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Categoría: Maduras

Aprendiendo a Portarse Mal (02)

Se puso de pié, y como una autómata procedió a despojarse de su ropa, se dio un baño rápido. Al salir se quedó frente al espejo de cuerpo entero de su recamara, desnuda. Se preguntaba si ella era capaz de despertar la lujuria en alguien. ¡Y vaya si lo era! Tras la muerte de su esposo bajó mucho de peso por los problemas que se le vinieron, quedándose bastante delgada pero con la talla que tiene una hembra madura y bien proporcionada. Su cabello, negro intenso, apenas si tenía asomos de canas, al igual que arrugas en su tez, morena clara. Rasgos finos y ojos oscuros, bellos. Sobre su pecho descansaba lo mejor de su anatomía, 2 hermosísimos senos, coronados con un oscuro pezón que invitaba a chuparlo. Grandes y firmes, el paso de los años no habían podido hacerlos caer, impresionantes. Un abdomen plano, pero un poco blando, y por detrás, un lindo par de nalgas. No eran redonditas y respingonas, pero si grandes y firmes. Sus medidas eran 100, 68, 94, en un cuerpo de 170 cm. Consuelo era puras chiches, con un cuerpo nacido para coger.



 



Aún se quedó pensando en lo que haría si el señor Staimer avanzaba hacia sitios mas ocultos. ¿Será que su feminidad podría satisfacer a algún hombre? El tupido matorral de bellos negros, que cubría unos genitales femeninos grandes, jugosos y muy sensitivos, era un seguro indicador de que si.



 



Su vecino, Japp Staimer, era un ejecutivo holandés que estaría en el país por unos 3 meses. A Consuelo no le había caído bien al principio, cuando llegó rentando la casa de al lado, pero, Como se habrán podido dar cuenta, el tipo era un descarado, con un cuero de la gran diabla. En realidad era un tipo agradable, de esos que pueden hacer reír hasta a una piedra. También era un mujeriego empedernido, y de éxito, pues tampoco era feo. Tenía 30 años, medía 1.75, piel blanca y ojos azules, cuerpo atlético y con una exitosa carrera. Su único defecto era una calva precoz, en un cabello rubio, que el sabía llevar con dignidad y muy elegantemente. Un tipo nada despreciable.



 



Mientras se vestía, Coni, como no, se puso a recordar de nuevo. Sabía que ese día pasaría algo que cambiaría su vida y sentía vergüenza por ello. Ella jamás había hecho algo reprobable en su vida, siempre les quiso dar un buen ejemplo a sus retoños, especialmente a sus 4 hijas. Sin embargo, ellas estaban tan alejadas de ella que sabía sería casi imposible que se enteraran de nada.



 



Ellas no aguantaron por siempre la situación de su hogar, en cuanto pudieron se casaron y se largaron de la casa. Nena (como siempre le dijeron a Lucía, la mayor) fue la primera, en cuanto tuvo edad y un buen candidato se casó y se largó de la casa. Tuvo la suerte de haber elegido a Arturo, un muy buen hombre.



 



Luego se casó Majo, con Ricardo, un tipo sinvergüenza y canalla que la engañaba con cuantas mujeres podía. Tan solo le dio una casota y mucho dinero, pero como Majo nunca tuvo vos para defenderse, se dejaba de el de todo. Laura se casó después con Kike, no esperó ni a que su situación mejorase un poco para largarse de la ciudad al pueblo de este. Y Vero, la menor, no tardó mucho en encontrar también candidato e irse.



 



Así, la familia se desquebrajaba, ante la tristeza y gran dolor de nuestra protagonista. Pero así tenía que ser, nadie se llevaba bien, todos peleábamos. Incluso mamá, que era tan pacífica y pasiva, tenía problemas con ellas, Nena la despreciaba, la culpaba por la niñez y juventud tan infeliz que papá le dio, y en parte tenía razón, ella solo contemplaba en voz baja todas las abusiveces e injusticias de que eran víctimas de su papá. Solo su hijo, Juanca, se quedó con ella, haciéndose cargo del negocio de la familia cando el alcoholismo de Carlos lo inhabilitó para ello. Él era el único que le hacia compañía a ella.



 



Staimer pasó por ella como a la 1 de la tarde en el mercedes de la compañía. Consuelo salió metida en un vestido floreado celeste, cerrado al frente. La falda le llegaba hasta 3 cm sobre las rodillas. Quedó con los ojos cuadrados cuando la vio salir, pues ese vestido obviamente no estaba diseñado para sus gigantescos senos. Estos amenazaban con salirse pues casi rompía los botones del frente, ella siempre se sintió acomplejada por el tamaño de sus senos.



 



La llevó a comer a un fino restaurante, muy elegante y con una comida exquisita. Consuelo se la pasó re bien al lado de este caballero. Poco a poco sus miedos fueron disminuyendo, y fue creciendo la confianza en si misma. Salieron como a las 3:30 y se dirigieron al domicilio de Consuelo. Llegaron y esta se dispuso a despedirse de su acompañante. Entonces Japp aprovechó para atacar.



Me la pasé muy bien con usted Consuelo.



Yo también Japp. – ya se tuteaban.



Me alegra que usted también se la haya pasado muy bien, pero… pueeees… ¿no cree que aún nos la podríamos pasar mejor?



…¿cómo?… – preguntó nerviosa Consuelo, pues sabía de lo que se trataba.



Mmmmmm… no sé. – contestó Japp con una risita pícara – Tal vez dentro de su casa podamos pensar en algo. – Consuelo, sonrojada, salió del carro sonriendo de oreja a oreja y con mirada de "vení aquí cielo". Japp la siguió.



 



Entraron a la sala, y el holandés se lanzó encima de la señora, besándola apasionadamente. Ella trató de resistirse al principio, pero poco a poco fue cediendo. Pronto las lenguas se encontraron, comenzando a acariciarse una a la otra. Era el primer beso que Consuelo daba en años, y el primero a otro hombre que no fuera su marido.



 



Las manos de Japp comenzaron a acariciar su espalda. Con delicadeza y mucha pericia, la fue llevando hasta el sofá, en donde tomó asiento con ella aferrada a sus labios, jalándola hasta dejarla sobre sus piernas. Le comenzó a acariciar los muslos. Inició primero por sus rodillas, subiendo muy lentamente mientras la respiración de Coni se aceleraba, así como su ritmo cardiaco. Ella acariciaba tiernamente la calva de su vecino al mismo tiempo que lo besaba.



 



Los labios de Japp bajaron por el cuello de la señora, dándole pequeños lengüetazos que a ella le daban escalofríos. Carlos nunca hizo eso, así como jamás se tomaba el tiempo para acariciarla y tocarla bien. Entonces sintió como la mano de Japp llegaba hasta su entrepierna, acariciando con la punta de sus dedos sus delicados labios vaginales, que enviaron una corriente eléctrica a todo el cuerpo de la necesitada mujer.



 



Consuelo suspiró, tembló del placer en las manos de este hombre. Pero sus escrúpulos no se quedaron callados, y el miedo empezó a entrarle. No quería que Japp pensara que ella era fácil, tampoco se quería acostar con así por así. Con un empujón sobre el pecho del holandés, ella calló al suelo, justo cuando este ya había zafado 2 de los 5 botones del vestido de Consuelo, y sus senos comenzaban a rebalzarse, ávidos de caricias y lametones.



Espere… yo… no… aún no… – dijo Consuelo, poniéndose de pié rápidamente, cerrándose los botones y arreglándose el vestido, se dio cuenta que la falda ya la tenía hasta unos cuantos centímetros de su ingle, "Es hábil" se dijo de Japp.



Consuelo, venga…



Mejor hagamos otra cosa… mi esposo dejó algunas botellas de licor aquí… ahora le traigo un poco… – no permitió que Staimer dijera una sola palabra y se fue a la cocina a traer, inocentemente, el licor.



 



Antes de que llevaran siquiera la mitad de la primer botella de ron, ella ya estaba diciendo muladas, y Japp Staimer estaba fresco como una lechuga. Y por supuesto que no desaprovechó la oportunidad, la comenzó a retar a hacer cosas y ella, como buena borracha, aceptaba. Al final, Staimer la tenía solamente en ropa interior. Estaba con los ojos cuadrados, otra vez, viendo como esos 2 senos forzaban al máximo la resistencia del brasier, como se bamboleaban de un sitio a otro en cada uno de los torpes movimientos de la mujer, que trataba de aparentar estar bien. A ella también le gustaba el jueguito, pues ya desinhibida, se revelaba una mujer apasionada, candente y atrevida.



Coni, ¿a que no se atreve a darle un besito? – la retó Japp, mostrándole su pene después de abrirse el pantalón.



¡Señor Stam… ¿cómo ssssel… curre usted?



¿Qué, entonces no te atreves?



Sssi… si, si, si, si, si, si… – Consuelo se arrodilló bruscamente a los pies de Staimer y comenzó a agarrar a besitos aquel falo rubio.



¡Oh si, así está bien! Ahora metáselo todo entre la boca y chúpelo… pero cuidado, no lo vaya a morder.



 



Consuelo obedeció, por alguna extraña razón le gustó mucho hacer todo eso. En ese momento no lo supo, pero el estar arrodillada frente a un hombre chupando apasionadamente su pene la excitaba muchísimo. Jamás había hecho tal cosa… por lo menos no voluntariamente. Carlos padecía problemas de alcoholismo, y cuando llegaba borracho a la casa terminaba golpeándola y abusando de ella. Hacía con su mujer lo que se le daba la gana. Pero en este momento todos los recuerdos desaparecieron, pues la verga de ese holandés tenía un sabor que a Consuelo la volvía loca.



 



Lamía ese pene importado como si se tratase de un helado. Dada su inexperiencia, trató de introducírselo entero varias veces, lo que le provocó arcadas, pero estaba tan excitada que lo intentaba de nuevo. Esta torpeza de novato calentó más todavía a Staimer, que en varias ocasiones casi termina dentro de la boca de su vecina y recién estrenada amante.



 



Staimer la tuvo así por unos 15 minutos y luego la paró, quería pasar a otras cosas. Poniéndose de pié, le pidió que se terminara de desvestir. Ella lo hizo, con la torpeza que su estado etílico le provocaba. Se quitó el brasier, dejando al aire ese impresionante par de senos que a Japp le parecieron demasiado grandes como para ser naturales. Así que se acercó, los tomó con las manos y los comenzó a apretar. Le resultaba imposible tomar uno entero con una sola mano, de hecho aún con la dos casi no podía. Y si, eran naturales.



 



Tomó un pezón con los labios y comenzó a chupar como un niño de pecho. ¿Quién no querría ser un niño de pecho con ella? Sus manos fueron bajando lentamente por su vientre, hasta llegar a su ingle, sacándole un suspiro de placer y calor. Bajaron las bragas de la mujer y comenzaron a sobar suavemente su sexo. Japp se sorprendió, la halló empapada.



 



El holandés la tomó de la cintura y la besó apasionadamente, luego la sentó en el sofá y se terminó de despojar de su ropa. Ella quiso levantarse para tocar ese físico, pues Staimer estaba bien bueno. Sus 175 cm de cuerpo atlético estaban perfectamente adornados por un espléndido falo de 18 cm, con 2 grandes testículos debajo. A Coni se le hizo agua la boca, pero todavía su vagina cuando Staimer se arrodillo y comenzó a chuparla. Inició con largos y lentos lametones sobre toda la superficie de ese delicado órgano, mientras sus manos separaban el denso matorral negro de Consuelo. Poco a poco, mientras averiguaba los sitios más sensibles de esta mujer, que ella misma ignoraba, fue introduciendo la lengua dentro del conducto vaginal.



 



Coni estaba como una braza, de su sexo manaba un torrente de fluidos como nunca antes. Abría sus piernas lo más que podía mientras que con una mano acariciaba la calva de Staimer, que se estaba esmerado. Con su otra mano aferraba fuertemente sus senos, llevándose a la boca uno de sus pezones. Acababa de descubrir lo mucho que le gustaba que se los chuparan, eso era tan solo una parte de una gran cantidad de sensaciones nuevas que aparecían en ella.



 



Por fin Consuelo llegó al clímax, como jamás lo había hecho con Carlos. Gimió y gimió, hasta gritó. Las oleadas de placer que iniciaban en su clítoris parecían no tener fin, deseó que duraran por siempre.



 



Staimer se levantó con la cara llena de los líquidos de Consuelo, satisfecho por su labor.



¿Tiene ganas de mas mi impresionante mujercita? A mi todavía me falta. – preguntó.



Ss-sssi…- respondió ella casi sin voz.



 



Japp posicionó su pene en la entrada de la vagina de Consuelo y, aprovechando que ya estaba más que lubricada, le hincó toda su virilidad de una arremetida. Consuelo, al sentirse llena en su interior, gimió y cerró los ojos y se entregó para dejarse hacer a voluntad del otro. El holandés, apoyado sobre sus nudillos, se le dejó ir con todo, le dio duro y tupido, no la dejaba casi ni respirar. Ella solo se aferró a los brazos de su amante, abrió lo más que pudo las piernas, cerró los ojos, y dejó que los dulces vapores del calor y del sudor la transportaran al paraíso del placer. Así, no le costó llegar a su segundo orgasmo, gimiendo y revolviéndose del placer bajo el cuerpo de Japp, que quedó muy impresionado de la capacidad de su fugaz amante.



 



Luego la puso en distintas posiciones. Consuelo solo conocía las dos básicas, hombre arriba, y mujer arriba… pero Japp le enseñó otras 5. Terminó con ella en 4, sobre el suelo, el, arrodillado tras ella, trataba de romperle la vagina, de llegarle hasta el útero, de la fuerza de sus embestidas. Consuelo ya no continuaba gimiendo, ahora soltaba un grito de placer cada vez que Staimer la penetraba hasta el fondo. Sus senos se mecían en un frenesí de sexo y lujuria. Consuelo abría la boca todo lo que podía, como si alguien la estuviera cogiendo por allí. Ambos cuerpos estaban cubiertos de sudor y de sal.



 



Al fin Staimer sacó su falo enrojecido del, también enrojecido interior de Consuelo, y eyaculó con inmenso placer sobre su espalda. Chorros y chorros de blanco semen cayeron sobre la grupa de Consuelo, deslizándose lentamente hacia sus costados. Los 2 amantes quedaron jadeantes tendidos sobre el suelo, Japp sobre el cuerpo inerte de Consuelo.



 



Ring, ring, ring, suena el teléfono de mi casa, eran como las 7 de la noche. Llego y levanto el auricular:



¿Aló? – pregunto.



Hola… Raquel… – contesta mi amiga con la voz aún un poco alcoholizada, entrecortada y agitada.



Hola Coni, ¿cómo estás?



Bien… muy bien. Quería decirte que… ha, ha, ha… tenías toda la razón… en… ha, ha… cuanto a portarse… ¡maaAAAAAal!… je, je, je… es muy divertido… ha, ha, ha…



¡Aaaah! Momento mujer, explicame eso, y… ¿qué está pasando allí? – pregunté incrédula.



Ahora no… haumpp… ahora no puedo… no puedo hablar… ha, ha, ha,… el señor Staimer me está dando… como no tenés una idea… ha, ha, ha,… chao… – y colgó, dejándome atónita y sorprendida.



 



Coni colgó el auricular mientras Japp la perforaba violentamente. Tenía las piernas sobre los hombros de su amante y con las rodillas muy pegadas a su rostro, una nueva posición para Consuelo, que no cabía en si de gozo. A mi me costaba mucho creer que ella fuera capaz de hacer aquello… pero bien por ella.



 



FIN.



 



Garganta de Cuero.



 



Pueden hacer sus comentarios y sugerencias, besos y abrazos.


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