~Ya cuando cumplí entre los doce, o trece años, fue que me enteré, en la clase de biología, lo que eran las relaciones sexuales. Yo estaba a punto de preguntar si una mujer podía tener sexo con un perro, pero por suerte, un chico se me adelantó. Además del montón de rizas que se produjeron en clase, la maestra le dio un tremendo regaño. Pero finalmente dijo que no, aunque al poco rato dijo que quizás era posible, pero que son cosas que no se deben hacer. Y salió otro de mis compañeros de clase, diciendo. Que no porque la mujer tendría bebes perritos. Y eso provocó otro ataque de rizas, entre mis compañeros de clase en el salón. La maestra se puso roja como un tomate, y finalmente dijo. Que eso no era posible, que un perro jamás podría preñar a una mujer, porque somos seres distintos. Sin más explicaciones, dio todo por terminado.
Yo desde luego, me acordé de los juegos de lucha libre, que en ocasiones aun tenía con alguno de mis perros, pero jamás ni nunca había sentido, o me había dado cuenta, de que me llegasen a tocar, o tan siquiera a rozar mi coño. Por lo que poco a poco cada vez que tenía oportunidad, de juguetear con mis perros, comencé a ponerle más atención a su miembro. Además a medida que fui creciendo, busqué más información, y descubrí en un relato, que lo principal era la higiene, para evitar infecciones vaginales.
Aunque aun y así no me atrevía a dejar que alguno de mis perros me penetrasen, pero si ocasionalmente, cuando me aseguraba que estaba sola en casa, me ponía a jugar con alguno de ellos, dejando que restregasen sus miembros contra mis nalgas, pero eso sí sin llegar a quitarme las pantis. De la misma manera que por encima de mis pantis, les dejaba lamer mi coño.
Pero al cumplir mis 18 años, salí a celebrar con mis amigas, y la verdad es que bebí bastante, tanto que poco faltó para que me llevasen cargada a casa. Por suerte mis padres no se encontraban, ya que se habían ido de crucero. Cuando mis amigas me ayudaron a entrar a mi casa, y a desvestirme, me dejaron acostada en mi cama, de la cual después que permanecí acostada por un rato me levanté, a vomitar. Si vomité y bastante, por lo que comencé a sentirme mucho mejor, y con ganas de seguir bebiendo, y festeando con mis amigas. Pero como estaba sola en casa, me serví un trago de ron, fue cuando escuché a uno de mis perros ladrando para que le abriese la puerta del patio. Se trataba de Negro, un pastor alemán, bien grande, fuerte y robusto.
Apenas lo dejé entrar a la sala de casa, moviendo su enorme cola, se me acercó, al tiempo que yo tomé asiento en uno de las butacas de la sala. Casi de inmediato dirigió su morro entre mis piernas, y comenzó a pasar su áspera, y cálida lengua por encima de mis pantis. Yo lo cierto es que aunque en par de ocasiones lo separé de entre mis piernas, pero de momento como que sentí curiosidad por saber cómo se sentiría su lengua pasando directamente sobre mi coño, por lo que sin dudarlo ni por un instante, me quité las pantis. Separé un poco más mis piernas, y hasta con mis propios dedos separé los labios de mi vulva.
Al principio sentí su húmeda nariz, olisqueando todo mi coño, tanto por fuera como por dentro. Luego casi de inmediato su lengua, pasándola hasta sobre mi clítoris, produciéndome una enorme satisfacción. Por lo que lo dejé que continuase lamiendo todo mi coño. Hasta que de momento, quiso tratar de penetrarme en la posición en que yo me encontraba. Yo lo rechacé, pero nuevamente Negro trató de montarme de frente. Quizás fue en la manera en que estaba sentada, pero entendí que de esa manera no íbamos a llegar a nada, y con lo excitada que yo me encontraba, como que no lo dudé ni por un segundo en tirarme al suelo, y ponerme como dicen en cuatro patas, cual si también yo fuera una perra.
Negro al verme en esa posición, nuevamente no tan solo me volvió a lamer el coño sino que también mi culo, produciéndome un placer que yo desconocía. Fue cuando se montó nuevamente sobre mí, con la suerte de que al primer intento, comencé a sentir como su verga penetraba mi coño. Cosa que hasta esos momentos, el único que lo había hecho había sido mi es novio. Ya con su miembro dentro de mi coño, sentí como con sus patas delanteras, me sujetaba por mis caderas o cintura, apoyándose en mis muslos. Al tiempo que yo comencé a moverme, restregando mi coño contra su cuerpo para sentirlo más y más dentro de mí.
Por lo que a medida que yo me seguía moviendo fui sintiendo como su verga, se iba poniendo más y más grande, al punto que la sentía por toda mi vulva, mi vagina, y quizás exagere, hasta dentro de mi útero. Por un largo rato disfruté de los muchos embates y empujones que Negro le daba a mi coño, y no dejé de disfrutarlos todos y cada uno de ellos, haciendo que yo, perdiera la cuenta de la cantidad de orgasmos que me hizo alcanzar en esos momentos.
Al rato Negro comenzó a eyacular dentro de mi coño, sentí su caliente semen como lo inundaba todo. Hasta que él se quedó quieto. Yo como había leído al respecto, sabía que debía esperar un buen rato a que su verga volviera a retornar a su tamaño original, para no lastimarlo, ni que me lastimase a mí. Ignoro cuanto tiempo pase pegada o como dicen abotonada a Negro, lo que si se es que cuando finalmente se separó de mi, casi de inmediato me volvió a lamer todo mi coño. Provocando en mí una tremenda oleada de placer. Tal y como me encontraba, me dirigí al patio, Negro se acostó en su perrera, como si nada hubiera pasado. De inmediato asomó su cabeza, Leal que es sato, pero más viejo, y de tamaño más grande que Negro. Apenas me vio en el medio del patio, y tras darme otro trago de ron, lo llamé, se me acercó al igual que lo había hecho Negro, moviendo su rabo. Nada más bastó que yo me tirase sobre la tierra, en medio del patio, para que Leal, tras pasar varias veces su gruesa lengua sobre mi coño, me montase.
A diferencia de Negro, al parecer la verga de Leal, como que es mucho más grande y gruesa, ya que me hizo disfrutar como una loca, durante todo el tiempo que mantuvo su miembro metido dentro de mi coño. Yo quedé molida, y casi estaba por quedarme dormida, cuando Chico un perrito chigua gua, de mi mamá, que me despertó al sentir prácticamente metiendo toda su cabeza dentro de mi coño. Lo que también disfruté y mucho. Tras lo cual subí al baño, y me asee hasta el cansancio.
Bueno desde esa noche, ocasionalmente cuando los viejos no se encuentran en casa, aprovecho para revolcarme con mis perros.
muy bueno...!! cuando estás solita, sos una perra...jeje!!