujetándome con sus manos por mi cintura, gruñía mientras seguía dándome por el culo haciéndome su mujercita.



No tardó mucho en empezar a preñarme de nuevo el culo el muy hijo de puta. Noté como se hinchaba su glande y dando unos fuertes gruñidos, mientras me mordía el hombro y con sus manos me movía a toda velocidad agarrándome por la cintura, levantándome como si fuese un muñeco, empezó a eyacular dentro de mí dejándome preñado de nuevo.



¡Ohhh! Me corro, me corro, ¡ooohhh que gusto! ¡ooohhh que gusto! Gritaba Mustafá, soltando todo su esperma dentro de mi culito.



Los 2 sudábamos como si estuviéramos en una sauna. El muy cabrón me había sodomizado aquella noche, dándome 2 veces por el culo, haciéndome suyo, aquella noche fui la mujercita del marroquí que tanto me había perturbado cuando por la mañana había visitado la feria de artesanía.



Poco a poco nos fuimos recuperando, hasta que la respiración se hubo normalizado. Los 2 habíamos quedado exhaustos de la tremenda follada que habíamos mantenido en aquella caseta de la feria de artesanía.



Mustafá había conseguido lo que quería, me hizo suyo, hizo que me entregase a él y que fuese por esa noche su mujercita.


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