~~Hola
que tal, mi nombre es Carlos Juan, y no aguanto las ganas de contar
lo que nos ha sucedido a mi mujer y a mí. Hace
relativamente poco tiempo, menos de un año, levanté
a una chica en la barra de un club al que asisto con regularidad.
Elizabet, unos años menor que yo pero ya en sus treinta y tantos,
divorciada sin hijos, inteligente, de muy buen cuerpo y rostro bello,
en fin la pareja perfecta. Pero en la cama no era lo que digamos perfecta,
se contenía mucho, parecía ser que el sexo no le agradaba
mucho que digamos, eso de sexo oral era algo sucio para ella, y nada
que hablar del sexo anal, en otras palabras, casi una completa abstemia
en lo que se refiere a las relaciones sexuales. Pero a pesar de eso,
digamos que hicimos buena pareja, y ya al mes nos encontrábamos
viviendo juntos en mi apartamento. Regularmente salíamos a
divertirnos, con amistades en común. Pero un día estando
en el bar donde nos conocimos, llegó un muy amigo mío,
que para mi sorpresa ella ya conocía, apenas lo vio me comentó
que el tipo era un sucio, y cuando él me habló de ella
me dijo que era una panela de hielo. En un tiempo atrás, antes
de yo conocerla había salido con ella, al principio todo iba
bien pero al mes, desesperado por que aparentemente Elizabet no disfrutaba
de las relaciones sexuales, a él se le ocurrió insinuarle
que se metiera en la cama con otros tipos mientras que él los
observaba, y hasta ahí llego su relación. Para Elizabet
eso era inconcebible, que él la quisiera ver acostada con otros
hombres. En realidad unos días antes poco me faltó,
para proponérselo un día a mi pareja. Por suerte ese
día en el bar, ella fue bien clara en su explicación.
Pero la idea no dejó de rondar mi cabeza, como llegar hacer
eso sin que ella decidiera terminar conmigo. Tanto pensé en
eso que se me ocurrió un pequeño plan, y para eso necesitaba
la colaboración de otras personas. Para la temporada de nuestras
vacaciones, le propuse rentar un pequeño chalet en el campo,
el lugar lo yo conozco bastante bien, tiene un lago artificial suficientemente
grande como para disfrutar de un paseo en bote, y bañarnos
en sus orillas si se nos antojaba, se encuentra bastante retirado
de la carretera, por lo que no hay vecinos indiscretos y nos permitiría
el andar desnudo la mayor parte del día, cosa que a Elizabet
no le agrada mucho. En fin planeamos eso con lujo de detalles, hasta
pensamos dar una fiesta he invitar algunas de nuestras amistades.
Los primeros días los disfrutamos enormemente, tras desayunarnos
nos íbamos al lago donde nos dábamos un baño,
y bajo la sobra de alguno de los árboles cercanos teníamos
y tras mucho insistir de parte mía finalmente mantuvimos una
relación, pero como de costumbre, yo notaba que Elizabet no
dejaba salir todo lo que sentía, era como si tuviera miedo
a disfrutar del sexo. Pero mi plan básicamente era bien sencillo,
mi amigo el mismo que a ella le caía mal, ya saben porque.
Se puso de acuerdo conmigo en hacerle creer a Elizabet que éramos
victima de un asalto, y en consecuencia el pillo tras amarrarme se
dedicaba tirar con ella hasta el cansancio. En cierto momento hasta
me comentó que bien podía decirle a otro conocido nuestro,
que por casualidad al igual que nosotros dos, también es tan
abierto en las cosas del sexo que hasta disfruta ver a su mujer en
brazos de otros hombres, y con gusto y ganas colaboraría con
nosotros. Ya el domingo en la noche, mientras distraídamente
me hacía el que estaba leyendo, Elizabet se dedicó a
recoger la ropa, como habíamos pasado la tarde en el pueblo
cercano, haciendo compras, ella se encontraba aun vestida, usaba un
pantalón corto, y una camiseta. Mientras que yo nada más
tenía puesto un pantalón corto sin más nada abajo,
ya que al llegar me quite la camisa manga corta que estaba usando.
De momento sin previo aviso escucho a Elizabet pegar un fuerte grito,
en ese momento la verdad es que me asusté, pensé que
había sufrido un accidente o algo por el estilo. Cuando entré
en la habitación a ver que le sucedía, me encuentro
que un tipo, alto grueso y con un pasamontañas negro la tenía
encañonada con un pequeño revolver de cañón
corto. La mirada de Elizabet era de terror, al verla tan asustada,
hasta me comencé arrepentir de lo que había planeado,
pero ya era tarde para eso, de seguro sí le llegaba a decir
que todo fue planeado por mí, me mandaría al carajo.
Por lo que decidí, continuar con el plan al pie de la letra.
Cuando entré en nuestra habitación me quedé viendo
fijamente a Elizabet, como procurando calmarla, cuando siento que
tras de mí, una persona me pone una cosa dura en la nuca. Al
voltear a ver, me encuentro con otro enmascarado, que mantiene otro
revolver pegado a mi cuello. Como parte del plan, el que otra persona
participase, esa era una opción que nada más habíamos
comentamos, pero no pensé que mi amigo, la fuera a llevar acabo.
Pero en medio de todo, por dentro me alegré de su iniciativa.
A punta de pistola, a los dos nos llevaron a la sala del chalet, con
voces afectadas mi amigo y su compañero, nos amenazaron con
pistolas en mano, que de no colaborar sencillamente nos matarían.
Tras preguntarnos por el dinero, les indiqué donde se encontraba
mi cartera y Elizabet les indicó donde guardaba las pocas prendas
que había traído incluyendo un fino reloj que le había
regalado al igual que una sortija de compromiso. Eso realmente no
estaba en el plan, pero la verdad que le dio más credibilidad
a todo lo que sucedía en ese instante. Ya con el dinero y las
prendas, mientras nos tenían sentados en el sofá da
la sala, el más bajo de los dos se le quedó viendo a
Elizabet detenidamente, y acercándose a la oreja del más
alto le comentó algo mientras continuaba apuntándonos
con el arma. Tras lo cual él se nos acercó, arrancó
el cable del teléfono, y me ordenó que pusiera las manos
al frente para atarme. Yo haciéndome el muy macho, me negué,
aun en el momento que me volvió ha apuntar con su arma a mi
rostro, mientras que Elizabet me pedía casi llorando que colaborase.
Pero cuando el más alto colocó su arma en el rostro
de Elizabet, accedí sin demora. Tras atarme las manos, me ató
los pies pero antes me obligó a sentarme en una butaca frente
al sofá a la que terminó de asegurarme con el resto
del cable. Cuando estuve del todo atado, el más pequeño
le ordenó a Elizabet que se desnudase, ella toda asustada,
sin decir una sola palabra, se levantó y temblando de pies
a cabeza, se comenzó a quitar la camiseta. Al terminar de hacerlo,
sus hermosos senos quedaron parcialmente a la vista de nosotros, apenas
contenidos por el pequeño sostén que usaba en ese momento.
Jamás había visto los senos de mi mujer tan bellos como
en esos instantes, por suerte me habían atado las manos al
frente y las usaba para ocultar mi recién iniciada parcial
erección. De inmediato el más alto le ordenó
que continuase, a lo que Elizabet completamente avergonzada, dándonos
la espalda continuó bajándose el corto pantalón
que usaba en ese momento, pero quedándose con un pequeño
G Stren o sea una panti tipo tanga o hilo dental, que
se le enterraba por completo dentro de sus bellas y bien formadas
nalgas. Yo para seguir dentro del papel de macho, comencé a
decirle que no les hiciera caso, cuando el más pequeño
hizo como que me daba un golpe por la cabeza con la cacha de su arma.
Al escuchar mi sobre actuado grito de dolor, con más rapidez
Elizabet se desprendió del sostén, y se quitó
las pequeñas pantaletas. Que con uno de sus pies tiró
a un lado, en ese instante todos pudimos apreciar la belleza de su
cuerpo totalmente desnudo. Mi amigo el más alto de los dos,
tomó las dos pequeñas prendas entre sus manos, las olió
a través del pasamontañas, y viéndome comentó.
Ya se como hacer que este mantenga la boca callada. Tanto las pantaletas
como el sostén los hizo una bola, tras lo cual me ordenó
abrir la boca, mientras apuntaba con su arma al desnudo cuerpo de
Elizabet. Yo haciendo el papel de resignado, la abrí y de inmediato
él introdujo las pantis y sostén de mi mujer dentro
de mi boca, para luego con una gruesa cinta adhesiva de las grises
taparme la boca. Ya así me encontraba imposibilitado de decir
palabra alguna, aunque siempre podía hacer algún tipo
de ruido. Al principio me causó algo de nausea, no por el olor
ni el sabor que tenía la tela, sino más bien por la
manera tan incomoda en que quedaron metidas dentro de mi boca. Pero
la creciente excitación de ver a Elizabet así desnuda,
de esa manera tan indefensa, pronto me hizo olvidar de esa pequeña
incomodidad. Elizabet se encontraba con sus manos y brazos tratando
pudorosamente de tapar su cuerpo, se encontraba de pie acorralada
en una esquina de la casa, sin lugar alguno por donde salir corriendo.
Pero creo que de poder haber tenido la ocasión, de seguro la
hubiera dejado pasar por el temor de lo que me pudieran hacer a mí
en venganza por ella escaparse. Al terminar de sujetar la mordaza
en mi boca, mi amigo incorporándose le dijo a Elizabet mientras
se comenzaba a sacar una navaja de uno de sus bolsillos. Mira nena,
mi pana (amigo), y yo solo queremos pasar un buen rato,
con una putita como tú, así que si colaboras con nosotros
te vamos a tratar bien, sino lo mato a él, o peor a un lo castramos
como a un cerdo. Al decir eso con un rápido movimiento de su
mano introdujo su navaja por entre mi pantalón y de un jalón
lo cortó completamente dejándome con todo al aire. Del
susto mi verga se redujo a su tamaño más pequeño,
ya que no contaba con eso y la manera en que lo hizo me pareció
que casi me corta las bolas. Elizabet se llevó las manos a
la boca con la intención de acallar su propio grito. Al ver
que realmente no me había pasado nada, ella se tranquilizó.
Pero mi invitado no, se le acercó y tomándola por el
brazo, le dijo. Así que ya sabes, o lo haces a la buena y lo
disfrutas o lo jodemos a él. Elizabet me vio con rostro de
no saber que hacer, hasta que de manera resignada bajó su cara
y dijo, que es lo que ellos deseaban que ella hiciera. En ese momento
me sentí el ser más feliz del mundo, por muchas razones,
ella me amaba tanto que estaba dispuesta dejar que le hicieran cualquier
cosa, con el fin de que a mí no me pasara nada, aparte de que
me daría tremendo gusto al verla acostarse con otros hombres
y finalmente que ella lo disfrutase de verdad. El más grande
soltándose la hebilla del pantalón y luego bajándoselo
hasta sus rodillas le dijo. Primero lo primero, quiero que me le des
una buena mamada, pero con cuidado y no me muerdas o mi compañero
mata a tu marido, y pon cara de que te gusta hacerlo de lo contrario
él paga las consecuencias. Elizabet se secó algunas
lágrimas que le corrían por el rostro, y fingiendo una
sonrisa se arrodilló frente a él. Con nada más
tocar la verga de mi amigo con sus finos dedos, se le puso dura y
bien parada en cosa de segundos. Cerrado los ojos Elizabet comenzó
a pasar su lengüita por sobre el glande de él, y a los
pocos momentos se comenzó a tragar toda la pieza. La cabeza
de mi mujer subía y bajaba mientras que su boca chupaba de
manera insistente el miembro de mi amigo, fue cuando el más
pequeño, mi otro amigo tomó una de las manos de ella
y se la colocó directamente dentro del coño de Elizabet,
mientras que él al principio, hizo que ella se frotase su propia
vulva con sus dedos, a los pocos instantes ella ya lo hacía
sola. Yo mientras tanto disfrutaba de todo lo que podía ver,
cómodamente sentado. A los pocos segundos el más pequeño
le hizo señas al más alto y este sacó su erecto
miembro de la boca de mi mujer. Y se colocó a las espaldas
de ella, mientras el pequeño sacó su miembro y sin mucho
cuidado se lo introdujo en la boca a Elizabet que se dispuso a seguir
chupa que chupa. A todas estas ya mi verga se encontraba bastante
erecta, y mientras observaba como ella le mamaba la verga al más
pequeño, el más alto la ayudó a parcialmente
a levantarse, quedando Elizabet inclinada hacía el frente,
mientras ella aun continuaba acariciando su coño íntimamente
con sus dedos. Con calma la hizo levantar su pierna derecha, y pude
ver con toda claridad, como que casi lo estaban haciendo sobre mí,
como mi amigo procedía a enterrar su verga dentro del coño
de mi mujer, lentamente observé como su glande se abría
paso entre los labios vaginales de Elizabet, y ella continuaba apretándose
su clítoris intensamente con sus dedos índice y pulgar.
No se realmente que fue lo que sentí al ver eso de manera tan
de cerca, ya como les dije Elizabet no era muy dada a expresar placer
cuando mantenía sexo, jamás me había mamado la
verga a mí. Pero en ese momento por lo que pude apreciar, lo
estaba haciendo de maravilla. En su boca entraba y salía el
miembro del otro amigo mío el más bajo de estatura,
su boca succionaba una y otra vez ese pedazo de carne con insistencia,
él la tenía agarrada por su abundante cabellera rojiza
natural, y con sus manos dirigía la cabeza de mi mujer mientras
ella se lo mamaba a él. Elizabet al principio mantuvo sus ojos
cerrados, pero en cierto momento los abrió, y de cuando en
cuando se detenía ha observar brevemente, la verga que ya estaba
mamando de manera más gustosa. En más de una ocasión
me sentí incomodo, por encontrarme atado y no poder sumarme
al grupo. Pero era parte de la diversión, lo importante era
que Elizabet se soltase, y por lo que podía ver estaba dando
resultado. Ella movía sus caderas con energía, de manera
tal que nunca lo había hecho conmigo antes. Al poco rato al
amigo mío que se la estaba mamando se vino dentro de su boca,
vi como su semen corría por los labios de Elizabet, y ella
lejos de mostrar desagrado con su propia lengua se relamía
los labios de manera seguida. Al sacar él su verga de la boca
de Elizabet, la comencé a escuchar gimiendo de placer, como
vuelvo y repito hasta esos momentos nunca la había escuchado
hacerlo. Lo más que me sorprendió fue el escuchar de
sus labios decir. Dame más duro carajo. Mi amigo no se quedaba
atrás le decía. Tienes ese coño más caliente
que un horno de panadería, que divina estas, y ve preparando
el culito que luego te lo vamos a comer. Yo la miraba extasiado, y
en cierto momento al levantar su rostro y verme a la cara, noté
una sonrisa de completa satisfacción por lo que estaba pasando
en ese instante, en que el otro de mis amigos le enterraba su verga
una y otra vez por el coño de ella. Elizabet movía con
mayor fuerza sus caderas, hasta que debió alcanzar un orgasmo,
primera vez en el tiempo que llevábamos compartiendo juntos
que a ciencia cierta estaba más que seguro que ella realmente
disfrutaba de esa relación. Eventualmente mi amigo se vino
pero creo que para ser un poco más teatral sacó su verga
del mojado coño de Elizabet, y chorreo todo su semen sobre
sus nalgas. Al incorporarse Elizabet, volvió a comportarse
de manera pudorosa tapándose con sus manos y brazos, su coño
y senos. No dejaba de ver el suelo, mientras que yo trataba de ocultar
mi erección con mis manos. Pensé que ellos se retirarían
en ese momento, pero no fue así. El más pequeño
se quejó de que ella nada más se la había mamado,
a lo que el otro le respondió, bueno si tu quieres darle por
el culo, es toda tuya. En ese momento el rostro de Elizabet reflejo
que estaba asustada, nosotros nunca antes lo habíamos hecho
de esa manera. Pero el pequeño continuó diciendo, deja
que la lleva al baño para que se lo lave, que luego me lo voy
a comer de manera tal, que no le van a quedar ganas nunca más
de que le vuelvan a dar por el coño. Elizabet comenzó
a protestar, y yo por seguir el teatro comencé hacer ruidos
con mi boca y actuar como si tratase de desatarme. Sin decir nada
mi amigo hizo un disparo, que dio en la pared a poco menos de un metro
de mi persona, la verdad que no lo esperaba, y no se sí fue
el ruido o que pero me asusté de tal manera que por poco creo
que me cago. Elizabet abrió sus ojos, pero se quedó
callada, cuando el más pequeño la tomo del brazo se
dejó llevar al baño sin decir una sola palabra. Luego
me enteré tanto por ella como por mi amigo que la metió
en la ducha y la hizo lavarse bien las nalgas y el hueco del culo,
él personalmente se lo enjabonó con sus dedos, y hasta
se los comenzó a introducir uno a uno lleno de jabón
con el fin de ir dilatando su pequeño esfínter, al tiempo
que con la otra mano le acariciaba los senos y se los lamía
con su boca subiéndose el pasamontañas hasta su nariz.
Mi amigo el más alto aprovechó ese corto momento, que
me quedé a solas con mi amigo el más alto, para decirme
riéndose. De seguro después de esta noche vas a tener
que buscar quien me ayudase a calmar a Elizabet. Cuando Elizabet y
el más pequeño regresaron del baño, Elizabet
ya caminaba más suelta, no se tapaba con las manos y cuando
él le ordenó que se acostase boca abajo lo hizo como
si fuera la cosa más natural del mundo. Yo mientras tanto los
seguí observando, él trajo del baño una crema
y con ella comenzó a meter nuevamente los dedos en el culo
de mi mujer, Elizabet al principio se comportó algo seria,
pero en el instante que él con su otra mano comenzó
acariciarle el coño, Elizabet rápidamente se volvió
a soltar. Una de las cosas que más me agradó ver fue
que él levantando su pasa montañas a la altura de la
nariz, comenzó a pasar su lengua por entre las nalgas de ella,
y como Elizabet reaccionaba ante eso, él con ambas manos luego
le agarró las nalgas de ella y enterraba su rostro entre el
culo de mi mujer, se lo lamía de manera que me hubiera gustado
a mi hacérselo por las buenas, aparte de pasar su lengua por
sobre el esfínter de Elizabet sus lamidas llegaban hasta dentro
del coño de ella, provocando que Elizabet moviera sus caderas
como buscando sentir más de eso que le estaban haciendo en
ese instante. Mi otro amigo, luego de ir al baño regresó
sin su pantalón puesto, y con su verga entre las manos. Sin
hacer mucho esfuerzo, al colocárselo frente al rostro de Elizabet,
ella lo tomó entre sus dedos y con su lengua comenzó
a pasarla sobre el glande de mi amigo el más alto. A todas
estas yo volví a tener mi verga más erecta que nunca,
mientras a pesar de encontrarme atado, comencé a medio masturbarme
lentamente, pero por temor a venirme encima y que ella se diera cuenta
dejé de hacerlo. Elizabet dio un pequeño chillido, cuando
el otro de mis amigos comenzó a penetrarla por el culo. Ella
no se detuvo y continuó moviendo su culo restregándolo
con fuerza contra el cuerpo del más bajito. En medio de eso,
al que ella se lo estaba mamando de manera tan sabrosa, sacó
su verga de la boca de mi mujer, el más pequeño sujetándola
con fuerza por las caderas a Elizabet hizo que ella quedase sobre
el cuerpo de él. En ese instante, el otro tras abrir las piernas
de Elizabet introdujo su verga dentro del coño de ella. Para
mi fue lo máximo el ver como mi mujer era jodida por dos tíos
a la vez y que en medio de todo ella lo disfrutaba de verdad verdad,
lo digo por que cuando volvió a tener su boca libre, la escuche
exclamar cosas que en mi vida pensé que ella diría de
manera conciente. Sus orgasmos fueron bastante sonoros, podía
ver como las venas de su cuello se habían hinchado, su piel
sobre todo en su área vaginal se encontraba más rozada
que de costumbre. En fin no me podía venir luego con el cuento
de que había estado fingiendo, la verdad es que lo disfrutó
por completo. Al ellos acabar, y dejar a Elizabet acostada sobre el
sofá de la sala, hicieron un pequeño teatro, dijeron
haber escuchado un auto y apenas recogieron sus armas y ropa, mientras
que salían corriendo como alma que lleva el diablo. Los supuestos
ladrones habían dejado abanado el dinero y las prendas. Al
poco rato, Elizabet se levantó del sofá, y mientras
comenzaba a llorar me desató. Apenas pude sacar sus pantaletas
y sostén de mi boca, traté de calmarla. Elizabet me
pedía perdón todo lo que había hecho, yo le decía
que entendía que fue bajo la presión que había
actuado así, pero ella con mucho valor de su parte me confesó
que apenas vio las armas pensó que lo mejor que le podía
ocurrir era que la violasen, que siempre había tenido esa fantasía
y ahora que sin querer se le había realizado se sentía
mal por mí. Por que me vi obligado a ver todo lo que esos dos
hombres le hacían y como ella lo disfrutaba enteramente. Yo
para cambiar la conversación le dije que debíamos llamar
a la policía y hacer la denuncia. Pero ella de manera molesta
me dijo que no, que pensarían la policía si atrapasen
a los pillos, y ellos le contasen la manera en que ella se movía,
las cosas que decía y como se los mamaba. Pensarían
que era una puta, sencillamente. Me propuso en lugar de eso que esperase
a que ella se diera un baño, que luego seguiríamos discutiendo
lo sucedido. Y sin decir más nada se fue a la ducha, cuando
regresó se sentó a mi lado sin nada de ropa y me preguntó
con cara de puta, en que nos quedamos, y acto seguido tomó
mi verga y se la llevó a la boca. Desde ese día Elizabet
y yo disfrutamos del sexo plenamente, es más hasta en varias
ocasiones me ha propuesto que invitemos ha algún conocido mío,
ha compartir nuestra cama con él. Cosa que hemos hecho ocasionalmente,
y que tanto yo como ella disfrutamos bastante.