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Anoche

¡Qué noche!... Os la voy a contar: Sentada a mi lado. Termina de pintarse las uñas. Me muestra sus manos. ¿Te gustan, cariño -me dice-. Son bellas, sugerentes -contesto- Ella me besa fugazmente en la mejilla, a modo de agradecimiento. Se levanta. Su breve vestido; de escote redondo, se ajusta a su estrecha cintura; cae en vuelo, sobre sus redondas caderas y deja ver el suave movimiento al andar. Es corto, tanto que deja ver más de la mitad de sus muslos, enfundados en medias negras. Apaga el televisor; gira la cabeza, su mirada pícara me envuelve: con ambas manos se sujeta el vuelo de su falda y la levanta, mientras imprime un vertiginoso movimiento horizontal a sus cadera. Observo el excitante espectáculo: las medias son de las que llevan liguero incorporado; dejando a la vista sus glúteos redondos, prietos, sugerentes. Ella va siempre así, sin braguitas. Dice que eso le gusta; se siente mujer; la excita. Ella sabe que a mí me gusta, que me enciende. Continuamos hacia el baño. Yo termino y me marcho para el dormitorio. Me desnudo, completamente, como de costumbre. Me miro al espejo. Realmente he adelgazado; mis brazos, pecho y vientres son musculosos; mi pene pende inquieto. A veces me gustaría tenerlo muy grande; para penetarla, para abrirla bien, para hacerla gozar más si cabe... Me echo en la cama sobre la espalda y la espero... Ella aparece, sonriente, seductora. Cruza los brazos y sujeta con ambas manos su vestido; tira de él hacia arriba. Observo su cuerpo en todo su explendor. ¡Madre mía! Más de veinte años casado y me excita su cuerpo como el primer día. Sus pechos aparecen enfundados en el sujetador que yo le compré. Ella se lo desabrocha con parsimonia, -sabe hacerlo, la condenada- se lo quita, liberándolos. Sus pezones aparecen apuntando al frente; carnosos, puntiagudos, en medio de su gran aureola, de color oscuro. ¡Cuánto placer encierran! Bajo la mirada. Su breve cintura deja paso a la redondez armoniosa de sus caderas. La medias me dejan al descubierto -ahora por delante- el minúsculo triángulo de su vello púbico, que no puede ocultar la morbidez de la parte superior de sus labios; carnosos, limpios, completamente depilados con cera. Ella siempre lo hace así; sabe que me gusta su suavidad... Le tiendo la mano para invitarla a echarse en la cama. Ella la rehusa; me dice que me esté quieto que es ella la que quiere actuar... Se coloca a horcajadas sobre mí; se inclina. Sus pechos penden enhiestos, provocadores... Empiezo a notar un cosquilleo enervante que recorre toda mi columna vertebral, es la intuición del placer venidero... Me besa en el pecho, en el cuello; su lengua se posa en mis tetillas -el escalofrío es mayor- ahora una; después la otra. Una ola de calor me inunda. Siento mi miembro crecer por momentos. Su boca baja por mi vientre. Ahora son sus manos las que están jugando con mis tetillas - me vuelve loco de placer, ella lo sabe-Siento sus labios ardientes rozando levemente mi pene; desde la base al glande; la punta de su lengua húmeda, caliente vivaracha, roza mi glande en la parte del frenillo -Estoy húmedo- se lo introduce en su boca -yo me enervo de placer- alterna un sorbito con alguna pasadita de su lengua, en sentido descendente; vuelve a introducírselo casi todo -siento sus dedos jugar con mis tetillas y el placer es tan fuerte que tengo miedo de no poder aguantar: No quiero tener un orgasmo tan rápido. Quiero darle placer... ¡Mucho placer! Por que su placer es el mío. Por que cuando yo tenga un orgasmo, ella ha tenido dos o tres... La invito a que se eche sobre la espalda. Lo hace. Su rostro está sonrosado, por la excitación. Encoge las piernas. Yo se las abro aun más. Su sexo aparece abierto, sonrosado, sus labios menores separados, su clítoris, rebosante y rojo como una granada. Esta imagen me vuelve inmoral. Mi instinto es comerlo todo, rápido, con ansia. Me controlo. Entierro mi cabeza entre sus piernas y.... ¡EMPIEZO! La punta de mi lengua entra en contacto con la parte inferior de su vagina; la poso; su sabor y calor me inundan. Siento su estremecimiento. Miro su cara en ella se refleja todo el placer que está sintiendo; los ojos entrecerrados; me miran; sus labios tersos, carnosos, rojos, entreabiertos dejan escapar de cuando en cuando un leve gemido de placer. Mi lengua sigue ascendiendo pausadamente a través de la interminable hendidura; de vez en cuando empujo levemente y la punta se introduce sin obstáculos; yo diría que hay una cierta fuerza tractora que tiende a introducirla más. Sigo hacia arriba, me aproximo a su clítoris, lo rozo levemente. En este momento ella coge mi cabeza y me dice: ¡Cariño, chúpalo! Mientras abre más las piernas, si cabe. Le hago caso. Su apéndice carnoso entra en mi boca y lo succiono. Ella se estremece, se contorsiona, gime más fuerte, arquea su cuerpo, apoyándolo sólo con la parte cervical y los pies. Inicia un movimiento de caderas tan violento que no puedo controlar y su clítoris se me escapa. Vuelvo a chuparlo. Su orgasmo es evidente. Introduzco mi lengua en su hendidura... profundamente, todo lo que puedo. Su orgasmo me produce tal placer que a duras penas puedo contenerme para no eyacular. No acaba, es interminable. Me aprieta la cabeza, me corta la respiración... Poco a poco se va calmando. Mi boca recorre su vientre. Mis besos son suaves; sigo subiendo -sus pezones apuntan al cielo desafiantes- Mi lengua toma contacto con ellos; los chupo, alternativamente -ella pasa sus manos por todo mi cuerpo y me empuja invitándome a que me eche de espaldas. Sé lo que quiere hacer, como otras tantas veces: quiere subirse encima; quiere introducírsela sentada sobre mí. Dice que la gusta correrse así la primera vez, o la segunda; que así se la introduce hasta el fondo y tiene libertad para moverse a su gusto, para buscar los rincones más recónditos de su vagina; allá donde mi verga le produce más placer. Se vuelve a sentar a horcajadas; me la coge, se la apunta en su entrada y, dejándose caer con auténtica glotonería, se la introduce hasta el fondo. El placer que refleja su cara en estos momentos es tal que un hombre, al menos yo, debe hacer verdaderos esfuerzos de mentalización para no dejarse llevar por el instinto e inundarla toda con un orgasmo salvaje. Pero me controlo. Ella inicia un movimiento de vaivén que la vuelve loca de placer, sus gemidos inundan mis tímpanos; una corriente eléctrica nace en mi glande y me recorre toda la espalda, para escaparse por la zona occipital. Ella se inclina un poco, lo suficiente para que yo pueda introducir sus pezones en mi boca y chuparlos alternativamente mientras los agarro con mis manos, en un intento ansioso por introducírmelos los dos a la vez. Eso aún la excita más. Sus grititos han aumentado de volumen y de frecuencia. La conozco. Sé que va a estallar en un orgasmo incontenible. Noto mi pene nadando en un mar de lubricante. De pronto me dice: ¡Cógeme por las caderas, cariño! Apriétame, así, así. Lo hago, la aprieto todo lo que puedo. Mi verga está introducida increíblemente en sus entrañas. Una explosión de placer invade su cuerpo; se contorsiona, grita, me dice que no me mueva . Ella sí lo hace, no sé cómo. Su cuerpo es un bloque rígido, por un instante; su cara es la expresión fantástica de un placer inaudito. Apenas lo puedo aguantar: Tengo que controlar, y lo hago. Todavía me queda que darle mucho placer. Se ha reclinado sobre mí. Nos besamos; apasionadamente. Como agradeciéndonos el placer mutuo. ¡Relájate, descansa -le digo-, mientras imprimo un leve movimiento a mis caderas. Ella me vuelve a besar; con ternura, con sosiego. Siento el peso de su cuerpo ardiente sobre mí. Mi pene sigue en su interior. A cada movimiento siento pequeñas descargas eléctricas en mi glande, al rozar en su carne ardiente. Ella me dice: deja que sea yo la que me mueva. Cógeme por mis nalgas. Ábremelas. Quiero que me abras bien, cariño -siempre le gusta que en esta postura tire suavemente de sus nalgas hacia fuera, mientras ella sube y baja con suavidad, de tal forma que mi pene sale hasta sus labios y se vuelve a introducir lentamente, rítmicamente-. Así, así, cariño, ¡ME GUSTA!, Es como si me estuvieras preparando para que otro pene se acercara entre mis nalgas -sigue moviéndose- ¿Te atreverías con otra verga?, Le pregunto, mientras me imagino cómo una hermosa polla, dura y babeante se pasea acercándose a su abertura ocupada por la mía- Sí -me contesta- en este momento quisiera que otra polla, me penetrara, junto con la tuya. Quiero sentirme enormemente abierta; quiero reventar de placer y -sigue fantaseando- quiero que le ayudes a él a que me penetre. Mira, cariño cómo me abro para él - flexiona la zona lumbar para dejar más al descubierto su vulva, palpitante-. Ayúdame a abrirme, cariño, con tus manos. Ya siento su polla caliente entre mis nalgas. Baja; está muy cerca de mi entrada. ¡Quiero que me penetre! ¡Díselo, cariño, dile que me penetre a fondo. Así. Siento su porra caliente, su presión. ¡Dile que empuje! Así, ahhh se desborda en un orgasmo interminable; aumentado el placer por la presión de mi dedo en la abertura de su culito. El sudor de su vientre se mezcla con el mío. Ambos jadeamos. Su vagina es una fuente, cuyo fluido caliente y espeso inunda mis testículos. Verdaderamente, creo que en estos momentos mi mujer podría soportar la polla más grande; creo que podría introducírsela toda con gran placer y tendría otro orgasmo casi al instante. Sigo encendido. Quiero introducírsela de nuevo en otra postura. La invito a que se eche nuevamente de espaldas; me pongo sobre ella y cogiendo sus piernas a la altura de las corvas, se las levanto e introduzco mi polla a fondo, con rabia -ella me lo agradece con ese gesto de pura satisfacción que refleja su rostro y un suspiro de placer y de abandono; como presagiando el dulce momento que aun le queda por disfrutar-. -Dame fuerte, cariño; como tú sabes. Me vuelves loca de placer, así.... Inicio un movimiento rítmico, que termina cada vez con un fuerte empujoncito que me permite sentir en mi glande la estrechez del fondo de su vagina, arrancándome con este roce destellos de placer incalculable; aumentado por la vista de su rostro ruborizado y sudoroso que gira de un lado para otro mientras sus quejidos me llenan del más sublime de los placeres cuyo resultado, no puedo contener en esta ocasión: mi polla se convierte en un canal conductor de mi líquido seminal que se vierte en sus entrañas, mientras los músculos de su vagina se contraen, dándome la sensación de que mi pene es succionado con enorme glotonería, aumentando esta sensación con un movimiento rítmico que ella imprime a sus caderas, coincidente con mis espasmos de placer, prolongando así ese gusto tan inmenso que sólo ella sabe proporcionarme. La paz y el sosiego nos envuelven a ambos. Pienso que ella cada día es más mujer ¡Es maravillosa! ¡Se merece todos los caprichos!.... Algún día tengo que prepararle una agradable SORPRESA... Ya os la contaré.
Datos del Relato
  • Categoría: Hetero
  • Media: 5.67
  • Votos: 36
  • Envios: 6
  • Lecturas: 1884
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