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Era un día de mediados de junio, era martes, y en unos días comenzaría el verano oficialmente, en la ciudad donde vivo, y transcurre este relato; relato verídico.
Ese día había hecho calor, y por fin podía disfrutar de un buen día en aquellas pequeñas vacaciones de las que estaba disfrutando.
Había ido a la última función del cine a ver una película, después de haber bebido algo y pasear por el centro de mi ciudad, que es La Coruña.
Era demasiado pronto para ir a los pubs que estaban de moda, así que decidí ir primero al cine, de esa manera ir haciendo tiempo, y no beber demasiado.
En el cine no había mucha gente ya que era día de semana, y la cosa no se veía muy concurrida, esperaba que al menos en los pub la cosa estuviera mejor, si no, la calentura y ganas de ser follado que tenía, iban ser tener que, calmados con una buena paja, o tendría que ir a la mañana siguiente por los baños públicos en busca de algún viejo que con su polla me aliviara.
Al salir del cine, fui primero a comer una hamburguesa, y luego a tomar unas copas a varios pubs.
Empezaba a haber algo más de marcha, pero no era mucha la que había comparado con otros días. Cansado de beber y no conseguir nada, a eso de las 3 de la madrugada, decidí marcharme para casa, con la resignación de conformarme con una paja, o esperar a la mañana siguiente, a ver si conseguía aplacar la calentura que ya me empezaba a martirizar.
Decidí antes de irme para casa, pasar por los cantones, a ver si me atrevía y cruzaba hacia los jardines de Méndez Núñez, donde podría encontrar alguna polla que me diera por el culo.
Caminé por todos los cantones sin atreverme a cruzar hacia los jardines, seguí por Sánchez Bregua, pero tampoco me atreví a cruzar hacia la rosaleda. Al llegar al semáforo de Linares Ribas, se encontraba la luz en verde que permitía a los peatones cruzar hacia la entrada del puerto. Sin pensarlo crucé, volviendo en la dirección que había traído, pero ahora iba por la acera de enfrente que era la que llevaba a la rosaleda y jardines de Méndez Núñez.
Al llegar a la rosaleda, la fui bordeando, a la vez que miraba si había gente en el interior de ella; no se veía a nadie; así que, al llegar a la zona de los jardines de Méndez Núñez, me metí por las calles que van por el interior de los jardines. Aquí los jardines son más tupidos que la rosaleda, y además de pasear más oculto, si quieres encontrar algo, hay que ir por el medio de ellos, y pasear por las calles que hay.
El corazón me latía acelerado, pero al menos me había decidido y había cruzado hacia los jardines. Ahora era cuestión de tener suerte, y esperar que hubiera gente y encontrar alguna polla dispuesta a darte por el culo. O al menos que te hicieran una paja o mamada.
Iba paseando por el medio de los jardines, pero no se veía un alma. Llegué al final; más bien es el principio, ya que la dirección de los números de las casas empieza por allí; y no había visto a nadie. Fui ahora por el otro costado, pero en dirección a la rosaleda. Tampoco se veía a nadie, así que decidí dar otra vuelta más a ver si en esta ocasión se veía algún alma.
Volví llegar al principio, pero sin haber encontrado ni visto a nadie. Realmente ese día no había un alma por los jardines.
Así que volví en dirección a la rosaleda, seguir camino a casa, y esperar a la mañana siguiente, a ver si tenía suerte en los aseos públicos, y encontraba alguna polla dispuesta a darme por el culo.
Cuando llevaba un pedazo andado, e ir más o menos por la mitad del camino de los jardines, vi que cruzaba la calle un joven, internándose en ellos. Iba en dirección opuesta a la mía, por la que, si no cambiaba de calle, nos cruzaríamos. Al pasar uno frente al otro, nos miramos a los ojos; era más o menos de mi edad, y no estaba nada mal; creí recordar haberlo visto en algún Pub, no sé si sirviendo o bebiendo, pero la cara que recordaba, creía haberlo visto sirviendo copas.
Después de cruzarnos, al poco de seguir andando, ambos nos giramos para ver qué camino o decisión tomábamos cada uno de nosotros.
Al verlo que se giraba a verme, yo decidí cambiar de calle, y seguir la dirección que él llevaba. Antes de llegar a volver a encontrarnos, me subí al césped, metiéndome entre unos árboles, cuyas ramas colgaban llegando casi al suelo. Allí no era mal sitio ya que quedaba algo oculto, y él me había visto entrar allí.
Mirando si venía hacia allí, saqué la polla haciendo que meaba, para lo que aflojé el cinturón, desabroché los botones del pantalón, y bajé la parte delantera del slip por debajo de los huevos.
Lo vi acercarse, se quedó un rato mirándome, luego se acercó un poco más, empezando a sacar su polla, igual que había hecho yo.
Siguió caminando hacia donde yo estaba, hasta quedar en frente mía. Tenía un empalme de campeonato; si yo andaba caliente, él estaba tan caliente y salido como yo; la polla era de buen tamaño; más grande que la mía; se le inclinaba algo a la izquierda curvándosele un poco a causa del gran empalme que tenía.
Se dejó caer los pantalones y bóxer a los tobillos, poniéndose a menear la polla, sin dejar de mirarme. Se fue arrimando a mí, hasta que sin decir nada, agarró mi polla con su mano, invitándome a que yo agarrara la suya.
Tan pronto le cogí la polla para empezar a meneársela, esté empezó a jadear, apretar mi polla y manosearme los huevos, y con voz algo temblorosa, me dijo: Chúpamela.
Me puse más enfrente de él, inclinándome para llevar su polla a la boca. Lamí la punta del glande, metiendo luego la cabeza y empezar a darle chupetazos, ¡aaahhh! Suspiró al contacto de su polla con mi boca.
Se arrimó más haciendo que metiera más su polla en mi boca, puso sus manos en mi cabeza, empezando a mover su pelvis, ¡aaahhh! ¡aaahhh! Jadeaba mientras me metía la polla en la boca.
Chupa, anda chupa y cómela toda, maricón, trágatela toda, ¡ahhh! ¡aaahhh! Ay maricón que gusto, me decía, mientras me sujetaba la cabeza con sus manos, y metía su polla en mi boca todo lo que podía.
Te gusta, ¿eh? Te gusta la polla mariconazo. Mira cómo tragas todo mi rabo, puta, que eres toda una puta. Mira cómo te la comes toda, pedazo de maricón.
Así, así, cómela toda. Toma, toma maricón, anda chúpala y déjala bien lubricada, que te voy a follar ese culo de maricón que tienes, me decía sin dejar de meterme la polla hasta el fondo de mi boca, y soltar jadeos por la excitación que tenía.
En varias ocasiones tuve que sacar la polla de la boca, ya que con el ímpetu que le daba, me había hecho atragantar, y abrirme en arcadas.
Una de las veces me incorporé de pie, pidiéndole que me dejara descansar. Se abrazó a mí, metiéndome mano y besándome. Me mordió el labio inferior, metiéndome la lengua en mi boca, para seguidamente decirme que quería follarme; déjame darte por el culo me susurró al oído.
Luego fue bajándome el pantalón y slip, hasta dejarlos a la altura de los tobillos, para seguido agarrarme la polla y huevos; los acarició, me descapulló la polla meneándomela y sobando, a la vez que me fue girando para que le pusiera el culo.
Yo dejé que me fuera girando, luego me subió las manos para que las apoyara en el árbol que nos ocultaba, me subió la camiseta por la espalda, haciendo que sacara la cabeza, quedando esta delante de mi cara. Escupió en una de sus manos, pasándomela por el ano. Metió un dedo en él para abrir el esfínter, y lubricarlo con la saliva que me había echado.
Abre las piernas, y saca un poco el culo para que pueda meterte la polla, me dijo.
Me sujetó por las caderas, haciendo que me inclinara un poco, colocándose él pegado a mí. Apoyó la punta de su polla en la entrada de mi ano, presionó un poco, y dando un impulso a su pelvis, a la vez que tiraba por mis caderas hacia él, metió toda la polla dentro de mí.
¡Ohhh! Suspiré, ¡ooohhh! Volví a suspirar al segundo movimiento de su cadera, notando cómo su polla me llegaba a lo más hondo de mi culo.
Ya está, ya la tienes toda dentro, maricón. Ay que culito más tragón que tienes, mariconazo, ay que bien se siente.
Se acomodó un poco mejor las piernas, sin parar de meter y sacar su polla de mi culo, ¡aaahhh! Jadeaba cada vez que movía su pelvis, clavándome más y más su polla, ¡aaahhh! ¡aaahhh! Gritaba sujetándome por las caderas, y enterrándome su polla en el culo.
Notaba como sus huevos y pelvis chocaban con mi culo, haciendo que se escuchara el ruido de su polla entrando y saliendo de mi culo, chof, chof, chof, chof, ¡ooohhh! Dios, aquello me gustaba y volvía loco.
Mi polla y huevos no paraban de bambolearse al ritmo de sus arremetidas, y la polla me empezaba a gotear semen, ¡ooohhh! Que gusto me estaban dando, apoyado a aquel árbol de los jardines públicos de Méndez Núñez.
El stress que tenía por estar siendo enculado en plena vía pública, y el placer que me daba aquella polla al entrar y salir de mi culo, rozando cada vez mi próstata, me hacían gemir y delirar de placer, ¡ooohhh! Que gusto, ¡ooohhh! Sigue, no pares, no pares, ¡ooohhh! Le pedía, mientras me sujetaba a aquel árbol.
Te gusta, eh maricón, te gusta que te metan la polla y que te den por el culo, mariconazo. Pues toma polla, toma toma, decía metiendo y sacando la polla en mi culito.
Empezó a darme más fuerte y rápido, anunciando su eminente eyaculación, ¡aaahhh! Ya me voy a correr, decía, ¡aaahhhh! Ya, ya me corro, ¡aaahhh! Me corro, me corro.
Soltó 6 trallazos de leche, dejándolos en lo más profundo de mis entrañas, ¡aaahhh! Que gusto, ay que gusto, decía, terminando de llenarme con su esperma el culo.
Cuando el terminaba de soltar todo su semen, me rozó con su mano los huevos, haciéndome explotar en una potente eyaculación, ¡ooohhh! Gemía, empezando a lanzar chorros de semen por mi polla, ¡ooohhh! Me corro, me corro, gritaba yo.
Las piernas me temblaban, mientras mi polla escupía el semen con el que regaba aquel árbol de los jardines públicos de mi ciudad.
Estaba apoyado a aquel árbol, con una polla dándome por el culo, temblando de gusto, mi polla terminando de eyacular, y jadeando cómo si hubiese corrido los 100 metros lisos.
Terminamos de soltar todo el semen, nos abrazamos acariciándonos, y subiendo los pantalones y slip, y componiéndonos de aquel encuentro furtivo, nos encaminamos a nuestras casas.
Él cruzó rumbo a la plaza de Pontevedra, y yo seguí camino a Linares Ribas.
Yo iba aplacado de mi calentura, y él desfogado y los huevos, descargaditos de semen. Yo, sin embargo, llevaba el culito abierto, y bien preñadito por su semen.
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