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Me sacó al pasillo. Aún con mi dolorido culo a la vista y mis pequeñas tetas colgando.
-Vamos, vístete bien y ponte los zapatos. Esta prueba la has aprobado. Vamos a por tu segunda prueba. – me dijo mi Ama.
Coloqué mi falda, tapando lo que tapaba, pues no el tanga, que lo dejé en mi cuello. Guardé mis tetas en el sujetador y me coloqué el vestido. Me puse los zapatos y miré por la puerta del aula, que seguía abierta de par en par. Allí seguía mi amiga, a cuatro patas y completamente desnuda. Con su culo y su coño todavía rellenos por las hortalizas. Itzel tiró del tanga y yo la seguí tras sus pasos. Dejando allí a mí amiga, a la vista de cualquiera que pasara.
*********
Segunda Parte
Recorrí los pasillos de la universidad tras de Itzel, siendo llevada por el tanga de mi cuello. Lógicamente, los pocos estudiantes que allí había, a mí me parecieron miles. Pues cada uno de ellos no pudo menos que asombrarse de verme en tal humillante situación, siendo arrastrada por esa mujer. Además mi vestido, que de por si tapaba poco, al no llevar el tanga donde debería, hizo que más de un compañero pudiera comprobar hasta lo depilada que iba.
Después de muchos silbidos, comentarios y algún que otro insulto hacia mí. Llegamos a uno de los baños de la universidad. Itzel abrió la puerta del de hombres, lo que me extrañó muchísimo.
-De rodillas puta.- me dijo, aun en el pasillo.
Allí había dos chicos y tres chicas, que no podían mantener su boca cerrada al ver cómo me hablaba la pequeña Itzel. Cuando vieron como yo, sumisamente, me arrodillaba en el suelo, empezaron a reírse y a animar a Itzel, para que siguiera humillándome.
-¿Os gusta mi perra?- dijo ella, volviendo a cerrar la puerta del baño.
-Muy guapa.- dijo uno.
-¿Sabe mover la colita?- dijo una de las chicas.
-Claro que sí. La encanta mover la colita. Venga Yadira, demuéstraselo.- dijo Itzel.
Resignada a ser la perra de mis compañeros, hice lo que me pidió mi Ama, apoyando las manos en el suelo, como una perra cogida por el collar, en este caso, mi tanga. Empecé a mover mi culo. El cual, entre la posición de estar a cuatro patas y el movimiento, hizo que mi falda dejara de cubrir, lo poco que de por si tapaba. Dejando mi culo y mi coño, otra vez húmedo, a la vista de esos compañeros.
-¡Jajajaja! Mírala, si es verdad que mueve la colita como una perra.- dijo uno de los chicos.
-Y el coño lo tiene brillante, eso es que esta cachonda la muy cerda.- dijo una de las mujeres.
-Vaya culo gordo que tiene.- continuo diciendo su amiga.
-Ojalá sus tetas fueran así de gordas- dijo el otro chico.
-A que sí, tiene las tetas pequeñas. ¿Queréis vérselas?- dijo mi Ama, siendo una cínica, pues ella tenía el mismo tamaño de pecho que yo.
Los hombres aplaudieron la idea de Itzel, mientras las chicas, solo reían a carcajadas, por ver una escena tan humillante.
-Vamos Yadira, date la vuelta y enséñales tus tetitas a estas personas tan simpáticas.- dijo Itzel.
Girando sobre mis rodillas, me quedé mirando hacia ellos, aunque con la vista en el suelo. No me atrevía a mirar a ninguno, ni siquiera me había fijado en ellos al principio. Quizás alguno era compañero de aula o incluso amigo mío. Y ahora podían verme en mi verdadera naturaleza, la de puta sumisa. Me puse de rodillas y me bajé el vestido, dejando mis pequeños pechos al aire, con los pezones empitonados por la excitación de ser exhibida en medio de la universidad.
-No están nada mal, pequeñas pero bonitas.- dijo uno de los hombres.
-Pues sí, bien puestas y parecen duritas.- dijo el otro.
-Tócaselas y lo compruebas tú mismo.- dijo Itzel, sin dejar de aprovechar la ocasión, para cederme a cualquiera.
El chico que presupuso que mis tetitas estaban duras, dudo por unos segundos y después de mirar a su amigo, dio un paso hacia mí y llevó su mano a mis pechos. Me tocó, primero la teta derecha, con bastante delicadeza. Pasó la palma de su mano sobre mi pezón, notando como se le clavaba en ella. Supongo que eso le gustó, pues su otra mano fue directa a mi otro pecho, apretándome ahora, las dos tetas a la vez. Es cierto que me sentía humillada por estar arrodillada dejándome que ese hombre me magrease las tetas, pero como es lógico, que me tocase en una zona tan erógena, hacía que mi calentura aumentara considerablemente.
-Yo también quiero tocar.- dijo el otro chico, mirando a Itzel y llevando sus manos a mis tetas, pues ellos ya se habían dado cuenta, que yo no tenía ni voz, ni voto.
A Itzel pareció no importarle el descaro del hombre y le dejó que se uniera a su amigo con mis pechos. Eran cuatro las manos que magreaban y amasaban mis pequeñas tetas. Según se fueron calentando, sus apretones cada vez eran más fuertes. Acabaron, cogiendo cada uno un pezón y pellizcándomelo. Para después tirar de ellos, como si quisieran alargármelos, más de lo que ya estaba. No aguanté y solté un gritito.
-¡Aaaayyy!
-¡Jajajaja!- rieron todos al escucharme. Sobre todo las chicas, que parecían disfrutar tanto como ellos, de mi ridículo.
-¿Puedo… tocar yo también?- preguntó tímidamente una de las chicas.
-Claro mujer. Si a ella le encanta. Es una puta que le da igual chupar un pene que comerse un chochito. ¿Qué quieres hacerle?- dijo Itzel.
-Bueno… me gustaría…que me bese los pies mientras se masturba.- dijo la mujer, que a pesar de parecer tímida, parecía más pervertida que sus amigos.
-Me parece una buena idea. Vamos Yadira. Obedece a la señorita.- me ordenó Itzel.
Me puse bajo sus pies, aun a cuatro patas. Y posé mis labios sobre sus zapatos. Llevé mi mano a mi sexo y según lo toqué, noté lo empapada que estaba. Le besé tímidamente los pies, pero en cuanto empecé a masturbarme, perdí la razón y me dejé llevar por mi lado de puta sumisa. Fui dejando los besos, para lamerle los zapatos, a la vez que mis jadeos escapaban de mi boca. Sus amigos no perdieron la ocasión y volvieron a jugar con mis tetitas, que ahora colgaban libres. Más que tocarlas, me sentía como una vaca a la que están ordeñando. Las apretaban y movían como si quisieran que salieran algo de ellas. Pero lo que no dejaba de chorrear era mi coño. De pronto noté otra mano acariciar mi culo. Era una mano suave y mis tetas no dejaban de ser ordeñadas. Por lo que tenía que ser la otra chica quien me tocaba. Sus dedos fueron bajando por mi mojada rajita y llegaron a tocarse con los míos. No esperó a que mi agujero estuviera libre para meter lo suyos. Empezó a masturbarme junto a mí. Haciendo que me volviera más loca. Mi lengua recorría los zapatos de la otra mujer sin sentido, en ocasiones lamí hasta el suelo de lo descontrolada que estaba. Yo ya gemía sin cortarme, allí mismo. En medio del pasillo de la universidad. Me iba a correr siendo masturbada por una compañera. Mientras lamia los zapatos de otra. Y sus amigos me magreaban mis pequeñas tetas. Notaba mi coño a punto de explotar, cuando Itzel habló:
-Bueno, ya se acabó el show. Esta putita tiene que seguir con su trabajo. Da las gracias a tus compañeros, por ser tan amables de perder su valioso tiempo con una zorra como tú.
Otra nueva humillación. Para mí, casi la más grande. Pues me hacía hablar, para agradecer a mis compañeros de universidad, por humillarme. Con la mirada en el suelo y mis labios temblando, dije:
-Gracias caballeros, por ser tan amables de divertirse con mis pequeñas tetitas.
-Y gracias señoritas, por saber tratar a una puta como yo. Les estoy muy agradecida.
Mi Amo me había enseñado bien a auto humillarme, agradeciendo o hablando mal de mí misma. Por lo que las frases me salieron casi por instinto.
-De nada zorra, cuando quieras que te las volvamos a tocar, búscanos.- dijo uno de los chicos.
Todos se rieron de mí, nuevamente. Aunque por un lado, deseaba que la tierra me tragase. Por otro, un cosquilleo en mi estómago, o más bien, un poco más abajo, me daba a entender que disfrutaba siendo un juguete para hacer disfrutar a los demás.
Itzel abrió la puerta nuevamente y dándome una patada en el culo, me dijo:
-Vamos puta, a trabajar.
Volví a apoyar mis manos en el suelo, y a cuatro patas, otra vez con mi culo a la vista, entré en el baño de hombres. Al ir con la vista en el suelo, me encontré con unas piernas. No me atreví a levantar mi cabeza, por la vergüenza. Pero cuando habló, lo reconocí inmediatamente. Era Oscar, mi amigo. El mismo que siempre había ido detrás de mí.
-Así que por esto pasas de mí. Porque te gusta que traten como una perra y yo siempre he sido un caballero contigo.- dijo Oscar.
Levanté la mirada del suelo y le vi, sonriente, conocedor de mi secreto. Me quería morir de vergüenza.
-Pues ahora descubrirás lo que te has perdido.- continuó diciendo, mientras agarraba de la cintura a mi Ama Itzel y le daba un beso en la boca.
Me quedé de piedra. Es verdad que les había visto tontear alguna vez. Y mis celos me habían hecho odiar a Itzel por ello. Pero nunca pensé que estuvieran liados. Mi admirador número uno, estaba besando a mi Ama, mientras yo permanecía a cuatro patas, sujetada por mi tanga al cuello, por ella. Podía escuchar sus lenguas moverse en sus bocas, con el característico sonido que lo acompaña. Si anteriormente había sentido celos de mi Ama, ahora deseaba levantarme y cogerla del pelo, para separar su boca de la de mi querido Oscar. Pero no, me mantuve en el suelo, mirándoles, como una buena perrita.
-Ves amor, como te prometí, te he traído una puta muy especial.- le dijo Itzel a Oscar.
-Ya veo. No me lo podía creer cuando me lo dijiste, pero verla así, como una perra a mis pies… después de todas las veces que me ha dejado caliente y ha jugado conmigo.- dijo Oscar, con bastante resentimiento en sus palabras.
-Pues ahora es tuya. Puedes pedirle o hacerle, lo que quieras. Te la cedo para tu disfrute. Solo te pido, que no te olvides de mí.- le dijo Itzel, poniendo voz cariñosa y acariciándole el pecho.
-Claro que no, mi princesa. Tú te quedas aquí con nosotros, ahora tú eres mi reina y la puta de Yadira lo va a ver y lo va a sentir. Ella pudo serlo durante mucho tiempo, pero me lo negó. Por lo que ahora tendrá que ver con sus ojos, lo que hubiese disfrutado conmigo.- dijo Oscar, mirándome a los ojos.
Itzel, al escuchar sus palabras, no pudo evitar sonreír con una maldad, que hasta me dio miedo. Le entregó mi tanga, a forma de correa, a Oscar. Y ahora con sus dos manos libres, le pasó los brazos por el cuello y volvió a besarle. Oscar, mientras se besaba con ella, llevó su mano al precioso culo de mi Ama, agarrándolo con ganas. Mientras con la otra, tiró de mi tanga, haciendo que yo diera un paso hacia ellos, quedando aún más cerca. Estaba literalmente a sus pies, con mi cara a unos centímetros del culo de Itzel y la mano de Oscar. Podía ver como sus dedos se hundían en sus mullidos glúteos y como iban buscando la raja que los separaba.
-Venga zorra. Desnúdate para nosotros. Quiero ver, por fin, tu cuerpo desnudo.- me dijo Oscar, dejando de besar a mi Ama.
Mi admirador. El que tantas veces había dejado con las ganas. Ahora tenía pleno derecho sobre mí. Tanto como para ordenarme que me desnudara, mientras él seguía sobándole el culo a Itzel. Hubiera deseado que fuera mi culo el que tuviese en sus manos. Qué paradoja, cuando había podido, no le dejé. Y ahora deseaba que me tratara a mí como lo hacía con ella. Después de unos segundos de reflexión. Bajé mi vestido por los hombros para ir desnudándome como me había pedido Oscar. En unos segundos, lo tenía en el suelo y levantando mis rodillas, me lo saqué. Finalmente me quité también mi sujetador. Quedando así, completamente desnuda ante ellos.
-A ver, levántate. Quiero verte ese cuerpo de puta que tantos han usado en la universidad. Y que a mí me has prohibido- dijo Oscar, con un claro resentimiento hacia mí.
Como me había ordenado, pero sin atreverme a mirarle. Me puse de pie, dejando mi desnudez más patente, si cabe. Ellos me miraban, cogidos por la cintura. Estúpidamente, llevé mis manos a mi sexo intentando ocultárselo.
-No te tapes zorra. Muéstrale tu coño a mi Oscar, el mismo que tantos otros han visto y usado por aquí.- me dijo mi Ama.
Humillada por sus palabras, que para nada eran mentira, puse mis manos a los lados de mis muslos, dejando así, mi chochito depilado, a la vista.
-Ábretelo bien, que lo vea. Que vea lo que tantas pollas se ha tragado.- me recriminó Itzel.
Nuevamente, sintiéndome un trozo de carne. Tuve que obedecer. Separando mis piernas y abriéndome con mis dedos, mi húmedo coñito. Dejando bien expuesto, el como decía mi Ama, agujero que tantas pollas de mis compañeros había tenido dentro. Oscar soltó a Itzel y se agachó entre mis piernas para observar de cerca lo que yo le ofrecía.
-Es bonito, aunque parece bastante usado.- dijo él, metiendo un dedo en mi coño, sin cortarse.
-Eso es porque no lo has comparado con el mío, mi amor.- dijo Itzel, llevando sus manos a sus leggins, para bajarlos. Pero Oscar la interrumpió.
-Espera, preciosa. Que sea la perra quien te desnude para mí.- dijo él, mientras seguía con su dedo, sin moverlo, dentro de mi agujero.
-Buena idea. Ya le has oído Yadira. Desnúdame, lentamente y con deleite, para mi hombre.- dijo Itzel.
Oscar sacó su dedo de mí, para que pudiera cumplir con mi orden. De nuevo, tuve que arrodillarme a los pies de mi Ama, para bajarle, despacito, como me había pedido, sus ajustadísimos leggins de cuero. Dejando a la vista un bonito tanga negro, también muy ajustado, pues se le marcaban los labios de su precioso coño. Después de quedarme embobada unos segundos, terminé de quitar los leggins, doblándolos y dejándolos sobre el lavabo, como sabía que a mi Ama le gustaba que tratase su ropa. Después, continué con su tanga, bajándolo despacio por sus perfectas piernas, dejando su sexo a unos centímetros de mi cara. Se lo saqué pero antes de que pudiera dejarlo junto a los pantalones. Oscar me dijo:
-Trae puta.
Le di el tanga, que él llevó a su nariz, olfateándolo como un pervertido.
-Huele a diosa. Lo que tú eres Itzel.- dijo Oscar.
-Mira huele Yadira. Huele el aroma de una mujer de verdad.- me dijo, pegándome el tanga de Itzel a mi cara.
Obedecí y olfatee el tanga de mi Ama. Era cierto que olía a hembra. Yo no era la única que tenía el coño empapado por lo visto. Después de tenerlo un rato en mi nariz, lo hizo una bola y como si adivinara sus pensamientos, sumisamente abrí mi boca.
-Mírala que guarra. Está deseando que le meta tu tanga en la boca.- dijo Oscar, riéndose.
-Ya te dije que es una cerda. Ya le da igual pollas que coños. Hace un rato la pille follándose a su amiguita Daniela, con unos pepinos.- dijo Itzel, humillándome todavía más.
-¡Jajajaja! Pepinos… Con que eran un trabajo de clase ¿no? Me tratas de estúpido y aquí la única estúpida eres tú.- me dijo Oscar, metiéndome después el tanga de Itzel en mi boca.
-Exacto amor. Es una estúpida. Vamos Yadira. Dile a mi hombre, lo que eres.- me dijo Itzel.
-Zoy una Eztupida.- le intente decir, con mi boca llena.
Ellos se rieron de mi manera de hablar. Después, Oscar empezó a acariciar el sexo de mi Ama, soltando ella unos pequeños suspiros de placer.
-Lo tienes empapado amor.- le dijo Oscar a Itzel, empezando a meterla un dedo.
-Ummm y mucho más estrechito que esta puta.- continúo diciendo.
-Claro nene. Mi chochito solo es para privilegiados. No como el de ella. Que lo usa cualquiera. Por eso tiene esa fama de facilona en la uni.- dijo mi Ama.
Oscar empezó a masturbarla con su dedo, mientras ella gemía, conmigo arrodillada. Con mi cara a pocos centímetros de su coño. Podía escuchar como chapoteaban sus dedos dentro de él.
-Prueba el néctar de una diosa. Verás cómo está mucho más rico que el de la puta de tu amiga Daniela.- me dijo Oscar, sacando su dedo del coño de Itzel y poniéndolo delante de mi cara.
No debería haberlo hecho. Pero estaba deseosa de probarlo. Abrí mi boca, todavía llena por el tanga de mi Ama. Y esperé a que Oscar metiera su dedo en ella.
-Mírala que puta lesbiana. Está deseando probarlo.- dijo él.
-Pues claro. Ya te he dicho que es una come coños.- contestó Itzel.
-¿Quieres probar el coñito de mi hembra? Pues pídelo como debes puta.-dijo Oscar.
No lo pensé. Me daba igual humillarme otra vez, si con ello conseguía probar a que sabía su dedo, después de haberla estado dando placer a mi Ama.
-Pof faor. Ejame probar el saor de coño de tu hebra.- dije, como pude, entre el tanga y los nervios.
-¡Jajaja!- se rio él, mientras sacaba el tanga de mi boca.
-Toma, límpiamelo bien.- me dijo metiendo el dedo en ella.
Yo lo hice con devoción. Pudiendo por fin, degustar el sabor de los flujos de Itzel. Oscar tenía razón, su sabor era parecido, pero diferente al de Dani. Era como… no se… especial. Era el coño de mi Ama y eso se notaba. Chupe con ansia, como queriendo ordeñar ese dedo en mi boca.
-Para puta. Que me lo vas a gastar. Te gusta ¿no? Pues venga, dale. Aquí lo tienes delante. Lámeselo bien, para que pueda meterle mi polla en su estrechito agujerito.- me dijo Oscar.
Miré a Itzel desde mi posición esperando su autorización, para permitirme que le comiera el coño. No pensé que ella accediera a eso. Nunca la había visto con una mujer. Por lo que no creía que ella me dejase chuparle su chochito.
-Vamos gatita. Lame a tu Ama, como te ha dicho mi macho.- me dijo ella.
-¡Miau!- fue lo contesté yo, como una gata en celo, antes de llevar mi cara a su coño.
Dejé mi cara pegada a su rajita por unos segundos. Deleitándome con su olor. Me encantaba. Me tenía hipnotizada. Abrí mi boca y lo besé. Primero unos tímidos y suaves besos. Para luego meter mi lengua entre sus labios. Como si estuviera besando una boca. Pero con un sabor mucho más fuerte y excitante. Lamí ese coño como si fuera lo mejor que hubiera comido nunca. Mejor que el de Daniela. Ella era mi amiga, la quería y siempre había sentido una atracción por ella. Pero Itzel era mi Ama. Y todo lo que había hecho este tiempo conmigo, había conseguido que yo perdiera las bragas por ella, literalmente.
Ella puso su mano en mi cabeza, para guiar mi comida de chocho. Me sentía sucia y humillada, pero a la vez, tremendamente excitada. Cuando vi como Itzel, sacaba la polla de Oscar y empezaba a pajearle, mientras yo le daba placer con mi lengua. Me recorrió una mezcla de celos y excitación. Que me hizo sentir una cornuda, por considerar a Oscar como mío. Y estar preparando el coño de otra mujer, para que él se lo folle.
Oscar se acercó, todavía más a mí. E Itzel aprovechó para darme con su polla en mi cara, mientras yo seguía lamiendo su coño. Deseaba llevar ese pene a mi boca, pero no me atrevía a dejar de lamer el chocho de Itzel.
-¿Quieres rabo gatita?- me preguntó Itzel.
-¡Miauu!- le dije, sin apartar mi cara de su coño.
Itzel entendió mis palabras y llevó la polla de Oscar hasta su coño. Dejándola junto a mi boca. Ahora tenía ambas al alcance de mi lengua. Y no perdí la oportunidad de lamer esa polla. Empecé a pasar mi lengua por ella, para luego hacerlo por la rajita de mi Ama. Me volvía loca aquello. Tener mi boca ocupada, entre la polla de mi admirador y el coño de mi Ama. Estuve un buen rato así, poniéndome cachonda como una cerda. Hasta que Itzel me dijo.
-¿Estas mojada puta?
-¡Miauuuu!- volví a decir.
-¿Te gustaría meterte esta polla tan rica?- continuó ella.
-¡Miauu! ¡Miauuu!.- decía yo, como una estúpida y puta gata.
-Pues no creo que te deje. Es mía. Pero te permitiré que te restriegues con su pierna. Como la gata en celo que eres.
-¡Miauuuu!- le dije, deseosa de hacerlo.
Pero que me pasaba. Había estado rechazando a ese chico todo el año. Y ahora me moría de ganas de restregar mi coño por su pierna. Como un animal.
-Venga. A cuatro patas. Quiero ver cómo te restriegas conmigo. Como la zorra que eres.- me dijo Oscar.
Dejé de lamerles, para ponerme como me ordenó. Me di la vuelta, a cuatro patas, con mis piernas abiertas y mi culo bien levantado. Fui retrocediendo, hasta que tope con su pierna en mi raja. Solo ese contacto, casi hace que me corra. No tardé en mover mi culo, restregándome como me había pedido. Notaba como estaba empapando la pierna de Oscar, sobre su pantalón. Pues ni siquiera se había molestado en bajárselos, para que me frotara directamente con su piel. Llevaba un pantalón vaquero, por lo que el roce era bastante áspero, en esa zona tan delicada. Pero a la vez me gustaba, sentir como mí coñito se irritaba con, mis cada vez más fuertes, frotes contra su pierna. Me hacían sentir como una gatita, frotándose en busca de placer. Literalmente, lo que en el fondo yo sentía que era.
Seguí disfrutando de la pierna de Oscar, jadeando cada vez más fuerte. En el baño se escuchaban solo mis jadeos, y el chapoteo inconfundible, del coñito de mi Ama, siendo masturbado por Oscar. Estaba a punto de correrme, cuando Oscar movió su pierna, empujándome con su pie en mi entrepierna. Y me hizo casi caer de boca al suelo.
-Aparta puta. Ya está bien. Me vas a manchar la ropa.- dijo él.
-Mejor que te la quite para mí. Para que me puedas hacer tuya, delante de esta sucia cerda.- dijo Itzel.
-Me parece buena idea. Ven Yadira. Desnúdame.- dijo Oscar.
Me di la vuelta, y gateando, fui hasta él. Itzel le quitó la camiseta, por lo que solo me quedaba desnudarle de la cintura para abajo. Le descalcé, sumisamente y despacio, hasta dejar sus pies desnudos. Algo me hacía desear besárselos, pero me contuve. No me habían ordenado hacerlo y no quería humillarme más, yo sola. Volví a erguirme sobre mis rodillas, quedando su dura polla, pajeada por Itzel, a unos centímetros de mi cara. Viendo como la mano de mi Ama, recorría el pene de mi amigo, le fui bajando los pantalones, hasta que se los saqué por los pies. Hice lo mismo con su bóxer, para luego dejar toda la ropa, bien doblada, sobre el lavabo. Al lado de la de mi Ama. Volví rápidamente a mi sitio, de rodillas, con mi cara junto a sus sexos. Ellos empezaron a besarse y a acariciarse sus cuerpos desnudos, mientras yo, permanecía, desnuda también, pero de rodillas.
Itzel fue lamiéndole el cuello a Oscar, bajando por su pecho. Entreteniéndose un rato en sus pezones. Siguió paseando la lengua por el torso de Oscar, pasándola por el ombligo. Se arrodilló junto a mí. Me miró, meneo unas cuantas veces la polla de mi amigo, en mi cara. Y luego empezó a besarla, mirándome. Dándome envidia. Dejándome claro, que lo que era mío. Ahora era todo suyo. Se la metió en la boca y empezó a chupársela, mientras que yo solo podía mirar y babear por esa polla. Que ahora pertenecía a mi Ama. Oscar gemía de placer con la boquita de Itzel. Y yo estaba con el coño chorreando. Deseando tenerla para mí. Itzel me miraba, mientras recorría el rabo de Oscar con su boca. Riéndose de mí con sus ojos. Humillándome.
-Que bien la chupas amor. Mucho mejor que esta zorra de mierda.- dijo Oscar.
Eso me dolió. Yo no había podido chupársela bien. Solo había podido pasar mi lengua torpemente. Quería demostrarle lo buena chupapollas que era. Me atreví a hablar.
-Yo soy muy buena con la boca. Déjame demostrártelo.- le dije.
Itzel me miró con odio, por haber hablado sin permiso. Pero Oscar sonrió y dijo:
-Vamos a ver qué tal mamona eres. Así probaré lo que se siente cuando te la chupan dos mujeres a la vez.
Itzel sacó la polla de su boca y cogiéndome del pelo me dijo:
-¿Quieres probar la polla de mi hombre? Pues trágatela entera. No le decepciones.
Empujó mi cabeza, mientras yo mantenía mi boca bien abierta. Por lo que la polla de Oscar entró de golpe y hasta mi garganta, casi haciéndome toser. Aguanté y empecé a chupar, costosamente, pues Itzel no dejaba de tirarme del pelo. Moviendo mi cabeza, para dirigir mi mamada. Estuvo un rato así, follándome la boca con la polla de Oscar. Hasta que, sin soltarme del pelo, dejó de hacer fuerza, para concentrarse en lamerle los huevos. Ahora podía chupársela a mi ritmo. Como yo tan bien había aprendido en los últimos meses. Le hice la mejor mamada que sabía, mientras mi Ama se ocupaba de sus pelotas. Después, Itzel tiró de mi pelo, sacándome la polla y llevó mi cara a sus huevos. Que lamí con gusto, recogiendo la saliva de mi Ama de ellos. Ella volvió a chupar su polla. Pensar que ella también se estaba tragando mi saliva me hizo ponerme más cachonda todavía.
-Que bien lo hacéis putitas. Me encanta.- dijo Oscar.
Escucharle, llamándonos putitas a los dos, me encantó. Estaba poniendo a la imponente de mi Ama, a mi altura. Que no era otra, que de rodillas a sus pies. Ambas, estábamos usando nuestras bocas y nuestras lenguas, para darle placer. Siempre habíamos sido las putas de la universidad. Pero ahora lo éramos juntas, a la vez. Y con mi hombre, bueno, ahora era el de mi Ama. Pero lo compartía conmigo.
Itzel cogió mi cabeza, separándola de sus huevos. Y la llevó a la polla de Oscar, para que la lamiera, a la vez que ella. Sin dudarlo, lo hice. Recorriendo su largo pene, a dúo con mi Ama. Nuestras lenguas se rozaban por el camino, e instintivamente, yo buscaba la suya. Me volvía loca sentir su húmeda lengua con la mía.
-Ummm zorras. Que bien lo hacéis. Seguir, seguir.- decía Oscar, entre jadeos.
Itzel guio mi cabeza, para que me metiera su polla en la boca. Con su mano todavía agarrando mi pelo, fui chupándola, mientras ella seguía lamiendo, lo que quedaba fuera de mí. Me sacó la polla, para metérsela ella. Y ahora fui yo quien lamí el tronco de aquel rabo, que tan rico estaba.
Noté otra mano en mi cabeza, mire para arriba, sin dejar de lamer. Y vi a Oscar, con una mano en cada una de nosotras. Se había cansado de dejarnos hacer y ahora era él quien iba a dirigir nuestra mamada. Como auténtico señor de las gatitas, fue haciéndonos comerle la polla, por turnos. Primero me tocó a mí, metiéndome su polla hasta el fondo de mi garganta. Aguanté todo lo que pude, babeando como una puta. Cuando me soltó, cogí aire con desesperación, mientras veía, como era ahora Itzel, la que se tragaba aquel pedazo de carne. Ella, como yo, sufrió con esa polla en su garganta. La vi, por primera vez, con su cara roja y sus ojos llorosos. Babeando como lo había hecho yo, como otra puta más. Verla así, sometida por un hombre, hizo que me pusiera más cachonda que nunca. Al sentirla, en ese momento, como una puta como yo. Me atreví a llevar mi mano a su culo y acariciárselo mientras seguía siendo follada por la boca. Cuando Oscar cambió de nuevo a la mía, fue ella la que llevó su mano al mío, buscando rápidamente mi agujerito trasero. Entre los ruidos típicos de una mamada tan salvaje, empecé a notar como su dedito, se colaba poco a poco en mi culo. Aquello, lejos de molestarme, me excito más. Yo también quise devolverle el favor y aunque pasé mi dedo por su ano, no me atreví más que a rozárselo con la yema de mi dedo. Para después seguir el camino hasta su coñito. Lo noté empapado, casi tanto como el mío. Al escucharla soltar un gemido, cuando notó mi dedo allí, reuní valor para metérselo, sin que ella me lo ordenara. Ella fue moviendo su dedo dentro de mi culete, por lo que yo la imité, moviendo el mío en su mojado chochito. Allí estábamos las dos. Ama y sumisa, siendo folladas por nuestras bocas, mientras nos masturbábamos mutuamente. Casi estábamos al mismo nivel, a excepción, de que ella lo hacía en mi culo. Pero era normal, yo no soy más que una puta, ella también, pero yo más barata.
-Vaya par de zorras estáis hechas. Seguir, seguir gimiendo como putas. Que yo me voy a correr en vosotras.- dijo Oscar.
-Si mi amor, córrete. Córrete en mi boquita. Dame tu leche.- le dijo Itzel.
-Oscar, hazlo en la mía. Por favor. Córrete en la boca de la chica que tanto has deseado. Hazme beber tu leche por no corresponderte cuando debía.- le rogué, intentando que me eligiera a mí.
-A esta puta ni agua. Que se joda, yo soy tu zorrita. Ella lo es de toda la universidad. Dámela a mí.- me rebatió Itzel.
No me atreví a volverla a desafiar. Oscar sacó la polla de mi boca y empezó a pajearse. Nos juntó las caras con su mano. Y nosotras, sin necesidad de más, abrimos nuestras bocas, esperando que eligiera donde derramar su preciada leche. Yo saqué mi lengua, para intentar, sin decir nada, que se decidiera por mi boca. Pero Itzel vio mi jugada he hizo lo mismo. Oscar puso la punta de su polla entre nuestras lenguas. Y las dos nos volvimos locas, intentando lamerla. Parecía una batalla entre su lengua y la mía, por ese pene. Cuando me quise dar cuenta, estaba lamiendo la lengua de mi Ama. Oscar había vuelto a separarse para pajearse con la visión de las dos putitas jugando. Estuvo unos segundos mirándonos y entonces fue cuando se decidió. Con un manotazo, me separó de mi Ama y poniendo su polla en la boca de Itzel, se corrió, entre jadeos. Llenándola la boca, que ella mantenía bien abierta. Cuando acabó de correrse, me hizo un gesto con la mano, para que me acercara. Lo hice, sin dejar de mirar a mi Ama, con su boca abierta, llena del semen de Oscar. Aquella visión me tenía hipnotizada, tanto, que no me di cuenta, cuando Oscar empezó a pasar su polla por mi cara, limpiándosela. Desperté de inmediato, abriendo la boca, para que lo hiciera allí, pero él no quiso. Terminó de limpiarla, en mi pelo. Poniéndola sobre mi cabeza, con sus huevos colgando en mi frente, y cogiéndome del pelo, se aseguró que quedase bien limpia.
Eso, aparte de por mancharme la cara y el pelo de su corrida, me molestó más, por no haber podido probar la leche de Oscar. Yo era su gatita y quería que me diera de su leche.
-Ahora, besaros.- dijo Oscar, apoyándose en el lavado, para descansar después de su orgasmo.
Miré a Itzel, deseosa de que cumpliera con la orden de Oscar. Ella seguía con la boca abierta, mirándome desafiante. La cerró y temí que se lo hubiera tragado, para impedirme saborearlo. Ella me cogió de un pezón y tiró, con su mano libre, pues la otra seguía con su dedo en mi culito y me acercó a ella, para después besarme. Cuando lo hizo, comprobé que no se lo había tragado, aun lo mantenía en su boca. Y con aquel beso, lo fue compartiendo conmigo, pasándomelo con su lengua, con la que yo jugaba con la mía. Supongo, que para ella, como para mí, hacer aquello, la puso a mil. Y junto con mis dedos jugando en su rajita, conseguí que se corriera, mientras nos besábamos. Yo también estuve a punto, pero cuando Itzel terminó de correrse, dejó de jugar con mi culo y se separó de mí. Ella miró a Oscar y abrió su boca, enseñándole lo poco que le quedaba de lo que él la había regalado. Yo la imité, mostrándole lo que mi Ama había compartido conmigo.
-Tragar cerdas. Beberos mi leche.- dijo él.
Ambas, sumisamente, hicimos lo que nuestro macho nos pidió, mirándole a los ojos, cerramos nuestras boquitas y tragamos lo que teníamos en ellas.
Había sido el momento más morboso de mi vida. Por encima de lo que acababa de hacer con Dani. Me acordé de ella, pensé si habría obedecido a mi Ama y estaría esperando que los pepinos, salieran por si solos. Y si seguiría allí, desnuda y a cuatro patas, a la vista de cualquiera que pasara por el pasillo. Eso, junto a que yo no había tenido mi orgasmo. A diferencia de Oscar y Itzel. Hacía que estuviera como una gata en celo. Deseando que alguno de los dos, me diera permiso para correrme.
Itzel se puso a cuatro patas y fue gateando hasta Oscar, que seguía sentado sobre el lavabo. Mis ojos fueron disparados a su precioso culo desnudo, que me dejaba ver la rajita de su coñito brillante, por sus flujos. Ella llegó hasta él y poniéndose de rodillas de nuevo, se abrazó a la pierna de mi antiguo admirador.
-¿Qué te parece mi putita?- le preguntó Itzel a Oscar, mirándome arrodillada.
-Una verdadera guarra. Le has metido el dedo en el culo ¿verdad?- le preguntó Oscar.
-Si mi amor. La encanta. Y eso que se acababa de sacar un pepino enorme de él. Seguro que la duele mucho. Si quieres, puedes terminar de rompérselo tú.- le dijo Itzel.
Tenía razón. Mi culo me dolía mucho. Había empezado a calmarse, pero con su dedo jugando en él, había vuelto el dolor. Y encima la muy zorra le estaba dando la oportunidad a Oscar, para saciar sus ganas de venganza contra mí, follándomelo. Una parte de mí, temía que él aceptase la oferta. Pero mi lado sumiso y de puta, deseaba que ese chico, al que tangas veces le había despreciado, me hiciera pagar con ello. Y que mejor forma, que hacerme gritar, mientras me rompía el culo. Espere como buena sumisa, de rodillas, para saber qué decisión tomaría.
-Eso estaría bien.- dijo él.
-Pero necesito un rato para recuperarme. Podemos aprovechar para reírnos un poco de Yadira ¿no?- continúo diciendo.
-Claro mi amor. Para eso está aquí. Para hacerte disfrutar, como tú quieras.- le contestó Itzel, dándole un beso en su polla flácida.
-Tú déjame a mí. Yo la humillaré para ti.- le dijo ella, acariciándole la pierna.
-Una puta humillando a otra. Me encanta.- contestó.
Esa forma de hablar de Oscar no me la hubiera imaginado nunca. Siempre había sido mucho más tímido. Yo le tenía por un chico un poco aburrido. Por eso nunca le había dejado llegar a nada conmigo. Pero ahora me tenía a sus pies y se comportaba como un macho alfa. Y no solo conmigo, también con la imponente de mi Ama. Tratándola de puta como a mí. Hasta haciéndola tragarse su corrida. Había descubierto que Itzel, no era tan diferente a la zorra que soy yo. Ella también se doblegaba ante una polla. Pero ahora, ella tenía la oportunidad de humillarme a mí, delante de él. Y temía lo que pudiera hacerme.
-Vamos Yadira, enséñale como tienes el ojete a tu querido Oscar.- fue su primera y humillante orden.
Como me esperaba, mi Ama sabía cómo humillarme. Me di la vuelta y apoyando mi cara en el frio suelo del baño, levanté mi culo y abrí mis nalgas, para dejarles ver, mi dolorido ano. No sabía muy bien como estaría, pero seguro que abierto y por cómo me dolía, no creo que estuviera muy bonito. Sus risas no tardaron en aparecer.
-¡Jajaja! Mírala, si parece que la han metido una botella por el culo.- dijo Oscar.
-Has visto que abierto, mi amor. Por eso ella es una puta de mierda. Ahí no podrás notar lo estrechito de un buen culo. Pero para eso tienes el mío. Bien cerradito. No como el de esta cerda.- dijo Itzel.
-Quiero meterle el dedo, a ver si le duele tanto como dices.- dijo Oscar.
-Claro. Lo que quiera mi macho. Es todo tuyo. Venga Yadira, pídele a Oscar que te meta el dedo en tu asqueroso culo.- dijo Itzel.
Encima de tener que aguantar la humillación de que lo hiciera, tenía que ser yo quien se lo pidiera. Ya sería humillante pedírselo a cualquiera. Pero encima a un amigo… pero no podía fallar, mi Amo quería que obedeciera a Itzel en todo momento. Y así lo iba a hacer. Iba a aprobar mi examen de puta sumisa.
-Oscar, méteme tu dedo en mi culo, por favor.- le dije, con mi cara pegada al suelo y mi culo bien abierto.
-Se te ha olvidado lo de sucio.- me increpó Itzel.
-Perdón… Méteme tu dedo en mi sucio culo, por favor Oscar.- le volví a pedir, humillándome todavía más.
Escuché pasos detrás de mí y pronto tuve el pie de Oscar junto a mi cara, que seguía pegada al suelo. Se agachó junto a mí y acariciándome el culo me dijo.
-Tantas veces que te he visto con unos y con otros… cuando yo siempre te he adorado, casi como una diosa. Y mírate ahora. Con tu culo bien abierto y maltratado, pidiéndome que te meta el dedo en él. Esto es lo que te gusta ¿verdad?- me dijo, a la vez que metió el dedo, sin ninguna delicadeza, dentro de mi abierto agujerito.
-¡Aaahhh!- grité, pues era cierto, lo tenía muy dolorido.
-Por eso pasabas de mí. Porque yo siempre te trataba con respeto, como si fueras una dama. Y lo que te gusta es que te traten como una puta. ¡Lo que eres!- me gritó, moviendo su dedo dentro de mí, como un loco.
-¡Aaaahhh! ¡Siiii! Es lo que soy. Soy una puta. Pero por favor, me duele…- le dije entre sollozos.
-Eso es porque no está lubricado. Verás…- dijo él.
Noté como sacaba el dedo de mi culo, notando cierto alivio. Pero pronto lo tuve enfrente de mi cara.
-Venga. Chupa. Lubrícalo para que entre bien.
Abrí la boca y pronto tuve su dedo dentro. Chupé y saboreé el dedo de mi amigo, el que acababa de salir de mi culo y hace un rato, del coño de mi Ama. A pesar de poder parecer un castigo, para mí fue un regalo. Me sentía una guarra, sí. Pero al fin y al cabo, lo que siempre había sido. Me esforcé por untarlo bien de mi saliva, pues pronto volvería a entrar en mi dolorido culo. Cuando Oscar estimó que era suficiente, lo sacó, dejándome con mis labios poniendo morritos, por la ausencia de su dedo.
-Venga, al culo otra vez.- dijo él.
Levanté mi culito, para que le fuera fácil metérmelo. Y así fue. Entre lo dilatado que estaba y mi saliva, entró sin mucha dificultad, aunque con cierto dolor. Tenía la zona muy irritada. Pero debía acostumbrarme. Las putas como yo siempre terminamos con nuestros agujeros escocidos. Oscar se dedicó a meter y sacar su dedo, haciéndome gemir y gritar a partes iguales. Deseaba que ese jueguecito, le volviera a poner cachondo y así continuara conmigo. Deseaba correrme. Hacerlo cumpliendo sus caprichos. Los de mi admirador, que ahora me trataba como una vulgar ramera.
-¿A que no está muy apretadito?- escuché decir a Itzel.
-Está bastante abierto, pero si me aprieta el dedo.- contestó Oscar.
-Eso es porque no has probado un culo de verdad. Ese es de una zorra. Prueba el mío amor.- dijo ella.
Después de decir eso, tuve a Itzel a mi lado, en la misma posición que yo. Pegó su cara al suelo, junto a la mía. Y mirándome, le dijo a Itzel.
-Méteme un dedito a mí, así podrás comparar nuestros agujeritos.
-¡Ummm! Que delicia, dos culitos para mí.- contestó él.
Vi aparecer su otra mano, entre nuestras caras. Saqué mi lengua, esperando poder volver a chuparle el dedo, que iba a entrar en mi Ama. Pero fue a la boca de Itzel, donde se acabó metiendo. Ella lo chupó, sin dejar de mirarme a los ojos. Dándome envidia por ello. Lo sacó de allí y lo vi desaparecer de nuevo. Me quedé mirando a mi Ama, mientras me sonreía, dio un pequeño suspirito y su cara cambio un poco. Había empezado a meterle el dedo en el culo, pero no se quejó. Supongo que también estaba acostumbrada a eso y su culo no estaba tan dolorido como el mío. Empecé a notar como Oscar me masturbaba el culo con su dedo. Y a juzgar por la cara y los movimientos de Itzel, a ella también.
-Tenías razón mi amor, tu culito está mucho más apretadito que el suyo.- dijo Oscar.
-Te lo dije. Mi culo es solo para ti. El suyo es de todos.- contestó ella.
Las dos gemíamos siendo folladas por sus dedos en nuestros culos. Sentirme una zorra, junto a mi Ama, me volvía loca. Me encantaba ser tratada como una puta junto a ella. Deseaba besarla, pero no me atrevía. Abrí mi boca, esperando que ella se decidiera a hacerlo. Me imagino, que mi imagen no podía ser más denigrante. Siendo sodomizada por un dedo, jadeando, con mi boca bien abierta.
-Me la habéis puesto dura otra vez.- dijo Oscar.
-Fóllame amor. ¡Folla a tu hembra!- le gritó Itzel.
Yo quería que me follara a mí. Correrme con su fantástica polla dentro de mi coño. La había tenido a mi disposición todo el año y no la quise. En cambio, ahora, me desesperaba por ella.
-Eso voy a hacer. Y tú, Yadira, serás nuestra mamporrera. Tú meterás mi rabo en el coño de Itzel. Y verás cómo goza conmigo. Como podrías haber sido tú, si no hubieras pasado de mí.
-Lo siento mucho Oscar. De verdad. He sido una estúpida. No volveré a serlo. Seré tuya. Cuando quieras. Para lo que quieras. ¡Fóllame!- le supliqué, con mi culo dolorido, siendo penetrado por su dedo.
-Ahora lo que quiero, es que vengas aquí.- me dijo.
Me puse en cuatro y como no sacaba su dedo de mí, caminé hacia delante, notando como salía de mi culo según me alejaba. Cuando salió, me di la vuelta y me puse enfrente de él y del culo de Itzel, que seguía con su dedo dentro.
-Chúpamela zorra. Prepárala para metérsela a Itzel.- me dijo.
A pesar de que era para follarse a otra, se la chupé con ansias. Me encantaba su sabor. Me relamía cada vez que Oscar me la sacaba de la boca, esperando que volviera a metérmela. Lo hizo unas tres o cuatro veces y en la última, me dio unos polla
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